En
101 Mitos de la Biblia , examino muchas
historias del Viejo Testamento y demuestro su naturaleza mitológica. Al escoger
las historias, he seleccionado el material en base a tres categorías amplias.
En primer
lugar, seleccioné historias con al menos dos versiones contradictorias en la Biblia. Quería
mostrar no solo la existencia de contradicciones, lo que significaría que por
lo menos una de las versiones no era cierta, sino que también quería explicar
cómo se produjeron esas contradicciones, lo que para mí era mucho más
interesante. ¿Cuál era la historia detrás de la historia?
En muchas
ocasiones, las inconsistencias reflejan las guerras propagandísticas entre los
reinos de Judá e Israel. En otras, una versión anterior fue reemplazada por
una posterior. Esto es especialmente cierto en los relatos de la Creación y el diluvio, en
las que las influencias egipcias de las primeras épocas entraron en conflicto
con las fuentes babilonias, más tardías.
Segundo,
busqué historias bíblicas que tuvieran analogías estrechas con los mitos y
leyendas anteriores de culturas vecinas. En algunos casos las influencias eran
obvias, como en el mito babilónico del diluvio, pero en otros la labor era
mucho más compleja. A causa del énfasis bíblico en el monoteísmo, los autores
eliminaron los símbolos y referencias a otras deidades que no fueran el Dios
hebreo. Estos cambios se realizaron transformando las
deidades extranjeras en personajes humanos y, en otras ocasiones, cambiando el
lugar en el que sucede la historia.
Como
consecuencia, esta versión suele disfrazar la verdadera naturaleza de la
historia bíblica, haciendo difícil identificar la fuente mitológica anterior.
Sin embargo, en muchos casos los editores pasaron por alto signos delatores de
estas fuentes y, aún en esta forma disfrazada, suele ser posible arrancar los
disfraces y apreciar los elementos mitológicos que los autores bíblicos
enmascararon.
La tercera
categoría incluye historias que, sencillamente, no pudieron ser verdad. Me
preocupé en primer lugar de los datos arqueológicos que indicaban que los
acontecimientos descritos en la
Biblia no podían haber sucedido en la franja de tiempo que en
ella se indicaba. Varias de estas historias describen la destrucción por parte
de Israel de las ciudades enemigas durante las campañas de Canaán y
Transjordania. Las evidencias arqueológicas muestran que muchas de esas
ciudades no existían en tiempos de Moisés y Josué.
En esta
categoría, decidí evitar, a sabiendas, las historias de naturaleza milagrosa en
las que el único argumento sería una violación de las leyes de la física. Sería
técnicamente correcto, por ejemplo, refutar la historia de los siete días de la Creación por lisa y llana
violación de los principios científicos, pero no tiene sentido incluir estas
historias. Para aquellos que creen en la capacidad de Dios para realizar
milagros que sobrepasan el orden natural, esos argumentos no tendrían valor.
Para los otros, estaría predicando lo obvio, y no hay nada particularmente interesante
en ello.
Sin embargo, no
ignoro los milagros. Pero en lugar de refutarlos como simples violaciones de
las leyes de la física, elijo ir a la parte de atrás de la historia, buscar las
influencias anteriores que originaron la narración bíblica, mostrar las fuentes
en las que se basó el autor para su narración.
A lo largo del
presente libro, ofreceré una serie de argumentos con los que están de acuerdo
la mayoría de estudiosos de la
Biblia. En otros casos, sin embargo, ofrezco nuevas
perspectivas sobre temas complicados respecto a los que la comunidad académica
todavía ha de pronunciarse adecuadamente.
Soy
particularmente entusiasta a la hora de mostrar cómo la literatura y la
mitología egipcias influenciaron los primeros estadios de la historia bíblica,
sobre todo en las narraciones de la
Creación y el diluvio y las de la época patriarcal, un tema
que ha sido irresponsablemente ignorado. La falta de atención a este tema,
tanto por parte de los egiptólogos como de los estudiosos de la Biblia es muy desafortunada.
Se trata de un esfuerzo consciente y deliberado de mantener separadas las dos
esferas de conocimiento, a pesar de que la Biblia muestra una larga y continua relación
entre el antiguo Israel y Egipto. Ésta nos presenta a Israel en Egipto durante
sus años formativos, viviendo al estilo egipcio, educándose en las ideas
egipcias y residiendo en el país durante siglos antes del Éxodo. Nos describe
a José como primer ministro de la nación y casado con la hija del sacerdote
principal de Heliópolis, la bíblica On, uno de los centros culturales y
religiosos más influyentes de Egipto. Sus dos hijos, Efraím y Manases, eran
medio egipcios y fueron educados como egipcios. Efraím fue el heredero de José
y fundó el reino de Israel; Manases tenía la base territorial más amplia de
todas las tribus.
Moisés, según la
narración bíblica, fue criado y educado en la corte real egipcia y muchos
miembros de su tribu, Leví, tenían nombres egipcios. El rey Salomón desposó una
princesa egipcia y para ella construyó un templo egipcio en Jerusalén. El
sentido común nos indica que debía estar acompañada por una gran séquito de
sirvientes y sacerdotes egipcios para administrar las necesidades del templo.
Jeroboam, cuando huyó de Israel para escapar de la ira de Salomón, residió en
Egipto antes de liderar la separación de Israel de Judá.
E
históricamente, Egipto ejerció una gran influencia sobre Canaán desde bastante
antes del Éxodo hasta bien entrado el primer milenio a.C. Un sello de un
funcionario hebreo de la corte del rey Oseas de Israel (h. 730 a .C.), por ejemplo,
muestra al funcionario vestido con un ropaje típicamente egipcio de pie sobre
un icono egipcio de un disco alado, lo que nos indica la fuerte influencia de
las ideas egipcias sobre la corte del reino de Israel.
A medida que
avanzamos por las narraciones de la
Creación y la época patriarcal, comprobamos cómo la mitología
egipcia influenció de forma significativa la interpretación y las creencias
hebreas sobre su historia primitiva. Estas influencias nos conducen a la
cuestión del origen del monoteísmo hebreo. ¿Cómo, cuándo y dónde se originó?
El monoteísmo
bíblico parece haber sufrido una evolución. En sus primeros estadios, los
hebreos concibieron una deidad creadora todopoderosa, pero, enterradas en las
narraciones, quedan evidencias de la creencia en otras divinidades, sobre todo
en forma de ángeles. Esta parece ser la forma primaria en la que se originó el
monoteísmo hebreo y la forma en que ha sobrevivido fundamentalmente hasta los
tiempos actuales. Las tres religiones monoteístas principales, el Judaismo, el
Cristianismo y el Islam, aún creen en una hueste de seres sobrenaturales,
principalmente los ángeles y el demonio. Son seres creados por un único
Creador todopoderoso, del mismo modo que las deidades egipcias eran el producto
de un Creador egipcio todopoderoso.
La idea de un
Creador todopoderoso que originó a su vez otros seres sobrenaturales hunde sus
raíces en el antiguo Egipto. Era allí una creencia central en la mayoría de
cultos religiosos que un solo Creador era el responsable de todo lo existente,
incluyendo la apariencia de las demás deidades. Las otras naciones del Próximo
Oriente no poseían una mitología similar. Fueron los puntos de vista egipcios
los que influenciaron en un principio la comprensión hebrea de los primeros
tiempos, y veremos cómo muchos de estos mitos egipcios de la Creación aparecen
contestados en la Biblia.
Con el paso del
tiempo, sin embargo, la naturaleza de la teología cambió. Mientras que los
egipcios también adoraban a las otras muchas deidades creadas por el Creador
primigenio, en la época de Moisés se pone un nuevo énfasis en la idea de que
está deidad creadora es la única que debe ser adorada. Nadie, por ejemplo,
adora nunca a los ángeles de Dios. Esta perspectiva queda reflejada en el
mandato bíblico: «No tendrás más dios que yo». La idea de que sólo una deidad
entre muchas debe ser adorada se conoce como henoteísmo en lugar de
monoteísmo.
Durante un breve
lapso a mediados del siglo xiv a.C., Egipto experimentó una forma de
monoteísmo autoritario bajo un faraón llamado Akhenatón. Aún está por
desarrollar una comprensión completa de la teología de Akhenatón, pero su
existencia durante un tiempo en el que es muy probable que Israel estuviera
todavía en Egipto hace que surjan preguntas sobre la influencia que sus ideas
pudieron tener sobre los hebreos educados de su reino. Los estudiosos de la Biblia y los egiptólogos se
apartan de su camino para construir un muro sin fisuras entre Akhenatón y
Moisés, pero no descansa sobre cimientos tactuales. En mi libro anterior, TheMoses Mystery: TheAfrican Origins
ofthefewish People (El misterio de
Moisés: Los orígenes africanos del pueblo judío), publicado en edición rústica cómo The Bible Myth, examinaba las evidencias y llegaba a la conclusión
de que Moisés fue el sacerdote principal del culto religioso de Akhenatón y que
el Éxodo fue el resultado de un volátil pleito religioso entre los sucesores de
Akhenatón, que reinstauraron las creencias tradicionales, y sus seguidores,
que perdieron el control de Egipto tras su muerte,
Sin tener en
cuenta mis propias opiniones, los hebreos descritos en la Biblia nunca abrazaron un
monoteísmo puro, ni había una única religión universal. Muchos personajes
bíblicos importantes en los tiempos posteriores al Éxodo, por ejemplo, tenían
nombres acabados en «Baal», la más importante deidad de Canaán. Gedeón, uno de
los más famosos de los primeros Jueces, era también conocido como Jerub-Baal
(o Yerubaal), y Saúl, primer rey de Israel, tenía un hijo llamado Esh-Baal que
le sucedió en el trono. Estos nombres con referencias a Baal resultaron ser una
vergüenza para los redactores finales de los primeros libros de la Biblia , por lo que añadieron
glosas ficticias para explicar la aparente inconsistencia o cambiaron la
terminación Baal por «Bosheth», la palabra hebrea que significa vergüenza.
La creencia en
otras deidades va más allá de las convenciones de los nombres. Salomón, por
ejemplo, tuvo muchas mujeres que no eran hebreas y para ellas construyó
numerosos santuarios religiosos en los que pudieran adorar a sus deidades no
hebreas. Más tarde, los escribas atribuyeron la ruptura del imperio de Salomón
a un castigo de Dios por su apostasía. Jeroboam, el primer rey de Israel tras
la ruptura con Judá, no sólo erigió becerros de oro en los lugares de culto,
sino que creó templos para rivalizar con el de Jerusalén. Y, a través del
periodo de la monarquía, los escritores bíblicos nos explican que los hebreos
sucumbieron constantemente a las influencias religiosas de filisteos y
cananeos.
Bajo el rey
Josías (640-609 a .C.),
se realizaron numerosas reformas religiosas y emergió una fuerte oposición a
la adoración de ídolos. Pero no podemos afirmar con seguridad que el monoteísmo
puro empezara a ser parte de la religión hebrea en este momento, ya que las
creencias anteriores se habían incrustado en las tradiciones y escritos
hebreos. Finalmente, un solo redactor o, con más probabilidad, una escuela de
redactores posterior al siglo v a.C. reunió las principales fuentes y
tradiciones para producir la primera versión de la historia bíblica en su forma
actual, y la rosa, pero, enterradas en las narraciones, quedan evidencias de la
creencia en otras divinidades, sobre todo en forma de ángeles. Esta parece ser
la forma primaria en la que se originó el monoteísmo hebreo y la forma en que
ha sobrevivido fundamentalmente hasta los tiempos actuales. Las tres religiones
monoteístas principales, el Judaismo, el Cristianismo y el Islam, aún creen en
una hueste de seres sobrenaturales, principalmente los ángeles y el demonio.
Son seres creados por un único Creador todopoderoso, del mismo modo que las
deidades egipcias eran el producto de un Creador egipcio todopoderoso.
La idea de un
Creador todopoderoso que originó a su vez otros seres sobrenaturales hunde sus
raíces en el antiguo Egipto. Era allí una creencia central en la mayoría de
cultos religiosos que un solo Creador era el responsable de todo lo existente,
incluyendo la apariencia de las demás deidades. Las otras naciones del Próximo
Oriente no poseían una mitología similar. Fueron los puntos de vista egipcios
los que influenciaron en un principio la comprensión hebrea de los primeros
tiempos, y veremos cómo muchos de estos mitos egipcios de la Creación aparecen contestados
en la Biblia.
Con el paso del
tiempo, sin embargo, la naturaleza de la teología cambió. Mientras que los
egipcios también adoraban a las otras muchas deidades creadas por el Creador
primigenio, en la época de Moisés se pone un nuevo énfasis en la idea de que
está deidad creadora es la única que debe ser adorada. Nadie, por ejemplo,
adora nunca a los ángeles de Dios. Esta perspectiva queda reflejada en el
mandato bíblico: «No tendrás más dios que yo». La idea de que sólo una deidad
entre muchas debe ser adorada se conoce como henoteísmo en lugar de
monoteísmo.
Durante un breve
lapso a mediados del siglo xiv a.C., Egipto experimentó una forma de
monoteísmo autoritario bajo un faraón llamado Akhenatón. Aún está por
desarrollar una comprensión completa de la teología de Akhenatón, pero su
existencia durante un tiempo en el que es muy probable que Israel estuviera
todavía en Egipto hace que surjan preguntas sobre la influencia que sus ideas
pudieron tener sobre los hebreos educados de su reino. Los estudiosos de la Biblia y los egiptólogos se
apartan de su camino para construir un muro sin fisuras entre Akhenatón y
Moisés, pero no descansa sobre cimientos tactuales. En mi libro anterior, TheMoses Mystery: TheAfrican Origins
ofthefewish People (El misterio de
Moisés: Los orígenes africanos del pueblo judío), publicado en edición rústica cómo The Bible Myth, examinaba las evidencias y llegaba a la conclusión
de que Moisés fue el sacerdote principal del culto religioso de Akhenatón y que
el Éxodo fue el resultado de un volátil pleito religioso entre los sucesores de
Akhenatón, que reinstauraron las creencias tradicionales, y sus seguidores,
que perdieron el control de Egipto tras su muerte,
Sin tener en
cuenta mis propias opiniones, los hebreos descritos en la Biblia nunca abrazaron un
monoteísmo puro, ni había una única religión universal. Muchos personajes
bíblicos importantes en los tiempos posteriores al Éxodo, por ejemplo, tenían
nombres acabados en «Baal», la más importante deidad de Canaán. Gedeón, uno de
los más famosos de los primeros Jueces, era también conocido como Jerub-Baal
(o Yerubaal), y Saúl, primer rey de Israel, tenía un hijo llamado Esh-Baal que
le sucedió en el trono. Estos nombres con referencias a Baal resultaron ser una
vergüenza para los redactores finales de los primeros libros de la Biblia , por lo que añadieron
glosas ficticias para explicar la aparente inconsistencia o cambiaron la
terminación Baal por «Bosheth», la palabra hebrea que significa vergüenza.
La creencia en otras
deidades va más allá de las convenciones de los nombres. Salomón, por ejemplo,
tuvo muchas mujeres que no eran hebreas y para ellas construyó numerosos
santuarios religiosos en los que pudieran adorar a sus deidades no hebreas. Más
tarde, los escribas atribuyeron la ruptura del imperio de Salomón a un castigo
de Dios por su apostasía. Jeroboam, el primer rey de Israel tras la ruptura con
Judá, no sólo erigió becerros de oro en los lugares de culto, sino que creó
templos para rivalizar con el de Jerusalén. Y, a través del periodo de la
monarquía, los escritores bíblicos nos explican que los hebreos sucumbieron
constantemente a las influencias religiosas de filisteos y cananeos.
Bajo el rey
Josías (640-609 a .C.),
se realizaron numerosas reformas religiosas y emergió una fuerte oposición a
la adoración de ídolos. Pero no podemos afirmar con seguridad que el monoteísmo
puro empezara a ser parte de la religión hebrea en este momento, ya que las
creencias anteriores se habían incrustado en las tradiciones y escritos
hebreos. Finalmente, un solo redactor o, con más probabilidad, una escuela de
redactores posterior al siglo v a.C. reunió las principales fuentes y
tradiciones para producir la primera versión de la historia bíblica en su forma
actual, y la editaron lo mejor que pudieron para eliminar las
inconsistencias entre el monoteísmo y las creencias religiosas previas.
Los mitos
suelen estar basados en historias ficticias o erróneas, pero siguen siendo
artefactos literarios. Y al igual que los artefactos que aparecen en las
diferentes capas de una excavación arqueológica nos muestran el desarrollo
histórico y cultural de un pueblo, la existencia de capas mitológicas algo nos
explica de las gentes que creían en esos mitos. En 101 Mitos de la Biblia ,
examinaremos las capas de artefactos mitológicos y veremos lo que las
estratificaciones nos revelan sobre cómo la cultura y la historia bíblica
llegaron a existir.
Por
conveniencia, he dispuesto las historias bíblicas de manera que sigan de cerca
su orden de aparición en la
Biblia. Las he dividido también en tres secciones, «Los mitos
del inicio», «Los mitos de los fundadores» y «Los mitos de los héroes». Como
muchas personas creen que los autores de los diferentes libros de la Biblia estaban inspirados
por la divinidad, y ya que este libro explora las fuentes de muchas de las
narraciones bíblicas, prefiero pensar que estas historias son como una
restauración en la Biblia
de las notas a pie de página de Dios, volviendo a colocar las citas de las
fuentes que los autores omitieron.
El estudio
de los símbolos en la Biblia
escapa al propósito y alcance de este libro, pero no es menos sugerente.
Consideremos, por ejemplo, el relato sobre Caín y Abel desde ese punto de
vista: Caín simbolizaría el Tiempo y Abel el Espacio. Como se sabe, el Tiempo mata al Espacio y desde entonces vivimos
y morimos «presos de las garras del tiempo»... En otras palabras, los textos
ofrecen una amplia gama de posibilidades de considerar el misterio que se
revela a la comprensión humana (N. del
E.).
Introducción
La
gente estudia la Biblia
por una amplia variedad de razones. Unos buscan una guía espiritual o moral en
su pozo de sabiduría. Muchos otros la leen por sus narraciones y poesías, entre
las más bellas de toda la literatura. Incluso hay quienes la leen como relación
de nuestras raíces culturales. Y aún otros por la visión que nos ofrece sobre
la vida y obras de las personas en las civilizaciones antiguas.
Para
millones de personas, sin embargo, la
Biblia es la infalible palabra de Dios, por lo que sus
mandamientos deben ser obedecidos con reverencia y sus enseñanzas deberían ser
la guía principal para nuestra organización social. Pero para aquellos que
estudian la Biblia
de forma académica con el propósito de determinar quién la escribió, cuándo,
qué hechos son ciertos y cómo llegó a adoptar su forma actual, el trabajo es
una compleja colección de enigmas, muchos de los cuales todavía han de ser
resueltos.
Una
significativa parcela de estudio se preocupa por el desarrollo de los cinco
primeros libros de la Biblia ,
a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, conocidos
colectivamente como Pentateuco (palabra griega que significa «cinco rollos») o
Tora (palabra hebrea que significa «enseñanzas»). Colectivamente, explican la
historia de Israel desde el inicio de la Creación a las andanzas por el desierto tras el
Éxodo de Egipto. Son importantes porque nos explican cómo se desarrolló la
relación entre Dios e Israel. El primer foco de atención se centra en el establecimiento
de una alianza entre Dios y los primeros patriarcas, Abraham, Isaac, Jacob y José; más adelante, el foco de atención se dirige a
la relación entre Dios y Moisés. La historia narrada en estos libros finaliza
con la muerte de Moisés mientras Israel está preparándose para llegar a la Tierra Prometida.
Aunque en estos
cinco libros no se encuentran referencias a la autoría de Moisés, desde el
tiempo en que pasaron a manos de los lectores, hace más de dos mil años, hasta
mediados del siglo diecinueve, ha sido casi universalmente admitido por los
estudiosos de la religión que era su único autor. Por esta razón, aún se
identifican estos volúmenes como «Los cinco libros de Moisés».
Con el paso de
los siglos, y a pesar de la agresiva oposición de las diferentes iglesias, un
puñado de estudiosos señalaron una serie de inconsistencias lógicas en la idea
de la autoría mosaica de estas obras. Por ejemplo, en Deuteronomio 34, 6
encontramos: «Y él lo enterró (a Moisés) en un valle de la tierra de Moab,
frente a Bet-Peor: pero nadie ha sabido de su sepulcro hasta el día de hoy».
Este episodio no
sólo describe el entierro de Moisés, sino que también nos dice que el paradero
de su tumba es desconocido hasta el día de hoy, indicando que el pasaje se
escribió bastante después de la muerte de Moisés y no pudo ser escrito por él.
A principios del
siglo xvm, varios estudiosos empezaron a prestar atención al problema de los
«dobletes», dos narraciones contradictorias del mismo suceso. Hasta un lector
casual puede encontrar muchos ejemplos de ello: dos relatos diferentes de la Creación , dos listas
diferentes de los animales que entraron en el arca de Noé, dos explicaciones
diferentes de por qué cambió Jacob su nombre a Israel, dos diferentes ocasiones
en las que Moisés hace brotar agua de una roca en Meribá, y muchas más.
Cuando estos
dobletes se sometieron a escrutinio, los estudiosos descubrieron unas
características inusuales. La más importante era la siguiente: un grupo de
historias siempre utilizaba la palabra hebrea Yahvé como nombre del Dios
hebreo, mientras que otro utilizaba Eiohim. Se dispusieron entonces a
clasificar las narraciones según el nombre utilizado y descubrieron que las
narraciones de un grupo tenían temas y estilos literarios diferentes de las del
otro.
Esta división
por estilo, temas y nombre condujo a la idea de que habían por lo menos dos
corrientes literarias separadas que se combinaron en un solo documento, y que
por lo menos una debía haber sido escrita después del tiempo de Moisés y por lo
tanto, por otra persona.
La hipótesis documental
Esta línea de investigación condujo a un descubrimiento todavía
más sorprendente. A principios del siglo xix, el análisis de los marcos
temporales históricos, las secuencias de las narraciones, los estilos
literarios y los temas religiosos mostró que había por lo menos cuatro fuentes
documentales diferentes integradas en los cinco libros de Moisés, cada una con
su propio punto de vista subyacente y escritas en momentos diferentes. Y, por
supuesto, debía haber por lo menos un editor que combinase las fuentes en una
sola narración,
Durante el siglo
xix, los defensores de este punto de vista, el más influyente de los cuales
fue Julius Wellhausen (1844-1918), empezaron a investigar las capas y
secuencias de estas cuatro fuentes, y al final del siglo habían establecido un
marco general para el estudio del Pentateuco. Esta tesis de las fuentes
múltiples es conocida como hipótesis documental y es casi imposible encontrar
un estudioso hoy en día que no acepte alguna variedad de esta propuesta.
En términos
generales , la hipótesis documental mantiene que hay cuatro fuentes
principales de documentos en los cinco libros y que estas fuentes pasaron por
estadios evolutivos antes de integrarse en una única narración. Estas cuatro
mentes han recibido los sobrenombres de J, E, P y D. Cuando hablamos del autor
de alguna de ellas hay que tener en cuenta que cada mente puede haber sido una
colaboración a lo largo del tiempo de escritores o escuelas de escritores. Las
siguientes descripciones deberían tomarse sólo como guías introductorias a las
cuatro fuentes. Hacer la debida justicia a todos los temas y características
distintivas asociadas a cada una ocuparía un volumen extenso.
La
fuente J
La deidad de
J exhibe muchas características antropomórfícas, interacciona físicamente con
los seres humanos y muestra sus emociones y reacciones ante los
acontecimientos. Asimismo centra su atención en hechos y lugares de importancia
para el reino de Judá bajo el rey David y sus sucesores. En esta fuente, la
alianza entre Dios y la casa de Israel acaba en las manos de Judá, el cuarto
hijo de Jacob y fundador de la tribu de Judá, a la que pertenecía David, La
fuente J se centra también más en
tos patriarcas que en Moisés.
El origen de
J puede situarse en una época tan temprana como la época del rey David
(principios del siglo x a.C.), pero como muchos de sus temas reflejan el
conflicto entre Judá e Israel después de la muerte de Salomón, su origen puede
situarse con mayor probabilidad en algún momento después de la separación
entre Judá e Jsrael (finales del siglo x a.C.)y antes de la conquista y
destrucción de Israel en el año 72
a .C.
Las fuentes E y S.
En los
primeros estadios de la investigación sobre los orígenes documentales de la Biblia , la fuente eiohista,
conocida como E, incluye las narraciones
que usan Elohim como nombre de Dios. Un análisis detallado muestra que, en
realidad, E consistía de al menos dos fuentes separadas de documentos que
usaban Eiohim como nombre de Dios pero que presentaban puntos de vista muy
diferentes. La segunda fuente incrustada en E se preocupa fundamentalmente de
los rituales y otros temas sacerdotales, con las fechas, medidas y números. A
causa de su atención por estos temas recibió el nombre de fuente S o Sacerdotal.
Mientras que
la deidad de E exhibe características antropomórfícas similares a las de J, la
deidad de S es amorfa, distante y fría. La deidad antropomórfíca sostiene
discusiones con los humanos; la deidad de S no realiza tal interacción.
Por lo
general, se acepta que E es más antigua que S pero quizás más moderna que J. La
fecha más probable de composición sería antes de la conquista asiría. El
escritor eiohista centra su atención en temas del reino de Israel y da
versiones de hechos históricos contrarias a las de J. En E, por ejemplo, la
alianza entre Dios e Israel pasa de Jacob a José y a Efraím, cuyo territorio
sirvió de capital a Israel después de la división de los dos reinos hebreos. E
propone con fuerza a Moisés como héroe nacional y centra su atención en sus
actos más que en los acontecimientos del periodo patriarcal anterior. E se
preocupa menos por la ortodoxia religiosa que J o S. La historia de E se inicia
en el periodo patriarcal después del diluvio y no dice nada sobre la Creación.
Muchos de
los dobletes de E y J reflejan las guerras de propaganda religiosa y política
entre Israel y Judá después de la división de ambas naciones. Judá creía en
una autoridad centralizada fuerte que gobernara desde la capital de Jerusalén,
con un rey que ejerciera de monarca fuertemente autoritario. E, que englobaba
una coalición de varios estados que, teóricamente, englobaban diez tribus,
prefería un sistema altamente descentralizado en lo político y lo religioso.
El autor de E era probablemente un sacerdote levita descendiente de Moisés.
Muy probablemente procedía del centro de culto de Silo, que se alió con Israel
cuando éste se separó de Judá.
Mucho antes
de que el Pentateuco alcanzara su forma actual, un editor intermedio combinó J
y E en una única narración que omitía porciones de ambos.
La fuente S,
además de su visión diferente de la deidad, se distingue de las demás por su
asociación con la rama aaronita del sacerdocio. La Biblia retrata a Aarón y
Moisés como hermanos de la tribu de Leví y uno de los conflictos que preocupa a
la Biblia es
si sólo los aaronitas o todas las ramas de la tribu de Leví deberían
desarrollar la principales funciones sacerdotales del templo. S tiende a
privilegiar a Aarón frente a Moisés y defiende que sólo la rama aaronita de los
levitas debería realizar las principales funciones del templo. Esto sugiere que
el autor sacerdotal pertenecía a una secta levita que operaba en Jerusalén,
con un conocimiento íntimo de todos los rituales y características del templo
de Jerusalén.
Al igual que
J, S empieza con el relato de la Creación. Aunque nada tiene que decir sobre Adán
y Eva o los acontecimientos del Jardín del Edén, hace contribuciones a la
narración del diluvio.
Con la caída de
Israel en el 722 a .C.,
muchos de sus ciudadanos emigraron hacia el sur, llevando a Judá nuevas
presiones políticas y religiosas. Los sacerdotes refugiados llevaron consigo el
punto de vista de la versión E, la que propone a Moisés como héroe y sostiene
que todos los levitas son iguales. Esto era un desafío a la autoridad de la
rama aaronita de Leví, y el origen de P puede situarse en un esfuerzo para
reforzar su autoridad apelando a las tradiciones históricas. Probablemente, la
fecha de composición de S se sitúa entre la conquista asiria y la conquista
babilonia de Judá en el 587 a .C.
La fuente D
D toma su nombre del Deuteronomio, que virtualmente no contiene trazas
de las otras tres fuentes al igual que no aparecen trazas de D en los otros
cuatro libros del Pentateuco. Refleja los puntos de vista reformistas del rey
Josías, a finales del siglo vn a.C. y empieza con la historia de Moisés.
Josías, si se puede confiar en el texto bíblico, inició grandes reformas
religiosas de tendencia ortodoxa, reinstaurando un gobierno político y
religioso altamente centralizado. El libro segundo de los Reyes declara que la Ley de Moisés se había perdido
y los ayudantes de Josías la encontraron accidentalmente en alguna parte
remota del templo. Al leer los documentos descubiertos, Josías quedó
sorprendido al averiguar que el reino se había apartado del camino correcto.
Como reacción, dispuso una serie de reformas para reconducir al reino según las
leyes acabadas de descubrir. Este libro perdido de las leyes sería el libro
del Deuteronomio y si fue escrito en tiempos de Josías, puede datarse en torno
al 622 a .C.
El análisis de las fuentes muestra que el
Deuteronomio pertenece a un grupo mayor de obras que incluye los libros
bíblicos de Josué, los dos de Samuel y los dos de los Reyes y relata la
historia de los hebreos desde Moisés hasta el Cautiverio de Babilonia. Esta
colección de libros históricos de la
Biblia se conoce como la «historia del Deuteronomio» y narra
la historia de Israel desde los tiempos de Moisés (h. 1300 a .C.) hasta los del rey
Josías (h. 622 a .C.).
El tema predominante del Deuteronomio y
las historias relacionadas con él es la obediencia a Dios. Se juzga al pueblo y
a sus reyes según su acatamiento de las leyes establecidas en la fuente D. De
forma inevitable, todos los reyes israelitas fallan esa prueba y sólo un puñado
de reyes de Judá, entre ellos David y Josías, reciben un juicio positivo.
La tableta asiría del diluvio
La hipótesis
documental es sólo una forma importante de investigar los orígenes de la Biblia. Su atención se
dirige al interior del libro, se preocupa solamente del texto. Examina el
estilo literario, los temas, el lenguaje y las capas de edición para dividir la Biblia en fuentes
documentales. Estas técnicas han demostrado que muchos otros libros de la Biblia , aparte del
Pentateuco, combinan múltiples fuentes, aunque diferentes de las de los cinco
primeros libros.
Otra pregunta importante es la siguiente:
¿Qué ideas exteriores influyeron en los autores de J, E, S y D? Cuando J o P
hablan de la Creación
o el diluvio, por ejemplo, ¿sus ideas son propias y únicas de los autores bíblicos
o éstos confían en ideas provenientes de las culturas vecinas? A pesar de las
diferencias entre fuentes en las narraciones sobre los patriarcas y del Éxodo,
¿las narraciones básicas describen acontecimientos históricos o son cuentos y
leyendas adaptadas con fines propagandísticos o de otro tipo? Después de todo,
el antiguo Israel vivió en la confluencia de tres grandes corrientes culturales
(la egipcia, la cananea y la mesopotámica) con tradiciones históricas y
literarias más antiguas y substanciales.
La historia bíblica afirma que Israel
habitó durante largo tiempo en Egipto durante sus estadios formativos.
Constantemente, la Biblia
castiga a Israel por sucumbir a las influencias cananeas. Antes de que la Biblia adquiriera su forma
definitiva, la élite educada de Israel vivió un exilio forzado en Babilonia y,
un siglo después, bajo el dominio más benévolo de los persas una vez éstos
derrotaran a los babilonios, los líderes hebreos fueron liberados. Cualquier
intento de los escribas cultos hebreos de construir su propia historia del
mundo, desde la Creación
hasta el momento de la escritura de cualquier mente documental, debería tener
en cuenta lo que sus vecinos habían dicho sobre los mismos tiempos y lugares,
porque las narraciones de los vecinos eran bien conocidas y tenían amplia
circulación. Eran las narraciones que creían las personas más educadas de
aquella época.
El 3 de diciembre de 1872, esta cuestión
pasó a primer plano de los estudios bíblicos. En esa fecha, un asiriólogo de
nombre George Smith leyó una conferencia ante la Society of Biblical
Archaeology. Había estado investigando entre miles de tabletas y fragmentos
procedentes de la biblioteca asiría del rey Asurbanipal, del siglo vil a.C. En
lo que se conoció después como la «Tableta XI» del poema épico de Gilgamesh,
escrita en acadio, una lengua semítica más antigua que el hebreo, había descubierto
una narración del diluvio con remarcables paralelos con el relato bíblico.
Aunque era politeísta, mientras que la Biblia era monoteísta, explicaba
básicamente el mismo cuento. Los dioses se habían enfadado con la humanidad y
habían decidido destruir la raza humana con un diluvio. Una de las deidades
advirtió a un amigo humano de nombre Utnapishtim y le ordenó construir un arca
y prepararse para el día fatídico. Cuando las lluvias se iniciaron, Utnapishtim
condujo a su familia, a una serie de animales y a unos artesanos a la barca.
Cuando las lluvias cesaron y las aguas se retiraron, Utnapishtim soltó tres
pájaros en diferentes momentos para averiguar si era seguro salir del arca.
Finalmente la barca embarranca en la cima de una montaña. Al igual que en la Biblia , después del
diluvio, los dioses se arrepienten de sus actos contra la humanidad.
La estructura de la narración asiría es
paralela en términos generales a la narración bíblica; pero el detalle de
soltar sucesivamente los tres pájaros, cosa que también sucede en la narración
de Noé, es una coincidencia tal que no puede sino hacernos pensar que las dos
historias comparten una fuente común.
Pero ambas narraciones también presentan
múltiples diferencias. En el relato asirio el diluvio es más breve, las
dimensiones del arca son diferentes, el número de personas y animales que en
ella se transportan varían significativamente, las barcas no embarrancan en la
misma montaña, los héroes tienen nombres diferentes y el dios que envía el
diluvio no es el mismo que ordena a Utnapishtim construir el arca. Aunque la
diferencia más importante es que el texto bíblico no toma prestado ninguno de
los pasajes narrativos del texto asirio.
Por lo tanto, tenemos por un lado una
estructura similar que parece ir más allá de la coincidencia y por el otro una
amplia variación en los detalles de la historia que llegan tan lejos que
parecen sugerir la existencia de dos fuentes totalmente diferentes. Sin
embargo, el descubrimiento produjo una avalancha de estudios sobre asiriología
dirigidos a las comparaciones bíblicas. Con el tiempo, se descubrieron otras
versiones de la misma narración del diluvio en otros textos babilónicos de
otras sociedades, algunas de las cuales eran anteriores al texto bíblico.
Finalmente, en una coincidencia más que remarcable, una lista de reyes del
siglo iv a.C., una corrupción de una lista de reyes sumeria (anterior a
Babilonia) que se databa en el 2000
a .C., situaba el diluvio universal durante el reino del
décimo rey que gobernó la humanidad, mientras que el diluvio bíblico ocurría en
la décima generación después de la
Creación.
¿Corroboran la historias mesopotámicas
del diluvio, escritas antes de la narración bíblica, la opinión de ésta última
de que existió un diluvio universal o muestran que los autores bíblicos se
apropiaron de y adaptaron mitos y leyendas preexistentes para sus propósitos?
Es ésta una cuestión que aparece una y otra vez en otras partes de la Biblia a medida que vamos
descubriendo otras literaturas antiguas con historias paralelas.
Notas a pie de página bíblicas
Mucha gente
cree que la Biblia
fue escrita por inspiración divina, pero muchos autores bíblicos citan obras de
referencia específicas en las que confiaban para escribir sus obras y muchos
otros citan pasajes de otros libros de la Biblia. De hecho, estas referencias serían el
equivalente a las notas a pie de página. Por desgracia, aún no se han
encontrado copias de los libros citados que no pertenecen a la Biblia , por lo que no
podemos evaluar la calidad de la investigación ni la fiabilidad de las fuentes.
Presentamos a continuación una lista de fuentes citadas por los autores
bíblicos:
1. Libro de las Generaciones de Adán (Gn 5,1)
2. Libro de la
Alianza (Ex 24, 7)
3. Libro de las Guerras del Señor (Nm 21,14)
4. Libro de Jaser (o de los Justos) (Jos 10,13; 2 Sm 1,18)
5. Libro de la Ley
de Dios (Jos 24, 26)
6. Libro de los Hechos de Salomón (1 Re 11,41)
7. Libro de las
Crónicas de los Reyes de Israel (IRe 14, 19 y otras nueve citas)
8. Libro de las
Crónicas de los Reyes de Judá (1 Re 14,29 y otras catorce citas)
9. Libro de los Reyes de Israel y Judá (1 Cr 9,1 y otras tres
citas) 10. Libro de Samuel el Vidente (1 Cr 29, 29)
11. Libro de Natán el Profeta (1 Cr 29, 29; 2 Cr 9, 29)
12. Profecía de
Ahías el Silonita (2 Cr 9, 29)
13. Visiones de
Iddo el Vidente (2 Cr 9, 29)
14. Libro de Gad
el Vidente (1 Cr 29, 29)
15. Libro de
Shemías el Profeta (2Cr 12, 15)
16. Historia del
Profeta Iddo (2 Cr 13, 22)
Examinar algunas de estas citas puede darnos una idea de cómo algunas
partes de la Biblia
llegaron a ser escritas.
El «Libro de Jaser»
Esto nos indica que el libro de Jaser fue
escrito antes de los tiempos del rey David, a pesar de lo cual incluye una
descripción de un suceso atribuido a Josué trescientos años antes. ¿De dónde
obtuvo la información el autor del libro de Jaser? ¿Tenía su autor fuentes
fiables o se limitó a recoger cuentos y leyendas de un periodo anterior? ¿Era
un trabajo histórico o una colección de poemas? Como todavía hemos de encontrar
una copia de esta obra, no podemos siquiera asegurar que Josué y David aparecieran
en el texto original; el autor (o autores) de las dos referencias a Jaser puede
haber reemplazado los personajes originales por los dos héroes bíblicos.
Los «Hechos de David»
La historia de David aparece
principalmente en los dos libros de Samuel, con algún material adicional en el
primer libro de las Crónicas, gran parte de la cual es repetitiva y se añade a
la historia de David. El autor del primer libro de las Crónicas, sin embargo,
cita tres mentes de los hechos de David: los libros de Samuel el Vidente, Natán
el Profeta y Gad el Vidente.
Samuel el
Vidente es con certeza el Samuel del que toman el nombre los libros de Samuel,
y Natán el Profeta es probablemente el Natán de la corte del rey David que
criticó a éste por ocultar que había hecho asesinar al marido de Betsabé para
ocultar su relación con ella. Finalmente, Gad el Vidente debe ser el mismo Gad
el Vidente que aconsejó a David en varias ocasiones.
Juntas, estas tres referencias sugieren
que los libros de Samuel tal como los conocemos son una amalgama de varios
libros anteriores, tres de los cuales se citan aquí y sobrevivieron hasta el
tiempo del autor de las Crónicas en el siglo iv a.C. o más tarde.
La primera fuente mencionada es el libro
de Samuel el Vidente. En Samuel, el personaje que da título al libro parece
estar basado en dos individuos. Uno es Samuel el Juez, que continúa la
tradición de los jueces en Israel y proporciona una guía militar y religiosa.
Este Samuel está en contra de la institución de la monarquía. El otro Samuel
es un profeta o vidente que apoya la monarquía y sirve para validar la
autoridad real de David de Juda frente a Saúl o Benjamín. Las imágenes de los
dos individuos son inconsistentes.
La referencia al libro de Samuel el
Vidente puede ser a todo el corpus de Samuel tal como nos ha llegado o a la
obra fuente que inspiró la parte de Samuel que apoya la monarquía. El hecho de
que el autor de las Crónicas cite otras dos fuentes sobre David sugiere esto
último.
El Profeta Natán es un personaje
importante en la historia de David y juega un papel clave en la sucesión de
Salomón como heredero al trono de David. Los libros de Samuel contienen mucha
información sobre Natán, pero aún debe recuperarse el perdido libro de Natán el
Profeta. Lo más probable es que quienquiera que escribiera los libros de Samuel
utilizase en parte como mente a Natán el Profeta y que esta fuente continuase
circulando después de la aparición de Samuel.
Para finalizar, tenemos otro libro
perdido. Al no disponer de una copia del libro de Gad el Vidente, no podemos
calibrar su influencia en la historia bíblica. Sin embargo era lo bastante
importante para ser citado por el autor de los libros de las Crónicas.
Este grupo de obras demuestra que
circulaban varias narraciones sobre el rey David y que autores posteriores
rebuscaron en los textos para apoyar sus particulares puntos de vista. Que los
libros de Samuel fueran canonizados y no lo fueran los de Natán el Profeta o
Gad el Vidente es más un accidente de la historia que el resultado de la
inspiración divina.
La división entre Israel y Judá
La separación de Israel y Judá a la
muerte de Salomón es uno de los acontecimientos más importantes de toda la
historia bíblica y las guerras propagandísticas entre las dos partes en
conflicto afectó en gran manera la forma en que se escribió la historia del
pueblo hebreo. Como ya hemos visto al hablar de la hipótesis documental, gran
parte del material de las fuentes del Pentateuco reflejaba los puntos de vista
de las diferentes facciones políticas y religiosas que se vieron afectadas por
la división.
Como en el caso de David, parecen existir
varias historias sobre el rey Salomón y los acontecimientos que condujeron a la
guerra civil que siguió a su muerte. El autor del primer libro de los Reyes,
por ejemplo, cita el libro de los Hechos de Salomón. El autor del segundo libro
de las Crónicas cita también numerosas fuentes sobre la historia del remado de
Salomón y la separación que la siguió. Asimismo, también se cita el libro de
Natán el Profeta, junto con otras obras, como la Profecía de Ahías el
Siloníta, las Visiones de Iddo el Vidente y el libro de Shemiás el Profeta.
Al igual que sucede con otros libros no
bíblicos, no se han encontrado estas referencias, pero Ahías, el profeta de
Silo, aparece en el primer Libro de los Reyes para realizar una profecía. En
este episodio, anima a Jeroboam a separar Israel de Judá. A causa de su
profecía, Salomón intenta matar a Jeroboam, pero éste huye a Egipto. A la
muerte de Salomón, Jeroboam volvió a Israel para liderar con éxito el
movimiento secesionista que separó Israel de Judá.
Que obras como la Profecía de Ahías el
Silonita sobrevivieran tanto tiempo a la destrucción del reino de Israel nos
muestra las dificultades que encontró el reino de Judá para eliminar la
historia negativa de su gobierno y por qué sobrevivió en la historia bíblica
una oposición tan fuerte al reino de Judá.
Los anales
Además de varios libros sobre individuos
en particular, como Natán, Gad, Ahías e Iddo, algunos escritores bíblicos
también confiaron en los informes oficiales de las monarquías. La cita de obras
como el libro de las Crónicas de los Reyes de Israel y el libro de las Crónicas
de los Reyes de Judá sugiere la existencia de anales reales, una forma en que
los funcionarios del Próximo Oriente documentaban los sucesos de los remados
sobre una base anual.
Estas «notas al
pie» bíblicas muestran la variedad de los materiales en los que confiaron los
escritores bíblicos y cómo se manejaron editando los materiales disponibles
para conseguir su propósito. A este grupo de referencias específicas de la Biblia habría que añadir
otras fuentes, como los mitos y leyendas de otros pueblos del Próximo Oriente,
que circulaban ampliamente y con los que los escribas hebreos debían estar
familiarizados.
Al considerar el efecto de estos
materiales extra bíblicos en los escritores de la Biblia , deberíamos tener en
cuenta que los pueblos antiguos no pensaban en estos mitos y leyendas en
términos de verdad o mentira. Creían que las narraciones conservaban verdades
históricas, y aunque uno pudiera o no creer en un dios o en otro como agente
responsable, podía seguir creyendo que el suceso relatado había ocurrido en
realidad.
Las leyendas sobre los nombres de lugares
nos proporcionan numerosas ilustraciones de cómo se crearon historias falsas,
y la Biblia
contiene numerosos relatos de este estilo. Una de las más corrientes consiste
en la invención de un antecesor que tenía el mismo nombre que el territorio que
ocupaba el pueblo y por lo tanto era el fundador del pueblo que habitaba esa
tierra. Otro motivo común era encontrar una característica destacada de un
lugar especial, como una formación rocosa graciosa o un pozo escondido y crear
una leyenda sobre la formación de esa característica. Estas historias se
repetían de generación en generación hasta que un relato para entretener se
convertía en verdad histórica.
Sobre la terminología
Si no se
indica, cuando me refiero a la
Biblia , estoy hablando de la traducción inglesa del rey
Jacobo, conocida como King James Versión,
que en castellano se conoce como Biblia
de Jacobo I o Biblia del rey Jacobo, de 1611. Los mitos sobre los que
diserto en el presente libro están basados en esa traducción.
Cuando se escribe sobre el antiguo
Egipto, siempre surge el problema de cómo transliterar los nombres. Los
egiptólogos han encontrado la manera. La principal dificultad es la falta de
vocales del antiguo egipcio. Esto conduce a que según el autor una deidad reciba
en inglés el nombre de «Amen», «Amun», e incluso «Amon». En castellano, diremos
siempre Amón.
El griego es otro problema. Los primeros
egiptólogos obtuvieron abundante información de los clásicos griegos, que
transliteraban los nombres egipcios a su propio idioma. Como éstas eran las
primeras versiones de los nombres conocidos, muchos egiptólogos continuaron, y
continúan, utilizándolos. Así, por ejemplo, los famosos constructores de
pirámides de la cuarta dinastía, Khufwey, Khane y Menkaure, son más conocidos
en su adaptación griega, es decir, Keops, Kefrén y Micerinos.
En este libro,
adopto la transliteración de Sir Alan Gardiner en su Egypt of the Pharaons. Si hago una cita de la obra de otro autor,
admito la transliteración del autor [en castellano se hará servir la versión
más común de los nombres propios en esta lengua].
Tabla de historia bíblica
(Todas las
fechas son a.C. y están basadas en la
Biblia del rey Jacobo.)
Creación
4004, domingo,
23 de octubre (según el obispo Usher).
3960 (según Martín
Lutero).
3761 (según la tradición judía).
Diluvio Universal
2348-2105 (lapso de posibles fechas de
inicio).
Era patriarcal
h. 2000-1500.
Éxodo
de Egipto
1548-1315
(implícito en Gn 15, 13).
1497 (implícito
en 1 Re 6,1).
1315 (según el
análisis del autor en The BibleMyth).
1270-1250 (según la mayoría de estudiosos
de la Biblia ).
Ç
Entrada en Canaán
Cuarenta años después del Éxodo.
Gobierno de los Jueces
Finaliza hacia
1081 (implícito en 1 y 2 Re).
Finaliza hacia
1020 (según la mayoría de estudiosos de la Biblia ).
Rey David
1061 (implícito
en 1 y 2 Re).
Hacia el 1000
(según la mayoría de estudiosos de la
Biblia ).
Rey Salomón
1021
(implícito en 1 y 2 Re).
Hacia el 960
(según la mayoría de estudiosos de la
Biblia ).
Finalización del Templo
de Jerusalén
Onceavo año del
rey Salomón, ç
Judá e Israel se separan
A la muerte del
rey Salomón, cuarenta años después de acceder al trono. Fuente J documentada
Probablemente
escrita entre el 960 y el 722, pero antes de E, S y D.
Fuente E documentada
Probablemente escrita entre el 960 y el 722, después de J pero
antes
de S y
D.
Israel
destruido por los asirios
722.
Fuente S documentada.
Probablemente escrita entre el 722 y el 640, después de J y E pero
antes de D.
El reyJosías encuentra la Ley de Moisés
622.
Fuente D documentada
Probablemente
escrita entre el 622 y el 609, después de J, E y S. Ç
Daniel conducido a
Babilonia
605.
Exilio en Babilonia
587-539.
El rey
Ciro de Persia conquista Babilonia y libera a los judíos
539.
Ester
salva a los judíos de Persia
H.475.
Esdrás
abandona Babilonia y reintroduce la
Ley de Moisés en Jerusalén
458.
Libro
de las Crónicas, Nehemías y Esdrás
458 o muy poco después; probablemente escrito por Esdrás
o sus seguidores.
Primera
parte
MITOS DEL INICIO
narraciones egipcias, alterando el contenido de tal manera que es
difícil reconocer las raíces egipcias sin el beneficio del contexto más amplio
en el que se sitúan los relatos. Hasta las localizaciones cambian. El Edén, que
había estado a orillas del Nilo, es trasladado, de forma bastante torpe, a
Mesopotamia por los redactores bíblicos al confundirlo con el paraíso sumerio
de Dilmun.
La fuente J
llena su relato con varias historias de interés humano (desde la Creación y los sucesos
del jardín del Edén a la expulsión del jardín y la historia de Caín y Abel)
antes de llegar a la narración del diluvio, mientras que S salta de la Creación al diluvio sin
más relatos de naturaleza personal, deteniéndose tan sólo para insertar la
cadena genealógica que va desde Adán a Noé. A diferencia de los relatos de la Creación , en los que
ambas versiones aparecen una detrás de la otra, las dos narraciones del diluvio
están muy entretejidas, en ocasiones empezando una frase con una fuente y
acabándola con la otra.
Ya hemos apuntado antes que las dos versiones, J y P, del relato
del diluvio estaban basadas en el mito de la Creación de Hermópolis y
que después de integrarse, el texto fue modificado de nuevo para incluir las
tradiciones babilonias sobre el diluvio producido en la décima generación de
la humanidad. A pesar de las raíces comunes de las dos versiones egipcias,
ambas proceden de tradiciones y fuentes diferentes. Tanto J como S contienen
tradiciones cronológicas diferentes de las narraciones del diluvio. La fuente
J está relacionada con la estructura estacional del año solar, reflejando así
la procedencia de la narración de una cultura agrícola, en línea con los
fundamentos agrícolas de la narración de Adán y Eva. Por el contrario, la
fuente S utiliza el calendario egipcio solar-lunar, un ciclo de veinticinco
años utilizado para las celebraciones religiosas, reflejando la naturaleza
religiosa y sacerdotal de la fuente.
Después del diluvio, el Génesis narra la repoblación de la tierra
y lo orígenes de las naciones. Estas historias genealógicas reflejan en
realidad los sucesos políticos de la primera mitad del primer milenio a.C.,
mostrando el origen tardío y artificial de estas historias. Su fecha puede
situarse después del establecimiento de Israel en Canaán y vuelve a demostrar el
genio literario de los redactores de la Biblia , que extraen mitos y leyendas de una
amplia variedad de fuentes de marcos temporales diferentes y los integra, casi
sin fallos, en una larga narración continua. Pero la labor era difícil y
pasaron por alto algunos errores. En ocasiones encontramos errores de
transmisión textual.
Mito 1: Al principio todo
era un abismo
El Mito: Al principio creó Dios
los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin forma y vacía y las tinieblas
cubrían la faz del abismo. Y el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie
de las aguas (Gn 1,1-2).
Las dos primeras frases del Génesis describen el estado del
universo antes de que el dios hebreo iniciara el proceso de la Creación. Al principio,
dice, Dios creó los cielos y la tierra, pero por pasajes posteriores sabemos
que los cielos y la tierra estaban sumergidos en el «abismo» durante esa etapa
inicial, a la espera de ser alzados y transformados en el que es su estado
físico actual.
Las palabras
traducidas como «sin forma» y «vacía» aparecen en el hebreo original como tohu y bohu, y esas mismas palabras a veces aparecen en los escritos
populares como una manera idiomática de expresar el caos o el desorden, como
«todo era tohu y bohu». El sentido de estas dos palabras hebreas se combina para indicar
un espacio extenso y vacío, una zona desierta. En el contexto bíblico, tenemos
un espacio indefinido que forma una especie de burbuja dentro del «abismo»
primitivo.
La palabra que
se traduce como «espíritu» en la frase «espíritu de Dios» aparece en el hebreo
original como ruach, y no significa
«espíritu», sino «viento» o «exaltación violenta». Al traducir ruach como «espíritu», los intérpretes
de la Biblia
han intentado traducirlo de tal manera que concuerde con su entendimiento
teológico del texto bíblico, pero sin tener en cuenta el verdadero significado
en el contexto original. Sustituyamos viento por «espíritu» y veamos lo que
tendríamos en el hebreo original.
Los primeros
versículos describen cuatro cosas:
1
Una tierra y unos cielos que
ocupan un espacio, pero que carecen de forma o contenido;
2
Oscuridad;
3
Un abismo acuoso, dentro del
cual existe el espacio sin forma; y
4
Un viento (es decir,
«espíritu de Dios») que flota sobre la superficie de las aguas.
Estos cuatro elementos constituyen lo que los autores bíblicos
creían que eran los cuatro componentes básicos del universo anteriores al
inicio de la Creación ,
uno de los cuales, el viento, era identificado con el dios hebreo.
Correspondían precisamente con lo que los sacerdotes egipcios de Tebas y Hermópolis
creían que eran los cuatro componentes del universo durante el inicio de la Creación , pero los
egipcios identificaban cada uno de estos cuatro elementos con una pareja de
divinidades de ambos sexos, lo cual se consideraba tabú en la teología hebrea. Se
puede deducir de la siguiente descripción de las dos primeras cuatro parejas de
dioses egipcios y los elementos que representaban, que los hebreos adoptaron el
esquema egipcio.
1. Heh y Hehet,
espacio sin forma, es decir, la burbuja deforme dentro del abismo, tal y como
describe el Génesis como tohu y bohu;
2. Kek y Keket, la oscuridad en la superficie de las aguas;
3. Nun y Naunet,
el diluvio primitivo, «el abismo», igual que el abismo bíblico; y
4. Amón y
Amonet, el viento invisible, el «viento» bíblico que flotaba sobre el abismo.
Aunque los sacerdotes hebreos adoptaron esta visión egipcia del
universo primitivo, su teología monoteísta hizo que desasociaran estos cuatro
elementos naturales de las divinidades egipcias con las cuales se identificaban,
reteniendo únicamente los atributos con los que se asociaba a los dioses.
Además, el autor del Génesis de este relato de la Creación aceptaba la
tradición tebana que identificaba al Creador original con el viento.
Simplemente, cambiaron el nombre del dios egipcio Amón por el nombre hebreo de
Elohim, y lo describieron como ruach,
el viento. A medida que progresemos por el primer relato de la Creación en el Génesis,
iremos viendo cuan de cerca y exactamente el autor del Génesis seguía los mitos
egipcios.
Mito 2:Dios inició la Creación con la palabra
El Mito: Dijo Dios... (Gn 1, 3).
Según la Biblia ,
el proceso de la Creación
comienza cuando Dios pronuncia un mandamiento para que aparezca la luz. La
idea de la Creación
por mandamiento no tiene una contrapartida en los mitos mesopotámicos de la Creación. Sin
embargo, para los egipcios, la
Creación por mandamiento desempeñaba un papel fundamental.
Los egipcios
creían en el poder de la palabra para crear y controlar el entorno, y muchos
textos egipcios hablan de la
Creación que comienza con órdenes verbales. Uno describe a
Amón como «el que habla y lo que debe ser, es». Otro texto describe a Ptah de
manera similar cuando dice «así pues, piensa y ordena lo que desea [que
exista]». Una referencia a los actos de Atum en el proceso creativo nos dice
que «tomó la Anunciación
en su boca».
En el esquema
tebano de la Creación ,
después de que Amón (es decir, el viento) iniciara la Creación , primero
apareció en la forma de los cuatro elementos primarios. Luego apareció en la
forma de Ptah, el dios Creador menfita, que inició la Creación mediante la
pronunciación de una orden. Ésta es la misma secuencia que en la narración del
Génesis, donde «el viento» pronuncia una orden, pero el autor bíblico elimina
cualquier referencia a Ptah como el que habla y une al dios Creador menfita
(Ptah) con el dios tebano (Amón) de la Creación. Sin embargo, esta distinción es sólo cosmética,
puesto que en la visión tebana tanto «Amón el viento» como «Ptah el que habla»
son formas del mismo dios.
Mito 3: La Creación comenzó con la aparición de la luz
El Mito: «Haya luz»; y hubo luz
(Gn 1, 3).
En el Génesis, la orden hablada de Dios hace que aparezca la luz
repentinamente, un acontecimiento que significa el inicio del proceso
creativo. No aparece tal doctrina en los mitos mesopotámicos, pero sí en los
egipcios. Este pasaje específico de un himno a Amón muestra cuan de cerca
sigue la secuencia bíblica a la egipcia.
[Aquél (es decir, Amón)] que apareció la primera
vez cuando [todavía] no se había creado un dios, cuando tú [Amon-Ra] abriste
tus ojos para ver con ellos y todos se iluminaron por medio de la mirada de tus
ojos, cuando el día todavía no se había creado.
Así pues, la luz apareció al principio de la Creación , cuando el día
aún no existía, y el Génesis afirma lo mismo. La Biblia dice:
Y
vio Dios que era buena la luz, y la separó de las tinieblas; y a la luz
llamó
día, y a las tinieblas noche, y hubo tarde y mañana, día primero. (Gn 1, 4-5)
En los mitos tebanos y mesopotámicos, después de la
aparición de Ptah, éste ordena la aparición de Atum, el dios creador
heliopolitano, que aparece inicialmente en forma de una serpiente ardiente, la
primera luz.
En el mito que aparece en el Génesis y en el mito egipcio, la Creación comienza cuando
un dios invoca a la primera luz verbalmente. Esta luz originariamente
correspondía a Atum, pero los autores hebreos eliminaron la referencia directa
a este dios y sencillamente describieron la aparición de la luz.
Mito 4: El primer día Dios
separó la luz de las tinieblas
El Mito: Y vio Dios que era
buena la luz, y la separó de las tinieblas; y a la luz llamó día, y a las
tinieblas noche, y hubo tarde y mañana, día primero (Gn 1, 4-5). E hizo Dios
las dos grandes lumbreras, la mayor para presidir el día y la menor para
presidir la noche, y las estrellas; y las puso en el firmamento de los cielos
para alumbrar la tierra y presidir el día y la noche, y separar la luz de las
tinieblas. Y vio Dios que era bueno, y hubo tarde y mañana: día cuarto (Gn 1,
16-19).
Tras la aparición de la primera luz el primer día, el Génesis dice
que Dios separó la luz de las tinieblas y llamó a la luz «día» y a las
tinieblas «noche». Sin embargo, el cuarto día. Dios volvió a separar la luz de
las tinieblas y dividió el tiempo en día y noche. ¿Por qué ocurre esto dos veces?
La naturaleza de
la luz que apareció el primer día es confusa. En el Génesis, el Sol, la Luna y las estrellas no
aparecen hasta el cuarto día. ¿Cómo podemos tener luz el primer día y cómo se
la puede separar de las tinieblas de manera que tengamos un día y una noche a
las que seguirán dos períodos más de luz y oscuridad, y todo ello antes de la
creación del Sol? Y, si ya tenemos periodos alternantes de luz y tinieblas,
¿hasta qué punto era necesaria una nueva separación de la luz de las tinieblas
tras la aparición del Sol?
La confusión
surge porque en el relato del Génesis, siguiendo el mito egipcio, la luz
aparece al principio de la
Creación. Esta luz era un atributo de Atum, dios del Sol,
pero no representaba el disco solar.
En la versión egipcia, el Sol tenía muchas formas y
distintos dioses representaban distintos aspectos del Sol. A lo largo de su
viaje diario a través del cielo, por ejemplo, distintos dioses representaban
la ubicación del Sol en diferentes momentos. El sol matutino era Kepri, el dios
escarabajo, y el sol de la tarde era Ra. El disco solar era conocido como Atón,
y se le llegó a considerar como una divinidad separada, significando sólo una
manifestación visual del Sol, pero no representaba todo el ser físico del Sol,
y no apareció hasta más tarde en el proceso de la Creación.
Los egipcios también tenían una visión filosófica del día y la
noche. Según un pasaje del Libro de los
Muertos egipcio: «Como para la 'eternidad' que es el día; como para la
'perpetuidad', que es la noche».
Esta visión reflejaba la idea egipcia de que la vida continuaba a
través de los tiempos. De modo filosófico, esta idea evolucionó a partir del
ciclo diario del sol, que los egipcios veían como un renacimiento diario y la
renovación de la vida. El sol matutino era un niño, el ocaso un viejo. El
comienzo de la «eternidad» y «perpetuidad» coincidía con la aparición de la
primera luz al principio de la
Creación. Por lo tanto, los egipcios veían el «día/eternidad»
y la «noche/perpetuidad» como un atributo de la primera luz del sol.
La misma idea aparece en el Génesis. La creación por parte de Dios
del día y la noche con la primera luz significaba la idea egipcia de
«eternidad» y «perpetuidad» y representaban distintos fenómenos que los de día
y noche asociados con la aparición del disco solar y la Luna y las estrellas.
Sin embargo, para los monoteístas hebreos, que escribieron cientos
de años más tarde, el disco solar era únicamente el Sol. No había ningún dios o
conjunto de dioses escondidos detrás. Sólo concebían el sol como un ente físico
que se movía a través del cielo y separaba la noche del día. Para ellos, el día
y la noche eran la consecuencia de la salida y la puesta del disco solar, tal y
como lo expresaban en la descripción de los acontecimientos del cuarto día de la Creación. La
«eternidad» y la «perpetuidad» no formaban parte de la religión hebrea y los
sacerdotes hebreos ya no recordaban ni comprendían el significado filosófico
del primer día y la primera noche. Si el día y la noche aparecieron el primer
día, debía de tratarse de la separación normal de la luz del día de la
oscuridad causada por la puesta del sol. Así, los autores del Génesis
describieron el día y la noche del primer día según los convenios actuales,
ignorando o no reconociendo la contradicción implícita entre los
acontecimientos del primer día y el cuarto.
Mito 5: Un firmamento
surgió de las aguas primitivas
El Mito: Dijo luego Dios: «Haya
firmamento en medio de las aguas, que separe unas de otras»; y así fue. E hizo
Dios el firmamento, separando aguas de aguas, las que estaban debajo del
firmamento de las que estaban sobre el firmamento (Gn 1, 6-7).
Tras invocar la primera luz y separarla de las tinieblas, el
Génesis nos dice que Dios hizo que un firmamento surgiera de entre las aguas, y
este firmamento separó las aguas de las aguas. Tal y como indican claramente
los versos citados anteriormente, la separación de «las aguas de las aguas» se
refiere a la separación del agua que está sobre el firmamento del agua que está
por debajo del firmamento.
En todos los mitos egipcios de la Creación , tras la
aparición de la primera luz (normalmente identificada con el dios Atum), el
dios Creador provocaba que una montaña surgiera de las aguas primitivas. Esta
montaña, por su naturaleza, era una entidad física sólida, un firmamento, y
según la visión egipcia, separaba las aguas primitivas. Los egipcios veían al
cielo como una vía fluvial por la cual el dios del Sol Ra navegaba con la barca
solar. La montaña primitiva se convertía en el espacio entre las dos aguas, y
proporcionaba la fuerza que las mantenía separadas.
El firmamento que surge en el Génesis no se distingue de la
montaña primitiva que emergía de Nun, las aguas primitivas, y tanto en los
relatos bíblicos como en los egipcios, el resurgir tiene lugar en el mismo
orden secuencial que el proceso de la Creación , tras la invocación de la primera luz
mediante la palabra hablada.
Mito 6 : Dios llamó al
firmamento «cielo»
El
Mito: Llamó Dios al firmamento cielo, y hubo tarde y
mañana: (día segundo (Gn 1,8).
El
Génesis describe sólo un acontecimiento que tuvo lugar el segundo día, la
aparición del firmamento (más tarde veremos que el segundo día incluía algunos
acontecimientos adicionales). Aunque la narrativa lo ubica entre las aguas que
hay a ambos lados del firmamento, equiparándolo con la bóveda celeste en vez
de con el cielo, algunos escribas hebreos escribieron que Dios llamó al
firmamento «cielo». El autor no debía estar familiarizado con el relato
original egipcio en el que este firmamento representaba una montaña primitiva
que surgía de las aguas y separaba las aguas de encima de las aguas de debajo.
En los
relatos de la Creación
de todo el Oriente Medio, en Egipto y también en Mesopotamia y Levante, el
cielo descansaba sobre una bóveda. Esta bóveda necesariamente constituía una
plataforma transparente pero sólida que evitaba que el cielo se cayera a través
de la bóveda celeste. En Egipto, la bóveda celeste está entre el cielo y la
tierra, y originariamente el firmamento que surgía de las aguas se asociaba con
el dios Shu, hijo del cielo y la tierra, y los egipcios lo mostraban sujetando
el cielo sobre la tierra.
Los escribas
hebreos creían que tenía que existir alguna superficie dura en la bóveda
celeste que aguantara el cielo, pero, al ser monoteístas, no podían aceptar la
idea de que la bóveda celeste fuera una divinidad separada del Dios hebreo.
Por lo tanto, una vez más desligaron la divinidad egipcia del fenómeno que
representaba. Transformaron la divinidad egipcia que sujetaba el cielo en el
propio cielo.
Mito 7 : Dios reunió las aguas
en un solo lugar
El Mito: Dijo luego: "Jubtense
en un lugar las aguas que hay bajo los cielos y aparezca lo seco". Asi se
hizo; y las aguas se juntaron en un solo
lugar y apareció lo seco; y a lo seco llamo Dios tierra, y a la reunión de las
aguas mares. Y vió Dios que era bueno (Gn 1, 4-10).
EL tercer día de la Creación comenzó con la reunión de las aguas en
un lugar. Entonces Dios llamo a las aguas reunidas «mares», un termino plural
que indica numerosas masas de agua. Cada mar sería un arca delimitada por
separado. ¿Están las aguas en un solo lugar o en varios?
El
problema surge porque los escribas hebreos, influenciados por el entorno
babilónico y las influencias culturales del final del primer milenio a.C.,
aplicaron sus conocimientos geográficos a un pasaje que reflejaba una geografía
distinta. En Mesopotamia y Levante, las gentes eran conocedoras de varias masas
de agua independientes e importantes, incluyendo el mar Mediterráneo, el mar
Rojo, los ríos Tigris y Eufrates, el rio Jordán, el mar Muerto y el río
Óronles, en Siria.
Los
egipcios, por otra parte, a pesar de ser conocedores de muchas masas de agua,
sólo consideraban de importancia al Nilo. Herodóto se refiere a Egipto como «el
regalo del Nilo». La característica más importante del Nilo era su inundación
anual, la cual proporcionaba al país un gran abastecimiento de tierras fértiles
para el cultivo. Ademas, el río abundaba en peces, aves y vida animal,
proporcionando fuentes de alimento adicionales, v otorgaba a los egipcios
acceso a todas las principales ciudades a lo largo y cerca de las orillas del
Nilo.
Tal
era la importancia del papel desempeñado por el Nilo para la vida egipcia, que
proporcionaba el escenario para gran parte de su mitología, Las ideas míticas
acerca de la inundación primitiva al inicio de la Creación v la montaña que
surgió de ella se derivaron de imágenes del Nilo, Ya que la inundación del Nilo
producía la vida, los egipcios imaginaban una inundación mundial inicial que
dio lugar a la vida. Como las aguas retrocedian hacia
la cuenca del Nilo, dejando atrás grandes montones de fértiles tierras negras,
los egipcios se imaginaban un primer monte emergiendo de la inundación
mientras las aguas se juntaban para formar una única corriente.
Un mito egipcio de la Creación (conservado en
un documento conocido como «Texto de los Sarcófagos 76») que describe la
separación del cielo y la tierra, habla de Shu (el firmamento), hijo de Atum
(la primera luz), que reunía las aguas. «Este dios [Shu] está atando la tierra
para mi padre Atum, y reuniendo la gran inundación para él».
La reunión de la inundación se refiere a
la creación del Nilo, y el texto continúa diciendo que el acontecimiento tuvo
lugar el mismo día en que Atum apareció sobre la primera montaña. Si eliminamos
los elementos politeístas de este mito, como probablemente harían los escribas
hebreos, éste proporciona un paralelo perfecto para los acontecimientos que
tuvieron lugar durante el segundo y el tercer día de la Creación en el Génesis.
Shu, que representa la bóveda celeste, es
hijo de Atum, la primera luz que los egipcios asocian con la aparición de la
montaña primitiva. Shu nació el mismo día que apareció Atum, siguiendo la
aparición de la montaña de Nun (la gran inundación). Shu (la bóveda celeste)
separó entonces a Nut (el cielo) de Geb (la tierra), ató la tierra y reunió
las aguas de la inundación en un solo lugar (el Nilo), la misma serie de
acontecimientos que en el Génesis.
La secuencia
de la Creación
en la Biblia ,
por lo tanto, sigue el esquema egipcio. La reunión de las aguas por Shu
describe el origen del Nilo y corresponde a la reunión bíblica de las aguas en
un solo lugar.
De la misma manera que en la descripción
de los cielos, uno de los escribas hebreos malinterpretó la descripción inicial
de las aguas, porque él ya no entendía los acontecimientos en un contexto
egipcio. La edición final de la
Biblia tuvo lugar después de que la élite hebrea fuese
capturada y trasladada a Babilonia, y Babilonia, como el gran centro de
aprendizaje que era, ejerció una poderosa influencia sobre los redactores
bíblicos posteriores. Ya que la perspectiva babilonia reconocía varias masas
de agua independientes e importantes, los escribas hebreos tomaron lo que en
origen era una descripción del Nilo, las aguas reunidas en un único lugar, y
la añadieron a una frase que indicaba que las aguas reunidas constituían varias
grandes masas de agua, ignorando o no reconociendo, nuevamente, la afirmación
contradictoria que
Mito 8: La vegetación apareció
antes que el Sol
El Mito: Y dijo Dios: «Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con
semilla y árboles frutales que produzcan fruto según su especie, y cada uno con
su simiente, sobre la tierra». Y así fue. Y produjo la tierra hierba verde,
hierba con semilla, y árboles de fruto con su semilla cada uno. Y vio Dios que
estaba bien (Gn 1, 11-12).
El tercer día
del Génesis finaliza con la aparición de la vegetación: hierba, semilla y
fruta. Entre paréntesis, esto crea problemas desde un punto de vista
científico, ya que la vida vegetal requiere de la luz solar para sobrevivir y
crecer, y hasta ahora el Sol todavía no ha aparecido. Pero nos ocuparemos aquí
sólo de los aspectos mitológicos de nuestro estudio.
Teniendo en mente la descripción que el
Génesis hace del tercer día, consideremos este breve extracto del Libro de los Muertos egipcio, cap. 79:
¡Salve Atum!—
Creador del cielo; creador de lo que
existe
El que surgió como tierra; el que creó
la semilla.
Este pasaje
describe exactamente la misma secuencia que el Génesis, la aparición del cielo,
seguida de la aparición de la tierra, y de la vegetación. La misma secuencia
aparece en otros textos egipcios que describen el proceso de la Creación. El hijo
mayor del cielo y la tierra, por ejemplo, era Osiris, a quien los egipcios
identificaban con el grano, demostrando nuevamente que la vegetación apareció
inmediatamente después que los cielos y la tierra.
A lo largo de la tradición de la Creación egipcia, la
vegetación aparece inmediatamente después de la división entre los cielos y la
tierra y la reunión de las aguas. Esta es la secuencia que sigue el Génesis, y
muestra el paralelo continuo, acontecimiento tras acontecimiento, entre los
mitos egipcios de la Creación
y el relato del Génesis de la
Creación.
Mito 9: Dios creó los cuerpos celestes
El Mito: Dijo luego Dios: «Haya en el firmamento de los cielos luminarias
para separar el día de la noche, y servir de señales a estaciones, días y años;
y luzcan en el firmamento de los cielos para alumbrar la tierra». Y así fue.
Hizo Dios las dos grandes luminarias, la mayor para presidir el día, y la menor
para presidir la noche, y las estrellas; y las puso en el firmamento de los
cielos para alumbrar la tierra y regir el día y la noche, y para separar la luz
de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno, y hubo tarde y mañana: día cuarto
(Gn 1,14-19).
El cuarto día
de la Creación
aparecen el Sol, la Luna
y las estrellas. Al principio la narración describe la creación de luces en el
firmamento (sin especificar de qué luces se trata) para dividir la noche del
día. Esto presenta un enigma ya que el primer día de la Creación Dios ya
había separado la noche del día, las tinieblas de la luz, una paradoja que se
trató anteriormente en el Mito 4. Estas luces sin especificar, creadas el
cuarto día, sirven para una variedad de funciones del calendario, marcando
días, temporadas y años. Luego, tras hablarnos de la función de estas luces, el
Génesis al fin las describe, una luz mayor para gobernar el día y otra menor
para gobernar la noche. Y, casi a modo de ocurrencia, añade, «y las estrellas».
Estas dos luces principales son el Sol y la Luna. Ya hemos observado
que en la doctrina tebana de la
Creación , el Sol aparece en la forma de Ra como un niño tras
los acontecimientos que tuvieron lugar durante la división de los cielos, la
tierra y las aguas y la aparición de la vegetación, y que coincide con el
Génesis. Pero no tenemos ninguna referencia correspondiente egipcia a la
aparición de la Luna
y las estrellas en conexión con el Sol. Sólo sabemos que en el mito tebano,
Amón (la divinidad creadora), que aparece en la forma de Ra (la divinidad
creadora hermopolitana), era el responsable de la organización del proceso
creativo restante, incluyendo la aparición de la Luna y las estrellas.
En algunos
textos egipcios, el Sol y la Luna
forman los ojos de Horus (una divinidad solar identificada como el hijo de
Osiris), pero no tenemos ningún relato especialmente útil acerca del origen de la Luna. Los egipcios
consideraban a las estrellas como los habitantes del más allá y, ya que Osiris
(el hijo del cielo y la tierra) reinaba en el más allá, llamaban a las
estrellas «Seguidoras de Osiris».
Mientras que
la tradición tebana sitúa la creación del Sol en el mismo punto secuencial que
el Génesis, tenemos que reconocer que el impulso de la narrativa en el Génesis
para el cuarto día no surge de ideas egipcias. El Sol tiene un papel bastante
reducido, colocado a un nivel equivalente o ligeramente más importante que la Luna y las estrellas, un
concepto que no concuerda con la visión egipcia.
Sin embargo,
un pasaje del texto babilonio de la creación, conocido como Enuma Elis (Tablilla V), muestra que las
ideas babilonias influenciaron la descripción que se hace en el Génesis.
Describe acontecimientos que tuvieron lugar casi inmediatamente después de que
el dios Marduk hubiese matado al monstruoso Tiamat y formara el cielo y la
tierra a partir de sus miembros seccionados. En el texto aparecen
descripciones detalladas acerca de cómo creó el Sol, la Luna y las estrellas y sus
funciones para marcar los periodos de tiempo. Para citar sólo un pasaje que
tiene su paralelo en la descripción bíblica: «Él hizo que brillara la luna; él
le encomendó la noche (a ella). Él la nombró a ella el ornamento de la noche,
para dar a conocer los días».
Comparen este pasaje con la redacción bíblica: «Hizo Dios las dos
grandes luminarias, la mayor para presidir el día, y la menor para presidir la
noche».
Las ideas en
ambos pasajes comparten claramente conceptos comunes, pero la redacción del
texto babilonio refleja la naturaleza politeísta de los mitos. Los hebreos,
como habían hecho con los mitos egipcios, aceptaban la ciencia babilonia, pero
separaban a los dioses de sus funciones. Aun así, podemos ver lo cerca que los
hebreos seguían el modelo babilonio, eliminando las divinidades, pero abrazando
su papel como gobernantes del día y la noche.
Mito 10: De las aguas
primitivas surgieron pájaros
El Mito: Dijo luego Dios:
«Rebosen de seres vivos las aguas y vuelen las aves sobre la tierra debajo del
firmamento del cielo» (Gn 1, 20).
El quinto día,
el Génesis describe la creación de la vida marina y los pájaros, y dice que los
pájaros surgieron de las aguas. Por otra parte, el segundo relato de la Creación en el Génesis,
atribuido a la fuente J, dice:
«Y el Señor Dios
trajo ante el hombre todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo
formó de la tierra» (Gn 2, 19).
¿Los pájaros surgieron de las aguas
primitivas o de la tierra? Una vez más, la Biblia proporciona testimonios contradictorios de
un acontecimiento, reflejando su dependencia de una variedad de materiales
procedentes de distintas perspectivas culturales. El relato de las aguas
primitivas sugiere un origen en una sociedad que considera el agua como fuente
de vida, como en la mitología egipcia. El relato basado en el origen terrenal
sugiere una sociedad en la cual la tierra desempeñaba un papel más importante
como medio de sustento, como en la antigua Babilonia.
En Egipto, el Nilo era una fuente de vida
y una gran variedad de aves acuáticas poblaban sus orillas. Los mitos egipcios
asociaban la inundación con el origen de la vida y varios mitos asocian a las
aves acuáticas con el proceso de la Creación.
Mito 11: Dios creó al hombre y
la mujer a imagen suya
El Mito: Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y
los creó varón y mujer (Gn 1, 27).
Sabemos por el
relato de Adán y Eva que el conocimiento del bien y del mal (la base
fundamental para la similitud espiritual) y la inmortalidad (una característica
física) eran atributos de Dios y de sus ángeles, pero no eran atributos que se
le otorgaran a la humanidad al principio de su creación. Además, Dios adopta
varias formas en la Biblia ,
incluyendo un arbusto en llamas y una nube de humo, por citar sólo dos
ejemplos. De modo que Dios y los humanos no compartían una forma física
similar.
Otra pregunta
que plantea el pasaje bíblico está relacionada con el sexo de esta imagen. ¿Era
la imagen de Dios varón o mujer, o ambos? Aunque la traducción inglesa dice al
principio que Dios creó al «hombre» a imagen suya, luego dice «varón y mujer
los creó». El problema reside en que la traducción inglesa no refleja exactamente
el texto hebreo subyacente. El hebreo no dice que Dios creó al «hombre»; dice
que creó a ha-adam, que significa «el
adán», y creó a «el adán» como varón y mujer. Si la palabra hebrea para
«hombre» es ish, entonces ¿qué es un
adán?
Debajo de la
traducción inglesa yace la idea de que adán significa «hombre», pero en
realidad ésta es una especulación por parte de los eruditos de la Biblia , que dan por sentado
que éste es el significado. Deriva básicamente de un juego de palabras basado
en la creencia de que Adán fue creado de la arcilla.
En hebreo y en otras lenguas semíticas,
la palabra para arcilla es ada-mah,
y, puesto que el Génesis dice que Dios creó al ser que posteriormente se llamó
Adán de la arcilla, los eruditos de la Biblia han dado por sentado que la palabra para
arcilla es una metáfora para hombre.
De hecho, hay un par de referencias no
bíblicas para indicar que este podría ser el caso, pero éstas se limitan a un
puñado de nombre propios hallados en textos en la biblioteca del antiguo Ugarit
y que datan del siglo xiv a.C. No tenemos indicios de ningún uso generalizado
en las lenguas semíticas de la palabra adán con el significado de «hombre».
El problema aquí es que los escribas
hebreos adoptaron la idea de que el hombre fue creado a imagen de Dios a partir
de las tradiciones egipcias. Esa creencia permaneció con los israelitas a lo
largo de su historia, pero debido a que no creían en ninguna forma física para
la representación de una divinidad, cuando el Génesis adoptó su forma escrita
final, el concepto de una «imagen de dios» ya no tenía ningún significado
específico.
Para trazar el concepto hasta sus
orígenes, observen la visión de los egipcios. Los egipcios creían que la
humanidad había sido creada a imagen del Creador y que el Creador tenía
características tanto de varón como de mujer. Un pasaje de un antiguo texto
conocido como Enseñanza para Merikare
ilustra el primer principio.
Bien cuidada está la humanidad—el ganado de dios.
Él hizo el cielo y la tierra para ellos
Él dominó al monstruo marino,
Él hizo el aliento para que sus narices vivieran.
Ellos son sus imágenes, que surgieron de su cuerpo.
Debe prestarse atención al paralelismo con el pasaje bíblico, en
el cual se habla no sólo de que la humanidad está hecha a imagen de Dios, sino
que además incorpora tanto al varón como a la mujer dentro de la imagen.
Por lo visto
este texto gozó de una amplia difusión en Egipto. Su origen se remonta al siglo
xx a.C., y la forma actual del texto aquí citado viene de un papiro escrito
durante el período del Imperio Nuevo, varios siglos después. Los escribas
hebreos en Egipto seguramente conocían las ideas expresadas en él.
Mientras que los egipcios tenían varias
ideas acerca de cómo fueron creados los humanos, esta versión en particular
indica que los hombres y las mujeres eran partes del cuerpo del Creador, y es
en este sentido que la humanidad poseía la imagen de un dios. Varios textos
también muestran que el Creador incorporó características tanto de hombre como
de mujer, explicando cómo las formas de ambos sexos podían tener el mismo
origen.
En el esquema hermopolitano, por ejemplo,
el Creador estaba compuesto por cuatro criaturas masculinas y cuatro femeninas
como un ente único. En las tradiciones hermopolitanas y menfitas, Atum, sin
necesidad de una pareja, dio a luz a dos divinidades, Shu mediante un estornudo
y Teíhut al escupirla. Lo hizo, según un texto, tras «haber actuado como marido
con mi puño». A Atum también se le ha conocido como el «Gran El-Ella», Ptah, el
Creador menfita, también exhibe características masculinas y femeninas. Según
un texto:
Ptah-sobre-el Gran-Trono
Ptah-Nun, el padre que creó a Atum;
Ptah-Naunet, la madre que dio a luz a Atum...
Así,
descubrimos que los textos egipcios muestran al Creador como poseedor de
aspectos masculinos y femeninos y que la humanidad fue creada a imagen suya.
Esto se traduce en el Génesis como: «Y creó Dios al hombre [es decir, los
humanos] a imagen suya, a imagen de Dios lo creó;
y lo creó varón
y mujer».
Por ultimo,
llegamos a la cuestión de la identidad de ha-adan,
el ser creado hombre y mujer. Puesto que los nombres de Atum y Adán se pronuncian
de manera casi idéntica, la «d» y la «t» son intercambiables a nivel fonético,
es lógico suponer que «el Adán» se trata de un término colectivo para una
multitud de seres que surgieron de Atum, el Creador heliopolitano.
Mito 12: Dios creó a Adán y Eva
el sexto día
El Mito: Díjose entonces Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los
peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las
bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella». Y creó
Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; y los creó varón y
mujer...Y vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho, y hubo tarde y mañana:
día sexto (Gn 1, 26-27.31)
¿Cuándo creó Dios a Adán y Eva? Si le preguntan a cualquiera que
conozca el libro del Génesis dirá que aparecieron el sexto día de la Creación. Cuando
los redactores bíblicos editaron la
Biblia en su forma actual, querían que el lector creyera que
esto era verdad. Sin embargo, un examen de los versículos bíblicos relevantes
muestra que el hombre y la mujer creados el sexto día no eran Adán y Eva.
En el primer
relato de la Creación ,
Dios procedió de manera ordenada a organizar el universo y crear todas las
cosas dentro de él. Durante cada uno de los seis días consecutivos llevó a cabo
varias tareas.
El tercer día
creó la vida vegetal, el cuarto los cuerpos celestiales. Y los días cinco y
seis:
Dijo luego Dios: «Hiervan de seres vivos las aguas y
vuelen las aves sobre la tierra y bajo el firmamento del cielo». Y así fue. Y
creó Dios grandes monstruos marinos y todos los animales que se arrastran y
que viven en el agua según su especie, y todas las aves aladas según su
especie.
Y
vio Dios que era bueno, y los bendijo, diciendo: «Procread y multiplicaos y
henchid las aguas del mar, y multipliqúense sobre la tierra las aves. Y hubo
tarde y mañana: día quinto.
Dijo
luego Dios: «Produzca la tierra seres animados según su especie, ganados,
reptiles y bestias de la tierra según su especie». Y así fue. Hizo Dios todas
las bestias de la tierra según su especie y todos los reptiles de la tierra
según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Díjose
entonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine
sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre
todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella».
Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó
varón y mujer; y los bendijo diciéndoles: «Procread y multiplicaos, y henchid
la tierra; sometedla y dominad los peces del mar, las aves del cielo y los
ganados y todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra» (Gn 1, 20-28).
Observen la
secuencia de los acontecimientos. Dios crea la vida vegetal y luego los cuerpos
celestiales, a continuación la vida acuática y los pájaros, luego las bestias,
el ganado y los reptiles, y por fin al hombre y la mujer. Los lectores, por
rutina, dan por sentado que el hombre y a la mujer eran Adán y Eva, pero veamos
lo que dice realmente la
Biblia.
Adán y Eva pertenecen al segundo relato
de la Creación.
Aparecen por primera vez en el segundo capítulo del Génesis.
Éste es el origen de los cielos y la tierra cuando
fueron creados. Al tiempo de hacer el Señor Dios la tierra y los cielos, no
había aún arbusto alguno en el campo, ni germinaba la tierra de hierbas, por no
haber todavía llovido el Señor Dios sobre la tierra, ni haber todavía hombre
que la labrase, ni vapor acuoso que subiera de la tierra para regar toda la
superficie cultivable. Modeló el Señor Dios al hombre de la arcilla y le
inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado. Plantó
luego el Señor Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a
quien formara (Gn 2, 4-8).
Mientras que
este pasaje nos dice exactamente cuando este hombre apareció, la mayoría de
personas que lo hayan leído ignoran el significado del texto. Este hombre
apareció «al tiempo de hacer el Señor
Dios la tierra y los cielos» y antes de eso no había vegetación alguna
sobre la tierra. ¿Cuándo exactamente sucedió eso?
En la versión
actual del Génesis, esto tuvo lugar en algún momento del tercer día de la Creación. Según
Génesis 1,6-13, Dios creó el cielo el segundo día y la tierra y la vegetación
el tercer día. Esto sitúa a Adán en medio del tercer día, después de la
creación del cielo y de la tierra y antes de la vegetación (posteriormente, en
el estudio del Mito 14, veremos que el cielo fue creado el segundo día, y fue
entonces cuando apareció Adán). Por lo tanto, si Adán apareció el tercer (o
segundo) día de la Creación ,
entonces no podía ser el hombre que fue creado el sexto día.
Pero, ¿qué pasa con Eva? Tras la creación
de Adán, la historia se desplaza hacia acontecimientos en el jardín del Edén.
Sabemos de la plantación de árboles, sobre todo los árboles de la ciencia del
bien y del mal y del árbol de la vida, y sabemos algunos detalles geográficos
sobre el jardín, pero nada todavía sobre una mujer. Entonces:
Y se dijo el Señor Dios «No es bueno que el hombre
esté solo, voy a hacerle una ayuda proporcionada a él». Y el Señor Dios trajo
ante el hombre todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó
de la tierra, para que viese cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los
vivientes el que él les diera. Y dio el hombre nombre a todos los ganados, y a
todas las aves del cielo, y a todas las bestias del campo; pero entre todos
ellos no había para el hombre ayuda semejante a él (Gn 2, 18-19).
Las bestias y
las aves no pudieron con la soledad de Adán. El hombre seguía estando solo. El
hombre necesitaba otra «ayuda proporcionada» y Dios se puso manos a la obra
para arreglar la situación.
Hizo pues, el Señor Dios caer sobre el hombre un profundo
sopor;
y
dormido, tomó una de sus costillas y cerró ese lugar con carne, y de la
costilla que del hombre tomara, formó el Señor Dios a la mujer, y se la
presentó al hombre (Gn 2, 21-22).
En un
testimonio anterior, Dios creó al hombre y a la mujer a la vez en el sexto día,
ambos tras la aparición de la vegetación y los animales. Pero en el relato de
Adán y Eva, Dios creó al varón (Adán) antes de la aparición de la vegetación y
los animales, y creó a Eva después de esos acontecimientos.
Al efectuar
una lectura sencilla y lógica del Génesis, vemos que Adán y Eva no pueden ser
el hombre y la mujer creados el sexto día de la Creación. Pero si
Dios creó a Adán el tercer (o segundo) día y creó al hombre y la mujer a imagen
de Dios el sexto día, ¿quiénes fueron los primeros humanos, Adán y Eva o el varón
y la mujer del sexto día? Responderemos a esta pregunta en nuestro estudio del
Mito 16.
Mito 13: Dios otorgó al hombre
el dominio sobre las criaturas
El Mito: « ...para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos
animales se mueven sobre ella». Dijo también Dios: «Ahí os doy cuantas hierbas
de semilla hay sobre la faz de la tierra toda, y cuantos árboles producen
fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento. También a todos los
animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los seres
vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de
verde hierba la tierra produce» (Gn 1, 26.29-30).
En el relato de
la Creación
en el Génesis, Dios le otorga a la humanidad el dominio sobre los seres vivos
de la tierra, las criaturas y las plantas para utilizarlas y alimentarse.
Observen que, al hacerle este regalo, Dios permite al hombre comer de cada
árbol, libre de las restricciones impuestas en el relato de Adán y Eva. Estos
pasajes del Génesis muestran una relación de mutua benevolencia y amistad
entre Dios y la humanidad.
Dicha visión difiere sustancialmente de
la que aparece en la literatura mesopotámica. Aquí, mientras que en ocasiones
una divinidad u otra en particular prefiere a algún ser humano en especial, los
dioses en general tienen una opinión negativa de la humanidad y la ven más como
una servidumbre cuya finalidad es hacer la vida más agradable a los dioses. En
el mito babilonio de la inundación, por ejemplo, los dioses decretan la destrucción
de la humanidad porque es demasiado ruidosa.
En contrapartida, los textos egipcios
retratan de manera más positiva la relación entre los dioses y la humanidad. La
Enseñanza para
Merikare lo ilustra bastante bien.
Bien
cuidada está la humanidad, el ganado de dios.
Él hizo el cielo y la tierra para ellos
Él dominó al monstruo marino,
Él creó el aliento para que pudieran respirar.
Ellos son sus imágenes, que surgieron de su cuerpo,
Él brilla en el cielo para ellos;
Para ellos él hizo las plantas y el ganado, las aves, y los peces
para alimentarlos.
Este consejo lo
ofreció un rey de la
Novena Dinastía (h. 2200 a .C.) a su hijo. Tales sentimientos
filosóficos datarían de antes del Éxodo y coinciden con la presencia de Israel
en Egipto, lo cual sugiere que esta visión podría haber tenido un fuerte
impacto literario sobre los hebreos. Ciertamente, la última frase es casi
idéntica a uno de los versículos de la sección del Génesis que estamos
comentando.
Mito 14 El tercer día Dios creó
la tierra
El Mito: Y a lo seco llamó Dios
tierra, y a la reunión de las aguas, mares. Y vio Dios que era bueno... y hubo
tarde y mañana: día tercero (Gn 1,10.13).
Según el
Génesis, en el tercer día de la Creación Dios reunió las aguas primitivas y creó
la tierra seca. A esta tierra seca la llamó «tierra». Ya hemos visto que esta
historia constituye una parte del mito egipcio de la Creación. Pero
existe otro problema, mientras que el Génesis sitúa este acontecimiento el
tercer día, una cuidadosa lectura del relato de la Creación en el Génesis
indica que el redactor bíblico cometió un error y que este acontecimiento, en
el testimonio original del Génesis, tuvo lugar el segundo día.
Al final de las
actividades de cada día, a excepción del segundo día, Dios repasaba lo que
había hecho y entonces decía «que era bueno». El séptimo día Dios descansó, por
lo tanto no realizó ningún acto que tuviera que declarar que era bueno.
La narrativa, sin embargo, le hace
bendecir y santificar el último día. El tercer y sexto día, empero, Dios
también declara algo que era bueno en la mitad del día. Consideraremos la
primera declaración del mediodía en este estudio, y cuando estudiemos el Mito
15 consideraremos la segunda.
La frase «que era bueno» constituye una
formula textual. Su colocación al final de las actividades de cada día sirve
para indicar que las acciones del día se habían completado y que a Dios le
agradaba lo que veía. Así, ¿por qué no hay una declaración de este tipo al
final del segundo día, y por qué en el tercer día aparecen dos declaraciones de
este tipo?
La declaración del mediodía en el tercer
día tiene lugar después de que Dios ha reunido las aguas y creado la tierra
seca. La segunda declaración de ese día sucede después de que Dios ha creado la
vegetación. Este arreglo textual es confuso.
La mayoría de eruditos de la Biblia aceptan que el
relato de la Creación
es mitológico, pero no ofrecen ninguna explicación útil de por qué los escribas
bíblicos omitieron la formula textual el segundo día y la introdujeron dos
veces el tercer día. Muchos intérpretes religiosos ortodoxos, por otra parte,
sugieren que Dios tuvo la intención de reunir las aguas y crear la tierra seca
el segundo día, tras levantar el firmamento, pero no tuvo tiempo de concluir la
tarea. Por lo tanto, reservó la bendición hasta después de concluir la tarea
el siguiente día.
Aunque esta explicación adopta una
interpretación literal del día como una duración fija del tiempo, pasa por alto
la omnipotencia de Dios y que las tareas en cuestión eran bastante menos arduas
que, digamos, crear el Sol o cualquier otra estrella, lo cual requeriría mucha
más energía que el simple levantamiento del firmamento o la reunión de las
aguas en la diminuta tierra. Aun así, Dios creó todas las estrellas, además de
los planetas y la Luna
en un sólo día.
La solución evidente a esta paradoja es
que los redactores bíblicos cometieron un error, el equivalente a un trabajo de
cortar y pegar mal hecho. Ya que la bendición para el segundo día no ocurre
hasta la mitad del tercer día, parece razonable concluir que la reunión de las
aguas era parte de los acontecimientos del segundo día, un seguimiento lógico
al levantamiento del firmamento en medio de las aguas. El redactor bíblico
creería que la
tierra seca que surge concuerda lógicamente con la aparición de la vegetación,
así que de manera prematura insertó un paréntesis en el segundo día y traspasó
los acontecimientos del segundo día al tercero. Pero no era libre de insertar
una bendición en el punto donde concluye el segundo día. En cambio, dejó la
bendición donde estaba tal y como aparecía en el texto original, después de la
reunión de las aguas.
Al trasladar el relato de la aparición de
la tierra seca al segundo día, resolvemos el problema de la bendición que
falta. Dicha restauración sitúa la formula textual al final de los
acontecimientos de cada día, donde pertenece.
Mito 15: El séptimo día Dios
descansó
El Mito: .. .y bendijo al día séptimo y lo santificó, porque en él descansó
Dios de cuanto había creado y hecho (Gn 2, 3).
Tal y como descubrimos
en el estudio del Mito 14, la narrativa bíblica incluye una formula textual que
marca el final de las actividades diarias. Vimos que en la versión actual del
Génesis, el escriba omite la bendición del final del segundo día, pero inserta
una en medio del tercer día, que es el resultado de un error del escriba. Al
trasladar los acontecimientos de la primera mitad del tercer día a la segunda
mitad del segundo día, se restaura la concordancia lógica y textual en el
Génesis. Dicho arreglo provoca que cada uno de los seis días acabe con una
bendición, pero sigue dejando una bendición de más en el medio del sexto día.
Aquella bendición ocurre después de la
creación de las bestias y los reptiles y antes de la creación de los humanos.
Una segunda bendición tiene lugar tras la creación de la humanidad. Siguiendo
la lógica de la formula textual, deberíamos concluir que en la fuente original
para el relato de la Creación ,
las bestias y el hombre fueron creados en días separados. Esto desplazaría la
aparición de la raza humana hasta el séptimo día y trasladaría el día de
descanso de Dios al octavo día.
El descanso del sábado, el séptimo día de
la semana (contando desde el domingo, al modo inglés), constituye una de las
tradiciones más sagradas de la civilización occidental. Pero si Dios descansó
el octavo día, y no el séptimo, entonces la práctica se deriva de un error del
escriba.
La idea de un descanso en sábado parece
ser de origen latino tardío. Hay escasas evidencias de que el antiguo Israel lo
pusiera en practica realmente. La
Biblia no recoge ninguna observación de este tipo en ninguna
parte del relato de Israel anterior al Éxodo de Egipto. Es verdad que en el
relato del Éxodo algunos pasajes bíblicos incluyen un mandamiento de Dios para
que se observe el sábado, pero podría tratarse de versículos posteriores.
De hecho, el
Deuteronomio 5, 15, que refleja los puntos de vista del rey Josías poco antes
del cautiverio babilonio, dice que Dios le dio a Israel el mandamiento del
sábado no porque él descansara el séptimo día, sino a modo de recordatorio de
que salvó a Israel de la esclavitud en Egipto:
Acuérdate,
de que siervo fuiste en la tierra de Egipto, y de que el Señor, tu Dios, te
Sacó de allí con mano fuerte y brazo tendido; y por eso el Señor, tu Dios, te
manda guardar el sábado.
Incluso después
del Éxodo y hasta el período monárquico tardío, la Biblia se mantiene
prácticamente en silencio acerca de la observación del sábado.
Por estas razones, es probable que la
idea de un sábado el séptimo día apareciera tarde en la historia de Israel. El
concepto pudo haberse originado en Babilonia, donde ciertos días del mes
—7,14,19, 21 y 28— eran considerados nefastos, y los babilonios creían que no
se debía desarrollar ningún trabajo ni ningún sacrificio durante esos días. Al
no conformarse con un ciclo de siete días perfectamente repetitivo, la
tradición babilonia recoge las semillas de un ciclo de siete días, en el que es
nefasto cada séptimo día del mes. O bien, la idea podía haberse recogido de
las tradiciones agrícolas cananeas. En cualquier caso, pudo haber sido
recogida del relato original de la
Creación , porque el día santificado habría sido el octavo del
ciclo de la Creación.
Mito 16: Después de la Creación Dios descansó
El Mito: Y rematada en el día sexto toda la obra que había hecho, descansó
Dios el séptimo día de cuanto hiciera; y bendijo el día séptimo y lo santificó,
porque en él descansó Dios de cuanto había creado y hecho (Gn2,2-3).
Tanto si Dios santificó el séptimo día como el octavo, debemos
continuar preguntándonos si Dios realmente descansó en este día santificado.
Después de todo, ¿qué necesidad tiene una divinidad omnipotente de estar por
ahí relajándose?
Una lectura
cuidadosa del texto bíblico parece contradecir la idea de un día de descanso.
Dice «descansó Dios el séptimo día de cuanto hiciera». Pero si la creación de
la humanidad constituía el acto final en este enorme esquema de
acontecimientos, la Biblia
debería decir que Dios terminó su labor el sexto día, el día de la conclusión.
En cambio, el texto dice que terminó el trabajo el séptimo día.
El texto
sugiere que Dios llevó a cabo obras adicionales después de crear la humanidad.
La referencia a la finalización de los trabajos el séptimo día podría ser el
resultado de una edición descuidada del relato original, en el cual Dios creó
la humanidad el séptimo día en vez del sexto.
Este error
sigue de cerca los esfuerzos por crear un sábado el séptimo día. Para poder
incluir un día de descanso para Dios, los escribas de la Biblia tuvieron que
combinar los acontecimientos de los días sexto (animales) y séptimo
(humanidad). Al hacerlo, el escriba pasó por alto esta fra-secilla: «Y el
séptimo día Dios remató el trabajo que había hecho». El escriba se olvidó de
trasladar esas palabras al final del sexto día tras combinar las actividades
del séptimo día con los acontecimientos del sexto día.
Puede existir
un precedente en Oriente Próximo para la creencia de que el sábado y el día de
descanso están inextricablemente unidos. Una explicación probable proviene de Enuma Elísh, la épica babilonia de la Creación. En ella,
Marduk, quien al derrotar a sus enemigos se convierte
en la divinidad
principal de Babilonia, llama al dios Kingsu, uno de los líderes de la
oposición, y como castigo lo corta en trozos. A partir de su sangre crea la
humanidad, y Marduk impone sobre los humanos el deber de servir a los dioses.
En un pasaje que suena a un eco de la afirmación bíblica de que Dios descansó
tras la creación de la humanidad, encontramos lo siguiente:
Él que levantó el yugo impuesto sobre los dioses,
sus enemigos;
Él que creó a la humanidad para liberarlos;
Que
sus palabras perduren y no sean olvidadas En la boca de la humanidad, que fue
creada por sus manos.
En otras
palabras, después de que Marduk creara la humanidad, los dioses pudieron
descansar. Esta tradición babilonia es comparable al relato bíblico. Ambos
relatos muestran a los dioses descansando tras la creación de los humanos. En
el relato babilonio, Marduk crea a los humanos para que sean los siervos de los
dioses, liberando a éstos de sus labores. En el Génesis, Dios descansó tras la
creación de los humanos, pero no condenó a la humanidad a la servidumbre.
Claro que la tradición bíblica posterior mantiene que Dios e Israel tenían una
alianza especial, en la cual Israel se dedicaba a servir a Dios.
Aunque en el relato babilonio los humanos
no descansan junto con los dioses, tal y como se les manda a los hebreos en los
Diez Mandamientos, el relato de la
Creación en el Génesis sólo habla del descanso de Dios y no
dice nada de que los hombres se abstengan de trabajar. La idea de que la
humanidad debía descansar entró en la tradición bíblica mucho más tarde, tal
vez no antes del siglo vil a.C.
Mito 17: El cielo y la tierra
tuvieron hijos
El Mito: Éstas son las generaciones del cielo y de la tierra cuando fueron
creados. El día en que el Señor Dios creó la tierra y el cielo, no había aún
arbusto alguno en el campo, ni germinaban de la tierra hierbas, por no haber
todavía llovido el Señor Dios sobre ésta, ni haber todavía hombre que la
labrase, ni vapor acuoso que subiera de la tierra para regar toda la superficie
cultivable (Gn 2, 4-6).
El segundo
relato de la Creación
comienza en Génesis 2, 4 con la frase:
«Éstas son las generaciones del cielo y
de la tierra» (versión del rey Jacobo). Las primeras palabras son una formula
textual utilizada en el Génesis en diez ocasiones, y una sola vez fuera del
Génesis (Rt 4, 18). En todas estas instancias, a excepción de Génesis 2, 4, la
fórmula sirve para introducir narraciones sobre familias, como por ejemplo:
«Éstos son los descendientes de Isaac», o «Éstas son las generaciones de
Jacob». En cada una de estas instancias, lo que sigue son narraciones acerca de
los padres y sus hijos y los acontecimientos de sus vidas. No existe ninguna
razón lógica para pensar que haya otra interpretación distinta adherida a
Génesis 2,4.
La primera frase, por lo tanto, significa
que lo que sigue son relatos sobre la familia del cielo y de la tierra y sus
hijos. En otras palabras, el segundo relato de la Creación es una vuelta a
un relato anterior y politeísta de la Creación , en el que el cielo y la tierra son
seres cósmicos, divinidades capaces de tener hijos.
Esta conclusión molesta a los teólogos
porque contradice la idea de que la
Biblia es un tratado monoteísta. En consecuencia, reinterpretan
el pasaje para reflejar su propio punto de vista religioso. Argumentan que lo
que sigue son sólo relatos que tienen lugar después de la Creación. Esto no
sólo malinterpreta el sentido simple y claro, sino que también da lugar a otro
obstáculo. Los relatos no suceden después de la Creación , sino durante la
misma; el segundo día, para ser exactos.
Tal y como dice el resto del pasaje, los
relatos sobre el cielo y la tierra suceden «el día en que el Señor Dios creó la
tierra y el cielo» y antes de la aparición de la vegetación. En nuestro estudio
del Mito 14, tras reconstruir la secuencia original de la Creación , descubrimos que
el cielo y la tierra fueron creados el segundo día y la vegetación el tercero.
El día que Dios creó el cielo y la tierra corresponde al segundo día de la Creación.
Esto establece
una unión entre el primer y segundo relato de la Creación en el Génesis.
En el primer relato de la
Creación , los acontecimientos del segundo día estaban
basados en el mito heliopolitano de la Creación , la aparición de Atum como un firmamento
en las aguas, la separación del cielo y la tierra y la reunión de las aguas. En
ese relato, el editor del Génesis despojó a las personas de las divinidades
egipcias y dejó sólo los fenómenos naturales que éstas representaban. Ocurrió
algo más en el segundo relato de la Creación. Como veremos en el estudio de algunos
de los siguientes mitos, los editores bíblicos han conservado algunas de las
personas de las divinidades egipcias, pero las han retratado como humanos y han
eliminado su identificación con fenómenos naturales. Pero, en ocasiones, han
cometido errores y no han reconocido todas las asociaciones anteriores, por
ejemplo, al dejar una referencia a «las generaciones del cielo y de la
tierra».
Mito 18: Adán y Eva fueron los
primeros humanos
El Mito: Este es el libro de la descendencia de Adán. Cuando Dios creó al
hombre, lo hizo a imagen suya. Los hizo varón y mujer, y los bendijo, y les
dio, al crearlos, el nombre de Adán. Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró
un hijo a su imagen y semejanza, y lo llamó Set; vivió Adán después de
engendrar a Set ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Fueron todos los
días de la vida de Adán novecientos treinta años, y murió (Gn 5, 1-5).
Al principio del segundo relato de la Creación en el Génesis,
nos cuentan que las historias que siguen son sobre la familia del cielo y la
tierra (véase Mito 17). Los personajes principales en esos relatos son Adán y
Eva y sus hijos, Caín y Abel, lo cual sugiere que la familia de Adán es la familia
del cielo y la tierra.
Al principio, la Biblia se refiere a Adán y
Eva como «el Adán» (véase Mito 11) y a Eva como «la mujer». Durante el
transcurso de la narración, tiene lugar una sutil transformación en la
terminología y estos son conocidos como Adán y Eva. Aunque se sugiere en estos
primeros relatos que Adán y Eva fueron los primeros humanos, hasta Génesis 5,
1 no se produce una conexión directa. En ese momento, la Biblia presenta la primera
de varias genealogías que colocan a Adán como el antecesor de la raza humana,
trazando una línea de descenso que pasa por Noé hasta los patriarcas bíblicos.
En el Mito 12
vimos que Adán y Eva no eran los mismos humanos creados el sexto día. Ellos
fueron creados «al tiempo de hacer el Señor Dios la tierra y los cielos», lo
cual tuvo lugar el segundo día. ¿Fueron ellos unos humanos distintos a los
creados el sexto día, o fueron originariamente algún tipo de divinidades
cósmicas?
En el mito
babilonio de la Creación ,
los cielos y la tierra eran las mitades seccionadas de un monstruo muerto
conocido como Tiamat. Puesto que estos dos trozos de cuerpo sin vida no
engendraron a ningún hijo, el mito babilonio no puede servir como prototipo
para la narración bíblica.
Sin embargo, si analizamos el mito
heliopolitano de la Creación ,
encontraremos parte del material de origen para el segundo relato de la Creación.
Según los heliopolitanos, Geb (la tierra)
y Nut (el cielo) tuvieron tres hijos, Osiris, Set y Horus, y dos hijas.
Las relaciones entre los miembros de esta
familia protagonizaban un papel importante en la mitología egipcia. Un relato
cuenta cómo Geb (la tierra) y Nut (el cielo) desobedecieron a la divinidad
principal y de cómo ésta castigó a Nut con dificultades para dar a luz. Otro
cuenta cómo Shu (el firmamento, hijo de Atum y padre de Geb) extrajo a Nut del
cuerpo de Geb y separó el cielo de la tierra. Y una tercera explica cómo uno de
los hermanos mató al otro hermano, y de cómo el tercer hermano fundó la línea
de los herederos legítimos al trono egipcio.
A muchos de los que conocen el relato de
Adán y Eva probablemente estarán familiarizados con estas tramas. Dios separó a
Eva del cuerpo de Adán; los dos desobedecieron la orden de Dios; Dios castigó a
Eva con dificultades para dar a luz; Adán y Eva tuvieron tres hijos, Caín, Abel
y Set, de los cuales uno, Caín, asesinó a otro hermano, Abel y el tercero fundó
la línea de descendientes desde Adán hasta Abraham.
Los dos esquemas genealógicos coinciden
tanto que uno no puede llegar a otra conclusión: el Génesis recibió la
influencia del modelo egipcio. Esto significa que Adán y Eva tuvieron una
encarnación original como las divinidades egipcias Geb, Nut y sus tres hijos,
Caín, Abel y Set, en correspondencia con los tres hijos de Geb y Nut, Osiris,
Horus y Set.
Los editores posteriores de la Biblia , sin embargo,
tuvieron problemas a la hora de presentar estos relatos sobre las antiguas
divinidades egipcias. Por una parte, los hebreos eran monoteístas y no creían
en estos dioses; por otra parte, estos relatos tenían una gran difusión y eran
muy conocidos. Los editores de la
Biblia decidieron desmitifícar las divinidades y reescribir
los relatos como si trataran sobre humanos en vez de dioses.
Por consiguiente, cuando intentaron
integrar los dos relatos bíblicos de la Creación en un único relato continuo, tuvieron
que cambiar los relatos para dar a entender que Adán y Eva eran los primeros
humanos, idénticos a los humanos nacidos el sexto día. Esta interpretación ha
ejercido una gran influencia a lo largo de la historia sobre los teólogos
judíos y los teólogos cristianos.
Sin embargo, a
pesar de los hábiles y exitosos esfuerzos de los editores, continuamos viendo
una gran cantidad del simbolismo mitológico original.
Mito 19: Dios formó a Adán de la
arcilla
El Mito: Y modeló el Señor Dios al hombre de la arcilla y le insufló en
las narices el aliento de la vida, y fue así el hombre ser animado (Gn 2, 7).
El Génesis dice
que Dios creó al primer hombre de arcilla de la tierra y le insufló la vida
soplándole por la nariz. Los mitos mesopotámicos hacen unas declaraciones
similares, pero se distinguen del Génesis en dos detalles significativos: 1)
los dioses crearon al hombre a partir de una mezcla de arcilla y sangre de una
divinidad muerta, y 2) no le inspiraron el aliento divino. Así, aunque el
relato mesopotámico podría haber tenido una influencia sobre el relato bíblico,
los detalles indican lo contrario.
En los mitos egipcios encontramos un
paralelismo más próximo al relato bíblico. Mientras que los egipcios tienen
varios relatos inconsistentes acerca de la creación de la humanidad, no se
excluyen mutuamente. Las distintas porciones de la humanidad podrían haber sido
creadas en distintas ocasiones mediante métodos diferentes. Sin embargo, en la
mayoría de versiones, los dioses crearon la humanidad a través de algún proceso
de esculpido. Según una conocida tradición, el dios Khnum crea a la humanidad
en una rueda de alfarero, señalando un origen a base de arcilla, como en el
Génesis. En otra versión, el dios artesano Ptah crea al hombre, aunque no se
describe el proceso.
Además del proceso del esculpido, una
parte esencial de la creencia egipcia sobre la vida es que ésta viene insuflada
por las narices, tal y como indica el relato del Génesis. En el «Texto de los
Sarcófagos 80», por ejemplo, Atum (el Creador) dio a luz a Shu (el firmamento)
a través de sus narices e identificó a Shu como la fuerza vital. En ese mismo
texto, Nun, (una personificación de la inundación) le dice a Atum que acerque a
su hija a sus narices para que su corazón viva. Y en otra parte de ese texto,
Shu, la fuerza vital, dice:
Yo
los guiaré y les daré la vida,
a través de mi boca, que es la Vida en sus narices,
guiaré mi aliento hacia sus gargantas...
Estas tradiciones egipcias muestran varios paralelismos con el
relato del Génesis, en el cual el hombre es creado a partir de la tierra y Dios
sopla la vida a través de sus narices. Pero, probablemente, la influencia más
importante sobre el Génesis fue el nacimiento de Atum. En el mito
helio-politano de la Creación ,
que yace tras los relatos de Adán y Eva, el primer ser fue Atum, cuyo nombre es
fonéticamente idéntico al de Adán. Atum fue formado de la primera tierra que
surgió de las aguas primitivas. Era literalmente una figura hecha de la arcilla
de la tierra. Además, como Adán, la primera hembra nació de él sin que hubiera
relaciones sexuales con una mujer.
Tal y como
vimos en el Mito 11, cuando la
Biblia dice que Dios creó al hombre de la arcilla de la
tierra, la frase traducida como «hombre» es en realidad ha-adam, el Adán, y el término es una forma plural que incorpora
tanto al varón como a la mujer: «Hízolos macho y hembra, y los bendijo, y les
dio, al crearlos, el nombre de Adán» (Gn 5, 2).
El nombre Atum
también posee un sentido plural, que comprende tanto al macho como a la hembra.
Significa «aquel que se completa absorbiendo a otros», y los otros son los
miembros machos y hembras de la
Enéada.
Ya que los
relatos de Adán y Eva se derivan en parte del mito heliopo-litano de la Creación , los numerosos
paralelismos entre Atum y Adán indican que originariamente los escribas hebreos
nombraron al primer ser Atum, como el primer ser del relato heliopolitano.
Posteriormente, debido a la confusión entre Atum y la palabra semítica para
«suelo», ada-mah, el nombre del
primer ser se convirtió en Adán.
Mito 20: Dios plantó el árbol de
la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal
El
Mito: Plantó luego el Señor Dios un jardín en Edén, al
oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo el Señor Dios brotar en él
de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar,
y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien
y del mal (Gn 2, 8-9).
En
el jardín del Edén Dios plantó dos árboles, el árbol de la ciencia del bien y
del mal, y el árbol de la vida. Comiendo del primero se obtenía el conocimiento
moral; al comer del segundo se obtenía la vida eterna. También colocó al hombre
en ese jardín para que cuidara de las plantas, pero le dijo que no debía comer
del árbol de la ciencia (y así convertirse en conocedor de la moral). En cuanto
a comer del árbol de la vida, Dios no dijo nada: «pero del árbol de la ciencia
del cien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás» (Gn 2, 17).
Más tarde,
la supuestamente malvada serpiente le dijo a Eva que la amenaza de Dios era
inútil.
Pero la serpiente, la más astuta de
cuantas bestias del campo hiciera el Señor Dios, dijo a la mujer: «¿Conque os
ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?» Y respondió la
mujer a la serpiente: «Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del
fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: «No comáis de él, ni
lo toquéis siquiera, no vayáis a morir». Y dijo la serpiente a la mujer: «No,
no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los
ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal». (Gn 3, 1-5)
Adán
y Eva no murieron al comer del árbol. Ciertamente, Dios temía que a
continuación comieran del árbol de la vida y obtendrían la inmortalidad.
Dijese el Señor Dios: «He alhí al
hombre heho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya
ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de el, viva para
siempre» (Gn 3, 22).
¿Por
qué temía Dios que Adán y Eva supieran de la inmortalidad y se convirtieran en
divinidades? ¿Y por qué temía que se volvieran inmortales? Como una divinidad
todopoderosa, él podría dar marcha atrás a la causa-efecto y devolver las cosas
a su estado anterior. ¿Y quién es este «nosotros» al que se dirige? (véase el Mito
25 para saber la respuesta). Las respuestas se pueden encontrar en los textos y
tradiciones egipcias.
El «Texto de
los Sarcófagos 80» contiene una extensa presentación filosófica del mito
heliopolitano de la Creación ,
y contiene algunos pasajes interesantes que no se han tenido en cuenta acerca
de la vida y la moralidad. Las partes más significativas para nuestros
propósitos tienen que ver con los hijos de Atum, el Creador.
Los dos
hijos de Atum son Shu y Tefnut, y en este texto Shu es identificado como el
principio de la vida y Tefnut como el principio del orden moral, un concepto al
que los egipcios se refieren como maat.
Estos son los dos principios asociados con los dos árboles especiales en el
jardín del Edén, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del
mal.
El texto
egipcio no sólo identifica estos dos mismos principios como descendientes de la
divinidad Creadora, sino que el texto continúa, diciendo que Atum (a quien los
editores de la Biblia
habían confundido con Adán, véase el Mito 19) recibe instrucciones de comerse a
su hija, la cual representa el principio del orden moral.
De tu hija Orden comerás. («Texto de
los Sarcófagos 80, línea 63»)
Aquí
tenemos una extraña correlación. Tanto el mito egipcio como el Génesis nos
dicen que la divinidad principal creó dos principios fundamentales, la vida y
el orden moral. En el mito egipcio, Atum debe comer del orden moral, pero en el
Génesis, a Adán se le prohibe comer de este orden. El motivo por el cual Dios
prohibió a Adán comer del árbol de la ciencia del bien y del mal se explica en
el Mito 21.
También cabe
destacar que el tema de la «serpiente en el árbol» asociado con el relato de
Adán y Eva proviene directamente del arte egipcio. Los egipcios creían que Ra,
el dios del Sol que rodeaba la tierra cada día, mantenía una pelea nocturna
con la serpiente Apofis y la derrotaba cada noche.
Varias
pinturas egipcias muestran una escena en la que Ra, que aparece con la forma
de «Mau. el Gran Felino de Heliopolis», se sienta ante un árbol mientras la
serpiente Apofis se enrosca alrededor del árbol, en una imagen paralela a la
rivalidad entre Adán y la serpiente del árbol en el jardín del Edén. Cuando
Israel residía en Egipto, las imágenes de Ra y Atum estaban muy asociadas, y de
hecho, los egipcios reconocían a una divinidad compuesta llamada Atum-Ra. Al
reemplazar a Re con Atum en el tema de la «serpiente en el árbol», la imagen se
acerca todavía más al relato bíblico, que confundía a Atum con Adán.
Mito 21 Adán moriría si comía
del árbol de la ciencia
El
Mito: Pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comas, porque el día que de el comieres, ciertamente morirás (Gn 2, 17).
En
el mito anterior vimos que las ideas egipcias sobre la relación entre el orden
moral y la vida eterna yacían tras el relato bíblico del árbol de la ciencia
del bien y del mal y el árbol de la vida. Sin embargo, a pesar los paralelismos
cercanos entre ambas descripciones, existe un fuerte conflicto. En el texto
egipcio, Nun (la personificación de la gran inundación) incitaba a Atum (el
Creador) a comerse a su hija Tefnut, para obtener acceso al conocimiento del
orden moral. En el Génesis, Dios prohibe a Adán que coma del árbol de la
ciencia del bien y del mal, negándole el acceso al conocimiento moral.
Esta
incongruencia aparece en medio del enigma moral en el relato bíblico. Parece
que Dios mienta y que la serpiente diga la verdad. En principio, Dios ordena a
Adán que no coma del árbol de la ciencia, diciéndole que morirá el mismo día
que lo haga. Pero, tras comer de ese árbol, Adán no sólo vive (durante otros
novecientos años), sino que Dios teme que éste obtenga la vida eterna si come
del árbol de la vida, y es necesario expulsarlo del jardín del Edén.
Si el
Génesis se inspira en la doctrina egipcia, ¿por qué el relato bíblico adopta un
giro tan radical cuando se trata de comer del árbol de la ciencia? Esa
divergencia entre los dos relatos se deriva de las diferencias fundamentales
entre las creencias hebreas y egipcias acerca de la ultratumba.
Eos egipcios
creían que si uno llevaba una vida de orden moral, el dios Osiris, que reinaba
en ultratumba, les otorgaría la vida eterna. Esa era la unión filosófica entre
estos dos principios fundamentales de la vida y el orden moral, y es por eso
que los egipcios los retrataban como los hijos del Creador.
En efecto, el
conocimiento del comportamiento moral era un paso hacia la inmortalidad y la
divinidad. Esa es precisamente la cuestión que plantea el Génesis.
Cuando Adán come del árbol de la ciencia del bien y del mal, Dios
declara que si Adán come también del árbol de la vida se volverá como el mismo
Dios. Pero los hebreos eran monoteístas. La idea de que los humanos puedan ser
como dioses chocaba con el concepto teológico básico de la religión bíblica,
según la cual había y podía haber un solo dios. Los humanos no podían ser
divinos.
La narración hebrea es en realidad un ataque sofisticado hacia la
doctrina egipcia del orden moral que lleva a la vida eterna. Comienza transformando
la vida y el orden moral de divinidades en árboles, eliminando las imágenes
caníbales sugestionadas por Atum comiéndose a su hija. Luego, a Adán se le
prohibe específicamente que coma el fruto del orden moral. A continuación, se
le dice a Adán que no sólo no obtendrá la vida eterna, sino que se morirá al
comer ese fruto. Finalmente, Adán es expulsado del Jardín antes de que pueda
comer del árbol de la vida y vivir eternamente.
Observen que el énfasis bíblico es sobre el conocimiento del orden
moral y no sobre la vida eterna. El mensaje bíblico es que uno no puede obtener
la vida eterna a través del conocimiento del orden moral. Dios le dirá a uno lo
que necesita saber y cómo se debe uno comportar, y uno obedecerá porque Dios lo
manda, no porque vivirá eternamente.
Cuando Dios le dijo a Adán que ciertamente moriría ese mismo día
si comía del árbol de la ciencia, se debe entender que la amenaza significaba
que los humanos no debían intentar ser como los dioses. Dios no quería decir
que Adán literalmente se caería muerto el día en que comiera el fruto
prohibido; quería decir que el día en que Adán violara el mandamiento,
perdería el derecho a la vida eterna. Recuerden que Dios en principio no
prohibió a Adán que comiera del árbol de la vida. (Supuestamente, un bocado del
fruto de ese árbol no otorgaba la inmortalidad. Uno tenía que comer de él de
manera continua y reabastecerse.) Una vez que hubo violado el mandamiento, Adán
perdió el acceso al árbol de la vida y ya no pudo comer el fruto que prevenía
de la muerte.
Mito 22: Dios prohibió a Adán que comiera ciertos frutos
El Mito: Pero del fruto del que
está en medio del Paraíso nos ha dicho Dios: «No comáis de él, ni lo toquéis
siquiera, no vayáis a morir» (Gn 3, 3).
En el Mito 20, vimos que los hebreos reemplazaron a las
divinidades egipcias asociadas con el orden moral y la vida con dos árboles,
uno de los cuales daba el fruto prohibido que iba acompañado de una amenaza de
muerte si se consumía. Este motivo del fruto prohibido viene de los antiguos
mitos mesopotámicos y fue recogido cuando los hebreos recibieron las
influencias culturales babilonias.
La más conocida
de estas narraciones, el mito de Enki y Ninhursag, habla de dos importantes
divinidades, que eran hermano y hermana y que vivían en un paraíso terrenal
llamado Dilmun. En una ocasión, Ninhursag consiguió atrapar esperma de su
hermano y lo usó para crear ocho plantas hasta entonces desconocidas y que
permanecieron intocables para los demás. Su hermano, que sentía curiosidad por
saber qué plantas eran, probó cada una de ellas. Cuando su hermana vio las
plantas dañadas, maldijo a su hermano, diciéndole: «Hasta tu muerte no volveré
a mirarte con el ojo de la vida».
Al poco tiempo
Enki empezó a consumirse, pero apareció un zorro y consiguió que Ninhursag
regresara. Al regresar, Ninhursag le preguntó a su hermano de qué órgano vital
padecía, y este nombró cada una de las partes dolientes, ocho en total. Para
cada enfermedad mencionada, su hermana proclamó el nacimiento de una divinidad,
y cada nacimiento curó una enfermedad correspondiente. El texto no menciona
quienes fueron los padres de estos nacimientos.
En este mito
mesopotámico principal, que habría sido bien conocido por los escribas hebreos
de la era babilónica, encontramos el tema del fruto prohibido en un paraíso
terrenal junto con una maldición de muerte por haber comido el fruto; temas
presentes en la narración del Génesis. La maldición de Ninhursag contra Enki
proporciona el motivo para cuestionar la idea egipcia de «comer el orden
moral», que nos lleva al tema bíblico del «fruto prohibido».
Mito 23: Eva fue creada de
la costilla de Adán
El Mito: Hizo pues, el Señor
Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus
costillas, y cerró en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre
tomara, formó el Señor Dios a la mujer, y se la presentó al hombre. El hombre
exclamó: «Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se
llamará varona, porque del varón ha sido tomada». Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola
carne (Gn. 2,21-24).
El personaje de Eva se inspira en varios mitos, tanto
egipcios como sumerios. Según el Génesis, Dios creó a Eva de la costilla de
Adán. Como resultado de esta relación, Dios instauró la idea del matrimonio.
Por eso dejará el hombre a su padre y a
su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne. (Gn
2, 21-24)
En principio, a la mujer de Adán se la conocía sólo como «la
varona», porque «del varón ha sido tomada». No fue hasta después de que ella y su
marido fueran expulsados del Jardín del Edén que recibió el nombre de Eva. Al
darle ese nombre, Adán dijo que era «por ser la madre de todos los seres
vivientes».
En el Mito 17
vimos que Adán y Eva se correspondían con las divinidades egipcias Geb (la tierra)
y Nut (el cielo). Según el «Texto de los Sarcófagos 80», Atum dijo que creó a
Nut para que «estuviera por encima de mi cabeza y Geb se pudiera casar con
ella». En otras palabras, los egipcios veían la unión de la tierra y el cielo
como la base del matrimonio, y este principio se traslada al Génesis con Adán y
Eva.
Mientras que
Adán se convirtió en el único padre de Eva, igual que Atum (el Creador
heliopolitano) se convirtió en el único padre de sus hijos, la idea de que Eva
salió de la costilla de Adán se deriva de un juego de palabras en sumerio
antiguo, el lenguaje literario más antiguo de Mesopotamia. Se origina con el
mito sumerio de Enki y Ninhursag (véase Mito 22).
En ese mito,
Enki padece de ocho dolores, uno de los cuales está en la costilla.
«Hermano mío, ¿qué os duele? «La
costilla».
El nombre de la divinidad que curó la costilla de Enki era Ninti,
un nombre que en sumerio tiene un doble significado. La primera parte, «Nin»,
significa «la dama de», pero la segunda parte «ti», puede significar tanto
«costilla» como «hacer vivir». Por lo tanto, Ninti significa tanto «la dama de
la costilla» como «la dama que hace la vida».
También Eva
combina ambos títulos. Verdaderamente es la «dama de la costilla», ya que
provino de la costilla. Y, tal y como indica su primer título, ella es la
«dama que hace la vida».
Mito 24: Adán obtuvo la
sabiduría sin la inmortalidad
El Mito: Díjose el Señor Dios:
«He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que
no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él, viva para
siempre» (Gn 3,22).
Cuando Dios expulsó a Adán del Edén, el hombre poseía la sabiduría
pero no la inmortalidad, y sus descendientes tuvieron que sufrir por su pecado.
Este aspecto del relato toma prestados elementos de un mito mesopotámico sobre
un personaje llamado Adapa.
Según cuenta la
narración, el dios Ea creó a Adapa para que fuera un dirigente de la humanidad
y le otorgó sabiduría, aunque no la vida eterna. Adapa desempeñó bien su
función, pero un día, mientras navegaba, el Viento del Sur volcó su barca y lo
tiró al agua. Muy enfadado, Adapa maldijo al viento y le rompió las alas. Al
enterarse Anu, la principal divinidad, exigió que Adapa apareciera ante él.
Ea, una de las
principales divinidades mesopotámicas, se hizo amigo de Adapa y le preparó para
el encuentro. Entre sus instrucciones, le dijo:
Os ofrecerán los alimentos de la
muerte;
No los comáis. Os ofrecerán el agua de
la muerte;
No la bebáis. Os ofrecerán una prenda;
No os la pongáis. Os ofrecerán aceite;
untaos con él.
En estas instrucciones, Ea se refiere a las ofrendas como «los
alimentos de la muerte» y «el agua de la muerte», pero cuando Adapa aparece
ante la corte de Anu, la divinidad describe las ofrendas como «los alimentos de
la vida» y «el agua de la vida». Obedeciendo a Ea, Adapa rechaza la hospitalidad
de Anu y al hacerlo se gana los favores del dios. Como recompensa, Anu libera
a Adapa de la servidumbre obligatoria, pero puesto que su pecado merece ser
castigado, Anu hace que la humanidad sufra enfermedades y plagas.
En la narración de Adapa, el héroe tenía sabiduría pero no la
inmortalidad; había pecado contra los dioses y debía ser castigado. Como
resultado de su pecado, pierde la oportunidad de comer ciertos alimentos que
le habrían otorgado la inmortalidad, y, a raíz de su pecado, la humanidad tiene
que padecer enfermedades y plagas. Mientras que el pecado de Adapa se distingue
del de Adán , ambos soportaron destinos similares; la humanidad sufre y ambos
pierden la inmortalidad.
Se han encontrado fragmentos de este mito en una biblioteca del
siglo xrv a.C. en Egipto (anterior al Éxodo) y en una biblioteca del siglo vii
a.C. en Asiría, dando fe de su longevidad literaria y su influencia muy
difundida. Una leyenda como ésta habría sido muy conocida entre los escribas
hebreos. El parecido con la trama de la narración del Génesis indica que el
mito de Adapa ayudó a modelar la narración bíblica.
Mito 25: Había otros seres en el
jardín del Edén antes de Adán y Eva
El Mito: Hagamos al hombre a
nuestra imagen... Díjose el Señor Dios:
«He ahí al hombre hecho como uno de nosotros... (Gn 1, 26. 3, 22).
En dos ocasiones en el segundo relato de la Creación , Dios habla con
uno o más seres de naturaleza no humana. Antes de crear a Adán, dice: «hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza». Y posteriormente, cuando Adán y Eva ya
habían comido el fruto prohibido, dice: «He ahí al hombre hecho como uno de
nosotros». ¿A quién se refiere este «nosotros»?
Una vez más,
tenemos una clara indicación de otras divinidades presentes en el relato de la Creación. De la misma
manera que el segundo relato de la
Creación se inspira en los mitos heliopolitanos, el «Texto de
los Sarcófagos 80» proporciona una pista razonablemente buena acerca de hacia
quién se dirigía Dios. En ese texto, Atum, (el Creador) y Nun (una
personificación de las aguas primitivas) mantenían esta conversación:
Entonces Atum le dijo a
las aguas (es decir, a Nun): «Estoy flotando, muy agotado, los nativos
inertes...».
Las aguas (es decir, Nun) le dijeron a Atum: «Besa a tu hija Orden
[es decir, Tefnut, que representaba el orden moral.]».
El «nosotros» en el relato del Génesis se habría referido
originariamente a Atum y Nun. Al igual que el Creador hebreo reemplaza a Atum
en el proceso de la Creación ,
la narración sufre algunas transformaciones. La retención del «nosotros»
conserva restos de la fuente heliopolitana politeísta para el relato bíblico.
Mito 26 : Dios plantó un jardín
en Edén, al oriente
El Mito: Plantó luego el Señor
Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo
el Señor Dios brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la
vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín hizo brotar el árbol de
la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que
regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba
Pisón, y es el que rodea toda la tierra de Evila, donde abunda el oro, un oro
muy fino, además de bede-lio [similar a la mirra] y ágata; y el segundo se
llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Cus; el tercero se llama
Tigris y corre al oriente de Asiría; el cuarto es el Eufrates (Gn 2, 8-14).
¿Dónde plantó
Dios el jardín del Edén? Se ha escrito mucho sobre este tema, pero sin ninguna
respuesta definitiva. El texto aporta pocas pistas. El Génesis lo ubica en
oriente, que es donde nace el sol, y también lo ubica al oeste de Nod, donde
Caín construyó la primera ciudad. Desgraciadamente, nadie sabe donde estaba
Nod.
Las principales pistas en cuanto a la
ubicación del Edén son las referencias a los cuatro ríos, Pisón, Guijón,
Tigris y Eufrates, que se dividen de un río principal que fluye del Edén, pero
que no se nombra.
El primer río. Pisón, abarca toda la
tierra de Evila, que posee muchos recursos naturales, tales como oro, bedelio y
ágatas. La ubicación de Evila se desconoce, pero la mayoría de eruditos creen
que se corresponde con Arabia. Génesis 10, sin embargo, al describir varias
relaciones geográficas, dice que Evila es un hijo de Cus, y Cus es Etiopía.
El segundo río, Guijón, «rodea toda la
tierra de Cus (Etiopía)». Esto coloca a los dos ríos en la cercanía de Cus, una
zona al sur o cercana al sur de Egipto.
El tercer río, el Tigris, fluye hacia el
este de Asiria, y se trata de una de las dos grandes vías fluviales de Mesopotamia.
El cuarto río se conoce aún como el Eufrates, el otro gran río de Mesopotamia.
¿Dónde está el fallo? Tenemos dos ríos en
Asia y dos al sur de Egipto. ¿Cómo pueden estar estos ríos conectados a una
única fuente? ¿Cuál es la potente fuente de agua de la cual se derivan los
otros cuatro ríos? ¿Y donde está el Nilo, que atraviesa Egipto, entre Asia y
Etiopía? La narración en su forma actual representa una edición tardía
realizada por alguien que conocía las tradiciones babilonias, pero que no era
conocedor de la geografía africana.
Varias pistas sugieren que el gran río no
nombrado del cual fluyen los otros cuatro es el Nilo.
1. El Nilo es el
único río principal que no aparece nombrado en el texto.
2. Esta identificación explicaría cómo la
geografía del Edén podía incluir dos ríos al sur de Egipto que se unen a otros
nacimientos de ríos más hacia el norte.
3. La narración del jardín del Edén se
deriva del mito heliopolitano de la Creación. En esa narración, después de que
surgiera la primera tierra y las aguas se reunieran en el Nilo, el dios Shu
bajó a Heliópolis y se convirtió en Osiris en forma de grano, plantando así un
jardín al este del Nilo.
4. La tradición
egipcia sitúa el árbol de la vida en Heliópolis.
5. La primera tierra en la tradición
egipcia se conocía como la isla de Llamas (debido a la montaña en llamas que
surgió de Nun) y cada uno de los centros de culto decía ser el emplazamiento de
la primera tierra. En el Génesis, después de que Dios expulsa a Adán y Eva del
jardín, bloquea la entrada con querubines empuñando llamas, lo que sugiere la
idea de una «isla de llamas».
Estos puntos
indican que el relato de cuatro ríos que fluyen de un río que surge del Jardín
del Edén no tenía nada que ver con las dos aguas asiáticas descritas en la
narración del Génesis. Originariamente, los cuatro brazos serían tributarios
del Nilo, de los cuales dos se dividieron en el norte formando el delta de
Egipto, y dos fueron divididos al sur por Etiopía.
Por consiguiente, cuando los hebreos
llegaron a Babilonia, reemplazaron los nombres de los dos brazos del Nilo que
formaban el delta de Egipto con los nombres de los dos ríos mesopotámicos que
formaban el delta de Mesopotamia. Dejaron los dos brazos del sur intactos.
A medida que los hebreos comenzaron a ver
su historia desde el punto de vista babilonio, fueron identificando muchas de
las narraciones bíblicas con relatos similares de la literatura mesopotámica,
y a menudo perdiendo de vista las raíces egipcias originales. Al transferir
los ríos del delta egipcio a Mesopotamia, la isla de Llamas ya no mantenía
ningún significado para ellos. Las llamas asociadas a la isla original se
transformaron en espadas de fuego empuñadas por querubines.
En Mesopotamia, los hebreos aprendieron
relatos sobre un lugar llamado Dilmun, que era comúnmente conocido en esa
región como un antiguo paraíso de los primeros tiempos. Al sustituir las
tradiciones mesopotámicas por las egipcias, creyeron que Edén y Dilmun podrían
haber sido el mismo lugar.
Mito 27: En el jardín del Edén,
Adán y Eva llevaron una vida sencilla y primitiva
El Mito: Tomó pues, el Señor Dios al
hombre, y le puso en el jardín del Edén para que lo cultivase y lo guardase...
Y
se dijo el Señor Dios: «No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una
ayuda proporcionada a él». Y el Señor Dios trajo ante el hombre cuantos
animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese
cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les
diera. Y dio el hombre nombre a todos los ganados, y a todas las aves del
cielo, y a todas las bestias del campo; pero entre todos ellos no había para el
hombre ayuda semejante a él... Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer,
sin avergonzarse de ello (Gn 2, 15; 18-20; 25).
El
Génesis sólo nos ofrece una breve mirada a la vida en Edén. Dios creó al hombre
para que trabajara el jardín, el cual proporcionaba abundante comida. Pero el
hombre se sentía sólo, asi que Dios creó a los animales para que le ayudaran y
le acompañaran. Además de los animales, Dios también extrajo de la tierra todas
las aves y otros animales, pero ni estos consiguieron soliviantar la soledad
del hombre. Entonces Dios creó a la mujer para ayudarle. El hombre y la mujer
estaban desnudos y no se avergonzaban de ello, pero tras comer el fruto
prohibido, su desnudez se convirtió en vergüenza. A excepción del incidente
con la serpiente y los consiguientes castigos, no poseemos más detalles acerca
de la vida en el paraíso.
Las imágenes
presentadas en el Génesis son paralelas a aquellas de las primitivas leyendas
sumerias. Un relato del siglo xvii a.C.
habla de una época en que:
Cuando los caminos de la humanidad
habían sido olvidados por los dioses, se encontraban en lo alto del desierto
(es decir, no se inundaban). En aquellos días no se abrían canales, no se
dragaba por medio de zanjas.
El arado y la labranza todavía no
se habían establecido para los pueblos sometidos.
Ninguno de los pueblos plantaba en
surcos.
La humanidad de aquellos lejanos
días, desde Shakan [el dios de los rebaños] aún no había llegado a las tierras
áridas, no conocía los vestidos de telas finas, la humanidad andaba por ahí
desnuda.
En aquellos días, al no existir las
serpientes, al no existir los escorpiones, al no existir los leones, al no
existir las hienas, al no existir los lobos, la humanidad no tenía contrincante
alguno, y no existía ni el miedo ni el terror (líneas 1-15).
Cuando Anu, Enlil, Enki y Ninhursag
crearon a las gentes de cabeza negra (es decir, los súmerios), crearon a los
animales pequeños que salen de la tierra en abundancia e hicieron que hubiera,
como correspondía, gacelas, asnos salvajes y bestias de cuatro patas en el
desierto (líneas 47-50).
El
texto se reanuda tras un intervalo de unas treinta y siete líneas con una
indicación de que la monarquía había sido establecida desde el Cielo, y que el
dirigente elegido debía supervisar la labor de los demás y enseñarle a la
nación a ¡«seguir como el ganado»!
La visión
que acabamos de ver comparte numerosas similitudes con el Génesis. Igual que en
el relato bíblico, enfoca de cerca la necesidad de desarrollar la ganadería y
remediar la desnudez de la humanidad. También nos dice que las criaturas útiles
fueron extraídas de la tierra. Y, de modo implícito en el texto sumerio, la
humanidad no sabe nada acerca de la moralidad. Las gentes existían para servir
a los dioses y seguir instrucciones como si fuesen ganado. El rey, que
representa a los dioses, se encarga de enseñarles todo lo que necesitan saber.
El texto no
incluye ningún relato sobre la expulsión del paraíso, pero en los pocos pasajes
que aun se conservan en la tablilla existe un testimonio sobre la construcción
de las primeras ciudades. Esto continua teniendo un paralelismo con la trama
del Génesis, que nos dice que Caín, hijo de Adán y Eva, construyó la primera
ciudad tras ser expulsados del paraíso.
Mito 28 : La serpiente era la
más sutil de todas las bestias
El
Mito: Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias
del campo hiciera el Señor Dios... (Gen 3, 1).
A
Adán y Eva se les ordenó que no comieran del árbol de la ciencia del bien y del
mal. A medida que se desarrolla la narración, Eva se acerca al árbol y
encuentra en él a la serpiente. La serpiente anima a Eva a que pruebe el
fruto, pero ésta le habla de la prohibición por parte de Dios y de la amenaza
de muerte. La serpiente le contesta: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el
día que de el comáis se os abrirán los ojos y seréis como El, conocedores del
bien y del mal» (Gn 3, 4-5).
La
serpiente, quien seguramente ya había comido del árbol, evidentemente conoce
el secreto del fruto, que representa el concepto egipcio de maat, (es decir, el orden moral; véase
el Mito 20) y que comerlo otorga la vida eterna.
En nuestra
discusión sobre los árboles de la ciencia y la vida, observamos que los
egipcios tenían una imagen mística de la serpiente en un árbol. En imágenes de
esta narración, los artistas egipcios muestran a un gato con un palo
golpeándole la cabeza a una serpiente que habita en un árbol. El gato de este
mito es Ra. el dios del sol, y la serpiente es Apofis, el enemigo de Ra que
intenta tragarse el Sol al final de cada día. La acción de golpear la cabeza de
la serpiente, por cierto, representa exactamente lo que Dios le ordenó a Adán
que hiciera con la serpiente y su prole tras la expulsión del Edén.
Los egipcios
a menudo identificaban a Apofis con el dios Set. una divinidad astuta y
ambiciosa que quería quitarle el trono egipcio a su hermano Osiris. Con este
fin, conspiró con sus aliados para asesinar a Osins y hacerse con la monarquía.
Primero, fingió
amistad con su hermano y le ofreció como obsequio un sarcófago. Tras
presentárselo, le pidió a Osiris que se tumbara dentro para ver si entraba
bien. Inmediatamente después de que Osiris se hubiese acostado dentro, Set y
sus aliados le mataron, cerraron el sarcófago y se deshicieron de él.
A pesar del
asesinato, Osiris sobrevivió a la muerte y se convirtió en rey del más allá.
Esto nos lleva
directamente a la serpiente del árbol de la ciencia. Tal y como observamos con
anterioridad, el objetivo de la narración donde se le prohibe a la humanidad
que coma del árbol de la ciencia era que el fruto del árbol representaba a ma 'at, y para que un Egipcio pudiera
ser inmortal, él o ella debía demostrarle a Osiris que vivía en ma'at. Esto se contradecía con los
principios religiosos del monoteísmo hebreo y las imágenes míticas de Osiris se
tenían que eliminar.
Con la serpiente
en el árbol, que se corresponde a Set, el asesino de Osiris, tenemos un
desenlace irónico. Como castigo por buscar la inmortalidad adorando a Osiris,
el pecador perdía su inmortalidad mediante las acciones del enemigo mortal de
Osiris. el astuto y sutil Set.
Mito 29: Dios castigó a Adán, a
Eva y a la serpiente
El Mito: Dijo luego el Señor Dios a la serpiente: «Por haber hecho esto,
maldita serás entre todos los ganados, y entre todas las bestias del campo. Te
arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida. Pongo
perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te
aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar». A la mujer le dijo:
«Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos y
buscarás con ardor a tu marido, que te dominará. Al hombre le dijo: «Por haber
escuchado a tu mujer, comiendo del árbol del que te prohibí comer, diciéndote
no comas de él: por ti será maldita la tierra: con trabajo comerás de ella todo
el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del
campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,
pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, al polvo volverás». (Gn 3,
14-19).
Puesto que violaron el mandamiento de Dios, Adán, Eva y la
serpiente debían ser castigados. La naturaleza de los castigos se inspira en
temas del ciclo de los mitos de Osiris.
En la narración
de Osiris, después de que Set asesina a Osiris, el dios muerto consigue preñar
a su esposa Isis. Temiendo que Set también mate a su hijo, Horus, Isis lo
esconde en un pantano. Set descubre el escondite y en forma de serpiente se
acerca al niño y le muerde en el talón. Sin la intervención de los dioses,
Horus habría muerto. Cuando Horus alcanza la edad adulta, se enfrenta a Set y
gana el derecho a suceder a su padre.
Consideren
algunas de las imágenes de los mitos egipcios y compárenlas con la narración
del Génesis. Dios castigó a la serpiente obligándola a arrastrarse y
estableciendo una enemistad entre la mujer y la serpiente, y su hijo y la
serpiente.
Arrastrándose
sobre su pecho, la serpiente trata de morderle el talón al hijo. En el ciclo de
Osiris, Set se arrastra sobre su pecho hacia el niño, le muerde el talón y se
convierte en enemigo de la madre y del hijo.
En las escenas egipcias que muestran al
Gran Gato de Heliópolis, vemos a Ra en forma de gato golpeando la cabeza de la
serpiente que reside en un árbol. En el Génesis, a Adán se le ordena que
golpee la cabeza de la serpiente que mora en el árbol.
El último de los grandes castigos eran
dolores de parto para las mujeres. Queda implícito que hasta entonces los
partos eran indoloros, una idea que encontramos en el mito sumerio de Enki y
Ninhursag, donde el parto en el paraíso es indoloro. Sin embargo, ese mito no
incluye ningún castigo que tenga como resultado un parto doloroso. En el ciclo
de Osiris sí que hay una narración sobre las dificultades del parto y está
conectada con la violación de una directiva realizada por la divinidad
principal.
Según el relato egipcio, Geb y Nut eran
amantes, y Ra les prohibió que copularan. Desobedeciendo el mandamiento de Ra,
hicieron el amor y provocaron la ira de la divinidad principal. Éste ordenó a
Shu que los separara (la separación de los cielos y la tierra) y declaró que
Nut no sería capaz de dar a luz ningún día del año, provocando que su malestar
personal no tuviera fin. El dios Tot se apiadó de ella y consiguió la luz de
la luna para crear cinco días adicionales al final del año. Ya que estos días
no pertenecían al año regular, la acción de Tot permitió a Nut dar a luz a sus
cinco hijos durante esos cinco días.
Anteriormente, identificamos a Geb y Nut
con Adán y Eva, y los paralelismos continúan. Ambas parejas de esposos
ignoraron una orden directa de la divinidad principal y ambas mujeres fueron
castigadas con dificultades en los partos. Puesto que los autores de la Biblia necesitaban mostrar
esta narración en términos monoteístas, era necesario transformar a las numerosas
divinidades egipcias en seres humanos. Al hacerlo, transformaron la narración
específica de las dificultades de parto de Nut en el mito general sobre el
proceso de parto de todas las mujeres.
Mito 30: Caín mató a Abel
El Mito: Conoció el hombre a su mujer, que concibió y parió a Caín, y
dijo: «El Señor me ha dado un varón». Volvió a parir, y tuvo a Abel, su hermano.
Fue Abel pastor, y Caín labrador; y al cabo del tiempo hizo Caín una ofrenda al
Señor de los frutos de la tierra, y se la hizo también Abel de los primogénitos
de su ganado, de lo mejor de ellos; y agradóse el Señor de Abel y su ofrenda,
pero no de Caín y la suya. Se enfureció Caín y andaba cabizbajo, y el Señor le
dijo: «¿Por qué estás enfurecido y por qué andas cabizbajo? ¿No es verdad que,
si obraras bien, andarías erguido, mientras que, si no obraras bien estará el
pecado a la puerta como fiera acurrucada, acechándote ansiosamente, a la que
tú debes dominar? Cesa, que él siente apego a tí, y tú debes dominarle a él».
Dijo Caín a Abel, su hermano: «Vamos al campo». Y cuando estuvieron en el
campo, se alzó Caín contra Abel, su hermano, y le mató.
Preguntó el
Señor a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?» Contestóle:
«No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi
hermano?» Y le dijo Dios: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano
está clamando a mí desde la tierra (Gn 4, 1-9).
Adán y Eva tuvieron tres hijos varones llamados Caín, Abel y Set.
Caín mató a Abel y Set fundó la línea de descendencia hebrea desde Adán hasta
Abraham. En el Mito 17 observamos los paralelismos entre estos tres hijos de
Adán y Eva y los tres hijos de Geb y Nut, los dioses Osiris, Horus, y Set, en
el ciclo heliopolitano de la
Creación. La narración del Génesis no sólo conserva uno de
los nombres egipcios (Set), sino que, igual que en la narración egipcia, un
hermano mata al otro y el tercero funda la línea de sucesión legítima. A pesar
de los paralelismos, el autor del Génesis parece haber estado confundido acerca
de quién es quién en la narración original.
Mito 31: Caín fundó una ciudad
al este del Edén
El
Mito: Caín, alejándose de la presencia del Señor, habitó la
región de Nod al oriente de Edén. Conoció Caín a su mujer, que parió a Enoc.
Púsose aquél a edificar una ciudad, a la que dio el nombre de su hijo Enoc. A
Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mejuyael; Mejuyael a Matusael, y Matusael
a
Lamec
(Gn4,16-18).
ambas en
Mesopotamia.
Cuando
Dios descubre que Caín ha asesinado a Abel, declara: «Cuando la labres (la
tierra) no te dará sus frutos, y andarás por ella fugitivo y errante» (Gn 4,
12). Pero, casi inmediatamente después, Caín construye la primera ciudad, algo
que no concuerda en absoluto con ser un vagabundo y un fugitivo. La
contradicción recalca la confusión de los editores bíblicos sobre la identidad
de Caín.
Al
principio, Caín substituía a Osiris (el hijo mayor de los cielos y la tierra).
En la
tradición egipcia, Osiris vagabundeó por todas partes para enseñar habilidades
a la humanidad. También construyó la primera ciudad en el emplazamiento del
monte primitivo y cada centro de culto egipcio afirmaba ser el lugar donde
Osiris fundó la primera ciudad. En la tradición mesopotámica, las ciudades eran
construidas a instigación de los dioses, y los humanos hacían los trabajos
sucios. Varios textos hacen referencia a cinco ciudades que fueron construidas
en tiempos remotos: Eridu, Bad-Tibira, Larak, Sippar, y Shurrupak; todas datan
de principios del tercer milenio a.C.
En hebreo,
el nombre «Caín» significa «herrero» o «metalista». Los herreros eran artesanos
y los depositarios de la sabiduría de las artes. Los primeros mitos egipcios
no mencionan a los metalistas, pero en Mesopotamia, una de las primeras
ciudades, Bad-Tibira, significa «fortaleza de los metalistas», o «muro de los
metalistas».
El Génesis
aporta pocas pistas acerca de la identidad de la ciudad construida por Caín.
Estaba ubicada al este del Edén en una tierra conocida como
Nod, y Caín
le dio el nombre de su hijo a la ciudad. Fl nombre de su hijo ei\i Enoc, pero
una antigua costumbre trataba a los nidos como si fueran los lijos de la
ciudad, y la ciudad podría haber sido nombnula Irad, como nieto de Caín.
Por una
parte, puesto que Caín el vagabundo construyo solo una ciudad, y no cinco, como
dicta la tradición mesopotámica, y que originariamente representaba a Osiris,
deberíamos dar por sentado que construyo la ciudad en Egipto. Ya que su relato
se origino a partir del mito heliopolitano de la Creación , la elección mas
probable sería Heliópolis, «ciudad del Sol», al este del Nilo, donde nace el
sol. O bien, dado que el primer relato de la Creación en el Génesis
deriva del relato tebano de la
Creación , en el cual se inspini el segundo relato de la Creación , la primera
ciudad podría ser Tebas. El nombre bíblico de Tebas era No, una cercana
aproximación a Nod.
Por otra
parte, tal y como vimos en el Mito 30, los editores de la Biblia desplazaron el
relato de Caín como Osiris a las
narraciones sumerias sobre Dumuzi, quien, según la lista de reyes súmerios,
reinó en Bad-Tihira, «fortaleza de los metalistas», lo cual sugiere que los
editores bíblicos trasladaron la primera ciudad, de manera intencionada o por
error, desde Egipto a Mesopotamia. La identificación de Bad-Tibira con la
herrería proporcionaba una buena conexión con Caín, el herrero, al menos para
los editores posteriores de la
Biblia.
Por último,
tenemos otra ciudad como posible candidata. Eridu, una de las primeras cinco
ciudades ubicadas al sudeste de Babilonia, siempre aparece en primer lugar en
la lista de las cinco, indicando que los mesopotámicos la consideraban la más
destacada y la más importante. Como la primera y más importante ciudad
mesopotámica, es una buena elección como el lugar donde Caín pudo haber
edificado su centro urbano. El nieto de Caín se llamaba Irad, una aproximación
cercana a Eridu, lo cual sugiere otra posible conexión.
Además, los
mesopotámicos hicieron a Eridu la ciudad del dios Enki. Podría existir alguna
conexión entre los nombres Enki y Enoc, estableciendo así un enlace directo con
el hijo de Caín. Algunas literaturas antiguas otorgan a Enki el nombre
adicional de Nudimmud, que parece proporcionar una conexión de raíz con la
tierra de Nod, convirtiendo así a Eridu en la tierra de Nod.
Cualquier
conexión entre la ciudad de Caín y Mesopotamia, sin embargo, se debería a un
enlace posterior. La ciudad original habría estado ubicada en Egipto.
Mito 32: Dios envió un diluvio
para destruir la humanidad
El Mito: La tierra estaba toda
entonces corrompida ante Dios y llena de violencia. Viendo, pues, Dios que todo
en la tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre
la tierra, le dijo a Noé: «He decidido el fin de toda carne, pues la tierra
está llena de violencia a causa de los hombres, y voy a exterminarlos de la
tierra (Gn 6,11 -13).
En el mito
hermopolitano de la Creación ,
cuatro entidades masculinas y cuatro femeninas surgieron del diluvio primitivo
y se arrastraron hasta la primera tierra. Estos cuatro varones y féminas,
conocidos como los Ogdóadas (es decir, grupo de ocho) dieron a luz
colectivamente a Ra, la divinidad creadora, que flotaba sobre una flor de loto
mientras un pájaro volaba sobre su cabeza.
Las cuatro divinidades masculinas eran
Nun, Heh, Kek y Amón, quienes representaban los cuatro elementos primarios del
universo antes de la Creación ,
pero en algunos textos son substituidos por otras divinidades. Nun representaba
el diluvio primitivo y los egipcios lo solían retratar en forma antropomórfica,
de pie y con las aguas primitivas cubriéndole hasta la cintura, mientras alza
la barca solar con las otras divinidades dentro.
También en el relato de Noé cuatro machos
y cuatro hembras surgen de un diluvio mundial después de que una montaña emerge
de las aguas, pudiendo haber nacido durante ese intervalo de tiempo una sola
criatura (véase el Mito 33) con algunas interesantes preguntas acerca de
quienes eran sus padres. También incluye la aparición de aves, una de las
cuales se comporta de manera distinta a las demás (véase el Mito 34). Además,
los nombres de Noé y de sus tres hijos se parecen bastante a los nombres asociados
con el ciclo egipcio de la
Creación.
En el hebreo bíblico antiguo, la palabra
«Noé» (que debería transcribirse como «Noach») consta sólo de dos letras, nun y ched. No sabemos cuales eran las vocales originales, porque el
hebreo antiguo no utilizaba vocales. La asignación actual de las vocales es
especulativa.
Es interesante observar que nun, el nombre hebreo de la primera
letra del nombre de Noé, es la misma palabra que utilizan los egipcios para
nombrar al diluvio primitivo. El nombre del héroe del diluvio bíblico, por
tanto, se corresponde con el nombre de la divinidad egipcia que representa el
gran diluvio de la Creación
y que guía la barca solar a través de las aguas.
Otra coincidencia interesante entre Noé y
Nun tiene que ver con la imagen de una serpiente. Los egipcios retrataban a las
cuatro entidades masculinas de la
Ogdóada (las ocho divinidades, incluyendo a Nun, que surgió
del diluvio) como serpientes. En la escritura hebrea primitiva, la letra nun se desarrollaba a partir de la
imagen de una serpiente.
Los nombres de los tres hijos de Noé,
Sem, Cam, y Jafet, también presentan conexiones con el relato hermopolitano de
la Creación. Sem
es el mayor de los tres hijos de Noé y tiene un nombre de lo más inusual. En
hebreo significa «nombre». Así, Noé llamó a su hijo «nombre», lo cual no tiene
mucho sentido. Entre los judíos religiosos, sin embargo, la palabra shem se substituye a menudo por el
nombre de Dios, y parece poco probable que los escribas hebreos tuvieran la
intención de equiparar al hijo de Noé con la divinidad hebrea.
La palabra shem también forma la raíz de la palabra hebrea shemoneh, que significa ocho. Esto
proporciona una conexión con la ciudad egipcia de Hermópolis. Hermópolis es el
nombre griego de la ciudad, pero los egipcios la llamaban Shmn, que significa
«ciudad-ocho», por las ocho divinidades hermopolitanas que surgieron del
diluvio (la palabra hebrea y egipcia para «ocho» es la misma). Así, tanto el
nombre del hijo de Noé —Sem—, como el nombre egipcio de la ciudad —Shmn—, se
refiere a las ocho divinidades hermopolitanas que surgieron del diluvio
primitivo.
Cam, el nombre del segundo hijo de Noé,
se pronuncia «Chem» en hebreo, y es considerado el padre de las gentes egipcias
y africanas. Cam se deriva de la antigua palabra egipcia keme, que significa «tierra negra» y hace referencia a la fértil
tierra negra que queda cuando la inundación del Nilo retrocede.
El tercer hijo
de Noé es Jafet, y muchos han intentado identificar el nombre Jafet con el
griego lapetos, una divinidad mitológica cuyo hijo, Deucalio, ejerce de héroe
en un mito griego de inundación. Por muy tentadora que resulte esa
correlación, sólo cobra sentido si el mito griego hubiese influido el
desarrollo de la narración bíblica, una conclusión para la cual no tenemos
ninguna evidencia.
Sin embargo, si regresamos a la esfera
egipcia, volvemos a hallar otra conexión. En hebreo antiguo, el nombre Jafet
está formado por tres consonantes: «J-Ph-Th». Los sonidos «ph» y «th» son
lingüísticamente equivalentes a «p» y «t», así que el nombre se puede escribir
como J-PT. En hebreo, al combinar el nombre de Dios con otra palabra, uno
utilizaría una «J» para el nombre de dios, que suele aparecer transcrito como
«Jo» o «Ja» [en forma abreviada en inglés: Yo
o Yah], En J-PT, la parte PT del nombre contiene las mismas letras
utilizadas para el nombre de la divinidad creadora menfita, Ptah, así que
Jafet sería el equivalente lingüístico del nombre «Dios-Ptah». Esta es una
forma típica egipcia de combinación de nombres, como por ejemplo Atum-Ra o
Ra-Herakhte. También sugiere el término hebreo utilizado habitualmente de
«Señor Dios».
En nuestra explicación del primer día de la Creación (véanse Mitos
2-4), vimos que el primer día consolidaba la aparición de las ocho primeras
divinidades hermopolitanas con la presencia de Ptah, que invocó a la primera
luz. El nombre «Dios-Ptah» simboliza esa relación, combinando las ocho
divinidades hermopolitanas con Ptah.
Los nombres de Noé y de sus tres hijos,
por tanto, pueden considerarse correspondencias cercanas al mito hermopolitano
de la Creación. Noé
equivale a Nun, el diluvio primitivo; Cam significa la primera tierra que
surgió de las aguas; Sem representa la ciudad de Hermópolis, Shmn, construida sobre la primera
tierra (según la tradición hermopolitana), y Jafet corresponde a la divinidad
creadora primaria, una forma combinada de las Ogdóadas hermopolitanas y Ptah.
Debido a que los escribas hebreos necesitaban presentar al mundo un relato
monoteísta, tuvieron que reescribir el relato para que las conocidas
divinidades egipcias aparecieran con forma humana en este mito.
Mito 33: Cam era el padre de
Canaán
El Mito: Fueron los hijos de Noé salidos del arca Sem, Cam y Jafet; Cam
era el padre de Canaán (Gn 9, 18).
Según el mito hermopolitano de la Creación , las cuatro
entidades masculinas y las cuatro femeninas dieron a luz colectivamente al
dios Ra, la divinidad hermopolitana creadora y divinidad solar. En el relato de
Noé, también aparece una sola criatura que nace durante el periodo del diluvio.
Se llamaba Canaán y el escritor bíblico se muestra inexorable acerca de la
identificación de su parentesco.
Primero, el
texto dice: «Fueron los hijos de Noé salidos del arca Sem, Cam, y Jafet; Cam
era el padre de Canaán». El pasaje sugiere que Canaán también salió del arca,
pero no lo dice exactamente. Sólo tres versículos después, el autor nos vuelve
a recordar el parentesco de Canaán: «Vio Cam, el padre de Canaán, la desnudez
de su padre, y fue a decírselo a sus hermanos» (Gn 9, 22).
Estas son las
primeras dos menciones de Canaán en la Biblia , y en ambas ocasiones el versículo sugiere
que el nacimiento de Canaán ha tenido lugar, pero no dice explícitamente en
qué punto de la narración ocurre. Sin embargo, dos veces dice que Cam es el
padre. Inmediatamente después sigue un pasaje enigmático:
Y tomando Sem y Jafet el manto, se lo pusieron
sobre los hombros, y yendo de espaldas, vuelto el rostro, cubrieron, sin verla,
la desnudez de su padre. Despierto Noé de su embriaguez, supo lo que con él
había hecho el más pequeño de sus hijos, y dijo: «Maldito Canaán, esclavo de
los esclavos de sus hermanos será». Y añadió. «Bendito el Señor, Dios de Sem. Y
sea Canaán su esclavo. Dilate Dios a Jafet, y habite éste en las tiendas de Sem
y sea Canaán su esclavo» (Gn 9, 23-27).
En la escena
anterior, Cam había visto a su padre desnudo y se lo había contado a sus
hermanos. Entonces los otros dos hermanos taparon a su padre. Pero cuando Noé
despertó maldijo al «más pequeño de sus hijos», Canaán, no Cam, quien le había
visto desnudo. Puesto que esto sucede poco después de que Noé y su familia
desembarcan, ¿de dónde salió Canaán, y cómo podía tener la edad suficiente para
provocar dicha travesura, a no ser que ya hubiese estado en el arca?
Para que no exista confusión alguna sobre
si el autor equivocadamente substituyó a Cam por Canaán como el hijo más
pequeño, deberíamos observar que en todas las ocasiones en que la Biblia menciona a los tres
hijos de Noé juntos, el nombre de Cam aparece en segundo lugar. Se trataría de
una formula literaria cuya intención sería informar al lector de que Cam era el
segundo hijo, y no el más pequeño.
¿Quién era el padre de Canaán, Noé o Cam?
El tema debió estar rodeado de bastante confusión, porque en algún momento al
menos un editor de la Biblia
consideró que era necesario reiterar varias veces que Cam era el padre. La
confusión se originó a partir del hecho de que en la tradición hermopolitana,
cuatro entidades masculinas del arca eran los padres del mismo hijo, y esto no
tenía ningún sentido para los hebreos monoteístas posteriores. Era necesario
volver a examinar el tema del parentesco.
La identificación de Cam como padre de
Canaán se debería a un cambio posterior, bien entrado en el periodo de la
monarquía hebrea (véase el Mito 45). Se originó a partir de la idea que la
tierra de Egipto (es decir, Cam) era padre de la tierra de Canaán, una creencia
que se ve reflejada en Génesis 10, donde se pretende realizar un seguimiento
del origen de las naciones tras el diluvio.
Esto sugiere que Canaán originariamente
tenía un nombre distinto; un nombre que reflejaría su conexión con el dios
solar Ra en su forma infantil. (Ra tenía varios nombres diferentes. Hay una
letanía que enumera al menos setenta y cinco.) Esto explicaría por qué Noé
maldice a Canaán en vez de a Cam. Originariamente Canaán representaba al dios
Ra, la divinidad hermopolitana creadora, y los sacerdotes hebreos necesitaban
disminuir la influencia del Ra egipcio sobre las creencias de los primeros
refugiados hebreos de Egipto.
Mito 34: Noé liberó a unos
pájaros para saber si se había secado la tierra
El Mito: Y para ver cuánto habían menguado las aguas, soltó un cuervo,
que volando iba y venía, mientras se secaban las aguas sobre la tierra. Siete
días después, para ver si se habían secado ya las aguas sobre la superficie de
la tierra, soltó una paloma, que como no hallase dónde posar el pie, se volvió
a Noé, al arca, porque las aguas cubrían todavía la superficie de la tierra.
Sacó él la mano, y tomándola la metió en el arca. esperó otros siete días, y al
cabo de ellos soltó otra vez la paloma, que volvió a él al atardecer, trayendo
en el pico una ramita de olivo. Conoció Noé que habían disminuido las aguas
sobre la tierra; pero todavía esperó otros siete días y volvió a soltar la
paloma, que ya no volvió más a él (Gn 8, 7-12).
Otro fragmento del mito hermopolitano de la Creación habla de la
aparición de un pájaro durante el nacimiento de Ra. Aunque, como vimos
anteriormente, los redactores de la
Biblia presentaron un testimonio confuso sobre el nacimiento
de Canaán, el contexto dejaba claro que éste nació durante el diluvio. También
sugería que era más que un bebé cuando desembarcó, siendo este un problema
bastante confuso que trataremos en breve.
Aunque no
podemos correlacionar la aparición del pájaro benben (Benu) con el nacimiento
de Canaán, sí podemos mostrar que el pájaro benben apareció en la narración
original del diluvio.
En el Génesis,
después de que Noé y su familia llegan a la cima de una montaña, Noé libera
simultáneamente una paloma y un cuervo para ver si son capaces de encontrar un
lugar lo bastante seco donde posarse. La paloma regresa, pero el cuervo vuela
durante dos semanas mientras se seca la tierra. Noé suelta a la paloma dos
veces más y, durante el tercer vuelo, la paloma no regresa, señalando que la
inundación ha retrocedido.
No queda claro
por qué Noé no pudo sencillamente mirar desde la cima de la montaña para ver si
podían desembarcar. Ni tampoco tenemos una explicación de por qué soltó dos
pájaros el mismo día.
El incidente de los pájaros presenta un
paralelismo sorprendente con el mito mesopotámico del diluvio conservado en la
épica del Poema de Gilgamesh. En esa
narración, Utnapishtim, el héroe del relato del diluvio, también se sitúa sobre
la cima de una montaña y en tres ocasiones libera pájaros por el mismo motivo
que lo hace Noé. Son este tipo de detalles los que llevan a la conclusión de
que el autor de Gilgamesh y el autor de la Biblia compartían fuentes comunes para sus
relatos.
Pero las narraciones de los pájaros de
Gilgamesh y Noé presentan unas diferencias que confunden. En la primera,
Utnapishtim libera tres pájaros distintos en el siguiente orden: paloma,
golondrina y cuervo. Noé, sin embargo, libera cuatro pájaros en tres ocasiones.
Al principio suelta a una paloma y a un cuervo. La paloma regresa, pero el
cuervo sigue volando por ahí. Luego vuelve a soltar a la misma paloma dos veces
más. ¿Por qué en el Génesis se sueltan pájaros cuatro veces y en la narración
de Gilgamesh sólo tres veces?
La contradicción recalca los problemas
con los que se enfrentaba el redactor bíblico. Por un lado, tenía un relato de
Egipto en el cual un solo pájaro volaba sobre el diluvio. Por otra, tenía un
relato de Mesopotamia en el cual tres pájaros eran liberados y dos regresaban.
En total, tenía cuatro pájaros, dos que regresaban y dos que no.
El editor bíblico colocó a los cuatro
pájaros en el relato revisado, pero el cuervo planteaba un problema especial.
En la épica del Poema de Gilgamesh,
el héroe liberaba una paloma al principio de la secuencia y un cuervo al final;
la paloma regresaba y el cuervo no. En el Génesis, Noé libera una paloma y un
cuervo a la vez y, como en el Gilgamesh, la paloma regresa y el cuervo no. En
el Poema de Gilgamesh, el héroe
también libera una golondrina, pero en el Génesis este pájaro no aparece. En
cambio, Noé suelta la paloma dos veces más.
El redactor bíblico debió encontrarse con
más de una fuente para el relato del diluvio babilonio, la versión tradicional
de Gilgamesh con una golondrina, una paloma y un cuervo, y otro relato con sólo
palomas o pájaros sin identificar. A través de los escritos de Beroso, un
sacerdote Babilonio de la época de Alejandro Magno, sabemos que al menos una
versión del relato incluía la liberación de tres grupos de pájaros no identificados.
En la fuente
egipcia, el pájaro que no regresa habría sido un pájaro ben-ben, que los
egipcios identificaban con la garza, y ésta se comportaba de manera distinta a
los pájaros babilonios, sobre todo porque no tenía necesidad de buscar tierra
firme, ya que permanece en el aire y vuela hasta que aparece la primera tierra.
El autor de la Biblia , que sabía por los
relatos babilonios que debía ofrecer una explicación por un cuervo que no
regresa, substituye sencillamente el cuervo babilonio por la garza egipcia, y
la deja volar por todas partes hasta que encuentra un lugar donde posarse.
Mito 35: El diluvio tuvo lugar
durante la décima generación de la humanidad
El Mito: Noé tenía seiscientos años de edad cuando el diluvio inundó la
tierra (Gn. 7,6).
El Génesis
sitúa a Noé en la décima generación desde Adán y sitúa el diluvio en el año
seiscientos de Noé. A partir de la cronología del Génesis (en el texto
masorético), sabemos que el diluvio tuvo lugar 1656 años después del nacimiento
de Adán, pero debido a una serie de incongruencias y contradicciones en los
datos bíblicos relacionados con la fecha del Éxodo (véase el Mito 72), no
podemos determinar con precisión el año en que Adán fue creado. Dentro de los
parámetros aceptados, sin embargo, podemos datar su aparición entre 4004 y 3761 a .C. La segunda fecha
proviene de las tradiciones judías, mientras que la primera se deriva de los
cálculos realizados por el obispo Usher en el siglo xvn. Otras estimaciones nos
dan una fecha para el diluvio entre 2348 y 2105 a .C., lo cual es un
margen de tiempo totalmente inverosímil.
Ya que la Biblia también nos cuenta
que Moisés se crió como un hijo adoptado por la familia real, podría haber
recibido una educación egipcia de primera categoría y habría conocido la
historia de Egipto desde la I
dinastía hasta su propia época. Si él hubiese creído en algún diluvio a gran
escala, lo habría situado mucho antes de la I dinastía egipcia, y no en tiempos de Noé.
Tal y como vimos en los Mitos 32-33, el
relato del diluvio de Noé se originó a partir del mito hermopolitano de la Creación y debió suceder
antes de la aparición de la humanidad.
Entonces, ¿por
qué los editores de la Biblia
cambiaron periodos de tiempo? La respuesta se encuentra en una forma corrupta
de la antigua lista de reyes sumerios, que registraba la sucesión de monarcas
que reinaron en la antigua Mesopotamia, tanto antes como después del diluvio
de la mitología babilonia.
En las
versiones mesopotámicas del diluvio, éste tuvo lugar mucho después de la Creación. En un
documento sumerio que data de 2000
a .C., tenemos una lista de los primeros ocho reyes de
Sumer. Estos reyes reinaron de manera combinada durante 241 mil años, y el
diluvio ocurrió durante el octavo mandato. Pero en una versión posterior de
esta lista, que data del siglo iv a.C, el diluvio tuvo lugar durante el reinado
de un décimo rey llamado Ziusudra, y pasaron 432 mil años antes de que llegara
el diluvio. Ziusudra no aparece en la primera lista de reyes sumerios, pero su
nombre corresponde a una pronunciación heleniza-da, uno de los nombres del
héroe del diluvio babilonio. (No podemos decir en qué momento se modificó la
lista de reyes sumerios, sólo que ocurrió entre 2000 y 400 a .C. Si lo supiéramos con
exactitud, esto tendría un enorme impacto sobre la fecha en que se formuló el
texto bíblico).
Mientras que
los textos babilonios también datan el diluvio decenas de miles de años antes
de la época de Noé, el situar el diluvio en la décima generación de un reinado
establece un paralelismo con la situación de Noé en la décima generación de la
humanidad. La cifra de 432 mil años de la segunda lista de reyes, tal y como
veremos a continuación, añade un segundo paralelismo de correspondencia con el
relato bíblico.
Los babilonios
utilizaban unos espacios de tiempo enormes e inverosímiles en sus listas de
monarcas, de decenas de miles de años para cada uno de los primeros reyes.
También dividían estos espacios de tiempo en unidades menores, de las cuales una
se llamaba saroi, y duraba 3600 años. Un período de 432 mil años, por tanto,
equivale a 120 sarois. Esto nos recuerda que en el relato bíblico, Dios le
dice a Noé: «No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es
más que carne. Ciento veinte años serán sus días» (Gn 6, 3).
¿Qué significa
decir que «ciento veinte años serán sus días»? Una interpretación es que 120
años definía la vida más larga permitida para los humanos. Pero, después del
diluvio, varias generaciones vivieron más de 120 años, así que esto no puede
ser correcto. Otra interpretación es que este era un aviso de que el diluvio
llegaría dentro de 120 años. Este sería el significado correcto, pero los 120
años habrían sido originariamente 120 sarois, y el aviso habría sido que el
diluvio tendría lugar 120 sarois después de que el primer rey llegara al poder.
La cronología bíblica no podía permitir
un período de tiempo tan enorme, y los redactores sencillamente dieron por
sentado que los «sarois» se debían substituir por «años» para así acomodar la
cronología ya existente en el Génesis.
Mito 36: Toda la vida
terrenal se había vuelto corrupta y debía ser destruida
El Mito: La tierra estaba corrompida ante Dios, y llena de violencia. Vio,
pues, Dios que todo en la tierra era corrupción, pues toda carne había
corrompido su camino sobre la tierra. Dijo entonces Dios a Noé:
«El fin de toda carne ha llegado a mi
presencia, pues está llena de violencia a causa de los hombres, y voy a
exterminarlos de la tierra» (Gn 6, 11-13).
El Génesis
ofrece dos explicaciones diferentes para la ira de Dios contra la humanidad y
por qué envía el diluvio. En Génesis 6, 5-7, la ira de Dios se enciende primero
a causa de la maldad presente en la humanidad, pero por algún motivo que no se
explica, decide destruir no sólo a los humanos, sino también a las bestias, los
reptiles y las aves.
Viendo
el Señor cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su
corazón no tramaba sino aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber
hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón, y dijo:
«Voy a exterminar al hombre que creé sobre la superficie de la tierra; y con el
hombre, a los ganados, reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa
haberlos hecho» (Gn 6, 5-7).
Génesis 6, 11-13 trata de la corrupción y violencia más que de la
maldad, e imputa dicho comportamiento a todas las criaturas, no sólo a los
humanos, diciendo que la tierra esta corrompida y toda la carne (no sólo la
carne de la humanidad) ha corrompido las enseñanzas de Dios.
La primera
explicación sugiere un desorden natural entre todas las especies, mientras que
la segunda sugiere un desorden moral sólo entre los humanos.
En el «Libro
de la Vaca Divina »
encontramos una situación parecida a la primera explicación. La humanidad se
había vuelto corrupta y se había rebelado contra la autoridad de Ra, quien, en
este relato, era la divinidad principal de los dioses.
Ra enfoca su justo castigo sólo contra
los elementos corruptos. Animado por Nun, la representación antropomórfica del
diluvio primitivo, Ra envía al cielo (en forma de la diosa Hathor) para
destruir al enemigo. Como en el Génesis, la divinidad se arrepiente de su
respuesta violenta y detiene la destrucción. El relato egipcio también
incorpora un modesto diluvio, pero su objetivo era el de distraer a Hathor de
su misión destructora, en vez de ahogar a la humanidad. Con todo, hacer que
Nun, el diluvio primitivo, dirija a Hathor, el cielo, para que destruya la
tierra, proporciona una poderosa imagen poética- de las aguas superiores y las
aguas inferiores que se combinan para destruir la humanidad. Esto concuerda
con la imagen presentada por la
Biblia.
A ios seiscientos años de la
vida de Noé, el segundo mes, el día diecisiete de él, se rompieron todas las
fuentes del abismo, se abrieron las cataratas del cielo (Gn 7, 11).
El relato
egipcio corresponde a aquella parte de la narración en la cual sólo la maldad
de la humanidad era el tema de
preocupación: la humanidad había sido mala y debía ser castigada. Pero la Biblia también condena a
muerte a todas las criaturas vivientes, mientras que el relato egipcio sólo
castiga a los malhechores.
Esta incongruencia entre las dos
explicaciones del diluvio surge de los esfuerzos de los redactores de la Biblia para integrar los
mitos egipcios y babilonios. En ambos casos, las fuentes extranjeras hablan de
un tiempo posterior a la
Creación cuando la divinidad principal se enfadó con la
humanidad e intentó destruir la raza. Pero existían algunas diferencias en las
dos narraciones de origen.
En la narración egipcia, la humanidad se
comporta mal y el dios dirige su venganza sólo contra los malhechores. En la
narración babilonia, los dioses sencillamente deciden acabar con todas las
criaturas vivientes, tanto hombres como bestias. De manera sorprendente, el
autor del mito de Gilgamesh no ofrece
explicación alguna para esta acción destructora. Si bien, en un momento de la
narración, una de las divinidades castiga a la divinidad principal por sus
actos sin sentido:
«Oh guerrero, el más sabio de los dioses:
¿Cómo habéis podido sin reflexionar provocar este diluvio?»
Una versión anterior del relato babilonio
del diluvio, conocida como Atrahasis,
proporciona el motivo que falta: la humanidad se había vuelto demasiado ruidosa
y su comportamiento irritaba a los dioses y diosas. Por consiguiente, la
divinidad principal envía un diluvio para acabar con toda la vida terrenal.
Puesto que el relato babilonio del
diluvio describe la destrucción de toda la vida terrenal a excepción de la que
se encuentra en el arca de Utnapishtim, por motivos de concordancia, los
editores de la Biblia
cambiaron el final del relato egipcio en el cual Ra destruye sólo a los malvados,
a otro en el cual destruye toda la vida terrenal excepto la que se halla en el
arca de Noé. Al volver a contar la leyenda del diluvio, los redactores bíblicos
combinaron porciones tanto de los relatos egipcios como de los babilonios.
Mito 37: Los hijos de Dios se
casaron con las hijas del hombre
El Mito: Y... los hijos de Dios
se unieron con las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos son los
héroes, los famosos varones de la antigüedad (Gn 6, 4).
Los redactores
de la Biblia
dataron el diluvio entre 2348 y 2105
a .C. Este espacio de tiempo coincide con el Primer
Periodo Intermedio de Egipto, una era de gran caos, corrupción y guerra civil.
Tal y como «dice un papiro:
El arquero está preparado. El malhechor está por
todas partes. No hay ningún hombre de ayer. Un hombre ase un arado con su
escudo. Un hermano golpea a su hermano, el hijo de su madre. Los hombres esperan
en los matorrales la llegada del viajero ignorante para robarle. El ladrón es
poseedor de riquezas. Las cajas de ébano se rompen. La preciada madera de
acacia se parte en dos.
En esta época,
el centro de los problemas políticos de Egipto era la decreciente autoridad de
los monarcas reinantes en Menfis y la creciente rebeldía de los señores de la
guerra locales procedentes de la ciudad egipcia de Heracleópolis. Los
opositores consiguieron su-ficiente poder para declararse los dirigentes
oficiales de Egipto, pero los; escritores egipcios posteriores consideraban que
la dinastía heracleopolita era ilegitima, y muchas listas de reyes egipcios la omitían
del listado de monarcas.
Según las creencias egipcias, el rey
personificaba al dios Horus, una divinidad solar que se convirtió en rey de
Egipto tras la muerte de su padre
Osiris, y cualquier desafío a la autoridad del binomio Horus/faraón constituía
un desafío al orden natural del universo. Los egipcios eran muy conservadores
en sus tradiciones, y no reconocían los cambios importantes de buen grado.
Menfis había sido la sede de la autoridad real durante casi ochocientos años
cuando Heracleópolis la desafió para acceder al poder. La reivindicación de la
oposición tenía que estar basada tanto en argumentos teológicos como políticos.
Desde un punto
de vista teológico, Heracleópolis debía demostrar que sus reyes, y no los de
Menfis, continuaban la línea de sucesión de Horus. Desde un punto de vista
político, necesitaban tener una base razonable para realizar tal
reivindicación. La unidad de los argumentos teológicos y políticos nacería
probablemente del matrimonio entre miembros de las familias heracleopolitas y
menfitas gobernantes. Los hijos de ese matrimonio proporcionarían una base
para un desafío político y teológico contra cualquier sucesor alternativo
preferido por Menfis.
Esto nos
conduce nuevamente al Génesis, que sitúa el diluvio y la era de maldad que lo
precede durante el primer periodo intermedio de Egipto (h. 2300-2040 a .C.). Génesis 6,5
indica el deseo de Dios de destruir la humanidad debido a la maldad de ésta.
Inmediatamente antes de este versículo, el Génesis ofrece un pasaje introductorio
para explicar por qué las cosas no iban bien. Los «hijos de Dios» se habían
casado con las «hijas del hombre» y habían engendrado hijos. Como resultado,
los descendientes se habían vuelto corruptos y malvados.
¿Quiénes eran
los hijos de Dios y las hijas del hombre? La explicación tradicional mantiene
que los hijos de Dios eran los descendientes de Set (el tercer hijo de Adán y
Eva, y el antepasado del pueblo hebreo) y las hijas del hombre eran los
descendientes de Caín. Esto crea un parentesco que mezcla los malditos y los
benditos. Pero si observamos el relato en un contexto egipcio, hay otra
interpretación que tiene más sentido.
Los hijos de
Dios eran los hijos de un faraón reinante, o sea, los hijos de Horus. Las hijas
del hombre eran las hijas de una familia que no formaba parte de la realeza.
Durante el Primer Periodo Intermedio, Heracleópolis desafió a Menfis por el
derecho a gobernar. Detrás de ese desafío existiría el matrimonio entre un hijo
de la familia real menfita y una hija de la familia heracleopolita gobernante.
Tras la muerte del faraón, varias facciones de Menfis y Heracleópolis se
disputarían el puesto de sucesor legítimo. El vacío de poder resultó en
reivindicaciones para competir por el trono, y en un periodo de corrupción
generalizada, caos y guerra civil. Los acontecimientos de esta época
consiguieron entrar en la narración del Génesis como el relato de los hijos de
Dios y las hijas del hombre.
Mito 38 : Noé salvó sólo a una
pareja de cada especie
El
Mito: Y de todo ser viviente de toda carne meterás parejas
en el arca para que tengan vida contigo; serán macho y hembra (Gn (6, 19).
La
mayoría de nosotros ha oído decir que Noé subió a bordo del arca a una pareja
de cada especie para así repoblar el mundo tras el diluvio. Pero el Génesis
conserva una declaración contradictoria acerca del número de animales que
subieron a bordo. En Génesis 7, 2-3 dice:
De todos los animales puros toma
siete parejas, machos y hembras, y de los impuros, una pareja, macho y hembra.
También de las aves del cielo siete parejas, machos y hembras, para que su
descendencia se conserve sobre la faz de la tierra toda.
Esta
contradicción surge a raíz de los conflictos religiosos sobre el tema del
sacrificio de los animales. Los autores de la fuente J creían en la práctica
del sacrificio de animales, en cambio los autores de la fuente S no.
Tras el
diluvio, Noé sacrifica animales a Dios. Si sólo hubiese tenido dos de cada
especie, un macho y una hembra, los animales sacrificados no podrían
reproducirse y repoblar la especie. Por tanto, tenía que incluir animales
adicionales para sacrificar. Ya que los autores de la fuente S no creían en el
sacrificio de animales, no necesitaban más que una pareja de macho y hembra
para sus necesidades reproductoras.
Sin embargo,
¿por qué era necesario salvar a los animales? Sabemos por Génesis 1 que Dios
podía crear animales a partir del agua, y por Génesis 2 que los podía crear de
la tierra. Tras el diluvio. Dios podía haber creado todos los animales que
quisiera.
Mito 39: La lluvia duró cuarenta
días y cuarenta noches
El Mito:
Porque dentro de siete días voy a hacer llover sobre la la tierra , cuarenta
días y cuarenta noches, v exterminaré de la tierra cuanto hice... y estuvo
lloviendo sobre la tierra durante cuareuta días v cuarenta noches .(Gn 7.4.
12).
Los
redactores bíblicos trabajaron a partir de dos cronologías del diluvio
distintas, una de la fuente J y otra de la fuente S. Según la fuente J las lluvias
duraron cuarenta días. Según la fuente S, las lluvias duraron 150 días.
En Génesis
7, 12 dice que diluvió sobre la tierra cuarenta días y en Génesis 7, 17 se nos
dice que diluvió sobre la tierra durante cuarenta días. Luego Génesis 8, 6 dice
que, pasados cuarenta días nmas, Noé abrió la ventana del arca para liberar a
los pájaros. Aunque los tres periodos de cuarenta días podrían ser uno sólo y
el mismo, en el contexto parecen ser periodos secuenciales. Resulta interesante
observar que tres periodos de enarenta días suman 120 días, la duración de la
temporada de lluvias egipcias según el calendario solar.
Entremezclados
con estos tres versículos hay otros pasajes que también mencionan la cronología
de1 diluvio. Génesis 7, 24 dice que las aguas persistieron durante 150 días y
dos versículos después dice: "Cerráronse las fuentes del abismo y las
cataratas del cielo, y ceso de llover" (Gn 8, 2). Al leer la narración en
orden cronológico tal y como pretendían los editores de la Biblia , encontramos que ha
pasado un periodo de 150 días desde que las aguas suben de nivel el cese de
la lluvia-
Hay dos
periodos distintos de lluvia porque los editores de la biblia travbajaron a
partir de dos narraciones distintas. En
una versión, derivada de de la fuente J,
el relato del diluvio está basado en el calendario solar egipcio que los
egipcios dividían en tres temporadas de 120 días, de las cuales una era
la temporada de inundación, con cinco días añadidos al final del año. En la
otra, derivada de la fuente S, el relato del diluvio está basado en el
calendario egipcio solar-lunar, un ciclo que duraba veinticinco años, con 309
meses completos.
El conflicto entre las dos fuentes se ve
aumentado en las declaraciones acerca de cuándo se secó la tierra. Génesis 8,
13 dice que la tierra se secó el primer día del primer mes del año 601 de la
vida de Noé. El siguiente versículo dice que la tierra se secó el día
veintisiete del segundo mes del año 601 de Noé. Parte de esta confusión ocurre
porque el primer periodo seco sucedió el día 309 de la cronología de la fuente
S, marcando la conexión con el calendario solar-lunar, pero que a la vez marca
el día 360 después del cumpleaños 600 de Noé en la cronología de la fuente J,
marcando la conexión con el calendario solar.
Mito 40: El diluvio cubrió la
tierra entera y todas las montañas
El Mito: Quince codos subieron
las aguas por encima de ellos, y así fueron cubiertos los montes (Gn 7, 20).
Aunque el
Génesis dice que las aguas subieron lo suficiente para cubrir todas las
montañas, sólo da una altura de quince codos. El codo tiene un largo aproximado
de unos cincuenta centímetros. Quince codos miden unos siete metros y medio, no
lo bastante para cubrir un monte de mediana altura, y desde luego ninguna
montaña.
La discrepancia en la Biblia entre las imágenes
de un diluvio mundial que cubre montañas y la de una inundación superficial de
sólo siete metros y medio, surge del hecho de que uno de los relatos del
diluvio del Génesis estaba basado en el calendario de temporadas y se refería a
la temporada de inundaciones anuales egipcias, cuando el Nilo se desbordaba.
En cambio, el otro relato del diluvio del Génesis se refiere a Nun, el diluvio
primitivo en la mitología egipcia.
Mito 41: Tras el diluvio, Noé
sacrificó a todos los animales puros
El Mito: Alzó Noé
un altar al Señor, y tomando de todos los animales puros y de todas las aves
puras, ofreció sobre el altar un holocausto! (Gn8,20).
Noé llevó a
bordo siete parejas de cada especie pura, es decir, especies! adecuadas para
ser sacrificadas. Génesis 8,20 dice que tras el diluvio, Noé sacrificó a todos
los animales puros sobre un altar. Ya que los animales puros han sobrevivido
hasta el presente, Noé no pudo haberlos sacrificado a todos.
Mito 42: Todas las criaturas
vivientes que no se subieron al arca perecieron
El Mito: Y exterminó a todos los
seres que había sobre la superficie de la tierra, desde el hombre hasta la
bestia; y los reptiles y las aves del cielo fueron exterminados de la tierra, y
quedaron sólo Noé y los que con él estaban en el arca (Gn 7, 23).
Antes del diluvio, la
Biblia dice que existía una raza de gigantes (véase Gn 6,4).
La palabra hebrea que se traduce como «gigante» es nefilim. En Números 13,33, vemos que tras el Éxodo, los israelitas
vieron a los gigantes, hijos de Anak. Una vez más la palabra traducida para
«gigantes» es nefilim. Así, tenemos
una raza de nefilim antes del diluvio
y una raza de nefilim en tiempos de
Moisés. Puesto que no había nefilim a
bordo del arca, ¿cómo pudo sobrevivir la raza? Algunas tradiciones folclóricas
mantienen que los nefilim se
agarraron al arca durante el diluvio y flotaron a su vera, pero el pasaje
bíblico dice específicamente que sólo Noé y aquellos a bordo del arca
sobrevivieron. Si los nefilim
sobrevivieron al diluvio, tal vez otros también lo consiguieron.
Mito 43: Dios confundió el
idioma común de la humanidad y dispersó a las gentes por todo el mundo
El Mito: Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras.
En su marcha desde el Oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar, y se
establecieron allí. Dijéronse unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a
cocerlos al fuego». Y se sirvieron de los ladrillos como de piedra, y el betún
les sirvió de argamasa; y dijeron: «Vamos a edificarnos una ciudad y una torre,
cuya cúspide llegue hasta el cielo y hagámonos un monumento, por si tenemos que
dividirnos por la faz de la tierra». Bajó el Señor a ver la ciudad y la torre
que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: «He aquí un pueblo
uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto, y nada les
impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que
no se entiendan unos a otros». Y los dispersó de allí el Señor por toda la faz
de la tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamó Babel,
porque allí confundió el Señor la lengua de la tierra toda, y de allí los
dispersó por la faz de toda la tierra (Gn 11, 1-9).
La narración
bíblica de la Torre
de Babel comienza con la afirmación de que el mundo entero hablaba una sola
lengua. Luego dice: «En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la
tierra de Senaar». ¿A quién hace referencia este «ellos» que se menciona en la
narración?
Probablemente, «ellos» hace referencia al
último grupo de personas mencionadas que preceden a esa referencia, es decir,
la «descendencia de los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet»
(Gn 10, 1). En Génesis 10 se divide a
los descendientes de Noé en tres ramas, cada una asociada a uno de
sus hijos, y, según el relato, estos
descendientes fundaron numerosas naciones y hablaban distintas lenguas. Acerca
de los hijos de Jafet, por ejemplo, la Biblia dice: «De éstos se poblaron las islas de
las gentes en sus tierras según sus lenguas, familias y naciones» (Gn 10, 5).
A excepción de
la genealogía de Noé y la afirmación de que «marcharon desde el Oriente», no
tenemos ningún otro antecedente que defina a quién se refiere «ellos». Génesis
10 informa de que el mundo ya había sido dividido en naciones y se hablaban
muchas lenguas mucho antes del relato de la Torre de Babel. Esto se contradice con Génesis
11,1, que mantiene que el mundo entero hablaba un solo idioma. La genealogía
de Noé, que divide a su familia en varias naciones, también contradice la
afirmación de que la humanidad estaba dispersa por el mundo tras el intento de
construir una torre que llegara hasta los cielos.
Mito 44: El arca se asentó sobre
las montañas de Ararat
El Mito: El día diecisiete del séptimo mes se asentó el arca sobre los montes
de Ararat (Gn 8,4).
En Génesis 8,4,
se dice que el arca de Noé se posó sobre las montañas de Ararat. Generalmente,
cuando alguien hace referencia a este acontecimiento, habla del emplazamiento
como el monte Ararat, pero la
Biblia sólo dice que era una de las montañas de Ararat. No
dice cual de ellas. La zona comprendida por el antiguo Ararat ahora cruza las
fronteras actuales de Turquía, Rusia, Irán e Irak.
Sin embargo, Génesis 11,2 sugiere que los
supervivientes del diluvio se posaron en un lugar muy distinto. Según ese
versículo, los supervivientes viajaron desde una ubicación sin identificar al
este de Babilonia y siguieron en dirección oeste hacia Babilonia. Fue en la
llanura de Senaar, el territorio que rodea Babilonia, donde esos supervivientes
desataron la ira de Dios al intentar construir la Torre de Babel.
Ararat, sin embargo, está muy al norte y
ligeramente al oeste de Babilonia. Los supervivientes habrían tenido que viajar
en dirección sudeste de Ararat, y no hacia el oeste para llegar a Senaar.
Si usted se encuentra en Ararat, no puede
llegar a Senaar si viaja en dirección oeste. Tiene que ir hacia el sudoeste.
Que los viajeros viajaran desde oriente refleja los orígenes del relato del
diluvio como una variante del mito hermopolitano de la Creación. En el
relato egipcio, la divinidad creadora Ra aparece primero como un niño flotando
sobre una hoja de loto. Cuando se convierte en adulto, inicia sus actos de
Creación. Esto significa que el joven Ra viajó en dirección oeste sobre su
hoja de loto, haciéndose mayor al mismo tiempo que el sol recorría el cielo.
La montaña donde aterrizó el arca habría
sido la montaña primitiva en Egipto primera tierra donde se irguió el Creador
egipcio y llevó a cabo sus actos. Cuando los editores bíblicos dejaron de
identificar el relato del diluvio con el mito egipcio de la Creación , trasladaron el
arca a una cordillera que ellos creían ser la más alta de todas las demás. Ya
que el relato bíblico menciona un nombre de montaña distinto al del mito
babilónico del diluvio, el cambio de ubicación desde Egipto a Ararat
seguramente tuvo lugar antes de que Babilonia conquistara Israel en 587 a .C.
Mito 45: Los hijos de Noé
formaron las naciones del mundo
El
Mito: Estas son las familias de los hijos de Noe, según sus
genenicio-nes y naciones. De éstos se dividieron los pueblos de la tierra
después del diluvio (Gn 10,32).
En
Génesis 10 se enumeran las tres ramas del árbol genealógico de Noé, una para
cada uno de sus tres hijos. La
Biblia dice que cada uno de los descendientes que se
mencionan corresponde a alguna entidad geográfica. Esta lista suele llamarse
«Tabla de Naciones» o «Familia de Naciones».
Varios de
los nombres de la lista corresponden a territorios o a gentes conocidos, pero
la gran mayoría de nombres no se pueden conectar fácilmente con otras entidades
específicas. La mayoría de los topónimos irreconocibles se suelen clasificar
como pertenecientes a tribus de Arabia. Esto da lugar a la bastante confusa
situación de tener una Tabla de Naciones bíblica cargada de oscuras tribus
árabes con un impacto casi nulo sobre la historia de la Biblia.
A grandes
rasgos, las tres ramas representan tres zonas geográficas principales. Cam y
su familia corresponden a África y Canaán; Sem y su familia corresponden a
Oriente Próximo; Jafet y su familia corresponden aproximadamente a las
naciones isleñas del Mediterráneo y a partes de Europa.
Una
dificultad a la hora de aceptar la genealogía de Noé como Tabla de Naciones es
la presencia de nombres duplicados en la lista. Evila, por ejemplo, aparece
como hijo de Cus (Etiopía) en la rama de Cam, y como hijo de Joktan en la rama
de Sem, lo cual sitúa el territorio en África y Asia simultáneamente.
De igual
manera, Sheba aparece tanto como nieto de Cus como hijo de Joktan. Cus también
tiene un hermano llamado Seba. Seba y Sheba son filológicamente idénticos.
Otra forma
de duplicación ocurre con los nombres de I.ud, un hijo de Sem, y Ludim, un
nieto de Cam. En hebreo, la terminación -im significa una forma de plural.
Cuando se utiliza junto a una nación se refiere a la gente de esa nación. Por
tanto, la diferencia entre Lud y Ludim es semejante a la diferencia entre
Egipto y los egpcios .
Una
duplicación similar ocurre también con el equiparamiento de Dedan, nieto de
Cus, y Dodanin, un hijo de Javan en la lista de Jafet. El hebreo bíblico no
contenía vocales, así que la palabra
escrita Dedan habría aparecido como Ddn
y Dodanim habría aparecido como Ddnm,
la forma plural de Ddn
La presencia de tantos duplicados en la
genealogía indica la naturaleza artificial
del catálogo. Pero hay otras evidencias que señalan una composición
tardía.
Tal vez el
aspecto mas extraño de la Tabla
de Naciones este relacionado con el
tratamiento de Asiría y Babilonia. En ningún lugar se encuentra a Babilonia,
una potencia principal, identificada como descendiente de Noé. Por otra parte.
Asiria aparece como hijo de Sem (kijo el nombre de Asur). Segun dice el relato,
Nemrod, un hijo de Cus ( Etiopía ), conquisto cuatro ciudades, «Babel, Ereg,
Acad y Calne, en tierra de Senaar» (Gn
10, 10). Estas cuatro ciudades pertenecen al reino de Babilonia, pero no
encontramos en ninguna parte de la
Tabla de Naciones que estas ciudades estén identificadas con
los hijos de Noé. Sin embargo, el relato dice que Asur (Asiria) salió de la
tierra de Senaar y fundo las cuatro principales ciudades de Asiria.
El
texto es ambiguo acerca de si Asiria controlaba Babilonia o si Babilonia
controlaba a Asiria. Ningún guión retratil correctamente la relación entre
estos dos países durante casi mil años después del diluvio. En el siglo xiii
a.C. Asina se convirtió en la primera de las dos naciones en controlar a la
otra. En el siglo vii a.C., una alianza babilónica conquistó Asiria. La
descripción bíblica no es más que una historia confusa que confunde muchos de
los hechos.
Varias
de las otras naciones que se mencionan en las listas, como Madai (los medas), Javan (los Jonios), y Tartessos,
no surgieron como poderes políticos hasta el primer milenio a.C., indicando que
la recopilación tuvo lugar durante el primer milenio.
Las
anteriores instancias de duplicación, la imprecisión histórica, y la
imposibilidad cronológica son solo algunos de los errores contenidos en la Tabla de Naciones y
demuestran que la genealogía de Noé fue compuesta durante el primer milenio
a.C. basada en divisiones geopolíticas existentes y tradiciones míticas.
Mito 46: Nemrod conquistó
Babilonia
El Mito: Cus engendró a Nemrod, que fue quien comenzó a dominar sobre la
tierra, pues era un robusto cazador ante el Señor, y de ahí se dice:
«Como Nemrod, robusto cazador ante el
Señor». Reinó el primero en Babel, Ereg, Acad y Caine, en tierra de Senaar (G.
10, 8-10).
El breve relato
sobre Nemrod confunde porque presenta una historia totalmente distorsionada de
Oriente Próximo durante el segundo milenio a.C. (véase el estudio en el Mito 45
sobre la Tabla
de Naciones). Según lo expuesto, dice que Nemrod era hijo de Cus y que levantó
un imperio en las ciudades de Babilonia. Cus representa la nación de Etiopía,
el vecino del sur de Egipto, y la
Biblia lo convierte en hijo de Cam, que representa a Egipto
en la Tabla de
Naciones. Así, lo que sugiere el relato es que un descendiente de Egipto,
asociado con Etiopía, conquistó las ciudades de Babilonia en el segundo milenio
a.C. Las evidencias históricas desacreditan totalmente este supuesto.
Una explicación mejor reconoce que la Tabla de Naciones se deriva
de una variedad de leyendas sobre los orígenes nacionales. De hecho, el historiador
griego Heródoto, a menudo llamado el «padre de la historia», recoge una leyenda
específica sobre un faraón egipcio llamado Sesostris, que subió al trono en 1897 a .C., durante la XII dinastía de Egipto. Su testimonio
parece basarse en la misma leyenda que inspiró el relato sobre Nemrod. La
identificación de Nemrod con Sesostris también concuerda cronológicamente con la Tabla de Naciones, que sitúa
a Nemrod en la misma época que la
XII dinastía de Egipto. Según Heródoto, Sesostris fue el
único rey egipcio que conquistó Etiopía. Posteriormente, lanzó una campaña
militar desde Mesopotamia, cruzó Asia y conquistó cada nación en su camino
hasta llegar a Europa.
Heródoto dice que oyó hablar de Sesostris
mediante conversaciones con eruditos egipcios, y es evidente que las leyendas
sobre este rey formaban parte del folklore egipcio. El relato identifica
claramente a un monarca egipcio, procedente de Etiopía, que atravesó y
conquistó Mesopotamia, cruzando primero la región babilónica, para después
dirijirse a Asiría, y detenerse por fin en algún lugar de Europa. Debemos
añadir también que durante la XII
dinastía, Etiopía estuvo bajo soberanía egipcia.
Los elementos de la leyenda de Sesostris
se corresponden exactamente con el relato de Nemrod. En ambos relatos, un hijo
de Egipto que controlaba Etiopía entró en Mesopotamia y conquistó Babilonia y
Asiría.
La única diferencia significativa entre
ambos relatos es el nombre del héroe. Heródoto y otros lo identifican como
Sesostris, mientras que la
Biblia lo llama Nemrod. Sin embargo, Sesostris no era el
verdadero nombre del faraón. Era una corrupción griega del nombre Senurset. El
nombre Nemrod parece ser fonéticamente parecido a la última parte del nombre
de Senusret, y la interpretación hebrea puede ser una ligera corrupción de la
egipcia, de igual manera que Sesostris es una corrupción griega.
Mito 47: Los hijos de Cam eran
Cus, Misraim, Put y Canaán
El Mito: Hijos de Cam fueron: Cus, Misraim, Put y Canaán (Gn 10,6).
En la Tabla de Naciones, Cam es el
padre de cuatro países, Cus, Misraim, Put y Canaán. Cam, como ya hemos visto,
posee un nombre idéntico al de uno de los antiguos nombres de Egipto, Keme.
Tres de sus hijos tienen nombres que se pueden identificar fácilmente con
naciones de la esfera egipcia. Cus es el antiguo nombre de Etiopía; Misraim es
el nombre hebreo para Egipto; y Canaán corresponde evidentemente a la tierra de
Canaán.
El nombre del cuarto hijo no se
identifica fácilmente, pero se suele emparentar con Libia, lo cual tiene
sentido desde un punto de vista geográfico. Libia era el nombre griego para
toda la parte de África al oeste de Egipto.
En esta genealogía, tenemos un esquema
geográfico en el cual Cam suele corresponder a la zona de Egipto y sus vecinos
colindantes, y sus cuatro hijos constituyen cuatro divisiones dentro de esa
región; Etiopía al sur, Libia al oeste, Egipto en el centro, y Canaán al norte.
La genealogía reflejada en esta rama de
la narración bíblica se atiene a la que aparece en el mito griego sobre los
orígenes de los danoi, los griegos que, escribió Hornero, conquistaron Troya
en el siglo xn a.C.
Según la narración griega, Poseidón (el
dios griego de los mares) se acopló con una mujer llamada Libia. Tuvieron
gemelos, llamados Belo y Agenor. El segundo se fue a Fenicia, donde se
convirtió en rey y donde los griegos lo
consideraban el antecesor de todos los fenicios. ;
Belo se
convirtió en rey de Egipto y, según las tradiciones míticas, tuvo j cuatro
hijos, llamados Dánao, Aegiptos, Fineas y Cefeo. Según los relatos ^ griegos,
Aegipto fue rey de Egipto, Dánao de Libia, y Cefeo de Etiopía, pero reinando en
Joffa, en Canaán. El nombre del cuarto hijo, Fineas, significa «etíope».
Belo y Cam
comparten varias características.
1. Belo es hijo de Poseidón, dios de los
mares, y Cam es hijo de Noé, que no es el único superviviente de un diluvio
mundial, pero que aquí hemos identificado con Nun, un equivalente egipcio de
Poseidón.
2. Cada uno es padre de cuatro hijos,
tres de los cuales se identifican con Egipto, Etiopía y Libia.
3. El cuarto hijo de Belo, Cefeo, en
ocasiones se identifica con un rey cananeo, y el cuarto hijo de Cam está
relacionado con Canaán.
4. Belo aparece como hermano del rey de
Canaán, mientras que Cam, su homónimo en la Biblia , aparece como el padre de Canaán. Sin
embargo, la genealogía bíblica es ambigua y, como ya vimos en el Mito 33, en
ocasiones la Biblia
sugiere que Canaán es el hermano de Cam en vez del hijo.
Aunque la estructura genealógica entre los dos árboles sea casi
idéntica, destaca una diferencia significativa. El Génesis relaciona la
genealogía con la evolución de la humanidad inmediatamente después de la
destrucción mundial. El mito griego está absolutamente cargado de simbolismo
geopolítico. No obstante, muestra una tradición primitiva en la cual Egipto
aparecía como el hermano de Libia, Etiopía y Canaán.
Por último,
debemos observar que los danois griegos, quienes desaparecieron del registro
histórico hacia el primer milenio a.C., eran uno de los «Pueblos del Mar», un
grupo de aliados griegos (entre los cuales estaban los filisteos) que
invadieron Canaán en los siglos xn y xm a.C., casi al mismo tiempo que Israel
se asentara allí tras el Éxodo de Egipto. Esto sugeriría que los griegos
llevaron el mito a Canaán, donde los escribas hebreos lo recogieron y lo
incorporaron a su historia mundial.
MITOS DE LOS FUNDADORES
Introducción
Los fundadores
del antiguo Israel fueron Abraham (originariamente llamado Abram), su hijo
Isaac, y el hijo de Isaac, Jacob, conocidos colectivamente como los patriarcas.
Jacob, quien en dos ocasiones cambió su nombre por el de Israel, tuvo doce
hijos varones, de los cuales los más conocidos son José y Judá, y cada uno de
ellos fundó una de las doce tribus de Israel.
El relato de
los patriarcas se inicia con un llamamiento por parte de Dios a Abraham para
que abandone la ciudad de «Ur de los Caldeos» en Mesopotamia, y vaya a Canaán:
«En aquel día hizo el Señor pacto con Abram, diciéndole: «A tu descendencia he
dado esta tierra desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates» (Gn
15,18).
El principal
objetivo de la narración patriarcal es el de seguir la transmisión de esta
alianza de generación en generación. Mientras que el Génesis con frecuencia
dice o sugiere que la alianza pasó de Jacob a José, Y luego de José a su hijo
Efraín, en una parte del relato conocido como «la bendición de Jacob», hay una
indicación de que la alianza pasó a manos de Judá. Esta incongruencia, una de
tantas, muestra cómo las posteriores disputas entre el reino de Israel (bajo el
mandato de Efraín) y el reino de Judá, influyeron de manera importante sobre la
narración del relato patriarcal.
La cronología
de la Biblia
sitúa el periodo patriarcal en aproximadamente la primera mitad del segundo
milenio a.C., pero no tenemos ninguna prueba contemporánea directa en el
archivo histórico que demuestre la existencia de cualquiera de los patriarcas
o de los doce hijos de Israel. Muchos de los lugares y parientes de Abraham,
sin embargo, tienen nombres que señalan hacia el primer milenio a.C. como la
época en la que fueron escritas las narraciones. Todo lo que sabemos sobre los
patriarcas y sus familias viene o bien del libro del Génesis o de relatos
folclóricos y leyendas.
Cuando Abraham tenía setenta y cinco años
llevó a su esposa Sara (que al principio se llamaba Sarai) y a su sobrino Lot
desde Mesopotamia a Canaán. Cuando llegaron, encontraron la ciudad sumergida en
la hambruna, y siguieron hasta Egipto.
En Egipto, Abraham temía que el faraón lo
condenara a muerte para tomar a su hermosa Sara como esposa real. Así que Sara
fingió ser la hermana de Abraham, convirtiéndose así en un miembro de la corte
real. A pesar del desconocimiento por parte del faraón del estado civil de
Sara, Dios envió una serie de plagas para castigar al monarca egipcio por sus
indiscreciones hacia la mujer de Abraham, y cuando el rey supo la verdad,
devolvió a Sara a su marido, colmó a Abraham de grandes riquezas como
recompensa, y le ordenó a él y a su familia que abandonaran el país.
Abraham regresó a Canaán y, al llegar,
decidió que la tierra donde se había establecido no era lo suficientemente
grande para él y su sobrino Lot. Así que le dio a Lot la primera opción sobre
la tierra y acordó quedarse con la que quedara. Lot miró a su alrededor y
decidió elegir Transjordania, el territorio al este del río Jordán, donde se
asentó en la ciudad de Sodoma. Abraham permaneció en el lado cananeo del río
Jordán.
Pero Sodoma se había convertido en una
ciudad conocida por su maldad y corrupción, y Dios decidió destruirla. Abraham
intervino y Dios acordó dejarla tranquila si era capaz de encontrar a diez
hombres honrados viviendo en ella. Dos ángeles fueron a reconocer el lugar y,
disfrazados, recibieron la hospitalidad de Lot. Tras una ataque a los
huéspedes de Lot por parte de los ciudadanos, los ángeles decidieron que Sodoma
no había pasado la prueba de Dios y éste avisó a Lot de que se marchara sin
mirar hacia atrás. La mujer de Lot, sin embargo, no lo pudo resistir y se
volvió para ver qué estaba ocurriendo. Como consecuencia, se convirtió en una
columna de sal. Las dos hijas de Lot creían que ellas y su padre eran las
últimas personas de la tierra y, para conservar la raza, las hijas fueron
preñadas por Lot. Los hijos de esas uniones se convirtieron en los antecesores
de los pueblos de Moab y Amón, dos naciones que no existieron hasta mucho
después del periodo patriarcal.
Como le había pasado en Egipto, Abraham
se encontró en Canaán con un monarca de quien pensó que lo mataría para
quitarle a su mujer Sara. Así que nuevamente fingieron ser hermanos. Mucho años
después, su hijo Isaac tuvo una experiencia similar en la misma ciudad, con un
monarca del mismo nombre.
Cuando Abraham alcanzó los ochenta y
siete años, Sara permitió a su
esclava Agar, una mujer egipcia, que
tuviera un hijo de Abraham para dar a luz a un heredero. Agar dio a luz a
Ismael. Abraham quería a Ismael, pero Dios le dijo que Sara tendría un hijo
cuando alcanzara la edad de noventa años, y ese hijo sería el heredero de la
alianza. Como consuelo, le dijo a Abraham que su hijo mayor también sería el
fundador de una nación. Ismael se convirtió en el antecesor de los bíblicos
israelitas, quienes por su parte fueron identificados con los antiguos pueblos
árabes. Abraham pensaba que la idea de un hijo a tan avanzada edad era muy
divertida, y se rió con ganas. Cuando el hijo nació, Abraham lo llamo Isaac,
que en hebreo significa «se rió».
Isaac se casó con Rebeca y ella fue madre
de los gemelos Jacob y Esaú.
Durante su embarazo los hijos se
diputaron en su seno quién nacería el primero. Entonces Dios le dijo, «Dos
pueblos llevas en tu seno, dos pueblos que al salir de tus entrañas se
separarán. Una nación prevalecerá sobre la otra nación. Y el mayor servirá al
menor» (Gn 25, 23).
Esaú salió
primero y según la tradición habría sido el heredero de la alianza, pero Jacob,
con la ayuda de su madre, engañó a su padre y obtuvo la alianza. El hijo menor
se convirtió en el fundador de la casa de Israel y Esaú se convirtió en el
padre de los edomitas. El hermano de Jacob estaba furioso por el engaño y juró
matarle después del periodo de luto. Jacob decidió que lo mejor era huir al
norte, a Siria, y vivir con unos parientes.
En Siria, Jacob tomó dos mujeres y dos
concubinas con las cuales
tuvo doce hijos
y una hija. Las dos mujeres eran hermanas. Lía y Raquel, y las dos concubinas
eran Zelpa y Bala, esclavas de las dos hermanas. Jacob quería más a Raquel y
ésta dio a luz a sus dos hijos menores y preferidos, José y Benjamín. Lía tuvo
seis hijos, entre los cuales estaba Judá, y una hija llamada Dina. Las dos
esclavas tuvieron cada una dos hijos.
Los territorios asociados con cada uno de
los hijos en las asignaciones tribales guardan cierta conexión geográfica con
el orden de los nacimientos, las divisiones matriarcales y las relaciones
políticas entre las numerosas facciones.
Los primeros cuatro hijos en nacer, hijos
de Lía, corresponden a las cuatro tribus más al sur de la confederación
israelita. Rubén se hallaba en la parte sur del lado jordano y Simón ocupaba la
parte sur del lado cana-neo. Judá se encontraba en la frontera norte de Simón y
se convirtió en el centro político de la monarquía unida y posteriormente del
reino sur de Judá. Levi, aunque estaba distribuido entre los otros territorios,
tenía su centro político dentro de Judá en Jerusalén (después de que Judá le
quitara Jerusalén a Benjamín).
Raquel tuvo sólo dos hijos, José y
Benjamín. La tribu de José se separó en dos partes, una para cada uno de sus
hijos, Efraín y Manase. El territorio de Efraín condujo la oposición contra el
dominio de Judá sobre Israel y, tras la muerte de Salomón, se convirtió en el
centro político del reino del norte de Israel. Manase se convirtió en el mayor
territorio del reino, parte en Canaán y parte en Jordania. La Biblia a menudo describe
las dos partes como la semitribu de Manase.
Benjamín, el otro hijo de Raquel, poseía
el territorio entre Judá y Efraín e incluía la ciudad de Jerusalén. Saúl, el
primer rey de la monarquía unida, procedía de Benjamín.
Juntas, las tribus de Raquel se
corresponden geográficamente con la parte central de la casa de Israel y la mitad
sur del reino del norte. En algún momento, Jerusalén se convirtió en la capital
de Judá y la posición física de Benjamín se volvió ambigua, seguramente porque
fue borrada por Judá.
La organización de las principales tribus
de Lía al sur y de Raquel en el centro, reflejan las posteriores divisiones
políticas entre los reinos de Israel y Judá. Cinco de las restantes tribus
menores —Dan, Neftalí, Aser, Isacar, y Zabulón— ocupaban la parte norte de
Canaán, por encima de las tribus de Raquel. La sexta —Gat— ocupaba la parte
central de Jordania, entre Rubén y Manase.
Curiosamente, la Biblia ofrece escasa
información anecdótica sobre los hijos de Jacob. Exceptuando a José y a los
cuatro hijos mayores de Lía, no tenemos más que un orden de nacimientos y un
par de bendiciones que describen su naturaleza. Para los primeros cuatro hijos
de Lía, los pocos relatos que tenemos son en su mayoría breves y negativos,
reflejando las posteriores fracturas políticas entre Judá e Israel. Sólo
tenemos una épica completa para José.
José posee el
don de la profecía y habla de sueños que indican que se convertirá en el cabeza
de familia. Sus hermanos le odian y lo venden en secreto como esclavo; luego le
cuentan a su padre que ha sido devorado por una bestia salvaje. Sin embargo, a
través de la intervención de Dios, José resurge de la esclavitud y se convierte
en primer ministro de Egipto.
Durante una
hambruna en Canaán, Jacob envía a sus hijos a Egipto a comprar grano. Cuando
aparecen ante la corte real, José reconoce a sus hermanos, pero éstos a él no.
Esto brinda a José la oportunidad de someterlos a una serie de pruebas para
determinar la naturaleza de su carácter. Cuando está satisfecho de que se han
redimido, José les desvela su identidad y les perdona. Jacob, contento de que
José está vivo, traslada la familia a Egipto, donde el faraón les asigna
tierras.
José se casa
con la hija de uno de los sacerdotes principales de Heliópolis, uno de los
centros de culto más importantes de Egipto, y con ella tiene dos hijos, Manase
y Efraín. José espera que Manase, el mayor de los dos, sea el heredero de la
alianza, pero Jacob se la pasa a Efraín.
Jacob adopta a
ambos niños como si fueran suyos, y durante la conquista de Canaán, cada uno
recibe asignaciones territoriales, otorgándole a la tribu de José una porción
doble. Mientras que José recibe dos porciones, Levi, la tribu sacerdotal, no
recibe un territorio propio. En cambio, tiene enclaves dentro de las otras
asignaciones tribales. Esto significaba que había trece tribus con doce asignaciones
territoriales, causando cierta confusión sobre qué tribus constituían las doce
tribus. De manera tradicional, al referirse a la casa de Israel, como una
entidad unificada, las doce tribus incluyen a Levi y cuentan a José como una
tribu, pero al describir a Israel en base a la distribución territorial, Levi
queda excluida y José cuenta como dos tribus.
Desde un punto
de vista arqueológico, no tenemos pruebas de la existencia tanto de Jacob como
de sus hijos o las tribus asociadas a sus hijos. Ni tampoco tenemos evidencias
extra-bíblicas sobre la existencia de las tribus en alguna fecha posterior.
Como mucho, tenemos algún que otro topónimo, pero los topónimos no ofrecen
pruebas fiables para la existencia de antepasados epónimos.
En la época de Salomón, según la Biblia , las fronteras
tribales habían sido eliminadas y reemplazadas por doce nuevos distritos
administrativos, probablemente para reducir la influencia de la oposición
eframita al gobierno de Salomón. Al morir Salomón, Israel se dividió en dos
reinos, Israel al norte y Judá al sur. La Biblia proporciona una imagen confusa acerca de
las tribus que pertenecían a cada reino, lo cual da lugar a serios
planteamientos sobre si realmente existió una entidad conocida como las doce
tribus. Algunas partes de la
Biblia , sobre todo el Cántico de Débora en el libro de los
Jueces, arrojan serias dudas acerca de si todas las tribus poseían un
antepasado común.
Esto no quiere decir que no existiera
algún tipo de confederación israelita o que en algún momento no estuviera
formada por doce entidades políticas. La evidencia, empero, es que cualesquiera
que fueran esas entidades políticas, no surgieron de una relación patriarcal
común.
Mientras que se da por hecho de forma
universal que los patriarcas y los hijos de Israel eran figuras históricas y
que el Génesis mezcla verdades históricas básicas con leyendas diversas, un
creciente segmento de la comunidad erudita acepta ahora que las narraciones
patriarcales podrían no tener ningún núcleo histórico en absoluto.
A la vez, mientras que las fuentes J, E y
S a menudo pueden separarse la una de la otra, también parecen compartir
algunas tradiciones comunes y temas de mentes anteriores. A menudo, las
diferencias sólo suponen una cuestión de énfasis o manipulación de detalles,
tales como dónde tuvo lugar un acontecimiento. En esta parte del libro veremos
varios relatos de la historia patriarcal y tribal y mostraremos las fuentes
mitológicas que yacían tras ellos. Una de las fuentes más importantes era el
ciclo egipcio de Osiris, que proporcionaba un marco literario significativo tanto para la narración patriarcal
como para los posteriores relatos del Éxodo. Para obtener una visión más
exhaustiva y detallada sobre cómo los mitos de Osiris influyeron las narraciones
patriarcales y del Éxodo, véanse mi obra anterior, The Bible Myth.
El ciclo de Osiris
El ciclo de
Osiris formaba el centro de las más importantes creencias religiosas egipcias,
especialmente las que tratan sobre el más allá. El ciclo puede dividirse en dos
partes. La primera tiene que ver con las narraciones acerca de cómo el dios
Set mató a su hermano Osiris para convertirse en rey de Egipto; la segunda
trata de los esfuerzos de Set para impedir que el hijo de Osiris, Horus, suceda
a su padre en el trono. Las dos partes seguramente se originaron como mitos
separados e independientes.
En la primera parte del ciclo, Osiris,
(quien originariamente representaba el grano) se casa con su hermana Isis y se
convierte en rey de Egipto cuando el dios Geb (la tierra) baja y le otorga la
corona. Set, hermano de Osiris e Isis, que quiere ser rey, trama matar a su
hermano y consigue su propósito. Tras asesinarlo, corta el cuerpo en trozos y
los entierra por todo el país (la siembra de la semilla). Isis trata de recuperar
todas las partes del cuerpo de su marido (recogida de la cosecha) y las
encuentra todas menos el pene (la semilla original antes de que germine en
grano), pero consigue reconstruirlo mediante algún tipo de magia (la nueva
semilla dentro del grano). Mediante la ayuda de Isis, Osiris sobrevive a su
muerte, pero sólo en una forma de ultratumba. A pesar de su condición, engendra
un hijo con Isis y ese niño se llama Horus.
En la segunda parte del ciclo, Isis
esconde a Horus para evitar que Set lo encuentre, y cuando el niño alcanza la
edad adulta, regresa para vengar la muerte de su padre. Tras una serie de
contiendas y conflictos, Horus derrota a Set y a sus aliados y se convierte en
rey de Egipto.
Los egipcios creían que todos los reyes
eran una forma de Horus y que cuando el rey moría se convertía en Osiris y el
nuevo rey se convertía en el nuevo Horus. Osiris servía como juez a la entrada
del más allá, determinando quien podía cruzar al otro lado y quien no. En
teoría, cuando moría un rey, el Osiris que lo juzgaba era el rey anterior,
quien habría sido el padre biológico del rey recién muerto.
No existe una versión canónica del ciclo
de Osiris. En su mayor parte está compuesto a partir de las numerosas
inscripciones y versos de una variedad de textos. Existen muchas
contradicciones, pero los temas generales de los relatos permanecen
constantes. Existe, no obstante, una colección de relatos denominada El Juicio de Horus y Set, que data de alrededor del siglo xil
a.C., pero que está basada en tradiciones bien arraigadas, que detalla
numerosos acontecimientos de las contiendas entre Horus y Set. También tenemos
una versión griega del mito de Osiris de Plutarco (h. siglo i d.C.) la cual,
aunque ha sido helenizada hasta cierto punto, y modificada para reflejar
algunas ideas griegas, aun conserva muchas de las tradiciones básicas que se
remontan a hace más de dos milenios.
Incrustada en el ciclo de Osiris se halla
una confusión en cuanto a la identidad de Horus y Set. Los egipcios reconocían
al menos tres divinidades principales de Horus, cada una con características
separadas, y los Egipcios solían fundirlas en un solo personaje. Al Horus
nacido de Isis se le conocía como Horus el Niño y como Horus el Hijo de Isis.
El Hijo de Isis nació cojo y luchó en la matriz contra Set. Un tercer Horus,
conocido como Horus el Grande, era también hermano de Osiris y Set, pero nació
antes que Set y se peleaba con él constantemente. El testimonio de Plutarco
contiene apariciones de los tres horus, cada uno en una identidad separada.
El dios Set también tenía dos identidades
incoherentes fundidas en un solo personaje. Una de ellas era el Set que
defendió a Ra contra Apofis, la serpiente que intentaba devorar el sol al final
del día; la otra se consideraba que era la misma Apofis. Una de las
principales imágenes de Set en el arte egipcio lo muestra como una bestia
pelirroja con forma de asno, y en muchas ocasiones los asnos pelirrojos se
identificaban simbólicamente con Set. En El
Juicio de Horus y Set, la
divinidad pelirroja aparece como el defensor de Ra y es el preferido por Ra
para suceder a Osiris. Isis, no obstante, apoya la reivindicación de su hijo
Horus y utiliza el engaño y la magia para ayudar al niño.
A medida que vayamos estudiando la
narración patriarcal, iremos viendo, tal y como lo hicimos con los mitos de la Creación , que cuando los
editores de la Biblia
transformaban a los dioses en humanos para eliminar la imagen de la divinidad
subyacente, en ocasiones se olvidaban de eliminar algunas de las características
físicas que pertenecían a la divinidad original.
Mito 48: Abraham procedía de Ur
de los Caldeos
El Mito: Tomó, pues, Teraj a Abram, su hijo; a Lot, el hijo de Aram, hijo
de su hijo, y a Sarai, su nuera, la mujer de Abram, y los sacó de Ur Casdim [Ur
de los Caldeos] para dirigirse a la tierra de Canaán, y llegados a Jarán, se
quedaron allí (Gn 11, 31).
La ciudad mesopotámica de Ur tiene una historia que se remonta por
lo menos al tercer milenio a.C., pero la asociación de la ciudad con Caldea se
remonta sólo hasta el siglo xvm a.C. El nombre Caldea se refiere a la «tierra
del pueblo de Caldea», ubicado al sur de Babilonia, en el sur de Mesopotamia.
Se sabe poco sobre Caldea antes del siglo xvm a.C. En esa época, había
capturado temporalmente el trono de Babilonia y reinaba sobre toda la región,
incluyendo Ur. Desde entonces, y aunque no reinó de manera continua en
Babilonia, su nombre llegó a asociarse con el sur de Mesopotamia. En 587 a .C., los caldeos
conquistaron el reino de Judá y trasladaron la élite hebrea a Babilonia.
Para confundir
todavía más la cuestión, el hebreo bíblico no llama a la ciudad «Ur de los
caldeos». La palabra traducida como Caldea se lee en realidad casdim, que significa «pueblo de Quesed»
o «tierra de Quesed». La identificación de esta ciudad con Caldea en la versión
de la Biblia del
rey Jacobo se deriva de la traducción griega de la Biblia , que utilizaba el nombre
de Caldea.
Casdim parece ser una
variante semítica occidental del nombre Caldea, y es la palabra aramea para
designar ese territorio. El idioma arameo se comenzó a utilizar en Oriente
Próximo durante el primer milenio a.C. y se llegó a convertir en la lingua franca de la región. No tenemos
evidencias de la existencia de los árameos anterior al siglo x a.C. Algunos de
los últimos libros del Antiguo Testamento estaban escritos en arameo y es casi
seguro que esa era la lengua que hablaba Jesús.
A pesar de su
antigüedad e importancia en la antigua Mesopotamia, Ur no aparece catalogada en
la Tabla de
Naciones que descendió de los hijos de Noé, lo cual supone una fuente de
confusión añadida.
Aunque la Biblia excluye el origen de
Ur, sí hace referencia al nacimiento tanto de Quesed (el nombre alternativo de
Caldea) y Aram (Aramea). Ambos son, respectivamente, el hijo y el nieto de
Aran, hermano de Abraham (Gn 22, 20-22). Puesto que Abraham nació sólo 290
años después del diluvio, es imposible que los caldeos pudieran estar relacionados
con Ur durante su época. Las referencias a Quesed y Aram como contemporáneos
suyos son igualmente anacrónicas.
Estas
referencias a Ur de Casdim, Quesed, y Aram evidentemente se derivan de una
época cuando:
1. Aram y Caldea
ya existían;
2. Los hebreos
comenzaron a adoptar la terminología aramea;
3. Caldea se había convertido en una
potencia principal en Mesopotamia;
4. La memoria colectiva de los orígenes
caldeos y árameos los había convertido en mitos; y
5. Los hebreos utilizaban la
pronunciación aramea en vez del dialecto nativo para el nombre de Caldea.
Todo esto señala un espacio de tiempo muy
posterior a la conquista babilónica de Judá y por descontado bien entrado en el
periodo persa o helenístico (siglo v a.C. o posterior).
La anacrónica genealogía mesopotámica de
Abraham y sus parientes muestra que fue una invención posterior hecha con la
intención de colocar los orígenes hebreos en el centro cultural de los
poderosos imperios mesopotámicos que surgieron tras la derrota de los caldeos
por parte de los poderosos persas, y como un intento de resaltar el prestigio
hebreo dentro de la comunidad babilónica.
Mito 49: Abraham abandonó Egipto
para ir a Canaán
El Mito: Marchó, pues, de Egipto Abraham con su mujer y con toda su hacienda,
y Lot con él, hacia el sur. Era Abraham muy rico en ganados y en plata y oro, y
se volvió desde el sur hacia Betel, hasta el lugar donde estuvo antes acampado
entre Betel y Haí... (Gn 13, 1-3).
El pasaje anterior da lugar a unas preguntas enigmáticas sobre las
raíces históricas de Abraham. Sugiere que Abraham fue de Egipto a Canaán,
hacia la región de Betel donde había acampado antes. Pero el texto hebreo dice
que Abraham salió de Egipto y fue hacia el sur. Uno no puede llegar a Canaán
yendo hacia el sur desde Egipto.
El antiguo
Egipto se consideraba a sí mismo como dos tierras unidas. El Bajo Egipto en el
delta formado por el Nilo, al norte, y el Alto Egipto, a lo largo del río, al
sur. Esta tradición se conserva en la
Tabla de Naciones, que dice que Cam es hijo de Misraim (el
nombre semítico de Egipto) padre de numerosos hijos, entre ellos Naptuhim y
Pathrusim, que son nombres que se refieren al Bajo y Alto Egipto. A finales del
primer milenio, a.C., los vecinos de Egipto solían identificarlo
principalmente con el delta del Nilo, que era más rico y fértil, y confundían
el Bajo Egipto con Etiopía, el vecino del sur de Egipto.
Abraham fue a
Egipto debido a la hambruna que padecía Canaán y habría viajado al delta fértil
en el Bajo Egipto, al norte, con el propósito de obtener alimentos. Si hubiese
ido al sur, se habría dirigido al Alto Egipto, en dirección opuesta a Canaán.
Para llegar a Canaán desde el delta egipcio uno tendría que viajar en dirección
nordeste, aproximadamente. Entonces, ¿cómo pudo llegar Abraham a Betel en
Canaán si viajaba hacia el sur de Egipto?
Evidentemente,
la descripción bíblica de la ruta de Abraham crea un problema. Mientras que la Biblia del reyJacobo ofrece la traducción
«hacia el sur», muchas otras versiones de la Biblia ofrecen una traducción distinta. Dicen que
Abraham viajó no «hacia el sur» sino «hacia el Néguev», la extensa región
desértica del sur de Canaán.
Esta traducción alternativa resulta del
doble sentido de «sur» en Israel, que también se refiere al «Néguev», de la
misma manera que los americanos utilizan el término «sur» para definir la zona
sudeste de los EE UU. Por ejemplo, si uno viaja hacia el norte desde Méjico a
Florida, uno está viajando «hacia el sur» porque Florida forma parte del Sur de
los EE UU.
Pero existen algunos problemas con esta
traducción alternativa. En primer lugar, la palabra hebrea que se utiliza no
es néguev sino negueva. La primera forma es un nombre, y se podría utilizar de
manera idiomática para referirse al sur de Canaán. La segunda forma, sin
embargo, es un adverbio, que se refiere específicamente a la dirección de un
movimiento. Abraham no viajaba «hacia el sur», que podría referirse al Néguev,
sino en «dirección sur», que significa hacia el sur de Egipto.
En segundo lugar, una ruta a través del
desierto del Néguev no tiene ningún sentido. Abraham abandonó su residencia
egipcia con grandes riquezas y numerosas cabezas de ganado. Uno no conduce a su
ganado hacia un desierto árido, sobre todo cuando existe una carretera
principal que va desde Egipto hasta Canaán y que bordea la costa mediterránea,
evitando el desierto y proporcionando agua para el ganado. Los egipcios llamaban
a esta carretera «la Vía
de Horus» y la Biblia
se refiere a ella como «la Vía
de los Filisteos».
En tercer lugar, la así llamada Betel no
existía en tiempos de Abraham, al menos según la Biblia. La ciudad
recibió ese nombre por parte de Jacob, mucho tiempo después de la muerte de
Abraham, y la Biblia
suele indicar que la ciudad se solía llamar Luz, aunque esa glosa no aparece en
el actual relato. Betel significa sencillamente «casa de Dios» y podría
referirse fácilmente a cualquier lugar donde haya un altar o templo dedicado a
cualquiera de las divinidades, en Egipto o en Canaán. Abraham pudo haber
elevado un altar en cualquier lugar y haberlo llamado Betel.
Por lo tanto, en este contexto, la Biblia del rey Jacobo está en lo cierto y las
demás traducciones alternativas están equivocadas. Abraham fue hacia el sur de
Egipto y no a Canaán. Esto plantea algunas interesantes preguntas acerca de
las raíces del antiguo Israel.
Antes de la llegada de Abraham a Egipto,
casi no tenemos información sobre su pasado. La Biblia dice que en el año
setenta y cinco de la vida de Abraham, Dios le dijo que abandonara su hogar en
Mesopotamia para ir a Canaán, donde «Yo te haré un gran pueblo, te bendeciré y
engrandeceré tu nombre, que será una bendición». Pero en cuanto llega a Canaán
se encuentra con una grave hambruna que le obliga a trasladarse a Egipto.
Si Dios tenía este gran plan para darle
Canaán a Abraham y quería que su heredero se trasladara allí para establecer su
nombre, ¿por qué esperó setenta y cinco años para decirle que se fuera, y por
qué esperó a que hubiera una hambruna que le obligara a abandonar la tierra de
inmediato? Algo no está bien en este cuadro.
Tal y como vimos en el Mito 48, la
genealogía inicial y la historia de Abraham fueron una invención anacrónica
tardía. Si eliminamos esa porción del relato de la biografía de Abraham,
encontramos que el relato de Abraham comienza en Egipto, donde se enfrenta al
faraón. Esto indica que la historia bíblica original de Israel comenzó en
Egipto, y no en Canaán ni en Mesopotamia.
Los redactores bíblicos, que vivían en
medio de una Babilonia culturalmente sofisticada y desconectada desde hace
tiempo con sus raíces egipcias, intentaban demostrar que las gentes hebreas se
originaron de las mismas raíces intelectuales que los babilonios. Por
consiguiente, se aprovecharon de las ambigüedades de sus tradiciones históricas
tempranas e insertaron un viaje desde Mesopotamia a Canaán para demostrar que
ellos tenían sus raíces en el mundo babilónico mucho antes de que residieran en
Egipto.
Mito 50: Dios destruyó
Sodoma y Gomorra
El
Mito: Y prosiguió el Señor: «El clamor de Sodoma y Gomorra
ha crecido mucho, y su pecado se ha agravado en extremo; voy a bajar, a ver si
sus obras han llegado a ser como el clamor que ha venido hasta mí, y si no, lo
sabré»... E hizo el Señor llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que
venía del Señor, desde el cielo. Destruyó estas ciudades y todo el llano, y
cuantos hombres había en ellos, y hasta las plantas de la tierra (Gn 18,20-21.
19,24-25).
Cuando
Abraham y Lot abandonaron Egipto, la
Biblia dice que subieron hacia Betel, que está ubicada en el
centro de unas colinas del centro de Canaán, al norte de Jerusalén y al
noroeste del mar Muerto. Él y Lot eran tan ricos en ganado que la tierra no
tenía capacidad suficiente para ellos dos, además de la población nativa.
Siendo un hombre generoso, Abraham le dio a Lot la primera opción sobre el
territorio y hasta le ofreció trasladarse a otro lugar si fuera necesario.
Lot miró
hacia el este en dirección al río Jordán y desde el centro de ese territorio
montañoso consiguió de alguna manera ver la llanura fértil al otro lado del
río. La topografía de ese territorio, sin embargo, parece bastante distinta
que la que indica el registro geológico de esa época.
Alzando
Lot sus ojos, vio todo el llano del Jordán, enteramente regado —antes de que
destruyera el Señor Sodoma y Gomorra—, que era como el paraíso del Señor, como
Egipto según se va a Segar. Eligió, pues, Lot, todo el llano del Jordán, y
viajó hacia el este, y se separaron el uno del otro. Abraham se asentó en la
tierra de Canaán y Lot se asentó en las ciudades del llano, y plantó sus
tiendas hasta Sodoma. (Gn 13, 10-12).
La
imagen aquí representada es de una rica y fértil llanura que se extiende desde
el valle del Jordán hasta el área donde están situadas Sodoma y Gomorra, una
región bien regada, que el Génesis compara con el jardín del Edén. Nadie sabe
con exactitud donde estuvieron ubicadas Sodoma y Gomorra, pero la Biblia las sitúa en algún
lugar cercano al mar Muerto, en una región conocida como el valle de Sidim,
que, según Génesis 14, 3, «es el mar de la Sal » (es decir, el salado mar Muerto). Esto
indica que en algún momento el mar de la
Sal cubría el valle de Sidim. En otras palabras, Sodoma y
Gomorra estaban ubicadas en una llanura fértil bien regada que existía en el
emplazamiento que ahora esta cubierto por la punta sur del mar Muerto.
Sin embargo,
el Génesis también dice que Lot condujo su ganado desde esa parte de la llanura
más próxima a Betel, al norte del mar Muerto, hasta la punta sur del valle del
Jordán en el extremo sur del mar Muerto. Queda claramente manifestado que la
zona donde existe hoy el mar Muerto era por entero zona cultivable y pastos
bien regados, un hecho que está completamente en desacuerdo con el registro
geológico, que indica que el mar Muerto ha existido, en realidad, desde hace
millones de años.
'Iras
asentarse en Sodoma, la Biblia
cuenta que cuatro poderosos reyes mesopotámicos se unieron para invadir Sodoma
y Gomorra y algunos aliados locales. La coalición mesopotámica reinó las
ciudades durante catorce años, utilizándolas como base para otras conquistas.
El decimocuarto año, las ciudades se rebelaron, pero los mesopotámicos echaron
a las comunidades rebeldes y tomaron prisionero a Lot, supuestamente porque era
una figura destacada en la región. Los autores bíblicos, al parecer
olvidándose de lo hermosa que debía ser la región antes de la destrucción de
Sodoma, describen el territorio que la rodea como lleno de «pozos de betún» (Gn
14, 10), un lapsus editorial que describe la condición geológica actual de la
región.
Cuando
Abraham se entera de la captura de Lot, reúne a un ejército de 318 soldados de
entre sus numerosos sirvientes y persigue al ejército mesopotámico «hasta Dan»
(Gn 14, 14). La expresión «hasta Dan» sería una manera idiomática de decir
«hasta el norte de Israel», que es donde Dan estaba ubicada. Pero Dan no estaba
ubicada ahí en tiempos de Abraham. Esa región no se convirtió en Dan, según la Biblia , hasta después del
Éxodo, cuando la tribu de Dan se trasladó a ese territorio.
Después de
que Abraham rescatara a su sobrino, Lot regresó a Sodoma. En esa época, Abraham
no tenía hijos a quien pasarles la alianza con Dios, la
promesa de que Canaán pertenecería a Abraham y a sus herederos. Puesto que el
sobrino de Abraham, Lot, era obviamente un pariente próximo que había
recorrido largas distancias junto a él a través de Mesopotamia hasta Egipto y
de vuelta a Canaán, Lot parecía ser el heredero forzoso.
Veinticinco años más tarde, Dios le dijo
a Abraham que tendría un hijo llamado Isaac (Abraham tenía cien años cuando
recibió la noticia) y que su hijo sería el heredero de la alianza. Casualmente,
tras este anuncio, Dios determinó que la maldad de los habitantes de Sodoma y
Gomorra requería que él destruyera ambas ciudades. Cuando Abraham supo del
plan de Dios, el cual exterminaría hasta al bueno y devoto de Lot, negoció:
«Acércesele, pues, y le dijo: «¿Pero vas
a exterminar juntamente al justo con el malvado?» (Gn 18,23).
Al final llegaron a un acuerdo. Si Dios
encontraba diez hombres honrados en Sodoma, no destruiría la ciudad. Entonces
envío dos ángeles en una misión de reconocimiento. En Sodoma se encontraron con
Lot, que por lo visto era un importante oficial de la ciudad que pasaba
sentencia a las puertas de la ciudad, y les ofreció la hospitalidad de su casa.
Mientras Lot compartía su comida con los ángeles, varios sodomitas llamaron a
la puerta de la casa de Lot y le exigieron que entregara a sus huéspedes «para
que los conozcamos», un eufemismo para el conocimiento carnal (Gn 19, 5). Lot
les rogó que se retiraran y le ofreció a la multitud sus dos hijas vírgenes
como sustituías. Esta ofrenda no convenció a los sodomitas y amenazaron con
herir tanto a los huéspedes como a Lot.
No hemos de pensar que este relato
incluye algún tipo de manifestación que condene la homosexualidad como un acto
pecaminoso, peor incluso que la violación, sino que debemos comprender que el
crimen de los sodomitas no era la homosexualidad, sino la falta de
hospitalidad.
Mirad, dos hijas tengo
que no han conocido varón; os las sacaré para que hagáis con ellas como bien os
parezca; pero a esos hombres no les hagáis nada, pues para eso se han acogido a
la sombra de mi techo» (Gn 19, 8).
En gran parte
de esa región en tiempos antiguos, la hospitalidad hacia los viajeros y
huéspedes desempeñaba un papel importante que era casi una obligación. Las
narraciones bíblicas incluyen numerosos testimonios de este tipo, al igual que
lo hacen los mitos de otras culturas mediterráneas y de Oriente Próximo. En un
relato, por ejemplo, dice Abraham:
Alzando los ojos, vio parados cerca de él a tres
varones. En cuanto los vio, les salió al encuentro desde la puerta de la tienda
y se postró en tierra, diciéndoles: «Señor mío, si he hallado gracia a tus
ojos, te ruego que no pases de largo junto a tu siervo; haré traer un poco de
agua para lavar vuestros pies, y descansaréis debajo del árbol, y os traeré un
bocado de pan y os confortaréis; después seguiréis, pues no en vano habéis
llegado hasta vuestro siervo» (Gn 18, 2-5).
Y en otra ocasión, cuando Abraham envía a un sirviente a traer una
esposa para Isaac, el sirviente comenta:
Voy a ponerme junto al
pozo de agua mientras las mujeres de la ciudad vienen a buscar agua; la joven
a quien yo dijere: Inclina tu cántaro, te ruego, para que yo beba; y ella me
respondiere: Bebe tú y daré también de beber a tus camellos, sea la que
destinas a tu siervo Isaac, y conozca yo así que te muestras propicio a mi
señor (Gn 24, 13-14).
Los dos ángeles en la casa de Lot meten a su anfitrión dentro de
la casa y ciegan a los intrusos. Luego avisan a Lot de que Dios planea destruir
la ciudad y de que él y su familia deben huir. Cuando Lot informa a sus
parientes, éstos creen que bromea y le ignoran. Sólo su mujer y sus dos hijas
se unen a él en el intento de huir de la ciudad ilesos.
El relato continua y Lot y su familia abandonan la ciudad:
E hizo
el Señor llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que venía del Señor,
desde el cielo. Destruyó estas ciudades y todo el llano, y a todos los
habitantes de las ciudades y hasta las plantas de la tierra (Gn 19, 24-25)
Acto seguido, la mujer de Lot se convierte en una columna de sal y
muere al mirar hacia atrás y ver la destrucción (véase el Mito 51), y Lot
engendra en sus hijas dos naciones, Amon y Moab (véase el Mito 52).
Durante los momentos finales de la destrucción de Sodoma, Abraham
es testigo del destino de las dos ciudades: «y mirando hacia Sodoma y Gomorra y
todo el llano, vio que salía de la tierra una humareda de horno» (Gn 19, 28).
El relato de Lot
contiene numerosos anacronismos. Por ejemplo:
1. Varios miembros de la familia de
Abraham tienen nombres asociados con territorios que no existieron hasta
cientos de años después de la época de Abraham;
2. Abraham y Lot se trasladaron a Betel,
que, según la Biblia ,
no obtuvo ese nombre hasta los tiempos de Jacob, el nieto de Abraham, y
3. Abraham rescató a Lot del territorio
de Dan, que no tuvo ese nombre hasta mucho después del Éxodo desde Egipto.
4. Se comentan otros anacronismos en el
Mito 52, que perfila a los dos hijos de Lot, a quienes se identifica como los
fundadores de las naciones de Moab y Amon.
No hay
testimonios históricos que demuestren la existencia de Sodoma y Gomorra. La
palabra Sodoma viene de una raíz que significa «chamuscado», un nombre que
sólo habría surgido tras la supuesta destrucción de la ciudad, y no antes. Ese
hecho, junto con los numerosos anacronismos asociados con los acontecimientos
de la vida de Lot, demuestra que el relato de Sodoma y Gomorra alcanzó su forma
escrita actual hacia finales del primer milenio a.C., basado en leyendas de
tiempos anteriores.
Además, el relato de la destrucción de
Sodoma y Gomorra guarda un sospechoso paralelismo con otro legendario relato en
el libro de los Jueces, acerca de la destrucción de la tribu de Benjamín (véase
Je 19 a
21). Ese relato trata sobre un sacerdote levita que, viajando con su concubina,
pasa por Gibea, donde un anciano efraimita sale de sus campos y los ve. El
efraimita ofrece al sacerdote la hospitalidad de su casa. Mientras entretiene
a sus huéspedes y les ofrece pan y vino, algunos ciudadanos se acercan a la
casa del efraimita y exigen que el huésped salga para que los hombres «le
conozcan». El anfitrión señala que el hombre es su huésped y le ofrece a su
propia hija y a la concubina del sacerdote como alternativa. Los ciudadanos
toman a la concubina y abusan de ella hasta la muerte.
El sacerdote recoge su cuerpo, cortado en
doce trozos, y envía una parte a cada una de las tribus israelitas, exigiendo
venganza contra la ciudad.
Con la ayuda de Dios, la ciudad, que
pertenecía a la tribu de Benjamín, es destruida y, «cuando la nube de humo
comenzó a alzarse como una columna sobre la ciudad, volvieron los ojos atrás y
vieron que toda la ciudad subía en fuego hacia el cielo» (Je 19, 40).
Esta es la misma escena vislumbrada por
Abraham tras la destrucción de Sodoma. Más tarde, los israelitas arrasan con
casi toda la tribu de Benjamín, pero unos cuantos hombres consiguen escapar.
Los israelitas acceden a que los restantes benjaminitas tomen esposas de entre
algunas mujeres no hebreas para que puedan conservar su estirpe.
Si sustituimos al sacerdote, una figura religiosa,
por los ángeles, encontramos que los dos relatos ofrecen tramas casi idénticas
y en ocasiones hasta comparten las mismas frases e ideas. En ambos relatos, por
ejemplo, los hombres de la ciudad quieren «conocer» a la figura religiosa
masculina. Y al ofrecerles a las dos mujeres que hay dentro de la casa como
substituías, ambos relatos utilizan frases similares.
En el relato de Lot, el anfitrión dice:
«Mirad, dos hijas tengo que no han conocido varón, os las sacaré para que
hagáis con ellas como bien os parezca, pero a esos hombres no les hagáis nada,
pues para eso se han acogido a la sombra de mi techo» (Gn 19, 8). Y en el
relato posterior, el anfitrión dice, «para que abuséis de ellas y hagáis con
ellas como bien os parezca, pero a este hombre no le hagáis semejante infamia»
(Je 19,24).
Ambos relatos incluyen una frase que les
dice a los hombres pecadores que hagan «bien» con la mujer. Esta frase también
está unida a una solicitud de que los hombres no violen el principio de la
hospitalidad.
Consideren
cuántos puntos en común hay entre los dos relatos:
1. Una figura
religiosa (ángel/sacerdote) entra en una ciudad malvada;
2. Un ciudadano le ofrece al huésped su
hospitalidad y le da una comida a base de pan;
3. Estando en la residencia del anfitrión,
los hombres de la ciudad exigen que la figura religiosa salga para que ellos
puedan «conocerlo», es decir, forzarlo sexualmente;
4. El anfitrión ruega a los ciudadanos
que respeten el derecho a la hospitalidad y ofrece a dos mujeres como
alternativa, diciéndole a los intrusos que hagan lo que les parezca bien con
ellas;
5. Una
acompañante femenina muere;
6. Una ciudad es destruida, con humo que
se eleva hasta el cielo;
7. El acto de
destrucción casi acaba con una población entera, y sólo consiguen escapar unos
cuantos hombres, y
8. Al final de los relatos, se llega a un
acuerdo sexual especial con mujeres que no son esposas para permitir a los
fugados conservar su linaje.
Un paralelismo tan allegado entre los dos
relatos, incluyendo el uso ocasional de frases idénticas o elementos
narrativos, indica que ambos surgen de un mismo relato legendario sobre la
destrucción de una ciudad malvada que abusaba del derecho a la hospitalidad.
Basándonos en lo siguiente, podemos concluir que Sodoma y Gomorra eran ciudades
mitológicas que existieron exclusivamente como relatos folklóricos: la falta
de evidencia arqueológica para la existencia de Sodoma y Gomorra, la supuesta
ubicación de ambas ciudades bajo un mar salado que había existido ahí durante
millones de años, los numerosos elementos anacrónicos presentes en el relato,
el nombre Sodom que significa
«chamuscado», y la posterior duplicación de los elementos narrativos y frases
de un relato anterior con una ubicación distinta.
Mito 51 La mujer de Lot se convirtió
en una columna de sal
El Mito: La mujer de Lot miró atrás, y se convirtió en una columna de sal
(Gn 19, 26).
Cuando Lot y su familia salen de Sodoma, los ángeles les dicen que
no miren atrás o se verían consumidos por la destrucción. Pero la mujer (sin
nombre) de Lot sí mira y se convierte en una columna, o bloque de sal.
La región que
rodea la orilla sur del mar Muerto (que está compuesto por un 25 por ciento de
sal) era una importante comunidad minera de sal, y no debería sorprendernos que
surgieran leyendas a partir del curioso fenómeno de grandes depósitos de sal en
el interior. La historia de la mujer de Lot es uno de estos relatos. Pero el
relato básico en sí se origina a partir de una idea mítica distinta, una
parecida al mito griego de Orfeo y Eurídice. En el mito griego, Orfeo pide
permiso para sacar a su amada del reino de los muertos. Se le otorga el permiso
pero con la condición de que no se vuelva hacia su amada hasta que estén en el
exterior. Pero no puede controlar sus deseos de verla y se vuelve para mirarla
mientras ascienden. Ella desaparece y regresa al reino de los muertos.
El tema de la
entrada en el reino de los muertos, poner al héroe a prueba y buscar favores
allí es un tema mitológico común en Oriente Próximo, como en el relato sumerio
de El descenso de Inanna (véase el
Mito 30). Los antiguos griegos tenían muchas leyendas de este tipo, incluyendo
el descenso de Ulises, Heracles y Orfeo.
La malvada
ciudad de Sodoma sustituye al reino de los muertos, y al final del relato todos
en ella mueren. Pero existen evidencias bíblicas adicionales de que Sodoma
originariamente representaba el reino del más allá.
Después de que
la alianza de reyes mesopotámicos atacara Sodoma y estableciese allí una
fortaleza, prosiguió la conquista de otros grupos, entre ellos «los refaím en
Astarot Carnaím, los zuzím en Ham, y los emim en el llano de Quiriataím» (Gn
14, 5).
Refaim, zuzim y emim son nombres de
grupos de gigantes. Mientras que se les suele considerar como grupos distintos,
en ocasiones se les considera como uno y el mismo. Por ejemplo, en
Deuteronomio 2, 11, los emim y los refaim son lo mismo y el texto los ubica en
Moab (la traducción inglesa utiliza «gigantes» para «refaim».) Y Deuteronomio
2, 20 dice que los amonitas llamaban a los zanzumim (una variante de zuzim)
«refaim».
«Refaim» tiene un segundo significado:
además de «gigantes», también significa «sombras de los muertos». Puesto que
los territorios asociados a Lot, Moab y Amón estaban habitados por una variedad
de refaim, los habitantes eran los gigantes mitológicos o «sombras de los
muertos».
En una época posterior, cuando los editores
de la Biblia
recopilaron las narraciones sobre Lot, se olvidaron de que Sodoma representaba
el reino de los muertos, y confundieron el significado de refaim en cuanto «sombras
de los muertos» con el significado de refaim en cuanto «gigantes».
En el relato completo que tenemos, la
huida de Lot y su familia de Sodoma describe la intención de Lot de recuperar a
su mujer de entre los muertos. Al igual que en el relato de Orfeo, el arreglo
incluye la condición de no mirar hacia atrás para no ver el reino de los
muertos, y cuando su mujer viola las condiciones del acuerdo, ésta no puede
salir con su marido.
Mito 52: Lot engendró a
Amon y Moab
El Mito: Subió Lot desde Segor, y habitó en el monte con sus dos hijas,
porque temía habitar en Segor, y moró en una caverna con sus dos hijas. Y dijo
la mayor a la menor: «Nuestro padre es ya viejo, y no hay aquí hombres que se
lleguen a nosotras, como en todas partes se acostumbra. Vamos a embriagar a
nuestro padre y a acostarnos con él, a ver si tenemos de él descendencia...» Y
concibieron de su padre las dos hijas de Lot. Parió la mayor un hijo, a quién
llamó Moab. Este es el padre de Moab hasta hoy. También la menor parió un hijo,
a quien llamó Ben Ammi, que es el padre de los amonitas hasta hoy (Gn 19,
30-32. 36-38).
Tras la destrucción de Sodoma, Lot y sus dos hijas creen que son
los únicos supervivientes del mundo, y sus hijas piensan que deben acostarse
con su padre para tener hijos y propagar la raza. Ya que su padre lo habría
considerado inmoral, primero las hijas lo emborrachan de vino y luego se
acuestan con él cada una en una noche distinta. Como resultado de estas
uniones, cada hija tiene un bebé. El primero en nacer se llama Moab, y es el
antecesor de los moabitas. El otro hijo se llama Ben-Ammi, un nombre raro que
significa «hijo del pueblo» —¿A qué pueblo se referirá?— y se le identifica
como el antecesor de los amonitas. Ambos territorios son vecinos cerca de la
parte sur del mar Muerto. Durante el primer milenio a.C. fueron enemigos
constantes de los israelitas.
La referencia
más antigua en cuanto a la existencia de Moab como territorio aparece en una
inscripción egipcia que data del reinado de Ramsés II (siglo xiii a.C.). En cuanto
a los amonitas, la prueba de su existencia en la época de Lot es todavía más
escasa. La prueba escrita más antigua para el nombre se remonta a los registros
asirlos de alrededor del siglo vill a.C.
Las
inscripciones egipcias que datan de épocas anteriores hacen referencia a los
pueblos de esa zona, pero ninguna menciona ni a los moabi-tas ni a los
amonitas. Ni tampoco tenemos pruebas de que los moabitas y los amonitas
constituyeran grupos étnicos específicos que tuvieran una historia común. Ambos
parecen tener sus raíces entre los pueblos nómadas que pudieron proceder de
una variedad de antecedentes étnicos del antiguo Oriente Próximo.
En el libro de Números de la Biblia , se dice que Moisés
derrotó a un rey de Sión que reinaba en la ciudad moabita de Jeshbón, cerca de
la frontera moabita e israelitas. Esta ciudad supuestamente sirvió como centro
de un gran reino moabita. Sin embargo, recientes excavaciones en el lugar que
debía ser el emplazamiento de Jeshbón, Tell
Hishban, muestran que permaneció desocupado hasta el primer milenio a.C.
Sin duda, la Biblia
contiene información errónea referente al periodo moabita temprano.
Como era habitual en los tiempos
antiguos, la mayoría de culturas mantenían que eran descendientes de algún
héroe antiguo. Tanto los moabitas como los amonitas habrían tenido leyendas
sobre estos antecesores. Debido a su proximidad al antiguo Israel, los estilos
de vida similares y los frecuentes conflictos territoriales y reconvenciones
con Israel, los escribas de la
Biblia trataron de establecer alguna conexión subordinada
entre estas dos naciones y el reino israelita. Ya que la genealogía está
conectada a la falsa genealogía de Abraham, podemos suponer que se originó en
una época posterior incluso a la de Abraham.
Mito 53: Abraham fingió que Sara
era su hermana
El Mito: Cuando estaba ya
próximo a entrar en Egipto, dijo a Sarai, su mujer: «Mira que sé que eres mujer
hermosa, y cuando te vean los egipcios dirán: «Es su mujer», y me matarán a
mí, y a ti te dejarán la vida; di, pues, te lo ruego, que eres mi hermana, para
que así me traten bien por ti, y por amor de ti salve yo mi vida» (Gn 12,
11-13).
Partióse de
allí Abraham para la tierra del Néguev, y habitó entre Cades y Sur, y moró en
Gerar. Abraham decía de Sara, su mujer: «Es mi hermana». Abimelec, rey de
Gerar, mandó tomar a Sara (Gn 20, 1-2).
Cuando Abraham abandona Mesopotamia y va a Canaán, una hambruna
invade la tierra y se ve obligado a ir a Egipto para encontrar alimentos. Por
algún motivo, teme que el faraón se entere de su presencia y que encuentre a su
mujer de lo más atractiva y deseable (Sara cuenta unos sesenta y cinco años en
esa época). Abraham se imagina que si el faraón cree que Abraham y Sara son
marido y mujer, a él lo matará para así poder quedarse con Sara. Por tanto, le
pide a Sara que finja ser su hermana. Por lo visto, Abraham tolera que su mujer
se convierta en concubina del faraón.
Efectivamente,
el faraón descubre a la hermosa Sara y la toma por esposa. Pero una terribles
enfermedades azotan la casa del rey y éste se entera de la verdad. El faraón
devuelve a Sara a Abraham y los envía fuera del país con grandes riquezas
—ganado, oro y plata.
Unos
veinticinco años después, Abraham y Sara viajan a la ciudad de Gerar, una ciudad
filistea gobernada por un rey llamado Abimelec, que tiene un capitán de
ejército llamado Picol. Sara, que ahora tiene unos noventa años, sigue siendo
una gran belleza, y una vez más Abraham teme que el rey lo mate para hacer de
Sara su esposa real. Así que nuevamente le pide a Sara que finja ser su hermana
y nuevamente el rey la hace suya. Pero esta vez, antes de que el rey hubiese
consumado el asunto, recibe un aviso de Dios, y retorna Sara a Abraham. Este
rey también colma a Abraham de grandes riquezas. Posteriormente, Abraham y
Abimelec se disputan unos pozos y resuelven la disputa mediante un tratado.
Llaman al lugar Berseba, que significa «pozo de promesa».
Entre cuarenta y cuarenta y cinco años
después, otra hambruna azota Canaán y Dios le dice a Isaac, el hijo de Abraham,
que no vaya a Egipto sino a Gerar. Nuevamente la ciudad pertenece a los
filisteos, Abimelec es rey y Picol es capitán de la guardia. Cuando Isaac llega
a Gerar con su mujer, Rebeca, los ciudadanos comentan lo hermosa que es, e Isaac,
temiendo que el rey lo mate, dice que Rebeca es su hermana.
Habitó, pues, Isaac en
Gerar. Preguntábanle los hombres del lugar por su mujer, y él decía: «Es mi
hermana». Pues temía decir que era su mujer, no fuera que le mataran los
hombres del lugar por Rebeca, que era muy hermosa (Gn 26, 6-7).
Nuevamente, el
rey descubre la farsa, hace las paces con Isaac, y acto seguido se disputa unos
pozos con él. Concluyen un tratado y nombran al lugar Berseba.
Gerar y Berseba están situadas en la
frontera sur de Canaán, en el desierto de Sur. Al describir la extensión del
territorio israelita, en ocasiones los escritores de la Biblia dicen que se
extiende desde Berseba hasta Dan. En términos tribales, el territorio pertenece
a Simón, el segundo hijo mayor de Jacob.
Estos tres relatos presentan testimonios
alternativos del mismo acontecimiento, pero los redactores de la Biblia no se ponen de
acuerdo sobre si el incidente tuvo lugar en Egipto o en Canaán, o si ocurrió
con Abraham o Isaac. El incidente de Abraham en Gerar pertenece a la fuente E,
pero el relato de Isaac en Guerar pertenece a la fuente J. El relato egipcio de
Abraham también pertenece a la fuente J, y ambos relatos J incluyen una
hambruna.
En el relato de Abraham de la hambruna,
Abraham va a Egipto, pero en el relato de Isaac de la hambruna. Dios le dice al
patriarca: «No vayas a Egipto; sigue habitando en esa tierra, donde yo te diga»
(Gn 26, 2). ¿Por qué, si en Egipto había pan? Allí fueron los hijos de Abraham
y Jacob durante la hambruna. Parece existir un esfuerzo concienzudo para rebajar
la conexión con Egipto y la conexión de Abraham con Berseba.
La fuente E tiende a reflejar las ideas
del reino del norte, mientras que la fuente J tiende a favorecer al reino del
sur. El hecho de que ambas fuentes presenten reivindicaciones contrarias
acerca de cual patriarca fue a Gerar y cómo Berseba obtuvo su nombre, sugiere
algún tipo de feudo político esotérico en el periodo después de que Israel y
Judá se dividieran en reinos separados.
Uno puede ver que tanto los relatos de
Gerar de Abraham e Isaac son de un origen tardío porque ambos mantienen que los
filisteos controlaban y habitaban Gerar. Los filisteos no llegaron a Canaán
hasta el siglo xii a.C., unos seiscientos años después de la época de Abraham e
Isaac. Por tanto, los relatos de Gerar son falsos. Pero ¿qué hay del primer
relato que tiene lugar en Egipto?
Tal y como vimos en el Mito 49, cuando
Abraham abandona Egipto se dirige hacia el sur, en dirección al Alto Egipto, y
no a Canaán. Esto sugiere que el relato de Abraham y el faraón nace de una
fuente egipcia. Siguiendo la cronología judía tradicional de la Biblia , Abraham llegó a
Egipto durante la segunda mitad del siglo xin a.C. Para los egipcios esta fue
una época problemática que los egiptólogos denominan el Segundo Periodo
Intermedio.
Durante esta época, una coalición de no
egipcios que residía en el delta del Nilo comenzó a hacerse con el poder.
Conocidos como los hicsos, al final consiguieron el control de la mayor parte
de Egipto y reinaron durante casi dos siglos. Los reyes egipcios legítimos en
Tebas mantuvieron el control sobre alguna parte del Alto Egipto, o bien
hicieron de vasallos para los dirigentes hicsos en el Bajo Egipto.
En un interesante giro
mitológico/literario, los reyes hicsos adoraban al rey egipcio Set, el único
rival mitológico reconocido de Horus. El conflicto hicsos-Tebas reflejaba el
conflicto Horus-Set, y la literatura egipcia posterior tendía a identificar a
los invasores extranjeros como agentes de Set. El interregno de los hicsos
tuvo un poderoso impacto sobre la mentalidad egipcia y dio lugar a gran
cantidad de imágenes mitológicas y literarias.
Los hicsos construyeron su capital en
Avaris y dedicaron la ciudad a Set. Unos 450 años después, mucho después de que
Egipto expulsara a los hicsos, el faraón Ramses II cambió el nombre de Avaris
por el de Pi-Ramses. Esta ciudad era una de las dos ciudades donde trabajaron
los esclavos hebreos, aunque no queda claro si trabajaron allí antes o después
del cambio. La ciudad continuaba siendo un centro de culto para Set. Por tanto
la tradición israelita recordaba a Set como un rey enemigo que los perseguía.
Cuando Abraham llega a Egipto durante la
hambruna, debió alcanzar el delta del Nilo alrededor de la época en que los
hicsos ya habían establecido su dominio en esa región. El deseo del faraón de
casarse con la mujer de Abraham sería una metáfora de las negociaciones y
disputas entre los príncipes hicsos que se hicieron con el poder y los
príncipes locales que se opusieron. El líder de los hicsos querría un acuerdo.
Abraham, que se correspondía con un gobernador egipcio local, al principio
habría aceptado pero luego se rebelaría. Huiría hacia el sur, a Tebas, para
unirse a los reyes legítimos en su lucha contra los invasores.
La ciudad de Gerar estaba ubicada en el
desierto de Sur, un territorio que los egipcios asociaban con el dios Set. En
tiempos post-hicsos, la rebelión de un Abraham egipcio contra un rey adorador
de Set en el delta era comparable a una rebelión contra las fuerzas de Set en
el desierto de Sur. Abimelec de Gerar, cuyo nombre significa «rey-padre»,
hubiese sido originariamente una representación del último rey de los hicsos,
pero puesto que Gerar estaba ubicada en lo que posteriormente se convirtió en
territorio filisteo, los redactores bíblicos dieron por hecho que Abimelec era
un rey filisteo. Esta posterior reescritura del relato refuerza la idea en la
mente de los editores bíblicos de que cuando Abraham abandonó Egipto se fue a
Canaán.
Por tanto, mientras que el relato de
Abraham y el faraón simboliza el conflicto entre Tebas y los reyes hicsos, que
tuvo lugar en Egipto, la historia se convierte en un conflicto con un rey en
el territorio de Set, y se extiende a un conflicto con un rey filisteo.
Mientras, las facciones políticas discuten si Abraham o Isaac tienen más
derecho sobre Berseba, una discusión que sin duda tiene algo que ver con la
resolución de disputas territoriales entre los israelitas.
Mito 54: Jacob y Esaú
lucharon en el seno materno
El Mito: Rogó Isaac al Señor por su mujer, que era estéril, y fue oído por
el Señor, y concibió Rebeca, su mujer. Chocábanse en su seno los niños, y dijo:
«Para esto ¿a qué concebir?» Y fue a consultar al Señor, que le dijo:
«Dos pueblos
llevas en tu seno, dos pueblos que al salir de tus entrañas se separarán. Una
nación prevalecerá sobre la otra nación. Y el mayor servirá al menor».
Llegó el tiempo del parto, y salieron de
su seno dos gemelos. Salió primero uno rojo, todo él peludo, como un manto, y
se le llamó Esaú. Después salió su hermano, agarrando con la mano el talón de
Esaú, y se le llamó Jacob. Era Isaac de sesenta años cuando nacieron. Crecieron
los niños, y fue Esaú diestro cazador y hombre agreste, mientras que era Jacob
hombre apacible y amante de la tienda. Isaac, porque le gustaba la caza,
prefería a Esaú, y Rebeca prefería a Jacob (Gn 25, 21-28).
Jacob y Esaú
son gemelos que luchan incluso dentro del seno materno. Esaú sale el primero,
«rojo, todo él peludo, como un manto», pero Jacob intenta retenerle. Este
relato presenta sólo uno de los muchos incidentes entre Jacob y Esaú que se
inspiran en los mitos egipcios sobre el conflicto entre Horus y Set.
Tenemos varias evidencias acerca de la
identidad original de Jacob y Esaú, pero están dispersas a través de varios
relatos y es necesario reconstruirlas. Comentaremos aquí las características
más destacadas y las demás serán tratadas con más detalle en otros mitos
relacionados con este tema.
Tal vez la
pista más importante en cuanto a su identidad venga dada por la descripción
física de Esaú. Salió del seno materno siendo un bebé bastante peludo, cubierto
de un vello rojo tan espeso que parecía un manto. Era tan hirsuto que años más
tarde Jacob se disfrazó de él cubriendo sus propios brazos con una piel de
cabra. Las características físicas de Esaú son las del dios egipcio Set, hermano
y rival del dios reinante Horus. A menudo, los Egipcios retrataban a Set con
la forma de un asno pelirrojo.
Según el relato de Plutarco acerca del
nacimiento de Osiris, dios del más allá y hermano de Set, el segundo nació
antes de tiempo y se abrió camino por el costado de su madre, de manera similar
a Esaú, que se adelantó a Jacob en su salida de la matriz. En el mismo relato,
Set nació inmediatamente después de Horus el Grande, pero apareció mucho antes
que Horus el Hijo de Isis. Debido a que los egipcios mezclaban las identidades
de varios dioses Horus, Set y Horus eran gemelos que también compartían el
parentesco de tío y sobrino.
Esaú y Set también comparten la
característica de ser intrépidos cazadores y guerreros, mucho más que
cualquier otro de sus compañeros. Y ambos eran seres solitarios que no se
relacionaban bien con los demás miembros de la familia.
Al ser el primer nacido, Esaú debía haber
sido el heredero de la alianza, e Isaac lo prefería a él. Pero su madre quería
más a Jacob y conspiró para engañar a Isaac y Esaú con el fin de transferir la
primogenitura a su amado hijo. El relato egipcio tiene el mismo guión. Ra, la
divinidad principal, prefería a Set como el sucesor de Osiris. Isis, sin
embargo, prefería a su hijo Horus, que también era hermano de Set. Al final,
Isis ayuda a Horus a conseguir el trono (véase el Mito 55).
Otro paralelismo interesante entre los
relatos egipcio y bíblico referentes a Set y Esaú tiene que ver con el nombre
de Esaú. Cuando Set planea atrapar a Osiris en un cofre y enviarlo al mar, una
reina etíope llamada Aso lo ayuda. Aunque el aliado de Set sea una mujer, su
nombre es filológicamente idéntico al de Esaú, al compartir las mismas consonantes
(hebreo y egipcio no utilizaban vocales). Esto indica que cuando los hebreos
adoptaron el relato, substituyeron el nombre de la divinidad que asistió al
dios por el de la misma divinidad.
Por consiguiente, las correspondencias
anteriormente descritas entre Set y Esaú también contribuyen a identificar la
naturaleza del hermano de Esaú. Horus el Grande era el hermano gemelo de Set y
ambos lucharon en el seno materno. Jacob y Esaú hicieron lo mismo. Tanto Horus
el Hijo de Isis, como Jacob dependieron de su madre para que les ayudara a
engañar a su hermano y así conseguir el liderazgo. Tanto Horus como Jacob
recibieron la oposición del cabeza del clan. Por añadidura, Plutarco nos dice
que mucho después del nacimiento de Set, Horus el Hijo de Isis nació cojo.
Jacob también se volvió cojo mucho después del nacimiento de Esaú, pero justo
antes de que cambiara su nombre por el de Israel. Contextualmente, el cambio de
nombre debería considerarse como una forma de renacimiento, ya que supone una
nueva etapa en la vida de Jacob
.
Mito 55: Jacob engañó a Esaú
para quitarle la primogenitura
El Mito: Hizo un día Jacob un guiso, y llegando Esaú del campo, muy
fatigado, dijo a Jacob, «Por favor, dame de comer de ese guiso rojo, que estoy
desfallecido». Por esto se le dio a Esaú el nombre de Edom [es decir, «rojo»]. Le contestó Jacob: «Véndeme ahora
mismo tu primogenitura». Respondió Esaú: «Estoy que me muero; ¿qué me importa
la primogenitura?» «Júramelo ahora mismo», le dijo Jacob; y juró Esaú,
vendiendo a Jacob su primogenitura. Diole entonces Jacob pan y el guiso de
lentejas; y una vez que comió y bebió, se levantó Esaú y se fue, sin dársele
nada de la primogenitura (Gn 25, 29-34).
Cuando Isaac envejeció, sus ojos se
debilitaron y perdió la vista. Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor, ...y mi alma
te bendecirá antes de morir. Oyó Rebeca lo que Isaac decía a Esaú, su hijo... y
Rebeca dijo a Jacob, su hijo... y se lo llevas a tu padre, que lo comerá y te
bendecirá antes de su muerte. Contestó Jacob, a Rebeca, su madre: «Mira que
Esaú, mi hermano, es hombre velludo y yo soy lampiño, y si me toca mi padre
apareceré ante él como un mentiroso, y traeré sobre mí una maldición en vez de
la bendición». Díjole su madre: «Sobre mí tu maldición, hijo mío; pero tú
obedéceme. Anda y tráemelos»... Tomó Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor,
los mejores que tenía en casa, y se los vistió a Jacob, su hijo menor; y con
las pieles de los cabritos le cubrió las manos y lo desnudo del cuello...y éste
se lo llevó a su padre, y le dijo: «Padre mío». «Heme aquí, hijo mío», contestó
Isaac. «¿Quién eres, hijo mío?» Y le contestó Jacob. «Yo soy Esaú, tu hijo
primogénito. He hecho como me dijiste. Levántate, pues, te ruego:
siéntate, y come de mi caza, para que me
bendigas»...y no le conoció, porque estaban sus manos velludas como las de
Esaú, su hermano, y se dispuso a bendecirle (Gn 27,1-24).
El Génesis
ofrece dos relatos sobre cómo Jacob obtuvo la primogenitura de su hermano
mayor y ninguno de ellos deja muy bien parado a Jacob. Cuando Jacob y Esaú
estaban en el seno materno, Dios le dijo a su madre que el mayor serviría al
menor, queriendo decir que de alguna manera la persona con derecho a la
primogenitura la perdería. ¿Por qué? Si Dios hubiese querido que Jacob fuese el
heredero principal, ¿por qué simplemente no dispuso que Jacob naciera el
primero? Y, ¿por qué consignó Dios su esperanza de que Jacob llevara a cabo con
éxito un plan de una falsedad tan evidente?
En el primer
incidente, Esaú regresa de su cacería al borde de la muerte y debilitado por
el hambre. Pide ayuda a su hermano que tiene un plato de lentejas. Jacob, en
vez de compartir la comida con su hermano, como habría hecho cualquier miembro
humano de una familia, se aprovecha de la situación y le ofrece venderle la
comida a cambio de su primogenitura. ¿Es este Jacob un modelo para un Dios que
supuestamente emitió el mandamiento de no desear la propiedad de un prójimo?
La adquisición
por parte de Jacob de la primogenitura, por muy despreciable que fuera el
acto, se podría defender bajo principios puramente contractuales. El segundo
incidente no se puede describir de esta manera. Jacob comete actos de robo y
falso testimonio.
En el segundo
incidente, Isaac, viejo y ciego, quiere transmitirle la bendición a Esaú, su
hijo preferido y legítimo heredero. Como preparación, le envía a cazar venado y
promete bendecirle a su regreso.
Rebeca, la
mujer de Isaac, oye la conversación y le dice a Jacob que mate una cabra para
que ella pueda preparar un guiso para Isaac y así hacer que Jacob finja ser su
hermano. A Jacob le preocupa que su piel no sea lo bastante peluda, lo cual lo
delataría, y en vez de una bendición recibiría una maldición de Isaac (no le
preocupa actuar de forma indebida, sólo ser descubierto). Rebeca le dice que
ella absorberá la maldición, y que Jacob debe cubrirse las manos con la piel de
la cabra y ponerse la ropa de Esaú.
El engaño
funciona. Jacob le miente a Isaac y se hace con la herencia de Esaú. Sin
embargo, no queda del todo claro en qué se diferencian la bendición y la
primogenitura. Jacob ya había adquirido la primogenitura mediante el plato de
lentejas. ¿Qué le añadía la bendición a ese paquete que no tuviera ya?
El relato de
cómo Jacob obtiene la herencia guarda una sorprendente similitud con un
acontecimiento que recoge un texto egipcio del siglo xii a.C., conocido como El Juicio de Horus y Set. El relato habla de un litigio entre
los dioses Horus el Niño y Set por el derecho a suceder a Osiris como rey de
Egipto. El consejo de dioses hace de jurado. El documento reúne varios relatos
que registran mitos anteriores.
En un momento de la contienda, Isis,
madre de Horus el Niño, ha conseguido convencer a todos menos a Ra, la
principal divinidad de los dioses, de que su hijo Horus debe ser el rey. Set
se enfurece y declara que no acatará ninguna decisión emitida por un tribunal
que incluya a Isis. Ra instruye a los dioses para que se vuelvan a reunir en un
lugar conocido como «la isla del Medio» y ordena al barquero que no deje cruzar
a Isis ni a nadie que se le parezca.
La diosa se disfraza de vieja y le dice
al barquero que lleva un plato de sopa para el joven hambriento que cuida el
ganado. Su disfraz engaña al barquero y éste la lleva hasta la isla. Cuando
pisa tierra, ve a Set y se transforma en una hermosa mujer.
Set, sexualmente excitado, se acerca a
ella. Cuando están juntos, ella le explica una historia muy triste. Su marido,
dice, había sido un ganadero con quién ella había tenido un hijo. El marido se
había muerto quedando el hijo a cargo el ganado, pero un extraño había entrado
en el establo y había amenazado con golpear y expulsar al hijo y llevarse el
ganado. Isis acaba pidiéndole protección a Set.
«¿Acaso mientras el hijo de un hombre
sigue vivo —contesta Set— se le debe dar el ganado a un extraño?» Estas
palabras de Set indican que la ley establece que el hijo tiene un derecho mayor
sobre la propiedad de un padre que un extraño. Lo que no sabía mientras pronunciaba
estas palabras, era que también estaba describiendo el conflicto legal entre
él y Horus el Niño por el derecho a reinar en Egipto. Horus el Niño era hijo de
Osiris, el anterior rey, y el título era una forma de propiedad que le
correspondía a su heredero, su hijo, y no a un rival. Set estaba actuando como
matón en el cuento que Isis le había explicado.
Inmediatamente después de pronunciar
estas palabras, Isis se transforma en un pájaro y le grita que las propias
palabras de Set le han delatado. Cuando Ra oyó lo que había dicho Set, declaró
que Horus debía ser el rey.
Pero Set no era buen perdedor y se negó a
obedecer la declaración. Quedaban por venir todavía más pruebas, trucos, y
engaños.
Este relato egipcio presenta básicamente
la misma narración que la
Biblia. El cabeza del clan prefiere al pretendiente mayor; la
madre prefiere al menor; el hijo mayor se ausenta del hogar antes de recibir
la bendición que le corresponde; la madre se entera de la intención de otorgar
la bendición; la madre dispone para que un plato de comida sea llevado a uno de
los rivales por una persona disfrazada; uno de los rivales es engañado para
que pronuncie las palabras que otorgan la bendición al hijo menor; uno de los
rivales determina matar al hijo menor.
Los detallados paralelismos entre el
relato egipcio de la isla del Medio y los actos de Rebeca y Jacob no dejan
lugar a dudas acerca de la influencia egipcia sobre el relato del Génesis.
Mito 96: David mató a Goliat
El Mito:
Y el filisteo [es decir. Goliat] se fue acercando a David; y el hombre que
portaba su escudo iba delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David,
lo despreció: pues era muy joven, de rostro blondo y bello. Y dijo el filisteo
a David: «¿Acaso crees que soy un perro, que vienes contra mí con un cayado?»
Y el filisteo maldijo a David por sus dioses. Y dijo el filisteo a David: «Ven
hacia mí, y daré tu carne a los pájaros del aire y a las bestias del campo».
Dijo entonces David al filisteo: «Tú vienes a mí con la espada, la lanza y el
escudo: pero yo voy a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de
las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. En el día de hoy el Señor te
entregará en mis manos; y yo te heriré y te arrancaré la cabeza; y daré los
cadáveres de la hueste de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de
la tierra; y que sepa toda la tierra que hav un Dios en Israel. Y toda esta
asamblea sabrá que el Señor no salva por la espada ni por la lanza; pues la
batalla es del Señor, y él nos la entregará en nuestras manos». Y sucedió que
cuando el filisteo se levantó y se acerco a David, éste se echó a correr hacia
el ejército para encontrar al filisteo. Y David metió la mano en el zurrón, y
cogió una piedra y la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente, de
forma que la piedra se hundió en su frente; y cayó de bruces a tierra. Así pues
David venció al filisteo con una honda y una piedra, e hirió al filisteo y lo mató;
pero no había espada alguna en la mano de David. Así que corrió y se detuvo
frente al filisteo, y tomó su espada, y la sacó de su vaina, y lo mató y le
cortó la cabeza. Y cuando los filisteos vieron que su campeón había muerto,
huyeron (1 Sm 17,41-51).
La
historia de cómo el joven David, armado tan solo con una honda y piedras,
derrotó a un gigantesco y bien armado guerrero filisteo llamado Goliat ha
llegado a ser uno de los relatos bíblicos más famosos. El nombre del enemigo
derrotado se ha convertido en sinónimo de «enorme» y la expresión «David contra
Goliat» en un cliché literario para una confrontación entre contendientes de
tuer/.as desiguales. Por desgracia, David no mato a Goliat, y tampoco era un
joven cuando este nuino.
En la
traducción del rey Jacobo de 2 Samuel 21, 19, dice: «Y hubo otra batalla en Gob
con los filisteos, en la que Elijanan, hijo de lari, mato al hermano de Goliat,
cuya lanza era como un enjulió de tejedor».
Aunque esta
traducción nos dice que Elijanán mato al hermano de Goliat, las palabras «el
hermano de» no aparecen en el texto hebreo.[1]
El pasaje dice en realidad que Elijanán mato a Goliat, no a su hermano.
La adición
de estas palabras a la traducción tiene dos motivos. En primer lugar, los
traductores no querían contradecir el relato anterior que atribuía la victoria
a David, especialmente porque David esta dramáticamente vinculado a Cristo en
la tradición cristiana: las credenciales de Cristo como Mesías, según las
profecías bíblicas, dependen de su descendencia de David. En segundo lugar, el
autor de 2 Crónicas 20, 5, escrito siglos después del versículo 2 Samuel 21, 17
y enfrentado a la misma contradicción, escribió: «Elijanán, el hijo de Jari
mato a Lajmi, el hermano de Goliat, de Gat, cuya lanza era como un enjjulio de
tejedor».
Hay varias
claves que indican que los redactores tardíos dieron crédito a David sobre lo
realizado por Elijanán. Los traductores ingleses, confiando en 1 Crónicas 20,
5, insertaron las palabras «el hermano» en 2 Samuel 21, 19. En la versión que
atribuye la hazaña a David, después de la muerte de Goliat, Saúl dice: «¿De
quien es hijo ese joven?» Y Abner dijo: «Por tu alma que no lo sé, ¡oh rey!» Y
el rey dijo: «Infórmate entonces a ver de quién es hijo» (1 Sm 17, 55). Si
David fuera quien mata a Goliat, Saúl hubiera sabido quien era, pues David ya
era un favorito de la corte.
Y David llevó a su casa
y se presento ante Saúl. Saúl /e tomo
cariño y le hizo su escudero. Y Saúl dijo a Isai: «Que se quede, te ruego, conmigo David, pues ha
hallado gracia ante mis ojos" (I Sm /6, 21-22).
Si
David va era un favorito de Saúl, ¿como podía Saúl no conocer a quien acababa
de enviar a luchar con Goliat?
Después de
matar a Goliat, el texto nos dice que David llevo la cabeza a Jerusalén, pero
durante el reinado de Saúl Jerusalén estaba en manos de los jebuseos. La ciudad
no paso a poder de Israel, según la
Biblia , hasta que David llegó a ser
rey. Esto sugiere que en el relato original David ya era rey cuando Goliat
murió.
Casualmente, en la versión que atribuye
la muerte de Goliat a Elijanán, David ya es rey y Elijanán forma parte del
grupo de guerreros de élite conocidos como Los Treinta. La versión de Elijanán
retiene asimismo algo del aliento épico original. Es una de las cuatro
historias cortas sobre otros tantos miembros de Los Treinta que matan a cuatro
gigantes. Es interesante que en el versículo que introduce los cuatro relatos
sobre Elijanán y los otros, se nos dice que «David se fatigó» (2 Sm 21, 15).
Aunque el padre de Elijanán recibe el
nombre de Jari en los versículos sobre la victoria sobre Goliat, en la lista de
los integrantes de Los Treinta de David recibe el nombre de Dodo. Como los otros
tres matagigantes también pertenecen a Los Treinta, debe tratarse del mismo
Elijanán. Esta conexión entre Elijanán y Dodo puede haber sido la inspiración
para atribuir a David el triunfo de Elijanán. En hebreo, Dodo se deletrea DWDW
y David DWD. Los dos nombres son virtualmente idénticos y provienen de la misma
raíz que significa «amado». Dodo y David son llamados belenitas, añadiendo otra
razón para la confusión de la identidad del asesino de Goliat.
Otro indicio de que la versión favorable
a David adaptó material de la versión de Elijanán proviene de la aparición
contextual del nombre de Goliat. A lo largo de toda la narración de David, el
nombre de Goliat sólo aparece en dos ocasiones. Las referencias restantes a
este guerrero lo describen simplemente como el «filisteo» o «el filisteo de
Gat». La forma en que aparece el nombre sugiere que fue insertado en la
narración posteriormente. Por ejemplo, en 1 Samuel 17,23, el texto dice:
Y
mientras hablaba con ellos, llegó el campeón, el filisteo de Gat, de nombre
Goliat, salió de las líneas de los filisteos y dijo las mismas palabras: y
David lo escuchó.
Pero la Biblia
ya había dado el nombre de Goliat anteriormente y había descrito su gran valor,
por lo que en la expresión «filisteo de Gat, de nombre Goliat» el añadido de
las palabras «de nombre» suena artificial.
En su origen, el asesinato de Goliat pertenecía a una colección de
relatos en los que numerosos héroes mataban a gigantes. Elijanán era uno de
estos valerosos guerreros, como lo eran otros miembros de Los Treinta, a muchos
de los cuales se atribuían tales victorias. Los Treinta parecen haber sido un
grupo mítico al estilo de los caballeros de la Mesa Redonda del rey
Arturo. Al convertirse David en el mayor héroe de la corte de Judá, los
miembros de la tribu de Judá anhelaban creer que el fundador de la dinastía
había sido capaz de grandes hazañas, por lo que su substitución por uno de los
restantes matagigantes no precisaba de una gran suspensión de la credibilidad.
Mito 56: Jacob sueña con una
escalera hacia el cielo
El Mito: Salió, pues, Jacob de
Berseba para dirigirse a Jarán. Llegó a un lugar donde se dispuso a pasar la
noche, pues el sol se ponía ya, y tomando una de las piedras que en el lugar
había, la puso de cabecera y se acostó. Tuvo un sueño en el que veía una
escala que, apoyándose sobre la tierra, tocaba con su extremo en el cielo, y
por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. Junto a él estaba el Señor, que
le dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la
tierra sobre la cual estás acostado te daré a ti y a tu descendencia. Será ésta
como el polvo de la tierra, y te ensancharás a occidente y a oriente, a norte
y a mediodía, y en ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones
de la tierra. Yo estoy contigo, y te bendeciré adondequiera que vayas, y
volveré a traerte a esta tierra, y no te abandonaré hasta cumplir lo que te
digo».
Despertó
Jacob de su sueño, y se dijo: «Ciertamente está el Señor en este lugar, y yo no
lo sabía»; y atemorizado, añadió: «¡Qué terrible es este lugar! No es sino la
casa de Dios y la puerta de los cielos». Levantóse Jacob bien de mañana, y
tomando la piedra que había tenido de cabecera, la alzó, como memoria, y vertió
óleo sobre ella. Llamó a este lugar Betel, aunque la ciudad se llamó primero
Luz (Gn 28, 10-19).
Cuando
Esaú se entera de que Jacob lo ha engañado para obtener la bendición de Jsaac,
hace un juramento: «Cerca están los días del duelo por mi padre; después mataré
a Jacob, mi hermano». Los padres de Jacob temen por la seguridad de su hijo
menor y lo envían a Padanaram (Siria) con el hermano de Rebeca, Laban (epónimo
de Líbano).
Por el
camino tiene un extraño sueño. Ve una escalera que se alza desde la tierra
hasta el cielo y por ella suben y bajan ángeles. Al final se alza Dios, quien
le promete toda la tierra de Canaán a Jacob, el heredero de la alianza de
Abraham e Isaac. Cuando despierta, Jacob declara que ese lugar debe ser la casa
de Dios y la puerta de los cielos. Allí eleva y consagra un altar y llama al
lugar Betel, que significa «casa de Dios».
El sueño
aparece en un contexto ambiguo. Isaac, que ha sido descrito como viejo y ciego,
y con unos cien años de edad, le acaba de dar su bendición a Jacob. Esaú
declara que los días de duelo de su padre se acercan, queriendo decir que Isaac
morirá pronto. Curiosamente, Isaac realiza sólo una aparición breve v menor en la Biblia. Unos veinte
años tras la huida de Jacob, éste visita a Isaac, que tendrá ya unos ciento
veinte años. El versículo no dice exactamente que Jacob vea a Isaac, ni le
atribuye ninguna acción a Isaac. En el siguiente versículo, la Biblia dice que Isaac muere
a la edad de ciento ochenta años.
Estos
últimos dos versículos sobre Isaac provienen de la fuente E. Los anteriores
relatos sobre Jacob y Esaú y sus conflictos pertenecen a la fuente J. Esto
sugiere que en la fuente J, Isaac murió al poco tiempo de haber dado su
bendición. Sólo en la fuente E sobrevive el padre, y esas menciones comprenden
únicamente dos versículos menores que fueron añadidos con posterioridad.
El sueño de
Jacob, por tanto, se desarrolla en el siguiente contexto. Acaba de recibir la
bendición de su padre; su padre muere poco después; sueña con una escala hacia
los cielos; y se convierte en el nuevo heredero de la alianza con Dios.
Con esto en
mente, veamos algunos extractos del Texto
de las Pirámides del antiguo Egipto, que datan del periodo entre 2500 y 2100 a .C. En la pirámide de
la V dinastía del
faraón Unas, leemos:
Ra colocó la escala para Osiris, y
Horus alzó la escala para su padre Osiris, cuando Osiris fue a encontrar su
espíritu; uno de ellos se puso a un lado, y el otro al otro lado, y Unas entre
ellos dos. Unas de pie, y Horus sentado, y él [Horus] es Set.
Y, en la
pirámide de la VI
dinastía de Pepi 1:
Saludos, Escala de Dios, Saludos,
Escala de Set. Yérguete Escala de Dios, yérguete Escala de Set, yerguete Escala
de Horus, por la cual Osiris subió a los cielos.
Lo que estos textos describen es una creencia egipcia sobre cómo
el espíritu del rey muerto entra en los cielos. Cuando el rey está vivo él es
el dios Horus. Cuando muere se convierte en el dios Osiris, padre de Horus. El
rey muerto en forma de Osiris sube por una escala hasta el cielo, y la escala
está compuesta por los cuerpos de sus dos hermanos, Horus y Set.
Si no hacemos caso de las imágenes
egipcias politeístas, y comparamos estas descripciones con el retrato que hace la Biblia , podemos ver lo que
ésta describe. La escala egipcia, que consiste de los cuerpos de las dos divinidades
egipcias sobre las cuales Osiris sube a los cielos, ha sido reemplazada por
una escala con varios seres sobrenaturales, ángeles, que suben y bajan entre la
tierra y los cielos. El ritual egipcio se desarrolla en el contexto de
reemplazar al rey muerto por uno nuevo. El contexto bíblico describe el
reemplazo de la figura del rey muerto, Isaac, con la del nuevo rey, Jacob.
Debemos mencionar una conexión más entre
ambas series de imágenes. Jacob llama al lugar de la escala Betel, que
significa casa de Dios, y dice que se trata de la puerta del cielo. El nombre
egipcio para el cielo es Hathor, que significa casa de Horus. Hathor y Betel
significan ambos lo mismo —la conexión entre la casa de un dios reinante y los
cielos.
Por último, si Jacob y Esaú representan a
Horus y Set, y Rebeca representa a Isis, la mujer de Osiris, entonces Isaac
representa a Osiris, el rey muerto que sube por la escala.
Mito 57: Jacob luchó contra un
extraño
El Mito: Así se quedó Jacob solo, y hasta rayar la aurora estuvo luchando
con él un hombre, el cual, viendo que no le podía, le dio un golpe en la
articulación del muslo, y se descoyuntó el tendón del muslo de Jacob luchando
con él. El hombre dijo a Jacob: «Déjame ya que me vaya, que sale la aurora».
Pero Jacob respondió: «No te dejaré ir si no me bendices». Él le preguntó:
«¿Cuál es tu nombre?» «Jacob», contestó éste. Y él le dijo: «No te llamarás ya
en adelante Jacob, sino Israel, pues has luchado con Dios y con hombres, y has
vencido». Le rogó Jacob: «Dame, por favor, a conocer tu nombre»; pero él le
contestó: «¿Para qué preguntas por mi nombre?», y le bendijo allí. Jacob llamó
a aquel lugar Panuel, pues dijo: «He visto a Dios cara a cara y ha quedado a
salvo mi vida». Salía el sol cuando pasó de Panuel e iba cojeando del muslo.
Por eso los hijos de Israel no comen, todavía hoy, el tendón femoral de la
articulación del muslo, por haber sido herido en él Jacob. Alzó Jacob los ojos,
y vio venir hacia él a Esaú... (Gn 32, 24. 33,1)
Jacob permanece
con Laban, su tío, durante veinte años. Durante ese tiempo llega a tener cuatro
esposas, once hijos y una hija. (Jacob fue padre de un duodécimo hijo cuando
regresó a Canaán). Al cabo de veinte años, Dios le dice a Jacob y a su familia
que regresen a su tierra de origen. Durante el viaje, Jacob decide visitar a
Esaú y ver si pueden llegar a un acuerdo pacífico.
Cuando Jacob se acerca al lugar del
encuentro, acomoda a su familia en un campamento y se va solo. Esa noche se le
aparece un extraño y los dos luchan toda la noche. Ninguno consigue una
victoria, pero el extraño hiere a Jacob en una pierna al luchar. Al amanecer,
el extraño propone que dejen la pelea, pero Jacob sólo accede con la condición
de que reciba una bendición. El extraño bendice a Jacob, le cambia el nombre
por el de Israel y le declara un príncipe de poder.
Jacob le pide a su contrincante que se
identifique, pero el extraño se niega, y puesto que Jacob cree que está mirando
al rostro de Dios, llama al lugar Panuel, «rostro de Dios» (el relato utiliza
tanto Peniel como Panuel para el nombre de lugar. Sin embargo, la Biblia sólo hace referencia
a Panuel.) Entonces, el sol se alza en el cielo y Jacob comienza a cojear.
Inmediatamente después de su enfrentamiento con el extraño, aparece Esaú. Los
dos hermanos se declaran la paz, se abrazan, y son amables el uno con el otro.
Jacob pronuncia una extraña declaración: «He visto tu faz como si viera la de
Dios» (Gn 33, 10). Sus palabras sugieren que Esaú es el extraño con el que
había luchado Jacob.
En los primeros mitos egipcios, según
recogen los Textos de las Pirámides,
Horus el Mayor y Set, las divinidades gemelas egipcias, pelean constantemente
entre ellos. Horus representa la fuerza del día y la luz, Set la fuerza de la
noche y la oscuridad. Los egipcios creían que el sol trazaba un camino circular
entre la luz y la oscuridad. Al final de la luz vivía una enorme serpiente que
intentaba devorar al sol. Los egipcios dividían el día entero en veinticuatro
periodos, doce diurnos y doce nocturnos. A medida que la barca solar entraba
en el reino de la noche, se enfrentaba a una serie de retos a lo largo de las
doce zonas.
En ocasiones, los mitos muestran a Set
como la serpiente que intenta devorar al sol. Horus funcionaba como una
divinidad solar, y en los primeros tiempos de Egipto, podría haber sido la
divinidad creadora original. En cualquier caso, las peleas entre Horus y Set
representaban la batalla diaria entre el sol y su enemigo.
Los numerosos iconos en el relato de la
lucha de Jacob se corresponden con el simbolismo egipcio. Jacob, la figura de
Horus, lucha durante toda la noche con un extraño. Jacob cree que el extraño es
Dios, aunque el relato no lo especifica directamente. Llama al lugar «rostro
de Dios» porque cree haber visto el rostro de Dios mientras luchaba. Pero ya
que la noche es oscura, no ha podido ver gran cosa. La primera persona que ve
cuando amanece es Esaú, la figura de Set. Y le dice: «He visto tu faz como si
viera la de Dios», identificándole así con el extraño.
Por añadidura, Jacob recibe un nuevo
nombre, un renacimiento funcional, y con esta nueva identidad comienza a
cojear en cuanto sale el sol, equiparando su nueva forma física con la de Horus
el Hijo de Isis, que nació cojo después de que Horus el Grande y Set hicieran
las paces (según el testimonio de Plutarco).
Debemos
observar una coincidencia más. Los egipcios dividían el día y la noche en doce
zonas, y Jacob y Esaú tuvieron doce hijos cada uno.
Aunque el
relato bíblico presenta un testimonio corrupto de la tradición egipcia,
podemos ver que bajo el relato de Jacob y el extraño yace el relato egipcio de
la lucha diaria entre Horus y Set, que originariamente Esaú era el extraño con
quien luchaba Jacob, y que Jacob puede identificarse con Horus el Hijo de
Isis, que nació cojo.
Mito 58: Dios cambió el nombre
de Jacob por el de Israel
El Mito: Apareciósele de nuevo
Dios a Jacob, de vuelta de Padán Aram, y le bendijo, diciendo: «Tu nombre es
Jacob, pero no serás llamado ya Jacob; tu nombre será Israel»; y le llamó
Israel (Gn 35, 9-10).
En el mito
anterior, vimos que cuando Jacob lucha con un extraño, el extraño lo bendice
cambiándole el nombre de Jacob por Israel. Esto sucede en el lugar llamado
Panuel. Aunque Jacob cree que ha mirado el rostro de Dios (el extraño), sabemos
que no podía ser porque en el libro del Éxodo, cuando Moisés solicita ver el
rostro de Dios, la divinidad le responde: «Mi faz no podrás verla, porque no
puede el hombre verla y vivir» (Ex 33, 20). Así que, al menos según ese relato,
Dios no pudo ser el que le cambiara el nombre a Jacob, porque Jacob, como
humano, no pudo haber visto el rostro de Dios y seguir viviendo. Además, en
nuestro estudio del Mito 57, vimos que el extraño era efectivamente Esaú.
Sin embargo, la Biblia contiene un segundo
relato acerca del cambio de nombre de Jacob. En este relato, que tienen lugar
algún tiempo después de la reunión con Esaú, Dios le dice a Jacob que vaya a
Betel, el lugar donde soñó con la escala. En Betel, Dios le dice directamente a
Jacob que a partir de ese momento su nombre será Israel y vuelve a renovar su
alianza con él, otorgando Canaán a Israel y a sus descendientes.
Estos dos relatos muestran cómo las
facciones rivales intentan cambiar los acontecimientos de la historia bíblica
en beneficio de sus propios intereses. Tenemos un relato que habla de un
cambio de nombre en Panuel y otro que dice que fue en Betel. Las historias de
estas dos ciudades ofrecen pistas acerca de por qué surgieron los dos relatos.
Al morir el rey Salomón, Jeroboam dirigió
una rebelión contra el heredero al trono de Salomón, y segregó el reino de
Israel del de Judá. Jeroboam estableció dos centros de culto principales, uno
en la frontera sur, en Betel, y otro en la frontera norte, en Dan. También
construyó una de sus principales ciudades en Panuel, un centro administrativo
para el gobierno.
Al principio, Jeroboam contaba con el
apoyo del sacerdocio de Silo, que creía que al separarse del sacerdocio
dominado por Jerusalén aumentaría su propio prestigio y poder. Pero Jeroboam no
creía en sacerdocios formales y declaró que cualquiera que quisiera ser
sacerdote podía serlo. Esto provocó una ruptura entre él y los sacerdotes de
Silo.
Puesto que el reino del norte se llamaba
Israel, tenía un interés especial en explicar cómo el nombre llegó a asociarse
con los territorios norteños. Ya que Jeroboam y los sacerdotes shiloitas
estaban enfrentados políticamente, cada facción produjo su propia versión de
cómo se originó el nombre de Israel. La facción de Jeroboam asociaba el nombre
con Panuel, su centro administrativo. El sacerdocio de Silo asociaba el nombre
con Betel, el centro de culto del sur que competía con Jerusalén.
Es interesante ver que, en el relato de
Panuel, se le quita importancia al papel de la religión. En ese relato, Jacob
recibe su nuevo nombre porque es un príncipe de poder, quien prevaleció ante el
mismo Dios. El principal interés de Jeroboam era la defensa militar, y no la
religión.
Los sacerdotes de Silo, por otra parte,
para poder competir con Jerusalén por la lealtad religiosa de los israelitas,
utilizan el relato del nombramiento de Betel para invocar una conexión entre la
alianza con Israel y la condición de centro de culto de Betel.
Mito 59: Esaú es Edom
El Mito: Establecióse Esaú en el
monte de Seir; Esaú es Edom. Esta es la descendencia de Esaú, padre de Edom, en
el monte Seir (Gn 36, 8-9).
El Génesis retrata a Esaú como el padre de los edomitas, pero
dichas conexiones surgen de una serie de errores por parte de los editores de la Biblia.
El atributo
más notable de Esaú es el espeso vello rojo que cubre su cuerpo. El nombre
Edom, con el cual se identifica a Esaú, significa «rojo» y el nombre proviene
de la gran cantidad de piedra arenisca rojiza que se da en esa zona. La Biblia también sitúa al
monte Seir en Edom, un territorio que forma una parte importante de la región
edomita. El nombre Seir significa «peludo» y es la combinación de este nombre
junto con el nombre Edom, que significa «rojo», lo que explica la conexión del
pelirrojo Esaú con Edom. El Génesis incluso intenta darle a Esaú el apodo de
Edom en el relato que trata sobre la venta de su primogenitura: «Por esto se le
dio a Esaú el nombre de Edom» (Gn 25, 30).
Según el
relato bíblico, Esaú conquistó Edom al derrotar al grupo nativo de los
horitas. No hay evidencias arqueológicas que indiquen quienes fueron los
horitas ni cuando existieron. Sólo aparecen en la Biblia.
Ya que el
personaje de Esaú se deriva de las imágenes del dios Set, la victoria de Esaú
sobre los horitas correspondería a los reyes hicsos, adoradores de Set en
Egipto, que derrotaron al ejército de Horus, rey de Tebas. Los redactores de la Biblia , habiendo conectado
equivocadamente a Esaú con Edom, también dieron por supuesto equivocadamente
que éste conquistó a los horitas en Edom, cuando el relato en realidad refleja
acontecimientos históricos que sucedieron en Egipto.
Mito 60: Jacob dio
sepultura a Raquel en Belén
El Mito: Murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, que es
Belén (Gn 35, 19).
Raquel es la
esposa preferida de Jacob y la madre de sus dos hijos menores y preferidos,
José y Benjamín. José nace en Siria y Benjamín nace de camino a Canaán, pero
Raquel muere dando a luz.
Según el Génesis, Jacob entierra a Raquel
en Belén, en el territorio de Judá, y «La Tumba de Raquel» en esa ciudad sigue siendo uno
de los lugares turísticos más populares de Israel.
Sin embargo, 1 Samuel 10, 2 ubica la
tumba de Raquel en el territorio de Benjamín. «Cuando hoy me dejes, encontrarás
al mediodía dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en tierra de Benjamín».
Ya que los benjaminitas reivindicaban
descendencia de Raquel, esta diferencia de opiniones no era de poca
importancia. La disputa refleja el enfrentamiento entre Judá e Israel, con cada
reino intentando identificarse con la madre de la Casa de Israel.
Belén está situada dentro de Judá y era
la ciudad del rey David. Benjamín era el territorio del rey Saúl, el primer rey
de Israel. David y Saúl eran rivales políticos.
Cuando David subió al poder, al contrario
de lo que muestra su imagen pública moderna, no siguió siendo demasiado
popular. Los ejércitos israelitas norteños se enfrentaron a él dos veces,
incluso llegando a expulsarle del trono temporalmente.
Este conflicto acerca de dónde Jacob
sepultó a Raquel fue de una importancia significativa en los enfrentamientos
entre Judá e Israel. La ubicación le otorgaba un lugar de una gran importancia
política y religiosa, un presagio acerca de cual de los dos territorios debía
reinar sobre el otro.
Mito 61: El príncipe de
Siquem violó a Dina
El Mito: Dina, la hija que había
parido Lía a Jacob, salió para ver a las hijas de aquella tierra; y viéndola
Siquem, hijo de Jamor el Hivita, príncipe de aquella tierra, la arrebató, se
acostó con ella y la violó. Jamor, padre de Siquem, salió para hablar a
Jacob...
Jamor les habló,
diciendo: «Siquem, mi hijo, está prendado de vuestra hija; dádsela, os ruego,
por mujer; haced alianza con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad las
nuestras para vosotros, y habitad con nosotros. La tierra está a vuestra
disposición para que habitéis en ella, la recorráis y tengáis propiedades en
ella...» Y los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre dolosamente
por el estupro de Dina, su hermana, y les dijeron: «No podemos hacer eso de dar
a nuestra hermana a un incircunciso, porque eso sería para nosotros una
afrenta. Sólo podríamos acceder a ello con esta condición: que seáis como
nosotros y se circunciden todos vuestros varones. Entonces os daríamos nuestras
hijas y tomaríamos las vuestras, y habitaríamos juntos, y seríamos un solo
pueblo; pero si no consentís en circuncidaros, tomaremos a nuestra hija y nos
iremos». Estas palabras agradaron a Jamor y a Siquem, hijo de Jamor. Escucharon
a Jamor y a Siquem cuantos salían por las puertas de la ciudad, y todo varón
fue circuncidado. Al tercer día, cuando estaban con los dolores, dos de los
hijos de Jacob, Simón y Levi, hermanos de Dina, penetraron sin peligro en la
ciudad, espada en mano, y mataron a todos los varones. Pasaron a filo de espada
a Jamor y a Siquem, su hijo; y sacando a Dina de la casa de Siquem, salieron
(Gn 34).
El relato
egipcio La contienda de Horus y Set
presenta una serie de acontecimientos referentes a la contienda entre Horus y
Set por el trono. En el estudio del Mito 55 vimos que el relato bíblico de cómo
Jacob engañó a Esaú para obtener primogenitura y bendición comparte numerosas
similitudes con uno de los episodios de ese relato: aquel donde Isis se disfraza
y le lleva un plato de comida a Set.
El relato
egipcio continua y alcanza un punto donde Ra, la divinidad principal, ya harto
de las continuas quejas, ordena a Horus y Set que dejen de pelear y que coman
juntos. Set accede e invita a Horus a un banquete, pero con otros propósitos.
Una vez que Horus le ha visitado, ha comido y se ha dormido, Set abusa de él
sexualmente. Por algún motivo legal, si Set puede hacer que esto se sepa, se
convertiría en rey en vez de Horus.
Cuando Horus se da cuenta de lo que le ha
hecho Set, acude a su madre para que ésta le ayude. Mediante sus habilidades
mágicas, Isis hace creer al consejo de los dioses que fue Horus el que abusó de
Set y no al revés.
En el Génesis, con Jacob y Esaú en los
papeles de Horus y Set, se desarrolla un guión parecido. Cuando Jacob regresa
a Canaán, busca a Esaú para hacer las paces. Esaú (tras el incidente en el que
Jacob lucha con el extraño) invita a Jacob y a su familia a que celebren una
fiesta todos juntos. Jacob, que sospecha de los motivos de su hermano, le dice
a Esaú que vaya delante, que él le seguirá más tarde. En cambio, sale de la
ciudad y lleva a su familia a Siquem. Curiosamente, la Biblia no dice nada más
acerca de la reacción de Esaú tras el plantón.
Si el relato del Génesis realmente
siguiera la trama egipcia, Jacob debería seguir a Esaú hasta su casa y
posteriormente Esaú sometería a su hermano a algún tipo de abuso sexual. Esta
escena no tiene lugar en el Génesis, pero en el mismo lugar donde uno se espera
que suceda, la narración se traslada a otra escena de abuso sexual, en la cual
el hijo de Jamor, rey de Siquem, viola a Dina, la hija de Jacob. Dado el
contexto narrativo, no nos sorprenderá descubrir que el nombre Jamor tienen el
significado de «asno rojo», la misma imagen que se asocia con Set.
En el relato bíblico, después de que el
hijo de Jamor viola a Dina, éste le pide a su padre que concierte una boda.
Jamor propone a Jacob que los hijos de ambas familias se casen entre ellos. Los
hijos de Jacob, Simón y Levi, responden que los israelitas estarían de acuerdo
con la boda si todos los varones siquemitas acceden a ser circuncidados. Los
siquemitas aceptan esa condición, pero Simón y Levi tienen un plan secreto.
Cuando los varones se están recuperando de las operaciones y no pueden luchar,
los dos hermanos entran en la ciudad y matan a la familia del rey. Jacob,
temeroso de las consecuencias, huye de Siquem con su familia a Betel.
Parecería que
por algún motivo los redactores de la
Biblia sustituyeron el relato de la violación de Dina por el
relato sobre la violación homosexual de Horus/Jacob por parte de Set/Esaú. La
base del relato era el mito griego de Dánao y Egipto, una fuente que, como ya
señalamos anteriormente (véase el Mito 47), influyó sobre la genealogía de la
rama de Cam de la familia de Noé.
El único
relato completo del mito griego aparece en los escritos de Apolodoro, un
escritor griego del primer siglo a.C. El resumen que presentamos aquí es una
adaptación de su narración.
Dánao y Egipto
eran los hijos gemelos de Belo, rey de Egipto. El monarca nombró a Egipto rey
de Arabia y a Dánao rey de Libia (aquella parte de África al oeste del Nilo).
Posteriormente, Egipto conquista el reino de su padre y pone su nombre al país.
Dánao, temeroso del poder de su hermano, huye de Libia hacia el reino griego
de Argos, donde convence al actual monarca de que le nombre rey. Egipto
persigue a Dánao y le propone que sus cincuenta hijos se casen con las
cincuenta hijas de Dánao (llamadas las Danaides en el mito griego). Dánao, que
teme un atentado contra su vida, accede, pero secretamente les dice a sus hijas
que escondan navajas en sus lechos matrimoniales y que maten a sus maridos en
la noche de boda. Todas menos una de las hijas lleva a cabo las instrucciones y
el marido que sobrevive sucede a Dánao en el trono.
Superficialmente,
el relato bíblico de Dina guarda un parecido sorprendente con la leyenda
griega. En ambos relatos, un rey propone un matrimonio en grupo entre miembros
de su familia con miembros de una familia menos poderosa; la familia menos
poderosa accede al matrimonio, pero secretamente planea matar a los hijos del
rey; la familia menos poderosa masacra a los hijos del rey y se va a vivir a un
nuevo territorio (en un fragmento aislado del texto procedente de otra fuente,
las Danaides matan a los hijos de Egipto mientras todavía se encuentran en
Egipto y luego huyen a Argos). Además, las hijas de la familia menos poderosa
se llaman Danaides ( «hijas de Dánao» en griego) y el personaje principal de
la familia menos poderosa en el relato bíblico es Dina, que comparte la misma
raíz consonantica que Dánao y Danaides.
Las
principales diferencias entre el relato bíblico y el griego son:
1.
Jacob y Jamor no son
hermanos, ni siquiera gemelos; y
2.
al relato bíblico le falta un
equivalente a los dos grupos de cincuenta hijos en el relato griego.
En cuanto al
primer punto, ya hemos visto que Jamor/«asno rojo» substituye a Esaú/ el hombre
«pelirrojo velludo», y ambos substituyen a la divinidad Set en forma de asno
pelirrojo. Ya que Jamor substituye a Esaú, y Esaú es el gemelo de Jacob, hemos
eliminado la primera diferencia. En cuanto a la segunda objeción, podemos
demostrar que el Génesis, también, tiene una familia de cincuenta hijos.
El Génesis divide a la familia de Jacob
en dos facciones principales: un grupo de Raquel que consiste en los dos hijos
de Raquel y los dos hijos de su esclava Bala, y la rama de Lía, que consiste en
sus seis hijos y los dos hijos de su esclava Zelpa. Génesis 46 ofrece una lista
de todos los hijos y nietos de cada una de las mujeres de Jacob antes de que
llegaran a Egipto. En esa lista, Lía tiene treinta y cuatro hijos y nietos y su
esclava tiene otros dieciséis, que suman un total de cincuenta. Ya que los
redactores de la Biblia
suelen contar a los nietos junto con los hijos de una familia, la rama de Lía
tiene cincuenta hijos. Y no sólo tenemos cincuenta hijos de Jacob, sino que
tanto el Génesis como Apolodoro dividen a los cincuenta hijos en ocho
subgrupos.
Puesto que Lía es la madre de Dina además
de los dos hijos que la vengan, Simón y Levi, podemos concluir que este relato
se originó dentro de la rama Lía de Israel.
Mito 62 : Abraham llamó a
su hijo «Él Rió»
El Mito: Dijo también el Señor a Abraham: «Sarai, tu mujer, no se llamará
ya Sarai, sino Sara, pues la bendeciré, y te daré de ella un hijo, a quien
bendeciré, y engendrará pueblos, y saldrán de él reyes de pueblos». Cayó
Abraham sobre su rostro, y se reía, diciéndose en su corazón:
«¿Conque a un centenario le va a nacer un
hijo, y Sara, ya nonagenaria, va a parir?». Y dijo Abraham a Dios: «¡Ojalá que
viva en tu presencia Ismael!». Pero le respondió Dios: «De cierto que Sara tu
mujer te parirá un hijo, a quien llamarás Isaac, con quien estableceré yo mi
pacto sempiterno, y con su descendencia después de él» (Gn 17,15-19).
Abraham llamó a
su hijo Isaac, que significa «él rió». El Génesis tiene varios episodios de
risa en conexión con el nombramiento de un hijo.
La primera ocasión ocurre cuando Dios le
dice a Abraham que Sara le parirá un hijo. Puesto que para entonces Abraham
contaba cien años y Sara noventa, Abraham encuentra que es bastante gracioso y
se cae al suelo de risa. Dios básicamente ignora la reacción poco leal de
Abraham y le asegura que Sara realmente parirá a los hijos de Abraham. Entonces
le dice que llame al niño Isaac. Este relato pertenece a la tradición S.
La fuente J tiene un relato un tanto
distinto. En esta versión, Dios le dice a Abraham que tendrá un hijo y Sara lo
oye. Ella tiene la misma reacción que Abraham y se ríe por la misma razón.
Esta vez, Dios muestra su enfado por las risas —él lo toma como una afrenta
hacia su poder— y le pregunta a Sara por qué se ríe. Ella intenta esconder su
reacción, negándola del todo. Per Dios sabe que ella miente.
En la fuente E, Sara se ríe una vez que
el niño ha nacido y dice: «Me ha hecho reír Dios, y cuantos lo sepan reirán
conmigo» (Gn 21,6).
Cada una de las
tres fuentes habla del nacimiento de Isaac en el contexto de la risa, pero
cada una desde una perspectiva distinta. En la S , Dios no se molesta con Abraham cuando éste se
ríe al oír la noticia. En la J ,
Dios se enfada cuando Sara se ríe por la misma noticia. En la E , la risa ocurre después del
nacimiento del niño. J considera la reacción como malvada. S la considera
inofensiva, y E la ve como positiva. ¿Por qué tantos puntos de vista sobre
algo que parece ser un sencillo relato?
Hay que tener en cuenta esta información
adicional. En el mito anterior, vimos que el relato de Dina incorporaba el
mito griego de Dánao y Egipto a la historia patriarcal. Cuando Dánao huye a
Argos, reemplaza a un rey llamado Gelanor, que en griego significa «risa» (el
nombre griego de Isaac es Gelanos). En el Génesis, Jacob, el personaje de
Dánao, reemplaza a Isaac, el personaje de la «risa», como dirigente del pueblo
hebreo. Esto sugiere que Isaac no era el nombre original del hijo de Abraham.
Otra indicación de que «él rió» no era el
nombre original de Isaac puede verse en el hecho de que en dos ocasiones
«Terror de Isaac» aparece como un nombre alternativo para el Dios de Israel
(Gn 31,42;53). ¿Es muy imponente tener a un dios llamado «Terror de Él Rió»?
Si Isaac no era el nombre original, ¿cuál
podría haber sido? Una pista es la relación de Isaac con los otros miembros de
su familia. Anteriormente vimos que sus hijos, Jacob y Esaú, correspondían a
Horus y Set, hermanos de Osiris, y que su mujer, Rebeca, correspondía a Isis,
la mujer de Osiris. Esto indica que Isaac correspondía a Osiris, y que tenía un
nombre que sugería esa relación.
En Egipto, Osiris reinaba en el más allá,
otorgando vida eterna. Vimos anteriormente en el estudio sobre el árbol de la
vida en el jardín del Edén (véase Mito 20) que los editores de la Biblia intentaron
desacreditar la teología relacionada con Osiris. Cuando el relato de Dánao
entra en el corpus, brinda a los primeros cuentistas israelitas la oportunidad
de cambiar el nombre del hijo de Abraham por el del rey que había sido
reemplazado por Dánao/Jacob. Los autores de las fuentes, que también eran
cuentistas, ofrecieron su base lógica de cómo surgió el nombre de Isaac, y los
redactores de la Biblia
mantuvieron las tres versiones.
Mito 63: Los hijos de Jacob se
convirtieron en las doce tribus de Israel
El Mito: Jacob llamó a sus hijos y
les dijo: «Reunios, que voy a anunciaros lo que os sucederá en los últimos
días. Reunios y escuchad, hijos de Jacob. Escuchad a Israel, vuestro padre...
Éstas son las doce tribus de Israel y esto es lo que les habló su padre,
bendiciéndolas a cada una con una bendición (Gn 49, 1-2,28).
Jacob
tuvo doce hijos de cuatro mujeres. La siguiente tabla muestra los hijos que
tuvo cada esposa y el número en paréntesis muestra el orden de nacimiento:
Lía Bala
Zelpa Raquel
(1)
Rubén Esclava
de Esclava de Lía (11) José
(2)
Simón Raquel (7) Gad
(12) Benjamín
(3)
Levi (5) Dan (8) Aser
(4)
Judá (6) Neftalí
(9) Isacar
(10) Zabulón
Posteriormente,
José tuvo dos hijos llamados Manases y Efraín, y Jacob los adoptó como si
fueran suyos. A cada uno de los dos hijos se le trata como si fuera una tribu
independiente, lo cual crea una confusión en cuanto a si había doce o trece
tribus en la Casa
de Israel. En la introducción de la segunda parte, hago una breve descripción
de los arreglos geográficos y políticos entre los hijos y las esposas.
La idea de
que Jacob tuvo doce hijos y que esos hijos formaron las doce tribus de Israel
constituye una de las creencias más fundamentales de la tradición del Antiguo
Testamento.
Uno creería,
por tanto, que los escritores de la
Biblia conservarían un testimonio bastante coherente del
número y los nombres de las agrupaciones tribales. Pero esto no es así, lo cual
sugiere que algo no esta bien en la tradición histórica. Dejando de lado el
problema de si hubo doce o trece tribus, dependiendo de si se cuenta a José
como una o dos tribus, veamos que dice exactamente la Biblia a este respecto.
En
Deuteronemio 33, Moisés bendice a las tribus de Israel. Notablemente ausente de
este recital está la tribu de Simón. ¿Que les ocurrió a los descendientes del
segundo hijo de Jacob?
En
1 jueces aparece un listado diferente, que describe los esfuerzos de las tribus
por conquistar Canaán. En este listado en concreto, José aparece como una
tribu separada e independiente de la de sus dos hijos, y se excluyen cuatro
tribus en total: Rubén, Gad, Levi e Isacar. ¿Donde están?
1
Reyes 11 presenta otra ambigüedad. El profeta Ahías, prediciendo la ruptura del
reino de Salomón, rompe su túnica en doce trozos y le da diez a Jeroboam por
las diez tribus que luego formarían el reino del norte y declara que el
heredero de Salomón tendrá solo una tribu. Por tanto, ¿a quién le corresponde
el duodécimo trozo de la prenda, al reino de Juda o al reino de Israel, y a que
tribu representaba?
La
evidencia más importante acerca de la naturaleza de la estructura política más
primitiva de Israel la aporta el Cántico de Débora, en Jucees 5. Este podría
ser el fragmento textual más antiguo que se conserva de la Biblia ; data del siglo xii
ó xi a. C, y posiblemente es contemporáneo de los otros acontecimientos que en
él se describen. Cuenta los esfuerzos realizados por Débora para reunir a las
tribus de Israel en contra de un poderoso rey cananeo que dominaba la mayor
parte de Canaán desde una base en el territorio de Neftalí, al norte. Este
pasaje expone que tribus respondieron al llamamiento y que no, pero el conjunto
de nombres tribales difiere substancialmente de lo que debería ser la lista de
doce o trece nombres asociados con los hijos de Jacob.
El
Cántico de Débora nombra a once entidades políticas, tres de las cuales no
llevan nombres de los hijos de Jacob: Galaad, Maquirr y Meroz. También excluye
a cinco grupos tribales que descendieron de Jacob: Simón, Levi, Judá, Manases,
y Gad. El cuadro que se presenta, por tanto, es de un Israel que consiste
únicamente de once entidades políticas, ocho con nombres iguales a los de los
hijos de Jacob y tres con nombres distintos.
Debido a que este es uno de los pasajes textuales más antiguos de la Biblia , la inclusión y
omisión de nombres aporta pruebas sólidas acerca de la aparición de Israel y
cualquier conexión con los hijos de Jacob.
Las tribus que faltan incluyen a tres de
los hijos mayores de Lía (Simón, Levi y Judá), al hijo mayor de José (Manases),
y al hijo mayor de Zelpa (Gad). La ausencia de estas cinco tribus de la lista
de Débora sugiere firmemente que todavía no habían aparecido como entidades políticas
y que sus homónimos no existieron anteriormente como hijos de Jacob.
Dos de las tres tribus con nombres
distintos a los nombres de hijos de Jacob son Maquir y Galaad. Maquir, como
persona, aparece primero en la
Biblia como partícipe del Éxodo de Egipto y como descendiente
de Manases, así que no pudo ser uno de los hijos de Jacob. Galaad, por otra
parte, aparece en la Biblia
como un nombre territorial muy antiguo para Jordania. Durante las
distribuciones tribales posteriores al Éxodo, Galaad se dividió en tres partes
y fue distribuida entre las tribus de Rubén, Gad, y Manases. Esto sugiere que
Manases fue creado posteriormente a partir de una unión entre Maquid y parte de
Galaad, y puesto que Manasés se convirtió en el territorio tribal más grande de
Israel, fue retratado como descendiente de Jacob.
El tercer territorio con nombre distinto
a cualquiera de los hijos de Jacob es Meroz, cuyo nombre aparece exclusivamente
en este pasaje de la
Biblia. Aunque se describe como formando parte de Israel, no
aparece en ningún listado genealógico ni territorial dentro o fuera de la Biblia , sugiriendo que
desapareció pronto de la historia de Israel.
Basándonos en el Cántico de Débora, por
tanto, tenemos un cuadro bien distinto sobre las entidades políticas que formaron
la nación de Israel durante la época del libro de los Jueces, y difiere de la
evolución sugerida por los nombres de los hijos de Jacob. Durante esta época
temprana, Israel parece haber sido una confederación de once entidades
políticas: Rubén y Galaad en el lado jordano, y Benjamín, Efraín, Maquir,
Neftalí, Zabulón, Aser, Isacar y Dan en el lado de Canaán, con Meroz en alguna
ubicación desconocida. Al menos seis de estos territorios tienen conexiones con
la rama de Raquel de Israel: Benjamín, Efraím, Maquir, y Galaad (estos dos
últimos a través de Manases), y Dan y Neftalí (estos dos a través de la esclava
de Raquel), lo cual sugiere que la confederación de Raquel era el grupo central
del antiguo Israel.
Aquellos que respondieron al llamamiento
de Débora fueron el grupo de Raquel en Canaán y las dos tribus menores
asociadas con Lía. Ninguna de las tribus Lía principales participó en la
batalla, lo cual indica que el matrimonio de Jacob y Lía fue una añadidura
posterior en el relato bíblico, y su propósito era justificar la aparición de
las tribus del sur de Canaán en la coalición israelita.
Mito 64: Rubén era el hijo mayor
de Jacob
El Mito: He aquí los nombres de los hijos de Israel que llegaron a Egipto:
Jacob y sus hijos, el primogénito de Jacob, Rubén (Gn 46, 8).
Tal y como
vimos en la discusión del Mito 63, los territorios tribales no recibieron los
nombres de los hijos de Jacob. Los nombres reflejan denominaciones de
territorios ya existentes y a medida que los territorios evolucionaban hacia
una unión política, se desarrollaron ascendencias mitológicas. La
identificación de los territorios con antepasados epónimos era una práctica
común en los tiempos antiguos. La
Tabla de Naciones en Génesis 10 muestra que la práctica
continuó hasta bien entrado el primer milenio a.C.
Al igual que los antecesores llegaron a
identificarse con los territorios, los acontecimientos históricos que afectaron
a los territorios y sus vecinos también llegaron a identificarse como
interacciones humanas. La conquista de una ciudad podría describirse como un
matrimonio entre miembros de la familia real de cada ciudad. Un reino vasallo podría
describirse como un hijo del estado dominante.
Esta práctica a menudo conducía a la
confusión y ésta se da con frecuencia en la Biblia. Consideren ,
por ejemplo, cómo la Biblia
mostraba el territorio de Galaad como una entidad que ya existía antes del
nacimiento de las doce tribus y a la vez como un descendiente de un hijo de
una de las doce tribus que conquistaron ese territorio.
La identificación de Rubén como el
primogénito de Israel muestra una de las maneras en que dichas mitologías se
desarrollaron. El Génesis dice que Rubén es el primogénito de Jacob. Por tanto,
no debería sorprendernos, al mirar la historia política de Rubén con relación
al grupo mayor, encontrar que Rubén fue el primer territorio en el cual se
establecieron los israelitas.
Cuando Israel salió de Egipto y lo bordeó
hasta llegar a Canaán, primero cruzó Jordania. El territorio israelita situado
más al sur en Jordania era Rubén, de ahí que, desde un punto de vista poético,
Rubén sea el primogénito de Israel. La metáfora poética se convirtió en un
hecho bíblico.
Como primogénito de Jacob, se esperaba
que Rubén fuera el heredero de la alianza, pero, de hecho, no lo fue. Los
escribas necesitaban explicar esta discrepancia y surgieron relatos rivales,
uno de Judá y otro de Efraím.
El relato de Efraím sencillamente
mantenía que Efraím era el heredero de la alianza mediante José y que José
tenía preferencia sobre Judá porque él era el primogénito de la mujer preferida
de Jacob, Raquel. Ya que la facción rival de Lía surgió con Rubén a la cabeza,
Judá, cuarto en la línea del liderazgo, se inventó que Rubén quedaba
descalificado del liderazgo porque había intentado acostarse con Bala, la
esclava de Raquel y mujer de Jacob. Este cuento colocó a Judá en el puesto
numero tres y éste sólo tenía que deshancar a dos rivales, Simón y Leví (véase
el Mito 65).
Mito 65: Jacob descalificó
a Simón y Leví del liderazgo
El Mito: Simón y Leví son hienas. Instrumentos de violencia son sus
espadas. No entre mi alma en sus designios y no se una a ellos mi aprobación.
Porque en su furor degollaron hombres y caprichosamente desjarretaron toros.
Maldita su cólera, por violenta; maldito por cruel, su furor. Yo los dividiré
en Jacob y los dispersaré en Israel (Gn 49, 5-7).
La bendición
final de Jacob hacia sus hijos (Gn 49) agrupa a Simón y Leví y los señala por
su comportamiento especialmente cruel y violento. Por estos motivos, Jacob los descalifica
de un papel de liderazgo en la familia. Ya que Rubén había sido anteriormente
descalificado, la eliminación de estos dos hijos, el segundo y tercero en
orden de nacimiento, dejaba el camino libre para Judá, el siguiente en la
línea. Los judaítas habrían sido los responsables de hacer circular este relato
como parte de sus esfuerzos para justificar el dominio judaíta sobre los
israelitas.
Esta es la segunda vez en el Génesis que
a Simón y Leví se les vincula de manera específica. La primera ocasión ocurrió
tras la violación de Dina, cuando los dos entran en el campamento siquemita y
matan al rey;
Siquem y a sus hijos como venganza por lo
que el hijo del rey le había hecho a la hermana de ellos.
En ese momento, Jacob condenó seriamente
sus actos, diciendo que sus vecinos le
señalarían a él y que toda la familia se tendría que ir de allí. Los hermanos contestaron: «¿Y había de ser
tratada nuestra hermana como una
prostituta?». Al negarles un papel como líderes, Jacob dice, «En su furor degollaron hombres y caprichosamente
desjarretaron toros. Maldita su cólera
por violenta; maldito, por cruel, su furor».
No queda del todo claro que Jacob, en
esta última declaración, se esté refiriendo al incidente en Siquem, pero parece
ser el único incidente anterior en el Génesis al que se podría aplicar dicha
descripción. Como castigo por sus actos, Jacob declara: «Yo los dividiré en
Jacob y los dispersaré en Israel» (Gn 49, 7).
Este decreto de Jacob recuerda la
distribución del territorio tribal después de la entrada en Canaán. El
territorio de Simón consistía en varias zonas dentro de la porción sur de Judá.
No recibió un territorio delimitado propio. Efectivamente, estaba disperso.
Leví tampoco recibió un territorio definido. Le fueron otorgadas ciudades
específicas dentro de los territorios de las demás tribus. Sin embargo, la
razón detrás de este arreglo era que Leví era la tribu sacerdotal y estaban
dispersos de manera que había sacerdotes por todo el reino y ciudades refugio
que ellos podían administrar. La dispersión no era un castigo.
La descripción de estas dos tribus como
crueles y violentas plantea algunas dificultades. No tenemos suficiente
información sobre Simón en cuanto a la validez del cargo, y Leví presenta una
personalidad dividida:
guerrero
violento y sacerdote.
Por una parte, no sólo se une Leví a
Simón en el ataque contra Siquem, sino que también tiene episodios militares a
sus espaldas. Durante el Éxodo, después del incidente con el becerro de oro,
mató a más de tres mil israelitas que habían rechazado al Señor. Por añadidura,
le fue otorgada la guardia (y no el cuidado) del Arca de la Alianza.
Por otra parte, Leví era la tribu de
Moisés y Aarón, los dos grandes líderes morales de Israel. Los levitas
desempeñaban la función de clase sacerdotal y los aaronitas eran los
sacerdotes principales. Si a Leví se le negó un papel de liderazgo, ¿cómo
consiguió Moisés dirigir la nación y Aarón el sacerdocio?
Estas contradicciones indican la
existencia de dos grupos independientes de levitas. Uno, unido a Simón, debió
ser un grupo militarista aliado con los simonitas. El otro debió surgir
posteriormente como una clase de sacerdotes. Los dos grupos podrían haber
tenido nombres parecidos, y los escribas judaítas, ansiosos por justificar el
papel de Judá como líder de Israel, podrían haber recogido relatos acerca de
los primeros y haberlos unido a tradiciones que hablaban de los segundos.
En este sentido, debemos observar que
menos de un siglo antes del Éxodo, existió en la ciudad de Siquem un rey llamado
Labaya. Este monarca regional consiguió reunir un reino modesto que comprendía
gran parte de Canaán central, y opuso gran resistencia a la hegemonía egipcia
en la región. En la época del Éxodo y posteriormente, habría sido una figura de
bastante renombre en esa región y alrededor de Siquem, el territorio asociado
con los actos de Leví.
Tras su muerte, el hijo de Labaya le
sucedió, pero el reino siquemita parece haber desaparecido al poco tiempo.
Siquem se convirtió en un importante centro de culto israelita. Los restos de
José supuestamente estaban enterrados allí y Josué formó una coalición tribal
en la ciudad. No existe ningún relato sobre la conquista de Siquem por Josué,
por tanto la ciudad debió tener una estrecha relación con los israelitas.
Los nombres Labaya y Leví son
sorprendentemente similares, siendo las uves y las bes intercambiables en las
lenguas semíticas. Puede ser que los recuerdos de este Labaya militarista en la
ciudad de Siquem proporcionaran un paradigma para la descripción de Leví como
un hombre cruel y violento. Su fuerte oposición a los egipcios podría haberlo
asociado con el Moisés levita que condujo la oposición israelita contra
Egipto.
Los simonitas ocupaban el territorio
asociado con Abraham e Isaac, en el sur de Canaán. Una de sus ciudades era
Berseba, el lugar donde ambos patriarcas se enfrentaron con un rey enemigo y
establecieron un tratado para un pozo. La conexión con los territorios nativos
patriarcales sin duda explica que fuera considerado uno de los hijos mayores de
Jacob.
La unión de Simón y Leví en dos ocasiones
sugiere que en algún momento estuvieron aliados. Al respecto, debemos observar
que Simón y Leví también están unidos implícitamente por el hecho de que, junto
con su principal rival, Judá, fueron excluidos del listado de tribus en el
Cántico de Deborá. Esto indica que la aparición de las tres tribus ocurrió
tarde en la historia de Israel, bastante después del Éxodo. El grupo levita que
fue denunciado como cruel y violento, habría sido un grupo anterior que no
guardaba relación con los israelitas.
Mientras que parece haber surgido una
nueva entidad bajo el nombre de Leví, Simón parece haber desaparecido. Es la
tribu que Moisés excluyó en su bendición de Israel (Dt 33, una composición
tardía que probablemente data del siglo vii a.C.). El hecho de que Simón no
tenga sus propias fronteras tribales, existiendo únicamente como una presencia
dentro de Judá, indica que cuando Judá al fin aparece como una presencia
política, absorbe a Simón y lo integra en Judá.
Mito 66: Jacob le otorga el
cetro a Judá
El Mito: A ti, Judá, te alabarán
tus hermanos. Tu mano pesará sobre la cerviz de tus enemigos. Se postrarán ante
ti los hijos de tu padre. Cachorro de león es Judá; de la presa te levantas,
hijo mío; posando, te agachas como león y cual leona. ¿Quién le hostigará para
que se levante? No faltará de Judá el cetro ni el báculo de entre sus píes
hasta que venga Silo, y a él le darán obediencia los pueblos (Gn 49, 8-10).
Con Rubén, Simón, y Leví privados de sus derechos por Jacob, Judá
cobra protagonismo. Aunque José sigue siendo el heredero de la bendición,
Jacob declara que el cetro no se separará de Judá. Si José lleva la bendición
y la alianza, ¿qué significa que Judá herede el cetro?
El cetro
simbolizaba la monarquía y David y Salomón procedían de la tribu de Judá. Pero
Israel no tuvo rey durante cientos de años después del Éxodo, y una facción
importante de los israelitas se oponía a la institución de la monarquía.
Mientras que
la profecía dice que el cetro no se separará de Judá, según la Biblia , el primer rey,
Saúl, procedía de la tribu de Benjamín. El cetro se había separado de Judá. Al
morir Saúl, su hijo, también un benjamita, le sucedió, mientras David sólo
reinaba en Judá. Hasta dos años después de la muerte de Saúl David no se
convirtió en rey de todo Israel.
Si Jacob
pronunció esta profecía, sus habilidades de previsión estaban gravemente dañadas.
Cualquiera que predijera que el cetro no se separaría de Judá lo habría tenido
que hacer desde la perspectiva de que el cetro ya estaba en Judá, algún tiempo
después de que David subiera al trono (pero no necesariamente durante el
reinado de David). Pero no era el caso. De más importancia todavía resulta el
hecho de que la profecía de Jacob era condicional. El cetro permanecería con
Judá y la ley la emitiría su familia sólo «hasta la llegada de Silo». ¿Cuándo
sería eso? ¿Se trata de alguna visión apocalíptica?
Silo era un
lugar de culto clave en Israel antes de la monarquía. Anterior a eso, el Arca
de la Alianza
estaba guardada allí. Cuando Salomón fue rey, Aliyá, un sacerdote de Silo,
designó a Jeroboam de Efraím para que condujera a Israel fuera del campamento
de Judá. Al morir Salomón, Jeroboam efectivamente condujo una guerra civil e
Israel se retiró de Judá.
La profecía, por tanto, refleja un punto
de vista siloísta y sugiere que fue pronunciada durante el reinado de Salomón o
inmediatamente después. Reconoce a Salomón como el rey legítimo, pero predice
que la autoridad de Judá terminará cuando Silo, en territorio Eframita,
retroceda, que fue lo que ocurrió bajo Jeroboam.
Mito 67: Benjamín nació en
Canaán
El Mito: Partiéronse de Betel, y cuando estaban todavía a un trecho de
distancia de Errata, parió Raquel, teniendo un parto muy difícil. Entre las
angustias del parto, le dijo la partera: «Animo, que también éste es hijo». Y
al dar el alma, pues estaba ya moribunda, le llamó Benoni, pero su padre le
llamó Benjamín (Gn 35, 16-18).
Anteriormente
hablamos de la ubicación de la tumba de Raquel (véase el Mito 60), observando
tradiciones alternativas acerca del lugar donde murió. En ambas declaraciones
subyacía la idea de que Raquel dio a luz a Benjamín en Canaán.
Benjamín era el duodécimo hijo de Jacob,
pero el segundo hijo de Raquel. Era el único hermano completo de José. Después
de que los hermanos de José lo enviaran secretamente a la esclavitud, Benjamín
se convirtió en el preferido de Jacob.
El nombre de Benjamín presenta una
interesante pregunta acerca de los orígenes tribales. Su padre le llamó
Benjamín, pero su madre le llamó Benoni, que significa «hijo de On», y On era
el nombre bíblico de la ciudad egipcia de Heliópolis. Esa ciudad, uno de los
principales centros de culto de Egipto, tenía una importante conexión con José,
el único hermano completo de Benjamín. Cuando José se convierte en primer
ministro de Egipto, se casa con Asenat, hija del sacerdote principal de
Heliópolis (su nombre significa algo así como «ella pertenece a la diosa
Neit»). Es la madre de sus dos hijos, Efraím y Manases. La rama José de Raquel,
que constituía el centro de Israel y que compartía fronteras con Benjamín,
tenía sus raíces en la ciudad de Heliópolis.
Si la rama principal de Raquel tenía
asociaciones heliopolitanas, no sería sorprendente que la rama menor también
tuviese una conexión heliopolitana. El hecho de que Raquel llamara a su hijo
menor «hijo de Heliópolis» indica que las raíces de Benjamín nacieron de suelo
egipcio.
Los relatos bíblicos sobre los
descendientes de Raquel y Lía apuntan a una fuerte rivalidad entre las dos
facciones. El Cántico de Débora muestra que, a excepción de Rubén, la rama
principal de Lía (Simón, Leví, y Judá) no existió hasta después de que Israel
se hubiese establecido en Canaán. La rama de Raquel muestra varias conexiones
con Egipto.
Estos pequeños fragmentos de evidencias
sugieren que el grupo original del Éxodo debió ser sobre todo una facción de
Raquel y que la agrupación de Lía no surgió completamente como una entidad
política hasta mucho después del Éxodo. Los escribas posteriores crearon a la
familia mitológica de Jacob en un intento de dotar a las numerosas facciones de
una historia común.
Mito 68: Dan era una tribu
Israelita
El Mito: Concibió Bala, y parió a Jacob un hijo, y dijo Raquel: «Dios me
ha hecho justicia, me ha oído y me ha dado un hijo». Por eso le llamó Dan (Gn
30, 5-6).
Según la Biblia , Dan era el quinto
hijo de Jacob y el primero de Bala, la esclava de Raquel. La tribu de Dan
inicialmente ocupaba el territorio de la costa mediterránea de Canaán, junto a
los filisteos, pero al final se trasladó a la punta norte de Israel y allí
estableció un centro de culto. Geográficamente, el norte de Dan forma una punta
en la parte superior del territorio que pertenece a Neftalí, el hermano de Dan.
El danita más famoso fue Sansón, cuyos
relatos tuvieron lugar mientras Dan continuaba viviendo en la costa
mediterránea. Curiosamente, Sansón casi no tuvo ningún contacto con los
israelitas y pasó la mayor parte de su tiempo junto a los filisteos. En el
Cántico de Débora, a Dan se le describe permaneciendo en sus barcos, una
indicación de que Dan era un pueblo marinero que continuaba en la costa durante
el periodo pre-monárquico tardío.
En la bendición de Jacob, el patriarca
dice: «Dan juzgará a su pueblo como una de las tribus de Israel» (Gn 49,16).
Esta declaración es un juego de palabras con el nombre de Dan, ya que «dan» significa
«juez». Pero ¿por qué añade «como una de las tribus de Israel»? Esa frase no
está unida a ninguna de las bendiciones de las otras tribus. ¿Cómo podría Dan
juzgar a Israel si no es como una de las tribus de Israel? A no ser, claro,
que antes de la bendición Dan no fuera una de las tribus, y por consiguiente,
no fuera uno de los hijos de Jacob.
La descripción de Dan permaneciendo en
sus barcos en la cercanía de los filisteos ofrece una pista importante acerca
de sus orígenes. Los filisteos llegaron a Canaán casi al mismo tiempo que los
israelitas entraron en Canaán tras el Éxodo, en tres grandes oleadas. Se
encontraban entre un grupo de invasores conocidos como los «Pueblos del Mar»,
un término moderno un tanto engañoso, ya que atacaron tanto por tierra como
por mar.
Los Pueblos del Mar no eran una entidad
política o geográfica unida. Eran una coalición de varios pueblos, cuya
composición cambiaba constantemente. Procedían sobre todo de Anatolia, Creta y
otros puntos del Mediterráneo. Sus restos arqueológicos muestran una conexión
cultural cercana a los griegos micénicos.
La facción filistea era supuestamente de
origen cretense y ocupaba cinco ciudades principales en Canaán —Asdod, Ascalón,
Gaza, Eqrón y Gat (de donde procedía Goliat) —. Cada ciudad funcionaba como una
ciudad-estado independiente, y los dirigentes de la ciudad se llamaban
«seranim», que por cierto, varios eruditos han traducido como «juez».
Entre los Pueblos del Mar que llegaron a
Canaán había un pueblo conocido como los danuna, y los danuna parece que eran
los vestigios de los danois griegos, las gentes que Hornero identifica como los
invasores de Troya. De hecho, varios de esos Pueblos del Mar tienen nombres
parecidos a los de los participantes en la Guerra de Troya. Por ejemplo, los drndw parecen equivaler a los
dardanianos de Hornero, los trs a los
etruscos, y los lukka a los licianos.
Los danuna aparecieron por primera vez en
los registros como parte de un avance masivo de los Pueblos del Mar durante el
reinado de Ramsés III, alrededor de 1190 a .C., una fecha que precede al Cántico de
Débora.
Otro de esos pueblos del mar eran los ekwes, que en ocasiones se identifican
con un pueblo al que hacen referencia los textos hititas con el nombre de
ahhiyawa, y esto recuerda a los aqueos de Hornero. Hornero utiliza a los danoi
y a los aqueos indistintamente para identificar a los invasores de Troya. Los
ekwes y la existencia de Israel se mencionan por primera vez en la misma estela
egipcia, levantada durante el reinado de Merneptah, alrededor de 1220 a .C.
En algún momento después del 1220 a .C., la tribu de Dan
se trasladó desde la costa hasta el norte de Israel, supuestamente a causa de
presiones por parte de los filisteos. Los arqueólogos han encontrado cerámicas
de estilo filisteo en el norte de Dan, una de las pocas zonas de Canaán fuera
del centro principal filisteo donde se han hallado materiales de este tipo.
Esto sugiere que los danitas/danuna se separaron de los filisteos, fueron
perseguidos hacia el norte, y se unieron a la confederación israelita en busca
de protección.
Dan, por
tanto, no era hijo de Jacob. La tribu que lleva su nombre descendía de los
danuna griegos, lo cual explica por qué se los identificaba como pueblos
marineros y por qué el héroe danita Sansón pasaba tanto tiempo con los
filisteos.
Mito 69: Jacob le dio a José una
túnica de muchos colores
El
Mito: Israel amaba a José mas que a todos sus otros hijos,
por ser el hijo de su ancianidad, y le hizo una túnica de muchos colores [Biblia del rey Jacobo] (Gn 37, 3).
Uno
de los iconos más famosos en la historia de la Biblia es la túnica
multicolor que Jacob le regaló a su amado hijo José. Incluso hubo una obra de
teatro de gran éxito en Broadway, llamada Joseph
ana the Arnazing Technicolor Dream Coat.
Una pintura
de una tumba egipcia del siglo xix a.C. muestra a un grupo de semitas que
llevan lo que podría ser esa prenda, una túnica multicolor, y los eruditos han
sugerido que funcionaba como un símbolo de liderazgo. Sin embargo, la frase
hebrea traducida como «túnica de muchos colores» —ketoneth pac— no posee ese significado. Significa «túnica talar» o
«túnica ancha». Muchas traducciones modernas substituyen el significado
correcto por el tradicional de «túnica de muchos colores».
La
traducción «túnica de muchos colores» viene de la versión griega del Génesis,
pero no sabemos de dónde sacó la frase el traductor griego. Ni tampoco parece
que esta túnica tenga nada que ver con los símbolos de liderazgo.
En la Biblia tenemos una
referencia más de una túnica de este tipo. Támara, hija del rey David, la
llevó.
Estaba ella vestida con una túnica de varios
colores, traje que llevaban en otro tiempo las hijas del rey vírgenes. El
criado la echó fuera y cerró tras ella la puerta. (2 Sm 13, 18).
La
frase «túnica de varios colores» proviene de las mismas palabras hebreas
utilizadas para describir la túnica de José. Nuevamente, debería decir «túnica
talar» o «túnica ancha». Aquí, la función de la túnica es indicar que la hija
del rey era virgen. Si tomamos el termino «virgen» en su sentido más amplio de
«mujer joven», entonces por analogía podemos suponer que el regalo que Jacob le
hizo a Jose de una túnica significaba que José era un hombre joven preparado
para casarse.
A lo largo
de todo el Próximo Oriente y el Mediterráneo, el símbolo de liderazgo no era
una prenda multicolor, sino una de color purpura o con un ribete púrpura. En la
bendición de Jacob, Judá llevaba una túnica como esta. «Lavara en vino sus
vestidos y en la sangre de las uvas su ropa»
Mito 70: Los hermanos de
José lo vendieron como esclavo
El Mito: Viendo sus hermanos que su padre le amaba más que a todos,
llegaron a odiarle, y no podían hablarle amistosamente. Tuvo también José un
sueño, que contó a sus hermanos y que acrecentó más todavía el odio de éstos
contra éL.Viéronle ellos desde lejos, antes de que a ellos se aproximara, y
concibieron el proyecto de matarle. Dijéronse unos a otros:
«Mirad, ahí viene el de los sueños; vamos
a matarle y le arrojaremos a uno de estos pozos, y diremos que le ha devorado
una fiera; así veremos de qué le sirven sus sueños». Rubén, que esto oía,
quería librarle de sus manos, y les dijo: «Matarle no, no vertáis sangre;
arrojadle a ese pozo que hay en el desierto y no pongáis la mano sobre él».
Quería librarle de sus manos para devolverlo a su padre. Cuando llegó José
hasta sus hermanos, le despojaron de la túnica talar que llevaba, y
agarrándole, le arrojaron al pozo, un poco vacío, que no tenía agua.
Sentáronse a
comer, y alzando los ojos, vieron venir una caravana de ismaelitas que venía de
Galad, cuyos camellos iban cargados de especias y bálsamo y mirra, que llevaban
a Egipto; y dijo Judá a sus hermanos: «¿Qué sacaríamos de matar a nuestro
hermano y ocultar su sangre? Vamos a vendérselo a esos ismaelitas y no
pongamos en él nuestra mano, pues es hermano nuestro y carne nuestra».
Asintieron sus hermanos; y cuando pasaban los mercaderes madianitas, sacaron a
José, subiéndole del pozo, y por veinte monedas de plata se lo vendieron a los
ismaelitas, que lo llevaron a Egipto (Gn 37, 4-5:18-28).
El relato de
José y sus hermanos plantea uno de los relatos más conmovedores y dramáticos
de todos los relatos de la
Biblia. Al igual que muchas sagas antiguas, reúne numerosas
obras independientes sobre distintos personajes y los teje en una única
narración, mezclando una variedad de identidades en personajes independientes.
Aunque se presenta principalmente como la obra de un único autor, el relato
contiene algunos indicios de las disputas políticas entre Rubén y Judá que
tuvieron lugar posteriormente, donde uno y otro compiten para ser el menos
culpable de la maldad hacia su hermano José.
Al igual que
en los ciclos anteriores sobre los hijos de Abraham y luego los hijos de Isaac,
el relato continúa con el tema de las contiendas tribales y la envidia entre
los hermanos. En este relato, José, el hijo preferido de Jacob, tiene numerosos
sueños que predicen que él se convertirá en el cabeza de familia y que incluso
sus padres se inclinarán ante él.
En las primeras etapas, José se presenta
como un joven algo pomposo y odioso, con una actitud del tipo «yo soy José y
tú no». En un relato, insiste en contarles a sus hermanos este sueño:
«Estábamos nosotros en el campo atando haces, y vi que se levantaba mi haz y
se tenía en pie, y los vuestros lo rodeaban y se inclinaban ante el mío, adorándolo»
(Gn 37, 7).
Pero un solo sueño no bastaba. Él tenía
que machacarles con más visiones del futuro: «Mirad, he tenido otro sueño, y
he visto que el Sol, la Luna
y once estrellas me adoraban» (Gn 37,9).
No es de extrañar que sus hermanos «le
odiaran todavía más» (Gn 37,8). Poco después de que José les contase a sus
hermanos sus sueños, los otros once hijos de Jacob conspiran para deshacerse de
su engreído hermano. En principio planean matarle y tirar su cuerpo a un pozo.
Pero Rubén no quiere mancharse las manos de sangre y sugiere que sólo lo
arrojen al pozo, supuestamente hasta que se muera de hambre. Sin duda, algún
escriba bíblico consideró esta acción de Rubén como más humana,
o menos
culpable.
Tras arrojarle al pozo, Judá, para no ser menos que Rubén en su
repentino arranque de compasión, dice: « Vamos a vendérselo a esos ismaelitas
y no pongamos en él nuestra mano, pues es hermano nuestro y carne nuestra».
Asintieron sus hermanos (Gn 37, 27).
Así pues, José se convierte en esclavo y es llevado a Egipto,
donde gracias a sus dotes para la interpretación de los sueños consigue llegar
hasta la cima de la jerarquía social del faraón.
Esta parte del
relato de José comparte unas similitudes sorprendentes con un relato egipcio
que se conserva en los escritos de Heródoto en su historia de Egipto. Según
este historiador griego:
Tras el reinado de Setos (es decir, Set), el
sacerdote de Hefesto (es decir, Ptah), los egipcios estuvieron libres durante
un tiempo del gobierno monárquico. Sin embargo, al ser incapaces de estar sin
rey durante mucho tiempo, dividieron Egipto en doce regiones y nombraron a un
rey para cada una de ellas. Unidos por matrimonios, los doce reyes reinaron
bajo amistad mutua con el entendimiento de que ninguno de ellos debía intentar
expulsar a ninguno de los otros, o querer aumentar su poder a expensas de los
demás. Llegaron a un acuerdo y velaron para que los acuerdos se mantuvieran
rigurosamente, porque en la época en que se establecieron los doce reinos, un
oráculo declaró que el que ofreciera una libación del cáliz de bronce del
templo de Hefesto (Ptah) se convertiría en amo de todo Egipto.
Heródoto
continua relatando otros acontecimientos de la historia de Egipto, pero después
retoma la narración anterior:
Pasaba el tiempo y los doce reyes, que habían
mantenido su pacto de no molestarse los unos a los otros, se reunieron para
ofrecer un sacrificio en el templo de Hefesto. Era el último día del festival,
y cuando llegó el momento de verter la libación, el sumo sacerdote, al ir a
buscar los cálices de oro que siempre se usaban para ese propósito, se equivocó
y trajo uno de menos, de modo que Sometico, al encontrase sin cáliz, muy
inocentemente y sin segundas intenciones, se quitó el casco, lo extendió para
recibir el vino y así realizó su libación. Los otros reyes enseguida asociaron
este acto con el oráculo, que había declarado que el que vertiera su libación
de un cáliz de bronce se convertiría en el único monarca de Egipto. Lo
interrogaron, y cuando se sintieron convencidos de que había actuado sin
malicia, decidieron no matarle, pero lo despojaron de gran parte de su poder y
lo desterraron a las marismas, prohibiéndole que las abandonara ni que tuviera
ninguna comunicación con el resto de Egipto.
Tras ofrecer
algunos detalles acerca del pasado de Samético y sobre un segundo oráculo que
predecía que unos hombres de bronce llegarían del mar para ayudar al rey,
Heródoto cuenta que el monarca exiliado se encontró con un grupo de invasores
marinos armados que se habían visto obligados a amarrar en tierras egipcias.
Viendo esto como el cumplimiento de la profecía, dice Heródoto que Samético
trabó amistad con los invasores y los «persuadió para que estuvieran a su
servicio, y mediante su ayuda y la ayuda de sus fieles en Egipto, consiguió
derrotar y echar a sus once enemigos».
Deben observarse los numerosos
paralelismos entre el relato bíblico y el egipcio. En ambos, un grupo de doce
hombres relacionados por matrimonios entre familias, viven en un estado que no
está presidido por ningún rey; una profecía predice que uno de los doce
reinará sobre los demás;
cuando los once descubren quien será el
nuevo líder, al principio planean asesinarle, pero luego cambian de idea y lo
destierran de su territorio; tras ser desterrado, el héroe entra en Egipto
acompañado de forasteros; el héroe consigue una posición de poder en Egipto; y
cumpliendo la profecía original, el héroe reina sobre los once rivales.
Existe otro
paralelismo. En el relato egipcio, un cáliz que pertenece al odiado rey es protagonista.
De igual manera, un cáliz perteneciente a José desempeña un papel fundamental
en el relato bíblico. Tras convertirse en primer ministro de Egipto y viendo
que sus hermanos aparecen ante él para comprar trigo, José los pone a prueba
escondiendo su cáliz de plata en la bolsa de Benjamín. Mientras que el cáliz
simboliza el poder de José, el que portaba el cáliz, Benjamín, se convirtió en
el.antecesor del primer rey de Israel, finalizando así el periodo de
no-monar-quía en Israel.
El Samético (o
Psamético) de Heródoto podría estar basado en una figura histórica del mismo
nombre que gobernó en Egipto en el siglo vil a.C. El rey de Israel en esa época
era Josías, el gran reformista religioso bajo el cual pudo haberse escrito el
Deuteronomio, y cuya administración tuvo un interés activo en reescribir la
historia antigua de Israel. Al igual que José, Josías era un niño cuando fue
colocado en una posición de lide-razgo, ocupando el trono a la edad de ocho
años.
El sucesor de
Samético, Necao II, mató a Josías en una batalla y conquistó Jerusalén y gran
parte de Canaán. Instaló a un vasallo egipcio, Joaquim, como rey de Judá. Los
escribas hebreos de esa época habrían estado familiarizados con los relatos
sobre Samético.
Aunque los
paralelismos entre los relatos de la
Biblia y Egipto tienen una trama similar, sigue existiendo un
interrogante acerca de si el relato de Heródoto de los doce reyes era historia
o ficción, y si originariamente se refería a Samético o a algún rey anterior.
El relato de Heródoto comienza diciendo
que, antes de Samético, Egipto protagonizó una época sin reyes y que antes de
esto reinaba un rey llamado Setos. Esto no coincide con la historia de Egipto
del siglo vil a.C. Ni hubo un periodo sin reyes ni existió un rey Setos en ese
espacio de tiempo (en el siglo vil a.C., Setos, o sea Set, tenía fuertes
connotaciones negativas como símbolo malévolo).
El último rey Setos que se conoce es
Setos II, y antes de él Setos I, ambos de la XIX dinastía en el siglo xm a.C. Tampoco hubo
ningún periodo sin reyes anterior a los dos reinos.
A lo largo de la historia de Egipto de
Heródoto, éste a menudo distorsiona y registra de manera errónea la cronología
dinástica, colocando dinastías anteriores detrás de las posteriores. De hecho,
Heródoto sitúa a los antecesores de Samético de la XII dinastía inmediatamente
después de los reyes de la IV
dinastía, cometiendo así un error de casi dos mil años.
Esto sugiere que el rey Setos de Heródoto
y un periodo sin reyes pertenecen más bien al periodo de los hicsos, cuando
los extranjeros adoradores de Set desplazaron a los dirigentes tebanos
legítimos. Los egipcios consideraban que el periodo hicso careció de rey
egipcio legítimo.
Tanto si el relato egipcio de los doce
reyes tuvo su origen en el siglo xvi a.C del periodo hicso como en el siglo vil
del periodo samético, hubo muchas oportunidades para que el relato influenciara
a los escritores de la Biblia ,
quienes acabaron de redactar el texto bíblico.
Mito 71: La mujer de
Putifar intentó seducir a José
El Mito: Sucedió después de todo esto que la mujer de su señor puso en él
sus ojos, y le dijo: «Acuéstate conmigo». Rehusó él, diciendo a la mujer de su
señor: «Cuándo mi señor no me pide cuentas de nada de la casa y ha puesto en mí
cuanto tiene, y no hay en esta casa nadie superior a mí, sin haberse reservado
él nada fuera de ti, por ser su mujer, ¿voy a hacer yo una cosa tan mala y a
pecar contra Dios?». Y como hablase ella a José un día y otro día, y no la
escuchase él, negándose a acostarse con ella y aun a estar con ella, un día que
entró José en la casa para cumplir con su cargo, y no había nadie en ella, le
agarró por el manto, diciendo: «Acuéstate conmigo». Pero él, dejando en su mano
el manto, huyó y salió de la casa. Viendo ella que había dejado el manto en sus
manos y se había ido huyendo, se puso a gritar, llamando a las gentes de su
casa, y les dijo a grandes voces: «Mirad, nos ha traído a ese hebreo para que
se burle de nosotros; ha entrado a mí para acostarse conmigo, y cuando vio que
yo alzaba mi voz para llamar, ha dejado su manto junto a mí y ha huido fuera
de la casa». Dejó ella el manto de José cerca de sí, hasta que vino su señor a
casa, y le habló así: «Ese siervo hebreo que nos has traído ha entrado a mí
para burlarse de mí, y cuando vio que alzaba mi voz y llamaba, dejó junto a mí
su manto y huyó fuera». Al oír su señor lo que le decía su mujer, esto y esto
es lo que me ha hecho tu siervo, montó en cólera, y apresando a José, le metió
en la cárcel donde estaban encerrados los presos del rey, y allí en la cárcel
quedó José (Gn 39,7-20).
Después de que los
hermanos de José lo vendieran a los ismaelitas (o quizá a los midianitas, el
relato se vuelve muy confuso), sus compradores lo ofrecen a un oficial egipcio
llamado Putifar. El nuevo amo de José lo pone a cargo de su casa y José trabaja
bien, aumentando enormemente las riquezas de la familia.
La mujer de
Putifar se interesa por él e intenta seducirle, pero José considera que eso no
está bien y que sería traicionar a su amo. Mientras que el relato bíblico
muestra claramente que José es inocente, su resolución podría haberse visto
beneficiada por la presencia de testigos cercanos. Por lo visto, éste continuó
rechazando los encantos de la mujer, incluso mientras ésta lo desnudaba.
Cuando él huye de la habitación, deja sus vestidos en manos de ella. A ella le
preocupa que alguien la encuentre con los vestidos de él en sus manos —unos
testigos estaban a punto de entrar en la habitación— y comienza a gritar que ha
sido violada. Putifar, ante el dilema de llamar mentirosa a su coqueta esposa
o castigar a su criado inocente, decide adoptar la vía política. Encarcela a
José.
El nombre Putifar ofrece una pista sobre
el momento en que se escribió este relato. No sólo es el nombre del primer amo
de José, sino que Putifera es el nombre de su suegro, el sumo sacerdote del
templo de Heliópolis. El nombre egipcio Putifar se utiliza de forma esporádica
antes del siglo x a.C., y no se utiliza de manera generalizada al menos hasta
el siglo vil. Un relato que incluya a dos personajes con ese nombre, ambos en
puestos importantes, indica una autoría muy tardía; en el siglo vil o después.
Esto concordaría con una autoría post-Samético (véase el Mito 70) de la
narrativa principal.
La historia de un joven héroe que rechaza
los caprichos de una mujer celosa es un tema frecuente en los mitos antiguos.
Una de las más conocidas aparece en el relato egipcio «Historia de los dos
hermanos». Sus orígenes podrían remontarse hasta el tercer milenio.
El texto egipcio habla de dos hermanos,
Anubis, el mayor, y Bata, el menor. El menor vivía con su hermano y la mujer de
éste. El relato describe a Bata como «el hombre perfecto» que desempeñaba la
mayoría de las tareas de la casa y el campo. Un día, la mujer de Anubis se le
acerca y le confiesa su deseo de conocimiento carnal. Él rechaza sus avances,
diciéndole que ella y su hermano son como padres para él. Él promete no decir
nada sobre las acciones de ella. La mujer, temerosa de ser descubierta,
dispone para que parezca que ha sido violada y acusa a su cuñado. A pesar de la
negación de Bata, Anubis se enfurece y el hermano menor se ve obligado a
abandonar la casa.
Durante el relato. Bata obtiene una
hermosa esposa como regalo de los dioses, pero ésta lo abandona para
convertirse en concubina del faraón. En varias ocasiones, el hermano menor
adopta nuevas formas de vida — pina, toro, árbol— y su mujer, que vive separada
de él, consigue destruir cada una de las formas físicas de Bata. Al fin, el rey
se entera de los logros del joven y lo corona príncipe de Egipto.
A partir de
una falsa acusación de violación, su matrimonio con una mujer de conexiones
religiosas, su paso por varias pruebas, y finalmente su conversión en príncipe
de Egipto, el relato egipcio y el bíblico siguen la misma trama general. El
relato egipcio, sin embargo, está más inmerso en el simbolismo vida-muerte
politeísta que el relato bíblico. Por ejemplo, Anubis, el hermano mayor, es una
divinidad que guía a los espíritus muertos al reino del más allá para reunirse
con Osiris. El relato bíblico está purgado del misticismo politeísta, pero
mantiene gran parte de la estructura básica, substituyendo problemas
alternativos por secuencias de muerte-renacimiento.
Los griegos
micénicos, los danois de Hornero, tienen un relato similar, que pudo entrar en
Canaán a través de los Pueblos del Mar y la tribu de Dan (véase el Mito 68).
En el relato
griego, Belerofón, mientras visita la corte de Proetus, ese convierte en el
objetivo de la esposa de Proetus por motivos sexuales. Belerofón rechaza sus
propuestas, y la mujer, para salvar su reputación, le dice a su marido que
Belerofón la ha amenazado. Proetus, igual que Putifar, cree a su mujer antes
que al acusado, y le impone un castigo.
En el caso de
Belerofón, Proetus escribe una carta a otro rey y le pide a Belerofón que la
entregue. La carta solicita que el rey mate a Belerofón. Para cumplir con la
solicitud, el otro rey envía al héroe a varias misiones peligrosas, pero el
héroe siempre sobrevive. Este rey queda tan impresionado con las hazañas de
Belerofón que le entrega su reino.
Una vez más
tenemos una falsa acusación, un castigo para el héroe, supervivencia a través
de pruebas, y elevación al trono. Cabe destacar que existen otras conexiones
entre el relato de Belerofón y la historia de los patriarcas. El rey que quería
que Belerofón muriera tenía un hermano gemelo llamado Acrisio, y ambos lucharon
en el seno materno. Acrisio tuvo una hija llamada Danae.
El padre de
José, Jacob, también luchó en el seno materno con su hermano, y también tuvo
una hija llamada Dina, que en esencia es el mismo nombre que Danae. Por
añadidura, Proetus y Acrisio eran descendientes de Dánao, a quien identificamos
con Jacob en el relato sobre la violación de Dina. De modo que el relato de
Belerofón tienen conexiones mitológicas próximas al relato de Dánao y Egipto.
Si uno de ellos influenció la historia bíblica, es probable que el otro
también fuera adaptado por los escribas hebreos.
La versión bíblica de la traición de José
por parte de la mujer de Putifar tiene varios antecedentes muy difusos, y los
dos que hemos revisado aquí, el relato egipcio de los dos hermanos y el mito
griego sobre Belerofón, habrían sido bien conocidos por los escribas hebreos y
fácilmente incorporados a una épica mayor.
Tercera parte
MITOS DE LOS HÉROES
Mitos de
los Héroes
Introducción
Algún tiempo
después de la muerte de José, un rey que «no sabía de José» subió al trono de
Egipto. Observó que la casa de Israel se había hecho «más numerosa y fuerte»
que los egipcios, y dijo:
Tenemos que obrar astutamente con él, para impedir
que siga creciendo y que, si sobreviene una guerra, se una contra nosotros a
nuestros enemigos y logre salir de esta tierra (Ex I, 10).
Al principio, el faraón intentó controlarlos sometiéndolos a
trabajos físicos extremos, pero las filas hebreas continuaron creciendo.
Entonces adoptó una política de infanticidio masculino, ordenando a las
parteras que «si es niño, lo matáis, si es niña, que viva» (Ex 1, 16).
Alrededor de
la época en que sucedía esto, una mujer hebrea llamada Jocabed quedó preñada
del niño que luego sería Moisés. Tras el nacimiento del bebé, lo mantuvo
escondido durante tres meses, pero cuando ya no lo pudo esconder más tiempo, se
lo encomendó a Dios colocando al niño en una cesta sobre el Nilo.
La hija de
Jocabed, Miriam, siguió la cesta y vio como se dirigía a una laguna donde se
bañaba la hija del faraón. La princesa rescató al niño y al ver que era hebreo,
sintió compasión por él. Miriam vio su reacción y se acercó a ella para
preguntarle si quería que una de las mujeres hebreas lo amamantara. La princesa
asintió y Miriam volvió con su madre, a quien la princesa otorgó el cuidado del
niño.
La hija del faraón quiso al niño y lo
crió como suyo propio. Lo llamó Moisés, cuyo significado explicaré más
adelante.
El niño se hizo adulto en la corte real,
pero la Biblia
no cuenta nada sobre los primeros años. En cambio, da un salto adelante hasta
un encuentro entre Moisés y uno de los capataces del rey. Moisés ve a ese
oficial abusar de uno de los esclavos hebreos y se enfurece. Mata al egipcio y
esconde el cuerpo, con la esperanza de que nadie le haya visto.
Al día siguiente, presencia una discusión
entre dos hebreos e intenta separarlos. Uno de ellos le pregunta si hará con
ellos lo mismo que había hecho con el egipcio. Cuando Moisés se da cuenta de
que la gente esta enterada de lo que ha pasado, decide que lo mejor es huir
antes de ser capturado y sentenciado a muerte.
Guiado por Dios y con la ayuda de su
hermano Aarón, Moisés regresa a Egipto y se enfrenta al nuevo faraón,
exigiéndole que deje marchar a los hebreos de Egipto. Tras una competición de
magia entre Moisés y los magos reales, el faraón accede a que los hebreos se
vayan, pero luego cambia de idea. Esto da lugar a una serie de escaladas
mágicas conocidas como las Diez Plagas, que culminan con la muerte de todos los
primogénitos egipcios. Al fin, el faraón cede y permite que la casa de Israel
salga del país.
Cuando los hebreos se preparan para
salir, el rey egipcio vuelve a cambiar de idea y ordena a su ejército que
traiga de vuelta a los hebreos. Cuando los israelitas llegaron hasta el mar
Rojo con el ejército del faraón pisándoles los talones, Dios abrió las aguas
para que Moisés pudiera guiar a su gente a su través. Cuando el ejército del
faraón entra en la brecha, las aguas se juntan y el ejército se ahoga. La Biblia no especifica que el
faraón se ahogara con ellos, pero se sobreentiende, puesto que el faraón
estaría a la cabeza de sus tropas.
Dejando atrás su experiencia egipcia.
Moisés se embarca en la tarea de forjar una nueva nación y guiar a sus gentes
hacia Canaán, la tierra prometida por Dios a sus antecesores. Durante el viaje,
Moisés da a su gente una serie de leyes y normas, entre las cuales están los
Diez Mandamientos. Estas enseñanzas fueron escritas y colocadas en una caja
conocida como el Arca de la
Alianza.
Por el camino, Israel se enfrenta a
numerosos contratiempos y no supera varias pruebas de fe. El acontecimiento
más notorio tiene que ver con la construcción de un becerro de oro para que les
conduzca a la salvación. Este acto enfurece de tal manera a Moisés que rompe
las tablillas que contienen la ley de Dios. En otra ocasión, incluso Moisés
llega a ofender a Dios, y como castigo, Dios le deniega la oportunidad de
entrar en la Tierra
Prometida.
Moisés muere al otro lado del río de Canaán,
pero no sin antes haber sometido a la mayor parte de la Transjordania al
dominio de Israel. Su última acción es la de nombrar a Josué su sucesor.
Con Josué al mando, Israel cruza el
Jordán y entra en Canaán, donde libró numerosas campañas de matanzas y
destrucción física. Al fin, Josué consigue someter a la Tierra Prometida
bajo el dominio de Israel. Esa es, al menos, una versión de la Biblia. Otros
pasajes bíblicos cuentan otros relatos sobre batallas perdidas y sobre la ira
de Dios a causa de los defectos de Israel.
El relato de la conquista israelita
aparece principalmente en el libro de Josué, el sexto libro de la Biblia. Describe
varias de las batallas libradas por Israel y cuenta numerosos hechos
fantásticos. Posiblemente, los dos acontecimientos más famosos son la batalla
de Jericó y el mandamiento de Josué para que el Sol se detenga en Gabaón.
La tradición hebrea mantiene que el mismo
Josué escribió el libro sobre sus conquistas, pero hay evidencias de que la
mayor parte fue escrita varios siglos después de los hechos. En ninguna parte
dice que Josué escribiera él mismo el libro, y al menos en un lugar el texto
cita una fuente conocida como el libro de Jaser, que debió escribirse siglos
más tarde, al menos después de la muerte del rey Saúl.
Aunque no existen evidencias de la época
de Josué para apoyar al relato de la
Biblia , durante mucho tiempo se aceptaron como verídicos los
rasgos generales del relato de la conquista. Pero cuando las evidencias
arqueológicas desafiaron algunas de las afirmaciones principales del libro,
muchos eruditos dejaron de creer que Josué reflejara de manera precisa cómo
Israel consiguió destacar en Canaán. Las evidencias arqueológicas actuales
desafían muchas de las afirmaciones principales del libro e indican que Israel
no conquistó Canaán en tiempos de Josué.
Bajo el liderazgo de Moisés y Josué, los
israelitas crearon un nuevo tipo de comunidad política, una sin rey humano, lo
cual en Oriente Próximo era inaudito hasta ese momento entre las principales
potencias políticas. Los hebreos creían que sólo Dios podía ser rey de Israel,
y dejaron la interpretación de la voluntad de Dios en manos de líderes
carismáticos.
Tras los relatos de las conquistas de
Josué, se reanuda la historia de la
Biblia en el libro de los Jueces, que comienza contradiciendo
a Josué acerca de lo que ocurrió cuando Israel entró en Canaán. En el periodo
de Jueces, Israel continuaba sin rey y «cada uno hacía lo que le parecía». En
un ambiente como éste, la devoción de Israel hacia Dios se desvanecía a menudo.
Dios castigaba estos devaneos infligiendo a Israel ignominiosas derrotas por
parte de sus enemigos. Tras cada aflicción, Dios le daba a Israel una nueva
oportunidad levantando un héroe para derrotar a los enemigos de Israel y
animando a Israel a seguir el verdadero camino de la rectitud. Entre los más
conocidos de estos héroes guerreros se encuentran Débora y Sansón.
Al fin, el dominio de los líderes
carismáticos cedió paso al resurgimiento de la monarquía, pero las tensiones
entre los monarcas y los sacerdotes y entre las facciones sacerdotales y
políticas continuaron desempeñando un papel clave en la historia del antiguo
Israel.
Mientras vivía Saúl, Judá se separó de la
confederación israelita y le pidió a David que fuera su gobernante. Al morir
Saúl, Isboset, el hijo de Saúl (cuyo nombre era originariamente Isbaal, pero
luego fue cambiado por los escribas) fue elegido para suceder a su padre.
Israel y Judá peleaban constantemente para controlarse el uno al otro. Hasta
que los aliados de David no asesinaron al hijo de Saúl los dos reinos no se
reunieron bajo el liderazgo de David. A pesar de la aparente unidad, las
diferencias políticas y religiosas seguían encendiendo las relaciones entre
los dos reinos hebreos.
Uno de los acontecimientos clave en la
subida al poder de David fue que éste matara al gigante Goliat cuando todavía
era un niño en la corte de Saúl. Fue este acontecimiento el que lo mostró como
el contendiente a los ojos del pueblo. Otros pasajes de la Biblia sugieren que David
obtuvo el crédito de la hazaña de otro. Posteriormente, las habilidades
militares de David lo convirtieron en un héroe nacional, y una canción popular
se extendió por el reino —«Ahí está David, rey de la tierra; aquel de quien
cantaban: Mató Saúl sus mil, pero David sus diez mil» (1 Sm 21, 12).
El sucesor de David, Salomón, construyó
un gran templo en Jerusalén y reinó sobre un gran imperio. Para financiar sus
proyectos y apoyar su administración, Salomón impuso un sistema de esclavitud,
pero los textos de la Biblia
no aclaran si los esclavos eran israelitas o no.
Los arqueólogos todavía no han encontrado
los restos del templo de Salomón. Ni tampoco existe la más mínima evidencia o
documentación que confirme la existencia de Salomón o de su imperio en ningún
escrito procedente de Israel o de ninguna de las naciones que supuestamente
gobernó Salomón.
Desde el éxodo de Moisés hasta la subida
al poder de David y Salomón, uno de los iconos clave en la historia de la Biblia fue el Arca de la Alianza. Coronada
por dos querubines de oro y construida para contener los Diez Mandamientos,
hacía la función de trono para Dios. Este arca poseía poderes mágicos y ayudaba
a Israel contra sus enemigos siempre y cuando Israel siguiera el buen camino.
Cuando Israel abandonó a Dios, el Arca dejó de protegerlos.
Tras la caída de la monarquía unida, La Biblia ya no menciona su
presencia. Ningún pasaje dice que hubiese desaparecido o que hubiese sido
destruida o capturada por sus enemigos. Simplemente desaparece de la historia de
la Biblia. La
tradición etíope mantiene que un hijo de Salomón junto con la reina de Saba se
llevó el arca a Etiopía.
Al morir Salomón, Jeroboam de Efraím
condujo una rebelión contra Reoboam de Judá, el hijo de Salomón y su heredero
designado. El reino se dividió en dos, Israel al norte y Judá al sur. Los
principales símbolos del reino de Jeroboam eran dos becerros de oro, uno
situado en el extremo sur de Israel, en Betel, y el otro en el extremo norte de
Israel, en Dan.
Estos becerros de oro hacían la misma
función que el Arca de la
Alianza , que había permanecido en Judá. Formaban un trono
para Dios. Mientras que el Arca de la Alianza , el trono judaíta de Dios, era sencillamente
una gran caja que residía en el templo en Jerusalén, los becerros de oro, el
trono israelita de Dios, estaba montado a horcajadas sobre el reino entero,
excluyendo a Judá. Tales distinciones ayudaban a definir las diferencias
religiosas y políticas entre los dos reinos rivales.
Aunque al principio Jeroboam gozaba del
apoyo del sacerdocio del norte en su campaña contra Judá, cuando se convirtió
en rey de Israel provocó la ira de los sacerdotes al declarar que todo el que
quisiera podía ser sacerdote. Esto se convirtió en una nueva fuente de desorden
político que encontró su expresión en los escritos de la Biblia.
En el año 722 a .C., los asirios
capturaron el reino del norte de Israel y éste dejó de existir. Judá
permaneció, pero en el 587 a .C.,
fue conquistada por los caldeos de Babilonia y la élite hebrea fue transportada
desde Canaán hasta la capital caldea. Algunas décadas más tarde, Ciro de Persia
derrotó a los caldeos y permitió a los dirigentes hebreos regresar a Judá.
Muchos de los libros posteriores de la Biblia , como por ejemplo Daniel y Ester, cuentan
las experiencias hebreas cuando vivían en tierras ajenas. En muchos de estos
relatos los héroes se enfrentan a grandes pruebas de fe y al permanecer fíeles
a Dios no sólo consiguen sobrevivir a las adversidades, sino alcanzar puestos
de poder político.
Mito 72: Egipto mantuvo a Israel
esclavizado durante cuatrocientos años
El Mito: Y dijo a Abraham: «Has de saber que tu descendencia será
extranjera en una tierra no suya, y estará en servidumbre, y la oprimirán por
cuatrocientos años; pero yo juzgaré al pueblo que los esclavizará, y saldrán de
allí después con mucha hacienda; pero tú irás a reunirte en paz con tus padres,
y serás sepultado en buena ancianidad. A la cuarta generación volverán acá,
pues todavía no se han consumado las iniquidades de los amorreos» (Gn 15, 13-16).
Uno de los mitos de la
Biblia que más se acepta como hecho verdadero es el de que la
casa de Israel permaneció cuatrocientos años como esclava en Egipto. Esta
creencia, desmentida por otros pasajes de la Biblia , surge de una lectura de Génesis 15,13-16,
que de manera errónea combina dos tradiciones separadas como si se tratara de
una sola.
En el texto,
Dios habla con Abraham y predice que su descendencia padecerá durante
cuatrocientos años en una tierra donde sus descendientes serán extranjeros,
pero que en la cuarta generación regresará (se entiende que a su tierra natal).
Tal y como está escrito actualmente, la narrativa indica que los cuatrocientos
años y las cuatro generaciones comprenden el mismo espacio de tiempo. Hay un
error en esta interpretación estándar que hace la Biblia , y aquí
reconstruiremos la intención original, aunque primero veamos algunas de las
evidencias relacionadas con la duración de la permanencia de Israel en Egipto.
Según el libro
del Éxodo, la esclavitud israelita comenzó al poco tiempo de la muerte de José
cuando «Alzóse en Egipto un rey nuevo, que no sabía de José» (Ex 1, 8). El
Éxodo también dice que la estancia total (es decir, el periodo de libertad más
el periodo de esclavitud) de Israel en Egipto duró 430 años (Ex 12, 40). La
estancia comenzó con la llegada a Egipto de José o Jacob —el texto no lo
especifica. José llega a Egipto a la edad de diecisiete años; Jacob llega
cuando José cuenta treinta y nueve años de edad. José vive hasta los 110 años.
Puesto que la esclavitud no comenzó hasta después de la muerte de José, Israel tuvo
que estar en Egipto antes de la esclavitud al menos unos setenta y un años si
contamos a partir de la llegada de Jacob. Si la estancia total en Egipto duró
430 años, entonces el periodo máximo de esclavitud sólo pudo ser de 359 años
(430 - 71 = 359).
¿Fueron los cuatrocientos años de
esclavitud sólo 359? De hecho, ni lo uno ni lo otro, ya que otros pasajes de la Biblia acortan el periodo
más todavía.
La línea de descendencia de Jacob a
Moisés abarca cinco generaciones: Jacob, Leví, Kohath, Amram, y Moisés. Según
varios pasajes del Éxodo, Leví vivió 137 años, Kohath 133, y Amram 137. Moisés
dirigió el Éxodo cuando tenía ochenta años. Ya que tanto Leví como Kohath
entraron en Egipto junto a Jacob, el periodo máximo de permanencia sólo pudo
ser de 350 años —los 133 años de Kohath, los 137 de Amram, y los 80 años de
Moisés— y sólo bajo el supuesto de que Kohath engendró a Amram durante su
último año de vida, y que Amram engendró a Moisés durante su último año de
vida, lo cual no es nada creíble. Por tanto, si la estancia máxima fue de sólo
350 años, el periodo máximo de esclavitud no pudo ser superior a los 280 años
(ya que la esclavitud comenzó unos 70 años después de empezar la estancia).
Ya en el primer siglo d.C., y
probablemente mucho antes, los historiadores judíos y los eruditos de la Biblia de esa época
reconocieron que pasaba algo con los números. Se inició una tradición según la
cual la estancia de 430 años en realidad combinaba dos periodos de 215 años
cada uno, el primero comenzando con la llegada de Abraham a Canaán, y el
segundo con la llegada de Jacob a Egipto. Según esta tradición, la estancia no
duró más de 215 años, y por tanto la esclavitud no pudo ser de más de 145 años.
El Génesis dice que el periodo de tiempo entre la llegada de Abraham a Canaán y
la llegada de Jacob a Egipto es de 215 años, pero no existen evidencias
directas de que el periodo de tiempo desde la llegada de Jacob hasta el Éxodo
durara 215 años.
Para apreciar la confusión que esto
causaba durante el primer siglo d.C., hay que tener en cuenta que Josefo, el
principal historiador judío de la época, escribió en una parte de su historia
bíblica, Antigüedades Judaicas, que
la estancia duró 215 años, pero en otra parte del mismo libro escribe que la
esclavitud duró cuatrocientos años, y no hace ningún intento para reconciliar
las dos declaraciones contradictorias. Es más, en sus cálculos del periodo de
215 años, utiliza datos que contradicen la cronología que hace el Génesis.
A pesar de estos errores, tanto él como
otros eruditos de su época estaban bien encaminados al contar la permanencia
de 430 años en Egipto a partir de la llegada de Abraham a Canaán. Ese mismo
año, Abraham se trasladó a Egipto, por tanto, la estancia en Egipto realmente
se inició en aquel momento. Además, tal y como recordaran del estudio del Mito
49, los autores de la Biblia
intentaron situar a Abraham en Canaán justo después de que abandonara la casa
del faraón, pero el texto bíblico anterior dice que se dirigió hacia la parte
sur de Egipto.
Esto nos lleva de vuelta a la profecía
hecha a Abraham. El texto indica que los cuatrocientos años de infortunio
comenzarían con su descendencia, es decir, sus hijos: « Tu descendencia será
extranjera en una tierra no suya, y estará en servidumbre, y la oprimirán por cuatrocientos
años».
Si entendemos que esto significa que el
periodo de cuatrocientos años de infortunios comienza con la descendencia de
Abraham, esto es, con el nacimiento de Isaac, y termina con el Éxodo desde
Egipto, tal y como seguramente pretendía el autor de la Biblia , entonces tenemos
una interesante congruencia cronológica entre la profecía hecha a Abraham y la
estancia de 430 años. Isaac nació cuando Abraham tenía 130 años, y Abraham
inició su estancia en Egipto cuando tenía setenta y cinco años. Contando a
partir de la estancia de Abraham en vez de la de Jacob, tenemos un periodo de
425 años a partir de la llegada de Abraham a Egipto hasta la salida de Israel
de Egipto. Esto se acerca bastante al periodo de permanencia de 430 años que
aparece en el Éxodo.
Pero uno se podría preguntar: ¿Dónde
están los cuatrocientos años de aflicción? Aquí es donde los autores de la Biblia confundieron dos
relatos. Uno era sobre la aflicción provocada por los cananeos sobre Egipto, es
decir, una descripción de la era de los hicsos, cuando los cananeos gobernaban
en Egipto. El otro es sobre una salida de Israel desde Egipto. Echemos un
vistazo a la profecía del Génesis para ver cómo se combinaron ambos relatos.
Lo primero que vemos es que la aflicción
tiene lugar en una tierra donde la descendencia de Abraham «será extranjera en
una tierra no suya». ¿Dónde está esa tierra? Siempre se ha creído que esa
tierra extranjera era Egipto, pero a lo largo de la Biblia , se identifica a
Canaán con la tierra extranjera, y no a Egipto. Consideremos estas
declaraciones que aparecen en el Génesis:
Y te daré a ti, y a tu descendencia después de
tí por sus generaciones, el país donde moras, la tierra de Canaán, en eterna
posesión, y seré tu Dios (Gn 17, 8).
Y te
dará la bendición de Abraham a tí y a tu descendencia contigo, para que poseas
la tierra en que como extranjero habitas, que dio Dios a Abraham (Gn 28, 4).
Habitó
Jacob en la tierra por donde peregrinó su padre, en la tierra de Canaán (Gn 37, 1).
Por tanto, la
primera etapa de nuestra reconstrucción es reconocer que Canaán causó la
aflicción, no Egipto, y que en la profecía, la descendencia de Abraham «saldrá»
de la tierra de aflicción. A continuación, observen el pasaje que trata de la
«cuarta generación».
A la cuarta generación volverán acá, pues
todavía no se han consumado las iniquidades de los amárreos.
Este pasaje
siempre se ha interpretado con el significado de que Israel saldrá de Egipto,
pero que tendrá que esperar hasta que los problemas con los amorreos
desaparezcan. Luego se dice que Moisés cumplió la profecía en el sentido de que
él era parte de la cuarta generación después de Jacob. Pero la profecía dice en
la cuarta generación, no después de la cuarta generación. Ya que Moisés está
dentro de la quinta generación comenzando con Jacob, no reúne las condiciones
establecidas en la predicción.
Los hicsos, la base del relato sobre la
aflicción, eran de origen cananeo, pero no sabemos qué cananeos exactamente.
Gobernaron partes de Egipto desde alrededor de 1750 a .C., y todo o casi
todo Egipto desde 1680 a .C.,
y luego permanecieron en el poder hasta 1572 a .C. La palabra hicsos significa «jefes de
los pueblos del monte».
El término amorreo originariamente
designaba grupos específicos de pueblos de Canaán. Al final se convirtió en un
término que describía a los cananeos de los montes, aunque definiciones
parecidas no significan necesariamente que se haga referencia al mismo grupo de
pueblos.
En cualquier
caso, cuando Abraham fue a Egipto, los hicsos estaban a cargo del delta del
Nilo y posteriormente Abraham huyó de ese territorio. El siguiente israelita en
llegar a Egipto fue José, y he aquí que José es la decimocuarta generación a
partir de Abraham —Abraham, Isaac, Jacob, y José. De manera cronológica,
siguiendo la tradición judía, José llegó a Egipto alrededor de 1564 a .C., inmediatamente
después o a la vez que los egipcios derrotaron definitivamente a los hicsos.
Si reducimos
la profecía que Dios hizo a Abraham a sus componentes esenciales, tenemos la
siguiente secuencia:
1.
Abraham permaneció en Egipto.
2.
Los cananeos, (los hicsos) afligieron a
Egipto.
3.
La profecía decía que la
tierra extranjera (Canaán afligiría la descendencia de Abraham. Los hicsos
cananeos dominaron Egipto y Canaán.
4. La profecía
decía que en la cuarta generación tendría lugar un
regreso desde la tierra extranjera, o sea, desde Canaán, cuando
el poder de los amorreos (los hicsos) hubiese terminado.
5. José, en la cuarta generación a partir de Abraham, regresó a
Egipto.
6. La profecía de Dios decía que la descendencia de Abraham (Isaac
y sus descendientes) saldría de unas tierras después de cuatrocientos años.
7. Moisés
dirigió el Éxodo desde Egipto hasta Canaán.
Lo que tenemos son dos relatos distintos que se han mezclado
debido a una confusión por parte de los redactores de la Biblia.
El primer
relato describe una aflicción provocada por los cananeos en Egipto durante
cuatrocientos años. El segundo describe una salida desde Egipto después de
cuatrocientos años. Ambos relatos incluyen un periodo de infortunio, uno por
parte de los cananeos sobre Egipto y otro por parte de los egipcios sobre los
israelitas.
Los redactores
de la Biblia ,
que ya no recordaban que los antecesores de la era patriarcal habían vivido en
Egipto, sólo conocían a los israelitas como un pueblo cananeo que había sufrido
en Egipto. Leyeron ambos relatos desde una perspectiva cananea en vez de
egipcia. Desde ese punto de vista, una persecución en una tierra de extranjeros
significaba persecución en Egipto en vez de en Canaán. Integraron el primer
relato con el
segundo para reflejar una única aflicción. Por
este motivo, dieron por sentado que los periodos de tiempo de cuatrocientos
años y cuatro generaciones eran uno y el mismo, cuando, de hecho, medían dos
duraciones diferentes. Por consiguiente, los redactores de la Biblia de forma equivocada
crearon un periodo de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto.
Puesto que no tenemos evidencias directas
de la esclavitud israelita en Egipto, es difícil determinar cuando (o si)
Israel llegó a sufrir bajo la esclavitud en Egipto. En mi obra anterior, The Bible Myth, presento un argumento
exhaustivo demostrando que los israelitas se originaron en Egipto y que el
periodo de esclavitud duró menos de treinta años, desde alrededor de 1340 a .C. hasta 1315 a . de C.
Mito 73: Jocabed colocó al bebé
Moisés en una cesta
El Mito: Y fue un hombre de la casa de Leví y tomó por esposa una hija de
Leví. Y la mujer concibió y parió un hijo, y viéndole muy hermoso, le tuvo
oculto durante tres meses. No pudiendo tenerle ya escondido más tiempo, tomó
una cestita de papiro, la calafateó con betún y pez, y poniendo en ella al
niño, la dejó entre las plantas de papiro de la ribera del río. La hermana del
niño estaba a poca distancia, para ver qué pasaba. Bajó la hija del faraón a
bañarse en el río, y sus doncellas se pusieron a pasear por la ribera. Vio la
cestita entre las plantas de papiro, y mandó a una de sus doncellas que la
trajera. Al abrirla, vio al niño que lloraba, y compadecida de él, se dijo: «Es
un hijo de los hebreos» (Ex 2,1-6).
En la época en
que nació Moisés, el faraón había decretado que todos los hebreos varones
debían morir. La madre de Moisés, Jocabed, primero lo escondió, pero pasados
tres meses lo colocó en una cesta que flotó por el Nilo. La hija del faraón vio
la cesta y la recogió. Reconoció al bebé como uno de los niños hebreos, se
apiadó de él y lo crió como si fuera suyo. Como miembro de la familia real,
Moisés pasó a tener futuro derecho al trono egipcio, dependiendo de la línea de
sucesión existente.
Se ha señalado con frecuencia que el relato del nacimiento de
Moisés se parece mucho a la leyenda mesopotámica del nacimiento de Sargón I,
rey de Acad, que conquistó Babilonia alrededor de 2300 a .C. y estableció uno
de los primeros reinos semitas. Esta leyenda, que se conserva en algunos
textos asirlos escritos mucho después de su reinado, dice que la madre de
Sargón era una sacerdotisa y que se desconocía quien era su padre. Nacido en
secreto, su madre lo colocó en una cesta de juncos sellada con betún y lo echó
al río, de donde fue rescatado por Akki, el «que saca el agua».
Akki le enseñó a ser jardinero, pero la diosa Ishtar le favoreció, y guiándolo
en las batallas lo convirtió en un poderoso rey.
Los textos
no ofrecen ninguna explicación de por que tuvo que nacer en secreto, aunque la
vergüenza de su madre al ser una sacerdotisa preñada por un padre desconocido
podía haber tenido algo que ver. En cualquier caso, aparte del tema del bebé
en la cesta, la trama no tiene ninguna similitud más con el relato de Moisés y
no es un buen modelo literario.
Un modelo
literario mejor y más lógico aparece en la literatura egipcia, basado en las
imágenes del mítico conflicto entre los dioses egipcios Horus y Set por el
derecho a reinar. En el mito egipcio, Horus el Niño fue escondido por su madre
en una isla flotante después de que Set hubiese asesinado a su padre y se
quedara con el trono. Cuando Horus se hace adulto, sale de su escondite y
desafía a Set. Tras una serie de entrentamientos mágicos, Horus derrota al
usurpador en un combate y se convierte en rey, persiguiendo a su enemigo por
el desierto.
La imagen
del verdadero rey egipcio flotando en el agua de niño es un tema importante en
la teología egipcia. No solo flota Horus el Niño sobre el agua, sino que la
divinidad creadora egipcia, Ra, aparece como un niño flotando sobre una hoja de
loto. Este tema se usaba a menudo para describir los acontecimientos
históricos relacionados con conflictos por el trono. El gobernante legítimo se
identificaba con Horus El Niño, a quien se le otorgaba un pasado ficticio como
un joven que huía de Egipto para evitar a un gobernante malvado y que
posteriormente regresaba para enfrentarse al villano y recuperar el trono. E!
historiador judío Josefo conserva dos excelentes muestras de este tema
literario.
Citando de
los escritos de un sacerdote egipcio del siglo 111 a .C., llamado Manethon,
Josefo cuenta de un sacerdote egipcio llamado Osarseph que se hizo con el trono
egipcio. El faraón desplazado y su hijo de cinco años tuvieron que huir del
país mientras Osarseph oprimía cruelmente a los egipcios y profanaba el país y
sus símbolos religiosos. Trece años más tarde, el hijo regresa encabezando un
ejército y saca al sacerdote y a sus seguidores de Egipto.
Según una
variante de este relato, atribuida por Josefo a un escritor egipcio llamado
Chaeremon, el hijo del faraón nació en secreto después de que el cruel
emperador subiera al trono y su madre lo escondió en una cueva para evitar que
fuera ejecutado.
Estos
dos relatos egipcios describen acontecimientos históricos actuales, pero de
forma encubierta y exagerada. Nos hablan del reinado del laraón Akhenaton (h. 1372 a .C.), el gobernante
monoteísta que trató de imponer, sin éxito, su punto de vista religioso sobre
el pueblo egipcio y persiguió a sus principales opositores en el sacerdocio de
Amón. Aunque los relatos tenían un núcleo histórico, el incidente del joven
faraón escondido que regresa para expulsar al faraón hereje es ficticio. Está
basado en el tema literario de Horus-Set.
Joseío,
por cierto, añade una interesante declaración al relato. Según Manethon, este
sacerdote cambió su nombre a Moisés y dirigió a sus seguidores egipcios hasta
Jerusalén. Tanto sí uno elige creer
este alegato sobre Moisés o no, demuestra que desde una perspectiva egipcia, el
relato de Moisés se adapta fácilmente al tema Horus-Set.
¿Cuáles
son las principales características de los relatos egipcios? Tenemos una
ocupación ilegítima del trono egipcio; un niño oculto por su madre para
proteger su vida; la persecución del pueblo por parte del usurpador; el regreso
del niño ya convertido en adulto para enfrentarse al tirano; y la expulsión del
tirano ai desierto fuera de Egipto. Estos son los detalles esenciales de la
trama en los mitos egipcios referentes al conflicto entre Horus y Set por el
derecho a gobernar Egipto. Los mitos, sin embargo, añaden el elemento de que el
niño flotaba en el agua y que a su regreso se ocupaba en competiciones de
magia contra el malvado rey.
Los
escribas tomaron el mito egipcio de Horus y Set como tema, y lo lanzaron como
un relato sobre acontecimientos actuales en el antiguo Lgipto, substituyendo
las divinidades por figuras históricas, e identificando al rey legítimo con
Horus y al rey ilegítimo con Set. Con unos cambios leves pero significativos,
esta adaptación del mito egipcio es también el relato de Moisés.
En
los relatos egipcios, era el pueblo egipcio el que era perseguido y era su
faraón el que huía para regresar posteriormente y liberar a su gente. En ei
relato bíblico es el pueblo de Israel, que reside en Egipto, el que es perseguido
y un israelita el que huye de Egipto para regresar después y liberar a su
gente. Tanto en los mitos egipcios como en los relatos de la Biblia , ta madre del
liberador esconde al niño-héroe, al principio dejándolo flotar sobre el agua,
para evitar que sea ejecutado por un cruel tirano; el pueblo del liberador
sufre bajo una cruel opresión; el liberador huye de Egipto; el liberador
regresa a Egipto para liberar a su gente; el liberador y el malvado rey se
baten en una series de enfrentamientos mágicos; y, por último, el liberador
derrota al opresor.
En la
versión bíblica del tema Horus-Set, la casa de Israel reemplaza a Egipto como
centro de autoridad legítima. El papel de rey legítimo pertenece al Señor
porque únicamente el Dios hebreo podía reinar sobre la casa de Israel, y Moisés
hace de representante del rey. El faraón, aunque sea el legítimo rey de Egipto,
hace el papel de «Set el Usurpador» porque no tiene ninguna autoridad moral
para reinar sobre la casa de Israel y someterla a su tiranía. Moisés es Horus
el Niño, el heredero legítimo que se esconde para evitar ser ejecutado por el
malvado rey, y que más tarde regresa para derrotar al rey ilegítimo y liberar a
su gente de la tiranía.
En la
versión bíblica del relato, sin embargo, hay un pequeño pero importante cambio
en la trama. Es Moisés, el victorioso, el que se va al desierto, y no el rey
malvado. Este es el resultado de las inevitables circunstancias históricas. De
modo que, para hacer que la historia se ajuste al mito egipcio, los escribas
retratan a Egipto, diezmado por las diez plagas, como el desierto, y muestran
el viaje al desierto como la verdadera victoria, porque el héroe guió a su
pueblo al verdadero reino en la Tierra Prometida.
En el ámbito
político, la Biblia
muestra a Moisés como un miembro adoptado de la familia del faraón. Si ningún
otro hijo hubiese sido designado como sucesor del faraón, entonces Moisés
habría tenido un derecho legítimo para ocupar el trono como el siguiente
faraón. Esto habría sido verdad si no hubiese habido ningún otro heredero de
sangre para el trono.
Ese era el
contexto histórico en el cual Moisés efectivamente se enfrentó al faraón. El
Éxodo ocurrió en algún momento entre el remado de Horemheb y los tres
siguientes faraones, Ramsés I, Seti I, y Ramsés II. Ninguno de estos faraones
descendía de estirpe regia, la cual se acabó sólo cuatro años antes del remado
de Horemheb. Estos gobernantes posteriores eran figuras militares que tomaron
el control durante el vacío político.
Según el
testimonio bíblico. Moisés regresó a Egipto al morir un faraón. Ya que el
faraón muerto sería uno de los reyes sin sangre real, existía una cuestión
legítima acerca de quién tenía el derecho a la sucesión. Un
miembro de
la casa real anterior, como al parecer lo era Moisés, habría tenido un derecho
superior para gobernar Egipto que cualquiera de esos reyes «usurpadores».
Cuando
Moisés aparece delante del faraón, lo hace como posible pretendiente al trono.
Esto lo identifica con Horus el Niño, el legítimo rey, y explica por qué la Biblia contiene un relato
en el cual Moisés es escondido durante su infancia. En el contexto político,
Moisés es Horus el Niño.
Mito 74: La hija del
faraón le dio a Moisés un nombre hebreo
El
Mito: Cuando fue grande se lo llevó a la hija del faraón y
fue para ella como un hijo. Le dio el nombre de Moisés, pues se dijo: «De las
aguas te saqué» (Ex 2, 10).
Cuando
la princesa egipcia adopta al niño que encuentra en la cesta, le pone el nombre
de Moisés porque «De las aguas te saqué». En hebreo, el nombre Moisés se
pronuncia mosheh. La explicación que
ofrece la Biblia
para el origen de este nombre da por sentado que la princesa egipcia le puso al
niño un nombre hebreo derivado de la palabra hebrea mashah, que significa «sacar».
La
explicación para el nombre de Moisés plantea numerosos problemas. Primero, mosheh y mashah son palabras distintas. Segundo, gramaticalmente, mashah significa «sacar», no «te saqué».
Tercero, no tiene ningún sentido que la princesa egipcia le ponga al niño un
nombre hebreo porque el rey había ordenado matar a todos los niños hebreos, y
llamar la atención sobre los orígenes hebreos del niño sería lo último que la
princesa haría si tenía intención de criarlo en el palacio real.
El nombre
Moisés en realidad viene de la palabra egipcia msy, que significa «ha nacido», y que habitualmente se añade al
nombre de un dios, como por ejemplo Tutmés o Ramsés (es decir, Thoth o Ra ha
nacido). Los griegos transcribieron el elemento msy como «mosis», y este se convirtió en Moisés. Ya que los nombres
de los otros dioses eran tabú entre los hebreos, la primera parte del nombre de
Moisés fue eliminada, dejando sólo el elemento msy.
Mito 75: Dios envió diez plagas
contra Egipto
El Mito: Dijo el Señor a Moisés: «Levántate
temprano, preséntate al faraón y dile: Así habla el Señor, el Dios de los hebreos.
Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto, porque esta vez voy a
desencadenar todas mis plagas contra tí, contra tus servidores y contra tu
pueblo, para que sepas que no hay como Yo en toda la tierra. Si Yo hubiera
tendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con la peste, habríais
desaparecido de la tierra; pero te he dejado con vida para que por ti brille mi
poder y mi nombre sea celebrado en toda la tierra...» (Ex 9, 13-16).
Cuando
Moisés regresa a Egipto para enfrentarse al faraón, entre los dos libran una
batalla de voluntades. Una y otra vez, Moisés amenaza al faraón y el faraón no
le hace caso. Con cada rechazo, Moisés envía una terrible plaga sobre los
egipcios, y tras cada plaga, el faraón accede a las demandas de Moisés, siempre
y cuando éste retire el sufrimiento. Con el tiempo, el horror de las plagas
aumenta, hasta matar a cada primogénito de Egipto.
El tira y
afloja entre Moisés y faraón se corresponde a la contienda entre Horus y Set
ante el tribunal de los dioses. Set desafiaba a Horus a una contienda para
resolver la disputa acerca de quien sucedería a Osiris en el trono, y Set se
comprometía a respetar el resultado. Horus, mediante la magia y sus
habilidades, siempre derrotaba a Set, y tras cada derrota, Set incumplía su
promesa de darle el trono.
Lo que
nosotros leemos como una serie de plagas en aumento sobre Egipto enviadas por
Moisés, en realidad es un testimonio exagerado de las aflicciones de la vida en
la antigüedad. Podemos apreciar que el autor de la Biblia se inspiró en las
prácticas de los escribas comunes en Egipto, a partir de la comparación entre
el relato bíblico de diez plagas y los acontecimientos que se exponen en un
documento egipcio conocido como «Admoniciones del sabio Ipuwer», también
conocido como el «Papiro de Ipuwer». Aunque el papiro en sí podría datar de la XIX dinastía, el estilo de la
escritura es propio del Imperio Medio, lo cual es una indicación de que el
texto fue copiado de un documento mucho inás antiguo.
Entre las
plagas bíblicas desatadas por Moisés estaban: 1) sangre en el Nilo; 2) sapos;
3) mosquitos; 4) sarpullidos en la piel; 5) moscas; 6) destrucción del ganado;
7) truenos, granizo, y fuego en los campos que destruyeron las cosechas; 8)
langostas; 9) oscuridad; 10) muerte de los primogénitos de Egipto. Tengan esto
presente mientras comparamos los incidentes mostrados en las «Admoniciones del
Sabio Ipuwer» con los acontecimientos de la Biblia.
El papiro
habla de una era de gran anarquía, posiblemente durante el Primer Periodo
Intermedio (h, 2200-2040 a .C.).
Algunos de los acontecimientos que se describen guardan un sorprendente
parecido con los efectos de las plagas desatadas por Moisés. Consideremos
estas comparaciones:
Biblia:
Y toda el agua del río se volvió sangre... los egipcios no podían beber el
agua, y hubo en vez de ella sangre en toda la tierra de Egipto (Ex 7, 20-21).
Papiro: En verdad el río es sangre, pero
los hombres beben de él. Los hombres [empequeñecidos] de los seres humanos y
andan sedientos detrás del agua.
Biblia:
Y el fuego se precipitó sobre la tierra (Ex 9, 23).
Papiro:
En verdad, las puertas, las columnas, y los muros se han quemado...
Contemplad, el fuego ha crecido, y arremete contra los enemigos
de
la tierra.
Biblia:
[El granizo] machacó también todas las hierbas del campo y destrozó todos los
árboles del campo (Ex 9, 25).
Papiro: En verdad, los árboles han sido
talados y las ramas arrancadas.
Biblia:
Y no quedó nada verde, ni en los árboles, ni en las hierbas de los campos, en
toda la tierra de Egipto (Ex 10, 15).
Papiro: No se encuentra ni fruta ni
hierbas... en todas partes ha perecido la cebada.
Biblia: Y hubo densísimas tinieblas en
todo Egipto durante tres días (Ex 10,22).
Papiro: [La tierra] no está iluminada a
causa de ello.
Biblia:
Pereció todo el ganado de los egipcios (Ex 9, 6).
Papiro:
En verdad, de todos los animales, lloran sus corazones; el ganado se lamenta
al ver cómo ha quedado la tierra.
Biblia:
Y morirá todo primogénito de la tierra de Egipto... (Ex 11,5). Papiro: En verdad quedan pocos hombres,
y en todas partes está aquel que entierra a su hermano bajo tierra... En verdad
los corazones son violentos, la peste se extiende por toda la tierra, la sangre
está en todas partes, no falta la muerte, y el sudario habla incluso antes de
que uno se le acerque.
Al leer ambas series de pasajes, uno al lado del otro, uno
podría concluir que Egipto, durante el Primer Periodo Intermedio, no se
diferenciaba mucho de Egipto durante las diez plagas de Moisés. Desde un punto
de vista literario, la Biblia
y las «Admoniciones» describen cada una a Egipto bajo circunstancias similares,
pero en épocas distintas. Si alguien creía que el dios hebreo era el causante
de aquellos malos tiempos, ese alguien estaría dispuesto a darle el crédito a
él. Pero no había nada milagroso en cuanto a las condiciones que se describen,
ni tampoco tenemos evidencias en los registros egipcios de que los primogénitos
de las familias egipcias murieran todos en una sola noche. Un acontecimiento de
este tipo no habría pasado desapercibido.
Mito 76: El ejército del faraón
se ahogó en el mar Rojo
El
Mito: Moisés tendió su mano sobre el mar, e hizo soplar el
Señor sobre el mar toda la noche un fortísimo viento solano, e hizo del mar tierra
seca, y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar,
a pie enjuto, formando para ellos las aguas una muralla a derecha e izquierda.
Los egipcios se pusieron a perseguirlos, y todos los caballos del faraón, sus
carros y sus caballeros entraron en el mar en seguimiento suyo. A la vigilia
matutina miró el Señor desde la nube de fuego y humo a la hueste egipcia y la
perturbó. Hizo que las ruedas de los carros se enredasen unas con otras, de
modo que sólo muy penosamente avanzaban. Los egipcios dijeron entonces:
«Huyamos ante Israel, que el Señor combate por él contra los egipcios». Pero el
Señor dijo a Moisés: «Tiende tu mano sobre el mar, y las aguas se reunirán
sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes». Moisés tendió su mano sobre el
mar, y al despuntar el día, el mar recobró su estado ordinario, y los egipcios
en fuga dieron en él, y arrojó el Señor a los egipcios en medio del mar. Las
aguas, al reunirse, cubrieron carros, jinetes, y todo el ejército del faraón,
que habían entrado en el mar en seguimiento de Israel. Pero los hijos de Israel
pasaron a pie enjuto por en medio del mar, formando para ello las aguas a
derecha e izquierda. Aquel día libró el Señor a Israel de los egipcios, cuyos
cadáveres vio Israel en las playas del mar (Ex 14, 21-30):
Cuando
Israel abandonó Egipto, el faraón cambió de idea y persiguió a los israelitas,
movilizando su flota de carros entera. Alcanzaron a los israelitas que
acampaban a orillas del mar Rojo y creyeron que los habían atrapado. Pero Dios
separó las aguas del mar Rojo para que los israelitas pudieran cruzarlo. Cuando
los egipcios entraron tras ellos, las aguas se juntaron, cubriendo los carros
del faraón y a los más de seiscientos soldados. Para muchos, la imagen
determinante del ejército del faraón ahogándose procede de la producción Los Diez Mandamientos de Cecil B. de
Mille, que utilizó gelatina de cereza para simular la separación y la reunión
del mar Rojo.
El mar Rojo
es la esquina noroeste del océano Índico que separa África de la península
Arábiga. No es improbable que los israelitas cruzaran Egipto hasta Arabia por
esta ruta, pero ¿es aquí donde realmente tuvo lugar el cruce? La principal
dificultad está en que las palabras hebreas traducidas como «mar Rojo», yarn suf, en realidad significan «mar de
luncos», una descripción que no concuerda con el emplazamiento físico del mar
Rojo.
Así pues,
¿dónde está el mar de Juncos? Si la descripción pertenecía a una ubicación
real, la zona más probable sería en el delta del Nilo, que tiene numerosos
pantanos de juncos, pero no existe ninguna zona pantanosa en particular que se
llame mar de Juncos. Los egipcios, sin embargo, sí conocían un mar de Juncos
mitológico donde los enemigos de Ra, la divinidad principal, fueron destruidos
y cubiertos por una inundación de aguas rojas.
Este mar
aparece descrito en el Libro de la Vaca Sagrada , en
un relato sobre una época en que la humanidad se había rebelado contra Ra.
Enfurecido por la apostasía, Ra envió a Hathor, diosa del cielo, a que aniquilara
a los humanos rebeldes, lo cual hizo con gran satisfacción. Su alegría ante la
devastación hizo reflexionar a Ra sobre sus objetivos, y decidió cancelar su
venganza. Para distraer a Hathor, dispuso que una mezcla de ocre rojo y cerveza
de cebada cubriera los campos donde Hathor iba a proseguir con las últimas
acciones de destrucción. La cerveza hizo su función y Hathor cayó en un
estupor de embriaguez.
Tras una
pausa en el texto, Ra declara: «¡Qué tranquilidad hay en este campo!» Entonces,
el dios planta vegetación en ese lugar y lo llama campo de Juncos. Sin embargo,
la palabra traducida como «campo», sekbet,
normalmente hace referencia a lugares pantanosos donde viven peces y pájaros.
Así, éste
mito habla de un pantano de Juncos, o el equivalente a un mar de Juncos, donde
los enemigos de Ra yacían muertos y los campos se inundaron de un líquido rojo.
Esto podría llevar fácilmente a la confusión entre un mar de Juncos y un mar
Rojo.
El ahogo del
ejército del faraón se inspira principalmente en este relato. La ubicación es
la misma, un mar de Juncos, y el ejército del faraón adopta el papel de los
humanos que fueron destruidos por rebelarse contra el dominio supremo de Ra,
donde el Señor reemplaza a Ra como la divinidad principal.
Lo que falta
en el relato egipcio es la separación de las aguas, una escena bíblica que
probablemente sea una añadidura posterior. En Éxodo 15, en lo que se considera
el poema origina] más antiguo de la
Biblia (posiblemente de los siglos xii a x a.C.), y que
sigue inmediatamente después del relato del ahogo del ejército del faraón,
aparece la Canción
de Moisés, una recapitulación de la derrota del faraón. En él no existe ninguna
mención de la separación de las aguas, sólo que los soldados se ahogan.
Resulta especialmente interesante el siguiente pasaje del poema: «En la
plenitud de tu poderío derribaste a tus adversarios; diste rienda suelta a tu
furor, y los devoró como paja» (Ex 15, 7).
Observen el
tema básico del Libro de la Vaca Sagrada. El
poema bíblico muestra al ejército del faraón rebelándose contra Dios, una
imagen ligeramente distinta de la que se suele presentar en el resto del
Éxodo, y Dios envía todo su furor para destruirlos. En el Libro de la Vaca
Sagrada , tenemos una rebelión y Ra envía su furia en la
forma de Hathor. Mientras que la
Biblia necesariamente elimina la figura de Hathor, aparece
una sustituía para ella en el relato.
El ángel de Dios, que marchaba delante de las
huestes de Israel, se puso detrás de ellas; la columna de nube que iba delante
de ellos también se puso detrás, entre el campo de los egipcios y el de
Israel, y se hizo tenebrosa y sombría toda la noche, y las dos huestes no se
acercaron una a otra durante toda la noche (Ex 14, 19-20).
El
ángel substituye a Hathor como el agente de Dios, e incluso mantiene algunas de
las características de Hathor, como el lugar donde brilla el sol.
Además del
mito de la Vaca Sagrada ,
los egipcios también utilizan el tema del ahogo en ocasiones para describir
metafóricamente la derrota de un enemigo. Ramsés II, por ejemplo, al describir
una batalla contra los hititas. declara que él solo ahogó al enemigo en el río
Orontes, a pesar de que:
...entró en
¡a multitud de los derrotados de Khatti (los hititas) estando él solo. Y Su
Majestad miró a su alrededor y encontró que lo rodeaban 2 500 pares de
caballos con todos los campeones de los derrotados de Khatti y de las muchas
tierras que los acompañaban. (Gardiner, Egypt of the
Pharaohs, 263)
De
hecho, Ramsés perdió la batalla y lo único que lo salvó fue la oportuna
llegada de la brigada de rescate. No obstante, los israelitas sólo se
enfrentaron a seiscientos soldados egipcios, mientras que Ramsés luchó contra
casi cuatro veces ese número y además decía haberlos ahogado a todos. En el
relato de Moisés, los escribas hebreos sencillamente siguieron las tradiciones
literarias egipcias al decir que Dios ahogó a las fuerzas enemigas.
Mito 77: Aarón moldeó un becerro
de oro
El
Mito: El pueblo, viendo que Moisés tardaba en bajar de la
montaña, se reunió en torno a Aarón y le dijo: «Anda, haznos un dios que vaya
delante de nosotros. Porque ese Moisés, ese hombre que nos ha sacado de Egipto,
no sabemos qué ha sido de él». Aarón les dijo: «Arrancad los pendientes de oro
que tengan en las orejas vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestras hijas, y
traédmelos». Todos se quitaron los pendientes de oro que llevaban en las orejas
y se los trajeron a Aarón. Él los recibió de sus manos, hizo un molde y en él
un becerro fundido, y ellos le dijeron: «Israel, ahí tienes a tus dioses
[versión del rey Jacobo], los que te han sacado de la tierra de Egipto». Al
ver esto Aarón, alzó un altar ante la imagen y clamó:
«Mañana
habrá fiesta en honor del Señor» (Ex 32, 1-5).
Mientras
Moisés se hallaba en la montaña, el pueblo de Israel estaba preocupado y le
pidió a Aarón, hermano de Moisés, que hiciera dioses para ellos. Esto violaba
dos de los Diez Mandamientos, la prohibición de adorar a cualquier dios que no
fuera el Señor y la prohibición contra los iconos. Debido a inconsistencias
textuales, no queda claro si los israelitas sabían que dicho comportamiento era
pecaminoso. No obstante, Aarón les moldeó un becerro de oro, y cuando Moisés
bajó de la montaña con las dos tablillas grabadas que contenían la ley y vio el
ídolo, rompió las tablillas enfurecido.
Lo que
resulta especialmente enigmático de este relato es que cuando Aarón termina de
moldear la figura, dice lo siguiente sobre el ídolo:
«Israel, ahí
tienes a tus dioses, los que te han sacado de la tierra de Egipto». Sólo hizo
una figura, ¿por qué utiliza el término plural «dioses» para describir a está
creación única?
La respuesta
está en la política de la ruptura entre Judá e Israel. Cuando leroboam separó a
Israel de Judá, necesitaba desarrollar un serie alternativa de símbolos
religiosos para desafiar la teología de los sacerdotes judaítas del templo de
Salomón, el cual se había convertido en el símbolo central del reino unido,
Jeroboam
temía que cuando llegaran los días de culto importantes, que requerían que los
israelitas acudieran al templo de Jerusalén, perdería la lealtad de éstos.
Si este
pueblo sube a Jerusalén para hacer sus sacrificios en la casa del Señor, el
corazón del pueblo se volverá a su señor, Roboam, rey de Judá, y me matarán a
mí (I Re 12, 27),
De
manera que instauró centros de culto rivales, uno en la frontera sur de Israel,
en Betel, y otro en la frontera norte de Israel, en Dan.
Después de pensarlo, hizo el rey dos becerros de oro y dijo
al pueblo:
«Bastante
tiempo habéis subido a Jerusalén; ahí tienes a tus dioses, Israel, los que te
sacaron de la tierra de Egipto». Hizo poner uno de los becerros en Betel y el
otro en Dan (1 Re 12, 28-29).
Fíjense
que las palabras utilizadas son: «ahí tienes a tus dioses, Israel, los que te
sacaron de la tierra de Egipto». Estas son las mismas palabras que
anteriormente se le atribuyen a Aarón, pero en este caso el uso del plural es
correcto porque se trata de dos becerros.
Israel y
Judá estaban enfrentados en un conflicto teológico y político. Los dos becerros
de oro servían como trono para Dios y su objetivo era competir con el trono de
Dios en Judá, el Arca de la
Alianza que se guardaba en el templo de Jerusalén, coronada
por dos querubines.
El trono
judaíta era un cofre de medidas modestas con dos figuras de oro que servían de
escabel. Al estar ubicado en el templo, pocos tenían acceso a él. El trono
israelita estaba montado a horcajadas sobre el reino entero, abarcando a todos
los que estuvieran dentro de las fronteras de Israel, pero intencionadamente
excluyendo el territorio de Judá.
Los judaítas
no podían dejar pasar sin protestar semejante rechazo, de modo que se
inventaron un relato en el cual Aarón pecaba contra Dios al crear un becerro de
oro. Tomaron las palabras de Jeroboam sobre el becerro de oro y las pusieron
en boca de Aarón, pero se olvidaron de editar la forma plural y cambiarla al
singular.
Esto,
naturalmente, creaba un problema adicional. La asociación de Aarón con un
pecado contra Dios minaba la autoridad de los aaronitas. Entre los numerosos
cismas sacerdotales en el antiguo Israel había una que desafiaba a los
aaronitas; una rama del árbol levita que decía ser la clase sacerdotal
principal, contra todas las demás ramas de Leví que ocupaban puestos menores
en el orden jerárquico sacerdotal.
Tras el
descubrimiento del pecado de Aarón, Moisés grita: «¡A mí los del Señor!», y los
hijos de Leví se acercan y matan a tres mil de los pecadores israelitas. En
reconocimiento por sus actos, Moisés declara: «Hoy os habéis consagrado al
Señor, cada uno contra su hijo y contra su hermano: por ello recibiréis hoy
bendición» (Ex 32, 29).
Esta
declaración otorgaba a todos los levitas la misma autoridad, y demuestra que el
incidente del becerro de oro se debió originar con miembros no aaronitas de la
facción levita que estaba establecida en Jerusalén. Intentaban rebajar la
autoridad religiosa del ala aaronita y a la vez aumentar su propio prestigio.
Mito 78: Moisés le dio a Israel
los Diez Mandamientos
El Míío;Y
habló Dios todas estas palabras diciendo: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha
sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre.
No tendrás
otro Dios que a mí. No te harás esculturas ni imagen alguna de los que hay en
lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay
en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, y no las
servirás, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castiga en los
hijos las iniquidades de los padres hasta la tercera y cuarta generación de los
que me odian, y hago misericordia hasta mil generaciones de los que me aman y
guardan mis mandamientos.
No tomarás
en falso el nombre del Señor, tu Dios, porque no dejará el Señor sin castigo al
que tome su nombre en falso.
Acuérdate
del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás tus obras,
pero el séptimo día es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios, y no
harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu sierva, ni tu
ganado, ni el extranjero que esté dentro de tus puertas, pues en seis días hizo
el Señor los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos se contiene, y el
séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo santificó.
Honra a tu
padre y a tu madre, para que vivas largos años en la tierra que el Señor, tu
Dios, te da.
No matarás.
No
adulterarás.
No robarás.
No
testificarás contra tu prójimo falso testimonio.
No desearás
la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni susiervo, ni su sierva,
ni su buey, ni su asno, ni nada de cuanto le pertenece». (Ex 20, 1-17).
La
visión tradicional de cómo Israel recibió los Diez Mandamientos es más o menos
la siguiente. Dios anuncia verbalmente los Diez Mandamientos al pueblo de
Israel y posteriormente son escritos sobre unas tablas de piedra. Moisés recibe
las tablas en el monte Sinaí y las baja a su pueblo. Cuando regresa junto a los
israelitas, ve el becerro de oro moldeado por Aarón, se enfurece, y rompe las
tablas. Regresa al monte y obtiene un nuevo juego de tablas. Las entrega al
pueblo, colocándolas en el Arca de la Alianza para salvaguardarlas. Desde entonces, los
Diez Mandamientos sirven como un vínculo sagrado entre los israelitas y el
dios hebreo.
Por
desgracia, este cuadro está compuesto por numerosos hilos que contienen
declaraciones inconsistentes y guiones alternativos. La Biblia integra al menos
cuatro códigos de leyes distintos dentro del relato de los Diez Mandamientos,
dos de los cuales contienen versiones similares de los Diez Mandamientos
tradicionales, otro contiene una versión radicalmente distinta de los Diez
Mandamientos, y el último contiene más de cuarenta mandamientos, incorporando
variaciones de las leyes enumeradas en los otros tres documentos.
La palabra
hebrea o griega traducida como «mandamiento» en realidad significa «palabra».
De modo que, a pesar del contenido algo verboso de los Diez Mandamientos,
originariamente, sólo debió haber «diez palabras» escritas en tablas de
piedra.
El relato
bíblico de los Diez Mandamientos comienza con un despliegue de humo, truenos y
rayos mientras Dios les ofrece una alianza a los israelitas. Seguid mis normas,
dice, y yo os daré una tierra en Canaán y expulsaré a los actuales habitantes.
Entonces anuncia una serie de diez mandamientos, el contenido de los cuales
aparece en Éxodo 20,1-17. Esto constituye la versión tradicional de los Diez
Mandamientos.
El
Deuteronomio ofrece una recapitulación de la misma escena. En 5, 6-21 se
plantea una segunda versión de los mandamientos anunciados por Dios. Las dos
series de mandamientos son casi idénticas a excepción de dos diferencias
importantes.
Respecto a
guardar el sábado, el Deuteronomio dice que el objetivo de los mandamientos es
recordarle a Israel que Dios liberó a los hebreos de la esclavitud en Egipto.
La versión del Éxodo dice que el propósito del sábado es recordar a Israel que
Dios descansó el séptimo día de la
Creación.
Otra
distinción entre el Éxodo y el Deuteronomio aparece en el último mandamiento
sobre desear la propiedad del prójimo. La versión del Éxodo dice:
No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer
de tu prójimo, ni su siervo, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de
cuanto le pertenece (Ex 20, 1-17).
La versión
de Deuteronomio dice:
No desearás la mujer de tu prójimo, ni desearás
su casa, ni su campo, ni su siervo, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni
nada de cuanto a tu prójimo le pertenece (Dt 5, 21).
En
la primera versión, la mujer del prójimo se considera como parte de la
propiedad de la casa del varón. En la segunda versión, la mujer está separada
de la propiedad de la casa.
A pesar del
lenguaje casi idéntico a lo largo de los dos textos, estas dos versiones
muestran un desacuerdo acerca de lo que originariamente se debió inscribir en
las piedras y que fue preservado para que todos lo vieran y escucharan. De
ahora en adelante, utilizaré el término «tradicional» al referirme a cualquiera
de estos dos textos. Cuando uno se refiere a los Diez Mandamientos, se está
refiriendo a una de estas dos versiones.
Cuando Dios
termina de anunciar los términos de la alianza, el pueblo tiene miedo y le pide
a Moisés que hable con Dios él sólo, dejándolos a ellos al margen por aquello
de «no vayamos a morir». Entonces Moisés sube a la montaña para hablar con Dios
y mantienen una extensa conversación durante la cual Dios emite una lista de
más de cuarenta mandamientos, y tal vez hasta más de sesenta, dependiendo de
cómo se puntúan y dividen las frases (la lista entera aparece en Éxodo 21,
1-23;26). La lista contiene el siguiente preámbulo: «He aquí las leyes que les
darás» (Ex 21, 1).
Aunque no
necesitamos estudiar el contenido entero de estas «leyes», debemos observar que
aparecen variaciones de todos los Diez Mandamientos tradicionales dentro de
este listado más extenso, pero que la esencia del texto y la secuencia en la
que aparecen varían considerablemente de la versión tradicional. De ahora en
adelante me referiré a esta segunda recopilación de mandamientos como las
Leyes.
Al final de
la larga conversación entre Moisés y Dios:
Vino,
pues, Moisés y transmitió al pueblo todas las palabras del Señor y sus leyes, y
el pueblo a una voz respondió: «Todo cuanto ha dicho el Señor lo cumpliremos».
Escribió Moisés todas las palabras del Señor... (Ex 24, 3-4).
Hemos
llegado ya a la primera declaración por escrito de la ley de Dios y no está
sobre tablas de piedra. El pasaje dice que primero Moisés le dijo al pueblo
«todas las palabras del Señor y sus leyes». Entonces, el pueblo dijo que
acataría todas las «palabras» y Moisés «escribió todas las palabras del Señor».
Mientras que Moisés primero anuncia «palabras» y «leyes», el pueblo sólo acepta
las «palabras», y Moisés escribe sólo las «palabras». ¿Qué pasa con las Leyes?
¿Quieren
decir lo mismo «palabras» y «leyes», o «palabras» se refiere a lo que Dios
anunció a la multitud y «leyes» se refiere a la larga lista de mandamientos
emitidos en el monte? Puesto que el pueblo ya había escuchado el anuncio de
Dios y se había asustado, no parece necesario tener que repetirlo,
especialmente si la esencia ya quedaba recogida en la lista más larga.
¿Escribió Moisés sólo las «palabras» anunciadas» por Dios a la multitud, o sólo
las «leyes» que escuchó Moisés, o ambas cosas combinadas? ¿Eran «palabras» y
«leyes» conceptos intercambiables?
En el
contexto, la acción de Moisés sigue inmediatamente después de la conversación
privada en el monte, y uno se espera que lo que Moisés escribió contenga la
esencia de esa conversación. Pero, lo que tenemos aquí es un ejemplo del
complicado proceso editorial de la
Biblia , que refleja la interacción de dos o más tradiciones
distintas.
Dios anuncia
los mandamientos en Éxodo 20, y al final de ese capítulo, el Señor da
instrucciones para que se construya un altar. En el último versículo del
capítulo dice: «No subirás por gradas a mi altar, para que no se descubra tu
desnudez». El documento de la fuente original que contiene estos versículos se
reanuda en Éxodo 24, 1, donde continua la discusión con una directiva a Moisés:
«Sube al Señor tú, Aarón, Nadab y Abiú, con setenta de los ancianos de IsraeL y
adoraréis desde lejos».
Sin embargo,
las Leyes, una tradición alternativa a los mandamientos de Dios, también
circulaban, y un redactor insertó la lista de Leyes comenzando en Éxodo 21, 1,
lo cual interrumpió el ritmo del relato de origen sobre la anunciación de los
Diez Mandamientos tradicionales por parte de Dios. La inserción de ésta lista
dio lugar a una confusión sobre si la narración se refería a las «palabras» del
anuncio o a las «leyes» del texto insertado.
Tras
escribir la serie de mandamientos (los que fueran), Moisés identificó los
escritos como el «Libro de la
Alianza » y se lo leyó al pueblo (Ex 24, 7). ¿Era realmente
necesario que volviera a leer lo que Dios le acababa de decir al pueblo, o tuvo
que leérselo porque contenía la colección más extensa de Leyes que sólo él
había escuchado?
Tras una
aceptación ceremonial de la alianza, Dios vuelve a invitar a Moisés a que suba
al monte.
Dijo el Señor a Moisés: «Sube a mí
hacia el monte y estáte allí. Te daré unas tablas de piedra, la ley y los
mandamientos que he escrito para su instrucción» (Ex 24, 12).
En
este pasaje tenemos la primera referencia a las tablas de piedra. Dice que ya
han sido escritas y sugiere —pero no lo afirma exactamente— que contienen tanto
una «ley» como unos «mandamientos», como una indicación de que podrían
contener algo más, o distinto, que los Diez Mandamientos tradicionales.
Moisés
vuelve a subir al monte, pero en vez de recibir las tablas, mantiene otra
extensa conversación con Dios, esta vez acerca del diseño de un santuario y un
arca, el contenido del santuario, los vestidos de los sacerdotes y temas
relacionados (Ex 24, 16. 31, 17). Entre las instrucciones se incluye una
directiva de que quien violara el descanso del sábado sería ejecutado. Tras
esta extensa serie de instrucciones sobre cómo adorar correctamente al Señor,
Dios por fin le entrega las tablas.
Cuando
hubo acabado el Señor de hablar a Moisés en la montaña del Sinaí, le dio las
dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios (Ex
31, 18).
Moisés
ha recibido por primera vez dos tablas de piedra, y se llaman las «tablas del
testimonio», no «tablas de los mandamientos» o «Diez Mandamientos». ¿Qué son
las tablas del testimonio? ¿Contienen algo que no esté en el Libro de la Alianza escrito
anteriormente? Se deduce que éstas debían ser las tablas de piedra que Dios le
ofreció a Moisés en el monte y que ya habían sido escritas e incluían tanto «la
ley como los mandamientos».
Mientras
Moisés se comunica con Dios en el monte, abajo, Aarón moldea un becerro de
oro. Cuando Moisés regresa y descubre lo que su hermano ha hecho, violando dos
de los nuevos mandamientos que se habían anunciado anteriormente al pueblo,
enfurecido, rompe las tablas. Siguen una serie de reacciones al pecado de
Israel, y luego en Éxodo 34, Dios le dice a Moisés: «Haz dos tablas de piedra
como las primeras y escribiré en ellas lo que tenían las primeras que
rompiste».
Moisés
prepara las nuevas tablas y regresa ante el Señor. En esta segunda
conversación, Dios renueva el llamamiento para una alianza y dice que si Israel
sigue las normas, Dios entregará Cañan a su pueblo y expulsará a sus enemigos.
Esta era esencialmente la misma alianza que se había hecho anteriormente. La
repetición de la alianza es necesaria porque forma parte del acuerdo para
seguir los mandamientos y había que incluirla en la versión escrita. También
significa que las palabras que siguen son los mandamientos que acompañan a la
alianza.
Dios
acompañó la renovación de la alianza con otra serie de mandamientos, pero eran
muy diferentes, tal y como veremos. Antes, examinemos la directiva final.
El Señor dijo a Moisés: «Escribe estas palabras,
según las cuales hago alianza contigo y con Israel». Estuvo Moisés allí
cuarenta días y cuarenta noches, sin comer y sin beber, y escribió el Señor en
las tablas los diez mandamientos de la
Ley (Ex 34, 27-28).
Por primera vez, la
Biblia hace referencia explícita a los Diez Mandamientos, y
dice que Moisés los escribió sobre unas tablas de piedra. Al principio de este
pasaje, dice que las tablas contendrán las mismas palabras que fueron escritas
en las tablas rotas. Entonces sigue la nueva serie de mandamientos y una frase
final que dice que ésos son los Diez Mandamientos.
¿Qué dicen?
(Los números delante de cada párrafo son para facilitar la separación de los
mandamientos; no aparecen en la
Biblia. La parte esencial de cada mandamiento aparece en
negrita).
1. Guárdate
de pactar con los habitantes de la tierra contra la cual vas, pues sería para
vosotros la ruina. Derribad sus altares, romped sus imágenes y destrozad sus
arboledas. No adores otro Dios que a mí,
porque el Señor se llama celoso, es un Dios celoso.
2. No pactes
con los habitantes de esa tierra, no sea que al prostituirse ellos ante sus
dioses, ofreciéndoles sacrificios, te inviten, y comas de sus sacrificios, y
tomes a sus hijas para tus hijos, y sus hijas, al prostituirse ante sus dioses,
arrastren a tus hijos a prostituirse también ellos ante sus dioses. No te harás dioses de metal fundido.
3. Guardarás la fiesta de los ácimos;
durante siete días comerás pan ácimo, como te lo he mandado, en el tiempo
señalado, en el mes de Abib, pues en este mes saliste de Egipto.
4. Todo
primogénito es mío. Y todo primogénito macho de los bueyes y de las ovejas, mío
es. El primogénito del asno lo redimirás con una oveja, y si no lo redimes a
precio, lo desnucarás. Redimirás al
primogénito de tus hijos, y no te presentarás ante mí con las manos vacías.
5. Seis días
trabajarás; el séptimo descansarás;
no ararás en él ni recolectarás.
6. Celebrarás la fiesta de las semanas,
la de las primicias de la recolección del trigo y la solemnidad de la
recolección al fin del año.
7. Tres veces al año se prosternarán ante el Señor, el Señor,
Dios de Israel, todos los varones, pues yo
arrojaré ante ti a las gentes y dilataré tus fronteras, y nadie insidiará tu
tierra mientras subas para presentarte ante el Señor, tu Dios, tres veces al
año.
8. No asociarás a pan fermentado la sangre de la víctima,
y el sacrificio de la fiesta de la
Pascua no lo guardarás durante la noche hasta el siguiente
día.
9. Llevarás a casa del Señor, tu Dios, las primicias de los
frutos de tu suelo.
10. No cocerás un cabrito en la leche de su madre.
Éstos
son, al menos según la Biblia
(Ex 34, 12-26), los verdaderos Diez Mandamientos, y difieren radicalmente de
los mandamientos que se anuncian verbalmente en Éxodo 20 y Deuteronomio 5. De
ahora en adelante, me referiré a esta nueva serie de mandamientos como los
Diez Mandamientos rituales. El texto dice que éstos son los que aparecían en
las primeras tablas de piedra. Las Leyes incluyen toda la esencia de los Diez
Mandamientos rituales pero, al igual que ocurre con los Diez Mandamientos
tradicionales, utilizan un lenguaje muy distinto y tienen una secuencia
diferente.
Sólo tres de
los Mandamientos rituales muestran alguna similitud con los Mandamientos
tradicionales. Aunque ambos prohiben la adoración de otros dioses, en la
versión ritual, a los israelitas se les ordena específicamente que destruyan
los iconos religiosos de los otros pueblos. Ambos prohiben la fabricación de
iconos, pero la versión ritual es menos restrictiva en cuanto a los tipos de
imágenes que están prohibidas. Y por último, ambas versiones exigen la
obediencia del sábado, pero la versión ritual la extiende también a otras
celebraciones.
A diferencia
de las dos versiones tradicionales de los Diez Mandamientos, cada una de las
cuales ofrece una explicación diferente para el sábado, los Diez Mandamientos
rituales no ofrecen ninguna explicación. Sin embargo, en las Leyes aparece una
explicación muy distinta.
Seis días trabajarás, y descansarás
al séptimo, para que descansen también tu buey y tu asno, y se recobre el hijo
de tu esclava y el extranjero (Ex 23, 12).
Esta
visión reconoce que el ganado y los sirvientes trabajados en exceso no serán
todo lo productivos que podrían ser, y si no son productivos el Señor no
recibirá lo que se merece. Éste parece ser el origen más lógico y probable de
la ley del sábado.
El punto de
contacto común entre las versiones rituales y tradicionales de los Diez
Mandamientos tiene que ver con las normas de comportamiento hacia Dios.
Difieren en que la versión tradicional prohibe el comportamiento injusto hacia
los demás, mientras que la versión ritual se centra exclusivamente en los
principios religiosos de la adoración de Dios.
El punto de
vista que se expresa en los Diez Mandamientos rituales cobra más sentido como
la base de una alianza religiosa que los Diez Mandamientos tradicionales. Las
restricciones sobre el comportamiento inmoral hacia los demás eran comunes y
difusas en la sociedad antigua.
Todo el
mundo en general reconocía que matar, robar, y mentir estaba mal. ¿Qué
necesidad tenía Dios de imponer esas condiciones como la base de una alianza
especial? Tal y como muestran todas las versiones, Dios era un ser celoso, y
cualquier alianza que pudiera realizar estaría basada en cómo la gente lo
trataba a él, y no en cómo se trataban los demás entre ellos.
La
instrucción en los Diez Mandamientos rituales: «Derribad sus altares, romped
sus imágenes y destrozad sus arboledas» demuestra una fuerte actitud militar
por parte de sus defensores. Su colocación en el contexto del relato del
becerro de oro ofrece una buena pista acerca de qué facción escribió el texto.
Vimos que el
relato del becerro de oro era un mito creado por una facción levita que se
oponía a la autoridad especial de los aaronitas y a la división del reino del
norte de Judá. En ese relato, los levitas (de todas las ramas) mataron a mas de
tres mil violadores de los mandamientos de Dios. El atributo militarista de los
levitas sacerdotales sugiere que el mismo grupo levita que se inventó el relato
del becerro de oro produjo los Diez Mandamientos rituales de naturaleza
religiosa militar. Esto data el origen de los Diez Mandamientos rituales
después de la ruptura de la monarquía.
Puesto que
el relato del becerro de oro era ficticio, la destrucción de las tablas como
reacción también lo era. Antes de la invención de los Diez Mandamientos
rituales, habrían existido una serie de leyes anteriores entregadas en piedra,
pero debieron perderse. Los levitas inventaron un relato sobre un nuevo juego
de tablas de piedra para substituir su serie de rituales para la colección
rival. Tras esta referencia directa a los Diez Mandamientos rituales como «Los
Diez Mandamientos», la expresión «Diez Mandamientos» sólo aparece dos veces más
en la Biblia ,
ambas en el Deuteronomio. En 4, 13 se dice que los Diez Mandamientos fueron
escritos sobre dos tablas de piedra, pero no especifica su contenido. La
mención ocurre antes de la lista de la versión del Deuteronomio de los Diez
Mandamientos Tradicionales. En 10, 3-4 dice:
Hice,
pues, un arca de madera de acacia, y habiendo cortado dos tablas de piedra como
las primeras, subí con ellas a la montaña. Él escribió sobre estas tablas lo
que estaba escrito en las primeras, los diez mandamientos que el Señor os había
dicho en la montaña de en medio del fuego, el día de la congregación, y me las
dió.
Este
pasaje se refiere específicamente al segundo juego de tablas que contienen los
Diez Mandamientos, aunque dice que fue Dios quien los escribió, en vez de
Moisés. Ya que el texto del Deuteronomio también introduce estas tablas después
del incidente con el becerro de oro, debió escribirse después de la invención
de los Diez Mandamientos rituales ofrecidos para reemplazarlos.
En
Deuteronomio 5, 22, sin embargo, que sigue inmediatamente después de la lista
de Diez Mandamientos tradicionales, se dice:
Estas
son las palabras que el Señor dirigió a toda vuestra comunidad desde la
montaña, en medio de fuego, de nube y de tinieblas, con fuerte voz, y no
añadió más. Las escribió sobre dos tablas de piedra que él me dio.
La
frase «y no añadió más» muestra una clara preocupación ya que en algún momento
surgió la tradición de que había más de Diez Mandamientos. En el Éxodo, cuando
Moisés es invitado a subir para recibir las tablas escritas, éstas contienen
las «leyes y los mandamientos». Está claro que el autor del Deuteronomio
reconocía una tradición alternativa de una serie mayor de mandamientos,
distinta a los diez tradicionales. Ésta podría haber sido la lista de Leyes que
contenía tanto los Diez Mandamientos tradicionales como los Diez Mandamientos
rituales. Por otra parte, el autor podría haber estado preocupado de que la
gente pensara que los Diez Mandamientos rituales eran parte de los Diez
Mandamientos tradicionales y quería asegurarse de que sólo la versión del autor
sería aceptada.
Es
evidente que los Diez Mandamientos tradicionales, tanto en el Éxodo como en el
Deuteronomio son de origen tardío, lo cual se deduce del testimonio bíblico de
cómo el rey losías, que reinó entre el 639 y el 609 a .C., descubrió la «Ley
de Moisés».
Si
no llega a ser por la buena suerte de haber encontrado un ejemplar de la Ley tirado en algún lugar del
templo, perdido durante siglos, los hebreos habrían continuado viviendo en
pecado. Basándose en este manuscrito recién encontrado, Josías puso en marcha
una serie de reformas religiosas con la intención de restablecer la Ley de Moisés. Sus sacerdotes
y escribas probablemente escribieron el Deuteronomio.
Uno
se pregunta cómo una cosa tan sencilla como un puñado de mandamientos que
forman una alianza sagrada entre Dios y la nación pueden haber caído tan
fácilmente en el olvido y perderse, sobre todo si fueron escritos sobre piedra.
El libro de la ley que fue encontrado, por cierto, parece que era un rollo de
pergamino, en vez de una tabla de piedra, y, obviamente, no fue encontrado en
el Arca de la Alianza ,
donde Moisés supuestamente lo guardó.
Cualesquiera
que fueran las prácticas religiosas y los cismas políticos anteriores, los Diez
Mandamientos tradicionales del Deuteronomio aparecieron por primera vez
durante el reinado de Josías, y no antes. La versión del Éxodo debió ser
escrita después, o de lo contrario, Josías la habría conocido, e incluso habría
comentado de alguna manera las diferencias entre las dos versiones.
En resumen, la Biblia presenta cuatro
códigos legales distintos, cada uno manifestando que es la versión original de
la alianza de Dios con Israel. La única versión que se identifica de manera
clara y específica como los Diez Mandamientos es la versión ritual, que data
después de la
ruptura
entre Israel y Judá. Ambas versiones de los Diez Mandamientos tradicionales,
que Moisés supuestamente entregó a Israel en el desierto, datan después de los
Diez Mandamientos rituales y no antes del reinado de Josías.
Por último,
tenemos una cuarta versión conocida como las Leyes, que comprende tanto la
versión tradicional como la ritual de los Diez Mandamientos, junto con muchas
otras obligaciones legales. Se desconoce su fecha, pero su lenguaje difiere
bastante del de los otros tres textos. Si alguno de los otros tres textos se
inspiraron en esa versión, uno esperaría encontrar un lenguaje similar y la
misma secuencia de leyes, pero no es el caso. Que esta versión fuera insertada
en medio de una de las versiones tradicionales sugiere que se trataba de una
recopilación tardía, pero independiente, de los preceptos legales comunes que
habían encontrado un público extenso y popular.
Mito 79. El Arca de la Alianza contenía los Diez Mandamientos
El
Mito: Pondrás el propiciatorio sobre el Arca, encerrando en
ella el testimonio que Yo te daré (Ex 25, 21).
Cuando
Moisés recibe las instrucciones de Dios acerca de la manera correcta para
adorarle, le dice que construya un arca según unas directrices específicas y
que coloque dentro el «testimonio». El «testimonio» era la escritura sobre
tablas de piedra que contenían «las leyes y los mandamientos».
En el
estudio del Mito 78, vimos que los Diez Mandamientos tradicionales no
existieron en tiempos de Moisés, de manera que éste no pudo haberlos colocado
en el Arca de la
Alianza. Pero si suponemos, sólo por el interés de la
discusión, que el «testimonio» y los «Diez Mandamientos» eran la misma cosa,
veamos otras cuestiones relacionadas con el contenido del Arca.
En algunas
partes de la Biblia ,
el arca es un misterioso icono cargado de poderes mágicos, un talismán
protector. Por motivos prácticos, representaba un símbolo del mismo Dios.
Consideren, por ejemplo, el siguiente pasaje;
Cuando
movían el Arca, decía Moisés: «Levántate, Señor, dispérsense tus enemigos y
huyan ante ti los que te aborrezcan». Y cuando el Arca se posaba decía:
«Pósate, ¡oh Señor!, entre las miríadas de Israel» (Nm 10, 35-36).
Las distintas visiones del Arca pueden
verse en los distintos nombres con los que se la denomina. En ocasiones se la
llama el «Arca de la Alianza »,
en otras se la llama el «Arca del Testimonio», y en otras la Biblia la asocia con un
título para Dios, como por ejemplo «Arca del Señor», o «Arca del Dios de
Israel». El término «Arca de la
Alianza » suele asociarse con Deuteronomio, mientras que «Arca
del Testimonio» suele aparecer en pasajes que se identifican con la fuente
sacerdotal. El uso de «testimonio» o «alianza» en conexión tanto con los Diez
Mandamientos como con el Arca demuestra la existencia de fuentes subyacentes
que competían en el desarrollo del texto bíblico definitivo.
Lo que resulta más interesante del Arca
es que parece haber desaparecido sin ninguna explicación, y esto ha dado paso
a interminables fantasías, leyendas y especulaciones. El Arca fue vista por
última vez en el Templo de Salomón y ya no vuelve a haber ninguna mención más
en la Biblia. Ningún
pasaje bíblico que haga referencia al periodo post-salomó-nico dice que el Arca
fuera capturada por enemigos, o destruida, o robada. Pero evidentemente
desapareció, porque no la tenemos. Las tradiciones etíopes dicen que un hijo
de Salomón y la reina de Saba se llevaron el Arca a la ciudad de Aksum, y se ha
especulado que los enemigos la robaron durante los frecuentes saqueos a
Jerusalén, pero aunque la
Biblia en ocasiones enumera artículos que fueron extraídos
del templo, nunca incluye el Arca en esos inventarios.
¿Cómo pudo el talismán protector más
importante de la nación, que contenía su documento escrito más sagrado,
sencillamente desaparecer sin dejar rastro? Esto nos lleva a la cuestión sobre
el propósito del Arca y lo que contenía.
El segundo
mandamiento tradicional dice:
No te
harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de
lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la
tierra. No te postrarás ante ellas, y no las servirás, porque yo soy el Señor,
tu Dios, un Dios celoso, que castiga en los hijos las iniquidades de los padres
hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y hago misericordia
hasta mil generaciones de los que me aman y guardan mis mandamientos.
Y
su equivalente Ritual dice: «No te harás dioses de metal fundido». Y en las
Leyes dice: «No os hagáis conmigo dioses de plata, ni os hagáis dioses de oro».
Con todos
estos mandamientos en contra de imágenes de oro, ¿qué debemos pensar del Arca
coronada con dos querubines de oro? Los querubines eran una forma de icono
común en Oriente Próximo. Eran criaturas aladas, divinidades de Oriente
Próximo o agentes de las divinidades. Las palabras «querubín» y «grifo» se
derivan de una raíz común. La presencia de querubines dorados sobre el Arca
viola el segundo mandamiento contra los iconos.
Y
por si eso no fuera suficiente, Dios también instruyó a Moisés en otra ocasión:
Y
el Señor dijo a Moisés: «Hazte una serpiente de bronce y ponía sobre un asta; y
cuantos mordidos la miren, sanarán». Hizo, pues, Moisés una serpiente de bronce
y la puso sobre un asta; y cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba
a la serpiente de bronce y se curaba. (Nn. 21, 8-9)
Este
pasaje describe a una estatua de una serpiente de bronce que posee poderes
mágicos curativos. Esta estatua claramente viola también el segundo
mandamiento. Pero no me crean a mí. Regresemos al reino de Ezequías, un
reformador religioso que reinó poco antes del rey Josías. En 2 Reyes 18, 4
dice:
Hizo
desaparecer los altos, rompió las imágenes, derribó las arboledas y destrozó
la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los hijos de Israel hasta
entonces habían quemado incienso ante ella, dándole el nombre de Nejustán.
Claramente,
Ezequías veía a la serpiente de bronce como una imagen idólatra. Poco después
de Ezequías, Josías sube al trono y lanza un ataque a gran escala contra todas
las formas de idolatría. Los querubines sobre el arca, y el Arca mágica en sí,
resultaban ofensivos ante sus ojos. El Arca era profana. Es imposible que un
documento que prohiba los iconos sea colocado en un contenedor que en sí viola
dicha prohibición.
Si el Arca
no servía para contener los Diez Mandamientos, entonces, ¿cuál era su
propósito? Era un símbolo de la monarquía de Dios sobre Israel, haciendo la
función de su trono y a la vez representando la presencia de la divinidad. En
el antiguo Oriente Próximo, era habitual que las estatuas de los dioses fueran
identificadas con los mismos dioses. Pero el Arca es una forma de estatua poco
común.
El dios
hebreo es invisible y no se puede representar de manera física. Podemos estar
bastante seguros, sin embargo, de que no se parecía al Arca.
El papel del
arca como símbolo de monarquía aporta una pista importante acerca de su
contenido. Cuando Israel salió de Egipto, inventó una nueva idea política. El
pueblo no tenía un rey humano. Esto constituía un ataque directo contra la idea
egipcia de la monarquía, donde el rey humano era un aspecto de la divinidad.
Entre los israelitas, Dios era el rey, pero no adoptaba una forma humana.
El
simbolismo egipcio desempeñaba un papel fundamental, en ocasiones positivo y
en otras negativo, en la vida israelita primitiva. El concepto mosaico de
monarquía se inspiraba en la idea egipcia, pero eliminando el aspecto humano de
la divinidad.
Dios reinaba
sobre Israel y, al igual que los reyes egipcios, el dios de Israel se
identificaba con un símbolo de monarquía. Entre los egipcios, ese símbolo era
el ureo, la corona con la cobra erguida en la frente del faraón. Prueba de que
esta corona podría haber estado asociada con el Arca hebrea es un mito egipcio
que incluye un prototipo del Arca.
Según el
mito egipcio, antes de que Osiris y Horus fueran reyes, el dios Geb quiso
quitarle la corona a Shu. El símbolo de la monarquía era la corona con la cobra
y Geb debía obtenerla para ejercer su autoridad. Ra, la divinidad principal, la
había colocado en un cofre, junto con un mechón de su pelo y un bastón. Cuando
Geb y sus compañeros se acercaron al cofre, Geb lo abrió, pero le esperaba una
sorpresa. La serpiente divina de la corona exhaló sobre todos los presentes,
matándolos a todos menos a Geb, que a pesar de ello sufrió quemaduras por todo
su cuerpo. Sólo el mechón de pelo de Ra podía curar sus heridas, y Ra lo
utilizó para curarle. Posteriormente, Ra untó el mechón de pelo en el lago At
Nub y lo transformó en un cocodrilo. Cuando Geb se curó se convirtió en un rey
bueno y sabio.
Comparemos
este relato con el relato de la serpiente de bronce de Moisés.
El
pueblo, impaciente, murmuraba por el camino contra Dios y contra Moisés,
diciendo: «¿Por qué nos habéis sacado de Egipto a morir en este desierto? No
hay pan ni agua, y estamos ya cansados de un tan ligero manjar como éste».
Mandó entonces el Señor contra el pueblo serpientes venenosas que los mordían,
y murió mucha gente de Israel. El pueblo fue entonces a Moisés y le dijo:
«Hemos pecado murmurando contra el Señor y contra ti; pide al Señor que aleje
de nosotros las serpientes». Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor dijo a
Moisés: «Hazte una serpiente de bronce y ponía sobre un asta;
y cuantos mordidos la miren, sanarán».
Hizo, pues. Moisés una serpiente de bronce y la puso sobre un asta; y cuando
alguno era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se
curaba (Nm 21, 5-9).
Estos
dos relatos comparten las siguientes similitudes: hay una rebelión contra el
liderazgo de la divinidad; la divinidad envía una serpiente para que mate a los
rebeldes; no todos los rebeldes mueren; y un símbolo serpentino del rey, es
decir, serpientes en la Biblia
y un cocodrilo serpentino en el mito egipcio, curan las partes heridas.
Lo
más importante que debemos observar es que los símbolos de la monarquía
egipcia, la corona y el bastón, se guardaban en un cofre, que es el equivalente
a un arca. Éste sería el precursor del Arca bíblica, el cofre que contenía los
símbolos monárquicos de Dios, el ureo y el bastón curador, que se podrían
haber combinado de manera simbólica en la forma del cayado con la serpiente de
bronce de Moisés.
En
tiempos de Josías, la idea de imágenes representando divinidades se habían vuelto
ofensivas, y dichos símbolos fueron destruidos. En las zonas politeístas de esa
región se creía que los iconos de dioses encarnaban a la divinidad retratada y
que poseían poderes mágicos. Esto se contradecía con la idea de un espíritu
incorpóreo universal que abarcaba toda la creación. Dicha divinidad no podía
estar contenida dentro de un icono. Por este motivo, dice la Biblia , Ezequías destruyó
el cayado con la serpiente. El pueblo había comenzado a quemar incienso ante él
porque se había convertido en un objeto de adoración divina.
El Arca
también se había convertido en un objeto de adoración divina, a menudo
identificada con el mismo Dios. La visión de Josías, según el Deuteronomio,
consideraba que el Arca era blasfema. De la misma manera que Ezequías destruyó
la serpiente de bronce de Moisés debido a su veneración, Josías haría lo mismo
con el Arca. En este sentido, recordemos que el Deuteronomio minimiza el papel
del Arca como nada más que un simple cofre, sin poderes mágicos. Josías habría
reemplazado el cofre ornamentado original por un sencillo receptáculo de
madera para guardar el libro de las Leyes encontrado en el templo por su
agente. Los objetos icónicos contenidos dentro del cofre se habrían extraído y
destruido.
Mediante las
variadas descripciones que hace la
Biblia , debería quedar patente que Josías reemplazó el arca
ornamentada con un sencillo cofre de madera. El Deuteronomio describe una
sencilla caja que el mismo Moisés fabricó.
Entonces
me dijo el Señor: «.Hazte dos tablas de piedra como las primeras, y sube a mí
a la montaña; haz también un arca de madera; yo escribiré sobre esas tablas las
palabras que estaban escritas sobre las primeras que tú rompiste, y las
guardarás en el arca». Hice, pues, un arca de madera de acacia, y habiendo
cortado dos tablas de piedra como las primeras, subí con ellas a la montaña (Dt
10, 1-3).
Comparemos
el anterior pasaje con el arca que se describe en el Éxodo y que fue construida
por un artesano especial llamado Besalel.
Besalel hizo el arca de madera de acacia, de dos
codos y medio de largo y uno y medio de ancho y uno y medio de alto. La
revistió de oro puro por dentro y por fuera e hizo en ella una moldura todo en
derredor. Fundió para ella cuatro anillos de oro, poniéndolos a sus pies, dos
a un lado y dos al otro. Hizo las barras de acacia y las revistió de oro, y
pasó las barras por los anillos de los lados para poder llevarla. Hizo el
propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de largo y codo y medio de
ancho; y los dos querubines de oro, de oro batido, haciendo un cuerpo con los
dos extremos de! propiciatorio; y los dos querubines salían del propiciatorio
mismo en sus dos extremos; tenían las alas desplegadas hacia lo alto y cubrían
con ellas el propiciatorio, de cara el uno al otro y con el rostro vuelto hacia
el propiciatorio (Ex 37, 1-9).
El
arca sencilla del Deuteronomio no es el arca ornamentada del Éxodo. Josías
destruyó el arca lujosa que contenía el ureo egipcio y la reemplazó con una
simple caja. dentro de la cual probablemente guardó el libro de leyes que
acababa de encontrar.
Mito 80: Moisés derrotó al rey
Seón de Hesebón
El
Mito: Conquistó Israel todas estas ciudades, y habitó en
las ciudades de los amorreos, en Hesebón y en todas las ciudades que de ella
dependen, pues Hesebón era la residencia de Seón, rey de los amorreos, que
había hecho antes la guerra al rey de Moab y se había apoderado de toda su tierra
hasta el Arnón (Nm 21, 25-26).
Mientras
Israel deambulaba por el desierto, Moisés estaba ocupado en numerosos
enfrentamientos militares, uno de los cuales tuvo lugar entre Israel y el rey
Seón de Hesebón. Hesebón está ubicada en la meseta central al este del río
Jordán. El lugar descrito en la
Biblia muestra a Seón como un poderoso rey que había
conquistado la mayor parte de la Transjordania y que remaba desde la ciudad de
Hesebón.
Las
excavaciones arqueológicas en el emplazamiento de Hesebón (la moderna Tell
Hesban) no indican que hubiera habitantes en ese lugar antes de 1200 a .C., y el
establecimiento de cualquier capital para un imperio local habría sucedido
mucho más tarde, bastante después de Moisés y el Éxodo.
La
confirmación de la naturaleza mítica del encuentro de Moisés viene dada por
Números 32, 37, que dice que después de la conquista cananea, los hijos de
Rubén construyeron la ciudad de Hesebón. El relato probablemente surgió como
una pieza folclórica acerca de una batalla entre Seón y alguien más, y
posteriormente los autores de la
Biblia transformaron a Moisés en el héroe del conflicto.
Mito 81: Dios le negó a Moisés
la entrada a Canaán porque había pecado contra el Señor
El
Mito: El Señor dijo entonces a Moisés y Aarón: «Porque no
habéis creído en mí, santificándome a los ojos de los hijos de Israel, no introduciréis
vosotros a este pueblo en la tierra que yo les he dado» (Nm 20,12).
Mientras
Israel deambulaba, llegó al desierto de Zin, donde los israelitas se
encontraron sin agua. Esto dio lugar a quejas en contra de Moisés y Aarón.
«¿Por qué has traído al pueblo del Señor a este desierto a morir, nosotros y
nuestros ganados?» (Nm 20, 4).
Angustiados,
Moisés y Aarón entran en el Tabernáculo y se postran ante el Señor, esperando
la ayuda divina. Cuando aparece Dios, le da instrucciones a Moisés.
Toma el cayado y reúne a la
muchedumbre, tú y Aarón, tu hermano, y en su presencia hablad a la roca, y
ésta dará sus aguas; de la roca sacarás agua para dar de beber a la muchedumbre
y a sus ganados (Nm 20, 8).
La
directriz clave en el mensaje de Dios era que Moisés sólo debía hablar con la
roca y sus palabras producirían agua. En cambio, cuando Moisés aparece ante los
israelitas declara:
¡Oíd,
rebeldes! ¿Podremos nosotros hacer brotar agua de esta roca? Alzó Moisés su
brazo e hirió con el cayado la roca por dos veces, y brotaron de ella aguas en
abundancia, y bebió la muchedumbre y sus ganados (Nm 20, 10-11).
Moisés
no acató la palabra de Dios. No le habló a la roca. En cambio, para llamar al
agua utilizó su cayado para golpear dos veces la roca. Dios se enfadó con
Moisés por no haber obedecido sus instrucciones y lo castigó a el y a Aarón,
diciendo: «Porque no habéis creído en mí, santificándome a los ojos de los
hijos de Israel, no introduciréis vosotros a este pueblo en la tierra que yo
les he dado» (Nm 20, 12). Como castigo por haber pecado, a Moisés y a Aarón se
les niega la entrada a la
Tierra Prometida.
Hay varias
cosas que están mal en este relato. Primero, si Dios estaba disgustado con sus
actos, ¿por qué hizo que brotara agua de la roca? Sólo Dios lo podía hacer.
Moisés ya podía golpear su cayado por todo el desierto sin encontrar una sola
gota de agua si Dios no la producía. Si la divinidad quería demostrar su
disgusto, la roca habría permanecido seca hasta que Moisés obedeciera.
Segundo,
¿por qué fue castigado Aarón? Él no había hecho nada. Después de todo, fue
Moisés quien golpeó el cayado contra la roca y el que desobedeció.
Tercero, y
más importante, a Moisés ya se le había negado la entrada en una ocasión
anterior y no por culpa de su pecado, sino por culpa del pecado de Israel.
Moisés había enviado a unos criados para ejercer de inteligencia militar. Éstos
informaron que el enemigo era demasiado poderoso y no podía ser derrotado. Los
hebreos no querían luchar. Pero Dios le había dicho al pueblo que conquistara
la tierra, y cuando el pueblo se cuestionó su habilidad para derrotar a ese
enemigo tan poderoso, estaba cuestionando la palabra del Señor. Dios, por
tanto, se arrepintió de haber sacado a los israelitas de Egipto y quiso
destruirlos.
... y el Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo ha de ultrajarme este pueblo?
¿Hasta cuándo no ha de creerme, después de todos los prodigios que en medio de
ellos he hecho? Voy a herirle de mortandad y a hacer de ti una gran nación, más
grande y más fuerte que ellos (Nm 14, 11-12).
El
noble Moisés, sin embargo, no quería saber nada de esto, y le imploró a Dios
que perdonara al pueblo. Le recordó al Señor que las demás naciones verían que
Dios no liberó a su pueblo tal y como había prometido, y lo tomarían como una
señal de su debilidad. La vanidad ganó y Dios cedió.
El
perdón de Dios, sin embargo, tenía un precio. Le negó a toda la generación
actual, a excepción de Josué y Caleb, la entrada a la Tierra Prometida.
Ni siquiera se le permitió a Moisés cruzar hasta ella. Tal y como le dijo a la
congregación: «el Señor se irritó también contra mí por vosotros, y dijo:
Tampoco tú entrarás en ella» (Dt 1, 37).
Le imploró
dos veces a Dios para que le dejara entrar, pero fue en vano.
Entonces
pedí yo al Señor misericordia, diciendo: ¡Señor, oh Señor! Tú has comenzado a
mostrar a tu siervo tu grandeza y tu potente brazo;
pues ¿qué Dios hay, ni en el cielo ni
en la tierra, que pueda hacer las obras que tú haces y tan poderosas hazañas?
Déjame, te pido, atravesar, para que pueda ver la excelente tierra del lado de
allá del Jordán, esas hermosas montañas y el Líbano. Pero el Señor, como fuera
de sí por causa vuestra, no me escuchó; antes bien, me dijo: Basta, no vuelvas
a hablarme de eso (Dt 3, 23-26).
El
Señor se irritó contra mí por causa vuestra, y juró que yo no pasaría el
Jordán y no entraría en la buena tierra que el Señor, tu Dios, te da en
heredad. Voy a morir en esta tierra sin pasar el Jordán; vosotros lo pasaréis y
poseeréis esa buena tierra (Dt 4, 21-22).
Así
pues, el destino de Moisés ya estaba decidido antes del incidente con la roca.
Ya le había sido negada la entrada a Canaán y su acción al golpear la roca no
tenía nada que ver con ello. De hecho, el relato entero es un testimonio
intencionadamente erróneo de un incidente distinto en el cual Moisés actuó
intachablemente.
Parece ser
que mucho antes del incidente en el Desierto de Zin, hubo otra falta de agua en
el desierto de Sin. Nuevamente el pueblo de quejó, utilizando las mismas
palabras que usaron en Zin.
Partió la congregación de los hijos de Israel del
desierto de Sin, según las etapas que el Señor les ordenaba, y acamparon en
Rafidim, donde no halló el pueblo agua que beber. Entonces el pueblo se
querelló contra Moisés, diciendo: «Danos agua que beber». Moisés les respondió:
«¿Por qué tentáis al Señor? Pero el pueblo, sediento, murmuraba contra Moisés y
decía: »¿Por qué no hiciste salir de Egipto, para matarnos de sed a nosotros,
a nuestros hijos y a nuestros ganados?» (Ex 17, 1-3).
En esta versión, Moisés fue a hablar con Dios solo. ¿Y cual
fue la solución de Dios? «Hiere la roca, y saldrá de ella agua para que beba
el pueblo. Hízolo así Moisés en presencia de los ancianos de Israel» (Ex 17,
6).
Es curioso
que un relato sucede en el desierto de Zin y el otro en el desierto de Sin. A
pesar de la ligera diferencia ortográfica, ambas palabras se pronuncian de
manera similar. Y por si esa no fuera una casualidad lo suficientemente grande,
tras el primer incidente en Sin, Dios llamó al lugar Meribá; y tras el segundo
incidente en Zin, Dios llamó Meribá a ese lugar también.
Lo que ha
ocurrido es que alguien tomó un inocente relato sobre Moisés, cambio algunos
hechos, y luego los aplicó a un relato en el cual Moisés y Aarón son
castigados. Lo cual nos lleva de vuelta a la pregunta de por qué fue castigado
Aarón también.
Originariamente,
debió existir un relato sobre Aarón en el cual éste peca contra el mandamiento
de Dios y se le niega el acceso a la Tierra Prometida.
El relato sobre Moisés golpeando la roca pertenece a la fuente S, que apoyaba a
Aarón y no a Moisés.
El autor
sacerdotal combinó el hecho de que tanto a Moisés como a Aarón les fue denegado
el derecho a entrar en Canaán, pero transformó la noble acción de Moisés en una
acto vil, de esta manera disminuyó el pecado de Aarón en comparación con el de
Moisés. Uno de los motivos del conflicto entre las facciones de Moisés y Aarón
tenía que ver con el papel de los levitas en el sacerdocio. La fuente de Moisés
consideraba a todas las ramas levitas como iguales en el sacerdocio; la fuente
aaronita creía que sólo la rama de Aarón debía desempeñar las funciones sacerdotales
y que los demás levitas sólo debían desempeñar funciones menores.
Mito 82: Josué separó las aguas
del Jordán
El Mito: Y
cuando los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los
sacerdotes que llevaban el arca se mojaron en la orilla de las aguas, (pues el
Jordán se desborda en todas sus orillas en el tiempo de la cosecha), las aguas
que venían de arriba se pararon y se amontonaron muy lejos, en la ciudad de
Adam, cerca de Sartán, mientras las que bajaban hacia el mar del Araba, el mar
de la sal, acabaron por desaparecer y así el pueblo pudo pasar frente a Jericó
(Jos 3, 15).
Al
principio del relato de Josué, cuando éste se preparaba para cruzar el Jordán y
entrar en Canaán, se produjo un suceso milagroso. Dios le ordenó que varios
sacerdotes portaran el Arca de la
Alianza hasta el río Jordán. Al llegar al río, las aguas se
separaron y dejaron una zona seca para que los israelitas cruzaran. Los sucesos
son paralelos a la separación de las aguas del mar Rojo durante el Éxodo bajo
la dirección de Moisés y demuestra simbólicamente que Josué no sólo es el
heredero de Moisés sino también su igual ante Dios.
Del lecho del Jordán, donde los
sacerdotes lian estado a pie firme, tomad doce piedras, tráealas y depositabas
en el lugar donde acampéis esta noche (Jos 4, 3).
Pero
sólo unos versículos más tarde, el texto nos dice que Josué erigió las doce
piedras en mitad del Jordán, en el mismo lugar en el que se encontraban los sacerdotes y que las piedras pueden verse en la
actualidad: «Y Josué erigió doce piedras en mitad del Jordán, en el lugar en
el que se encontraban los sacerdotes que portaban el Arca de la Alianza : y pueden verse
aún hoy en día» (Jos 4, 9).
Así pues, ¿los
israelitas recogieron las doce piedras de la orilla y las plantaron en el
Jordán o recogieron doce piedras del Jordán y las colocaron en la orilla? Con
seguridad, un suceso tan milagroso no podía dejar tras de sí tal confusión
sobre lo ocurrido, especialmente porque las piedras eran el monumento
conmemorativo que recordaba la ocasión.
De forma
significativa, el lugar en el que Israel plantó el campamento y colocó las
piedras recibe en una de las versiones el nombre de Gilgal, que significa
«Círculo» y que fue un importante centro de culto para los primeros
israelitas. El hecho de que según la narración el área ya recibía el nombre de
Gilgal en tiempos de Josué, significa que ya tenía en aquel entonces renombre
como lugar sagrado con un círculo de piedras. Los editores bíblicos posteriores
intentaron sencillamente hacerse suyo un lugar de culto pre-israelita y darle
un origen israelita.
Mito 83: Josué derribó las
murallas de Jericó
El Mito: Y entonces el pueblo gritó cuando los sacerdotes hicieron sonar
las trompetas: y sucedió que cuando el pueblo escuchó el sonido de las
trompetas gritó con gran ruido, y las murallas de la ciudad se derrumbaron, y
el pueblo entró en la ciudad, y la tomaron (Jos 6, 20).
La destrucción de Jericó por Josué es una de las narraciones de
batallas más famosas de toda la historia. Durante seis días, los guerreros de
Josué marcharon alrededor de la ciudad una vez cada día, mientras siete sacerdotes
lanzaban largos trompetazos con sus cuernos de carnero y otro grupo de
sacerdotes portaba el Arca de la
Alianza alrededor de las murallas de la ciudad. El séptimo
día, los sacerdotes marcharon siete veces alrededor de la muralla. Mientras
los cuernos producían gran estrépito, Josué ordenó a los israelitas que
gritaran con todas sus fuerzas y las poderosas reverberaciones hicieron que las
murallas se derrumbaran. Las tropas de Josué asaltaron entonces la ciudad y
destruyeron completamente lo que quedaba, pasando por las armas a todos los
hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos.
Es una imagen
bastante horrible y un testimonio del poder del Dios de Israel. A pesar de la
naturaleza obviamente fantástica de la batalla, muchos, decididos a preservar
la integridad de la Biblia
argumentan que el ruido continuo creó vibraciones suficientes para debilitar
las murallas y que la historia tiene alguna plausibilidad científica. Incluso
si queremos ensanchar nuestra imaginación para alojar algo tan improbable, la
evidencia arqueológica demuestra que, en tiempos de Josué, Jericó no tenía ni
murallas ni habitantes. La ciudad había sido abandonada siglos atrás.
Jericó fue una
de las primeras y más antiguas ciudades del mundo. Los datos arqueológicos
sugieren que su ocupación se remonta al octavo milenio a.C. Las evidencias de
la destrucción de sus murallas pueden datarse hacia el 2300 a .C., pero sus
habitantes reconstruyeron la ciudad y erigieron nuevas fortificaciones. Jericó
parece haber sido destruida completamente por el fuego durante el siglo vi
a.C. y, en el mejor de los casos, escasamente habitada a partir de entonces.
Antes del 1300 a .C.,
las fortificaciones ya habían sido destruidas, no dejando muralla alguna que
Josué pudiera derribar. En tiempos de la batalla bíblica, la ciudad llevaba uno
o dos siglos completamente abandonada. Hasta el siglo vn a.C. no aparece
evidencia de la repoblación de la ciudad.
Mito 84: Rahab ayudó a los
espías israelitas
El Mito: Josué, hijo de Nun envió desde Setim a dos espías, diciéndoles:
«Id a explorar la tierra y Jericó». Se pusieron en camino y entraron en casa de
una cortesana llamada Rahab y allí se alojaron (Jos 2, 1).
Si Jericó no
tenía habitantes en tiempos de Josué, es necesario reexaminar la historia de
Rahab, una prostituta que vivía en la ciudad y proporcionó ayuda y acomodo a
los espías de Josué. Según el relato bíblico, Josué envió dos espías a
investigar sobre Jericó y las comunidades de sus alrededores. Enterado de los
hechos el rey de Jericó, envió a ésta un mensaje conminándola a entregar los
espías a sus tropas. Cuando los soldados llegaron a la casa, ella les mintió y
les dijo que los israelitas ya se habían marchado.
Más tarde, Rahab explicó a los israelitas
que había oído hablar del poder del dios de Israel y sabía que el ejército de
Josué arrasaría la ciudad. Se ofreció entonces a esconderlos si durante el
ataque los israelitas respetaban su vida y la de su familia.
Los espías estuvieron de acuerdo, pero le
pidieron que se asegurara de que durante el ataque del ejército de Josué todos
permanecieran en el interior de su casa. Le dieron entonces una cuerda de color
escarlata para que la colgara en la ventana como signo para los soldados
israelitas. Cuando Jericó cayó, Josué respetó su vida y la de su familia.
La historia de Rahab presenta parecidos
significativos con otra historia que aparece en el libro de los Jueces, pero en
él se narra cómo la casa de José intentó capturar Betel. Los espías vieron un
hombre que salía de la ciudad y acordaron con él que si les mostraba cómo
infiltrarse en la ciudad, le tratarían con amabilidad después del ataque. Los
condujo a través de una entrada oculta y cuando los israelitas capturaron
Betel, respetaron la vida del hombre y de su familia.
Como Jericó no
existía en tiempos de Josué, la historia de Rahab no puede ser cierta. La
narración paralela del libro de los Jueces sobre los espías de Betel sugiere la
existencia de una vieja leyenda adaptada por dos escribas hebreos diferentes,
en diferentes momentos, representando diferentes puntos de vista sobre la
historia de Israel. Con toda probabilidad, Rahab era una ciudad o aldea y no
una persona real, y su caracterización como prostituta puede representar algún
hecho histórico en el pasado de la ciudad en el que hubiera traicionado a un
aliado, como hace Rahab en la narración sobre Jericó. En la escritura más
tardía, el nombre de Rahab parece haber tenido una antigua connotación de
fuerza maligna. Salmos 87,4 se refiere a Egipto como Rahab en un contexto
negativo y Isaías 51, 9 nos habla de un dragón monstruoso llamado Rahab que me
destruido por Dios.
Mito 85: Josué arrasó Hai
El Mito: Y Josué quemó Hai, convirtiéndola en un montón de ruinas que aún
hoy subsiste (Jos 8, 28).
Después de la
batalla de Jericó, Josué dirigió su atención a la ciudad de Hai, nombre que se
traduce como «ruina». La narración sitúa «Ruina» entre Betel («casa de Dios») y
Bétaven («casa del mal»), una imagen que nos sugiere un marco alegórico para la
narración.
Al igual que en Jericó, Josué envió
espías que volvieron con informes sobre una fácil victoria que no requeriría
más que una pequeña fuerza. Josué organizó un modesto contingente y lo envió a
Hai. Por desgracia, sufrieron una severa derrota y Josué quedó atormentado por
la pena. El líder de Israel conferenció con Dios y se enteró de que uno de los
israelitas se había quedado con parte del botín del Señor y Josué debía
descubrir al canalla y practicar un ritual de purificación.
Josué realizó algunas pesquisas y un
hombre llamado Acán confesó los hechos. Después de la tradicional lapidación e
inmolación, Josué enterró a Acán, conocido desde entonces como «La adversidad
de Israel», bajo un montón de piedras. Esta ejecución sagrada trajo la
necesaria purificación y por la palabra de Dios, Josué renovó sus planes de
ataque sobre Hai.
En esta ocasión dispuso una nueva
estratagema. Volvió a enviar una pequeña fuerza e imaginó que los soldados de
Hai, envalentonados, saldrían de las murallas de la ciudad y atacarían. La
pequeña fuerza de invasión debería entonces dejarse perseguir. Josué dispuso
una emboscada en el camino para atrapar a los soldados y al mismo tiempo atacar
la ciudad indefensa. El plan funcionó como por ensalmo. Hai fue capturada y destruida
y todos sus ciudadanos pasados por las armas.
Al igual que en el caso de Jericó, los
datos arqueológicos presentan un panorama diferente. El emplazamiento de Hai
fue ocupado por una ciudad fortificada, pero fue destruida alrededor del 2400 a .C. Quedó deshahitada
hasta el siglo XII a.C., momento en que los restos demuestran la presencia de
una pequeña aldea construida sobre las ruinas. Como hemos dicho anteriormente,
Hai es la palabra hebrea para «ruina», y conociendo el estado del lugar después
del 2400, Hai era probablemente el nombre que se aplicaba a las ruinas de lo
que en tiempos había sido una importante fortificación. Cuando Josué atacó
«Ruinas», ésta llevaba mil años deshabitada y no tenía murallas fortificadas.
En este caso, el autor de Josué adoptó su
relató a partir de otro texto que explicaba una historia similar sobre sucesos
diferentes. El libro de los Jueces describe una batalla casi idéntica en su
forma a la de Hai. En la narración de los Jueces, algunos benjaminitas violaron
y mataron a la concubina de un sacerdote que estaba de viaje. Cuando las otras
tribus pidieron a Benjamín que entregara a los malhechores, éste rehusó e
Israel declaró la guerra a los reprobos.
Lo que en un
principio parecía una fácil victoria se convirtió en fracaso, igual que ante
Hai, pero aquí no se da explicación alguna de la derrota. En Hai, un israelita
malvado causa la derrota; aquí, el israelita malvado es el enemigo. Sin
embargo, después de un rezo ritual en el lugar sagrado de Betel, Dios anima a
los israelitas a continuar y les promete la victoria. Los israelitas siguieron
la misma estratagema que Josué frente a Hai. Una pequeña fuerza se acercó al
enemigo y los alejó de su ciudad fortificada, llevándolos a una emboscada
mientras una segunda fuerza atacaba la ciudad indefensa. Israel mató a casi
todos los benjaminitas.
En ambas
historias, Betel se encuentra cerca de la acción; algún israelita hace un gran
mal; una victoria fácil se convierte en derrota; Dios insta un segundo ataque;
y los hebreos siguen la misma estrategia del engaño.
Unido esto a
los nombres simbólicos de «casa de Dios», «casa del mal» y «ruina», no es
difícil adivinar la existencia de una leyenda anterior sobre una confrontación
entre los habitantes de la ciudad de Dios y los de la ciudad del «mal» que
conduce a la guerra. En un principio, debido a una traición de los mandamientos
de Dios, los justos sufren una derrota, realizan rituales de purificación y
vuelven a la batalla, utilizando la estratagema de alejar al enemigo de su
ciudad para hacerles caer en una emboscada. La Casa de Dios triunfa. La casa del mal sufre una
horrible derrota y sus ciudadanos son completamente destruidos delante del
Señor.
Mito 86: El Sol se detuvo
sobre Gabaón
El Mito: Sol, detente sobre
Gabaón; y tú Luna, sobre el valle de Ayalón (Jos 10,12).
Después de la derrota de Hai, Josué nos dice que las gentes de la
cercana Gabaón, una poderosa ciudad, temían un avance del ejército israelita.
En consecuencia, varios líderes gabaonitas se disfrazaron de hivitas empobrecidos
(un pueblo bíblico que no ha sido identificado arqueológicamente) que venían
de una zona apartada. Buscaron a Josué y le ofrecieron una alianza por la que
servirían a los israelitas a cambio de protección contra sus enemigos. Josué
estuvo de acuerdo. Poco después, los israelitas se enteraron del engaño, pero
las alianzas eran sagradas e Israel se sentía obligado por su honor a respetar
su compromiso.
Cuando el rey
de Jerusalén se enteró de esta alianza, quedó alarmado por el creciente poder
de Israel y formó una coalición con otros reyes de la zona para atacar Gabaón.
Cuando los gabaonitas se enteraron del plan de Jerusalén, llamaron a Josué para
que hiciera honor a la alianza. Josué condujo a sus guerreros a través de la
oscuridad de la noche, sorprendió a la coalición enemiga y le infringió una
dolorosa derrota. Entonces acaeció un hecho extraño. Josué se dirigió el Señor
y el Sol y la Luna
dejaron de moverse.
Sol, detente sobre Gabaón; y tú. Luna, sobre el
valle de Ayalón. Y el Sol se detuvo, hasta que la gente se hubo vengado de sus
enemigos (Jos 10, 12-13).
Y el texto
continúa:
¿No está escrito
en el libro de Jaser? El Sol se detuvo en el medio del cielo, y no se apresuró
a ponerse durante un día entero. Y no hubo, ni antes ni después un día como
aquel, en el que el Señor obedeciera la voz de un hombre, porque el Señor
combatió por Israel (Jos 10, 13-14),
Si nos atenemos
a la lógica, las órdenes al Sol y la
Luna no tienen sentido. Físicamente, el Sol ya está quieto;
es la Tierra
la que gira alrededor del Sol. Pero concentrándonos en el texto, ¿para qué
sirve esta orden? ¿En qué ayuda a Israel que los dos astros se detengan?
Un argumento tradicional dice que un día
más largo permitía a los israelitas masacrar a los soldados enemigos antes que
pudieran huir al amparo de la noche. Pero los versículos anteriores muestran
que el ejército enemigo ya había sido derrotado.
Y sucedió que,
cuando huían delante de Israel y bajaban hacia Betorón, el Señor lanzó sobre
ellos grandes piedras del cielo hasta Azeca, y muchos murieron; y muchos más
murieron por el granizo que los que los hijos de Israel mataron con la espada
(Jos 10, 11).
A favor de la
idea de que la detención no tenía nada que ver con la necesidad de más luz del
día, la narración tampoco describe acciones adicionales realizadas como
resultado del movimiento de los astros. Incluso si aceptamos la idea de que
Israel necesitaba más luz para completar su matanza, ¿por qué la Luna también tiene que
detenerse? ¿Qué importancia tiene para el escenario que la Luna se mueva o no?
Como afirma el texto, no hubo día como
aquel ni antes ni después. Un suceso tan milagroso debería haber sido observado
y anotado en otros lugares, especialmente entre los numerosos vecinos de Israel
que estudiaban cuidadosamente los movimientos del sol y la luna, como los
egipcios y los babilonios. Pero no aparece ni el más mínimo indicio en sus
escritos o leyendas conocidos de que tan espectacular suceso tuviera lugar. Por
lo que se refiere a la evidencia arqueológica, Gabaón, como los emplazamientos
de otras batallas de Josué, estaba deshabitado en aquellos tiempos. Volvió a
ser acupado hacia el año 1200
a .C.
Para los escribas bíblicos que
escribieron el relato, el milagro solar demostraba los imponentes poderes de
Dios para alterar los fenómenos naturales y que la victoria de Josué sobre los
reyes llegó como presente de Dios. Pero estos editores confiaron en fuentes
anteriores, particularmente en el perdido libro de Jaser, para redactar este
relato sobre el Sol y la
Luna. No sabemos qué decía la narración original o en qué
contexto situaba la historia.
285
mitos DE
LOS héroes
El relato
plantea algunos interesantes problemas desde el punto de vista de
interpretación. En primer lugar, afirma que el Sol y la Luna se detienen en dos
lugares diferentes de la tierra, en Gabaón y en el valle de Ayalón. ¿Cómo podía
un observador determinar que el Sol estaba únicamente en Gabaón mientras la Luna sólo estaba en el valle
de Ayalón? Desde el punto de vista del observador estos son conceptos sin
sentido. Ambos astros son fácilmente observables en todo Canaán, asumiendo que
pueda verse la Luna
cuando brilla el sol.
Colocar la narración en su contexto
histórico y literario nos proporciona una solución a esta enigmática
afirmación. En tiempos de Josué, el Sol y la Luna eran deidades importantes en el Oriente
Próximo y por lo tanto rivales de Yahvé. La orden de permanecer inmóviles
significaba sencillamente que se ordenaba a las deidades del Sol y la Luna , adoradas por los
enemigos de Israel, que no intervinieran en la lucha ni intentaran obtener
venganza. Yahvé era la deidad más poderosa y los dioses enemigos acataban su
autoridad. Que la orden incluyera localizaciones precisas significa que las
deidades debían permanecer en sus centros de culto y no ayudar al pueblo que
los adoraba. La incapacidad de los dioses del Sol y la Luna para ayudar a los
enemigos de Israel demostraba el enorme poder que ejercía el dios hebreo.
Aquellos que no aciertan a entender o
apreciar las expresiones poéticas suelen tomar el símbolo por la imagen que se
esconde tras ellos. Para los escribas bíblicos, profundamente enraizados en la
teología monoteísta, las referencias poéticas a deidades antiguas eran
difíciles de desentrañar. Como resultado, confundieron la descripción de las
deidades del Sol y la Luna
con el Sol y la Luna
como objetos físicos.
Mito 87: Josué conquistó
Jerusalén
El Mito: Entonces cinco reyes de los amorreos, el rey de Jerusalén, el rey
de Hebrón, el rey de Jerimot, el rey de Laquis y el rey de Eglón, se reunieron
y subieron, ellos y todo su ejército, y acamparon frente a Gabaón y la
sitiaron... Y capturó Josué a todos estos reyes y sus tierras, porque el Señor
Dios de Israel combatió por Israel ( Jos 10, 5. 42).
Los cinco reyes
coaligados contra Israel en Gabaón eran los reyes de Jerusalén, Hebrón, Laquis,
Jerimot y Eglón. Josué persiguió a sus ejércitos, atrapó a los reyes que se
escondían en una cueva y los ejecutó. El texto nos dice que Josué, después de
las ejecuciones reales, se volvió contra sus territorios y los capturó en su
totalidad. Pero la conquista de Jerusalén es muy cuestionable. Los versículos
que describen la campaña mencionan específicamente la derrota de Hebrón,
Laquis y Eglón, pero no hacen referencia a la toma de Jerimot o Jerusalén. No
hay más que la afirmación general de que los territorios de estos reyes fueron
conquistados. Sin embargo, un poco más adelante del libro de Josué el texto
dice: «Por lo que respeta a los jebuseos, los hijos de Judá no pudieron
expulsarlos: los jebuseos habitan con los hijos de Judá en Jerusalén hasta el
día de hoy» (Jos 15, 63). No sabemos qué día era ese, pero Jerusalén estuvo en
territorio de Benjamín y los judaítas no vivieron allí hasta el tiempo del rey
David, unos tres siglos después de Josué.
En el libro de los Jueces, 1,8, sin
embargo, encontramos una afirmación específica clara de que Josué conquistó
Jerusalén e incendió la ciudad. Pero unos versículos más abajo, Jueces también
afirma: «Y los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en
Jerusalén; y los jebuseos han habitado con los hijos de Benjamín hasta el día
de hoy» (Je 1,21).
Así pues, la Biblia atribuye el mismo
fracaso a Judá y a Benjamín. Ninguno de los dos conquistó la ciudad, situada en
la frontera entre Judá y Benjamín, en el lado de éste último, ni expulsaron a
los habitantes. Para añadir más confusión, otro pasaje de la Biblia narra la captura de
Jerusalén en tiempos del rey David, que la convirtió en su capital:
Y
el rey y sus hombres se dirigieron a Jerusalén contra los jebuseos, los
habitantes de la tierra: que dijeron a David: «No entrarás aquí; ciegos y
cojos bastarán para impedirlo» creyendo que «.David jamás entrará aquí». Pero
David se apoderó de la fortaleza de Sión: la misma que es la ciudad de David (2
Sm 5, 6-7).
Luego, en
tiempos de David, los jebuseos aún vivían en Jerusalén, pero no los judaítas ni
los benjaminitas, por lo menos hasta ese día. Este hecho sugiere que los
pasajes que hablan de israelitas viviendo en Jerusalén con los jebuseos «hasta
el día de hoy» fueron escritos después de que David fuera rey y los israelitas
se trasladaran a la ciudad. Todos estos pasajes bíblicos dejan bastante claro
que Josué nunca conquistó Jerusalén.
Mito 88: Josué luchó contra el
rey Jabín de Jasor
El Mito: Y sucedió que cuando Jabín, rey de Jasor, escuchó estos sucesos,
envió embajada a Jobab, rey de Madón, y al rey de Simerón, y al rey de Acsaf...
Y Josué entonces se volvió y se apoderó de Jasor, y pasó a su rey por el filo
de su espada: pues era antes Jasor la capital de todos esos reinos. Y pasaron
por el filo de su espada a todos los vivientes, detruyéndo-los completamente; y
ninguno quedó que pudiera respirar; y quemó Jasor con el fuego (Jos 11,
1;10-11).
Después de los
incidentes de Gabaón y la captura de las ciudades de los reyes coaligados,
Josué se dirigió al norte contra el rey Jabín de Jasor, que organizó a los
reyes cananeos del norte para defenderse de Israel. Finalmente, Josué ganó la
batalla y quemó la ciudad hasta los cimientos. La evidencia arqueológica, sin
embargo, nos indica que la capital de Jabín fue destruida después de Josué, y
otras partes de la .Biblia indican también que Jabín y Jasor continuaron
floreciendo y controlando el norte de Canaán después de Josué.
En el libro de los Jueces 5, encontramos
un poema llamado Cántico de Débora. Nos habla de una terrible batalla entre
varias tribus de Israel y una coalición de reyes cananeos. En Jueces 4
encontramos una versión en prosa de la misma historia que identifica al líder
de la coalición cananea con Jabín, rey de Jasor, que gobernaba la mayor parte
del norte de Canaán. Israel ganó la batalla, derrotó a Jabín y destruyó su
reino, aunque no se afirma que la ciudad misma de Jasor fuera destruida.
Puede que el Cántico de Débora sea el
pasaje más antiguo de texto bíblico original que ha llegado hasta la versión
actual de la Biblia
y probablemente fuera contemporáneo de los hechos que en él se describen, en
algún momento del siglo xii a.C. En términos de cronología bíblica, los sucesos
descritos en el Cántico de Débora tuvieron lugar no mucho después de los
tiempos de Josué, el siglo xm a.C. Esto no deja mucho margen para que Josué
matara al rey Jabín y quemara Jasor hasta los cimientos antes de que apareciera
otro rey Jabín y dominara el norte de Canaán desde la misma ciudad.
Las evidencias sugieren que en algún
momento de la primitiva historia cananea de Israel, se produjo una batalla,
real o ficticia, entre los israelitas y el rey Jabín de Jasor. Cuando se
escribió el libro de Josué, la tradición ya había asignado esa batalla al
periodo en que Israel ya llevaba bastante tiempo asentado en Canaán. Los
autores del libro de Josué tomaron prestado el relato y lo reescribieron de
forma que el héroe fuera Josué.
Como con tantos otros relatos bíblicos,
estamos frente a la misma narración explicada dos veces, con personajes
diferentes y una ligera alteración de los hechos.
Mito 89: Josué conquistó Canaán
El Mito: Así pues, Josué se
apoderó de toda esta tierra, conforme a todo lo que el Señor había dicho a
Moisés; y Josué lo dio en herencia a Israel según su división en tribus. Y la
tierra descansó de la guerra (Jos 11, 23).
La primera
evidencia arqueológica de la existencia de Israel aparece en una estela egipcia
erigida en el quinto año del reinado del faraón Merneptah, entre 1235 y 1222 a .C. Esta estela hace
referencia a varios poderosos pueblos cananeos incluyendo a Israel, pero a éste
lo describe como un pueblo sin tierra. La estela no dice que alguno de los
otros pueblos cananeos estuviera sometido a Israel en forma alguna. Por lo
tanto, la estela establece un marco temporal razonable para datar los vagabundeos
de Israel por el desierto después del Éxodo o su entrada en Canaán bajo el
liderazgo de Josué. Por desgracia, durante los siguientes cuatrocientos años,
los registros arqueológicos e históricos no nos proporcionan ninguna evidencia
contemporánea directa de la existencia de Israel, un vacío ocupado por los
reinados de Saúl, David y Salomón. Ni siquiera podemos estar seguros de que el
Israel mencionado en la estela de Merneptah sea realmente el Israel bíblico.
Tampoco las evidencias arqueológicas
demuestran la existencia de una invasión israelita masiva en tiempos de Josué,
a finales del siglo xm y principios del xil a.C. Si se produjo la cadena de
sucesos descrita en la Biblia ,
deberíamos encontrar evidencias arqueológicos o datos históricos contemporáneos
que indicaran una fuerte presencia israelita en las tierras altas del centro de
Canaán en las que Josué estableció su autoridad y en las que la tribu de Josué,
Efraím, tomó el control del territorio. Lo que descubrimos es que las tierras
altas centrales estaban o deshabitadas o muy débilmente pobladas en aquel tiempo.
La evidencia también nos muestra que más
de un siglo después de la inscripción de Merneptah, es decir, bastante tiempo
después de Josué, se produjo la rápida emergencia de numerosas comunidades
nuevas y pacíficas en estas zonas altas. Aunque los restos arqueológicos
recuperados en estas comunidades no las conectan directamente con Israel, el
contexto histórico y bíblico sugiere que los establecimientos significan una
creciente presencia de Israel en las colinas y los territorios circundantes.
No hay evidencias de que estas nuevas comunidades aparecieran a la estela de
una invasión extranjera, indicando que el ascenso al poder de Israel se produjo
a lo largo de varios siglos y no mediante una conquista súbita a finales del
siglo xiii.
Para finalizar, no solo los datos
arqueológicos desmienten la conquista de Canaán en tiempos de Josué; la propia
Biblia afirma que esta conquista nunca ocurrió. El primer capítulo del libro
de los Jueces nos presenta una imagen muy diferente de la campaña de Josué, que
en términos generales fue un fracaso. Ninguna de las tribus consiguió
conquistar el territorio deseado y no hubo más que unos escasos y limitados
éxitos. El libro de los Jueces presenta en rápida sucesión una letanía de
fracasos: Judá no consiguió expulsar a los habitantes de la llanura; Benjamín
no fue capaz de expulsar a los habitantes de Jerusalén; Manases fracasó; Efraím
fracasó; Zabulón fracasó, Aser fracasó; Neftalí fracasó; Dan fracasó. Y en
Jueces 2, Dios condena a los israelitas por sus fracasos diciendo: «Pero
vosotros no habéis obedecido mis órdenes; ¿por qué habéis obrado así? Pues
ahora digo: no os los apartaré de delante; sino que los tendréis como enemigos
y sus dioses serán para vosotros un lazo».
La mayor parte de Josué fue escrita
varios siglos después de los hechos en él descritos. Tanto de los datos
arqueológicos como de los bíblicos, podemos ver que el autor del libro apedazó
su historia de la conquista a partir de una serie de mitos y leyendas. Su libro
sirvió como herramienta de propaganda diseñada para retratar a los hebreos como
beneficiarios del dios más poderoso del mundo.
Mito 90: Josué dirigió a
Israel después de la muerte de Moisés
El Mito: Entonces, después de la muerte de Moisés, siervo del Señor,
sucedió que habló el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés, diciendo:
«Moisés, mi siervo, ha muerto; así pues, álzate, pasa ese Jordán, tú y todo tu
pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel» (Jos 1, 1-2).
Antes de
abandonar las campañas de Josué en Canaán, deberíamos hacernos la siguiente
pregunta: ¿Si la mayoría de relatos de batallas son ficticios, existió Josué en
realidad? Pues no, no existió.
muchos israelitas tienen ese elemento en
su nombre. Los estudiosos suelen traducir su nombre por «Dios salva» o «Dios
es la salvación». (Jeho-shua es también el nombre propio hebreo de Jesús).
Que Josué tenga el elemento Jeho en su nombre nos plantea un problema
cronológico. El nombre JHWH no fue conocido por los israelitas hasta que Moisés
lo trajo de Egipto en tiempos del Éxodo. Él mismo desconocía el nombre hasta
justo antes de volver a Egipto para enfrentarse al faraón. Al aparecer los
patriarcas hebreos conocían a Dios bajo el único nombre de Él-Saddai. Éxodo 6,
3 así lo prueba: «Y Yo me mostré a Abraham, y a Isaac, y a Jacob con el nombre
de El-Saddai, pero mi nombre Jehová no se lo manifesté» (las traducciones
inglesas suelen substituir «Dios Todopoderoso» por las palabras hebreas
«El-Saddai». «El-Saddai» significa «'Él' el Poderoso». «Él» es el dios cananeo
principal, cuyo nombre fue subsumido por el hebreo Elohim).
Pero Josué ya había alcanzado la edad
adulta y servido bajo Moisés en los tiempos del Éxodo. Por lo tanto no podía
tener el elemento Jeho en el nombre
dado en el nacimiento porque sus padres no podían conocer el nombre y como
mínimo, el nombre Josué como nombre hebreo debía haber sido o un cambio en el
nombre de Josué después del Éxodo o una invención tardía de los redactores
bíblicos. En consecuencia, un editor bíblico añadió la afirmación de que Moisés
había cambiado el nombre original de Hoshea por Josué.
Como Josué pertenecía a la tribu de
Efraím, puede argumentarse con bastante seguridad que su nombre tenía un origen
más egipcio que hebreo y que su personaje adopta un papel mitológico. Efraím
era el hijo menor de José y Asenath, su mujer egipcia. Su madre era la hija del
sacerdote principal de Heliópolis, un importante centro de culto egipcio y el
lugar en que Moisés, como miembro de la casa real, habría recibido su
educación. Su nombre completo, «Josué, hijo de Nun», contiene elementos
onomásticos de dos de las más importantes deidades egipcias de Heliópolis, Nun
y Shu.
El dios Nun representaba la inundación
primigenia del principio de la Creación. Removía las aguas y causaba la
aparición del dios Atum. Atum, a su vez, daba a luz a un hijo llamado Shu, que
representaba el espacio entre el cielo y la tierra, y a una hija llamada Temut,
que representaba la humedad. Shu y Temut eran los ancestros de todas las demás
deidades egipcias, y algunos textos egipcios dicen que Nun los hizo salir del
abismo primigenio.
En la tradición del Próximo Oriente
antiguo, los nietos se consideraban hijos de los abuelos, y la Biblia identifica con
frecuencia a los nietos como hijos de los abuelos. En Egipto, por lo tanto, Shu
hubiera sido también el hijo de Nun. Este hecho nos proporciona una
correspondencia con el nombre de Josué, «Jeho-Shua, hijo de Nun». El único
elemento no egipcio en ese nombre es «Jeho», que ya hemos visto no podía ser
parte de su nombre original,
El nombre de Josué, por lo tanto,
implicaba una deidad conocida como «Shu, hijo de Nun», adorado por los
israelitas como figura de culto en los años que siguieron a su partida de
Egipto. Al tiempo que Israel se desprendía de sus coberturas culturales
egipcias y Jeho llegaba a jugar un papel más resueltamente monoteísta en la
vida hebrea, Josué fue relegado de deidad a ser humano. Finalmente, los
escribas añadieron la parte «Jeho» del nombre para esconder la imagen de culto
que Josué era con anterioridad. Jeho-Shu, el nombre medio egipcio y medio judío
que recibió, acabó por ser confundido con la palabra hebrea Jehoshua, que
significa «Dios salva».
Mito 97 : El rey Saúl se suicidó
El Mito: Y la batalla no fue bien para Saúl, y los arqueros le alcanzaron,
y fue herido por ellos. Dijo entonces Saúl a su escudero: «Desenvaina tu
espada, y traspásame con ella, para que no me hieran los incircuncisos y me
afrenten». Pero su escudero no quería, por el gran temor que tenía. Así pues
tomó Saúl su propia espada y se dejó caer sobre ella. Y cuando su escudero vio
que Saúl estaba muerto, se lanzó igualmente sobre su espada, y murió con él.
Así murió Saúl, y sus tres hijos, y su escudero, y todos sus hombres, ese mismo
día, todos juntos (1 Sm 31, 3-6).
En realidad, Saúl tenía mucho que temer
de su joven rival. Al principio, David se había aliado con los filisteos
mientras estaban en guerra con Saúl, y cinco años antes de la muerte de Saúl,
David lideró la salida de la casa de Judá de la coalición israelita y se
autoproclamó rey de Judá. David era un hombre joven y ambicioso, con pocos
escrúpulos y ansioso de conquistar el poder.
En una historia bíblica bien conocida,
David preñó a una mujer (Betsabé) y se las arregló para matar al esposo y tapar
así su papel como padre del hijo de la mujer. En otras ocasiones, proclamaba su
sorpresa al saber que oficiales militares habían ejecutado a varios
pretendientes a su trono, a muchos de los cuales él profesaba gran amor.
Aunque la Biblia nos dice que Saúl se
suicidó al ver perdida la batalla, conserva también una segunda versión que
contiene indicaciones sobre la verdad de la muerte de Saúl. En esta segunda
narración, se nos dice que un extraño se presentó en la corte de David y le
explicó la muerte del rey Saúl. Según este extraño, llegó adonde se encontraba
el rey Saúl, apoyado en su lanza mientras los soldados enemigos lo iban
rodeando. Saúl pidió al extraño que lo matara para evitarle la inminente
miseria que le venía encima. El extraño así lo hizo y después llevó la corona
y el brazalete de Saúl al campo del rey David. Después de escuchar la narración
del extraño, David lo hizo ejecutar inmediatamente por matar al rey ungido por
el Señor.
En esta segunda narración, mientras Saúl
está ocupado luchando contra los filisteos, David está en otra parte, atacando
a los amalecitas. El extraño era también amalecita. Aunque las dos batallas
están muy separadas entre sí, este amalecita en particular aparece
misteriosamente al lado de Saúl cuando el rey está herido por una lanza y lo
mata. Lleva entonces la corona de Saúl a David en lugar de llevarla al hijo de
Saúl, aparentemente el heredero al trono. David, que afirma no saber nada de
la batalla de Saúl antes de que el amalecita le traiga las noticias, hace
ejecutar a éste antes de que pueda revelar nada más.
Esta segunda narración nos presenta una
muerte de Saúl menos noble que la versión del suicidio, por lo que el primer
relato parece ser un intento de ocultar el hecho de que Saúl murió a manos de
un soldado enemigo. Mientras la segunda narración deja claro que Saúl murió a
manos del amalecita, deja abierta la posibilidad de que el amalecita hubiera
estado a las órdenes de David cuando mató a Saúl.
David había estado luchando contra los
amalecitas justo antes de que este amalecita apareciera misteriosamente al lado
de Saúl y lo matara. El amalecita llevó la corona directamente a David, que no
había reclamado públicamente ser el heredero de Saúl aunque supuestamente y en
secreto Samuel lo había ungido. Y David mata al mensajero antes de que pueda
decir nada más.
La evidencia demuestra que Saúl no murió
por su propia espada sino que un amalecita, posiblemente a las órdenes de
David, lo remata. Aunque los escribas de David trataron de ocultar todo el
incidente afirmando que Saúl tuvo una muerte honrosa, alguien, ya sea de la
propia corte de David o que estuviera familiarizado con la muerte verdadera de
Saúl, sabía la verdad y preservó la narración que fue incorporada a la historia
bíblica del rey David. La fuente más posible de la historia verdadera podría
ser Abner, general y guardaespaldas personal de Saúl que en un principio se
opuso a la entronización de David pero posteriormente se le unió, o Joab, el
principal asesino de David, que se opuso a que Salomón fuera el sucesor de
David.
Mito 98 : La casa de Judá
luchó contra la casa de Saúl en Gabaón
El Mito: Y Abner, hijo de Ner, y los sirvientes de Isbaal, el hijo de
Saúl, salieron de Majanaim hacia Gabaón. Y Joab, hijo de Sarvia, y los seguidores
de David se pusieron en marcha y se encontraron cerca del estanque de Gabaón: y
se sentaron, los unos a un lado y los otros al otro. Y Abner dijo a Joab: «Que
se levanten los jóvenes y luchen frente a nosotros». Y dijo Joab: «Que se
levanten», y se levantaron y salieron en número de doce los de Benjamín, por
Isbaal, hijo de Saúl, y doce de los seguidores de David. Y tomando cada uno a
su oponente por la cabeza, le hundieron la espada en el costado; y todos
cayeron al mismo tiempo. Y aquel lugar se llamó Campo de los Costados, que está
en Gabaón. Y hubo aquel día una fiera batalla ; y Abner fue derrotado, y los
hombres de Israel fueron vencidos por lo hombres de David... Y Joab volvió de
la persecución de Abner: y cuando hubo reunido a todo el pueblo faltaban
diecinueve de los seguidores de David y Asael. Pero los seguidores de David
habían herido de muerte a trescientos sesenta hombres de Benjamín y de Abner (2
Sm 2, 12-17.30-31).
Este mito nos narra una lucha en Gabaón entre las fuerzas del rey
David y la casa de Saúl, después de la muerte de Saúl, cuando ambos bandos se
disputan el control del reino de Israel. En él encontramos algunos números poco
usuales que evidencian el trasfondo mítico de esta historia.
Gabaón, como
recordaran, fue el lugar en el que Josué ordenó al Sol y la Luna que se detuvieran, pero
ya vimos en el Mito 86 que estas órdenes no iban dirigidas a los cuerpos
celestes sino a las deidades asociadas con ellos. Que Josué se dirigiera sólo a
estos dos astros indica que los cultos del sol y la luna eran fuerzas bastante
poderosas en la región de Gabaón.
La narración
se inicia con una batalla entre dos grupos de doce guerreros, todos los cuales
mueren en la lucha. Sigue el relato con una escena de persecución y otra
batalla. Después de esta segunda confrontación se nos dice que los seguidores
de David perdieron «diecinueve de ellos», y el bando rival había perdido
«trescientos sesenta hombres».
Los números 19
y 360 tienen importancia en el calendario, al igual que doce contra doce, que
suelen significar la batalla entre el día y la noche. El 19 representa un
sistema de calendario lunar, mientras que el 360 representa un calendario
solar. Es bastante imposible que la aparición de todos estos números en un
relato sobre un lugar en el que los cultos solares y lunares tenían una
importante presencia sea una coincidencia.
En las
culturas que se regían por un calendario lunar, como la babilonia, la griega y
la hebrea, se presentaba el problema de cómo seguir el ritmo de los ciclos
agrícolas. El calendario lunar de doce meses, que alterna meses de 29 y de 30
días, sólo tiene 354 días, lo que causa que falle la sincronización del
calendario con el verdadero año solar agrícola. A menos que se añadiera un mes
adicional de vez en cuando, el calendario lunar era inservible para organizar
las prácticas agrícolas. Por lo tanto, había que establecer un sistema para determinar
cuando añadir este mes, y el primero data de por lo menos el año 2400 a .C. y procede de
Sumeria.
En algún
momento de su historia, los babilonios introdujeron la idea del ciclo
lunar-solar de 19 años conocido como año lunisolar, en el cual se añadían
siete meses adicionales en puntos fijos del ciclo de 19 años que mantenían los
ciclos lunar y solar en armonía. En el periodo persa tardío, por ejemplo, se
añadía un mes en los años acabados en 3, 6, 8,11,14, 17 y 19.
En el año 432 a .C., un matemático
llamado Metón ideó para los griegos un ciclo similar y también de 19 años que
servía para los mismos propósitos que el babilónico.
Los egipcios
también utilizaban un calendario lunisolar, pero éste se basaba en un ciclo de
25 años y funcionaba simultáneamente con el calendario civil solar. Cada 25
años el año nuevo de los dos calendarios coincidía.
El calendario
solar egipcio, por otro lado, se componía de 360 días divididos en doce meses
de treinta días a los que se añadían cinco días al final del año. Asimismo, los
egipcios también dividían el día y la noche en doce partes cada uno.
Puesto que los
babilonios utilizaban un calendario lunar de 354 días y un calendario lunisolar
de 19 años mientras que los egipcios se regían por un calendario solar de 360
días y uno lunisolar de 25 años, el conflicto entre dos fuerzas, una de 19 y
otra de 360, implica un conflicto entre partidarios del calendario solar
egipcio y partidarios del calendario lunar babilonio.
Según el
relato bíblico, en la primera batalla lucharon dos bandos de doce y todos los
componentes murieron en mutuo combate. El tema de «doce contra doce» nos remite
a la batalla entre las fuerzas del día (el culto solar) y las de la noche
(culto lunar). Como la lucha no se produce ni de día (es decir, el sol) ni de
noche (es decir, la luna) el resultado es un empate. Pero a continuación se
produce otro conflicto. En él, las fuerzas de David pierden 19 hombres, lo que
los asocia con el culto lunar, mientras que el ejército de Isbaal pierde 360
hombres, lo que los asocia con un culto solar. Como David ganó la batalla, el
relato, en términos mitológicos, muestra la derrota en Gabaón de un culto solar
frente a un culto lunar.
Con toda
probabilidad, el libro procede del libro de Jaser y fue incorporado a la
historia bíblica por editores posteriores. No podemos saber si estos redactores
conocían el mito subyacente a la narración. Su asociación con David y Saúl
puede sugerir que Israel, de acuerdo con sus raíces egipcias, siguió
utilizando durante un tiempo el calendario egipcio y cuando David se convirtió
en rey de Israel, substituyó el calendario lunar local, provocando conflictos
entre los sacerdotes rivales que celebraban fiestas religiosas diferentes
siguiendo uno u otro de los calendarios rivales.
También podría
suceder, sencillamente, que el mito, aunque trate de una lucha en Gabaón entre
dos cultos rivales, no tuviera nada que ver en su origen con David y Saúl y los
redactores bíblicos, sin ser conscientes del significado subyacente, extrajeran
el relato de la batalla del mito y lo añadieran a la historia de David,
tratando de aumentar su reputación de gran líder.
Mito 99: Salomón no impuso
trabajos forzados a Israel
El Mito: Y toda la gente que
quedó de los amorreos, de los jéteos, de los fereceos, de los hivitas y de los
jebuseos, que no eran hijos de Israel, sus descendientes que quedaron después
de ellos en la tierra y a los que los hijos de Israel no habían podido destruir
totalmente, Salomón les impuso un tributo de trabajos forzados hasta el día de
hoy.
Pero a los hijos
de Israel Salomón no les impuso el tributo; eran sus hombres de guerra, y sus
servidores, sus príncipes y capitanes, jefes de sus carros y su caballería (1
Re 9, 20-22).
El rey Salomón inició la construcción de varios edificios de
grandes proporciones a lo largo de su reinado. Además del gran templo, «construyó
su propia casa, y Milo, y la muralla de Jerusalén, Jasor, Meggido y Guezer».
Surge la pregunta de cómo pagó las obras y quién hizo el trabajo. El papel más
importante lo jugaron el trabajo forzado y los impuestos altos.
Los escribas
judaítas, deseosos de respetar y aumentar la reputación de su querido héroe,
afirmaban que sólo los no israelitas habían sido sujetos a esclavitud, «los
amorreos, los jéteos, los fereceos, los hivitas y los jebuseos, que no eran
hijos de Israel». A pesar de esta afirmación, el relato de Salomón deja poco
margen para dudar sobre si los israelitas se vieron sujetos a cargas enormes.
En un punto de la historia, se habla de doscientos mil trabajadores forzados.
Y el rey Salomón hizo una
leva en todo Israel; y la leva era de treinta mil hombres. Y los envió al
Líbano. Diez mil cada mes, por turnos: un mes lo pasaban en el Líbano y dos en
casa: y Adoniram era el prefecto de la leva. Y Salomón tenía además sesenta
mil hombres para el transporte y ochenta mil leñadores en el monte; sin contar
los oficiales de
que disponía Salomón al frente de las obras, tres uní trescientos, que mandaban
a los trabajadores. (I Re 5, 13-16).
Más
tarde, con ocasión del enfrentamiento entre Israel y Judá sobre la sucesión de
Salomón, los israelitas se ofrecen a aceptar al hijo de Salomón como heredero
tan sólo bajo ciertas condiciones: «Tu padre hizo muy pesado nuestro yugo: así
que haz que el peso del servicio sea más ligero y te serviremos» (1 Re 12, 4).
A
lo que responde Roboam: «Mí padre hizo pesado vuestro yugo, y yo lo haré aún
más pesado; mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotare con escorpiones»
(1 Re 12, 16).
Por
supuesto, esta oferta de de peores tratos encuentra pocos dispuestos a
aceptarla.
Entonces,
cuando todo Israel vio que el rey no le escuchaba, el pueblo contestó al rey
diciendo: «.¿Qué tenemos que ver con David? No tenemos heredad con el hijo de
Isaí. ¡A tus tiendas, Israel!. ¡Provee tu casa, David!» E Israel se retiró a
sus tiendas (1 Re 12, 16).
Después
de esta confrontación, Israel se separó de Judá y Jeroboam fue rey de Israel
mientras Roboam lo era de Judá. La imposición del trabajo forzado a los
israelitas por parte de Salomón fue la causa de esa separación.
Mito 100 Daniel predecía el futuro
El
Mito: A estos cuatro moZos otorgo Dios sabiduría y
entendimiento en todas las letras y ciencias: v Daniel interpretaba todas Lis
visiones y sueños (Dn 1, 17).
El
libro de Daniel puede dividirse en dos categorías de narración. Una nos habla
de cómo los judíos, durante la
Cautividad de Babilonia consiguen, gracias a su fe en Dios,
posiciones preeminentes en países extranjeros. La otra describe e interpreta
una serie de sueños y visiones sobre extrañas criaturas y sucesos poco usuales.
En la
primera categoría, encontramos la historia de Daniel en el foso de los leones y
la de Sidraj, Misaj y Abed-Nego en el horno encendido. En cada uno de estos
relatos, el personaje central desafía una orden de Nabucodonosor que entra en conflicto
con su adoración de Dios. Como castigo reciben la muerte. Pero en cada caso un
ángel de Dios aparece para protegerlos. Cuando aparecen sin daño alguno al
final de su ordalía, el rey los eleva a cargos de gran autoridad del reino,
Daniel, el
personaje central, había sido bendecido por Dios con el don de la
interpretación de los sueños, lo que le permitía predecir el futuro. Lo habían
llevado a Babilonia en el 587
a .C., cuando el rey Nabucodonosor conquistó Judá y
expulsó a los hebreos de Canaán. Daniel y tres compañeros fueron apartados de
los demás y educados en la academia real. Como en el caso de José, las
habilidades de Daniel para la interpretación de los sueños le llevaron a
obtener gran autoridad en el reino.
Daniel nos
presenta una serie de sueños poco usuales que cuando son interpretados revelan
los sucesos políticos del futuro hasta los días finales. En un episodio, por
ejemplo, Nabucodonosor ve en sus sueños una criatura inusual y amenazadora. Su
cabeza era de oro, el pecho y los brazos de plata, la barriga y las caderas de
bronce, las piernas de acero y los pies de acero y barro. A los pies de la
criatura se lanzo entonces una piedra y la entidad se
rompió en piezas diminutas. La piedra que destruyó a la estatua se convirtió en
una montaña que ocupó la tierra entera.
Daniel explica el sueño de Nabucodonosor.
El mismo Nabucodonosor es la cabeza de oro, soberano de un reino glorioso y
fuerte. Pero después de su reinado, se alzará un reino inferior (simbolizado
presumiblemente por las partes de plata), seguido por un tercero, de bronce,
que gobernará todo el mundo. Un cuarto reino será tan poderoso como el acero
pero se disgregará. Después, el Dios de los cielos establecerá un reino que
durará para siempre.
A medida que se narran otros sueños, el
futuro se hace más claro. Éstos reflejan un desfile de acontecimientos
históricos en los que el imperio caldeo de Nabucodonosor es reemplazado por el
de los persas y los medos y finalmente por el de los griegos, del que se
separan cuatro ramas. Los historiadores que han estudiado las profecías han
trazado una precisa línea de sucesos que finaliza durante el reinado de
Antíoco Epífanes (175-164 a .C.),
un griego seléucida que persiguió a los judíos. Su cruel tiranía desembocó en
la revuelta de los hasmoneos o macabeos que condujo a la liberación de los
judíos de la dominación griega.
Este conjunto de predicciones es bastante
extraordinario para un hombre que vivió en el 587 a .C., pero en el relato
hay una grieta importante. El libro de Daniel describe la sucesión de varios
reyes durante su vida y ésta es bastante inexacta.
Daniel nos ofrece esta sucesión de reyes
babilonios: 1) Nabucodonosor, 2) Baltasar, hijo de Nabucodonosor, 3) Darío el
Meda y 4) Ciro. En otra parte, se nos dice que Darío el Meda era el hijo de
Asuero (Jerjes).
La sucesión históricamente exacta sería
la siguiente: 1) Nabucodonosor, 2) Evil-Merodac, 3) Neriglassar, 4) Nabónido,
5) Baltasar, hijo de Nabónido, y 6) Ciro,
Baltasar no era el hijo de Nabucodonosor
sino de un rey posterior llamado Nabónido, y varias de las predicciones de
Daniel sobre Nabucodonosor se refieren a hechos de la vida de Nabónido. Así
pues, parece que Daniel el Sabio confundía a Nabucodonosor con Nabónido, que en
realidad fue el tercer rey que siguió a Nabucodonosor en los registros históricos.
La historia desconoce totalmente a Darío
el Meda. Los reyes babilonios conocidos como Darío eran persas y reinaron
después de Ciro, el rey persa que derrotó a Nabónido. El Darío histórico fue el
padre de Asuero, no el hijo.
Daniel parece ser un profeta con una
mejor comprensión del futuro que del presente, lo que conduce a la conclusión
obvia de que las predicciones fueron escritas después de los hechos narrados,
cuando los sucesos posteriores eran bien conocidas pero la historia anterior
empezaba a difuminarse.
Se da la circunstancia de que Antíoco
Epífanes es el último rey que aparece en las predicciones de Daniel, por lo
que podemos afirmar que las predicciones fueron escritas hacia el año 164 a .C. En favor de esta fecha
de autoría, podemos anotar que el autor concluye su historia política con la
predicción de que un rey identificado con Antíoco morirá en una batalla en
algún lugar entre Jerusalén y el mar Mediterráneo (Dn 11,40-45), pero en
realidad Antíoco murió muy al este de Persia, lo que sugiere que el autor sabía
de la existencia de Antíoco pero no sabía de su muerte cuando escribía las
predicciones de Daniel.
Mito 101:La reina Ester
salvó a los judíos de Persia
El Mito: Así pues fueron el rey y Aman al banquete con la reina Ester. Y
repitió el rey a la reina en el segundo día del festín: «¿Cuál es tu petición,
reina Ester? Pues te será concedida. ¿Qué es lo que deseas? Pues te lo daré,
aunque sea la mitad de mi reino».
Entonces la reina Ester respondió: «Si he
hallado gracia ante tus ojos, oh rey, y si place al monarca, que se me conceda
mi vida en virtud de mi petición y la de mi pueblo según mi deseo: pues hemos
sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, matados y exterminados. Si
hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo habría callado, aunque el
enemigo no compensaría el daño causado al rey.
Entonces el rey Asuero respondió a la
reina Ester: «¿Quién es él y dónde está, el que osa presumir en su corazón de
que tal hará?».
Y dijo Ester: «El adversario y el enemigo
es el malvado Aman». Entonces Aman se sobresaltó ante el rey y la reina. Y el
rey, enfurecido se levantó del festín y salió al jardín del palacio: Y Aman se
quedó para rogar por su vida a la reina Ester; porque veía que su desgracia
estaba decidida en el ánimo del monarca.
Volvió entonces el rey del jardín de
palacio a la sala del festín; y Aman se había precipitado sobre el lecho en el
que estaba Ester. Dijo entonces el rey: «¿Acaso querrá también hacer violencia
a la reina estando conmigo en el palacio?» Apenas había pronunciado el monarca
estas palabras, cuando velaron el rostro de Aman. Y Harbona, uno de los
eunucos, dijo en presencia del rey: «En casa de Aman hay una horca de cincuenta
codos de alto, que Aman ha preparado para Mardoqueo, el que habló para
beneficio del rey». El rey dijo: «Que cuelguen de ella a Aman».
Colgaron pues a Aman de la horca que
había preparada para Mardoqueo y se apaciguó la ira del rey (Est 7,1-10).
mitos DE
LOS héroes
329
Ionios y los
elamitas. El Purim era una celebración babilonia llevada a Judea después de la Cautividad en
Babilonia.
El libro de Ester
es el único de la Biblia
en el que no aparece el nombre de Dios. Su adopción en el canon bíblico fue
objeto de gran debate y controversia tanto entre judíos como cristianos.
Superficialmente, pretende ser el relato de cómo el pueblo judío llegó a celebrar
la fiesta del Purim. En realidad, es una mezcla de cuentos sobre antiguos
pleitos.
La narración tiene lugar en Persia,
durante el reinado del rey Asuero (Jerjes, 486-465 a .C.). El libro presenta
una serie de inconsistencias históricas. Dice, por ejemplo, que Mardoqueo
llegó a Persia durante la deportación a Babilonia en el 587 a .C. (Est 2,6), y queda
implícito que Ester va con él. Eso los hace demasiado viejos para haber estado
en la corte de Asuero.
Para resumir la historia brevemente, la
reina de Asuero, Vasti, desobedece una orden de su esposo frente a otros
invitados. Esto produce un gran escándalo y el rey ordena buscar una nueva
novia, no fuera el caso que las mujeres de Persia llegaran a creer que tenían
el derecho de ignorar los deseos de sus esposos. La búsqueda tiene como
resultado la elección de Ester, cuya identidad judía ella mantiene en secreto.
El guardián de Ester era su tío Mardoqueo. El malvado de la historia era Aman,
un alto funcionario de la corte.
Mardoqueo se niega a hacer reverencias a
Aman y el ministro se irrita. A medida que se desarrolla la trama, Aman sufre
una serie de humillaciones a manos de Mardoqueo y jura vengarse. Idea una
manera de engañar al rey para que éste autorice la destrucción del pueblo judío
y el ahorcamiento de Mardoqueo.
Ester, con gran riesgo personal, revela
la verdad sobre ella y su inminente destino. Los decretos persas eran
irrevocables, pero el rey autorizó a los judíos a defenderse de los ataques y
destruir a su vez a las familias de los atacantes. Las fuerzas hostiles
disminuyeron en fuerza y los judíos mataron a diez mil enemigos. Aman fue
ahorcado en el cadalso construido para Mardoqueo.
La historia de Ester proviene de
numerosas fuentes, en una de las cuales la heroína tenía el nombre de Hedisa en
lugar de Ester. El redactor bíblico enfatiza que los dos nombres pertenecen a
la misma mujer (véase Est 2,7).
En su núcleo,
el relato oculta una batalla mitológica entre dioses meso-potámicos. Los
nombres Mardoqueo y Ester se corresponden con los de dos de las principales
divinidades mesopotámicas, Marduk e Ishtar. El nombre del malvado, Aman, se
corresponde con la divinidad principal de Elam, Humman o Khuman y el nombre
Vasti con la diosa elamita conocida como Mushti o Shushmushti.
Durante varios siglos, Babilonia y Elam
fueron rivales encarnecidos a los que finalmente vencieron los persas. La
historia de Ester tiene lugar en Susa, la residencia de invierno del rey persa
y antigua capital de Elam.
Alrededor del año 1159 a .C., un rey de Elam
llamado Kutir-Nahnunte atacó los territorios babilonios y se apoderó de la
estatua de Marduk en la ciudad de E-sagila llevándola con él a Elam. Aunque los
hititas y los asirios ya habían realizado actos similares anteriormente, en
esta ocasión los babilonios se sintieron especialmente molestos. Un texto dice
que el pecado fue «mucho mayor que el de sus predecesores, su culpa excedía
incluso la de aquellos». Unas décadas más tarde los babilonios consiguieron
recuperar la estatua.
El conflicto entre Mardoqueo y Aman
refleja esta antigua humillación y la consiguiente rehabilitación. Aman, que
representa a la principal divinidad elamita, intenta apoderarse de Mardoqueo,
que representa a la principal deidad babilonia. La estratagema falla y Aman es
ahorcado, lo que representa la victoria babilonia sobre el dios elamita.
Entrelazado con la historia de Marduk y
Humman encontramos el segundo motivo literario del relato, basado en la batalla
entre el rey Saúl y el rey Agag de los amalecitas, uno de los enemigos
tradicionales de Israel. En esta batalla, Saúl recibe la palabra de Dios que le
ordena destruir hasta el último de los amalecitas. Saúl, sin embargo, respetó
la vida de su rey Agag. Este hecho, desde el punto de vista de Judea, marcaba
el fin de su legitimidad como rey de Israel y abría el camino a la caída de la
casa de Saúl. Samuel, quien dice: «Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl»,
hace que le traigan al rey Agag y lo corta en pedazos.
Ester nos dice que Mardoqueo es un
benjaminita, de la misma tribu que Saúl y ambos comparten una genealogía
parecida. Saúl era hijo de Quis, y la primera persona que se menciona en la
breve lista de los ancestros de Mardoqueo también se llama Quis. Aman, por su
parte, es descrito como «agagita, enemigo de los judíos».
Como motivo literario, tenemos un
conflicto entre un hijo de Quis y un agagita. Saúl respetó la vida del agagita
después de derrotar al enemigo, pero Mardoqueo, a través de Ester, ignoró la
solicitud de clemencia y le hizo ejecutar inmediatamente. No repitió el pecado
original. En esta ocasión, el benjaminita actuó como lo ordenaba el Señor.
Destruyó al enemigo sin piedad.
Al ser ficticia la historia de Ester, no
puede servir como explicación de la fiesta del Purim. El nombre Purim procede
de una palabra persa que significa «suerte», y en la historia Aman hecha las
suertes para determinar los días en los que deberían ser asesinados los judíos.
La festividad no tiene connotaciones religiosas y era probablemente una fiesta
pagana adoptada por los judíos que la aprendieron en Babilonia, la adoptaron y
la llevaron de vuelta a Judea.
Conclusión
La precedente mirada a 101 mitos de la Biblia nos ha mostrado las
múltiples formas en que la historia bíblica evolucionó y cómo se fue
transformando por experiencias posteriores.
Empezamos por un examen de los mitos
bíblicos de la Creación
y vimos que los relatos de las fuentes J y S se originaron en variaciones de
los mitos tebanos de la Creación. Procedentes de Egipto, cada una de
ellas presenta la narración de forma diferente, revelando diferentes imágenes
de la divinidad. La deidad de S es altiva y no tiene interacción personal con
la humanidad. La Creación
de S es austera, un recitado mecánico de sucesos que se detallan día a día. La
deidad de J era personal, antropomórfíca y constantemente se involucraba en la
interacción humana. La narración J procede con gran estilo literario, detalle
del argumento y desarrollo de los personajes, y se preocupaba profundamente
por los temas morales.
En ambas versiones, vimos que el politeísmo
egipcio está soterrado y disimulado. S despojaba a las deidades de su persona y
las reducía a los fenómenos naturales que representaban. J respetaba la persona
pero eliminaba su conexión con los fenómenos naturales, transformando a las
deidades en seres humanos cuando S sólo hablaba de los procesos. El relato de J
incluía las historias de Adán y Eva, el jardín del Edén y Caín y Abel,
historias que han llegado al corazón de la humanidad durante tres mil años.
El minimalismo de S, sin embargo, hacía
difícil cambiar la línea de la historia. A pesar de todo, los errores de
edición distorsionaron el texto original, haciendo que la Creación durara siete
días en lugar de ocho y colocando erróneamente parte del segundo día al
principio del tercero. J, por otro lado, que en su origen partía de un estrato
egipcio sobre los hijos del cielo y de la tierra, fue confundiendo las
historias sencillas de Egipto y con el paso del tiempo les fue incorporando
elementos de historias similares procedentes de Mesopotamia. Por fortuna, los
redactores bíblicos mantuvieron separados ambos relatos de manera que se pueden
examinar fácilmente los méritos de cada uno de ellos.
No fue este el caso del mito del diluvio.
Aquí, J y S están íntimamente unidas, en un intento de tejer un único tapiz a
partir de múltiples hilos incompatibles. El proceso de desembrollar la madeja
nos condujo a descubrimientos interesantes. S, de nuevo, se mostraba
mecanicista, haciendo un recitado de los sucesos del diluvio sin poner énfasis
en la personalidad o la interacción humana. S se basaba en el calendario
solar-lunar egipcio, un ciclo de 25 años usado para determinar las fechas de
las festividades religiosas. Las fiestas religiosas de Egipto seguían los
ciclos lunares mientras que el calendario civil se basaba en el año solar. El
calendario solar-lunar proporcionaba un método para determinar en qué día del
calendario civil solar debía tener lugar una actividad religiosa calculada con
los ciclos lunares.
El relato J del diluvio es más
complicado. En un nivel, trata del calendario agrícola solar de tres
estaciones, pero a otro nivel era un mito egipcio de la Creación basado en las
tradiciones de Hermópolis. En la teología de esa ciudad, la creación se
iniciaba con cuatro criaturas masculinas y cuatro femeninas emergiendo de una
gran inundación. Estas ocho deidades, conocidas como Ogdóada, eran al mismo
tiempo, y de forma bastante extraña, «padres de» y «la creación de» la deidad
creadora primera. Noé y sus tres hijos y sus cuatro esposas se corresponden con
las cuatro criaturas masculinas y las cuatro femeninas del mito egipcio.
Como en el mito de la Creación , la narración J
del diluvio habría aparecido originalmente antes de la historia de Adán y Eva
en el jardín del Edén, pero esta secuencia temporal se alteró cuando los
hebreos entraron en contacto con el mito del diluvio de Mesopotamia que situaba
la inundación en la décima generación de la humanidad. Como en el relato J del
cielo y la tierra, el relato del diluvio de J está entremezclado con los cuentos
mesopotámicos, y más adelante este híbrido egipcio-mesopotámico se mezcló
todavía con la narración del diluvio de S, alterando el escenario de la
historia bíblica al situar el diluvio bíblico en la décima generación de la
humanidad.
Si volvemos a colocar el relato del
diluvio de J en su original situación cómo un relato de la Creación que precedía a
las historias del jardín del Edén, arrojamos nueva luz sobre las
inconsistencias que se han hallado entre los mitos de la Creación de J y S y vemos
que se trata de construcciones paralelas que siguieron la tradición tebana.
Esta teología se inició con el relato hermopolitano del diluvio y se siguió con
la historia helio-politana sobre la emergencia del cielo y de la tierra y sus
descendientes.
Al colocar el relato hermopolitano del
diluvio de J al principio del ciclo, vemos que se ajusta a la línea argumental
de S. Ambos empiezan por el diluvio hermopolitano, S despoja de la persona a
las fuerzas naturales y J despoja a las fuerzas naturales de la persona. A
continuación, ambas proceden de la misma manera contradictoria, explicando la
historia heliopo-litana de la
Creación del cielo y la tierra y su descendencia.
En la segunda parte nos trasladamos a los
mitos de la era patriarcal. Vimos el funcionamiento de los cuatro niveles de
construcción de la obra. En el núcleo, vimos que las historias de los
patriarcas eran adaptaciones de mitos egipcios sobre la más importante familia
de deidades religiosas y políticas, Osiris, Isis, Horus y Set. El mejor ejemplo
de este hecho era la interacción entre Jacob y Esaú, donde hemos mostrado que
los conflictos entre estos dos hermanos eran un paralelo de los de Horus y Set,
las dos deidades gemelas que en la literatura egipcia luchaban incluso en la
matriz. Los autores bíblicos tomaron estas conocidas narraciones sobre la más
importante de las familias de dioses egipcios que los hebreos llevaron consigo
al abandonar Egipto, y las transformaron en historias sobre los ancestros
humanos que fundaron la nación hebrea, eliminando al hacerlo la reverencia a
cualquier otro dios que no fuera el Dios hebreo.
En un segundo nivel, descubrimos que
muchas historias sobre los fundadores reflejaban los conflictos políticos e
ideológicos que dividieron a los reinos de Judá e Israel, lo que indicaba un
trabajo de edición de los anteriores estratos literarios egipcios en la primera
parte del primer milenio a.C., probablemente en el siglo ix a.C. En este
nivel, los regímenes rivales intentaron identificar a los fundadores con
símbolos asociados a cada uno de ellos. Hemos desentrañado, por ejemplo,
versiones diferentes sobre qué hijo de Jacob debía liderar la casa de Israel,
la de Judá y la de Efraím, y qué nombres pertenecían a las dos bases
territoriales que lide-raban cada reino, o, por tomar otro ejemplo, versiones
diferentes sobre qué reino poseía la tumba de la esposa de Jacob.
El tercer
nivel combinaba la idea, desarrollada a lo largo de mucho tiempo, de que
Egipto era una nación malvada que persiguió a los hebreos antes del Éxodo con la
visión, en claro contrate, de Babilonia como la fuerza cultural más
sofisticada y respetada del Oriente Próximo a principios del primer milenio
a.C. El resultado fue la alteración de las primitivas narraciones sobre los
orígenes de Israel en Egipto. Se crearon antecedentes y genealogías falsas para
dar a los ancestros de los hebreos y sus familiares un origen babilonio o por
lo menos no egipcio. Abraham, por ejemplo, recibió como patria de origen la
babilonia «Ur de los caldeos», una expresión anacrónica que revela un punto de
vista de mediados del primer milenio. De forma similar, el árbol genealógico
de Noé se convirtió en una Tabla de las Naciones que también traiciona una
sensibilidad de mitad de milenio a.C en la que se separaba la rama de Noé de la
rama egipcia.
El cuarto
nivel funcionaba sobre principios mitológicos sencillos, inventando un
ancestro fundador con el mismo nombre que un territorio en particular o
atribuyendo leyendas a peculiaridades geográficas. Una ilustración de la
primera categoría era la identificación de Rubén como primer hijo de Jacob
porque Rubén fue el primer territorio que colonizó Israel después del Éxodo. Un
ejemplo de la segunda sería la historia de la esposa de Lot convirtiéndose en
un pilar de sal en una región famosa por sus depósitos salinos.
En la tercera
parte, examinamos los mitos sobre los héroes bíblicos, desde Moisés a Ester. En
la historia de Moisés, vimos cómo los temas literarios egipcios influenciaron
la historia biográfica. Las primeras fuentes identificaban a Moisés con el niño
Horus egipcio, el legítimo contendiente por el trono a la muerte del faraón
reinante. Más tarde, los escritores lo convirtieron en el dador de los Diez
Mandamientos y otras leyes, aunque nunca fue el autor de tales documentos. A
este respecto, vimos como los líderes religiosos del siglo vil a.C. intentaron
aumentar su autoridad poniendo sus ideas en boca de un héroe respetado como
Moisés, una práctica literaria común en el Próximo Oriente que no es en
absoluto patrimonio exclusivo de los hebreos.
conclusión
337
También en los
mitos de los héroes, vimos como las discrepancias entre las diferentes
facciones religiosas y políticas generaban cuentos y leyendas sobre los tiempos
pasados. En esta categoría, vimos cómo Aarón era falsamente acusado de
construir el becerro de oro o como se acusaba injustamente a Moisés de
desobedecer las órdenes de Dios en Meribá.
Aunque, y de
forma más importante, también vimos cómo los hebreos adoptaron leyendas y mitos
heroicos de otras culturas y las convirtieron en propias. La historia de Sansón
derribando el templo, por ejemplo, procede de un mito egipcio, y la historia
de Ester es una adaptación a los propósitos hebreos de una leyenda babilonia.
Débora era otra deidad egipcia cuya historia se transformó en el relato de una
heroica mujer hebrea. Tampoco ponían reparos los propagandista a atribuir los
hechos heroicos de un hebreo a otro, como vimos en el caso del cronista del rey
David que atribuyó a David la muerte de Goliat cuando la hazaña pertenecía a
Elijanán, uno de sus soldados.
Sí, la Biblia es una recopilación de mitos, pero mitos
que revelan mucha verdad sobre la historia antigua del pueblo de Israel, al
igual que los yacimientos arqueológicos revelan verdades sobre las gentes que
con ellos vivían. Mientras los estudiosos debaten y discuten sobre si los
patriarcas existieron o si Israel habitó en Egipto, se produjo un Éxodo o el
rey David conquistó Jerusalén, las estratificaciones de la Biblia nos proporcionan la
historia. A pesar de la falta de evidencias arqueológicas de la historia primitiva,
los artefactos mitológicos nos muestran claramente que la religión israelita
tiene una larga historia que se remonta por lo menos al periodo patriarcal, que
Moisés se enfrentó al faraón, Israel salió de Egipto y existió una monarquía
unitaria que se separo en dos partes.
Además, a pesar de que la historia
bíblica no coincide con los estándares actuales de la escritura de la historia,
los textos nos muestran que, a pesar de la reputación de Heródoto como padre de
la historia, los primitivos escritores hebreos, los autores de las fuentes J,
S, P y D, inventaron el género y fueron los primeros historiadores verdaderos.
Integraron enormes cantidades de información y tradición, escribieron unos
grandiosos relatos épicos de los orígenes de Israel que abarcan varias
generaciones y en el proceso crearon una bellísima literatura. Irónicamente, es
ese mismo acto de incorporar el material mítico en sus narraciones lo que nos
permite dar validez a la gran cantidad de material que quedó mera de los
registros históricos.
Lecturas de ampliación
Las obras de referencia que recomendamos
a continuación van dirigidas al lector corriente que quiere ampliar su
exploración de algunos temas e ideas que este libro suscita. La mayoría de las
publicaciones que se mencionan deberían estar disponibles en las librerías y
las buenas bibliotecas.
La mejor obra de referencia sobre la
hipótesis documental es el Who wrote the
Bible? (¿Quién escribió la
Biblia ?) de Richard Elliot Friedman (Summit Books), que
explica la historia y evolución de las fuentes J, E, S, y D, y muestra cómo
influyeron en la escritura de los cinco primeros libros de la Biblia. El apéndice
contiene una útil tabla que separa los versículos bíblicos según su fuente y
también incluye una bibliografía de los más importantes trabajos académicos
sobre historia bíblica. Recientemente, el mismo autor ha publicado The hidden Book in the Bible (El libro
oculto en la Biblia )
(Harper San Francisco), que extrae el texto de la fuente J de la Tora y la presenta como una
narración continua. También sigue la pista de lo que él cree es la mente J en
otros libros de la
Biblia. Aunque esta visión extendida de J no ha recibido
todavía la aceptación generalizada del mundo académico, Friedman es un
estudioso muy respetado en el campo del estudio crítico de las fuentes y sus
puntos de vista tienen cierto peso.
Existen así mismo numerosos comentarios
académicos sobre cada libro de la
Biblia , y muchos de ellos tienen en consideración el papel de
las fuentes J, E, S y D en los cinco primeros libros. Una de las mejores obras
de referencia en este terreno es Anchor
Bible, consistente en un volumen separado para cada libro de la Biblia , con traducción y
comentarios a cargo de un estudioso de primera fila para cada volumen en
cuestión.
Los diccionarios de la Biblia ofrecen una buena
manera de obtener información rápida sobre una persona o tema en particular.
Uno de los mejores es el Anchor Bible
Dictionary, que contiene numerosos comentarios académicos a cargo de
expertos en estudios bíblicos. Aparecido hace pocos años, contiene no sólo la
más reciente información sobre los yacimientos arqueológicos del Próximo
Oriente, también resume los diferentes puntos de vista de varios estudiosos sobre
un tema en particular de muchas áreas de estudio. También ofrece la ventaja de
publicarse de forma separada en CD-Rom.
Entre otros diccionarios útiles sobre la Biblia encontramos el Harper Collins Bible Dictionary, editado
por Paúl C. Achteimer junto con la
Society of Biblical Literature, una de las organizaciones
líderes para estudiosos bíblicos, y el Harper's
Bible Dictionary, editado por Madeleine S. y J. Lañe Miller.
La era cibernética ha dado entrada a
varios paquetes de estudios bíblicos computerizados, que ofrecen traducciones
múltiples y la opción de búsqueda instantánea de todos los versículos que
contienen una palabra o expresión en particular. Además, muchos de estos
paquetes ofrecen obras de referencia integradas que incluyen concordancia de
palabras fuertes, diccionarios hebreos y griegos con definiciones y
diccionarios y atlas bíblicos. Uno especialmente útil es Quick Verse (Versículo Rápido) de Parsons technology, que puede
encontrarse en tiendas de software especializadas.
Para el estudio de la mitología del
Próximo Oriente, una buena obra de introducción general es Mythologies of the Ancient Worid (Anchor, Doubleday), editada por
Samuel Noah Kramer, un experto destacado en textos del Próximo Oriente. Cada
región está tratada por un experto y cada escritor proporciona una introducción
y un análisis de los mitos relevantes. El mismo Kramer escribe la introducción
y la sección sobre Sumeria y Acad.
Hay varias enciclopedias bellamente
ilustradas sobre mitología general que cumplen la misma función, entre ellas
encontramos: Mythology: An Illustrated
Encyclopedia (Rizzoli), editada por Richard Cavendish, la New
Larousse
Encyclopedia of Mythology (Putnam), Egyptian
Mythology (Paúl Hamiyn) y Near
Eastern Mythology (Hamiyn) de John Gray.
Para aquellos que prefieren leer los
textos antiguos en lugar de resúmenes, la obra de referencia fundamental es Ancient Near Eastern Texts Relating to the
Oíd Testament (Princeton University Press), editado por James B. Pritchard.
Se trata de una colosal recopilación de documentos del Próximo Oriente antiguo
procedentes de diferentes culturas y con sucintas introducciones al material.
El mismo autor dio a la imprenta un volumen de acompañamiento de nombre The Ancient Near East in Pictures
(Princeton University Press). Es bastante improbable encontrar la versión
completa de ambas obras fuera de una biblioteca, pero hay una versión muy
resumida en dos volúmenes en rústica que se pueden encontrar en librerías.
Para una traducción de los mitos
babilonios de la Creación
y el diluvio habría que leer las dos obras de Alexander Heidel, The Gilgamesh Epic ana Oíd Testament
Paralleis (University of Chicago Press) y The Babylonian Génesis (University of Chicago Press). Génesis in Egypt (Van Siclen), de la Yaie Egyptological
Studies, ofrece una buena perspectiva de algunos textos egipcios de la Creación.
El único texto substancial que explica el
ciclo mitológico de Osiris nos lo proporciona el escritor clásico Plutarco en
su Isis ana Osiris. Suele encontrarse
resumido en la mayoría de textos sobre los mitos egipcios, pero la Loeb Classic Library
ofrece el texto completo en edición bilingüe griego-inglés en el quinto volumen
de su edición de las Moralia de
Plutarco. Existen también varias colecciones sobre la literatura del antiguo
Egipto que ofrecen una traducción de The
Contendings of Horus and Set (Las disputas de Horus y Set); entre ellas
encontramos The Literature of Ancient
Egypt (Yaie University Press), editada por William Kelly Simpson, y Ancient Egyptian Literature, Volume II
(University of California Press), a cargo de Miriam Lichteim.
Entre los autores clásicos que
escribieron sobre el antiguo Egipto tenemos a Heródoto, Diodoro Sículo,
Plutarco y Josefa Flavio (en sus Antiquitates
iudaica). Egypt ofthe Pharaohs (Oxford University Press) es una historia
general de Egipto escrita en 1961 que se ha convertido casi en un clásico,
mientras que A History of Ancient Egypt
(BlackweII), de
Nicolás Grimal,
publicada en 1994, ofrece una visión de conjunto puesta al día.
Para un estudio general de Mesopotamia,
un buen punto de partida sería Summer ana
the Summerians (Cambridge University Press), de Harriet Crawford, y Babylon (Thames and Hudson), de Joan
Oates. Es también muy recomendable el bellamente ilustrado Cultural Atlas of Mesopotamia and the Ancient Near East (Pactas on
File), de Michael Roaf.
Para otras
áreas del Próximo Oriente, deberíamos consultar The Sea Peoples: Warriors of the Ancient Mediterranean (Thames and
Hudson), de N. K. Sandars; The Secret
ofthe Hittites (Shocken Books), de C. W. Ceram, Ugarit and the Oíd Testament (Erdmans), de Peter C. Craigie y The Phoenicians. The Purple Empire ofthe
Ancient World (William Morrow), de Gerard Herm.
Para un estudio académico detallado del
antiguo Oriente Próximo, es probable que no haya mejor fuente que la Cambridge Ancient History, en varios volúmenes, cada uno de los cuales cubre un
espectro temporal y la cultura, política, religión e historia de Egipto,
Mesopotamia, Canaán, Siria, Grecia yAnatolia (aproximadamente, la actual
Turquía).
Finalmente, y como desafío a los puntos
de vista tradicionales sobre los orígenes de la civilización bíblica,
recomiendo mi propio The Moses Mystery
(Birch Lañe Press), reeditado como The
Bible Myth (Citadel). Se opone a la idea bíblica de que Israel evolucionó
durante muchos siglos a partir de una cultura semita y nómada en Mesopotamia y
Canaán. Por el contrario, yo argumento que los israelitas surgieron de pronto
en el Egipto del siglo xiv a.C. como seguidores del faraón monoteísta Akhenatón,
y que abandonaron Egipto durante las violentas secuelas de la
contrarrevolución. El libro también compara la historia de los patriarcas
bíblicos con los ciclos mitológicos egipcios y muestra los paralelismos entre
ambos.
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