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domingo, 2 de noviembre de 2014

Como Nos Llegó La Biblia

Un solitario pastor de ovejas estaba sentado en la par más solitaria de un remoto desierto. Reinaba el silencio. No se oía ningún ruidoso radioreceptor, ni ninguna televisió atronadora; no se oían campanillas de puertas ni timbres n teléfono. Ni mucho menos ruido de] tránsito distante, ni dt aviones de propulsión a chorro, Ni siquiera se percibía por ningún lado movimiento de hombres o bestias.

Siglos después un salmista escribiría, ---Estad quietos y conoced que yo soy Dios- (Salmo 46:10). En la quietud de aquel día tan lejano, un pastor agradecido se encontró con el Pastor Divino. Fue llamado a dejar la tarea de pastorear unas cuantas ovejas de su suegro, para guiar el rebaño más grande M pueblo de Dios.

La soledad le prestó alas a sus pensamientos. Recordó las historias que su madre le había contado-de Adán y Eva, de Caín y Abel, de Noé y el Diluvio, de Abraham, Isaac, Jacob y José. No imaginaba que algún día, bajo la inspiración de] Espíritu de Dios, él sería el instrumento humano para preservar estas historias para innumerables generaciones venideras.

Fue repasando en su mente los sucesos de su vida. Un faraón muy cruel había dado orden de matar a todos los había sido salvado milagrosamente de la muerte. Adoptado por la hija de Faraón, fue criado en el palacio real. Allí le instruyeron cuidadosamente, en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus palabras y obras- (Hechos 7:22). Egipto era el imperio más grande de aquel tiempo y el centro principal M conocimiento y la cultura. Allí Dios preparó a su siervo para su doble tarea. El entrenamiento que le dieron como heredero del trono de los faraones, le sería de gran utilidad cuando llegara a ser el fundador de la nueva nación de Israel, y la instrucción que recibió en la mejor literatura de ese día, le fue de valor inapreciable en su preparación como el primer escriba de las Sagradas Escrituras.

Cuando Moisés tuvo cuarenta años hizo una decisión trascendental. Abandonaría la corte del Faraón y se identificaría con su propio pueblo perseguido. Los libraría de la opresión y esclavitud.

Pero cayó en el error de intentar realizar tal hazaña con sus propias fuerzas, dependiendo de su propia sabiduría. Viendo a un esclavo hebreo cruelmente castigado por un egipcio, Moisés mató al egipcio y lo sepultó en la arena. Eso llegó a los oídos del Faraón y Moisés tuvo que huir para salvar su vida.

Cuarenta largos años habían pasado desde entonces. No obstante la frustración ocasionada por la espera aparentemente interminable, Moisés había aprendido valiosas lecciones de paciencia. Pero algo más había sucedido. Alejado de las intrigas del palacio y las pendencias triviales de la corte, el pastor solitario había encontrado el sentido de la presencia de Dios. La meditación Regó a ser su vocación más importante. Así aprendía muchas cosas que no se encontraban en los libros de sabiduría de Egipto.

Entonces, otra campanada sonó en el reloj de la historia sagrada. Un día que Moisés vigilaba su rebaño, y meditaba en los años pasados, notó cerca una zarza que estaba ardiendo. ¿La habría encendido el sol abrasador? Pero, ¿por qué no se consumía la zarza en las llamas?

Sintiendo curiosidad, Moisés se acercó para contemplar mejor un fenómeno tan raro. Entonces, de en medio de la zarza ardiendo le vino la voz de Dios. El gran---Yo Soy- se le reveló como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y a la vez el Redentor de Israel. Dios llamó a Moisés para que sea su mensajero, y libre a los israelitas de la esclavitud de Egipto, dándoles la ley divina en el Sinaí. Además de eso, le correspondería escribir la historia de la creación y de las relaciones de Dios con la humanidad. Escribiría los primeros capítulos de la historia de la salvación, los comienzos de nuestra Biblia.

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