LOS PRIMEROS MANUSCRITOS DE LA BIBLIA
F. F. Bruce
I.
EL
PERIODO MAS ANTIGUO
Todos los documentos originales del
Antiguo y Nuevo Testamentos han desaparecido. A veces se habla de ellos como
autógrafos, pero esto no es exacto. Un autógrafo es escrito por la propia mano
del autor, como los oráculos de Jeremías, por ejemplo, le fueron copiados por
Baruc, y Tercio hizo el mismo servicio a Pablo en su carta a los Romanos. Antes
que los documentos originales se perdieran, o llegaran a ser inútiles por el
paso del tiempo y el manejo frecuente, fueron copiados (quizá más de una vez),
y las copias fueron a su vez copiadas, hasta que las últimas de estas copias
(después de algunos cambios) llegaron a permanecer hasta nuestros días como los
manuscritos bíblicos más antiguos.
En cierta manera, es sorprendente que
mucho de la literatura bíblica haya sobrevivido a las adversidades y haya
experimentado las vicisitudes de la gente de Dios a través de los primeros
siglos. La mayoría de los manuscritos fueron escritos en materiales que se
destruyen con el tiempo. Fue una excepción cuando alguna parte de la Escritura fue grabada en
tablas de piedra, como lo fueron los Diez Mandamientos, y aun estas tablas han
desaparecido. Que tengamos tantos textos bíblicos del período antes del exilio
babilónico (587-537 a .C.)
es casi un milagro. Durante dos generaciones, por ejemplo, los Salmos de los
reyes permanecieron sin cantarse en la liturgia del templo mientras que el
templo permanecía abandonado; aún cuando los exiliados no sintieron que podían
“cantar la canción del Señor en una tierra extranjera”, no se olvidaron de sus
palabras amadas. Sólo podemos conjeturar de qué manera los registros de la
corte y los oráculos proféticos de los reinos del norte y del sur fueron
conservados. En esta fecha temprana la preservación estaba sujeta al azar.
Isaías, encontrando que sus primeros mensajes no fueron escuchados por el rey y
tampoco por la gente, los escribió, los selló y los confió a sus discípulos,
para que cuando finalmente sus advertencias se cumplieran, se quitaran los
sellos a los rollos, y pudieran así ser reconocidos como profecía verdadera.
Gracias a la narrativa de Baruc,
estamos mejor informados sobre los escritos de los oráculos de Jeremías que
sobre muchos otros profetas. En el año 605 a .C. Jeremías le dictó a Baruc los oráculos
que había proclamado durante más de veinte años de su ministerio profético, y
Baruc los escribió. Al año siguiente, Baruc leyó el contenido del rollo a una
asamblea del pueblo, pero el rey Joaquín, oyéndolo, pidió el rollo, lo cortó, y
lo quemó; se ha dicho que el rey pensaba que “el cuchillo era más poderoso que
la pluma”. Este fue el destino de la “primera edición” del libro del profeta
Jeremías; pero rápidamente siguió una segunda y más amplia edición, que fue
escrita por Baruc al dictado del Profeta. Aún ésta; no fue la edición final,
porque Jeremías continuó su ministerio profético durante unos diecisiete o
dieciocho años más, y la edición que se reproduce en nuestras versiones del AT
incluye muchos de sus últimos oráculos, y alguna información biográfica
adicional suplida por su fiel secretario Baruc. De hecho, dos ediciones,
incluyendo sus últimos oráculos, han llegado hasta nuestros días: una más
grande contenida en la Biblia
hebrea, y otra más corta, contenida en la versión griega Septuaginta
(testificada en su forma hebrea en un manuscrito de la cueva 4 de Qumrán).
El trato que el rey Joaquín dio a los
oráculos proféticos presenta un contraste marcado con la actitud de su padre,
el rey Josías. Josías guió a su pueblo a un acto de arrepentimiento cuando
escuchó las palabras del “libro de la ley”. Este libro fue descubierto mientras
se hacían reparaciones en el templo. ¡Pero cuán fácilmente ese libro (el cual
conocemos como Deuteronomio) pudo haber sido descuidado y perdido!
Las copias más antiguas de la
escritura hebrea que se han conservado, están fechadas en los últimos siglos
a.C. y han sido descubiertas en nuestra propia época en las cuevas de Qumrán.
Detalles de estas copias y de algunos otros manuscritos bíblicos posteriores
que se han encontrado en otras áreas del oeste del Mar Muerto, se dan en el
artículo “Los Rollos del Mar Muerto”.
II.
EL
TEXTO MASORETICO
Un grupo de manuscritos del AT salió a
la luz en la última mitad del siglo XIX con el descubrimiento del depósito
(genizah) de la antigua “Sinagoga de Esdras” de Fustat (antiguo Cairo). Los
cientos de miles de fragmentos literarios encontrados en este depósito están
ahora dispersos en un número de bibliotecas de varios lugares, mayormente en Cambridge
y Leningrado. Estos manuscritos incluyen muchos textos bíblicos que nos
permiten seguir con mayor detalle el trabajo de los masoretas, o sea los
preservadores de la masora (“tradición”). En Babilonia y en Palestina desde el
siglo VI d.C., los masoretas compilaron y editaron el texto consonante de la Biblia Hebrea. La Biblia Hebrea había
sido transmitida oralmente y preservada en forma escrita por medio de la
vocalización tradicional, enunciación y puntuación hecha por los masoretas. El
texto recibido y editado por los masoretas es llamado el texto masorético. Hasta
los descubrimientos de Qumrán en 1947 y los años siguientes, todos los
manuscritos conocidos de la
Biblia Hebrea mostraban el texto masorético.
Aparte de los fragmentos de la genizah, los manuscritos masoréticos
más antiguos pertenecen al período alrededor del 900 d.C.: Un códice de los
profetas (un manuscrito en forma de libro: distinto a un rollo) perteneciente a
la sinagoga de Cáriate, en el Cairo, fue completado en 895; un códice del
Pentateuco en el Museo Británico (O 4445) no puede ser posterior más que en
unos pocos años. En la sinagoga de Aleppo había hasta 1948 un códice de toda la Biblia Hebrea
escrito en la primera parte del siglo X. En la lucha entre judíos y árabes de
1948, que dio como resultado el establecimiento del estado de Israel, el códice
se perdió y hubo el temor de que hubiera sido destruido. Sin embargo, diez años
después se anunció que, aunque había sufrido considerable daño (había perdido
la mayor parte del Pentateuco), había sobrevivido a las aventuras y estaba
seguro bajo la custodia del doctor Paul Kahle. No mucho tiempo después fue
llevado a Israel, en donde se le usó
como base para un ambicioso proyecto bíblico de la Universidad Hebrea.
En vista de la pérdida de la mayor parte del Pentateuco de este códice, se puso
especial interés en una fotografía de dos páginas de un manuscrito hebreo, que
abarca Deuteronomio 4:38-6:3. De aquí resultó una obra titulada Travels through
Northern Syria (Viajes a través del norte de Siria) por J. Segal (Londres,
1910). Existen razones para creer que las páginas fotografiadas pertenecen al
códice de Aleppo.
En la espléndida colección de los
manuscritos hebreos de la
Biblioteca Pública de Leningrado, hay un códice de los
últimos profetas (B. 19ª) del año 916 d.C. Otro manuscrito de Leningrado, que
es un poquito anterior a los manuscritos hebreos, es un códice completo de la Biblia Hebrea que fue
terminado en el año 1008 d.C. Este códice ha sido usado como base para la Biblia
Hebrea de Kittel, el texto crítico uniforme que usan hoy
los eruditos del AT desde su tercera edición (1937) en adelante. La Biblioteca Bodleian ,
de Oxford, posee un códice casi completo de la Biblia Hebrea que es
unos pocos años posterior a aquél.
El códice de los profetas del Cairo,
el códice del Pentateuco del Museo Británico, el códice de Aleppo y el códice
de toda la Biblia Hebrea
de Leningrado, todos ellos se refieren al texto establecido por la familia
masorética llamada Ben Asher, de Tiberias. El códice del Cairo se cree que es
el trabajo de Moisés Ben Asher, quien perteneció a la penúltima generación de
la familia. Algunos eruditos sostienen todavía que el códice de Aleppo, es el
trabajo de su hijo Aarón, el último miembro de la familia. Se dice que después
de la muerte de Aarón pasó al poder de los judíos Cáriate de Jerusalén y de
allí fue transportado al Cairo, donde fue usado por el gran erudito judío
Moisés Maimónides (1135-1204 d.C.). El códice de Leningrado, que no fue escrito
por Aarón Ben Asher, es una copia confiable del texto de Ben Asher.
III.
LA
BIBLIA SAMARITANA.
Cuando se trata de los primeros cinco
libros (La Toráh
y el Pentateuco) las Escrituras hebreas han sido conservadas no solamente por
los judíos, sino también por los samaritanos. La Biblia Samaritana
se basa en un texto palestino popular, del cual algunas muestras han sido
identificadas entre los textos de Qumrán. Esta Biblia tiene el agregado de
algunos escritos peculiares para distinguir; entre líneas, las creencias
samaritanas. Se menciona el monte Gerizim, cerca de Siquem, y no el monte Sión
en Jerusalén, como el lugar que el Señor escoge en donde todas las tribus de
Israel puedan “poner allí su nombre para su habitación” (Deuteronomio 12:5). En
cerca de 1900 lugares el texto samaritano concuerda con la versión griega
(Septuaginta), en oposición al texto masotérico. Tal acuerdo de dos testigos
independientes reviste estas diferencias con una importancia especial, pero aún
así, no significa que deben ser preferidas al texto masotérico.
Los manuscritos más antiguos de la Biblia Samaritana
son de algunos siglos posteriores a los manuscritos más antiguos del texto
masorético. El códice samaritano más antiguo contiene una nota donde dice que
fue vendido en el año 1149-50 d.C.; debe haber sido escrito antes de esa fecha.
El más famoso rollo de la Biblia Samaritana
se llama “el rollo Abisha” debido a una nota al pie que dice: “Yo Abisha, el
hijo de Fineas, el hijo de Eleazar, el hijo de Aarón el sacerdote (¡a ellos sea
el favor del Señor y su gloria!), escribí el libro santo en la puerta de la
tienda de la reunión en Gerizim, en el año trece del dominio de los hijos de
Israel sobre la tierra de Canaán y todas sus fronteras alrededor. Yo alabo al
Señor. Amén”.
Aparentemente esta nota declara que el
rollo fue copiado trece años después de la entrada de los israelitas en Canaán
por Abisha, o Abisúa como se lo nombra en 1 Crónicas 6:4, 5, como el bisnieto
de Aarón. Esta nota atribuiría la escritura a una fecha tan antigua que no es
posible aceptarla. Así que el editor moderno del rollo, el hebraísta español
doctor F. Pérez Castro, sugiere que “trece” es una abreviación de 1013, y esto,
según la cronología samaritana, indicaría una fecha alrededor de 1045 d.C.,
cuando se copió el rollo. El escriba bien puede haber usado el nombre de
Abisha, y haber trazado su descendencia en la línea del antiguo sumo sacerdote.
De cualquier modo, el rollo de Abisha
pasó por ciertas vicisitudes al comienzo del siglo XIV. Por algún tiempo hubo
extraños desacuerdos en cuanto a su fecha entre los eruditos a quienes se les
permitió ver y usarlo; mientras algunos lo fecharon no antes del siglo XIV,
otros pensaron que pudiera ser considerablemente más antiguo. El misterio fue
aclarado en 1952 cuando el rollo completo fue fotografiado por el doctor
Castro. El rollo no es homogéneo: la parte más antigua comienza en Números 35 y
llega hasta el final de Deuteronomio, incluyendo la nota al pie. Lo que sobra
es un remiendo, y es posterior. La causa de esto probablemente se indica en una
nota marginal de una crónica samaritana del siglo XIV. Esta nota relata cómo,
durante la ceremonia al aire libre, un rollo del Pentateuco fue arrebatado
súbitamente por el viento de las manos del sacerdote que le estaba leyendo.
Sólo la última parte se pudo retener; la gran porción desde el comienzo de
Génesis hasta Números 35 no pudo ser hallada y tuvo que ser reemplazada por una
nueva copia.
IV.
LOS
PAPIROS DEL NUEVO TESTAMENTO.
Los manuscritos más antiguos del NT
griego que han sobrevivido están escritos en papiro. El papiro era un material
relativamente barato pero no muy durable, hecho de la médula de una planta de
caña que se encuentra en el valle del Nilo y en lugares similares. Sólo en
condiciones que lo protejan de la humedad, como en las arenas de Egipto, el
desierto de Judea, o las cenizas volcánicas de Herculano, podrían los papiros
perdurar por un tiempo prolongado. Más de ochenta manuscritos en papiro que
contienen partes del NT han sido hasta ahora catalogados; la mayoría de ellos
son muy fragmentarios, aunque algunos son más substanciales. Han sido
catalogados en forma de serie: el número es precedido por una P, desde la P 1 en adelante, en orden de
descubrimiento (P1 es un fragmento del III siglo que contiene algunos
versículos del primer capítulo de Mateo, y está en el museo de la Universidad de
Pensilvania). Se han hecho intentos para clarificar los tipos de escritura de
estos papiros, así como los tipos de escritura de todos los manuscritos del NT.
De acuerdo con los varios tipos de escritura conocidos que han circulado en los
primeros siglos del cristianismo se distingue el de Alejandro (Alejandrino), el
de César (Cesáreo), el de Antioquia (Antioqueño), y los tipos de escritura
occidentales, y (desde la mitad del siglo IV en adelante) el texto de Bizancio
(Bizantino). Pero tal clasificación de los tipos de escritura se basa en un
material posterior a las fechas de los papiros del NT más antiguos; y no es
siempre satisfactorio imponer esta clasificación en estos últimos.
Uno de los papiros bíblicos más
famosos es importante, no porque ofrezca alguna luz a través de su texto, ya
que es sólo un pedazo de un códice que muestra fragmentos de unos pocos
versículos de Juan 18, sino porque es el trozo más antiguo de un manuscrito del
NT que se sepa que exista. Este papiro, P52, pertenece a la biblioteca de John
Rylands, en Manchester, y fue copiado a principios del siglo II d.C. (quizá
alrededor del 130 d.C.), menos de cuarenta años después de la escritura
original del Evangelio de Juan.
El papiro de Chester Beatty, que
pertenece a la colección de antigüedades del extinto Sir Alfred Chester Beatty,
el que se encuentra actualmente en el Museo Chester Beatty, en Dublín, incluye
tres importantes manuscritos del NT, adquiridos alrededor de 1931. Estos son:
P45, que contiene los cuatro Evangelios y Hechos; P46, que contiene las cartas
de Pablo (con excepción de las dos cartas a Timoteo, Tito y Hebreos); y P47,
que contiene el libro de Apocalipsis. De éstos, P46 es el más antiguo y más
completo: de un original de 104 hojas se conservan ochenta y seis. De estas
ochenta y seis, treinta no fueron adquiridas por Chester Beatty pertenecen a la
biblioteca de la
Universidad de Michigan, en Ann Arbor. P46 muestra una forma
antigua del texto Alejandrino; está fechado al comienzo del siglo III. La misma
fecha, o una apenas posterior se asigna a P45. Algo así como 30 hojas de P45 se
conservan de un original de 220 (el fragmento de una hoja de Mateo fue llevado
a la Biblioteca
Nacional de Viena). El texto de Marcos en este códice fue
reconocido tempranamente como un testimonio valioso del tipo Cesáreo. El códice
de Apocalipsis (P47) pertenece a la mitad del siglo III, o un poquito después;
diez hojas de la porción central del libro se han conservado de un original de
treinta y dos.
Otra colección de papiros bíblicos,
adquirida por M. Martín Bodmer, por el año 1956, pertenece a la Biblioteca Bodmer ,
en Ginebra, Suiza. Quizá el documento más importante de esta colección es un
códice papiro del Evangelio de Juan en griego (P66) en el cual los primeros
catorce versículos están prácticamente completos; el resto está en una
condición fragmentaria. Está fechado cerca del año 200 d.C. Su tipo de texto
presenta algunas señales que podemos asociar con el tipo occidental; y hay otras
que son características del tipo Alejandrino. Sin embargo, ya que la distinción
entre el tipo occidental y el tipo Alejandrino se basa en un estudio
comparativo de manuscritos y versiones que son posteriores al P66, es
anacrónico describir P66 como un texto “mezclado”. Debemos esperar que el
descubrimiento de otros manuscritos de una fecha similar, pueda unirse a este
estudio comparativo y nos permita establecer un sistema de clasificación más
adecuado aplicable a los siglos II y III d.C. P66 tiene un número de frases
peculiares; una de las más importantes está en Juan 7:52, en donde se le
recuerda a Nicodemo que: “el profeta no se levanta de Galilea” (una alusión al
profeta de Deuteronomio 18:15, a quien se refiere en líneas anteriores, en el
versículo 40).
Otro códice papiro Bodmer (P75)
contiene una buena parte del Evangelio de Juan (los primeros trece o catorce
capítulos), precedidos de partes substanciales de Lucas. Este códice está fechado
entre 175 y 225 d.C.; su texto griego es similar al del Códice Vaticano. En
Lucas 16:19 dice que el hombre rico de la parábola se llamaba Nive (quizá una
mala pronunciación de Nínive). En Juan 10:7, P75 dice: “Yo soy el pastor de las
ovejas”, en lugar de: “Yo soy la puerta de las ovejas”.
P72, otro códice de Bodmer
considerablemente posterior a los Hechos y a las siete “epístolas católicas”
(Santiago 1 y 2 y Pedro 1, 2 y 3 Juan y Judas) es P74, fechado en el siglo VII.
Está pobremente preservado, pero su texto muestra una relación con el Códice
Alejandrino.
V.
LOS
PAPIROS DE LA SEPTUAGINTA
Los manuscritos de algunas de las
versiones más antiguas del Antiguo y Nuevo Testamento (que son traducciones del
hebreo o el griego original a otros idiomas) tienen una importancia secundaria
sólo para los textos hebreos y griegos mismos.
De estas versiones primitivas, la más
valiosa es la traducción pre-cristiana del AT al griego, tradicionalmente
conocida como la versión “Septuaginta”. Una tradición que puede trazarse al año
100 a .C.,
afirma que esta versión, o la más importante de ella (el Pentateuco griego),
fue hecha por 70 o 72 ancianos de Israel; de aquí la designación “Septuaginta”,
de la palabra latina “setenta”.
Esta versión griega fue la Biblia de la iglesia
primitiva. Muchas de las referencias al AT en el NT fueron tomadas de la Septuaginta aunque muy
pocos fragmentos pre-cristianos de ella se han conservado. Aparte de estos
fragmentos identificados entre los rollos del Mar Muerto, hay un fragmento en
papiro de Deuteronomio 25-28 que data no después de la mitad del segundo siglo
a.C. y que se encuentra en la biblioteca de John Raylad, en Manchester (P. Ryl.
Gk. 458). Otra posición de Deuteronomio en griego que está en el Cairo (P. Faud
266), contienen unos pocos versículos de los capítulos 31 y 32. En este último
papiro el nombre inefable del Dios de Israel (el cual puede ser representado
por las letras YHWH) no está traducido al griego pero se le deja en caracteres
hebreos.
El papiro Chester Beatty incluye siete
códices de varias partes de la
Septuaginta que pertenecen a los siglos II y III d.C. Estando
los papiros del NT en la misma colección, esto hace pensar que probablemente
esta fue la Biblia
de la iglesia de habla griega en Egipto, que no pudo darse el lujo de tener
copias más costosas o durables. Uno de estos códices contiene casi la mitad del
libro de Daniel, junto con Ezequiel y Ester. La porción de Daniel tiene
especial interés porque es una de las pocas pruebas de la versión Septuaginta
original de este libro, una versión tan libre y parafraseada que es casi todos
los manuscritos del AT en griego se la reemplaza por una versión posterior y
más fiel que se atribuye a Teodosio (final del siglo II d.C.). La única prueba
del texto original de Daniel de la Septuaginta , está en Roma en el Codees Chigi del
siglo XI.
VI.
LOS
GRANDES UNCIALES
Al llegar a este punto hubiera sido
más conveniente haber considerado de antemano los manuscritos más antiguos del
AT griego ya que los manuscritos que vamos a considerar comprenden en su estado
original toda la Biblia
griega, el AT en la versión Septuaginta, seguidos por el texto griego del NT.
Estos manuscritos son códices en su forma, escritos en pergaminos o pieles con
letras unciales (letras adaptadas principalmente de las mayúsculas usadas para
escribir en piedra), en contraste con las letras minúsculas, las cuales eran
más pequeñas y se relacionaban con la escritura cursiva ordinaria. En el
registro internacionalmente aceptado de los manuscritos del NT, los unciales
son distinguidos por un cero inicial (01, 02, 03…), mientras que los
manuscritos minúsculos son numerados ordinariamente (1, 2, 3…). En adición, los
más famosos unciales son nombrados por letras mayúsculas: romanas, griegas o
hebreas. Este estilo de registro fue establecido con tanta fuerza que cuando el
método científico de la serie numerada fue introducido no pudo sobrepasarlo.
Uno de los manuscritos más conocidos
de la Biblia griega
es el Códice Sinaítico comúnmente designado por la letra hebrea Alef (a)
(serie número 01). Se lo fecha en el siglo IV d.C., debe su nombre al hecho de
haber sido propiedad del monasterio de Santa Catarina ubicado en el monte
Sinaí. Su identidad fue reconocida por el erudito alemán Constantino von
Tischendorf, en 1844. Cuarenta y tres hojas separadas, que el erudito alemán
obtuvo el permiso para llevar consigo fueron guardadas en la biblioteca de la Universidad de
Leipzig. Las que sobrevivieron (346 y media hojas), fueron entregadas por las
autoridades del monasterio al emperador ruso en 1862. Más tarde fueron
compradas por el gobierno y el pueblo Británicos a la Unión Soviética a
fines de 1933. Desde esa fecha han sido el principal tesoro bíblico del Museo
Británico. Contiene la mayor parte de la Septuaginta y todo el NT griego. Además, tiene
dos trabajos apócrifos comúnmente reconocidos entre los padres apostólicos: la
epístola de Bernabé y tres cuartas partes de El Pastor de Hermas. Su texto del
NT pertenece principalmente al tipo Alejandrino. La fotografía ultravioleta ha
revelado que el escriba original terminó el Evangelio de Juan en 21:24 y luego
añadió el versículo 25 como un pensamiento posterior.
Antes que el Museo Británico
adquiriera el Códice Sinaítico, su principal tesoro bíblico fue el Códice
Alejandrino (comúnmente designado A02). Este manuscrito que pertenece al siglo
V fue presentado al rey Carlos I en 1627 por Cirilo Lucari, patriarca de
Constantinopla y anteriormente de Alejandría. Su nombre Alejandrino, se deriva
de una nota que afirma que fue presentado al patriarca de Alejandría en 1098.
Consiste de 773 hojas y contiene la
Biblia griega con numerosas mutilaciones: en el NT se han
perdido los primeros veinticinco capítulos de Mateo, casi dos capítulos de
Juan, y más de siete capítulos de 2 Corintios. Además de los libros bíblicos,
incluye la epístola de Clemente de Roma a los Corintios (escrita alrededor del
año 96 d.C.) y la homilía del siglo II, equivocadamente llamada 2ª de Clemente.
El texto del NT es de tipo bizantino en los Evangelios y alejandrino en los
otros libros.
El Códice Vaticano (B 03) es el tesoro
bíblico más importante de la biblioteca del Vaticano en Roma, en donde ha
estado desde el año 1745. Estuvo temporalmente ausente del Vaticano después de
anexar Napoleón los dominios papales en 1809, cuando fue llevado a París junto
con otros manuscritos. Consiste ahora de 759 hojas. Los primeros cuarenta y
seis capítulos del Génesis y cerca de treinta y dos de los Salmos se han
perdido en la parte del AT. Parece que nunca estuvieron incluidos los dos
libros de Macabeos. En el NT se perdió todo después de Hebreos 9:14. Es decir,
siguen a lo que queda de Hebreos: las cartas a Timoteo, a Tito y a Filemón y el
Apocalipsis. Las epístolas universales siguen inmediatamente después de los
Hechos, lo cual es un arreglo común en los manuscritos más antiguos.
Así como el Códice Sinaítico, el Códice
Vaticano está fechado en la mitad del siglo IV y muestra un tipo Alejandrino en
el texto. En realidad, el Códice Vaticano es aceptado como la más fiel de todas
las pruebas de este tipo de texto. Igual que el Códice Sinaítico omite Marcos
16:9-20, una sección que generalmente se reconoce como una breve reseña escrita
en el siglo II sobre las apariciones de la resurrección. Aunque no fue
originalmente escrita como un apéndice a Marcos, eventualmente sirvió para este
propósito y para suavizar la terminación abrupta de este Evangelio. El texto
bíblico está dividido en secciones, lo cual quizá indica un sistema muy antiguo
de lecturas ordenadas.
El Códice Efraín es el nombre del más
importante tesoro bíblico de la Biblioteca Nacional de París (C; 04). Igual que
el Códice Alejandrino, es un manuscrito del siglo V de la Biblia Griega , pero
está en condiciones deterioradas: sólo 209 hojas se conservan, de las cuales
145 pertenecen al NT. El Sinaítico tiene cuatro columnas de escritura en las
páginas, el Vaticano tiene tres, el Alejandrino tiene dos, y el Códice Efraín
tiene sólo una. Debe su nombre al hecho de que en el siglo XII el texto bíblico
fue raspado con piedra pómez y sus hojas fueron usadas para transcribir
traducciones griegas de sermones y tratados del padre Efraín de la Iglesia Siria del
siglo IV. El uso de agentes químicos y recientemente la fotografía ultravioleta
han hecho posible leer los originales escritos a mano. Aunque sólo cinco
octavos del texto del NT se conservan, partes de cada libro del NT están
representadas, con la excepción de 2 Tesalonicenses y 2 Juan. El texto se
parece al tipo Bizantino.
Un manuscrito que recibe el tratamiento
que se aplicó al Códice Efraín se lo llama palimpsesto, nombre que viene de una
palabra griega compuesta que significa “raspado de nuevo”. Cuando el material
para escribir escaseaba, un escriba tenía la tentación de proveerse de material
por sí mismo borrando un texto el cual, en su criterio, era menos importante de
lo que él deseaba copiar. A los ojos del estudiante moderno, los escritos
originales son en general más importantes de lo que fue reemplazado en lugar de
ellos. Un gran número de manuscritos bíblicos son palimpsestos incluyendo
cincuenta y dos de los 267 unciales del NT. A veces el proceso fue repetido: un
manuscrito de la biblioteca del monasterio en Sinaí fue usado cinco veces en
escrituras sucesivas.
VII.
OTROS
UNCIALES DEL NUEVO TESTAMENTO
Llegamos ahora un grupo de manuscritos
bilingües que contienen los textos de los libros del NT tanto en griego como en
latín. El más famoso de éstos es el Códice Beza (D; 05), del siglo V o VI, que
se encuentra en la biblioteca de la Universidad de Cambridge. Su nombre se debe al
hecho de que fue donado a la
Universidad de Cambridge en 1581 por Teodoro Beza, el
reformador francés. Contiene los cuatro Evangelios y los Hechos del cual se han
extraviado los últimos seis capítulos. Parece que una vez tuvo incluidas las
epístolas universales, de las cuales sólo un fragmento de la tercera de Juan se
conoce. Beza los adquirió en 1562, pero anteriormente muchos de sus escritos
distintivos fueron grabados en la edición foliada del Testamento Griego de
Etienne (1550) y en los márgenes de la Biblia Inglesa , en
la versión de Ginebra (1560).
Otro códice en latín y griego es el
Códice Laudiano 35 de la
Biblioteca Bodleian , de Oxford (E 08). Pertenece el siglo VI
y contiene solamente los Hechos. Su importancia principal se debe a que es uno
de los manuscritos más antiguos que contiene la confesión de fe del funcionario
etíope de la reina Candace en Hechos 8:37: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo
de Dios” (esto no es parte del texto original de los Hechos).
Hay un grupo de códices bilingües
(griego y latín) que nos dan la principal evidencia para el texto occidental de
las cartas paulinas. Confusamente su nomenclatura tradicional alfabética (D, E,
F, G) también se le da a algunos manuscritos independientes de los Evangelios o
de los Hechos (incluyendo los dos que hemos mencionado antes). El Códice
Claromontano (D 06) es un manuscrito del siglo VI que se encuentra en la Biblioteca Nacional
de París; el Códice Sangermanensis (E), que se encuentra en la Biblioteca Pública
de Leningrado es una copia del siglo IX del Claromontano y carece de valor independiente;
el Códice Augencio (F 010), que se encuentra en el Colegio Trinidad, de
Cambridge y el Códice Boerneriano (G; 012), de la biblioteca de la tierra
sajona, en Dresden, pertenecen al siglo IX y comparten un arquetipo común con
una o dos generaciones atrás.
El Códice Regius (L 019), es un
manuscrito que data del siglo VIII del Evangelio y que está en la Biblioteca Nacional
de París. Fue copiado por un escriba incompetente. Exhibe un texto similar al
del escriba incompetente. Exhibe un texto similar al del Vaticano. Entre Marcos
16:8 y el amplio apéndice que sigue en la mayoría de los manuscritos, se ha
insertado una terminación corta: “Pero ellas, las mujeres, informaron
brevemente a Pedro y a sus compañeros todo lo que se les había ordenado. Y
después de esto el mismo Jesús también les envío desde el este hacia el oeste
para predicar la sagrada e incorruptible salvación eterna”.
El Códice Washington (W 032) es un
uncial del Evangelio del siglo V adquirido para los Estados Unidos en 1906 por
C. L. Freer. Su texto en su mayor parte es Bizantino; sin embargo, el texto de
Marcos 1:1-5:30 es occidental, la parte de Marcos 5:31-16:18 es Cesáreo, y la
parte de Lucas 1:1-8:12 y Juan 5:12-21:25 es Alejandrino. La parte que contiene
Juan 1:1-5:11 fue añadida posteriormente para reemplazar una que se había
perdido o dañado. Este códice incluye el mayor apéndice a Marcos, y se extiende
después de Marcos 16:14.
Otro uncial del Evangelio es el Códice
Koridethi, llamado así por el lugar en el Cáucaso donde fue descubierto, el que
se encuentra ahora en la biblioteca del estado de Georgia, Tifilis (brevemente
designado por la letra griega Theta; 038). Se lo data en el siglo IX, y
mientras es Bizantino en sus textos de Mateo, Lucas y Juan, es Cesáreo en
Marcos.
Mencionaremos otro uncial griego: el
Códex 046, un manuscrito del Apocalipsis, del siglo X, que está en la
biblioteca del Vaticano y es una prueba importante para el texto de ese libro.
VIII.
LOS
MINUSCULOS DEL NUEVO TESTAMENTO
El número de manuscritos minúsculos
del NT en griego, completos o parciales, se acerca a los 2800. De éstos sólo
unos pocos pueden ser mencionados aquí.
El minúsculo número 1, en la
biblioteca de la
Universidad de Basilea, contiene todo el NT con excepción del
Apocalipsis. Pertenece a un grupo pequeño (incluyendo 118, 131 y 209) que están
fechados del siglo XII hasta el siglo XIV. La relación entre los componentes de
este grupo fue establecida por Kirsopp Lake en 1902. Es comúnmente conocido
como la Familia
1 y exhibe el tipo Cesáreo similar al Códice Theta. El Códice 1 fue usado,
desafortunadamente, en la corrección de las pruebas del Testamento Griego
impreso por Erasmo.
El Códice 13, un manuscrito del
Evangelio del siglo XIII, está en la Biblioteca Nacional
de París. Junto con un número de otros manuscritos que exhiben un texto
íntimamente relacionado, pertenece a lo que se llama indistintamente la Familia 13 o el grupo
Ferrar (por causa de W. H. Ferrar quien, en 1868, estableció la relación entre
los Códices 13, 69; 124 y 346). Se cree que la Familia 13 volvió a un
antecesor que vivió en el sur de Italia o en Sicilia. Como la Familia 1, muestra
características del texto Cesáreo. Códices de esta Familia 13 colocan al fin de
Lucas 21 el incidente acerca de la mujer tomada en adulterio. En la versión de
Reina Valera Revisada 1960, se sigue a la mayoría de los manuscritos
posteriores, y aparece en Juan 7:53-8:11. El
incidente, que está ausente de los mejores y más antiguos manuscritos,
es un fragmento aislado del Evangelio, que no pertenece originalmente ni a
Lucas ni a Juan. Su posición entre Lucas 21 y Lucas 22 en la Familia 13 es más
apropiada que en su posición entre Juan 7 y 8.
Un miembro de la Familia 13 es el Códice
69, que está en el museo de la ciudad de Leicester, Inglaterra, y contiene todo
el NT. Fue copiado en 1468 por Emmanuel, un monje de Constantinopla, para Jorge
Neville, arzobispo de Cork. El hecho de que su original, del cual fue copiado
(perdido desde hace mucho) fue posiblemente mil años más antiguo, nos recuerda
que sólo la fecha posterior no hace que un manuscrito tenga menos importancia.
El Códice 33 que se encuentra en la Biblioteca Nacional
de París, es un manuscrito del siglo IX o X que contiene todo el NT con
excepción de Apocalipsis. Es llamado frecuentemente “la reina de las cursivas”;
muestra el tipo de texto Alejandrino, con algunos trazos de influencia
Bizantina en algunos libros.
El Códice 61 es un manuscrito de papel
que está en el Colegio Trinidad, en Dublín. Contiene todo el NT y pertenece al
comienzo del siglo XVI. No tiene una importancia intrínseca, pero es de interés
porque contiene el texto espúreo, acerca de los “tres testigos celestiales” en
1 Juan 5:7. Cuando Erasmo publicó su primera y segunda edición del NT Griego (1516
y 1519), fue criticado por su omisión de este pasaje. Erasmo contestó, con
razón, que no lo había encontrado en ningún manuscrito griego. Luego añadió, un
poco apresuradamente, que si alguien le pudiera mostrar un manuscrito griego
que lo incluyera, la haría en su próxima edición. Antes de que pasara mucho
tiempo, un manuscrito griego le fue presentado, que por ser tan nuevo sospechó
que había sido especialmente traducido del latín al griego. Sin embargo,
Erasmo, que era un hombre pacífico, no juzgó oportuno aferrarse a su posición,
e incluyó el pasaje en su tercera edición (1522). De esta tercera edición
fueron publicadas otras ediciones del Testamento Griego y también las
traducciones basadas en aquéllas, tales como la versión de Lucero y la versión
de Reina-Valera.
El Códice 81, está en el Museo Británico,
y aunque es relativamente posterior (fue copiado en 1044), es una prueba
valiosa para el texto de los Hechos, que se muestra de acuerdo con el tipo alejandrino.
Dos Códices del Evangelio: el 162
(copiado en 1153, y ahora se encuentra en la Biblioteca del
Vaticano), y el 700 (del siglo XI, y en el Museo Británico), reemplazan la
petición “Venga tu reino” en la oración modelo (Lucas 11:2) por “Deja que tu
Santo Espíritu venga sobre nosotros y nos limpie” (un escrito conocido por
Marción en el siglo II y por Gregorio de Niza en el IV, y quizá inventado por
Marción).
Un manuscrito de excepcional belleza
es el Códice 565 del Evangelio que está en la Biblioteca Pública
de Leningrado. Fue escrito en el siglo IX o X con letras de oro, en piel
púrpura. Su texto de Marcos es Cesáreo en su carácter. Al fin del Evangelio
tiene un colofón (compartido con una docena de otros manuscritos) estableciendo
que fue copiado y corregido “de los manuscritos antiguos de Jerusalén”.
El Códice 1739 es un manuscrito del siglo
X de los Hechos y las epístolas, descubierto en el Monasterio del Monte Athos
en 1879. Fue copiado evidentemente de un modelo del siglo IV, del que se sacó
un número de notas marginales; además, se le incorporaron referencias de varios
escritores cristianos: desde Ireneo (180 d.C.) hasta Basilio (muerto en 379 d.
de J.C.). Su tipo de texto es alejandrino.
En adición a los manuscritos regulares
del Nuevo Testamento Griego, unciales y minúsculos que se conocen ahora en un
número de caso 3,000, se han catalogado 2,146 lecciones, en las que el texto
griego había sido arreglado en partes variadas para ser leídas en las iglesias.
IX.
LOS
MANUSCRITOS ARAMEO Y SIRIACO
En la antigüedad, sobre una gran área
de Siria y Mesopotamia, se hablaba la lengua aramea. No era la lengua nativa de
Palestina, pero llegó a ser considerada más y más como la lengua vernácula en
los siglos siguientes al del retorno del exilio babilónico. Se llegó al extremo
de que en las sinagogas muchos judíos encontraban difícil seguir las lecturas
de las Escrituras en hebreo. Para beneficio de ellos se les proveyó de una
paráfrasis en arameo o en Targum. Algunas veces se ordenó que fueran escritos
estos targúmenes. Los modelos más antiguos fueron encontrados en Qumrán. Otro
Targum importante, en manuscrito, fue identificado en 1957 en la Biblioteca Vaticana :
el manuscrito catalogado como Neofiti 1. Contiene el texto del Tárgum Palestino
del Pentateuco, en arameo coloquial.
Cuando se considera la literatura
cristiana, se refiere a los dialectos orientales del arameo involucrados al
idioma sirio. La edición regular de la Biblia Siria es la Peshita , fue fechada (la
parte del NT) al comienzo del siglo V dC. Su texto sigue el texto Bizantino de
los manuscritos griegos. Más de 350 manuscritos Peshita son conocidos. Pero
hubo algunas traducciones sirias más antiguas del NT que son atestiguadas en
unos pocos manuscritos existentes. Hay dos manuscritos importantes del viejo
idioma sirio (pre-Peshita) que contienen la versión de los cuatro Evangelios.
Uno es del siglo V, descubierto en 1892 por Agnes Smith Lewis de la biblioteca
del Monasterio de Santa Catarina en el Sinaí: es llamado manuscrito (igual que
el Códice Efraín) es un palimpsesto: el texto del Evangelio fue borrado en el
año 778 d.C., en un convento cerca de Antioquia, a fin de tener espacio para
relatar del martirio de una santa mujer. Sin embargo, ha sido posible hacerlo
legible nuevamente por el uso de un agente químico. El texto de estos dos
manuscritos data de alrededor del 200 d.C. El Sinaítico Sirio presenta una
forma más antigua que el Curetoniano. Ningún manuscrito del antiguo idioma
sirio de los Hechos o de las cartas paulinas ha llegado a la luz. El texto de
los Hechos ha sido reconstruido tentativamente sobre la base de una traducción
armenia del comentario Efraín, del siglo IV. Las cartas de Pablo también han
sido reconstruidas sobre la base de citas de los escritos de Efraín, y otros
padres sirios más antiguos.
Otra forma en la que el texto del
Evangelio estaba disponible en sirio en estos siglos primeros, fue una “Armonía
del Evangelio” llamada la “Diatessaron”. Fue compilada por Tatiana (170 d.C.),
quien separó las partes componentes del cuarto Evangelio y las volvió a
acomodar de tal manera que hicieran una narración continua. Ningún manuscrito
sirio de la Diatessaron
es conocido; pero tenemos manuscritos de sus traducciones a otras lenguas:
árabe, persa, latín y alemán. Además, hay un fragmento de una edición griega
que está fechada no después del 257 d.C., y que fue encontrado por los
arqueólogos en 1933 en el Eufrates. También tenemos en la colección de Chester
Beatty un manuscrito sirio fechado alrededor de 500 d.C., que contiene la mayor
parte de un comentario que Efraín escribió en el Diatessaron.
X.
LOS
MANUSCRITOS LATINOS
El gran nombre en la historia de la Biblia Latina es el
de Jerónimo (347-420), cuya versión llegó a ser conocida oportunamente como la Vulgata. Del AT, la
versión de Jerónimo fue una nueva versión en su totalidad. Del NT, representó
una revisión de una antigua versión latina. La versión anterior a la de
Jerónimo se llamó comúnmente el Latín Antiguo, o la Itala. Existió en
dos formas principales: una africana (la más antigua) y la otra europea. El AT
en el latín antiguo estaba basado en la Septuaginta , no en el texto hebreo. En el NT
tenemos unos treinta y dos manuscritos imperfectos de los Evangelios en el
latín antiguo, doce de los Hechos, seis de las cartas paulinas, uno de
Apocalipsis, y un número de fragmentos. Hay grandes variaciones del texto entre
ellos, así que podemos concordar con el informe de Jerónimo al papa Dámaso: que
había casi tantas diferentes versiones latinas como había manuscritos.
Una prueba importante del texto Latín
Antiguo africano, en cuando a los Evangelios, es el Códice Bobbiensis (comúnmente
designado k), así llamado porque ha sido conservado por muchos siglos en el
Monasterio Irlandés de Bobbio, al norte de Italia, aunque ahora está en la Babilonia Nacional
de Turín. Fue escrito alrededor del año 400 d.C. Se encuentran solamente algunas
partes de Mateo y de Marcos. Después de Marcos 16:8 sigue el final abreviado
que se encuentra entre los versículos 8 y la terminación larga en el Códice
Griego L) y nada más.
El manuscrito más antiguo del texto
latín antiguo europeo en cuanto a los Evangelios es el Códice Vercellensis (a),
conservado en al Catedral de Vercelli, al norte de Italia. Fue copiado hacia el
fin del siglo IV y presenta los cuatro Evangelios (en una condición mutilada)
en su forma común para la secuencia occidental; Mateo, Juan, Lucas y marcos.
Esta es la secuencia también en el Códice Veronensis (b), conservado en la Catedral de Verona, que
es una copia de los Evangelios casi completa del texto latín antiguo. Fue
copiado en el siglo V, con letras plateadas sobre papiro de púrpura, (y en
ocasiones de oro). Su texto pertenece al tipo en el que basó Jerónimo la
revisión Vulgata de los Evangelios.
Algunas de las partes latinas en los
códices bilingües greco-latinos (como el d en la parte latina del Códice Beza)
presentan un texto que no es meramente una traducción del griego adjunto, pero
es un texto del latín antiguo, independiente por su propio derecho.
Un manuscrito de la Biblia latina se conoce
como el Códice Gigas, el códice llamado “gigante”, porque es uno de los
manuscritos más grandes del mundo. Cada página es de 90 centímetros de
alto y 50 centímetros
de ancho. Fue escrito en el siglo XIII, en el monasterio checoeslovaco de
Pidlazic. Cuando el ejército sueco capturó la ciudad de Praga en 1648 fue
llevado a Estocolmo. Ha permanecido desde entonces en la Biblioteca Real
Sueca. Su importancia, en nuestro contexto, es que muestra un texto latín
antiguo con los Hechos y con Apocalipsis. La misma biblioteca contiene el
Códice Aureo del siglo VII o siglo VIII, el Códice “dorado” el que tiene el
texto de los Evangelios, según la
Vulgata , mezclado con algunos escritos del latín antiguo.
XI.
CONCLUSION
Al observar el testimonio de sus
manuscritos, en cuanto a los libros del AT y NT, encontramos algo que no tiene
paralelo en la literatura que ha llegado hasta nosotros, desde la antigüedad
clásica. Tanto en la abundancia de su testimonio, como en el relativamente
corto intervalo de separación de los manuscritos más antiguos (desde las fechas
originales de la composición) la Biblia está incomparablemente mejor servida.
Si la multiplicidad de manuscritos bíblicos aumentara la suma total de los
errores de los escribas, también incrementaría las evidencias por la que estos
errores pudieran ser corregidos y removidos. Esto nos da confianza de que el
texto de la Escritura Sagrada ha sido preservado en su integridad desde el
principio hasta nuestros días.
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