Las aguas religiosas están turbias, se debe al surgimiento de
nuevos movimientos que brotan del fondo de las sociedades y que emergen
disputándose un lugar en la superficie del campo religioso. Todos los
movimientos reclaman su legitimidad y algunos de ellos su exclusividad en el
mercado de la fe.
Uno de estos movimientos que comienza a
inquietar a las denominaciones ya establecidas es el llamado: «Judaísmo
mesiánico». En nuestro caso particular; nos estamos viendo afectados, y quizá
nos veremos más en el futuro, por las enseñanzas de estos grupos, con los que
tenemos muchas afinidades como: el rechazo al modelo romano de la iglesia, el
rechazo a las fiestas de origen pagano, el sábado como día del Señor, la ley de
alimentación, el respeto por toda la Biblia; además de una inclinación a ver en
los judíos pasados, actuales y futuros la realización plena del proyecto de
Dios. Muchos de nuestros miembros admiran y sienten un aprecio profundo por
todo lo que tiene que ver con Israel.
Esta identificación y posible comunión con
comunidades mesiánicas podrían enriquecer nuestra vivencia de fe y el
seguimiento a nuestro Señor Jesucristo quien derribó la pared que nos separaba
y nos hizo uno sólo ante él. Sin embargo, deberemos tener mucho cuidado de
distinguir las diversas corrientes de judaísmo mesiánico que existen al día de
hoy.
Se podría decir que siempre ha existido el
judaísmo mesiánico: que es la confesión por personas de origen judío de que Jesús
es el Mesías. El comienzo de la Iglesia cristiana es de hecho como un
movimiento dentro del judaísmo y jamás cortará sus raíces.
Hay un judaísmo mesiánico que vivió en
realidad dentro de la gran comunidad judía, y que no se integró a la
organización cristiana. Este judaísmo mesiánico lo podemos denominar:
«clásico». Es una proclamación de los judíos, por los judíos y para los judíos.
Estos, han respetado los espacios de la fe, sin tratar de deslegitimar a las
iglesias cristianas, aunque no se puede decir que muestren una aceptación
absoluta, son tolerantes e inclusivistas.
Sin embargo, en palabras del rabino Manuel
Hernández: “Por desgracia y a semejanza de los siglos I y II, nuevas
expresiones de herejía y desviación teológica han aparecido. A partir del
segundo lustro de la década de los noventa; nuevos grupos de gentiles han
emprendido un absurdo y chocante neojudaizamiento entre las iglesias
protestantes o evangélicas; que por un lado aparta de la gracia a los
creyentes, y por otro, desprestigia la imagen del judaísmo mesiánico.
Grupos que enfatizan el culto e idealizan al
pueblo judío y las cosas judías; pero no al Dios de los judíos, ni a su amado
Hijo el Mesías Yeshúa. Este tipo de desviaciones por lo general promueven un
pasado «judío»
inexistente entre creyentes gentiles, apoyándose ilusa y falsamente en el
histórico problema de los conversos o «marranos»
(en: Historia del judaísmo mesiánico. En: www.lcje.net/papers/2002/hernandez.doc).
Llevamos la atención a los siguientes
detalles:
Algunos creyentes de origen gentil piensan que aventajan para con Dios por hacerse judíos o por adoptar prácticas judaicas como disciplina espiritual. Cada vez escuchamos con más frecuencia que los cristianos emplean palabras hebreas o vemos que los creyentes evangélicos se visten con las prendas características del judaísmo, practican rituales propios de la fe judía. Cuando lo hacen creen que van más adelante que los demás creyentes que conservan sus formas culturales.
Algunos creyentes de origen gentil piensan que aventajan para con Dios por hacerse judíos o por adoptar prácticas judaicas como disciplina espiritual. Cada vez escuchamos con más frecuencia que los cristianos emplean palabras hebreas o vemos que los creyentes evangélicos se visten con las prendas características del judaísmo, practican rituales propios de la fe judía. Cuando lo hacen creen que van más adelante que los demás creyentes que conservan sus formas culturales.
Desde el comienzo, los Apóstoles
distinguieron lo que era esencial de lo que era secundario. Lo esencial es la
fe en Jesús y lo secundario son los aspectos culturales. Pero, algunos
religiosos judíos no hacían la diferencia y aunque admitían que las personas de
origen gentil se adhirieran a la fe en el Mesías (Ungido), los condicionaban a
que cumplieran rituales de la fe judía, como lo atestigua la referencia: "Entonces intervinieron algunos
creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos y afirmaron: Es necesario
circuncidar a los gentiles y exigirles que obedezcan la ley de Moisés"
(Hechos 15:5). A esta actitud y práctica se le llamó judaizar. Judaizar es la
imposición de rituales y formas judías a los creyentes de origen gentil,
considerándolos obligatorios para salvación.
Esta diferencia los condujo a la realización
del primer concilio. Después de haber examinado el asunto, Pedro informó a los
asistentes y les dice que Dios aceptó a los creyentes de origen gentil y lo
demostró dándoles el Espíritu Santo, de la misma manera que había hecho con los
de origen judío, sin hacer distinción, por lo cual no se les debe imponer
ningún yugo. Lo que se les exige es que se abstengan de lo contaminado por los
ídolos, de la inmoralidad sexual, de la carne de animales estrangulados y de
sangre (Hechos 15:6-21). Algunos grupos de judíos mesiánicos están imponiendo
la cultura judía(idioma, vestido, hábitos, y otros aspectos) como la savia del
olivo. Como afirma el Rabino mesiánico Julio Dam: Lo que el Rabino Yeshúah,
vino a hacer es comenzar una fase de expansión Judío Mesiánico. Esta
civilización Judío Mesiánica constituye el envase, la envoltura que envuelve el
contenido. Y señala que: El gentil que rechaza la civilización Judío Mesiánica
en nuestros tiempos, está rechazando el injerto de Elohím en ¡El único árbol
existente!
Agrega: “Que
el alimento espiritual del creyente gentil tiene que venir de la raíz, que son
los patriarcas, de la civilización, la cultura, costumbres, música y
festividades que están en las Escrituras, idioma, modos de adorar y de
comportase en la vida diaria, que forman el tronco y la savia del árbol de
Romanos 11 ya que son las únicas que están santificas por 2000 años de
bendición de Elohím”. En: ”La
gran estrategia de Elohim: volviendo a nuestras raíces originales judías”
en www.beitshalom.org
Sobre el debate del primer concilio, el
apóstol Pablo escribió:... ¿cómo es que quieren regresar a esos principios
ineficaces y sin valor? ¿Quieran volver a ser esclavos de ellos? Ustedes siguen
guardando los días de fiesta, meses, estaciones y años. Temo por ustedes, que
tal vez me haya estado esforzando en vano (Gálatas 4:9b-11, NVI).
El apóstol Pablo fue el opositor más consistente hacia los judaizantes. A los que querían imponer la circuncisión les recordó que Abraham manifestó una fe auténtica siendo incircunciso... Por lo tanto, Abraham es padre de todos los que creen, aunque no hayan sido circuncidados, y a éstos se les toma en cuenta su fe como justicia (Romanos 4:9-12).
El apóstol Pablo fue el opositor más consistente hacia los judaizantes. A los que querían imponer la circuncisión les recordó que Abraham manifestó una fe auténtica siendo incircunciso... Por lo tanto, Abraham es padre de todos los que creen, aunque no hayan sido circuncidados, y a éstos se les toma en cuenta su fe como justicia (Romanos 4:9-12).
Pablo fue tolerante hacia ciertos
determinantes de la cultura. Ni la circuncisión ni la incircunsición son lo
fundamental, son situaciones relativas y cada uno debe vivir según su condición
o herencia cultural sin que degrade su fe (1 Corintios 7:17-24).
Uno de los argumentos, de ciertos judíos
mesiánicos, para obligar a los cristianos a que modifiquen su lenguaje
religioso, que tiene fuertes influencias griegas y latinas consiste en el
criterio de la pureza. Su fundamento es que el hebreo es el idioma divino. Aquí
hay varios supuestos falsos: cuando los judíos fueron llevados a Babilonia en
el siglo VI a. C., dejaron el hebreo como su lengua primaria e incorporaron el
arameo en su comunicación cotidiana. Cuando regresan a Jerusalén y se lee la
ley ellos no entienden fácilmente y se hace necesario que les interpreten.
(Nehemías 8:8). Durante el dominio helénico (s IV-II aC) se impuso el griego
como la lengua oficial en los territorios dominados y muchos judíos que
vivieron fuera de Israel sólo hablaban en griego.
Un ejemplo de esto lo constituyen los nombres
de los siete diáconos de Hechos 6: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón y
Parmenas. Son personas practicantes del judaísmo, pero que tienen profunda
influencia del helenismo; Quizá sus familias habían vivido fuera de Judá y
posteriormente retornaron. Aunque conservan su fe en el Dios Bíblico, ya no
conservan el celo por el idioma, ni aún por el templo. Su habla es el griego y
prefieren la Sinagoga. Es muy probable que el apóstol Pablo se haya formado con
creyentes de esta postura. Su actitud es más abierta a los cambios y más
integradora de personas de otros pueblos.
La versión de la “Septuaginta” (El Antiguo
Testamento en griego) se elaboró en Alejandría, Egipto para que los judíos que
vivían en la diáspora pudieran leerla. La versión del Antiguo Testamento
utilizada por los escritores del Nuevo Testamento fue la “Septuaginta”. Si Dios
les hubiera querido obligar a utilizar sólo el hebreo, lo habría manifestado de
algún modo. Dios se expresa en el idioma que el hombre entiende.
Los idiomas se influyen en su encuentro y es
imposible evitar la «contaminación». El hebreo del Antiguo Testamento presenta
esta condición. Los nombres de los meses son de origen babilónico, algunos
personajes recibieron nombres de origen pagano como: Sadrac, Mesak y Abed-Negó,
Beltasar y otros. El judaísmo incorporó a su idioma términos de origen pagano.
Si bien, mantuvieron su exigencia por la pureza esta no se logra de forma
absoluta, la pureza absoluta en la lengua y las ideas es una mera ilusión. La
revelación de Dios son las ideas o conceptos, no el idioma en el que se
vierten.
Dios habló en griego popular (Koiné) a la
iglesia antigua, hoy nos habla en nuestro idioma. Por lo tanto, si alguien hablara
hebreo, no aventaja en cuanto a la salvación a quien no lo habla.
Nuestra postura como Iglesia es que:
No debemos inquietarnos por los nuevos judaizantes. Reconocemos que nuestra fe se sustenta de la Revelación divina dada al pueblo de Israel, y que se testifica en las Escrituras, pero, no aceptamos que debamos amoldarnos a la cultura judía como condición necesaria para salvación. Más bien, debemos aferrarnos a la gracia que nos ha sido dada en Jesucristo: «No se dejen llevar por ninguna clase de enseñanzas extrañas. Conviene que el corazón sea fortalecido por la gracia, y no por alimentos rituales que de nada aprovechan a quienes los comen (Hebreos 13:9, NVI).
No debemos inquietarnos por los nuevos judaizantes. Reconocemos que nuestra fe se sustenta de la Revelación divina dada al pueblo de Israel, y que se testifica en las Escrituras, pero, no aceptamos que debamos amoldarnos a la cultura judía como condición necesaria para salvación. Más bien, debemos aferrarnos a la gracia que nos ha sido dada en Jesucristo: «No se dejen llevar por ninguna clase de enseñanzas extrañas. Conviene que el corazón sea fortalecido por la gracia, y no por alimentos rituales que de nada aprovechan a quienes los comen (Hebreos 13:9, NVI).
Dios no exige que cambiemos de nacionalidad o
de cultura, sino que cambiemos el corazón. Por la influencia de su Espíritu,
nuestras vidas: valores, ideas y costumbres serán transformadas para amoldarnos
a sus propósitos.
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