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lunes, 23 de noviembre de 2015

Se persigue a los albigenses




Otro movimiento empezó en el siglo XII en el sur de Francia... el de los albigenses (conocidos también como cátaros), a quienes se llamó así por el pueblo de Albi, donde tenían muchos seguidores. Tenían su propia clase clerical célibe, y estos esperaban que se les saludara con reverencia. Creían que Jesús había hablado en sentido figurado en su última cena cuando dijo del pan: “Esto es mi cuerpo”. (Mateo 26:26, VP.) Rechazaban las doctrinas de la Trinidad, el parto virginal, el infierno de fuego y el purgatorio. Así, activamente ponían en duda las enseñanzas de Roma. El papa Inocencio III ordenó que se persiguiera a los albigenses. “Si es necesario —dijo—, suprímanlos con la espada.”

Se envió una cruzada contra los “herejes”, y los cruzados católicos mataron a 20.000 hombres, mujeres y niños en Béziers, Francia. Después de mucho derramamiento de sangre, en 1229 se alcanzó la paz cuando los albigenses fueron derrotados. El Concilio de Narbona “prohibió que los legos poseyeran parte alguna de la Biblia”. Parece que la raíz del problema para la Iglesia Católica era la existencia de la Biblia en el lenguaje de la gente.

El paso siguiente de la iglesia fue establecer la Inquisición, un tribunal para suprimir la herejía. Ya la gente estaba bajo la influencia de un espíritu de intolerancia; eran personas supersticiosas y demasiado dispuestas a linchar y asesinar a “herejes”. Las condiciones del siglo XIII se prestaban al abuso del poder por la iglesia. Sin embargo, “los herejes condenados por la Iglesia eran entregados al ‘brazo seglar’ —las autoridades locales—, para que murieran por quema” (The Age of Faith). Al dejar que las autoridades seglares se encargaran de las ejecuciones mismas, la iglesia daba la impresión de estar libre de culpa del derramamiento de sangre. La Inquisición empezó una era de persecución religiosa que resultó en abusos, denuncias falsas y anónimas, asesinato, robo, tortura y muerte lenta para miles de personas que se atrevieron a divergir de la iglesia en creencias. Se suprimía la libertad de expresión religiosa. ¿Había esperanza para el que buscara al Dios verdadero? El capítulo 13 contestará eso.

 Mientras todo esto sucedía en la cristiandad, en el Oriente Medio un árabe solitario se puso en contra de la apatía religiosa y de la idolatría de su propio pueblo. En el siglo VII dio comienzo a un movimiento religioso que hoy tiene la obediencia y sumisión de casi mil millones de personas. Ese movimiento es el islamismo. El capítulo siguiente considerará la historia de su profeta-fundador y explicará algunas de sus enseñanzas y la fuente de estas.

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