Alonso
Schökel, K. / Zurro, E.
“LA TRADUCCION BÍBLICA ,
LINGUISTICA
Y ESTILISTICA”. Ed.
Cristiandad
Madrid, 1977, caps.
10-16 pp. 293-430
Traducir poesía es de ordinario tarea
más difícil que traducir prosa –aunque la prosa de San Pablo supera en
dificultad a casi toda la poesía del Antiguo Testamento; a la vez, suele ser
una aventura más fascinadora. El desafío de la buena poesía puede enardecer e
inspirar al traductor.
La poesía del libro de Job es
particularmente rica, y nuestros conocimientos de la lengua hebrea se muestran
en ella particularmente limitados. Ningún libro de la Escritura tienen tantas
palabras que salgan una sola vez en toda la Biblia (bapax legomena); a ello se
añade la concisión de la frase, la fórmula elíptica, la riqueza y variedad de
las imágenes.
A las dificultades de traducir, el
comentario añade las suyas propias: conciliar la visión del conjunto con la
precisión del detalle; seguir el sentido dramático a lo largo de largas
discusiones; rastrear y mostrar la coherencia de un desarrollo o la
incoherencia de una respuesta. Hay que explicar el fondo cultural, las
alusiones mitológicas, y sobre ellas destacar la teología y la espiritualidad
del libro, llamando de paso la atención sobre la calidad poética del texto.
Una traducción interlineal no es
exacta, ni precisa, ni ceñida, ni pretende serlo: normalmente sacrifica la
sintaxis, dificulta la comprensión, violenta el estilo de la propia lengua,
pero en manos de un maestro puede lograr aciertos estupendos.
6.
LA
TRADUCCION LITERAL
Al traducir literalmente palabra por
palabra se corre el peligro de definir la significación de un vocablo sin tener
bastante en cuenta el sentido de la frase; ahora bien, el abanico de
significaciones que puede cubrir una palabra se define por la frase, ya que en
frase y no en palabra radica la unidad de sentido.
O bien se recurre a una supuesta
significación base, que de ordinario es producto de abstracción o de pensar
etimológico. Esta abstracción o reducción es útil para la gramática y los
diccionarios, en la realidad, el vocablo vive en sus usos.
Gran problema el de los tiempos
verbales. Las dos formas básicas hebreas, gatal y yiqtol, y las
complementarias, wegatalti y wayyiqtol, no tienen correspondencia temporal en
nuestras lenguas. A veces vale la distinción de acción perfecta y acción no
terminada; la acción no terminada puede referirse al pasado, al presente y al
futuro; a veces valor modal. Muchas veces no acertamos a descubrir o a
reproducir el matiz original.
FALACIA Y SERVICIO DE LA TRADUCCIÓN
INTERLINEAL.
El ideal de la traducción interlineal
es mantener el número de las palabras en el mismo orden del original, haciendo
que a cada palabra original responda siempre la misma palabra en la versión. La
traducción interlineal es típicamente “Palabra por Palabra”.
LA LENGUA RECEPTORA
El error fundamental del traductor es
que se aferra al estado fortuito de su lengua, en vez de permitir que la
extrajera lo sacuda con violencia. Nuestras versiones, incluso las mejores,
parten de un principio falso, pues quieren convertir en alemán lo griego, indio
o inglés, en vez de dar forma griega, india o inglesa al alemán. Cuando uno
traduce de un idioma distinto del suyo está obligado sobretodo a remontarse a
los últimos elementos del lenguaje, donde la palabra, la imagen y el sonido se
confunden en una sola cosa; ha de ampliar y profundizar su idioma con el
extranjero….
La Biblia es duradera, no por ser
intemporal, sino por hacerse contemporánea de cada generación; es universal, no
por apátrida, sino por tomar ciudadanía en cualquier lengua. El mejor servicio
que podemos hacer al Espíritu es poner a disposición de su palabra lo mejor que
poseamos en la propia lengua para que se realice la comunicación.
“No sé yo qué cosa se pueda desear
más, que ver en nuestra lengua con propiedad declarado el estilo de la
Scriptura Sagrada, en la cual las sentencias que parecen ininteligibles y
destrabadas se muestran en nuestro ordinario lenguaje tan lisas, fáciles y
corrientes, que se satisface el entendimiento como cayendo en la cuenta, y
asegurándose de que el Spíritu Santo (sin duda) las quiso entender así; que
como es él el autor de la Divina Scriptura, y vino en lenguas, en la propiedad
de todas se puede hallar la propiedad de ella”.
LAS TRADUCCIONES POPULARES
1.
PLANTEAMIENTO.
Wonderly establece una distinción
fundamental que nos servirá cómodamente: la traducción literaria usa todos los
recursos del lenguaje literario, la traducción popular se restringe a los
recursos comunes al grupo inferior y superior de cultura.
Estas versiones cumplen una función
importantísima, de iniciación o primer acercamiento: lo mismo que se preparan
Biblias para niños, se realizan versiones para personas de poca cultura. Son
gente, en la descripción de Wonderly, que saben leer materialmente, pero
carecen de cultura o bien no tienen cultura de lectores. En el prólogo a Dios
llega al hombre leo: “Uno de sus objetos es preparar a los lectores para el
mejor uso y entendimiento de las versiones de la Biblia ya conocidas”.
En un texto literario, el sentido no
se reduce a su contenido intelectual; no menos sentido es la fuerza expresiva y
el impacto de un texto. En lingüística de funciones (Bühler, Sainz) se habla de
las funciones informativa, expresiva e interpelativa del lenguaje.
El traductor quiere, con los medios de
su lengua y estilo, producir una plenitud de comunicación equivalente a la del
original.
En el prólogo o Dialogando con Dios
(Salmos) se dice que la traducción pretende producir “en el lector de habla
castellana las mismas emociones encerradas en la lengua original” y “mantener
dicho sentido objetivo junto con la emotividad de su carácter poético”.
Más urgente es la cuestión sobre lo
popular. El problema es la idea que nos hacemos del pueblo como destinatario,
oyente o lector. Para que el Pueblo entienda debemos reducir el vocabulario,
debemos simplificar el estilo, debemos desvigorizar las imágenes, debemos
desdoblar lo conciso… ¿Son legítimos sin más estos postulados? ¿Hacen justicia
al sentir popular?
2.
LO
POPULAR: REFLEXIONES Y EJEMPLOS.
Wonderly distingue correctamente entre
el vocabulario activo, que uno utiliza y el pasivo, que no entiende, aunque no
emplee; la misma distinción se podría extender a muchos recursos de estilo.
La cuestión se plantea en textos de
estilo elevado. En los de estilo sencillo o llano no hay problema: los que
mantienen el nivel estilístico se quedan en lo llano; los que buscan el nivel
llano ya lo encuentran en el original. Cuando el texto original está escrito en
estilo más o menos elevado, el primer traductor lo mantiene, aun tirado hacia
arriba en la instrucción del pueblo, procurando levantarlo de nivel; el segundo
traductor sacrificará elementos o factores del texto original y también de la
propia lengua y estilo para hacer la traducción inteligible sin esfuerzo. Ni
por arriba hay que llegar a lo referido y alquiratado (no lo pide el original
bíblico), ni por abajo hay que llegar a lo vulgar y chabacano. Comprar una
traducción que busca el nivel popular, la llamada versión Latinoamérica, y otra
que mantiene el nivel estilístico, la Nueva Biblia Española; el texto es de
Miqueas 3:5.
Otro ejemplo el mecanismo del cambio
de nivel. Citaré un verso del Salmo 127, según la versión de la Nueva Biblia
Española, de la Latinoamérica y de otra popular titulada Dialogando con Dios
(DD).
En ambos casos hemos visto cómo se
procura facilitar la comprensión sacrificando vocabulario o recursos de estilo
o algún rasgo parcial del sentido. En ambos casos ha operado además un segundo
factor, que es la distancia cultural que puede hacer elevado y difícil lo que
era sencillo en su origen. Por ejemplo, la guerra santa y la aljaba eran
realidades más conocidas para los antiguos hebreos.
Todos los lectores poseen tal amplitud
de conocimientos, el principio de facilitar puede obligar al traductor a
sacrificar precisión o colorido.
El siguiente ejemplo está tomado del
Salmo 42-43; en el estribillo suena el diálogo interior del hombre consigo
mismo que considero fundamental en el sistema poético de la composición:
NBE “¿Por qué te acongojas, alma mía,
¿Por qué te turbas?
Espera en Dios, que volverás a darle gracias:
“Salud de mi rostro, Dios Mío”
DD “¿Por qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar preocupado?
Mi esperanza he puesto en Dios,
A quien alabaré todavía.
¡El es mi Dios y Salvador!”.
Ha desaparecido un recurso
estilístico: en vez del debate interno, escuchamos expresiones de seguridad y
aplomo. No es que los traductores hayan confundido el texto: los verbos
originales están en segunda persona y la repetición del estribillo garantiza el
texto. Es que se considera difícil, menos inteligible el diálogo inteligible el
diálogo interior, y por eso se sustituye con una forma más sencilla.
La posibilidad de ser entendido a la
primera y sin esfuerzo, con ser muy valiosa quizá no lo sea todo; también
tienen sus derechos la expresividad, el vigor, la fuerza de sugestión, el
ritmo, el aliento poético. Valores que no son puramente formales y que la
tradición “a nivel del original” quiere recrear con los recursos disponibles de
la propia lengua.
Es cierto que muchas sentencias del
libro de los Proverbios son bastantes sosas y académicas: en tales casos el
traductor no está obligado a mejorar el original. Pero cuando el hebreo brinda
refranes ingeniosos y certeros, ¿había que reducirlos en lenguaje y estilo o
había que recrearlos con los recursos de nuestro repertorio?
Si el refrán es un género
eminentemente popular, parece ser que no hace falta “Popularizar” su estilo; al
revés, cuando más se parezca la traducción a nuestro género, más popular será y
llegará a ser.
3.
NOTA
FINAL
Puede dar la impresión de que Valera
representa el estilo castellano elevado, mientras la Versión popular (VP)
adopta un estilo más simple, más bajo y llano. No es así. En muchos ejemplos
aducidos presenta Valera formas apenas correctas, un estilo desmañado y torpe,
un literalismo intolerable.
Lo que hace Wonderly en muchas
ocasiones es aclarar una expresión de Valera, mejorar su estilo, dar un giro
más castizo a la frase. No pasa de estilo alto a llano, sino de estilo mediano
o malo a razonable o bueno.
NOVEDADES DE “NUEVA BIBLIA ESPAÑOLA”
1.
Principios
Lingüísticos.
a)
Pensamos
que traducir significa transponer un texto literario de una estructura
lingüística a otra; la palabra “estructura” tiene intención programática. Se
podría formular el principio de otra manera: hay que actualizar en la propia
lengua el acto de comunicación por medio del lenguaje realizado por el
original. La moderna ciencia lingüística ha mostrado con más rigor que las
correspondencia de lengua a lengua no se dan atónicamente, sino
estructuralmente, y no sólo en las estructuras intácticas, sino también en las
de léxico (campos semánticos), en los modismos (idioms), incluso en el estilo.
b)
Un
principio fecundo de traducción es distinguir entre estructura de superficie y
estructura profunda. Justifica el método de operar transformaciones o generar a
partir de núcleos simples, y de contar con la posibilidad de diversas
realizaciones en la lengua receptor.
Hoy habría que afirmar que la verdadera
fidelidad del traductor consiste en decir, pongamos por caso, en castellano lo
que decía Pablo en griego o Jeremías en hebreo. Esto no anula la utilidad
didáctica de las traducciones interlineales o equivalentes.
c)
Hemos
hablado del “acto de comunicación”, de “lo que dice” el autor original.
En otras palabras: El sentido de una
comunicación lingüística no es exclusiva ni adecuadamente intelectual; con la
información se funden la expresión y la interpelación.
2.
Los
modismos.
El uso
acertado de giros y modismos mejoran sustancialmente la calidad de una
traducción.
3.
El
Estilo.
Partimos
del hecho de que los escritores no escriben simplemente con gramática y
vocabularios, sino con estilo.
El
traductor no puede encerrarse en el recinto de la gramática y del diccionario,
sino que ha de abrirse al estilo del original en toda su riqueza, variedad y
complejidad; después tiene que buscar, entre los recursos estilísticos de la
lengua receptora, los que mejor responden al original.
6.
Aportación
exegética.
Una traducción de la Biblia comporta
muchísimas opciones y soluciones exegéticas antes de pasar a traducir. El
traductor puede abstenerse de tomar partido en tales ocasiones, refugiándose en
traducciones ya propuestas o dando una sustitución literal; también puede
afrontar pasos difíciles en busca de solución. Precisamente la urgencia de
producir un texto legible e inteligible lo espolea el esfuerzo. El ejercicio de
lectura tenaz de los textos originales y el trabajo global sobre toda la Biblia
permite muchas veces encontrar soluciones nuevas, más o menos probables. A esto
se añade el incorporar en la traducción las aportaciones sólidas de la exégesis
reciente. Nuestra traducción ha caminado decididamente por esta vía exegética.
NUESTRA
TAREA DE TRADUCTORES
Los libros bíblicos, magníficos como
literatura, venerables como documentos religiosos, había que transponerlos al
castellano de hoy para lectores de hoy. El resultado había de ser tal que
ofreciese fielmente el sentido en tu riqueza y recrease con medios actuales la
belleza y valor expresivo de los originales.
1.
DOS
CRITERIOS DE TRADUCCION
Los traductores adoptaban dos posturas
básicas divergentes: unos se ataban a la letra, hasta esclavizarse a la
sintaxis y las formas del original, sin tener en cuenta las exigencias del
castellano. Otros, por la letra, penetraban en el sentido y lo expresaban con
los medios de la lengua castellana, al menos de su sintaxis y de un vocabulario
reducido.
Naturalmente, dentro de cada grupo se
dan grados de literalidad y de independencia de la estructura formal de los
originales.
Pero nos atrevemos a decir que entre
los autores del segundo grupo ha dominado con demasiada frecuencia el miedo
reverencial, ha faltado la necesaria libertad formal para comunicar fielmente
el sentido. La actitud podía tener razones teológicas o literarias.
“Razón teológica” era asignar a los
textos originales una sacralizad material que no permitía más que la
sustitución del original palabra por palabra. La versión cristiana de esa
actitud se llamó durante mucho tiempo creencia en la inspiración verbal, es
decir, creer que Dios mismo había dictado los textos bíblicos palabra por
palabra. ¿Quién se atrevía a modificar lo más mínimo tan sapiente dictado? Con
temor reverencial podría uno sustituir las palabras originales por otras de su
propio idioma.
2.
UN
CASTELLANO “BIBLICO”
Bajo el influjo de estas razones
teológicas, más o menos confesada, surgía y se perpetuaba una lengua especial,
a veces ininteligible, a veces deformando el sentido original, porque no tenía
en cuenta la evolución del castellano. Era una lengua hecha con palabras
castellanas y sintaxis hebrea o latina, o bien hecha con sintaxis y palabras
castellanas que significan otra cosa: justicia significa reverencia, carne no
significa carne, etc. Palabras que, transportadas a la divulgación religiosa,
podían fomentar, por ejemplo, una espiritualidad de temor, una obsesión
“Carnal” o una preocupación exclusiva por el alma. El error inicial se
perpetuaba por prescripción y se hacía cada vez más grave; el lenguaje bíblico
se hacía cada vez más exótico y arcaico. Si la Biblia de Ferrara defendía sus
oscuridades invencibles apelando a la profundidad arcana del texto inspirado,
otros apelaban a una rutina que llamaban tradición. No faltaron traductores de
la otra línea, como hemos vistos en el capítulo sobre nuestros clásicos. Con
ellos había que empalmar hoy.
En general, el castellano moderno es
mucho más rico, diferenciado y flexible que el hecho o el griego bíblico.
“Una traducción literal oculta el
sentido, como hierba espesa que ahoga un sembrado. Pues esclavizándose a la
construcción y a las figuras, el estilo no logra exponer ni con rodeos lo que
puedo hacer con brevedad. Para evitar ese peligro he accedido a tu petición y
he traducido la biografía Antonio de modo que nada falte al sentido, aunque
falte a las palabras. Vayan otros a caza de sílabas y letras, tú busca el
sentido”.
¿Qué
dicen la lingüística y la estilística?
Hoy día la lingüística es una
ciencia en vigoroso desarrollo y la propia estilística ha avanzado
considerablemente, aunque con más lentitud. Siendo la traducción una tarea de
lenguaje y de estilo, ambas ciencias tendrán algo que decir en la materia.
La lingüística ha formulado
en unos casos principios y técnicas de traducción, en otro sugiere los
principios y hace buscar las técnicas.
La lingüística de signo
“Funcional” nos ha enseñado que el lenguaje no se reduce a una transmisión de
ideas, sino que funciona para la comunicación total de las personas: informa,
expresa e interpela.
El estilo literario no es
un vestido que se pueda quitar, no es una adicción extrínseca al sentido, sino
que es el medio en que el sentido se articula, se realiza, se comunica. Para
ser fiel al sentido hay que ser fiel a su estilo.
De lengua a lengua las
estructuras no coinciden: en la sintaxis puede cambiar el régimen, el orden,
los factores que desempeñan cada función; en el campo semántico hay desigualdad
y corrimiento de la articulación de modo que las piezas no coinciden.
La consecuencia es que al
pasar de una lengua a otra, al traducir, hay que distanciarse de la
materialidad de las palabras y hay que buscar las equivalencias más cercanas,
hay que sustituir muchos factores formales por otros no idénticos, hay que
sustituir muchos factores formales por otros no idénticos, sino equivalentes.
Giros, modismos y estilo.
Hay estilos de época,
estilos de escuela, estilos de géneros y cuerpos literarios, estilos de autores
y de obras. Aquí las correspondencias son más plásticas, menos rígidas, y no
basta operar con catálogos si falta la sensibilidad y el entrenamiento. Lo que
es indispensable al traductor de textos literarios es tener clara conciencia de
esta realidad; no puede descuidarla so pretexto de que es menos riguroso y
precisa. Muchas veces es el alma de un texto.
Criterios seguidos en la
traducción de “Nueva Biblia Española”.
¿Qué significa una
traducción literaria de la Biblia? Se trata realmente de la transposición de un
texto literario a otra lengua literaria correspondiente.
Un autor puede escribir en
estilo sentencioso, o retórico, o patético, o conciso, o agudo. Aunque el
lenguaje literario es lenguaje, lo es a su manera, más rica y compleja. Por eso
no basta conocer la gramática y el vocabulario para traducir literatura.
¿Qué hace falta? Hay dos
caminos complementarios: la intuición y el análisis. A caballo entre las dos se
encuentra la familiaridad.
El Análisis estilístico.
Por esta situación de la
ciencia bíblica, nuestra traducción resulta el primer trabajo basado en el
estudio estilístico comparativo y sistemático, es decir, con rigor científico
en este aspecto. Que yo sepa, Nueva Biblia Española es la primera traducción
bíblica que realiza la empresa de modo sistemático.
Y para que el análisis no
condujese a meros resultados académicos hemos dado cabida a la sensibilidad
bien entrenada y a la familiaridad cultivada.
Un principio complementario
es el del nivel estilístico. Los autores originales escriben a diverso nivel:
desde el estilo sencillo y popular de Marcos hasta la poesía arrebatada de
Isaías II. No hemos querido rebajar a los poetas ni sublimar a los hablistas
coloquiales, sino que hemos respetado el tono de cada pieza o cuerpo, confiando
en que el lector sabrá colocarse en el nivel correspondiente.
No hace falta vulgarizar la
Biblia para hacerla accesible.
En compañía de tantos
maestros, esperamos haber sido fieles a la verdad y a la belleza de la Biblia.
RECUERDOS PARA LA HISTORIA
Además, a traducir se
aprende traduciendo.
¿Hacía falta entonces una
nueva traducción de la Biblia? ¿No bastaban la clásica de Petisto-Torres Amat y
las recientes de Nácar-Colunga y Bover-Cantera? Para Valverde y para mí no
bastaban: la de Petisco, porque está hecha del latín y es del siglo XVIII; la
de Bover-Cantera, por ser casi interlineal, apta sólo para estudiantes; incluso
la de Nácar-Colunga, con todos sus méritos, nos resultaba atrasada e
insuficiente comparada con el original y medida por un patrón literario de
nuestra lengua.
Para nosotros, el sentido
incluye no sólo la información, lo reducible a enunciado intelectual, sino que
incluye también la expresión y la interpelación; es decir, sentido es la
totalidad de comunicación, que se realiza y manifiesta precisamente en el
estilo de la obra.
Antes de traducir estudiaba
los procedimientos de estilo de un texto, de un autor de un cuerpo; después
buscaba un castellano procedimientos de estilo semejantes equivalentes. Luego
empezaba la traducción, que, desde la primera redacción, era ya literaria.
Por muy claros principios
que uno tenga y muchas técnicas que se hayan aprendido y practicado, traducir
es un arte, una artesanía que va progresando con el ejercicio.
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