Sea que la gente se dé cuenta de ello o no, mucho de lo que hace está ligado con prácticas o creencias supersticiosas, y algunas de estas giran en torno a deidades o espíritus. Por ejemplo, ¿sabe usted que el observar cumpleaños viene de la astrología, que da muchísima importancia a la fecha exacta en que uno ha nacido? ¿Y qué se puede decir del pastel o bizcocho de cumpleaños? Parece que se relaciona con la diosa griega Artemisa, cuyo cumpleaños se celebraba con tortas de forma de Luna hechas con miel sobre las cuales se ponían velas. Además, ¿sabe que usar ropa negra para los funerales era al principio una estratagema para que los espíritus malos que supuestamente estaban al acecho en aquellas ocasiones no se fijaran en la persona vestida de negro? Algunos africanos negros se pintan de blanco, y en otros países los dolientes se ponen ropa de colores raros para que los espíritus no los reconozcan.
Además de estas costumbres populares, por todas partes la gente tiene sus supersticiones y temores. En Occidente el quebrar un espejo, ver un gato negro, pasar por debajo de una escalera y, dependiendo de dónde uno viva, el martes 13 o el viernes 13... todo se ve como augurio de mal. En Oriente los japoneses llevan su quimono con el lado izquierdo doblado sobre el derecho, porque lo contrario se deja para los cadáveres. Al construir sus casas los japoneses se aseguran de que ninguna ventana o puerta dé hacia el nordeste, para que los demonios, que supuestamente vienen de esa dirección, no encuentren la entrada. En las Filipinas la gente les quita los zapatos a los muertos para colocárselos junto a las piernas antes del entierro, para que “san” Pedro les dé la bienvenida. Personas mayores advierten a los jóvenes que se porten bien, mientras señalan a la figura que se ve en la Luna y dicen que es “san” Miguel, que está vigilando y poniendo por escrito lo que los jóvenes hacen.
Sin embargo, el creer en espíritus y deidades no está limitado a costumbres y supersticiones aparentemente innocuas. Tanto en las sociedades primitivas como en las modernas la gente ha recurrido a varios medios de controlar o apaciguar a los espíritus que le infunden temor y ganarse el favor de los benevolentes. Por supuesto, puede ser que primero pensemos en habitantes de las selvas y montañas distantes que consultan a médium, curanderos y chamanes (sacerdotes de la magia) cuando están enfermos o afrontan dificultades. Pero también en ciudades grandes y chicas la gente acude a astrólogos, pronosticadores, adivinos y echadores de la buenaventura para inquirir sobre el futuro u orientarse al tomar decisiones importantes. Hay personas que aunque de nombre pertenezcan a alguna religión se entregan a estas prácticas con entusiasmo. Muchas otras han hecho del espiritismo, la magia negra y el ocultismo su religión.
¿Qué fuente u origen tienen todas estas prácticas y supersticiones? ¿Son solo diferentes maneras de acercarse a Dios? Y, más importante aún, ¿qué hacen para los que las siguen? Para la respuesta a estas preguntas tenemos que investigar la historia antigua del hombre y ver cuáles eran sus primeras maneras de adorar.
Además de estas costumbres populares, por todas partes la gente tiene sus supersticiones y temores. En Occidente el quebrar un espejo, ver un gato negro, pasar por debajo de una escalera y, dependiendo de dónde uno viva, el martes 13 o el viernes 13... todo se ve como augurio de mal. En Oriente los japoneses llevan su quimono con el lado izquierdo doblado sobre el derecho, porque lo contrario se deja para los cadáveres. Al construir sus casas los japoneses se aseguran de que ninguna ventana o puerta dé hacia el nordeste, para que los demonios, que supuestamente vienen de esa dirección, no encuentren la entrada. En las Filipinas la gente les quita los zapatos a los muertos para colocárselos junto a las piernas antes del entierro, para que “san” Pedro les dé la bienvenida. Personas mayores advierten a los jóvenes que se porten bien, mientras señalan a la figura que se ve en la Luna y dicen que es “san” Miguel, que está vigilando y poniendo por escrito lo que los jóvenes hacen.
Sin embargo, el creer en espíritus y deidades no está limitado a costumbres y supersticiones aparentemente innocuas. Tanto en las sociedades primitivas como en las modernas la gente ha recurrido a varios medios de controlar o apaciguar a los espíritus que le infunden temor y ganarse el favor de los benevolentes. Por supuesto, puede ser que primero pensemos en habitantes de las selvas y montañas distantes que consultan a médium, curanderos y chamanes (sacerdotes de la magia) cuando están enfermos o afrontan dificultades. Pero también en ciudades grandes y chicas la gente acude a astrólogos, pronosticadores, adivinos y echadores de la buenaventura para inquirir sobre el futuro u orientarse al tomar decisiones importantes. Hay personas que aunque de nombre pertenezcan a alguna religión se entregan a estas prácticas con entusiasmo. Muchas otras han hecho del espiritismo, la magia negra y el ocultismo su religión.
¿Qué fuente u origen tienen todas estas prácticas y supersticiones? ¿Son solo diferentes maneras de acercarse a Dios? Y, más importante aún, ¿qué hacen para los que las siguen? Para la respuesta a estas preguntas tenemos que investigar la historia antigua del hombre y ver cuáles eran sus primeras maneras de adorar.
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