F.P. Barrows,
D.T.
PROLOGO DEL
TRADUCTOR
La Biblia es la palabra de Dios
divinamente inspirada y revelada a los hombres, y " es útil para enseñar,
para reprender, para corregir, para instituir en justicia, a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, completamente instruido a toda buena obra,"
según dice el apóstol de los gentiles. Y si la Biblia es una tal revelación,
como tenemos muchas y poderosísimas razones para creer que lo es, ella ha de
ser, por consiguiente, la única y exclusiva Regla porque han de guiarse los
hombres en cuestiones de fe y práctica religiosas. No son los obispos, ni los
concilios, ni la Iglesia, ni nada que sea humano, lo que ha de guiarnos a este
respecto, sino la Palabra de Dios que puede ser "lámpara a nuestros pies y
lumbre a nuestros caminos," para dirigir nuestros pasos por sendas de
rectitud y justicia ante la presencia de Dios. En el Volumen Santo se nos
enseña el camino de la Salvación, según es en Cristo Jesús, en forma tal, que
sin él no podríamos conocer ese camino y estaríamos desposeídos de "una
tan grande salud." De aquí que en la Biblia tengamos todo lo que
necesitamos saber para nuestro bien espiritual.
En contra de la doctrina romanista
que enseña que la Biblia no debe ser leída más que por el clero y las personas
por él autorizadas, está el principio genuinamente protestante del libre
examen, Y según el cual todos los hombres, letrados e ¡letrados, de todas las
razas y de todos los países, tiene el derecho inalienable y el sagrado deber de
leer y explicar las Escrituras por sí mismos y de acuerdo con sus conciencias;
porque es completamente lógico y natural que si esas Escrituras son la
Revelación de la voluntad de Dios hecha a los hombres, los hombres
individualmente son los llamados a escudriñarla a fin de conocer la voluntad
divina.
Pero este examen individual de la
Biblia ha de ser hecho con método, de acuerdo con ciertas leyes, basado en
principios dados; y no de una manera desordenada y falta de sistematización. De
no hacerlo así estamos expuestos a ir al otro extremo que la Iglesia Romana,
pero con el mismo resultado: la Iglesia de los Papas ha violentado la Palabra
de Dios con su método de guardarla bajo cadena y enseñar doctrinas a ella
contrarias; nosotros la violentaríamos, seguramente, si al proceder a su
lectura e interpretación no nos basamos en sólidos principios exegéticos, y
haríamos enseñar teorías completamente erróneas, o fantásticas, reñidas con el
Espíritu de la Revelación.
El libro que hoy presentamos al público
evangélico en el idioma español, presenta, de manera admirable, las reglas o
principios por que debemos guiarnos en la interpretación del Libro Inspirado, y
su material es muy rico en lecciones instructivas e ilustraciones sugestivas; y
no dudamos que é1 ha de contribuir grandemente a la ayuda del público español a
la mayor comprensión de las Sagradas Escrituras.
Este trabajo formaba, en el original
inglés, la cuarta parte del libro "The Companion to the Bible" (El
Compañero de la Biblia); y algunas veces en esta parte de su trabajo, y con el
fin manifiesto de aclarar y robustecer lo que dice, el autor cita otras partes
de su libro. Pudimos, con toda legitimidad, haber pasado por alto estas citas,
pero creyendo que ello había de ser beneficioso para el lector, y que
contribuiría al mayor enriquecimiento del libro, nos impusimos la tarea de
traer e intercalar en el texto, las palabras que el autor cita de otros lugares
de su obra.
Deseo significar mi agradecimiento
al Pbro. José López por la gran ayuda que me prestó en la preparación de
los Índices.
Hemos realizado esta traducción con
la esperanza de ser útiles a los cristianos en general, y a los ministros en
particular, que desconocen el inglés, en los países hispano-americanos. Quiera
Dios que les sea de grande utilidad en su estudio de la Palabra Divina y que
sirva para hacer que se dé mayor gloria a Logos encarnado, cuyo es el poder y
la honra por los siglos de los siglos.
A.
S. R. G.
***
CAPITULO I
OBSERVACIONES
INTRODUCTORIAS
1.-El término Hermenéuticas (Griego,
hermeneau, interpretar) es empleado comúnmente para denotar el
principio de interpretación bíblica. La palabra griega exégesis, que
significa exposición, denota la obra actual de interpretación. La hermenéutica
es, por lo tanto, la ciencia de la interpretación; la exégesis, la
aplicación de esta ciencia a la Palabra de Dios. El escritor hermenéutico da
los principios generales para la interpretación; el escritor exegótico usa
estos principios en la exposición de las Escrituras. Los términos epexégesis
y epexégetico son usados por los expositores, en un sentido especial, para
denotar algo que es explicatorio del inmediato contexto.
2.-El oficio del expositor es,
buscar y explicar el verdadero significado de los escritos inspirados, sin
agregarles o quitarles nada, y sin hacerles cambios en ningún sentido. Aquí
podemos presentar un instructivo paralelo entre su labor y la de la crítica
textual. La crítica textual se propone presentar, no lo que algunos creen que
el escritor inspirado debió haber escrito, sino lo que en realidad escribió. Y
así el verdadero expositor, tomando para su estudio las palabras de las
Escrituras, trata de encontrar en ellas las ideas verdaderas que el escritor
inspirado se propuso que encerraran, y no tratar de hacer que tengan un
significado que esté en armonía con sus opiniones preconcebidas. Es muy
pertinente, por lo tanto, que consideremos al conúenzo de nuestro trabajo, las
condiciones que debe reunir el intérprete bíblico. Estas condiciones requieren
elevadas cualidades morales e intelectuales, así como variados y profundos
conocimientos.
3.-La primera cualidad que debe
poseer el intérprete bíblico, es: un supremo respeto a la verdad. Una
convicción general y el reconocimiento de su deber de fidelidad, no serán
bastantes a guardarlo de todas las influencias sugestivas que se hallan en su
camino. Aunque sea un sincero cristiano, está todavía en peligro de ser llevado
por senderos falsos, a causa del poder de sus opiniones preconcebidas, o sus
relaciones sectarias. Necesita tener una constante y vivida comprensión de la
santidad de la verdad, principalmente de la verdad bíblica, que Dios ha
revelado para la santificación y salvación de los hombres. "Santifícalos
por tu verdad; tu palabra es la verdad." Estas palabras del Salvador deben
ser consideradas, noche y día, por el intérprete bíblico, hasta que ellas
formen Parte de su vida espiritual; y debe también recordar siempre que siendo
el origen de la verdad bíblica tan divino, y su oficio tan elevado, Dios hará
responsable a todo aquel que la viole en interés de sus opiniones humanas y
preconcebidas, sustituyendo así la insensatez de los hombres por la sabiduría
de Dios.
4.-El intérprete bíblico necesita
además un profundo juicio, combinado con el poder de una concepción vívida.
Mencionamos juntas estas dos cualidades, porque ellas se suplementan
mutuamente. La descripción ocupa una gran parte de la Biblia; y en este
respecto el intérprete necesita el poder de la concepción, a fin de poder traer
a su mente un cuadro vívido de las escenas que se describen, con perfecta
armonía entre todas sus partes. Otra gran parte de la Biblia contiene el lenguaje
poético y los sentimientos conmovedores. Y para la interpretación de estos
pasajes, es especialmente necesaria la facultad de la concepción, para que
podamos colocarnos tan completamente como sea posible, en las mismas
circunstancias de los escritores, y podamos formarnos una idea cabal de las
emociones que llenaban sus mentes y dieron forma y complexión a sus probaciones.
Una lógica fría, como la adición de cualquier caudal de conocimientos humanos '
simplemente, no nos ayudará a comprender y explicar con verdad el Salmo 42. En
el poder de la imaginación debemos ir con el poeta al destierro, desde el
santuario de Jerusalén allende el Jordán a la tierra de los hermonitas; debemos
ver su triste y solitaria condición; debemos oír los amargos vituperios de sus
enemigos; debemos presenciar la tempestad interna de sus sentimientos-el
continuo conflicto entre la naturaleza y la fe-antes de que podamos tener una
verdadera comprensión de sus palabras. Y lo mismo pudiera decirse de
innumerables pasajes de las Escrituras.
Pero este poder de vivida
concepción, cuando no es refrenado por un sano juicio, puede llevar al
expositor de las Escrituras a las más locas extravagancias de la fantasía.
Haciendo caso omiso de las reglas más elementales de la interpretación, cubrirá
los pasajes más claros de las Escrituras, con una masa de interpretaciones
alegóricas, bajo el supuesto de dar a las palabras inspiradas un sentido más
elevado y edificante. Que las condiciones naturales, unidas a un variado y
sólido conocimiento y a un celo infatigable por el Evangelio, no son una segura
salvaguardia contra el error, lo vemos en el ejemplo de Orígenes y otras
personas. No contentos con no dejar a las simples narraciones del Evangelio
hablar por sí mismas y que dieran sus propias lecciones de instrucción, estos
expositores alegóricos sacan de ellas, a la fuerza, un sentido de más elevada
espiritualidad. Al hacer semejante cosa echan por tierra los mismos principios
por los cuales las doctrinas espirituales de las Escrituras son enseñadas.
Orígenes, por ejemplo, comentando el
encuentro entre el criado de Abraham y Rebeca en el pozo de Aman, dice: "Rebeca
venía todos los días al pozo. Por lo tanto podía ser encontrada por el criado
de Abraham, y ser unida a Isaac en matrimonio." De esta manera da
el sentido literal de este acontecimiento. Pero después va a demostrar, entre
otras cosas, que Rebeca representa el alma humana con la que Cristo desea
desposarse, y que el criado de Abraham representa "la palabra profética,
sin cuya recepción el alma humana no puede desposarse con Cristo. "
5.-Otra condición que es
indispensable, absolutamente, para la interpretación bíblica, es: simpatía Itácia
la divina verdad; en otras palabras: esa armonía del espíritu con las
verdades reveladas que viene de la sincera recepción que de ellas hacemos, y la
rendición de toda la vida, interna y externa, a su dominio. "Si alguno
quisiere hacer su voluntad," dice el Salvador, "conocerá de mi
enseñanza, si es de Dios, o si hablo de mí mismo. " Juan 7:17. En estas
palabras nuestro Señor propuso a los judíos incrédulos el verdadero remedio
para su ignorancia y error con respecto a su personalidad y oficio, cosas que
no habían comprendido, no porque estuviesen faltos de evidencia, sino por su
perverso y culpable rechazamiento de las evidencias a su favor. Su estado moral
era la continua rebelión contra la verdad de Dios; y ellos, por lo tanto, no
podían sentir simpatía hácia las doctrinas del Salvador. Odiaban la luz, y no
querían venir a la luz, porque sus obras eran malas. Juan 3:20. Lo que
necesitaban no era más luz, sino ese espíritu obediente que ama la luz y
permite que ella brille en el alma. El hombre que desea ser un buen intérprete
de la Palabra de Dios, debe comenzar donde el Salvador dijo a estos judíos que
comenzaran. Desde el momento en que conozca la verdad, debe aceptarla de
corazón, no de teoría solamente, sino en la práctica diaria; y entonces estará
preparado para obtener mayor conocimiento de ella, y para presentar sus tesoros
celestiales a sus semejantes. Pero si viene al estudio de la Palabra de Dios
con un corazón que está siempre en desacuerdo con sus preceptos, y con una
mente oscurecida por las afecciones pecaminosas, ninguna cantidad de
conocimientos, o de sagacidad para la crítica, le valdrá para hacerle un
verdadero expositor de sus contenidos. No teniendo simpatía hacia las doctrinas
fundamentales del Evangelio, sino que, por el contrario, las mira con positiva
aversión, no estará en condiciones, ni para comprenderlas en su verdadera luz,
ni para explicarlas con verdad a sus semejantes. En la obra de la
interpretación, un buen corazón-bueno en el sentido bíblico---es tan importante
como una mente clara y bien provista de conocimientos.
6.-Cualquiera que considere la
extensión y variedad de los conocimientos humanos que están comprendidos en la
Biblia, se convencerá de cuan extenso y variado ha de ser el saber del
hábil intérprete de las Escrituras.
Los idiomas en que fue escrita la Biblia son
idiomas muertos; y el conocimiento de ellos, como el de todos los idiomas
muertos, se adquiere en gramáticas, diccionarios, versiones antiguas, etc., y
solamente después de un profundo y continuado estudio. En realidad no es
necesario que los cristianos, ni aun que todos los predicadores del Evangelio,
puedan leer la Biblia en los idiomas originales; pero es un principio del
Protestantismo, la verdad del cual ha sido confirmado por la experiencia de
siglos, que en las iglesias debiera haber siempre un número de individuos que
puedan leer el Libro Santo en los idiomas en que fue escrito. El comentador,
por lo menos, no debe sacar sus exposiciones de las versiones comunes, sino de
las originales; y el reconocimiento de la sagrada y suprema autoridad de la
Palabra Inspirada, exige siempre que haya un buen número de sabios, repartido
en todas las denominaciones, que pueda juzgar, de acuerdo con los originales,
si las interpretaciones bíblicas son correctas.
Las Escrituras están llenas de citas
y referencias a ciudades, montañas, llanos, desiertos, ríos y mares de la
Palestina y las regiones inmediatas; de sus climas, sus animales, y plantas; de
sus productos agrícolas y tesoros minerales; de sus caminos y rutas comerciales
entre las diferentes naciones; en una palabra: citas de esos numerosos
particulares que entran en las denominaciones de geografía e historia
natural. Las extensas investigaciones de los tiempos modernos, en estos
departamentos del conocimiento humano, han derramado una gran luz sobre las
páginas de la inspiración, la que ningún expositor que sea digno de semejante
nombre, puede dejar de conocer.
Y si alguna persona coleccionara e
ilustrara las alusiones de las Escrituras a las costumbres y manera de ser de
los antiguos hebreos, a sus instituciones civiles, a sus ritos y ceremonias
religiosas, pudiera muy bien componer un volumen de antigüedades bíblicas.
Además, las relaciones que el pueblo
escogido tuvo con las naciones circunvecinas, especialmente las grandes
monarquías que sucesivamente dominaron el mundo civilizado-Egipto, Asiria,
Caldea, Grecia, Roma-requieren un gran conocimiento de historia antigua, e
inseparablemente con esto, de cronología antigua. La cronología bíblica,
verdaderamente, constituye en sí una ciencia que abraza asuntos de gran
perplejidad y dificultad, cuya solución tiene una inmensa importancia en
relación con los pasajes a que hace referencia.
7.-Sin embargo, en ninguna manera afirmamos
que las condiciones arriba mencionadas sean necesarias para el conocimiento
salvador de la Palabra de Dios. Las doctrinas y los preceptos esenciales de la
Biblia son tan sencillos y claros, que pueden fácilmente ser comprendidos por
el lector no ilustrado que va a su estudio con corazón sincero. En este
respecto Dios ha hecho la visión tan clara "que corra el que leyere en
ella" (Heb. 2:2); y el camino al cielo tan directo que el hombre que por
el vaya, aunque haya sido un insensato, no yerre (Isa. 35:8). Pero el
intérprete de las Escrituras debe estar en condiciones de explicar los pasajes
difíciles también, hasta donde sea posible según las investigaciones humanas;
porque esos pasajes difíciles son parte de "las Escrituras dadas por
inspiración de Dios," y que, según el Apóstol, "son útiles para
enseñar, para reprender, para corregir, para instituir en justicia" (2a.
Tim. 3:16). El intérprete bíblico debe hacer todo esfuerzo por comprender el
verdadero sentido de estos pasajes, y por explicarlos a sus semejantes con toda
la fidelidad y claridad que le sea posible.
8.-Hay un lado humano y otro
divino en la interpretación bíblica-un lado humano porque las Escrituras se
dirigen a los hombres en el idioma humano y de acuerdo con la manera de hablar
y pensar de los hombres; y un lado divino porque ellas contienen una verdadera
revelación de Dios a los hombres, distinguiéndose en este respecto de todos los
otros escritos del mundo. El descuido del estudio del lado humano conduce a los
métodos visionarios de interpretación, en los cuales la fantasía del escritor
se sobrepone a las reglas de la crítica, y la Palabra de Dios se acomoda a las
opiniones preconcebidas. La negación del lado divino, sea ya inocente o
intencionadamente, se manifiesta por una interpretación fría y escéptica, que
niega o explica a su manera, todo lo que es sobrenatural en la Biblia; la que
en vez de buscar esa unidad de plan y armonía de partes que es característica
en toda obra de Dios; se complace en exagerar las supuestas inconsistencias y
contradicciones de las Sagradas Escrituras, y en poner en guerra una parte de
la Biblia con la Otra; y la que no teniendo fe en que la Biblia contiene la
voluntad de Dios, lleva la duda, con respecto a su origen divino, a la mente
del lector. No podemos llegar a un verdadero conocimiento de la Palabra
Inspirada, si no tenemos siempre ante nuestra vista estos dos aspectos de la
Revelación, que mutuamente se suplementan.
***
Primera División:
LA INTERPRETACION VISTA DESDE
EL LADO HUMANO
CAPITULO II
PRINCIPIOS GENERALES
1.-Desde el momento en que la Biblia se dirige a los hombres en el
idioma humano, y de acuerdo con la manera de hablar y pensar de los hombres, el
primer trabajo que tiene que realizar el intérprete, es: encontrar el
significado de los términos que en ella se usan. En este respecto debe
procederse de la misma manera en que se procedería si se tratase de cualquier
otro escrito, tratando de obtener, con la ayuda de diccionarios, gramáticas,
antiguas versiones, interpretaciones antiguas, etc., un profundo conocimiento
del lenguaje empleado por el Santo Espíritu en sus revelaciones a los hombres.
A estas ayudas externas debe unirse la luz interna que se adquiere de la
cuidadosa consideración del contexto, de la conocida fraseología del autor, de
los pasajes paralelos, etc.
En lo que respecta al Nuevo Testamento, el conocimiento del griego
clásico no será suficiente. A esto debe agregar el intérprete un profundo
conocimiento del lenguaje peculiar del Nuevo Testamento, y también del uso especial
que del idioma hacen los distintos escritores.
En lo que respecta al carácter del griego del Nuevo Testamento, hace
años hubo mucha controversia, acompañada algunas ocasiones, de acaloramientos
innecesarios. Una clase de escritores parece que pensaba que el honor del Nuevo
Testamento dependía de su habilidad en demostrar la pureza clásica y la
elegancia del estilo; como si el Espíritu inspirador pudiera dirigirse a los
hombres solamente por medio de un lenguaje que estuviese completamente de acuerdo
con el modelo clásico. Otra clase de escritores se fueron al extremo opuesto,
hablando, en términos exagerados, del hebraismo y solecismo de los escritores
del Nuevo Testamento. La verdad se encuentra, sin embargo, entre estos dos
extremos. El estilo del Nuevo Testamento no es ni clásico ni bárbaro; sus
características se ajustan estrictamente a la historia de su origen. (1) Su
base no es el griego de Platón o Genofonte, sino el dialecto común llamado
Helenista, que nació en la época de Alejandro Magno, en que "los
diferentes dialectos que anteriormente hablaban las varias secciones de la
nación Helena fueron fundidos en un lenguaje popular. " (Winer, Gram. of the N. T., Sec. 2). Los judíos alejandrinos
indudablemente lo aprendieron, no de los libros, sino en la práctica de la vida
diaria, y probablemente tenía sus provincialismos en Alejandría y las regiones
inmediatas. (2) En el uso judaico, este dialecto griego recibió un colorido
hebreo, por el constante uso de la versión Septuaginta, versión que es una
traducción literal de las Escrituras hebreas al griego, reteniendo, por
supuesto, muchos modismos hebraicos. Sólo podían elevarse sobre esta influencia
profundos pensadores como Josefo y Filo. Los escritores del Nuevo Testamento
manifiestan el poder de esta influencia, de varias maneras- porque en lo que
respecta a hebraismos, ellos no pueden considerarse en el nivel común. (3) Como
el Arameo-llamado Ciro-Caldeo-era el lenguaje de las masas populares, el estilo
de los escritores del Nuevo Testamento recibió un matiz de él también. (4)
Sobre todo, el estilo del Nuevo Testamento recibió una profunda impresión del
hecho de que los escritores eran judíos, que escribían bajo la influencia de la
educación judaica y de la fe hebrea, además del elemento del cristianismo. En
sus escritos se ve el fenómeno del espíritu y la idea judeo-cristiano,
envueltos en el lenguaje de Grecia; y esto separa completamente los escritos
del Nuevo Testamento de las composiciones puramente clásicas. Los escritores
apostólicos hicieron que el idioma griego expresara ideas completamente
extrañas a la concepción de los autores paganos más cultos; ideas que eran sólo
parcialmente conocidas de las religiones hebrea y cristiana, y que en parte
eran peculiares al Cristianismo. Semejante cosa sólo se podía realizar dando a
los términos ya existentes un nuevo y más elevado significado, por lo que estos
términos adquirieron un carácter técnico que era completamente desconocido a
los escritores clásicos.
El Apóstol Juan, por ejemplo, aplica el término
Logos (Palabra) al Hijo de Dios. Pero de esto no podemos argumentar que los
otros escritores le den el mismo significado; como, v. g., en el bien conocido
pasaje de Heb. 4:12. "Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz."
El uso simplemente, a menudo es insuficiente para determinar el
significado de una palabra en un pasaje particular; porque (1) en el uso
corriente puede tener dos o tres significados. En tal caso, el intérprete debe
valerse de todas las ayudas que ya hemos mencionado, sobre todo de la luz que
arroja sobra cualquier pasaje su contexto a fin de conocer el verdadero
significado del término que se usa. La misma palabra griega, por ejemplo,
significa estatura (Luc. 19:3) y edad (Heb. 11:11). En la interpretación
de Mat. 6:27, donde, según nuestra versión común, dice: "¿Y quién de
vosotros, por mucho que se acongoje, podrá añadir a su estatura un codo?"
puede muy naturalmente presentarse la dificultad de saber en cuál de los dos
sentidos usa nuestro Salvador el término. Cualquiera que sea nuestra decisión a
este respecto, no debe, simplemente, basarse en el uso, lo que es muy ambiguo,
sino en la relación que esta palabra tiene con el contexto. Pudiéramos
multiplicar ejemplos semejantes a éste. (2) Además, el término puede no ocurrir
en otro lugar.
Ya hemos dicho que en el uso que de ellas se hace en el Nuevo
Testamento, muchas palabras tienen una significación técnica y, por lo tanto,
peculiar. Y no tenemos libertad de determinar, al azar, estos significados
técnicos, o de acuerdo con opiniones preconcebidas. Su significación
puede encontrarse, como en el caso de cualquier otro escrito, de acuerdo con
las leyes reconocidas de la interpretación. El resultado general a que llegamos
es, por lo tanto, que para determinar el significado de términos bíblicos
debemos guiarnos por las mismas leyes que obedecemos al interpretar cualquier
otro escrito.
2.-Del significado de las palabras en sí pasamos al sentido del
lenguaje de los escritores sagrados. El conocimiento de las palabras que entran
a formar las oraciones, meramente, no nos hace comprender el verdadero sentido
que el autor trata de darles. Para llegar a una verdadera comprensión de este
asunto, necesitamos conocer el fin que se propone el autor, su manera de
argumentar, las ideas que está combatiendo así como las que defiende, las
palabras enfáticas de la oración, si él desea que se le entienda literal o
figuradamente, y otras varias cosas; todo lo cual ha de ser estudiado y
comprendido según las reglas que se emplean para la interpretación del lenguaje
general.
3.-El propósito o designio del escritor inspirado puede ser general
o especial; el primero tiene referencia al designio del conjunto de su
escrito, y el segundo al designio de secciones particulares de él. "El propósito,
se ha dicho muy bien, "es el alma o espíritu de un libro; y cuando éste ha
llegado a ser bien comprendido, cada argumento y cada palabra aparece en su
justo lugar y es perfectamente inteligible; pero si no se da la debida
consideración al propósito, todo se presenta oscuro, no importa lo claro y
obvio que pueda ser su significado. " Y estas palabras de Horne (Introd.,
vol. 2, p. 265) en ninguna manera son demasiado fuertes. La falta de
comprensión del propósito es lo que hace que el significado de las palabras de
los escritores inspirados no sea comprendido, y que parezca que se contradicen
entre sí.
Por ejemplo, el Apóstol Pablo dice: "Concluimos pues que el hombre
es justificado por fe, aparte de las obras legales. " Rom. 3:28. Y el Apóstol
Santiago dice: "Veis pues que por las obras es justificado el hombre, y no
por fe solamente." Sant. 2:24. Si una persona insiste en hacer caso omiso
del claro designio que cada uno de estos escritores tenía en mente
respectivamente, con facilidad llegará a hacer que se contradigan ambos apóstoles.
Si el propósito del Apóstol Pablo, al presentar este argumento, hubiera sido
demostrar que la fe en Cristo libra al hombre de la obligación de
obedecer la ley divina, haciendo las obras por lo tanto innecesarias; o si
Santiago hubiera querido probar que las buenas obras son la causa meritoria del
perdón del humano, entonces las doctrinas de los dos apóstoles hubieran sido
irreconciliables.
Pero sabemos que ninguna de estas suposiciones es verdadera. Pablo
estaba combatiendo el error de los fariseos, que confiaban en si mismos para su
justificación-justificación basada "en las obras de la ley"-y que
despreciaban a todos los otros. Su propósito era demostrar que los hombres no
reciben perdón ni salvación, ni completamente ni en parte, por causa del supuesto
mérito de sus buenas obras, sino solamente por medio de la fe en Cristo; como
dice en otro lugar: "Y si es de gracia, ya no es de obras; de otra manera
la gracia ya no es gracia." Rom. 11:6. Sabemos también, por el tenor de
todos sus escritos, que él condenaba como espuria aquella fe que no se
manifestaba en las buenas obras. En esta misma epístola a los Romanos, donde el
asunto que se discute no es la base meritoria de la justificación, sino el
carácter que Dios aceptará, el apóstol fija este gran principio: "Pero a
los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino antes obedecen a la
injusticia, les tocará ira y condenación, tribulación y angustia; lo cual
vendrá sobre toda alma humana que obra el mal, del judío primeramente y también
del griego: mas honra y gloria y paz tocarán a todo aquel que obra lo bueno, al
judío primeramente y también al griego; pues no hay acepción de persona para
con Dios." Rom. 2:8-11. Y si vamos a la epístola de Santiago, veremos que
la fe sin obras que él condena como muerta, no es tal fe sino una vana
noción-una simple creencia acerca de Cristo, en vez de la sincera confianza
en Cristo que hacen que el corazón y la vida toda se incline ante su
voluntad. En una palabra: Pablo condena como muertas las obras sin fe; Santiago
la fe sin obras. Uno rechaza las obras muertas (Heb. 9:14) ; el otro la fe
muerta. Entre estos dos juicios no hay contradicción alguna. Nos hemos detenido
algo en este ejemplo de supuesta contradicción, a fin de dar un ilustración
completa. El mismo razonamiento pudiera aplicarse a otros muchos pasajes en los
cuales es necesario conocer el propósito del autor a fin de llegar a una
verdadera comprensión de lo que quiere significar.
Siendo tan grande la importancia del conocimiento del propósito del autor,
seguramente se preguntará: ¿Cómo llegaremos a descubrirlo? Las reglas mecánicas
serán de muy escaso valor a este respecto. El lector atento y juicioso podrá,
en las más de las ocasiones, descubrirlo por sí mismo, de los indicios da. dos
por el mismo autor, o por el conocimiento de las circunstancias en que se
hallaba cuando escribió, lo mismo que si se tratara de cualquier otro escrito.
Algunas veces el autor indica directamente su propósito general, o su
designio, al escribir una sección particular de su trabajo. Un ejemplo de
primera clase: Juan 20:31: "Estas empero han sido escritas, para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis
vida eterna en su nombre." De la segunda clase: 1ª Cor. 71: "En cuanto
a las cosas de que me escribisteis: bueno sería que el hombre no tocase
mujer"; de donde sabemos que el designio del apóstol en este capítulo
particular es contestar a ciertas preguntas que le hicieron los cristianos
corintios sobre el matrimonio. Pero el propósito del autor es más generalmente
indicado de una manera indirecta por medio de varias observaciones
inferidas, como resulta en el pasaje que ya hemos citado: "Concluimos
pues que el hombre es justificado por fe, aparte de 1as obras legales, "lo
que es, en realidad ' una conclusión que el apóstol hace del argumento usado
anteriormente.
Algunas ocasiones el conocimiento de las circunstancias históricas arroja
gran luz sobre el designio del escritor u orador; especialmente de su propia
posición y de la de sus oyentes. El capítulo 23 de Mateo, en el que el Salvador
fustiga la maldad y errores doctrinales de los escribas y fariseos, y en el que
les anuncia que sobre ellos caerá el juicio del cielo, no puede ser
completamente conocido sin tener un profundo conocimiento del fariseísmo, y la
elevada posición de autoridad e influencia que tenían los fariseos; sentándose,
como se sentaban, en la cátedra de Moisés, e imponiendo al pueblo sus
tradiciones humanas en vez de los mandamientos de Dios, con lo que sustituían
una religión de fe interna por otra de formas exteriores, arrancando así al
pueblo la llave al conocimiento divino. Era necesario que el Hijo de Dios, a
quien pertenecía la iglesia, que vino a derramar su sangre para su redención, y
a establecerla en el principio de verdad y santidad; era necesario que él
publicara con extrema severidad, la maldad e ignorancia de estos escribas y
fariseos, para la instrucción de su pueblo en todas las edades siguientes. El
conocimiento de las circunstancias históricas arroja mucha luz sobre el fin que
se proponía el apóstol al escribir a los Romanos y a los Gálatas. Si tuviéramos
una completa información acerca de los falsos maestros a que se hace referencia
en la epístola a los Colosenses, y en las epístolas pastorales, entenderíamos
con mucha mayor claridad el argumento que el apóstol usa contra ellos.
Pero el mejor método para llegar a comprender el designio del escritor,
es: estudiar repetida y cuidadosamente todas sus palabras. El estudiante de la
Biblia debería, desde temprano, formar el hábito de leer con gran atención todo
un libro seguidamente-por ejemplo, la epístola a los Romanos, o la a los
Hebreos-sin detenerse a investigar asuntos particulares, con el fin de
embeberse, hasta donde le sea posible, en el pensamiento del autor, y para que esto
le lleve al conocimiento de la conclusión final del escritor. Cuando una
persona se ha familiarizado con el tema general de una obra, está bien
preparado para examinar las dificultades particulares que se presentan en el
curso del argumento del autor.
4.-La palabra contexto (latín contextus) significa
literalmente unir en trama; y es usada muy apropiadamente para
significar el tejido del discurso de un autor. El propósito es el fin que se
propone un autor; el contexto proporciona la forma y manera en que se
propone conseguir este fin. Con referencia a un pasaje dado, el contexto ha
sido definido de una manera más amplia, como lo que antecede y sigue al texto.
Pero más estrictamente es la serie de asertos, argumentos e ilustraciones que
se hallan conectados con el pasaje cuyo significado se desea conocer,
incluyendo todas las otras conexiones que el pensamiento general pudiera tener.
El intérprete cuidadoso, pues, ha de referirse al contexto muy a menudo, tanto
para conocer el significado de un pasaje particular, como para conocer el
sentido de un pasaje general. Interpretar sin tener en cuenta el contexto, es
interpretar descuidadamente; interpretar en contradicción con el contexto, es
enseñar la falsedad.
La necesidad de hacer continua referencia al contexto para la
determinación del sentido, tanto como para la comprensión de los términos
particulares que se emplean, tiene innumerables ilustraciones. De entre ellas
elegimos unas pocas.
En Rom. 14:23 el apóstol presenta el siguiente axioma: "Pero el que
tiene escrúpulos, si con todo come, es condenado; porque no obra por fe; pues
todo lo que no es de fe, es pecado. "El contexto no hace referencia a la
cena del Señor, sino a escrúpulos con respecto al uso de una clase particular
de alimentos. "Uno cree que se ha de comer de todas las cosas; otro
enfermo (o débil) -demasiado escrupuloso con respecto a la distinción de
alimentos "come legumbres" (ver. 2). Por lo tanto, aquí no se hace
referencia a las condiciones personales que son requisitos para la
participación de la Cena del Señor, ni a las consecuencias de participar en
ella indignamente; sino que el apóstol se propone significar que cualquiera que
tiene escrúpulos de conciencia sobre sí debe o no comer cierta clase especial
de alimentos, es condenado si los come, "porque no come por fe"; es
decir, que actúa en contra de lo que cree ser su deber. Haciendo tal cosa
viola, en un caso particular, la ley general de fe que requiere que en todo
guardemos nuestra conciencia libre de ofensa en relación con Dios y los
hombres, sujetándonos en amante confianza a la autoridad de Cristo, y haciendo
en todo lo que creemos que es justo ante su presencia.
En Gálatas 5:4 leemos las siguientes palabras: "De la gracia habéis
caído." Estas palabras tomadas fuera de su conexión, resultan ambiguas en
su aplicación; pero el contexto las hace bien claras. El apóstol se dirige a
una clase de personas que tratan de sustituir el Evangelio de gracia por un
sistema de justificación por obras: "Cristo se ha hecho para vosotros
inútil, los que pretendéis ser justificados por la ley, de la gracia habéis
caído"-caído fuera de la gracia, que es lo que significa la palabra en el
original. Habéis abandonado el sistema de gracia revelado en el Evangelio, por
uno de obras.
El salmista dice: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿cuándo vendré y pareceré delante de Dios?" Sal. 42:2. Fuera de su
conexión estas palabras pueden significar el deseo del salmista de disfrutar la
visión beatífica de Dios en el cielo; pero el contexto demuestra que el
salmista tenía en mente el santuario terrenal de Dios, del que había sido
expulsado. "Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche cuando me decían
todos los días: ¿Dónde está tu Dios? De estas cosas me acordaré y derramará
sobre mí mi alma. Cuando pasaré en el número, iré con ellos hasta la casa de
Dios con voz de alegría y alabanza, bailando la multitud." (vers.
3.4.)
Otra vez dice el salmista: "Toda ilustre es la hija del rey de
dentro" (Sal. 45:13) ; palabras que más de una vez han sido aplicadas
directamente a la belleza interna de la iglesia, la esposa de Cristo. Realmente
esta es la idea que encontramos en las palabras, si le damos una verdadera
interpretación; pero esta idea no nos viene directamente, sino por medio de una
figura. El significado primario es: que la real desposada, que aparece en el interior
del palacio, vestida con ropajes de oro, tiene una apariencia completamente
gloriosa a los ojos de los que la contemplan. Indudablemente que representa a
la iglesia desposada con Cristo; que vive, por así decirlo, en la más elevada
mansión, y gloriosamente adornada con la justicia de Cristo. Rev. 19:3.
Muy naturalmente puede ocurrirse al lector la pregunta siguiente: ¿Hasta
qué límites debe ser consultado el contexto? Y la contestación debe ser que a
este asunto no puede marcarse límite definido. Toda la trama del discurso debe
ser estudiada cuidadosamente, incluyendo tanto el contexto inmediato como el
mediato; porque los escritores sagrados no siguen, corno regla general, un plan
de divisiones y subdivisiones. La argumentación es a menudo interrumpida por
observaciones en paréntesis, especialmente en los escritos del apóstol Pablo, o
es resumido, de manera informal, después de grandes digresiones. La verdadera
conexión de la idea, por lo tanto, no ha de buscarse de acuerdo con nuestras
nociones modernas de lo que el orden lógico requiere, sino del examen repetido
y cuidadoso del escrito que estudiamos. Sólo de esta manera podemos ponernos en
lugar del autor, y mirar el asunto que se discute, bajo el mismo punto de
vista, es decir: sólo de esta manera podemos compenetrarnos de su manera de
pensar y de razonar, poniéndonos así en condiciones de poderlos explicar a
nuestros semejantes.
En algunos casos no existe el contexto y es, pues, inútil que lo
busquemos. En una gran parte de los proverbios, por ejemplo, cada aforismo
brilla con su luz propia; y si tiene alguna conexión con lo que se sigue o
precede, es simplemente casual o superficial. Además, en algunos libros, como
el de Eclesiastés, las transiciones son demasiado repetidas y a menudo muy
difíciles de explicar. En este caso hemos de tener cuidado en no hacer
violencia al escrito, haciéndole tener una conexión que el autor no se propuso
que tuviera. El orden sistemático es bueno en su lugar; pero el Espíritu Santo
no creyó necesario hacer que todos los escritores que él inspiraba procedieran
de acuerdo con ese orden sistemático.
Algunos maestros religiosos son muy amigos de emplear textos
bíblicos, simplemente como lemas, no respetando, poco ni mucho, su
verdadera conexión. Así que muy a menudo los adaptan a su deseo, haciéndoles
tener un sentido que les es completamente extraño. Lo que se gana con esta
práctica es muy poco, comparado a lo que con ella se pierde; porque forma el hábito
de interpretar las Escrituras de una manera fantástica y arbitraria, y así
prepara los maestros del error del futuro, armados de sus armas más peligrosas.
Esta práctica no puede ser defendida por el argumento de su necesidad. Las
sencillas palabras de las Escrituras, legítimamente interpretadas de acuerdo
con su verdadero designio y contexto, contienen un significado tan completo y
comprensivo, que son suficientes a llenar todas las necesidades de los hombres
en todas las edades y bajo todas las circunstancias. La piedad que es
verdaderamente robusta y saludable, no es la que se alimenta de las fantasías y
especulaciones del predicador que prácticamente pone su genio por encima de la
Palabra de Dios, sino la que tiene su alimentación en las doctrinas y preceptos
de la Biblia, desarrolladas en su verdadera conexión y significación.
Sin embargo, es importante que hagamos observar, que cuando el principio
general contenido en un pasaje ha sido completamente explicado, admite
innumerables aplicaciones que son legítimas en el más alto sentido. Por
ejemplo, el principio de que "todo lo que no es fe es pecado," que el
apóstol Pablo sienta en relación con el asunto de usar o abstenerse de ciertas
clases de alimentos, puede ser aplicado a casos de conciencia que tienen
aplicación a relaciones muy diversas y a distintas esferas de acción. El poder
del predicador depende principalmente de su habilidad en desarrollar ante la
inteligencia, y aplicar a la conciencia, los principios generales que aparecen
envueltos en los pasajes de la Escritura que él trata de explicar.
5.-Ahora podemos considerar la ayuda que puede obtenerse de los pasajes
paralelos. Los paralelismos son generalmente divididos en verbales y
reales: es verbal en aquellos pasajes donde aparece la misma palabra
o frase; real cuando se presenta la misma idea o el mismo asunto. Los
paralelismos verbales a menudo arrojan mucha luz sobre el significado de
ciertas frases o palabras, porque lo que aparece os_ curo en un pasaje es
aclarado en otro pasaje por alguna explicación adicional.
Un ejemplo de esto es el uso de la expresión 9 ¿in¡ gloria" (en la
versión de Valera dice, m¡ honor"), en Génesis 49:6. " ¡En su consejo
no entres (su cónclave secreto), oh alma mía, ni en su asamblea te juntes
gloria mía! Porque de su saña mataron hombres, y en su voluntariedad
despreciaron bueyes." Una comparación de los pasajes paralelos, Sal. 7:5;
16:9; 30:12; 57:8; 108:1, nos lleva a la conclusión de que, en tal conexión, la
expresión es sustancialmente equivalente a "mi alma," siendo
el alma hecha a la imagen de Dios, es por lo tanto el asiento de la gloria del
hombre. Con un proceso de comparación semejante a éste, llegamos a comprender
la verdadera significación de la frase "la justicia de Dios," o
"la justicia de Dios que es por la le." cuando es usada con
referencia al camino de la salvación por medio de Cristo; a comprender el
significado de la palabra griega traducida "propiciación," etc. De la
misma manera el intérprete llega a comprender los distintos sentidos en que son
usadas las palabras, y determina cuál de estos sentidos es el que mejor se
adapta a un pasaje dado.
Los paralelismos reales se subdividen, además, en doctrinal e
histórico: doctrinal, cuando se presenta la misma verdad; histórico
cuando se menciona el mismo acontecimiento o la misma serie de acontecimientos.
La suprema importancia de los paralelismos doctrinales se verá más adelante,
cuando estudiemos la Revelación desde su lado o punto de vista divino, donde la
Revelación es presentada como un sistema de verdades que se armonizan
perfectamente entre sí. Aquí sólo los consideramos como uno de los medios de
comprender el sentido de ciertos pasajes. Presumiendo que cada escritor desea
ser consistente consigo mismo, es nuestra costumbre colocar uno al lado de otro
los diferentes asertos que tienen referencia al mismo asunto, a fin de que se
puedan explicar mutuamente. El mismo método razonable debe usarse con respecto
a Isaías y Jeremías en el Antiguo Testamento, y a Pablo y Juan en el Nuevo
Testamento. Lo que es oscuro debe ser interpretado por lo que es claro; lo que
es mencionado muy ligeramente, por lo que es tratado con más extensión.
Además, los diferentes escritores de una misma época, animados por el
mismo espíritu, y gobernados por los mismos principios de fe y práctica, se
explican mutuamente. Y así los profetas Isaías, Óseas, Joel, Amós, y Miqueas
que vivieron en el mismo siglo, y en menor grado Jeremías, Ezequiel y los otros
profetas de tiempo posterior, arrojan, cada uno, gran luz sobre los escritos de
los demás. Lo mismo sucede con todos los escritos epistolares del Nuevo
Testamento no obstante su diferencia de estilo, y también los diferentes
aspectos bajo los cuales miraban los deberes y las doctrinas cristianas.
Nuestro Salvador dice de aquellos que antes de su venida decían ser los
pastores y guías del rebaño espiritual de Dios: "Todos los que antes de mi
vinieron, ladrones son y robadores, mas no los oyeron las ovejas." Juan
10:8. No obstante, este mismo evangelista dice que Abraham, Moisés y los otros
profetas, fueron verdaderos guías y maestros del pueblo de Dios. Caps. 8:39,
40, 56; 5: 45-47; 1238-41. De lo cual deducimos naturalmente que las palabras
del Salvador deben ser restringidas a los ladrones y robadores que semejantes a
los escribas y fariseos de su día, los que, bajo la dirección de Satanás,
(8:41,44) se introdujeron en el aprisco por caminos indignos.
El apóstol Pablo dice (Rom. 2:7): que Dios dará día los que perseverando
en bien hacer, buscan gloria, y honra, e inmortalidad, vida eterna." En
seguida notamos, sin referirnos al contexto, que él no quiere afirmar, en
oposición a todo el tenor de sus epístolas, que los hombres pueden obtener la
vida eterna por su "bien hacer," aparte de "la justicia de Dios,
por medio de la f e en Cristo, que es a todos aquellos que creen. " Pero
si nos fijamos en el contexto, veremos que el apóstol no habla de las obras
meritorias para la justificación, sino del premio imparcial de Dios al carácter
justo, tanto en el judío como en el griego.
El paralelismo histórico necesariamente tiene un papel importante en la
interpretación tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. En el Antiguo
Testamento tenemos las dos historias paralelas de la comunidad judía, primero
en los libros de Samuel y Reyes y luego en los libros de Crónicas. En el Nuevo
Testamento los cuatro Evangelios son los cuatro relatos paralelos de la vida y
enseñanza del Salvador. Además hay otros paralelismos menos extensos, como por
ejemplo, el relato que Isaías hace de la guerra de Senaquerib contra Exequias,
y la enfermedad de este último (Isa. caps. 36-39 comparado con 2a. Reyes
18:13-20:21, y la nota más breve de 2a. Crón. 32.); los tres relatos de la
conversión de Pablo (Act. 9:1-22; 22: 1-21; 26: 1-20) ; y otros pasajes que
fácilmente recordará el lector. A este trabajo de comparar y armonizar las
historias paralelas, los estudiantes bíblicos han dedicado mucho tiempo y
desvelos, y con razón, porque ellas mutuamente se suplementan e ilustran en
muchos sentidos. Los libros (le Samuel y Reyes son mucho mejor comprendidos
cuando se comparan con las Crónicas y viceversa. Así también cada uno de los
Evangelios arroja mucha luz sobre los otros tres. Haciendo un parangón entre
los tres relatos de la conversión de Pablo, se adquiere una mejor comprensión
de este acontecimiento, que si se estudian separadamente. Las numerosas
coincidencias de los Actos con las epístolas paulinas nos dan una idea de la
vida íntima del apóstol y de sus labores, más clara de la que pudiéramos
obtener por cualquier otro medio. Sin las epístolas, las notas biográficas de
los Actos resultarían incompletas; sin las narraciones de los Actos, muchas
referencias de las epístolas permanecerían oscuras.
Sin embargo, estos paralelismos históricos, que prestan tantísima ayuda,
presentan también grandes dificultades, para cuya solución es necesario tener
una perfecta comprensión del espíritu de la inspiración. En lo que respecta a
los asuntos esenciales de fe y práctica, en las Escrituras prevalece una divina
unidad. Pero su unidad esencial no excluye la diversidad de concepción y
representación. Aunque "todos los santos hombres de Dios hablaron según
fueron inspirados por el Espíritu Santo," plació a ese divino Espíritu
dejarles en libertad de hablar de acuerdo con sus peculiaridades personales de
pensamiento y lenguaje. Una página de Juan, tomada al azar, puede ser
inmediatamente distinguida de una de Pablo o Lucas. Al relatar el mismo
acontecimiento dos escritores inspirados, a menudo usan diferente material, o
usan el mismo de diferente manera. La narración de cada uno es verdadera, pero
no completa: presenta con verdad un lado del asunto, pero no todos los
particulares conectados con él. La omisión de circunstancias concomitantes, en
dos o más narraciones paralelas, o el descuido en el exacto orden cronológico,
en muchas ocasiones hacen la obra de armonización muy difícil. Creemos que cada
narración, separadamente, es correcta, y que, si poseyéramos todas las
circunstancias que en ella tuvieron efecto, en su verdadero orden cronológico,
veríamos que son consistentes entre sí; pero por el hecho de no conocer todas
estas circunstancias, el trabajo de armonización resulta difícil, y dudosa la
manera de hacerlo. Semejantes dificultades son incidentales a todas las
historias paralelas. Si al Espíritu Santo hubiera parecido bien, hubiera
excluido semejantes dificultades de las páginas inspiradas; pero en ellas él se
propuso tratar con nosotros, no como niños, sino como "hombres hechos; es
decir, como aquellos que por medio del uso tienen sus sentidos ejercitados para
discernir el bien y el mal" (Heb. 5:14). Es digno de notar que cuando dos
o mas evangelistas mencionan las mismas palabras del Salvador, simplemente
están solícitos de presentar la sustancia de lo que se propuso decir el Señor.
En los pasajes paralelos que se refieren a la tempestad del mar de
Galilea, encontramos la exclamación de los discípulos presentada en la
siguiente forma: Según Mateo (8:25): "¡Señor, sálvanos, que
perecemos!"; Según Marcos (4:38): "¿Maestro, no te importa nada que
perezcamos?"; según Lucas (8:24): "Maestro, Maestro, que
perecemos." Y el Maestro responde: según Mateo (8:26): "¿Por qué
teméis, hombres de poca fe?"; según Marcos (4:40): "¿Por qué estáis
tan medrosos? ¿Cómo es que no tenéis fe?"; según Lucas (8:25):
"¿Dónde está vuestra fe?" Sobre la diferencia existente acerca de las
palabras de los discípulos, dice muy bien San Agustín (y sus palabras son
también aplicables a la respuesta del Salvador): "Los discípulos tenían el
mismo propósito al despertar al Maestro y pedirle salvación. No es necesario
averiguar cuáles de las palabras que mencionan los evangelistas son las
verdaderamente pronunciadas en aquella ocasión. Porque sean unas u otras, o
palabras que ningún evangelista menciona pero que, sin embargo, tienen fuerza
en cuanto a la verdad de su pensamiento, ¿Qué más da?"
En el canon hebreo, el libro de Crónicas es el último en orden. Es
opinión generalmente aceptada que fue escrito después del regreso de los judíos
del cautiverio en Babilonia, por Esdras, que reunía todas las condiciones
necesarias para realizar semejante obra. Cualquiera que haya sido el uso que
hizo de los libros de Samuel y Reyes, escritos anteriormente, no hay duda de
que éstos no fueron los únicos manantiales en que se inspiró, porque relata
muchas cosas que no aparecen en ellos. El y el autor de los libros de Reyes
tuvieron acceso a las mismas fuentes de información pública, y cada uno hizo
las citas que mejor convenía a sus propósitos. De aquí que el material de ambas
obras en parte estén de acuerdo y en parte no. En los dos libros de Reyes (que
como los dos libros de Samuel y los dos de Crónicas, originalmente eran uno
solo), se hace referencia a las siguientes fuentes: para el reino de
Salomón". El libro de los hechos de Salomón" (la. Rey. 11: 41); para
el reino de Judá, después de la revuelta de las doce tribus, desde Roboam a
Joaquín: "El libro de las crónicas de los reyes de Judá"; para el
reino de Israel: "El libro de las crónicas de los reyes de Israel."
En los libros de las Crónicas tenemos: sobre el reino de David, "el libro
(historia) de Samuel el Vidente, las crónicas del profeta Natán y las crónicas
de Gad Vidente" (la. Cron. 29: 29) ; sobre el reino de Salomón, "los
libros de Natán el profeta, las profecías de Ahias Silonita, y las profecías de
Addo Vidente, en contra de Jeroboam, hijo de Nabat" (2a. Crón. 9:29) ;
sobre el reino de Roboam, "los libros de Semeías profeta, y de Addo
Vidente, en la cuenta de linajes" (2a. Crón. 12:15) sobre el reino de
Abias, "la historia (comentario) de Addo profeta" (2a. Crón. 13:22) ;
sobre el reino de Josafat, "Las palabras de Jehú, hijo de Hanani, del cual
es hecha la mención en los libros de los hechos de Israel " (2a. Crón.
20:34) ; sobre el reino de Ezequías, en parte, "la profecía (visión) de
Isaías" (2a. Crón. 32:32) ; sobre el reino de Manasés, en parte, "las
palabras de los videntes" (2a. Crón. 32:
18); sobre el reino de Ozias, "Isaías, hijo de Amás profeta"
(2a. Crón. 26:32). Además de estas fuentes de información, se hace también referencia
44al libro de los reyes de Judá e Israel," "la historia del libro de
los reyes," "el libro de los reyes de Israel." Estos últimos
probablemente son diferentes nombres dados a la misma colección de anales que
abrazan en sus contenidos la historia de ambos reinos, puesto que las
referencias del libro de los reyes de Israel tienen referencia también a los
asuntos del reino de Judá (2a. Crón. 20:34; 38:18).
Con respecto a estas fuentes originales, debe tenerse en cuenta
que las referencias que se hacen en los libros de los Reyes no son hechas con
respecto a los libros de las Crónicas, porque estos -últimos no existían cuando
fueron escritos los libros de los Reyes. Tampoco pueden ser restringidas las
alusiones de los libros de las Crónicas a los libros de los Reyes, porque (1)
ellos hacen referencia a algunos asuntos que no aparecen mencionados en los
Reyes, como por ejemplo, las guerras de Joatán, 2a. Crón. 27:7; (2) las
Crónicas hacen referencia al libro de los reyes de Israel y Judá para un
completo relato de los actos de los monarcas mencionados, mientras que la
historia del mismo monarca, en nuestros actuales libros de los Reyes, se
refieren, para una más completa información, al libro de las Crónicas de los
reyes de Judá. Está fuera de duda que ambos escritores (el de Crónicas y el de
los Reyes), tuvieron acceso a una mayor colección de documentos originales, que
en una gran parte eran iguales. La principal diferencia en la forma externa es,
que cuando los libros de las Crónicas fueron escritos, los -males de los reinos
de Judá e Israel parece que Componían una sola colección, mientras que en los
libros de los Reyes aparecen mencionados siempre como dos obras distintas. Al
hacer su elección de estos anales, cada escritor procedió independientemente.
Es generalmente admitido que existen algunas discrepancias entre los
libros de Samuel, los Reyes y las Crónicas, y que estas discrepancias se deben
a errores de traducción. Sin embargo, estos errores tienen referencia
principalmente a las fechas, y en nada alteran la integridad de los referidos
libros. Ahora bien, la mayor parte de las discrepancias entre los libros más
antiguos y los más modernos, son aparentes y no reales, y se deben a la
brevedad con que escribieron los autores inspirados, y al hecho de que éstos
frecuentemente eligieron diferentes acontecimientos del mismo reinado, dejando
el uno de relatar lo que el otro relata; o que cuando relatan el mismo
acontecimiento, uno de ellos omite circunstancias que acompañaron al
acontecimiento.
En 2a. Sam. 24:13, comparado con la. Crón. 21: 12, tenemos un ejemplo de
aparente error de traducción; pues en el primer pasaje se dice que el hambre
duró siete años, y en el segundo que sólo (luró dos años. Otros ejemplos: 2a.
Sam. 8:4 comparado con la. Crón. 18:4;. 2a. Sam. 23:8 comparado con la. Crón.
11:11; la. Reyes 4:26 comparado con 2a. Crón. 9:25. Pero no hemos de inferir
que todos los casos de aparentes discrepancias envuelven error por parte de
algunos de los escritores. Cuando todos los acontecimientos de la misma
campaña, por ejemplo, están encerrados en cortas oraciones, no es de extrañar
que las diferentes narraciones contengan aparentes discrepancias; discrepancias
que son fáciles de reconciliar cuando se tiene un perfecto conocimiento de
todos los detalles. La discusión y explicación de las dificultades que se
encuentran en los libros de las Crónicas, comparados con las historias más
antiguas, pertenece al comentador y no a nosotros. Basta que digamos aquí que
las historias paralelas independientes presentan siempre, con sustancial
conformidad, pequeñas diferencias que no siempre son fáciles de armonizar. No
ha placido a Dios que en este respecto las sagradas narraciones, tanto del
Antiguo como del Nuevo Testamento, constituyan una excepción de la regla. Las
narraciones paralelas de la vida de nuestro Señor contienen tantas y tan
grandes diferencias como las de la antigua dispensación hebrea. Aunque no
siempre podamos demostrar la manera cómo éstas han de ser armonizadas,
semejantes diferencias no constituyen una objeción válida contra la
autenticidad de las historias en que aparecen.
Fijándonos en los tres Evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas,
encontraremos una perfecta armonía, no sólo en su plan general, sino también en
muchos de sus detalles. Con la escepci6n del último viaje del Señor a Jerusalén,
y la historia de su pasión allí, estos Evangelios tratan principalmente del
ministerio del Salvador en Galilea. La elección de incidentes es también la
misma hasta cierto extremo. Westeott, en su Introducción al Estudio del
Evangelio, dice: "La mayor diferencia está en una gran serie de
acontecimientos conectados con el ministerio en Galilea, cuyo relato es
peculiar a Mateo y Mareos (Mat. 14:22-16:12; Mar. 6:45-8:26) ; y una segunda
serie de acontecimientos -conectados con el último viaje a Jerusalén. (Luc.
9:51-18:14), cuyo relato es peculiar a Lucas. Las coincidencias del lenguaje,
tanto como los incidentes, son también admirables; y aquí prevalece la ley
general de que estas coincidencias son más común al recitar las palabras de
otros que en las partes narrativas de los Evangelios, y todavía mucho más común
cuando se recitan las palabras del Salvador."
Pero con estas admirables coincidencias coexisten admirables diferencias
también. Cada escritor tiene sus peculiaridades de estilo, peculiaridades
que aparecen mucho más distintamente en el original que en las versiones
comunes. Se ha hecho notar por los eruditos bíblicos que estas peculiaridades
son más marcadas en las narraciones que en las partes de citas o recitaciones,
en los Evangelios. Cada escritor o evangelista incluye incidentes que le son
peculiares, no como remiendos, sino como partes de un todo consistentes. Cada
evangelista está tan lejos de tener una exacta conformidad con los otros evangelistas,
en lo que respecta al arreglo del material y a los detalles circunstanciales,
que la diversidad entre ellos, en estos particulares, es causa muchas veces de
serias dificultades, cuando tratamos de arreglar las tres narraciones en forma
de armonías.
Ninguna teoría sobre el origen de estos tres Evangelios que no explique
suficientemente, tanto las coincidencias como las diferencias, puede ser
verdadera. Podemos, pues, desechar la hipótesis de su mutua dependencia-que
los últimos evangelistas usaron los escritos de los primeros al preparar
sus materiales. Los diferentes abogados de esta teoría han tratado de demostrar
que cada Evangelio fue a su vez el manantial de los otros; pero ninguno de
ellos ha podido explicar satisfactoriamente el por qué de las omisiones e
inserciones de los supuestos últimos evangelistas, y menos aun el admirable
hecho ya mencionado-que las peculiaridades de cada escritor aparecen más
completamente en las narraciones que en las partes en que se recitan palabras
de otros individuos. El último, o los últimos evangelistas pueden, en verdad,
haber conocido los escritos del, o de los evangelistas anteriores, y haberlos
consultado; pero esta suposición por sí sola no explica satisfactoriamente
otras coincidencias y diferencias.
Otra hipótesis es la de que existían documentos originales de los
que suponen que copiaron los evangelistas sinópticos; pero esta suposición es
completamente insostenible. Porque si hubiera existido un Evangelio original,
de tanto valor y autoridad que pudiera ser el manantial del cual salieron los
sinópticos, es inconcebible que las iglesias, que tan cuidadosamente
preservaron estos tres Evangelios, aun-. que dos de ellos no se deben a las
plumas de apóstoles, sino a coadyutores de apóstoles, hubieran permitido que el
Evangelio original se perdiera tan pronto y tan completamente, pues en los días
de Ireneo, Tertuliano y Clemente de Alejandría no había ningún recuerdo de él.
Además, esta hipótesis, como pronto se echó de ver, no explica la peculiar
relación de los tres Evangelios entre sí, en lo que respecta a coincidencias y
diferencias. De aquí que se propusieran varias modificaciones a la hipótesis.
En una palabra, la forma de estos tres supuestos documentos originales fue
explicada, hipotéticamente, de acuerdo con la forma actual de nuestros tres
Evangelios sinópticos; lo que era contrario al verdadero problema que consistía
en explicar, con hechos aceptables, cuál era la forma de los Evangelios
canónicos.
La última hipótesis es la de la tradición oral emanada de los
mismos apóstoles y mantenida en toda su pureza durante sus vidas, por medio de
su presencia y enseñanzas. Todos aceptan que el Evangelio existió en esta forma
solamente por espacio de unos pocos años después del comienzo del Cristianismo.
Los apóstoles fueron elegidos por el mismo Cristo para ser testigos de su vida
y enseñanzas; y de sus labios salió la tradición que ahora constituye nuestros
Evangelios escritos. La necesidad de dar a la tradición una forma permanente no
fue sentida al comienzo del Cristianismo; pero a medida que las iglesias se
multiplicaban, la tradición oral se hizo susceptible de corrupción en muchas
maneras por causa de la multiplicidad de órganos empleados en su transmisión.
Entonces se empezó a sentir la necesidad de Evangelios escritos, y era muy
natural que los apóstoles se dedicaran a suplir esta necesidad, por medio de su
agencia directa, o haciendo que los hombres escribieran con su conocimiento y
aprobación. No podemos saber con entera certeza cuantos años pasaron antes de
que apareciera el primero de nuestros Evangelios canónicos, que se supone fuera
el de Mateo. Sin embargo, podemos suponer con razón que pasó suficiente tiempo
para hacer que la tradición de la vida y enseñanzas de nuestro Señor adquiriera
una forma definida, tanto en su materia como en su forma externa. Primeramente
en lo que respecta a la materia, como sus instrucciones públicas no
podían cubrir toda la historia de nuestro Salvador (Juan 20:30; 31:25), ellos
naturalmente eligieron, bajo la dirección del Santo Espíritu, aquellas partes
de esa historia que encerraban el espíritu y significación de toda ella. Puesto
que, además, los apóstoles permanecieron en Jerusalén por algún tiempo después
de la ascensión del Señor (Act. 8:1; 15:6), es muy razonable suponer que en un
asunto de tanta importancia, ellos estuvieron en mutua inteligencia,
inteligencia que, aunque no coartaba la libertad de ninguno de ellos, aseguró
que estuvieran generalmente de acuerdo con respecto a aquellas partes de la
historia de nuestro Señor y de sus enseñanzas sobre las que debían insistir
especialmente. En segundo lugar, en lo que respecta a la forma externa. Aunque
los apóstoles estaban preservados, por la iluminación del Espíritu Santo, de
toda superstición con respecto a la letra de las enseñanzas de nuestro Señor,
su reverencia hacia él, como perfecto Maestro cuyas palabras eran la verdad sin
mezcla de error, debe haberles obligado a poner la tradición oral de sus dichos
en una forma tan perfecta como les fuera posible; de donde la tradición de las
palabras de nuestro Señor asumiría desde el principio una forma más fija que la
de su vida en general.
Algunos suponen que cada uno de los escritores de los tres primeros
Evangelios sacó de este cuerpo de tradición oral el material que mejor se
avenía a su plan general; no habiéndose propuesto ninguno de ellos presentar
toda la historia de nuestro Señor, ni aun observar un orden cronológico
estricto, de los acontecimientos que trata, a menos que semejante orden
cronológico fuera considerado necesario por la naturaleza de estos
acontecimientos y su esencial conexión. En el caso de Mateo, que fue uno de los
doce apóstoles, puede creerse que escribió simplemente de acuerdo con sus
conocimientos personales de los asuntos que trata; pero su Evangelio no podía
cubrir todo el terreno de la historia del Señor que él conocía, y podemos muy
bien suponer que en la elección de los materiales que había de usar dio
consideración -no una servil, sino una libre consideración-a la tradición oral
común de los apóstoles, la que era, en realidad, la personificación de sus
conocimientos unidos bajo la iluminación del divino Espíritu. Cada evangelista,
lo mismo Marcos y Lucas, que no eran apóstoles, que Mateo que pertenecía al
número de los doce, escribió independientemente de los otros dos. El último
escritor puede verdaderamente, haber conocido los escritos de los que le
precedieron; pero una simple ojeada a los tres Evangelios demuestra que ninguno
de ellos se esforzó en ajustar su obra a la de los otros. De aquí que se
presenten aparentes discrepancias (como en las dos genealogías del Señor) que
algunas veces son difíciles de explicar. Pero estas mismas dificultades
testifican a favor de la independiente veracidad de cada escritor. Si hubieran
escrito de acuerdo o copiando sistemáticamente unos a los otros, semejantes
dificultades no existirían.
Aunque la oral tradición apostólica es considerada como la principal
fuente de que estos Evangelios sacaron sus materiales, no es necesario afirmar
o negar su uso de una manera subordinada, de documentos escritos. Por sus
propias palabras sabemos que semejantes documentos existían en épocas de Lucas
(1:1). El no los condena, pero tampoco se basa en ellos; su Evangelio no es
sacado de ellos, sino de sus propias cuidadosas investigaciones: "háme
parecido bueno también a mí, después de haber averiguado exactamente todas las
cosas desde el principio, escribirlas por su orden, dignísimo Teófilo."
1:3. Y si Lucas, el compañero de Pablo, no se vio obligado a obtener sus
materiales de escritos existentes anteriormente, tampoco se sintieron obligados
a ello Marcos, el compañero de Pedro y Pablo, o Mateo, que era uno de los
apóstoles. No puede probarse de ninguna manera que los escritos pre-existentes
hayan sido incorporados en los Evangelios sinópticos. Pero si bien es verdad
que no se puede probar esta hipótesis, de que los evangelistas sinópticos
sacaran sus materiales de una tradición apostólica primitiva, en forma tal que
explique satisfactoriamente la mutua relación que entre ellos hay, dicha
hipótesis es, sin embargo, más satisfactoria que ninguna de las otras que se
han presentado, y puede ser considerada como la que más se aproxima a la verdad
en este caso.
Entre la tradición de que el apóstol- habla (2a. Tim. 2:15; 3:6 y también
la. Cor. 112, según el original), que fue recibida inmediatamente de sus labios
o de su pluma, y la pretendida tradición de estos últimos tiempos, traída a
nosotros de siglo en siglo, por una sucesión de hombres no inspirados, hay la
diferencia que existe entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y la
ficción. En los escritos del Nuevo Testamento tenemos la tradición genuinamente
apostólica, que al principio fue oral, pero que luego fue puesta en forma
escrita durante la vida de los apóstoles.
Estas tradiciones son el "oro, plata, piedras preciosas" de la
divina verdad; y toda otra tradición es "madera, heno, hojarasca," de
origen humano. Cuando hemos determinado qué libros fueron escritos por los
apóstoles a cristianos apostólicos ' sabemos que estos solamente contienen la
única tradición autoritativa, según es definida por el apóstol:
"¿Así pues, hermanos, estad firmes, y retened las tradiciones que os
fueron enseñadas, ora por palabra, ora por medio de nuestra epístola." 2a.
Tes. 2:15.
Al comparar los Evangelios sinópticos entre sí y con el cuarto, debemos
siempre tener ante nuestra recordación que ninguno de ellos presume dar una
completa historia de la vida de nuestro Señor, o de presentar en su exacto
orden cronológico todos los incidentes que mencionan. Bajo la guía del Divino
Espíritu cada uno sigue su propio camino, independientemente de los otros,
insertando el uno lo que los otros han omitido, u omitiendo lo que los otros
han insertado; en otras ocasiones relatando incidentes sin cuidarse de su
exacto orden cronológico, haciendo algún prefacio general, como los siguientes:
"En aquel tiempo," Mat. 12:1; "Y comenzó otra vez," Mar.
4:1; "Y aconteció que estando él orando," Luc. 9: 18; "Y cuando
ellos iban por el camino," Luc. 9:57, etc. De esta manera la sabiduría de
Dios nos ha dado, no todos los particulares de la vida del Señor, sino aquellas
selecciones tanto de los incidentes de su vida pública, como de sus enseñanzas
públicas y privadas, que mejor encierran las grandes verdades del Evangelio y
las doctrinas y deberes que están conectadas con ellas. La iglesia tiene en los
Evangelios, no toda la historia y enseñanza de nuestro Señor, sino todo lo que
el Santo Espíritu ha creído necesario revelar para su establecimiento y
edificación hasta el fin de los tiempos.
De la historia de nuestro Señor antes de su bautismo, sólo conocemos su
genealogía en doble forma; algunas notas acerca de su concepción milagrosa; un
relato de su nacimiento y circuncisión, junto con las visiones y profecías conectadas
con ellas; una historia de su preservación del atentado de Herodes; su subsiguiente
residencia en Nazaret, con un solo incidente de su infancia. Luc. 2:40-52.
Todos estos particulares tienen relación, de una manera o de otra, con la
misión y obra divinas del Hijo de Dios. Los evangelios apócrifos, por el
contrario, abundan, como el Evangelio de la Divina Infancia y el Evangelio de
Nicodemo, en frívolas historias acerca de la infancia de nuestro Señor y a su
vida posterior, todo lo cual carece de relación con la obra de la redención.
De aquí en adelante consideraremos las peculiaridades del Evangelio de
Juan, y su relación con los otros tres. Juan escribió su Evangelio muchos años
después de haber aparecido los sinópticos, y cualquiera que haya sido el
conocimiento que Juan tuviera de ellos, lo cierto es que su Evangelio
constituye, en el plan dé la Revelación, un verdadero complemento a los
otros tres. Porque (1) si aceptamos la narración que hace de la pasión del
Señor, cubre en su mayor parte un terreno que los otros tres no ocuparon. Ellos
dan principalmente la historia del ministerio del Salvador en Galilea (Lucas
además habla, hasta cierto extremo, de su último viaje a Jerusalén); la escena
de una gran parte del Evangelio de Juan, por el contrario, es Jerusalén y su
vecindad. (2) Juan desarrolla más completamente el tema de la naturaleza de la
persona de nuestro Señor, y su relación peculiar con el Padre y con la iglesia,
lo que hace especialmente en el prólogo (1:1-18); en el relato de las discusiones
del Salvador con los judíos (3:5-18); y en los discursos dirigidos en privado a
los apóstoles (caps. 13-17). Así que el Evangelio de Juan es enfáticamente el
Evangelio de la Persona de Cristo, ilustrado con sus palabras y obras;
mientras que los Evangelios sinópticos son los Evangelios de su ministerio
público, a través de los cuales brilla siempre su divina personalidad. Esta
manera de presentar y desarrollar la persona y oficios de Cristo en el
Evangelio de Juan, vino a suplir las necesidades de la Iglesia Primitiva ' de
una manera más perfecta, cuando los falsos maestros comenzaron a enseñar
aquellos errores que, en M siguiente generación, dieron una cosecha venenosa. Y
estas mismas características satisfacen las necesidades de la Iglesia en todas las
edades. Sin el cuarto Evangelio, la Iglesia no estaría en condiciones de hacer
frente a los asaltos del error que, una generación tras otra, se dirigen contra
la persona y oficio del Hijo de Dios.
Pero si es cierto que la narración evangélica no estaría completa sin el
cuarto Evangelio, tampoco sería perfecta con el cuarto Evangelio solamente. El
relato de la vida y enseñanzas del Señor, tal como se halla presentado en los
tres primeros Evangelios, se adapta preeminentemente a la instrucción popular;
es precisamente la clave que los predicadores necesitan en sus ministraciones
públicas. Con él pueden usar el cuarto Evangelio con efectividad; pero sin él
necesitarían una preparación natural para llegar a la comprensión de esas
profundas verdades espirituales sobre la persona y oficio de Cristo que
desarrolla el discípulo Amado. No es en los Evangelios sinópticos, ni tampoco
en el de Juan, separadamente, donde encontramos la coraza evangélica, sino en
los cuatro conjuntamente.
Se ha tratado muchas veces de formar Armonías de los cuatro Evangelios.
Uno de los planes usados al efecto es formar una narración continuada,
incluyendo el material de los cuatro Evangelios en el mejor orden cronológico
posible, pero sin la repetición de las mismas palabras. Otro modo de hacerlo es
presentar los pasajes de los cuatro Evangelios en columnas paralelas, siempre
que traten del mismo asunto. Esta idea es muy buena, pero tropieza, para su
realización, con formidables, ya que no insuperables, dificultades. Es sabido
que los evangelistas no siempre siguen el orden del tiempo, y muchas veces es
imposible decidir entre los diferentes arreglos de sus crónicas. En las cuatro
narraciones de los acontecimientos conectados con la resurrección, todas las Armonías
se encuentran en grandes aprietos. Si poseyéramos un completo relato de todos
los particulares de esta escena emocionante, podríamos indudablemente, asignar
a las diferentes partes de cada narración el verdadero lugar que le corresponde
en el orden del tiempo. Pero con los medios de información que tenemos al
presente, esto es imposible. La experiencia enseña que la mejor manera de
estudiar las narraciones evangélicas, es: leer cada Evangelio como un todo, pero
haciendo referencia continuamente a los pasajes paralelos de los otros
Evangelios, hasta donde sea posible.
6.-Los conocimientos externos necesarios para hacer un bien preparado
expositor de la Palabra de Dios-el "escriba que es bien instruido para el
reino de Dios"-ya han sido señalados brevemente. Cap. 1, No. 6. Las Escrituras
no sólo fueron escritas en idiomas muertos en su forma original, idiomas que el
intérprete bíblico ha de estudiar profundamente, sino que ellas además tratan
un sinnúmero de asuntos que tienen referencia a la historia antigua, la
cronología, la arqueología, etc.
Las ilustraciones a este respecto son tan numerosas que la única
dificultad que presentan es su elección. La servidumbre de los israelitas bajo
los egipcios, su cautividad en Babilonia, su liberación por Ciro, y su subsiguiente
historia hasta el advenimiento del Señor, se relacionan muy estrechamente, como
todo el mundo sabe, con la historia general de los antiguos pueblos paganos.
Pero hay muchas ilustraciones de carácter más particular. El estrecho en que
fue puesto el Salvador por la tentadora pregunta de los fariseos y herodianos,
con respecto a si era justo pagar tributo al César, y la divina sabiduría de la
respuesta (Mat. 22:15-22; Mar. 12:13-17; Luc. 20:20-26), no pueden ser
perfectamente entendidos, a menos que se tenga conocimiento de las condiciones
políticas de los judíos y sus sentimientos al estar sujetos al dominio de los
romanos, a quienes aborrecían completamente, y cuya supremacía les recordaba
continuamente el dinero del tributo; así como del odio que los fariseos y
herodianos sentían hacia Cristo, y su ansiedad de encontrar un pretexto para
acusarle ante el pueblo o ante este mismo gobierno romano.
Para comprender la fuerza del argumento que nuestro Señor saca del
Pentateuco contra el error de los fariseos: "Empero, tocante a la
resurrección de los muertos, ¿No habéis leído lo que habló Dios diciendo: Yo
soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob 1 Dios no es
Dios de muertos, sino de vivos" (Mat. 22:31,32), es necesario comprender
la forma en que los saduceos negaban la doctrina de la resurrección. Ellos
negaban la existencia de los espíritus separados de los cuerpos (Act. 23:8).
Para ellos, consecuentemente, la muerte del cuerpo era la destrucción
(aniquilación) de todo el hombre, por lo que consideraban como un absurdo la
idea de la resurrección futura. Nuestro Salvador demostró por los escritos de
Moisés, cuya autoridad reconocían los saduceos, el error de sus creencias de
que el espíritu muere con el cuerpo. Así demolió por su base el edificio de su
negación de la resurrección futura.
El salmista dice de los que odian a Dios: "Serán como la hierba de
los terrados, que antes que la arranquen se seca; de la cual el segador no
llena su mano, ni sus brazos el que hace gavillas." (Sal. 129A 7.) Para la
comprensión de estas palabras es necesario hacer una doble referencia: (1) a la
costumbre oriental de construir los terrados cubiertos de tierra, en los que
fácilmente crece la hierba; (2) a la división del año en dos estaciones, la de
las lluvias y la seca, y que al comienzo de esta última la hierba pronto se
seca. Tenemos otra referencia a esta costumbre oriental de los terrados en las
siguientes palabras de Salomón: "Las contiendas de la mujer es como una
gotera"; "una gotera incesante en día lluvioso y una mujer rencillosa
son cosas parecidas" (Prob. 19:12; 27:15). De estas palabras debemos
entender una gotera que atraviesa el terrado y hace el interior excesivamente
incómodo.
La parábola de nuestro Señor de las diez vírgenes (Mat. 25:1-13),
requiere para su comprensión el conocimiento de las costumbres orientales con
respecto al matrimonio; lo que Lucas relata sobre una mujer que vino por detrás
y lavó los pies de Jesús, estando él reclinado sobre la mesa (Luc. 7:37, 38), y
la posición de Juan en la última cena, que estaba reclinado sobre el pecho (le
Jesús (Juan 13:23, 25), no pueden ser comprendidos sin que se sepa que en
aquella época las personas se reclinaban sobre canapés para comer. Sólo el que
esté familiarizado con a el uso de vasijas de barro comprender' muy
imperfectamente la fuerza de la máxima del Señor sobre la necesidad de poner el
vino nuevo en vasijas nuevas (Mat. 9:17), hasta que se le haya informado que en
el Oriente los vasos, las botellas, etc., eran de cuero. Pudiéramos seguir
multiplicando los ejemplos, pero bastan los que hemos presentado. Podemos
asegurar, sin temor a la contradicción, que el estudio de las Sagradas
Escrituras ha contribuido más que ninguna otra cosa, a la difusión entre las
masas populares del conocimiento de la historia y costumbres antiguas. Cuando
una congregación tiene un profundo conocimiento de la Biblia es señal (le que
tiene un gran conocimiento del mundo antiguo, tanto de su espíritu como de sus
costumbres e instituciones externas.
7.-Para que el intérprete pueda hacer un uso efectivo de las ayudas de
que ya hemos hablado, necesita especialmente un sano juicio, lo que
ordinariamente es llamado sentido común. Las investigaciones acerca del
significado de los términos, y con respecto al designio, los razonamientos
sacados del contexto, la comparación de pasajes paralelos, el uso de la
historia, la cronología, la arqueología antigua-para que cada una de estas
cosas, o todas ellas combinadas, Puedan dar los resultados más valiosos, es
necesario que estén bajo la guía del sano juicio y el tacto práctico, por medio
de lo cual el intérprete está en condiciones de obtener el verdadero
significado del pasaje que estudia y a fin de que pueda explica con fidelidad,
evitando así el hacer exposiciones forzadas o caprichosas en aquellos pasajes
en que el significado aparece oscuro.
(1) Esta cualidad de sano juicio preservará al intérprete de exposiciones
ineptas, para las que siempre pueden encontrarse razones más o menos
plausibles.
Así, cuando el Señor dice a Marta, que estaba muy cuidadosa con sus
muchos quehaceres": "una cosa es necesaria," estas palabras han
sido interpretadas en forma tal que significan "un plato"-no
muchos y bien preparados alimentos, sino un solo plato. Un sano juicio
rechaza inmediatamente esta interpretación como indigna de la ocasión y en
desacuerdo con lo que sigue: "María ha escogido la buena parte, la cual no
le será quitada." La "cosa necesaria" es una tal devoción del
alma a Cristo como la que manifestó María. Semejantemente a las palabras:
"Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?" (Juan 21:15), se les
ha dado la siguiente significación: "más que éstos pescadores," con
lo que se hace que un significado por demás trivial sustituya a la
interpretación más propia y natural: "más que éstos tus con-discípulos,"
que está perfectamente de acuerdo con la profesión de Pedro: "aunque todos
los hombres sean escandalizados de tí, yo nunca lo seré." Mat. 26:33; Mar.
14:29.
Los intérpretes que poseen sano juicio y habilidad, muchas veces son
arrastrados a exposiciones ineptas por algunas opiniones preconcebidas. Por
ejemplo, el salmista dice (17:15): "En cuanto a mí, en justicia veré tu
rostro; estaré satisfecho cuando despertaré a tu semejanza," con aparente
referencia al pasaje de Núm. 12:8: "Y mirará la semejanza de Jehová."
La verdadera interpretación de este pasaje es la que se refiere a la visión de
Dios al despertar en el mundo venidero. Y esta opinión es robustecida por otros
pasajes semejantes: "En tu presencia está la plenitud del gozo; a tu diestra
se hallan delicias eternas" (Sal. 16:11) ; "Empero Dios redimirá mi
alma del poder de la sepultura; porque me tomará él consigo." (Sal.
49:15), pasaje que Toluch explica de la siguiente manera: "El que tomó a
Enoc y a Moisés a sí mismo, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, también me
tomará a mí consigo." "Me guiarás con tu consejo, y después me
recibirás en la gloria. ¿A quién tengo en el cielo, sino a ti? Y fuera de tí
nada quiero en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; pero Dios es la
fortaleza de mi corazón, y mi porción para siempre" (Sal. 73:24-26)
-palabras que son inexplicables de no contener una anticipación de la bendita
inmortalidad con Dios en los cielos; "el inicuo será desterrado en sus
maldades; pero en su muerte el justo tiene confianza en Dios" (Prov.
14:32), etc. Pero hay una clase de intérpretes que, habiendo adoptado la máxima
de que el Antiguo Testamento, por lo menos en sus antiguos escritos, no
contiene anticipación alguna de una vida bienaventurada con Dios después de la
muerte, se ven obligados a dar a los pasajes citados el siguiente frívolo
significado: "Estaré satisfecho con tu semejanza cuando despierte
mañana," como si el Salmo tuviera el propósito de ser un canto o una
oración vespertina; o este otro significado: "Estaré satisfecho con tu
semejanza siempre que despierte," del sueño natural.
(2) El sano juicio guardará también al intérprete bíblico de
interpretaciones que son contrarias a la conocida naturaleza del asunto.
Un ejemplo familiar es la declaración hecha por Moisés sobre la manera
de mirar Dios a la maldad de los hombres: "Y pesóle a Jehová el haber
hecho al hombre sobre la tierra, y afligiose en su corazón" Gén. 6:6. El
buen sentido común del más humilde lector de la Biblia en seguida ajustará la
interpretación de estas palabras a la conocida omnisciencia e inmutabilidad de
Dios; y lo mismo hará con la oración del Salmista: "Escudríñame, oh Dios,
y conoce mi corazón; ensáyame, y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí
algún camino malo, y guíame en el camino eterno" (Sal. 139:23, 24). El
Dios inmutable no hace nada que no esté en conformidad con sus consejos
eternos. El Dios omnisciente ' ante cuya presencia está eternamente toda
verdad, no instituye literalmente un proceso de escudriñamiento para saber lo
que hay en el hombre; pero en estos y otros numerosos pasajes, él condesciende
a hablar de acuerdo con el modo humano de pensar y hablar.
Aún más; cuando se dice que "Jehová endureció el corazón de
Faraón," que "Dios puso un espíritu malo entre Abimelec y los hombres
de Siquem" (Jueces 9:23) ; que él envió un espíritu de mentira a engañar a
Acab por medio de sus profetas (la. Rey. 22:21, 23) ; que él envió a Isaías con
el siguiente mandamiento: "Embota el corazón de este pueblo, y haz que
sean pesados sus oídos, y cierra sus ojos" (Isa. 6:10) ; que él permitió
que el pueblo elegido errara en sus caminos, y que sus corazones se
endurecieran contra su temor (Isa. 63:17), instintivamente interpretamos estos
pasajes, y otros semejantes, en armonía con el principio fundamental enunciado
por el apóstol: "No diga nadie cuándo es tentado: ¡Tentado soy por parte
de Dios! porque Dios no puede ser tentado de cosas malas, ni él tienta a nadie;
sino que cada uno es tentado por su propia concupiscencia, cuando es arrastrado
y halado por ella" (Sant. 1:13, 14). La Escritura atribuye a Dios todo
acontecimiento, en forma tal que entra en el plan universal de su providencia;
pero rechaza la inicua idea de que Dios puede excitar a los hombres a malos
pensamientos, u obligarlos a hacer obras malas.
Cuando se dice que los hombres son atraídos a Cristo (Juan 6:44), o que
son impulsados a adorar los cuerpos celestes (Deut. 4:19), vemos que esta
atracción y esta impulsión son efectuadas de acuerdo con su libre inteligencia
y con su naturaleza que responde a estos poderes. En el siguiente capítulo que
trata del lenguaje figurado de las Escrituras, presentaremos otras
ilustraciones de este principio.
(3) Este mismo sentido común pondrá al intérprete en condiciones de
hacer aquellas limitaciones en el lenguaje de los escritores sagrados
que son comunes en la manera de hablar popular. En el idioma de la vida diaria
muchas declaraciones son hechas en términos tan generales, que requieren para
su comprensión ciertas condiciones que el lector u oyente puede afrontar por sí
mismo. Los hombres honrados, cuando hablan a otros hombres honrados, no tienen
la costumbre de guardar sus palabras contra todas las posibles malas
inteligencias. Es suficiente que hablen en forma tal que el que quiera pueda
entenderlos.
Se dice, por ejemplo, en Gen. 41:57, que "de toda la tierra
(literalmente, de todo el mundo), fueron a Egipto para comprar granos a José;
porque arreciaba el hambre en toda la tierra." Sería simplemente absurdo
preguntar si " toda la tierra " incluye los pueblos de Europa
e India. El lector naturalmente comprende que se hace referencia a los pueblos
vecinos de Egipto, porque esos pueblos solamente podían ir allá en busca de
granos. Lo mismo sucede cuando en el relato del diluvio se dice: "fueron
cubiertas todas las altas montañas que había debajo del cielo." Gen. 7:19.
Sería violentar las palabras del escritor sagrado, el darles una rígida
aplicación geográfica, e Incluir hasta las montañas del Polo Norte. "Todas
las altas montañas que había debajo de todo el cielo," eran simplemente
aquellas montañas en que habitaban los hombres, y que, consecuentemente, les
eran conocidas. Juan dice: "El Espíritu Santo no habla sido dado
todavía por cuanto Jesús no había aún sido glorificado." Juan 7:39. Sin
embargo, David había orado siglos antes: "No quites tu Santo Espíritu de
mí." (Sal- 51:11) ; Isaías dice del antiguo Israel: "Ellos empero se
revelaron y contristaron su Espíritu Santo. (Isa. 63:11) ; el Salvador, mucha
antes de su glorificación, prometió el Espíritu Santo a todos aquellos que lo
pidieran (Luc. 11:13) ; y es un artículo fundamental de nuestra fe que desde
Abel hasta el fin, toda santidad es el fruto del Espíritu Santo. Pero los
lectores de Juan que vivieron después del don plenario del Espíritu Santo, desde
el día de Pentecostés en adelante, no podían por menos que entender que él se
refería al don del Espíritu Santo en un sentido especial. El apóstol Pablo
dice, (la. Tim. 24), "que Dios quiere que todos los hombres sean salvos, y
vengan al conocimiento de la verdad." Sin embargo, el mismo apóstol enseña
que algunos dejarán de conocer la verdad y por lo tanto perecerán. 2a. Tés.
1:8, 9; 2:11, 12. El buen sentido del lector reconcilia, sin gran trabajo,
estos dos pasajes. El entiende la voluntad de Dios de que todos se salven, como
la voluntad ¿le benevolente deseo; así como Dios dice del antiguo
Israel, (Sal. 81: 13) ; "¡Oh, si mi pueblo me oyera, e Israel anduviera en
mis caminos!", pero porque Israel no quiso hacer esto, él " los
entregó a la dureza de su corazón; y caminaron en sus propios consejos"
(Ver. 12). Pudiéramos agregar muchas ilustraciones semejantes a éstas.
(4) Por lo tanto inferimos prontamente que el oficio de un sano juicio
es: reconciliar aparentes contradicciones, puesto que éstas se deben
principalmente al descuido, en uno o en ambos de los pasajes en que se dice
existir la contradicción, de condiciones y limitaciones razonables.
Una hermosa ilustración de esto son los dos relatos de la creación. Gen.
cap. 1-2:3, comparado con Gen. caps. 2: 4-25. En el primer relato el orden de
tiempo es un elemento esencial; no sucede lo mismo con el segundo relato, donde
el hombre es el objeto central, y las diferentes partes de la creación son
mencionadas solamente cuando el escritor tiene ocasión de hablar de ellas en
relación con el hombre. De aquí que en el pasaje más extenso tengamos la
creación del hombre (ver. 7), la plantación del huerto para su uso, con los
árboles en el río (vers. 8-14), la colocación del hombre en el huerto y la ley
que se le impuso (vers. 15-17), la condición defectuosa del hombre (ver. 18),
el relato, en conexión con esto, de la creación de animales, que fueron traídos
al hombre para que les pusiera nombre (vers. 19, 20), la creación de la mujer y
la condición primitiva de la pareja (vers. 21-25). Esta simple exposición del
orden de la narración es suficiente para refutar la idea de que el segundo
relato es inconsistente con el primero.
En el primer relato de la conversión de Pablo, se dice que "los
hombres que caminaban con él se detuvieron, sin poder hablar, oyendo la voz,
más no viendo a nadie." Act. 9:7. En el segundo dice Pablo: "Y los
que conmigo estaban, vieron en verdad la luz, mas no oyeron la voz de aquel que
hablaba conmigo." Act. 22:9. No hay una razón justa para dudar que
la primera narración, como las otras dos, se deben a los labios del mismo
apóstol, y la idea de que entre ellas existe contradicción esencial es falta de
razón e innecesaria. Con respecto a la luz es verdad que Pablo vio la persona
del Salvador, y quedó ciego por la gloria de su visión (Act. 9:17, 27; 22:
14; la. Cor. 9:1), mientras que sus compañeros vieron solamente la luz que
brilló en su derredor, la que no los cegó. Con respecto a la voz, es una buena
interpretación la que oyeron una voz simplemente, sin distinguir las palabras.
No sabemos cómo se efectuó esta diferencia de percepción entre Pablo y sus
compañeros, con respecto a la luz tanto como a la voz, ni es necesario que lo
sepamos. El primer relato dice que los compañeros de Pablo "se detuvieron
sin poder hablar", mientras que en el tercer relato el apóstol dice:
"Habiendo todos nosotros caído en tierra" (Act. 26:14). La
explicación más natural es que en el primer relato se presenta la verdadera
posición en que permanecieron, mientras que en el primer relato se habla del
terror que los detuvo, sin permitirles hacer movimiento alguno. Las aparentes
discrepancias en estas tres historias paralelas son peculiarmente instructivas,
porque ellas tres se deben a la pluma del mismo autor, y todas deben haber sido
sacadas de la misma fuente. Semejantes diferencias circunstanciales llevan
consigo el sello de la realidad; en vez de arrojar el descrédito sobre la
transacción, la establecen, por el contrario, sobre las bases más
firmes.
(5) Finalmente, donde los medios de reconciliar las discrepancias no se
presentan, la misma cualidad de sano juicio nos guardará de los dos extremos de
buscar interpretaciones forzadas y poco naturales, por un lado, y por el
otro, de llevar el descrédito a transacciones bien demostradas, por
causa de estas mismas discrepancias. En las narraciones bíblicas se presentan
algunas dificultades (principalmente en lo que se refiere a números, fechas, y
el orden cronológico de los acontecimientos) las que nos vemos imposibilitados
de obviar de manera satisfactoria con nuestros presentes conocimientos. El
sentido común debe reservar estas dificultades hasta que se posea más luz, y no
echar a un lado por causa de ellas, hechos y verdades que están garantidos por
las pruebas más irrefutables.
Nada es más cierto en el relato evangélico, por ejemplo, que el hecho de
la resurrección del Señor; sin embargo, tratar de armonizar los cuatro relatos
que de ella tenemos, en todos sus detalles, es una obra extremadamente difícil.
Alford dice, comentando a Mateo 281-10: "Si tuviéramos conocimiento de
todas las cosas que se hicieron y dijeron en su orden y exactitud,
indudablemente estaríamos en condiciones de reconciliar las formas presentes de
las narraciones; pero no teniendo esta llave para su harmonización, el tratar
de hacerlo así, en sus particulares más pequeños, no nos ofrece ninguna
seguridad. " Este mismo principio es aplicable a otras dificultades en el
Antiguo Testamento, como aquellas que se refieren a la duración del cautiverio
en Egipto, y otros asuntos cronológicos; en el Nuevo, aquellas que se refieren
a las dos genealogías del Señor, dadas por Mateo y Lucas, el día en que el
Señor participó de la pascua con sus discípulos.
(A) De las dificultades conectadas con la primera parte de Génesis,
algunas son científicas. A esta clase pertenece la narración de la
creación del mundo en seis días. A este respecto debemos repetir aquí lo que ya
hemos dicho, a saber: que para los que creen en la realidad de la revelación
divina, el asunto no depende de la veracidad de la narración, sino de la manera
de interpretarla. En tiempos tan antiguos como los de Agustín, ya se discutía
el tema de si estos días deben entenderse literalmente, o simbólicamente como
períodos indefinidos de tiempo. Esta última era la opinión de Agustín sobre
este asunto, opinión que se encuentra robustecida con la analogía de los días
proféticos.
Otra dificultad es la que se refiere a la edad de los patriarcas
antidiluvianos, que era de diez veces mayor duración que la vida presente de
los hombres más robustos y saludables. De acuerdo con las leyes de la
fisiología debemos suponer que los períodos de niñez y juventud eran dilatados
de una manera correspondiente; puesto que en el hombre, lo mismo que en
los animales superiores, el tiempo del desarrollo físico-desarrollo físico en
su sentido más amplio, es decir, el proceso para llegar a la madurez física
tiene una relación fija a todo el tiempo de la existencia. Después del diluvio,
de alguna manera que nosotros no sabemos, todo el curso de la vida humana
comenzó a acelerarse-a hacer su carrera en menos espacio de tiempo--hasta que
la edad del hombre por último fue reducida a su presente duración. Todo lo que
aquí podemos decir a este respecto es, que no sabemos cómo Dios obtuvo este resultado;
pero que lo obtuvo de una manera secreta e invisible, como hace otras tantas
cosas en la naturaleza. Con respecto a las discrepancias entre el texto hebreo
masorético, el texto de Pentateuco Samaritano, y el de la Septuaginta, sobre
las tablas genealógicas del Génesis, véase más abajo.
La unidad de la raza humana es enseñada doquiera en las
Escrituras. Algunos hombres de ciencia modernos han negado esto, pero sus
argumentos a favor de un origen humano diverso no han llegado a constituir una
prueba positiva. Sus argumentos son teóricos más bien que demostrativos, y el
peso de la evidencia está en su contra. Además, debemos recordar que el hombre
vive bajo una dispensación sobrenatural. La narración del capítulo once de
Génesis parece enseñar que Dios se interpuso milagrosamente para confundir la
lengua humana, de acuerdo con su plan de esparcir a los hombres "sobre
toda la haz de la tierra". De igual manera puede haber influido, de manera
secreta, a intensificar la diversidad de las diferentes razas humanas. No
parece ser cierto, sin embargo, en sentido psicológico, que fue necesario
interposición milagrosa; y podemos abandonar el asunto de la manera en que fue
producida la diversidad entre los hijos de Adán, como una de aquellas cosas
secretas de que no nos es necesario tener la explicación.
El asunto de la universalidad del diluvio, para los que creen en
la Revelación, es de muy poca importancia, y que no merece que se gaste en él
mucho tiempo. El propósito del diluvio era destruir completamente la raza
humana, excepto Noé y su familia. Habiéndose realizado ésto, ¿qué necesidad
tenemos de otras investigaciones, como, por ejemplo, si las tierras polares,
que no eran habitadas por hombres, fueron sumergidas también? "Todas las
altas montañas baja todo el cielo, " son palabras que indudablemente
incluyen todas las altas montañas habitadas por el hombre, y que, por lo tanto,
eran conocidas de él.
(B) Otra clase de dificultades son de índole histórica, consistentes en
supuestas discrepancias y falta de armonía entre las diferentes partes de una
narración. Para los detalles de estas clases de dificultades el autor puede
consultar cualquier comentario. Aquí sólo podemos mencionar uno o dos ejemplos.
Se dice que el segundo relato de la creación (Gen. 2:4-25), es inconsistente
con el primero; pues el orden de la creación en el primero es: animales y
después el hombre; mientras que en el segundo es : el hombre y después los
animales. Pero la respuesta es obvia: en el primer relato el orden de sucesión
en las diferentes partes de la creación está en relación con los rasgos más
importantes. En ella se dice distintamente que después que Dios hubo
terminado el resto de su obra, creó al hombre a su propia imagen. El segundo
relato, que es introductorio a la narración del pecado del hombre y su
expulsión del Edén, no hace referencia al orden de la creación en sus diversas
partes. En este relato el hombre es el objeto central, y todas las otras
cosas son mencionadas incidentalmente en su relación con el hombre. El autor no
tiene oportunidad de hablar de árboles buenos para alimento, hasta que
se busca un hogar para Adan; ni de animales, hasta que se hace necesario
buscarles compañeros. Por lo tanto, cada una de estas cosas es mencionada en
relación con el hombre. Ningún intérprete ingenuo puede inferir de esto que el
segundo relato trata de presentar el verdadero orden de la creación, de la
siguiente manera: el hombre, el Edén, las bestias del campo, los pájaros del
cielo.
También se ha alegado que hay una dificultad en lo que respecta a la mujer
de Caín. Pero esta dificultad se debe simplemente a la brevedad de los
relatos bíblicos. Los hijos de Adán deben haberse casad9 hermanos con hermanas.
El hecho de que no se mencione el nacimiento de una hija de Adán antes de Set
no presupone el hecho o la imposibilidad de que le hayan nacido hijas mucho antes.
En el capítulo cuatro no se menciona individuo alguno, excepto aquellos que era
necesario mencionar por razones especiales-Caín y Abel con una lista
genealógica de la familia de Caín hasta Lamec, porque él era la cabeza de una
de las ramas de la raza humana antes del diluvio. En el capítulo cinco ningún
individuo es mencionado sino los hijos en la línea de Noé, que son
mencionados bajo la fórmula de "hijos e hijas" y que nacieron
después. De esto no debemos inferir que antes de éstos no nacieran "hijos
e hijas"; porque de inferir tal cosa, tendríamos que excluir a Caín y a
Abel también. Por la época de la muerte de Abel, ambos hermanos eran hombres
adultos; pero nadie puede saber la edad que tenían. Pueden haber tenido cien
años o más, porque nuestros primeros padres no fueron creados párvulos, sino en
la madurez de todos sus poderes, y Adán tenía ciento treinta años cuando le nació
otro hijo después de la muerte de Abel. Gen. 4:25. De todas maneras, el
intervalo entre el nacimiento y la muerte de Abel debe haber sido muy largo, y
no hay razón para que podamos suponer que durante este período no le hayan
nacido hijas a Adán.
(8) Antes de terminar este capítulo debemos decir unas palabras sobre el
oficio de la razón en la interpretación de las Escrituras. Todo el mundo
admite que poseemos ciertas intuiciones primitivas o innatas que son el
fundamento de todo conocimiento.
Que todos los hombres tienen la obligación innoble de ser veraces,
justos, benévolos, y agradecidos, es una verdad que reconocemos directamente
por la luz de la conciencia. Hay también ciertos axiomas morales, fuera de la
esfera propia de la conciencia, que brillan con su luz propia. Uno de esos
axiomas es aquella verdad fundamental de teología enunciada por el apóstol de
la siguiente manera: "Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él"
(la. Juan 1:5) ; donde las palabras luz y tinieblas son tomadas en su sentido
moral, como lo demuestra el contexto; y de la siguiente manera por el apóstol
Santiago: "Dios no puede ser tentado de cosas malas, ni él tienta a
nadie" (Sant. 1:13) ; y siglos antes por Moisés: "El es la roca;
perfecta en su obra; porque todos sus caminos son justicia: Dios de verdad y
sin iniquidad, él es justo y recto" (Deut. 32:4) ; y aun antes de él, por
Abraham: " ¿El Juez de toda la tierra, no ha de hacer justicia?"
(Gen. 18:25). Estamos seguros de que ninguna declaración de la Palabra de Dios,
propiamente interpretada, contradice estas convicciones universales y
necesarias. Pero hay muchas verdades profundas que se hallan fuera de la esfera
de nuestras intuiciones directas, acerca de las cuales solamente el saber
infinito de Dios puede formar juicio. A esta clase pertenecen las siguientes:
Si e9 la voluntad de Dios crear una nueva raza de seres inteligentes, ¿cuál
será la medida de sus facultades morales, físicas e intelectuales? ¿En medio de
qué circunstancias y relaciones los colocará, a qué pruebas los someterá, y qué
límites pondrá a su finita libertad? Si pecan ¿qué plan formará para su
redención, y por medio de qué procesos revelará y ejecutará este plan? Estos y
otros muchos asuntos relacionados con los intereses más elevados del hombre,
están por encima de la simple intuición. Dios solamente, que con una sola
mirada abarca toda la eternidad, puede comprenderlas completamente, porque
todas ellas son partes constituyentes de su plan. Que la raza humana, que no
puede comprender toda la verdad, afecte comprender y resolver estos asuntos,
diciendo autoritativamente lo que Dios debe y lo que no debe hacer, es la mayor
y más absurda de las presunciones.
***
CAPITULO III
EL LENGUAGE FIGURADO DE LAS ESCRITURAS
1.-Cuando
el Salmista dice: "Jehová Dios es escudo y sol" (Sal. 84:11), quiere
significar que Dios es a todas sus criaturas el manantial de vida y bendición,
y su protector todopoderoso; pero esta idea la presenta bajo la figura de
un escudo y un sol. Cuando el apóstol Santiago dice que Moisés es leído cada
sábado en las sinagogas (Act. 15:21), quiere significar los escritos de moisés
bajo la figura (metonimia) de su nombre. En estos ejemplos la figura se comete
en las palabras; pero puede cometerse en las oraciones también, como por ejemplo:
"Dura cosa te es dar coces contra el aguijón" (Act. 26:14), donde la
conducta de Saulo al perseguir los discípulos de Cristo es presentada bajo la
figura de un buey que da coces contra el aguijón del que lo guía, y con lo que
no consigue otra cosa que hacer más profundas sus heridas. Lenguage figurado,
pues, es aquel en que una cosa se dice bajo la forma o figura
de otra cosa. Si se trata de alegorías y parábolas, puede tomar, como se
verá más adelante, la forma de un discurso continuado.
Una
gran proporción de las palabras de todos los idiomas, en verdad todas las que
expresan ideas morales a intelectuales, originalmente eran figuradas, siendo la
ley universal representar lo inmaterial por medio de lo material. Ejemplos de esto
son las palabras existir, existencia, emoción, afección, angustia, etc.
Pero en estos casos, como en otros muchos semejantes, el significado físico
primitivo de la palabra ha llegado a ser absoluto y así el significado
secundario y espiritual se ha convertido en literal. 0, lo que sucede muy a
menudo, mientras que se retiene el significado físico primitivo, un secundario
significado figurado de la palabra se ha hecho tan común, que su use
difícilmente recuerda su significado físico y, por lo tanto, puede considerarse
como literal; como sucede con las palabras difícil, rudo, etc., cuando
son aplicadas al carácter. En el primero de los ejemplos arriba mencionados:
"Dura cosa te es dar coces contra el aguijón," la traslación la
palabra dura de lo que es físicamente duro a lo que es difícil o
doloroso, es tan común que difícilmente puede considerarse como figurada. Pero
la otra expresión es figurada en el sentido más completo.
Los
retóricos dividen las figuras en dos clases generales: figuras de palabra. y
figuras de pensamiento, v dan elaboradas definiciones, clasificaciones y
reglas para su uso. El intérprete de las Escrituras, sin embargo, no debe
hacerse esclavo de ningún sistema retórico. Las reglas generales de
interpretación ya consideradas, serán, en una gran parte, una guía suficiente
para llegar a comprender el significado de la rica variedad de figuras
contenidas en la Biblia, especialmente en las porciones poéticas. Sólo nos
resta agregar unas palabras sobre la manera de descubrir el lenguaje figurado;
las clases principales de figuras; y algunos principios que deben ser
observados en su interpretación.
(2)
Puede presentarse el problema de saber si un escritor ha de ser entendido
literal o figuradamente. Para el descubrimiento del lenguaje figurado,
bastarán unas cuantas reglas bien simples.
(1)
En una multitud de casos puede decidirse prontamente en qué sentido debe ser
tomado el pasaje, o las palabras, considerando la naturaleza del asunto.
Así
sucede cuando el apóstol llama a Cristo un fundamento, y habla de
edificar sobre este fundamento "oro, plata, piedras preciosas," etc.,
agregando que la "obra de todo hombre será revelada por el fuego; y el
fuego probará la obra de todo hombre de qué clase sea"; y que "si la
obra de alguno resistiere" este fuego, "recibirá galardón"; pero
"sí la obra de alguno fuese consumida, él llevará el daño " (la. Cor.
3:11-15), que sabemos en seguida, por la naturaleza del asunto, que habla
figuradamente. El compara la iglesia de Dios con un templo, de cuyo templo Jesucristo
es el fundamento, y sus maestros y predicadores son los edificadores. E1
"oro, la plata, las piedras preciosas, el heno, la madera, el hierro, la
hojarasca" representan los materiales con que ellos fabrican; esto es, el
carácter de su doctrina y preceptos, y en segundo lugar, el carácter de
aquellos a quienes traen al redil cristiano. Últimamente, el "fuego"
es la prueba y juicio del último día.
También
dice el apóstol, de los antiguos israelitas que "bebieron de aquella roca
espiritual que les iba siguiendo; y aquella roca era Cristo " (1 a. Cor.
10:4). Semejantemente Cristo es llamado con relación a los creyentes "la
piedra principal del ángulo, escogida y preciosa"; pero con relación a los
no creyentes "piedra de tropiezo y roca de caída" (la. Ped. 2: 6-8) ;
"el León de la tribu de Judá, la Raíz de David" (Rev. 5 :5) ; "
el Cordero de Dios," y simplemente "el Cordero" (Juan 1:29, 36 ;
Rev. 5:12 6:1, etc.) ; "la puerta de las ovejas" (Juan 10:7, 9) ;
"la vid verdadera" (Juan 15:1) ; y "el pan vivo que descendió
del cielo" (Juan 6: 51) . El mismo dice: "El que come mi carne y bebe
mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día" (Juan 6
:54) . No hay una sola razón para entender cualquiera de estos pasajes
literalmente. El dogma de la Iglesia Romanista que enseña que el pan y el vino
consagrados se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Jesús, viola
tanto el sano juicio como los más sanos principios de interpretación bíblica.
Horne dice: "Como que las palabras "éste es mi cuerpo " y
"ésta es mi sangre " fueron pronunciadas antes de que su
cuerpo fuese quebrantado en la cruz y su sangre derramada, él no podía
pronunciarlas con la intención de que fueran tomadas a interpretadas
literalmente por sus discípulos. El no podía tomar su cuerpo en sus manos, ni
ofrecer su sangre en la copa, pues aun no había sido derramada."
(2)
A1 descubrir el lenguaje figurado, el intérprete naturalmente considerará el designio,
el contexto y la analogía general de las enseñanzas bíblicas. Si el
sentido literal es posible en la naturaleza del caso, pero contrario al tenor
general de las Escrituras, no debe ser tomado en este sentido.
El
profeta Isaías nos dice que, bajo el futuro reino del Mesías, el lobo morará
con el cordero, el tigre se echará junto con el cabrito, el becerro y el león
andarán juntos y un niño los pastoreará, y podrá jugar impunemente en la cueva
del áspid. (Isa. 11:6-8.) Es posible creer que semejante cosa pueda suceder por
medio de un cambio efectuado en la naturaleza de estos animales dañinos; pero
el profeta agrega inmediatamente: "No dañarán ni destruirán en todo mi santo
monte; porque estará la tierra llena del conocimiento de Jehová, como las aguas
cubren la mar." Por lo tanto, desde el momento en que el cambio se deberá
a la difusión del "conocimiento de Jehová," tendrá que ser un cambio
moral-una transformación del carácter de los hombres malvados, que son
comparados aquí, por medio de una figura, con el ogro, el leopardo, el oso, los
leones, el áspid. La analogía general del lenguaje profético que, como se verá
más adelante, abunda en formas de representación figurada, robustece 1a
interpretación que hemos dado a este pasaje.
Por
medio del profeta Ageo, Dios dice: "Una vez más (es corto el tiempo), y
voy a sacudir los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca" (2:6). La
llave al significado de este pasaje la tenemos en las siguientes palabras:
"voy a sacudir todas las naciones y vendrá el Deseado de todas las
naciones; y llenaré esta morada de gloria, dice Jehová de los ejércitos"
(ver. 7). En tal conexión y con un resultado semejante, nada sería tan absurdo
como entender este sacudimiento del cielo y la tierra, en un sentido figurado o
físico. Lo que aquí se predice es el sacudimiento de las naciones en un sentido
social, político y moral, como lo dice por medio de Ezequiel: " Haré que
haya trastorno, trastorno, trastorno: ni aquella tampoco será más, hasta que
venga Aquel cuyo es el derecho, y a El se lo daré." (21:27. Compárese con
Isa. 13:13; Jer. 4:24; Eze. 38:20; Joel 3:16. Semejantemente cuando Dios
anuncia que "haré que se ponga el sol al medio día; y en claro día
oscurecerá la tierra" (Amos 8:9), inmediatamente comprendemos que bajo
esta figura él anuncia al pueblo escogido la pronta llegada de una gran
calamidad. Compárese Deut. 28:29; Job. 5:14; Isa. 13:19; Jer. 4:23-28; Eze. 32:7,
8 ; Joel 2 :31; 3 :15, etc. Volveremos a hablar de este asunto al tratar de las
profecías.
En
el sermón del Monte Jesús dice: "Cualquiera que lo hiriere en la mejilla
derecha, vuélvele la izquierda" (Mat. 5:39) ; pero el precedente contexto
explica ésto, así como los preceptos que siguen, los que a una dicen que los
discípulos de Cristo no deben "resistir al mal", es decir, que no
deben volver mal por mal. Lo que el Salvador trata de inculcar es el
espíritu de humildad y paciencia, y no una manera tonta de manifestar estas
virtudes, de tal o cual modo. Así cuando él dice: "Da al que lo pidiere; y
al que quisiere tomar de tí prestado, no le vuelvas la espalda" (ver. 42),
no trata de significar, de acuerdo con el designio del pasaje y de las
enseñanzas dadas en otros lugares, que debemos enloquecernos dando
continuamente al que nos pide, sin fijarnos en las razones por qué nos pide, y
si su necesidad es real o fingida. Lo que él trata de hacer es inculcar
ese espíritu de liberalidad que nunca niega su ayuda a aquellos que realmente
la necesitan.
Cuando
el Salvador dice: "Si lo ojo derecho fuera ocasión de ofensa, sácalo y
échalo fuera de ti," etc., tanto el contexto que precede a este pasaje,
como el tenor general de las Escrituras nos enseñan que lo que él trata de
significar es lo que el apóstol expresa en otra forma: "Haced morir pues
vuestros miembros que están sobre la tierra" (Col. 3:5). Hacemos morir
nuestros miembros que nos conducen al pecado, no destruyéndolos, sino
guardándoles en sujeción a "la ley del espíritu de vida en Cristo
Jesús."
(3)
Si el intérprete bíblico está expuesto a errar por tomar en sentido literal el lenguaje
figurado, también está expuesto a tomar en sentido figurado lo que debe ser
interpretado literalmente. El expediente favorito de aquellos que niegan el carácter
sobrenatural de las Escrituras, es explicar los acontecimientos milagrosos que
se relatan en la Biblia, como figurados o místicos. Cuando David dice que, en
respuesta a su oración," "la tierra fue conmovida y tembló: y los
fundamentos de los montes se estremecieron porque él se enojó"; que
"Dios abajó los cielos, y descendió; y oscuridad debajo de sus pies";
que "tronó en los cielos Jehová, y el Altísimo dio su voz; granizo y
carbones de fuego"; que "envió sus saetas y desbaratólos : y echó
relámpagos, y los destruyó" (Sal. 18:7, 9, 13, 14), todo el mundo reconoce
que este lenguaje ha de ser tomado figuradamente. Pero algún incrédulo pudiera preguntar:
¿Por qué, pues, no ha de tomarse como figura el relato del don de la ley en
Sinaí, entre truenos y relámpagos? La respuesta de cualquier humilde lector de
la Biblia, sería-y esta es la respuesta del sentido común libre de sofisma-que
el primer pasaje aparece en un poema lírico, en los que semejantes
descripciones figuradas son muy propias; mientras que el segundo es una
sencilla narración que se propone exponer hechos históricos, con nombres y
fechas; que ningún lector, que no tuviera opiniones preconcebidas que mantener,
tomaría el pasaje de Éxodo en cualquier otro sentido que el literal, mientras
que todo lector comprende perfectamente que la poética descripción del Salmo 18
no puede tomarse sino en sentido figurado. Se ha tratado de interpretar la
historia evangélica como un mito-la personificación de un sistema puramente
idealista, en forma de historia. Es muy difícil refutar una teoría que no tiene
fundamento sobre qué basarse; sin embargo, la teoría mitológica puede ser destruida
de una manera muy sencilla. La verdad central de la historia evangélica es la
muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. El que deseo saber qué pensaba Pablo
sobre esto, que lea el capítulo quince de la primera epístola a los Corintios,
donde defiende su veracidad como testigo acerca do la realidad histórica de la
resurrección (ver. 15) . Ahora bien, si Pablo tenía semejante opinión sobre
estos hechos, Lúcas, su compañero en viajes y labores no podía tener diferente
opinión de ellos, ni tampoco ninguno de los otros evangelistas. Pero si la
muerte y resurrección de Jesús son tenidas como acontecimientos históricos,
toda la teoría mitológica cae por tierra.
(4)
Con respecto a las profecías que se refieren al lejano futuro, algunas veces
puede ser difícil determinar si hemos de creer que tengan cumplimiento literal,
o si hemos de tomarlas en su sentido figurado. Pero este asunto hemos de
tratarlo en otro lugar.
3.-El
término tropo (griego, tropos, una vuelta) es aplicado en sentido
general, a figuras de palabras y oraciones de una gran variedad; pero en su use
más estricto, a la traslación de una palabra u oración de su sentido literal a
su sentido figurado. Quintiliano dice (Inst. Orat. 8, 6, 1) que ha de tener
buen efecto (cum virtude); es decir, que ha de dar a la idea claridad,
fuerza y belleza.
Las
principales clases de tropos son la metonimia y la metáfora. La
metonimia se funda en una relación de cosas. Ejemplo, cuando Abraham
dice: "A Moisés y los profetas tienen, óiganlos" (Lúc, 16:29), donde
se menciona a Moisés y los profetas por sus escritos; esto es: los autores
por sits obras. "La lengua blanda quebranta los huesos, " dice el
sabio (Prov. 25:15). Aquí la lengua ocupa el lugar de conversación, el instrumento
por la cosa afectada, estando, al mismo tiempo, esta metonimia unida a una
metáfora. (Véase más abajo). La sinécdoque, en el cual la parte se
usa por el todo, como la espada por la guerra, es en su naturaleza
esencialmente una metonimia. Los retóricos hacen una elaborada clasificación de
las metonimias, pero ellas son de muy poco valor para el estudiante de la
Biblia, desde el momento en que todas estas figuras son interpretadas de
acuerdo con los sencillos principios que hemos dado en el capítulo anterior.
La
metáfora es una relación de semejanza, como sucede en los ejemplos que
ya hemos dado: "Jehová Dios es un sol y un escudo" (Sal- 84:11);
"yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador" (Juan 15:1). Esta
semejanza puede no depender de una sola palabra, sino de una expresión completa
como por ejemplo: "Dura cosa lo es dar coces contra el aguijón" (Act.
26:14) ; "Yo lo aconsejo que de mí compres oro refinado en el fuego, para
que seas hecho rico; y vestiduras blancas, para que seas vestido, y que la
vergüenza de lo desnudez no se descubra; y unge tus ojos con colirio, para que
veas" (Rev. 3:18). La metáfora y la metonimia pueden estar unidas, como
sucede en las palabras ya citadas: "La lengua blanda quebranta los
huesos," o cuando Nahum dice de los príncipes de Nínive: "A tus
leoncillos tragará espada" (Nahum 2:13). En este último pasaje, como
sucede en otros muchos, se agrega a la metáfora la personificación, que es una
figura de pensamiento, usándose la palabra "espada" para representar
una bestia feroz. Las grandes y hermosas personificaciones de las
Escrituras aparecen envueltas naturalmente en el lenguaje del tropo, lenguaje
de inmutable belleza y grandísima variedad. Jeremías dice: " Oh cuchillo
de Jehová, ¿Hasta cuándo no reposarás? Métete en lo vaina, reposa y calla.
¿Cómo reposarás? Porque Jehová le ha enviado en Ascalón, y a la ribera de la
mar, allí le puso" (47:6,7). E1 profeta Habacuc representa a Dios viniendo
en su gloria para la salvación de su pueblo: " Viéronte, y tuvieron temor
los montes: la inundación de sus aguas pasó: el abismo dio su voz, la hondura
alzó sus manos. El sol y la luna se pararon en su estancia" (3:10, 11). La
promesa de Dios a sus redimidos es: " Con alegría saldréis, y con paz
seréis vueltos: los montes y los collados levantarán canción delante de
vosotros, y todos los árboles del campo os aplaudirán con las manos" (Isa.
55: 12). Los libros del Nuevo Testamento están llenos de metonimias y
metáforas, y contienen algunas personificaciones, y en ellos esas figuras son
usadas, no como vano alarde literario, sino con grandes propósitos; son como
los relámpagos flamígeros del cielo que rompen y queman a la vez que iluminan.
"Guardaos de los falsos profetas," dice el Salvador, "que vienen
a vosotros con vestidos de ovejas; mas interiormente son lobos robadores. Por
sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, o higos de las
cambroneras?" (Mat. 7 :15, 16) . ¡ De qué manera tan efectiva arranca, por
medio de estas metáforas, el antifaz del rostro de los falsos profeta, "Si
dijere el pie: porque no soy mano, no soy el cuerpo: ¿ Por eso no será el
cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿Dónde estaría el oído? Si todo fuese oído,
¿Dónde estaría el olfato?" (1a Cor. 12:15, 16). En estas palabras tenemos
una personificación sin que haya tropo. "¿Dónde está, oh muerte, lo
aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro lo victoria?" (1a. Cor. 15:55). Aquí
tenemos una personificación majestuosa, expresada en forma metafórica. Aquí
tenemos una personificación majestuosa, expresada en forma metafórica.
Como
la semejanza es la base de la metáfora, podemos llamarla una forma abreviada
de comparación, siendo la cosa con la cual se hace la comparación el predicado
directo de lo que es comparado. Así, si dijéramos: "el perezoso es como
vinagre a los dientes y humo a los ojos de los que lo envían," tendríamos
una metáfora, llamando al perezoso directamente vinagre y humo. Pero si
dijéramos: "Como vinagre a los dientes y el humo a los ojos, así es el
perezoso a los que le envían" (Prov. 10 :26) , tendríamos una comparación,
dejando de ser trópico este lenguaje. La metáfora por lo tanto es una forma de
expresión mucho más vívida que la comparación.
Una
manera común de hacer la comparación en el libro de los Proverbios es: unir el
objeto comparado a la cosa o cosas con que se compara, como, por ejemplo:
"El azote para el caballo, y el cabestro para el asno, y la vara para el
cuerpo del insensato" (26:3) ; esto es: corno el azote es apropiado para
el caballo, y el cabestro para el asno, así lo es también la vara para el
cuerpo del insensato. Otros ejemplos: "Sin leña el fuego se apagará; y
donde no hubiere chismosos, cesara la contienda" (26:20); "el carbón
para brasas; y la leña para el fuego; y el hombre rencilloso para encender
contiendas" (26:21); "plata de escoria echada sobre tiesto son
los labios encendidos, y el corazón malo" (26:23.)
(2)
La alegoría es la narración de una transacción espiritual bajo la figura de algo
más inferior y terrenal, en la que la transacción inferior representa
directamente la transacción más elevada. En el Salmo 80 tenemos
un exquisito ejemplo de alegoría: "Hiciste venir la vid de Egipto: echaste
a los gentiles, y la plantaste. Limpiaste el lugar delante de ella: e hiciste
arraigar sus raíces, hinchió la tierra. Los montes fueron cubiertos de su
sombra; y sus ramas como cedros de Dios. Enviaste ¡oh Señor! sus ramas hasta la
mar: y hasta el río sus migrones. ¿Por qué aportillaste sus vallados, y la
cogieron todos los que pasaron por el camino? Destruyóla el puerco montés, y la
pació la bestia del campo. ¡Oh! Dios de los ejércitos, vuelve ahora mira desde
el cielo, y ve, y visita esta vid. Y la planta que lo diestra plantó: y sobre
el mugrón que tú corroboraste para ti. Quemada a fuego está, y talada: perezcan
por la reprensión de lo rostro" (vers. 8-16); donde la traslación de
Canaán, con su subsecuente historia, es descrita bajo la figura de una vid.
La
metáfora y la alegoría se parecen en que la base de ambas es la semejanza, y
que en las dos el objeto inferior representa directamente al superior. Sin
embargo, la metáfora no puede ser llamada propiamente una alegoría condensada,
ni la alegoría una metáfora aumentada; porque es parte esencial de la alegoría
que tenga la forma de narración, y que contenga una historia real-si se trata
de profecías puede ser llamada historia futura-por medio de una figura. De aquí
que en su extensión pueda ser indefinida, como en "El Viador"; y
podemos agregar el Cantar de los Cantares, el que la Iglesia Cristiana, desde
los tiempos más primitivos ha considerado una alegoría, cuyo tema es, en el lenguaje
del Antiguo Testamento, Dios y su pueblo elegido; pero de acuerdo con la
representación del Nuevo Testamento, Cristo y su Iglesia.
Debemos
hacer una cuidadosa distinción entre la verdadera alegoría y la aplicación
alegórica o mística de la historia real. En el primer caso no es el
significado literal el que constituye la verdad histórica, sino el sentido más
elevado representado por él. Dios, por ejemplo, nunca trasladó una vid de
Egipto a Canaán; pero sí trasladó a su pueblo escogido, que es comparado con
una vid. La historia de Saraí y Agar (Gen. 16) , por el contrario, es una
verdadera historia. El apóstol Pablo hace una aplicación alegórica de ella a
los dos convenios (el convenio en Sinaí y el convenio en Cristo), cuya
aplicación es muy hermosa y apropiada; sin embargo, esa historia no es
alegoría, sino verdadera historia. Véase más adelante en el capítulo V No. 4.
(3)
Una parábola es la narración de un supuesto acontecimiento, con
el propósito de ilustrar una verdad espiritual. El propósito de la
narración es encerrar el principio o verdad que se desea enseñar. Debe ser, por
tanto, natural y tener probabilidad de haber sucedido el acontecimiento; pero
su enseñanza literal es de muy poco valor. En la parábola del Señor sobre el
mayordomo injusto (Lúc. 16:1-9), por ejemplo, los incidentes de la narración
pueden haber sido, o no históricamente verdaderos; pero fueran o no verdaderos,
el gran principio que ilustra (ver. 10) es siempre el mismo.
Las
alegorías y las parábolas se intercambian mutuamente por medio de grados
insensibles. Algunas de las llamadas parábolas del Señor, son más bien
alegorías; como la de la viña que fue entregada a viñadores (Mat. 21:33-41) ,
la que se funda en la hermosa alegoría de Isa. 5:1-7; y lo mismo sucede con la
del buen pastor (Juan 10:1-18.) En su forma más pura, sin embargo, la alegoría
y la parábola se distinguen perfectamente entre sí. En la alegoría la figura
representa directamente la transacción superior; y de aquí que los incidentes
que se presentan en la figura-por lo menos los incidentes más importantes-deben
tener algo que les corresponda en la transacción espiritual que la figura
representa. En la parábola sucede de diferente manera. En ella la verdad
espiritual no aparece directamente descrita en los términos de la figura, sino
simplemente ilustrada por ella. Los incidentes y caracteres de la historia se
encuentran separados del principio general que inculca, y algunas veces son
separados formalmente por el que habla; como cuando dice nuestro Señor:
"El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena
simiente en su campo," etc. (Mat. 13 :24) . Por esta razón pertenecen más
o menos al ropaje de la parábola, por lo cual el violentarlos en su
interpretación puede conducir al error. Véase más adelante en el No. 7.
(4.)
-La fábula está en relación con la parábola, pero difiere de ella en dos
respectos: Primero, se desarrolla en una esfera terrenal, teniendo que
ver con máximas prudenciales más bien que con verdades espirituales.
Segundo, de acuerdo con su naturaleza inferior, permite que objetos
irracionales sean presentados como los actores, lo que sería contrario a la dignidad
de la parábola. Nuestro Señor jamás utilizó la fábula como medio de
instrucción. En el Antiguo Testamento tenemos dos ejemplos de fábulas; pero
ninguno de los dos fue usado por los profetas: La primera es la de Joatán:
" Fueron los árboles a elegir rey entre sí; y dijeron a la oliva: reina
sobre nosotros," etc. (Jueces 9:8-15). La segunda es la de Joas: "El
cardillo que está en el Líbano, envió al cedro que está en el Libano, diciendo:
Da lo hija por mujer a mi hijo. Y pasaron las bestias fieras que están en el
Líbano, y hollaron al cardillo " (2a. Rey 14:9).
(5.)
Un símbolo es un objeto material, una transacción efectuada en el
mundo material, y algunas veces un número, que representa una verdad
espiritual. Los símbolos ritualísticos, como el arca del convenio, las
vestiduras del sumo sacerdote, y en general todo lo que tiene relación con el
servicio del tabernáculo y del templo, serán considerados más adelante cuando
hablemos de los tipos. Ahora hablamos de los símbolos solamente en cuanto
tienen relación con el lado humano de la interpretación. En el capítulo 17 del
libro de Números tenemos un hermoso ejemplo de transacción simbólica, donde
los príncipes de Israel, bajo la dirección de Dios, toman doce varas, cada uno
escribe su nombre sobre su vara, y las depositan en el tabernáculo ante la
presencia del Señor, aconteciendo al día siguiente que la vara de Aarón
"floreció, y echó flores, y brotó renuevos, y parió almendras,"
símbolo de que Dios haría que el sacerdocio floreciera en su familia.
Hay
una gran variedad de símbolos bíblicos. Algunas veces aparecen en sueños, como
el de Jacob de la escala que llegaba al cielo (Gen. 28 :12-15) ; los dos sueños
de Faraón de las vacas gordas y flacas (Gen. 41:1-7) ; o en visión pro f
ética, como la de Jeremías de la olla que hervía vuelta hacia el norte
(Jer. 1:13) ; la de Ezequiel de los querubines (cap. 1) ; y la de Amós del
canastillo de f rutas de verano (8 :2) . Otras veces aparecen en transacciones
reales. Asi el falso profeta Sedequías "Se había hecho unos cuernos de
hierro, y dijo: Así dijo Jehová con éstos acornearás a los sirios hasta
acabarlos" (la. RV. 22:11) ; el profeta Jeremías usó un yugo sobre su
cuello, como signo de que Dios sujetaría las naciones al poder de
Nabucodonosor, yugo que fue roto por el falso profeta Hananías para simbolizar
de esta manera que el pueblo sería libertado del poder de Nabucodonosor (Jer.
27:1-3; 28:10, 11).
(6.)
El proverbio es una máxima corta con relación a la vida diaria.
Puede ser expresado por figura o literalmente, pero en cualquiera de estos dos
casos debe contener una verdad general. "E1 burlador no ama al que
le castiga: ni se allega a los sabios" (Prov. 15:12), es un proverbio
expresado en lenguaje corriente. "Tome fuerte es el nombre de Jehová: a él
correrá el justo y será levantado" (Prov. 18:10) es un proverbio expresado
por medio de una hermosa figura. Los mancebos insensatos aconsejaron a Roboam
que dijera a los israelitas: "el menor dedo de los míos es más grueso que
los lomos de mi padre" (1a. Rey. 12:10). Estas palabras no encierran un
proverbio, porque simplemente contienen un relato de un hecho real particular,
expresado por medio de una figura. Pero si cambiáramos la forma y dijéramos:
"El dedo más pequeño de un gobernante insensato es más grueso que los
lomos de un rey sabio, " les daríamos más generalidad a las palabras,
convirtiéndolas así en un proverbio.
La
palabra hebrea proverbio (mashal) denota una similitud, siendo
esta similitud una de sus formas más corrientes. De esto tenemos abundantes ejemplos
en el libro de Proverbios. Además tenemos proverbios expresados en forma de comparación
directa: " Como un agua se parece a otra, así el corazón del hombre al
otro" (27 :19) ; "Gotera continua en tiempo de lluvia, y la mujer
rencillosa son semejantes" (27:15) ; "mejor es la comida de legumbres
donde hay amor, que el buey engordado donde hay odio" (15 :17) . Tenemos
otra clase de proverbio: en forma de metáfora; "Goteras continuas
son las contiendas de la mujer " (19:13); "Los labios sabios son vaso
precioso" (20:15). Pero más frecuentemente aparece la comparación en
forma de contraste, como por ejemplo: "El hijo sabio recibe la
enseñanza del padre; mas el burlador no escucha la reprensión" (13:1);
"El testigo verdadero no mentirá; mas el testigo falso hablará
mentira" (14: 5) . El significado de la palabra proverbio se entiende a
cortas máximas sentenciosas de todas las formas, aun cuando se excluye la
comparación, como "El impío toma presentes de su seno, para pervertir las
veredas del derecho" (17:23.)
(7.)
La palabra mito (griego muthos) era aplicada por los griegos a
una leyenda de los tiempos antiguos, después fue aplicada a las fábulas, como
las de Esopo. En los tiempos modernos es definida como una historieta en la
cual "hay una combinación inconsciente del significado más profundo con el
símbolo eterno, estando los dos separados y siendo separables en la
parábola." "La narración mitológica se presenta no solamente como un
vehículo de la verdad, sino como si fuera la verdad misma; mientras que en la
parábola hay una conciencia perfecta en todas las mentes, de la gran distinción
que hay entre la forma y la esencia, entre la cáscara y la almendra, entre la
preciosa vasija y el vino mas precioso aun que contiene." (French).
Tenemos un buen ejemplo de esto en las leyendas de la mitología griega,
recibida en una ocasión por las masas como verdaderas literalmente; pero las
que "una edad más avanzada y reflexiva que aquella en que la mitología
nació, ha aprendido a considerar simplemente como la envoltura de ciertas ideas
acerca de los dioses." El mito, según ha sido definido, no entra en la
esfera de la interpretación bíblica. Los acontecimientos históricos relatados
en el Nuevo Testamento pueden tener, y en muchas ocasiones tienen, significados
más elevados. En ese caso ellas no son mitos, sino historias típicas. Véase más
adelante cap.5 no. 4. Todas las narraciones bíblicas, que son en realidad
verdaderas, no en un sentido literal, sino en su significado más elevado, se
estudian junto con las alegorías, parábolas o representaciones simbólicas.
4.-En
la interpretación del lenguaje figurado, debemos guiarnos, en general, por los
principios que hemos considerado en el capítulo anterior. El dar reglas
especiales para la interpretación de las hermosas y variadas figuras que
adornan las páginas del Libro Santo, sería tanto innecesario como
impracticable. La historia de la exégesis bíblica demuestra, sin embargo, que
se necesita un gran cuidado para esta interpretación.
5.-Al
joven estudiante de las Escrituras debe recordársele, antes de nada, que el lenguaje
figurado de la Biblia es tan cierto y verdadero como sus declaraciones mas
claras y literales. Las figuras de la Biblia no son usadas simplemente para
agradar la imaginación y excitar los sentimientos, sino principalmente para
enseñar verdades eternas. El Señor, "el testigo fiel y
verdadero," dijo: "E1 cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán" (Mat. 13:31). Sin embargo, hay una clase de intérpretes que
parecen creer que si ellos pueden demostrar, en cualquier caso dado, que el lenguaje
de la Biblia es figurado, su significado esta muy cerca de perder su certeza y
realidad. Tres veces seguidas aconsejo él a sus discípulos que se arrancaran un
pie o un brazo, o que echaran fuera de si un ojo, si algunos de estos miembros
era causa de ofensa, por ser esto preferible a que todo el cuerpo sea echado en
el infierno "al fuego que nunca se apaga" (Mar. 9:4348) . Pero alguno
de esta clase de expositores dirá que todo este lenguaje es figurado, y debe
ser tomado como tal. Indudablemente lo que se dice de la mutilación del cuerpo
es una figura, y no pretendemos saber hasta qué extremo ha de ser real este
terrible fuego que no cesa nunca y que espera a los impenitentes en el mundo
venidero. Pero en los labios de Jesús las figuras enseñan profundas verdades.
El pobre pecador que desprecia la gracia del Evangelio, llegará a convencerse
de que la realidad de su perdición no es menos terrible que las figuras por
medio de las cuales Cristo representa esta realidad. La historia del hombre
rico y Lázaro es una parábola ; pero porque sea una parábola, no podemos hacer
caso omiso de las grandes lecciones que enseña. Para comprender cuáles sean
estas lecciones, sólo se necesita sinceridad y fe. Esas lecciones nos enseñan que
los sufrientes hijos de Dios van inmediatamente después de la muerte a un
estado de consciente bienaventuranza; y "los hombres de este mundo, que
tienen su porción en esta vida, " a un lugar de inmitigable sufrimiento.
Cualquiera que sea la comprensión de la palabra hades (traducida
infierno en nuestras versiones), hay una cima infranqueable entre Lázaro, que
está en el seno de Abraham, y el hombre rico que está en tormentos. La
"cima infranqueable" puede ser una figura; pero representa una
tremenda realidad; y la realidad es que no hay transición de un estado a otro.
6.-En
la alegoría la transacción espiritual más elevada está, según hemos
visto ya, directamente representada por la inferior. Por lo tanto, cuando
sabemos lo que representa la alegoría, tenemos ya la clave para su
interpretación, y todos los incidentes van colocándose naturalmente en su lugar
correspondiente. Si la esfera de la alegoría es la historia externa del pueblo
de Dios, todos los incidentes-por lo menos los principales-han de tener su
significación. Si su esfera es la de una experiencia interna y espiritual, como
sucede en el Cantar de los Cantares, debe esperarse más extensión en el ropaje
de la historia; sin embargo, en ella también cada una de las partes esenciales
debe corresponder con algo en el objeto superior que representa.
Un
ejemplo de alegoría histórica pura es la de la vid traída de Egipto (Sal. 80),
donde el objeto superior, que nos da la clave a su significación, es el
Pueblo escogido de Dios. La expulsión de los gentiles (ver. 10), aparece
literalmente expresada, pero en los siguientes versículos la figura es
admirablemente desarrollada. Esta vid echa profundas raíces y cubre toda la
tierra; las montañas son cubiertas por su sombra, y sus ramas son como las del
cedro; envía sus ramas hasta la mar, y hasta el río sus mugrones (vers. 9-11).
Aquí tenemos un incidente, principal: el crecimiento del pueblo
de Dios en la tierra de Canaán. Entonces Dios derribó su vallado, as¡ que todo
el que pasaba por allí cogía de ella; el puerco montés la destruyó y la bestia
del campo la pació (vers. 12, -13). Este es otro incidente principal: el cese
de la protección de Dios sobre su pueblo, y la opresión de este pueblo por
sus vecinos gentiles. La oración que sigue, a favor de la vid (vers. 1-1-16),
representa el amor que el pueblo de Dios siente hacia su iglesia. Cada
una de estas partes de la alegoría tiene su propia significación. El resto de
las imágenes-las montañas cubiertas por su sombra, sus ramas semejantes a las
del cedro, su destrucción por las bestias del campo, etc.,-son simplemente el
ropaje de la alegoría; y el tratar de encontrar un significado espiritual a
cada uno de estos particulares, no daría más resultado que echar a perder su
belleza y fuerza.
Damos
otro ejemplo de alegoría histórica tomada de Ezequiel (17:3-10), en la que las
partes esenciales pueden ser fácilmente distinguidas de las magníficas imágenes
usadas por el profeta: "Un águila grande, con grandes alas y plumas
largas, y abundantes plumas de varios colores (Nabucodonosor), vino al Líbano,
y tomó el ramo más elevado del cedro (Joaquín a quien Nabucodonosor destronó y
llevo cautivo a Babilonia. El cedro del Líbano representa la familia real, y
Joaquín, como monarca reinante, su principal rama) ; arrancó el más alto de sus
renuevos, y lo trajo a tierra de tráfico (Caldea) ; y lo colocó en una ciudad
de comerciantes (Babilonia). Tomó también del veduño de aquella tierra (la
simiente del rey, significando a Sedequias, a quien Nabucodonosor hizo rey en
lugar de Joaquín), y la colocó en un terreno feraz; lo trajo junto a muchas
aguas, lo trasplantó como un sauce (estableció a Sedequías en el trono, y le
dió todos los medios para prosperar como vasallo suyo). Y brotó y vino a ser
una vid de mucho ramaje pero de poca elevación (no un cedro, sino una vid de
baja estatura; esto es, un rey tributario) ; cuyos sarmientos se volvían hacia
aquella águila (hacia Nabucodonosor, como dependiente de él), y cuyas raíces
estaban debajo de ella (debajo de Nabucodonosor, como súbdito de su poder) ; de
suerte que vino a ser una vid, y produjo ramas, y echó pimpollos. Había también
otra águila grande, con grandes alas y mucho plumaje (Faraón, rey de Egipto), y
he aquí que esa vid torció sus raíces hacia ella (Sedequfas quitó su confianza de
Nabucodonosor para depositarla en Faraón), y envióle sus sarmientos desde donde
estaba plantada, para que ella la regase; aunque había sido plantada por
Nabucodonosor) en terrenos buenos, junto a muchas aguas, para que echáse ramas,
y produjese fruto a fin de que llegase a ser una parra grande (la fidelidad a
Nabuconodosor hubiera dado a Sedequías la prosperidad. Diles: Así dice Jehová
el Señor: ¿Acaso prosperará? (ahora que se inclina hácia la segunda águila) ¿No
arrancará sus raíces la primera águila (Nabucodonosor), y cortará sus frutos
para que se segue? Todas sus hojas lozanas se secarán; y eso sin gran poder ni
mucha gente, que sea necesario para arrancarla por sus raíces (la obra de
arrancarla será fácil., sin que requiera una gran fuerza). He aquí pues, aunque
plantada ¿has de prosperar? ¿No se secará luego que el viento oriental la
toque? (una nueva figura para representar su destrucción) cierto que se secará
sobre las eras donde había brotado. "
Hay
una clase de alegorías en el Antiguo Testamento que representan la relación de
Dios con su pueblo bajo la figura del esposo y la esposa. A esta clase
pertenece el Cantar de los Cantares y las dos maravillosas alegorías de
Ezequiel ( caps. 16 y 23 ) . El use de tantísimas y tan hermosas imágenes en estas
alegorías, no admiten una interpretación detallada. En ellas sólo ha de tomarse
en consideración su designio general, puesto que este designio contiene
la idea esencial.
Dada
la libertad de estilo que tenían los escritores bíblicos, podían poner una introducción
de cláusulas literales en la alegoría ("Echaste a los gentiles, y la
plantaste," Sal. 80:8), y también cláusulas explicatorias, aunque no tan
fácilmente como en la parábola. Véanse ejemplos en Isa. 5:7; Juan 10:9, 11, 14.
7.-Las
parábolas bíblicas tienen una gran variedad de formas, asemejándose algunas
veces a la alegoría, en cuyo caso la interpretación debe ser hecha de acuerdo
con los mismos principios generales. En su forma más pura, sin embargo, la
parábola no representa directamente la verdad espiritual más elevada, como
sucede en la alegoría, sino que es simplemente una narración para ilustrarla.
Puede ser presentada en forma absoluta, como la de la higuera seca (Lúc.
13:6-9); o más comúnmente, a la manera de similitud, como: "El reino de
los cielos es semejante al hombre que sembró buena simiente en su campo"
(Mat. 13:24); "¿A qué haremos semej ante el reino de Dios? ¿O a qué lo
compararemos? "(Mat. 24:30). La parábola puede ser presentada sin
explicación; así sucede en la parábola de los dos hijos a quienes el padre pide
que vayan a trabajar en la viña, donde se hace la siguiente aplicación:
"De cierto os digo que los publicanos y las rameras os van delante al
reino de Dios" (Mat. 21:28,-31); y la parábola del fariseo y el publicano
comienza y termina con cláusulas explicativas (Lúc. 13:9-14). Todas las
cláusulas semejantes son de una grandísima importancia para la interpretación
de las parábolas en que aparecen. En la interpretación de las parábolas, lo
primero y más importante que hay que hacer, es buscar la verdad espiritual que
ella trata de enseñar. Hasta qué extremo alcanza la significación espiritual de
los incidentes particulares de una parábola, es algo que ha de ser determinado
separadamente y de acuerdo con cada uno de estos incidentes.
En
la parábola del sembrador, que el mismo Señor interpretó (Mat. 13:3-8, 19-23),
todas sus partes son sencillas, puesto que las cuatro clases distintas de
terreno representan las diferentes clases de oyentes. Lo mismo sucede en la
parábola de la buena simiente y la cizaña (Mat. 13:24-30, 37-43), donde la
buena semilla sembrada por el dueño del campo, la cizaña sembrada por su
enemigo, la separación, en el tiempo de la siega entre el trigo y la cizaña, el
quemar de la cizaña y recoger el trigo en los graneros, son todos incidentes
principales en su aplicación espiritual. No resulta de igual manera en la
parábola de las diez vírgenes (Mat. 25:1-13) de la que el Señor nos ha dicho
cuál es su designio, el único designio hasta donde nos es posible ver: "Velad,
por lo tanto, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Señor
vendrá." Si seguimos adelante y tratamos de averiguar cuál es el
significado espiritual de las lámparas de aceite, de la división de las
vírgenes en dos grupos de cinco vírgenes prudentes y cinco insensatas, de la
súplica de las insensatas de que les dieran aceite, y de la respuesta de las
vírgenes prudentes, llegaremos a especulaciones innecesarias. Todas estas cosas
pertenecen más bien al ropaje de la parábola y su intención es hacerla más
natural y probable.
En
la forma más pura de la parábola, los personajes que se presentan para ilustrar
los caminos de providencia y gracia de Dios, no representan a Dios
directamente, como sucede en la alegoría. No es necesario, pues, que haya en
todos los casos correspondencia entre sus caracteres y el carácter del Santo
Dios. Basta que las palabras y hechos que se atribuyen ilustren con verdad los
principios espirituales que se trata de enseñar. En la parábola del mal siervo
(Mat. 18:23-35), "mandó su Señor vender a él, y a su mujer a hijos, con
todo lo que tenían, y pagar" (ver. 25); y después "le entrego a los
verdugos hasta que pagase todo lo que debía" (ver. 34). No debemos
molestarnos en averiguar si eran justos estos actos realizados por el rey terrenal;
es suficiente que, a los propósitos de la parábola, ellos guardasen
relación con la costumbre de aquella época, y que así ilustraran la gran verdad
que la parábola se proponía enseñar: "Así también hará con vosotros tú
Padre Celestial, si no perdonareis de vuestro corazón cada uno a sus hermanos
sus ofensas" (Mat. 18:35). Todavía tenemos mejores ilustraciones de este
principio en tales parábolas como la del amigo importuno (Lúc. 11:5-8), el juez
injusto (Lúc. 18:1-8), y el mayordomo infiel (Lúc. 16: 1-9). El Señor no
compara a Dios con el amigo indolente que no se levanta para servir a su amigo
dándole pan, hasta tanto que se ve obligado a ello por la importunidad de su
amigo; ni tampoco al juez injusto que no teme a Dios ni a los hombres. Mas presenta
una ilustración, con la conducta de estos personajes, de la eficacia de la
oración constante; agregando al final de cada parábola su designio: "Y yo
os digo: Pedíd, y se os dará; buscád y hallaréis; tocád y se os abrirá"
(Lúc. 11:9); "¿Y Dios no defenderá a sus escogidos que claman a él de día
y de noche, aunque sea longánimo acerca de ellos?" (Lúc. 18:7). En la
parábola del mayordomo injusto, nuestro Señor presenta una transacción
fraudulenta -una transacción tan manifiestamente fraudulenta que no podemos
tener duda alguna acerca de que no mereció su aprobación-a fin de poder
ilustrar la importancia de la prudente provisión para el futuro. Al
rebajar sus deudas a los deudores de su Señor, él se gana sus favores a fin de
poder ser recibido en sus casas en tiempos de necesidad. Para la mayor
comprensión de esta parábola, las palabras del versículo ocho es de grandísima
importancia: "Y alabó el Señor al mayordomo malo por haber hecho
prudentemente; porque los hijos de este siglo más prudentes son en su generación
que los hijos de luz." No obstante lo mala que era la manera de proceder
de este mayordomo, él no podía por menos que alabarla como una transacción
prudente para el fin que se proponía. De aquí la última cláusula de este
versículo: "Porque los hijos de este siglo más prudentes son que los hijos
de luz." El mayordomo y los deudores de su Señor eran todos "hijos de
este siglo" (o de este mundo, como aparece en el original), y la
transacción efectuada entre ellos se hizo de acuerdo con principios humanos. El
Salvador desearía que los "hijos de luz"-los hijos santos de Dios,
que viven y obran en la atmósfera de una luz celestial- hicieran provisión para
su bien eterno, en el use que hacen de las cosas terrenales. Por esto agrega,
explicando el designio de la parábola: "Haceos amigos (por el buen use de
ellas) de las riquezas de maldad (llamadas así porque son el gran objetivo de
los hombres y se adquieren generalmente por malos medios), para que cuando
faltareis (cuando seáis separados de vuestra mayordomía por la muerte) os
reciban (los amigos que habéis adquirido por vuestras obras de amor y
misericordia) en las moradas eternas" (ver. 9). El Señor usa las palabras
"os reciban" con alusión al lenguaje del mayordomo en el versículo 4:
"11Ie reciban en sus casas." Nuestros amigos no nos reciben en las
moradas eternas porque tengan derecho a hacerlo así, puesto que este derecho
pertenece a Cristo solamente; pero nos reciben en el sentido de dar testimonio
ante el trono de Cristo de nuestras obras de amor y misericordia, por medio de
las cuales ponemos de manifiesto la realidad de nuestra fe, y por las que
tenemos entrada, por la gracia, a las moradas eternas. Compárese esta parábola
con el admirable pasaje de Mat. 25:34-16 que es una buena clave a ella.
8.-Para
determinar si un símbolo es una verdadera transacción, o si solamente se
presenta una visión, hay que considerar tanto su naturaleza como su
contexto. Cuando Ezequiel, por el mandato de Dios, visita el atrio del
templo, abre un agujero en la pared, y ve las abominaciones que allí adentro se
practicaban (cap. 8), sabemos por sus propias palabras (ver. 3), que todo esto
sucedió "en visión de Dios." Lo mismo sucede con la admirable visión
de los huesos secos (cap. 17:1-13). Pero la acción simbólica que sigue-la unión
de los palos en uno-parece estar representado como real; porque el pueblo
pregunta a este respecto: " ¿No nos enseñarás qué lo significan estas
cosas?" (ver. 18), y los dos palos aparecen "ante su vista" en
las manos del profeta (ver. 20). La naturaleza de la transacción simbólica que
se relata en Jer. 32:6-12-la compra de la heredad de Jananeel-con las
circunstancias históricas que la acompañan, demuestra que era real. Por el
contrario, de la naturaleza del carro de Dios que vio Ezequiel (cap. 1:10),
tanto por los datos que la acompañan (caps. 1:1; 8:1-4), sabemos que fue
representada al sentido interno del profeta, y no vista con sus ojos físicos.
El carácter moral de la transacción relatada por O seas (caps. 1-3), ha llevado a los comentadores a la decisión
de que fue una ocurrencia real.
En
algunos casos no podemos determinar si las transacciones simbólicas son reales,
o si simplemente vistas en visión. Por ejemplo, ¿Cómo hemos de entender la
transacción relatada en Isa. 20; en Jer. 13:1-11; en Eze. 4? Con respecto a
ejemplos semejantes, los expositores tendrán diferentes opiniones; pero
cualquiera que sea su manera de comprenderlos, sus significados y las lecciones
que enseñan siempre serán los mismos.
Más
adelante trataremos el tema de los símbolos en relación con el de las
profecías. Aquí simplemente consideramos los principios generales por medio de
los cuales han de ser interpretados. En este respecto debemos guiarnos,
antes de nada, por la explicación del mismo autor. Cuando esto no baste, debemos
estudiar cuidadosamente la naturaleza de las figuras que se usan, y la conexión
en que aparecen.
Los
escritores sagrados muy comúnmente indican el significado de los símbolos que
usan. A1 profeta Isaías se le manda (cap. 20 :2) : " Quita el saco de tus
lomos y descalza tus zapatos de tus pies; e hízolo así andando desnudo y
descalzo." Después viene la explicación de este acontecimiento simbólico
"De
la manera que anduvo mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años, señal y
pronóstico sobre Egipto, y sobre Etiopía; así llevará el rey de Asiría la
cautividad de Egipto y la trasmigración de Etiopía, de mozos y de viejos,
desnuda y descalza," etc. (vers. 3, 4). Para otros ejemplos véase el
símbolo del cinto (Jer. 13:1-7 comparado con los versículos 811) ; de la compra
del campo de Jananeel (Jer. 32:6 comparado con los vers. 13-15) ; del aparejo
de partida (Eze. 12 :3-7 comparado con los vers. 8-12) ; de la plomada (Amós 7
:7, 8) ; de los cuatro cuernos (Zac. 1:18-21) ; y otras muchas transacciones
simbólicas que el estudiante hallará a menudo en la Biblia.
Pero
algunas veces se presenta el símbolo sin que se dé explicación alguna, o
simplemente con alguna oscura nota sobre su significado. E1 profeta Amós tiene
una visión de langostas, y después del fuego devorador, sin que se dé más que
una ligera explicación sobre que denota grandes calamidades que el Señor
evitará, en su misericordia, por causa de las oraciones (Amós 7:1-6). En este
pasaje la naturaleza de los símbolos en relación con la conocida situación del
pueblo de Israel, demuestra que ellos representan que la nación sufriría una
desolación general de parte de los enemigos de fuera. E1 profeta Ezequiel no dá
ninguna interpretación a su visión del Señor entronado en su gloria en el
firmamento, sobre el carro tirado por cuatro querubines y con cuatro ruedas
vivientes llenas de ojos, en medio de todo lo cual se levantaba una luz
brillante (caps. 1-10). Por medio de un estudio cuidadoso de estas magníficas
imágenes, podemos inferir con probabilidad que los querubines con sus ruedas,
moviéndose a todos lados con la rapidez del relámpago, denota todas las
agencias a instrumentalidades por medio de las cuales Dios administra su
gobierno sobre todo el mundo, agencias a instrumentalidades que están
completamente bajo su dirección, y que ejecutan con certeza inenarrable todos
sus altos propósitos. Los cuatro rostros de los querubines además, que
responden a las cuatro divisiones generales entre los componentes del pueblo
hebreo, parecen representar la plenitud de sus dones. E1 significado de la
visión de Ezequiel de la nueva Jerusalén, con el templo y el altar, es un
asunto que más propiamente debe ser estudiado, en relación con el tema de las
profecías. Algunos de los símbolos del libro de Zacarías aparecen admirablemente
interpretados en el mismo libro, como, por ejemplo, el símbolo de los dos
olivos (4 :1-10). De otros no se da más que una vislumbre de su interpretación,
y esto en una forma bastante enigmática; así que su interpretación es causa de
gran dificultad a incertidumbre. Como ejemplos podernos referirnos al símbolo
de la medida (Zac. 5:5-11) ; al de los cuatro carros que salían de entre los
montes de metal, tirados por caballos de distintos colores (Zac. 6 :1-9) ; el
de los dos cayados, Suavidad y Ataduras, con los que se manda al
profeta, en visión, "que apaciente a las ovejas de las matanzas," y
los que después ha de romper (Zac. 11:4-14). Para la comprensión de todos los
detalles de estos difíciles símbolos, el lector debe recurrir a los comentarios,
Nuestros límites no nos permiten señalar aquí los principios generales sobre
los que debe basarse el expositor al hacer su interpretación.
9.-Hay
otra clase de símbolos que podemos llamar numéricos: siete es el bien
conocido número que simboliza totalidad; cuatro es el símbolo de universalidad;
dote el número que representa al pueblo de Dios. A esta clase pertenecen
también aquellos pasajes en que la palabra día se usa para significar un
año, o un período indefinido de tiempo. Uno de los mejores ejemplos es la
profecía de Daniel de las setenta semanas que habían de preceder a la
muerte del Mesías ( 9 :24-27 ) , cuyos detalles el lector debe estudiar en un
comentario. Sobre el mismo principio debemos interpretar, probablemente, la
frase " tiempo, y tiempos y el medio de un tiempo" (Daniel 7:25),
esto es, tres años y medio; las "cuarenta y dos semanas" ( Rev. 11:2
; 13 :5 ) ; y los "mil doscientos y setenta días" (Rev. 11:3 ; 12:6.
Compárese Ezequiel 4:4-8 donde un día es usado expresamente para simbolizar un
año.
***
SEGUNDA DIVISIÓN
LA INTERPRETACIÓN VISTA DESDE EL LADO DIVINO
CAPITULO IV
LA UNIDAD DE LA REVELACIÓN
1.
"Conocidas son de Dios todas sus obras desde el principio del mundo,"
y por lo tanto ellas constituyen un todo consistente. El recibir las Escrituras
como una Revelación de Dios es reconocer que ellas poseen una completa y
esencial unidad en todos sus panes. Todo aquel que hable tímida y
vacilantemente de la armonía esencial que existe entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, o bien se niega a reconocer que ambos fueron dados por inspiración
divina, o conoce esta gran verdad fundamental de una manera may confusa a
imperfecta. Si Dios ha hablado por conducto de Moisés y los profetas, lo mismo
que por medio de Cristo y los Apóstoles, es en vano alegar que existe
contradicción entre ambos Testamentos, sea en su doctrina o en su espíritu. Es
tan absolutamente cierto que Cristo y los Apóstoles basaron sus enseñanzas en
el Antiguo Testamento, que negar su divinidad es negar la del Nuevo Testamento
también.
2.-Pero
la unidad de la Revelación, lo mismo que la que existe en todas las obras de
Dios, es unidad en medio de diversidad--diversidad en sus panes contemporáneos,
pero principalmente en su progreso. De esto tenemos innumerables ilustraciones.
La historia de una planta de trigo, desde que la semilla es echada en el surco
hasta la hora de la siega, time perfecta unidad de plan. Mas ¡Qué diferentes
en. su forma externa son la suave hoja, el verde tallo, el maduro grano! E1 año
forma un todo consistente; pero ¿puede algo ser más desemejante en la forma,
que la primavera y el otoño? Sin embargo, nadie piensa en buscar falta de armonía
entre las fragantes flores del primero y los maduros frutos del segundo. E1
camino de la siega va a través de las flores. Los geólogos nos hablan macho de
las variadas condiciones por que ha atravesado nuestro planeta, las diversas
formas de vida vegetal y animal que corresponden a cada una de estas variadas
condiciones. Sin embargo, en medio de esta inmensa diversidad en la forma
externa, ellos reconocen desde el principio a1 fin, una unidad fundamental de
plan. Podemos, por lo tanto, inferir con toda razón que si Dios hubiera de
hacer una revelación de sí mismo a los hombres, esta revelación había de tener,
no unidad, sino diversidad en la forma externa, especialmente
diversidad de progreso o desarrollo. El hecho de que la revelación
contenida en is Biblia tenga semejante diversidad es una prueba de su
divinidad.
3.-Podemos
considerar esta unidad en diversidad en lo que respecta a la forma
del reino de Dios. Desde Adán a Abraham Dios administró los asuntos de la
familia humana, en su totalidad, sin ninguna organización visible de una
iglesia distinta del mundo en general. Con el comienzo de la dispensación
mosaica Dios reunió su pueblo en la forma de estado, de cuyo estado él
era la cabeza suprema y el legislador, a la vez que todos los gobernantes
ejercían bajo su dirección las funciones de sus empleos civiles, incluso el
manejo de la espada. Cuando Cristo vino separó la iglesia del estado, y le dio
su presente organización espiritual y universal. En toda esta diversidad de
forma externa, se reconoce fácilmente el progreso de un gran todo consistente.
4.-Ahora
podemos volver al principio y considerar la diversidad en la forma del
servicio público. La sencilla ofrenda de Abel, quien "trajo de los
primogénitos de sus ovejas y de los sebos de ellas;" el altar de los
patriarcas; el brillante ceremonial de la economía mosaica, con su sacerdocio y
sacrificios; "el servicio de canto en la casa del Señor," agregado
por David; el servicio de la sinagoga en tiempos más recientes; y finalmente,
el sacerdocio espiritual de los creyentes bajo la dispensación del Nuevo
Testamento, sacerdocio cuyo oficio es "ofrecer sacrificios espirituales,
aceptos a Dios, por medio de Jesucristo" (la. Ped. 2:3)-y demostrar que a
través de toda esta variedad de formas externas, la esencia del servicio de
Dios ha sido siempre la misma, de manera tal que el ejemplo de los primitivos
creyentes es un buen modelo para nuestra imitación. Heb. cap. 11.
5.-Podemos
demostrar, además, que la misma diversidad se encuentra también en la foma
de trabajo que fue dado a los siervos de Dios en las diferentes edades. La
obra asignada a Noé no fue la misma que se le asignó a Abraham; ni la de
Abraham la misma de Moisés; ni la de Moisés fue la de David; ni la de David fue
la de Isaías, Jeremías o Ezequiel; así como ninguno de los creyentes del
Antiguo Testamento recibió la gran comisión: "Id por todo el mundo y
predicad el Evangelio a toda criatura. " Ellos no podían haber recibido
semejante comisión, porque el camino aún no había sido preparado. Abraham había
de it a la tierra de la promesa, "como en tierra extraña, morando en
tiendas con Isaac y Jacob" (Heb. 11 :9); Moisés había de sacar a Israel de
Egipto, y ser el mediador de Dios con respecto a la ley dada en Sinaí; Josué
había de tomar posesión de la tierra de la promesa, y David había de sostener
esta posesión, espada en mano; los profetas habían de predecir las glorias
futuras del reino de Cristo, y a los apóstoles fue reservado el predicar este
reino. Pero en el plan divino esta diversidad de servicios constituye un todo
consistente y harmónico.
6.-La
misma unidad en medio de diversidad pertenece al espíritu de lo Revelación.
Por no comprender completamente el carácter de Dios, Marción dividió la
perfección divina en dos partes, consistente la una de la justicia, que
atribuyó al "Demiurge" del Antiguo Testamento, y la otra en la bondad
como atributo supremo de Dios en el Nuevo Testamento. Pero dejó de
comprender que el carácter de Dios es por igual infinito en ambos aspectos; que
su justicia es una justicia de infinita bondad y su bondad una bondad de
infinita justicia. De aquí que presentara dos caricaturas de la deidad, en oposición
una de otra, la una sacada del Antiguo Testamento y la otra del Nuevo; error
que ha tenido muchos imitadores en tiempos modernos. Para -ser la armonía de
espíritu que prevalece en todas las Escrituras, desde el principio al fin, con
respecto al carácter divino, debiéramos estudiar completamente, y no en
parte, sus representaciones. Es verdad que el Antiguo Testamento presenta a
Dios como infinito en santidad a inflexiblemente justo; pero también lo
presenta como "Jehová Dios compasivo y clemente, lento en iras y grande en
misericordias y en fidelidad; que usa de misericordia hasta la milésima
generación; que perdona la iniquidad, la trasgresión y el pecado" (Exo.
34:6, 7). Es cierto que el convenio de Dios bajo el Antiguo Testamento estaba
restringido a una sola nación; pero esto era simplemente preparatorio a la
dispensación universal de gracia-como el general que toma una fuerte posición
con el propósito de conquistar toda la región. Es verdad por el otro lado, que
el Nuevo Testamento es, en un sentido peculiar, una revelación de la
misericordia de Dios por Jesucristo; pero es una misericordia discerniente por
medio de la cual la profunda santidad y justicia de Dios resplandecen con
infinita brillantez. Es una misericordia que no se demuestra a expensas de la
justicia, sino en perfecta armonía con ella; una misericordia austeramente
restringida a todos aquellos que cumplen con las condiciones sobre que es
otorgada. E1 Evangelio es un plan de salvación, no de condenación; "porque
Dios no envió a su Hijo al mundo para que condene al mundo, sino para que el
mundo sea salvo por él" (Juan 3:17). Sin embargo, los que le rechazan
reciben la condenación, porque el Salvador inmediatamente agrega (ver. 18) :
"El que cree en el Hijo no es condenado; pero el que no cree ya es
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. "
Es en el Nuevo Testamento, y no en el Antiguo, donde encontramos las más
pavorosas declaraciones de la ira con que Dios mirará a los finalmente
impenitentes, procediendo algunas de estas declaraciones de los mismos labios
del compasivo Salvador: " El Señor Jesús descenderá del cielo con sus
poderosos ángeles, en llamas de fuego, tomando venganza de los que no conocen a
Dios, ni obedecen el Evangelio de nuestro Señor Jesús: los cuales sufrirán el
castigo de eterna perdición, procedente de la presencia de Dios y de la gloria
de su poder" (2a. Tes. 1:7-9). "Aquel que no cree al Hijo, no verá la
vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él" (Juan 3:36). "Y
estos irán al suplicio eterno; pero los justos a la vida eterna" (Mat. 25
:46) .
7.-La
misma armonía de espíritu prevalece en ambos Testamentos en lo que se refiere
al camino de la salvación. Acerca de este importantísimo asunto las
enseñanzas del Nuevo Testamento son más completas que las del Antiguo, pero
jamás se hallan en contradicción con ellas. E1 Antiguo Testamento enseña que
los hombres son salvos, no por los méritos de sus buenas obras, sino por la
misericordia de Dios; el Nuevo Testamento agrega una gloriosa revelación con
respecto a la base de esta misericordia en Cristo Jesús. Para demostrar
claramente la realidad de esta armonía, tomemos un pasaje del Nuevo Testamento
que encierre la sustancia del camino de la salvación, y comparémoslo con las
declaraciones del Antiguo Testamento. El siguiente pasaje será muy apropiado:
"No a causa de obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino conforme
a su misericordia él nos salvó, por medio del lavamiento de la regeneración y
la re novación del Espíritu Santo." Tito 3:5.
No a causa de obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino
conforme a su misericordia él nos salvo. "No por ser vosotros más numerosos que todos los pueblos, os
ha amado Jehová y os ha escogido (porque vosotros erais el mas pequeño de todos
los pueblos); sino por el amor de Jehová hacia vosotros, y por guardar el
juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó Jehová con mano fuerte y
os redimió de la casa de servidumbre, librándoos de mano de Faraón rey de
Egipto" (Deut. 7:7, 8). "Por causa de lo hombre lo harás así oh
Jehová, y perdonarás mi iniquidad, porque es grande" (Sal.25:11). "Apiádate
de mí, oh Dios, conforme a lo misericordia; conforme a la muchedumbre de tus
piedades, bona mis transgresiones" (Sal. 51:1). "No por vuestra causa
voy a hacer esto, oh casa de Israel, sino por mi Santo hombre que vosotros
habéis profanado entre las naciones adonde habéis ido" (Eze. 36:22).
"No presentamos nuestros ruegos ante lo rostro a causa de nuestra
justicia, sino a causa de tus grandes misericordias" (Dan. 9:18).
Por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu
Santo. He aquí lo
quieres la verdad en lo íntimo; por lo tanto en lo recóndito de mi corazón
hazme conocer la sabiduría. ¡Purifícame con hisopo, y seré limpio, lávame y
quedaré más blanco que la nieve! ¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y
renueva un espíritu recto dentro de mí! ¡No me arrojes de lo presencia y no me
quites lo Santo Espíritu!" (Sal. 51:6, 7, 10, 11); "Pondré mi ley en
sus entrañas, y en su corazón la escribiré; y yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo" (Jer. 31:33); "Luego rociaré sobre vosotros agua limpia y
seréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. También os daré un nuevo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de
vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne. Pondré también mi espíritu dentro de vosotros, y haré que andéis en
mis estatutos, y guardéis mis leyes y las pongáis por obra" (Eze.
36:25-27).
8.-El
carácter austero de la dispensación mosaica es francamente aceptado. Como
dispensación preparatoria, la severidad le correspondía muy propiamente.
"La ley," dice Pablo, "ha sido nuestro ayo para traernos a
Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe" (Gal. 3:24). Su oficio
era educar la conciencia humana a tal extremo que estuviera preparada para
recibir más completa revelación de la misericordia de Dios en Cristo. Podemos
conceder que la justicia de Dios time un lugar prominente en el Antiguo Testamento
y su gracia en el Nuevo; pero nunca debemos olvidar que ninguna de estas dos
partes de la Revelación divina es completa por sí. Solamente cuando las
consideramos en su interconexión, como partes de un gran todo, podemos
comprender la unidad y armonía de espíritu que prevalece en toda ella.
De
la unidad de la revelación pueden sacarse algunas inferencias de carácter muy
práctico, especialmente en lo que se refiere a la interpretación del Antiguo
Testamento.
9.- Cada comunicación de Dios al hombre debe ser perfecta en su lugar y
medida. Porque ha
procedido de la mente infinita de Dios que estableció desde el principio todo
el plan de la salvación, y quien, cuando hizo la primera revelación de este
plan, conocía lo que había de seguir a hizo y dijo, de la manera más perfecta,
lo que era más propio que hiciera y dijera. Las revelaciones del Espíritu Santo
admiten, por lo tanto, un estupendo desarrollo, pero ninguna
rectificación o mejoramiento.
La
primera de estas revelaciones contiene el germen de lo que había de
seguir, sin mezcla o falsedad. Hay en ellas una retención de la completa luz
que estaba reservada a las edades futuras, pero sin mezcla de error-sin tener
nada que, bien interpretado, requiera una retractación. Por esta razón las
primitivas revelaciones de Dios conservan para nosotros, que vivimos tantos
siglos después, su prístina frescura y poder. Tomad, por ejemplo, la primitiva
gran profecía: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre lo simiente y
su simiente, ella lo herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañal"
(Gen. 3:15). No podemos encontrar palabras que de una manera más perfecta
describan el conflicto existente entre el reino de Dios y el de Satán. ¿Qué son
estas palabras sino la condensación a una sola oración de toda la historia de
la redención-un rayo de luz del tercer cielo que expone el destino del hombre
desde Edén hasta que suene la trompeta del arcángel? Y lo mismo sucede con las
más recientes profecías acerca de Cristo y su reino. Y si esto resulta cierto
con respecto a las revelaciones del Antiguo Testamento, también lo es con
referencia a sus instituciones. En su lugar, y dado el fin que se
proponían realizar, eran todas perfectas; eran las mejores instituciones que
podían existir bajo aquellas circunstancias. Como fundamento de todos nuestros
razonamientos acerca de las instituciones del Antiguo Testamento, debe
encontrarse el axioma siguiente: "En cuanto a Dios, sus caminos son
perfectos."
10.-Las postreras revelaciones deben ser tomadas como verdaderas
exponentes de las primeras. Con esto queremos decir que el Espíritu Santo es el mejor y más apropiado
expositor de sus comunicaciones a los hombres. Desde el momento en que, como
hemos visto, las primeras comunicaciones fueron hechas mirando a lo que había
de venir, las subsecuentes revelaciones no deben ser consideradas como una masa
de materiales extraños y heterogéneos agregados a las profecías originales,
sino como la verdadera expansión de las primitivas profecías. Por ejemplo, la
promesa hecha a Abraham: "V serán bendecidas en lo simiente todas las
naciones de la tierra" (Gen. 22:18), no es tanto una nueva promesa como la
explanación de la promesa original: "Ella lo herirá en la cabeza."
Una mayor explanación de esta promesa la tenemos en las palabras de Natán a
David "Tu casa y lo reino serán eternamente estables delante de ti; lo
trono será innoble para siempre'' (2a. Sam. 7 :16); y en toda la brillante
cadena de profecías en que se predice la gloria y dominio universal del reino
del Mesías, hasta el día en que Gabriel anunció a María: "Será grande, y
será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su
padre; y reinará en la casa de Jacob eternamente; y de su reino no habrá
fin" (Lúc. 1:32, 33).
Desde
el momento en que la manifestación de Dios en la carne es el punto culminante
de la revelación, se sigue que el Señor Jesús y sus apóstoles, a quienes él
autoritativamente comisionó para desarrollar el Evangelio, deben ser, en un
sentido especial, los expositores del Antiguo Testamento y de cuyas interpretaciones
no hay apelación alguna cuando han sido bien comprendidas. El esfuerzo de
algunas personas en hacer distinción entre la autoridad de Cristo y la de los
apóstoles es completamente nulo. Así como es cierto que el Señor no podía estar
en error, también lo es que él no hubiera mandado a sus apóstoles a predicar y
enseñar a todas las naciones acerca de él y sus doctrinas, ni les hubiera dado
el sello de su comisión, al darles poderes milagrosos, si ellos habían de
continuar siendo esclavos de los prejuicios y errores de aquella época.
Muy
temprano en su ministerio el Señor eligió doce apóstoles "para que
estuviesen con él desde el principio, y para enviarles a predicar; y para tener
autoridad de sanar enfermedades, y de echar fuera demonios" (Mar. 3:14,
15). En este corto pasaje tenemos todas las marcas distintivas de un apóstol.
El apóstol era elegido para que pudiese estar con Cristo desde el principio y
ser así, ante el pueblo, un testigo ocular de toda la vida pública del Maestro.
Cuando se hizo necesario elegir un apóstol en lugar de Júdas, Pedro puso
especial énfasis en esta cualidad: "Es pues necesario que de estos hombres
que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió con
nosotros (comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue tomado
arriba de entre nosotros), uno de estos mismos sea hecho testigo,
juntamente con nosotros, de su resurrección" (Act. 1:21, 22). En el
apostolado de Pablo es el único caso en que se pasó por alto esta condición, y
esto por haber tenido una directa y especial revelación de Jesucristo. Gal.
1:11, 12. El apóstol, además, era el que recibía la comisi0n de predicar
directamente del Señor, condición en que Pablo hace especial hincapié en su
propia defensa. "Pablo, apóstol (no de parte de los hombres, ni por medio
de hombre alguno, sino por me-dio de Jesucristo, y de Dios el Padre, que le
resucitó de entre los muertos) " Gal. 1:1. El apóstol, también, era el que
recibía directamente de Cristo el poder de efectuar milagros. Este era el sello,
ante el mundo, de su apostolado. En los tres particulares de que hemos hablado,
los apóstoles sostenían con Cristo la relación más estrecha que era posible
sostener, y por causa de esta relación se distinguían de los otros hombres.
¿Tenemos evidencia de que los apóstoles estaban divinamente calificados, por
medio del ingerimiento del Espíritu Santo, para predicar y relatar los hechos y
doctrinas del Evangelio, sin mezcla de error?
Creemos
que tenían semejante calificación, en primer lugar, por la misma necesidad
del caso. Aunque el Señor terminó la obra que el Padre le había encomendado
hacer en el mundo, no terminó la revelación del Evangelio. Antes al contrario,
dijo a sus discípulos poco antes de su crucifixión: " Tengo todavía muchas
cosas que deciros, pero no podéis sufrirlas (llevarlas) ahora. Mas cuando
viniere Aquel, el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad"
(Juan 16:12, 13). Veamos algunas de estas cosas que fueron reservadas para
futura revelación. La naturaleza puramente espiritual del reino de Cristo no fue
comprendida por los apóstoles hasta después del día de Pentecostés, porque
sabemos que preguntaban poco antes de la ascensión del Señor: "¿Señor,
restituirás en este tiempo el reino de Israel?" pregunta a que él no
respondió, sino que los remitió a la promesa del don del Espíritu Santo (Act.
1:6-8). Otra de las cosas que ellos no podían sufrir era la abolición,
por el sacrificio expiatorio de Cristo, de la ley mosaica, y con ella, de la
pared divisoria existente entre los judíos y los gentiles. Esta gran verdad
estaba reservada a ser revelada prácticamente en el progreso del
Evangelio, como se ve en el libro de Actos, y doctrinalmente en las
epístolas de Pablo. Y qué hermosa presentación tenemos en las epístolas
apostólicas del significado de la muerte de Cristo en el Calvario, y- en
conexión con ella, de la doctrina (le la justificación por la fe-fe no
solamente en Cristo, sino en Cristo crucificado ¡Antes de la muerte de
Cristo los discípulos tenían fe en su persona; pero no podían tener fe en su
crucifixión por los pecados del mundo, hasta después de su resurrección y
exaltación a la diestra de Dios. Estas verdades que arriba hemos mencionado-por
no hacer referencia a otras, como por ejemplo, lo que Pablo dice de la
resurrección en la. Cor. 15 y 1a. Tes. 4:13-18-entran en la sustancia del
Evangelio. En verdad ellas forman parte integrante del Evangelio. ¿Podemos
suponer que el Señor comenzara la revelación de su Evangelio con su infinita
sabiduría, y que luego la abandonase para que fuera terminada por la falible
sabiduría de los hombres? Si Agustín y Jerónimo en el último período del
imperio romano, si Abelardo y Bernardo en la Edad Media, si Lutero y Calvino en
la era de la Reformación, si Wesley y Edwards en tiempos más contemporáneos,
han cometido errores, el daño que han ocasionado es relativamente pequeño;
porque bajo la suposición de que los apóstoles fueron preparados por el
Espíritu Santo para enseñar y escribir sin error, en sus escritos tenemos una
norma infalible para juzgar los escritos más recientes de hombres no
inspirados. Pero si los apóstoles que el mismo Señor eligió para que terminaran
la obra que él había comenzado, y a quienes dotó de poderes milagrosos, como
sello de su comisión, hubieran sido dejados sin una segura garantía contra el
error, entonces no habría una norma de verdad a la que la Iglesia pudiera
apelar en siglos subsecuentes. Nadie que crea que Jesús es el Hijo de Dios y
que vino al mundo a hacer a los hombres una perfecta revelación del camino de
la vida, puede admitir una suposición tan absurda.
En
segundo lugar, tenemos las promesas directas de Cristo a sus apóstoles de que
él los habilitaría para su obra, por medio del don del Espíritu Santo
"Pero cuando os entregaren, no os afanéis sobre cómo o qué habéis de
decir; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro
Padre que habla en vosotros" (Mat. 10 :19, 20) . "Cuando os llevaren
pues, ante los tribunales, para entregaros, no os afanéis de antemano acerca de
lo que habéis de decir; mas lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad;
porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo" (Mar.
13:11). "Y cuando os trajeren ante las sinagogas y los magistrados y las
autoridades, no tengáis cuidado de como o de que hayáis de responder, o hayáis
de decir: porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella misma hora lo que
conviene decir" (Lúc. 12:11, 12). "Fijad pues en vuestros corazones
que no habéis de premeditar lo que debéis responder: porque yo os daré boca y
sabiduría que todos vuestros adversarios no podrán contrarrestar ni
contradecir" (Lúc. 21:14, 15). Las anteriores promesas son perfectamente
explícitas; y aunque ellas se refieren principalmente a emergencias
particulares en que los apóstoles sentirían la necesidad de divina guía, son
aplicables, por su espíritu a todas las emergencias. No podemos leerlas sin
dejar de comprender que contienen la promesa hecha a los apóstoles de que
siempre se les ayudaría y guiaría en la obra que les fue encomendada. Si ellos
habían sido habilitados para poder defender el Evangelio, sin error, ante sus
semejantes -"os daré boca y sabiduría que todos vuestros adversarios no
podrán contrarrestar ni contradecir "habían también de relatar los hechos
del Evangelio, y desarrollar sus doctrinas en las epístolas que escribieran.
Las
promesas que aparecen en el Evangelio de Juan son de un carácter más general y
comprensivo Será suficiente que mencionemos dos solamente: "Estas cosas os
he dicho, estando aun presente con vosotros. Alas el Consolador, es decir el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo cuanto os he dicho " (14 :25, 26) . "
Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero no podéis sufrirlas ahora. Mas
cuando viniere Aquel, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de
toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino de todo cuanto oyere hablará;
y os anunciará las cosas que han de venir. El me glorificará; porque tomará de
lo mío y os lo anunciará. Todo cuanto tiene el Padre mío es; por tanto os dije
que tomará de lo mío y os lo anunciará" (16:12-15). En el primero de estos
pasajes la promesa es que el Espíritu Santo traerá a la recordación de los
apóstoles y desarrollará en su entendimiento todas las enseñanzas personales de
Cristo; en forma tal que ellos habían de tener una más perfecta comprensión de
su significado de la que pudieron tener mientras su Señor estuvo con ellos. La
segunda promesa aparece con la introducción (le que el Salvador tenía aún
muchas cosas que decir a los apóstoles que ellos entonces no podían sufrir o
comprender. Por supuesto la revelación de estas cosas estaba reservada al
ministerio del Espíritu, como él dice inmediatamente: "Mas cuando viniere
Aquel, el Espíritu de verdad, el os guiará al conocimiento de toda
verdad." El Espíritu glorificaría a Cristo porque había de tomar las cosas
de Cristo, y las había de revelar a los apóstoles. Pero, ¿cuáles son las cosas
de Cristo? "Todo lo que el Padre tiene," porque el Padre ha entregado
todas las cosas en manos del Hijo. Juan 13:3. Entre "todas las cosas"
están incluidos los consejos del Padre acerca del camino de la salvación por
medio del Hijo. Estos son dados al Hijo y el Espíritu Santo los tomará y
revelará a la Iglesia, por medio de los apóstoles, hasta donde los necesite la
Iglesia. En estas maravillosas palabras tenemos una prueba de la deidad de
Cristo y una completa garantía de que los apóstoles tendrían una guía a
iluminación sobrenaturales en la obra que se les encomendaba-toda la guía a
iluminación que ellos necesitaran, a fin de que pudieran estar en condiciones
de terminar la obra de revelación del Evangelio que Cristo había comenzado, y
esto sin mezcla de error.
A
menudo se pregunta: ¿Fueron estas promesas hechas a los apóstoles solamente, o
por su mediación a la Iglesia en general? La respuesta es bien sencilla: Ellas
fueron hechas primeramente y en un sentido especial a los
apóstoles; porque se referían a una obra especial que les había sido
encomendada y que requería, para su ejecución, divina iluminación y gula.
También fueron hechas, en un sentido importante, a la Iglesia en general; desde
el momento en que todos los creyentes disfrutan, por medio de la enseñanza de
los apóstoles, el beneficio de estas revelaciones del Espíritu Santo. No fueron
hechas, sin embargo, a los creyentes personalmente; sino, de una vez para
siempre, a la Iglesia por medio de los apóstoles. Se hace el don del Espíritu
Santo a los creyentes personalmente: por medio de su poder iluminador y
santificador ellos tienen la ayuda y guía que puedan necesitar. Pero ellos no
han sido llamados, como los apóstoles, a poner los fundamentos de la le
cristiana, y no han recibido, por lo tanto, promesa alguna de nuevas
revelaciones del Espíritu acerca de ser puestos a cubierto del error, así como
no han sido investidos de dones milagrosos.
Estamos
ahora en condiciones de considerar, en tercer lugar, las enseñanzas de
los mismos apóstoles acerca de que ellos hablaban y escribían con autoridad
divina. Aunque sus palabras, como hombres, eran de muy poca importancia, estas
mismas palabras, cuando son consideradas en conexión con la relación de los
apóstoles hacia Cristo, con la obra que les fue encomendada y con las promesas
que se les hizo, tienen la más grande importancia. Su costumbre no era alardear
de su autoridad sobrenatural; sin embargo, cuando para ello se les presenta
ocasión de tratar de este asunto, o cuando los falsos maestros se les oponían,
hablaban de su poder de una manera clara y terminante. Por ejemplo, el apóstol
Pablo, escribiendo a los Corintios, dice: "Y nosotros hemos recibido no el
espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios; para que conozcamos lo que
Dios nos ha dado. Lo cual también hablamos no con palabras que enseña la humana
sabiduría, sino en la que enseña el Espíritu Santo, acomodando lo espiritual a
lo espiritual" (1a. Cor. 2:12, 13); y escribiendo a los Tesalonicenses
acerca de la resurrección: "Porque os decimos esto en palabra del Señor,
que nosotros que vivimos, que hemos quedado hasta la venida del Señor, no
seremos delanteros a los que durmieron ya" (1a. Tes. 4:15). Y otra vez
escribe a los Gálatas, entre quienes su apostolado había sido puesto en duda:
"Empero, os hago saber, hermanos, que el Evangelio que os ha sido anunciado
por mí, no es según hombre; porque ni lo recibí de hombre, ni tampoco me fue
enseñado sino por revelación de Jesucristo" (Gal. 1:11, 12) . Este lenguaje
es suficientemente explícito, y solamente podía ser usado por una persona que
era consciente de haber sido habilitado divinamente para enseñar el Evangelio
sin error. Por eso en esta misma epístola él opone su autoridad apostólica a la
autoridad de estos falsos maestros: "He aquí, yo Pablo os digo: que si os
circuncidareis Cristo no os aprovechará nada" (Gal. 5:2). En la memorable
carta escrita por los apóstoles y ancianos a la iglesia entre los gentiles
(Act. 15:23-29), ellos dicen: "Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y
a nosotros, no imponeros otra carga alguna que estas cosas necesarias." "Al
Espíritu Santo y a nosotros" puede solamente significar "a nosotros
bajo la guía del Espíritu Santo." Además de estas aserciones tan
explícitas hay un tono de autoridad en todos los escritos apostólicos, que sólo
puede ser explicado con el hecho de que ellos en realidad hablaban con
autoridad divina. Los apóstoles presentan las más grandes verdades y hacen las
más profundas revelaciones acerca del futuro, como hombres que tienen derecho a
que implícitamente se les crea y obedezca. Por ejemplo, en la discusión que Pablo
hace de la resurrección (1a. Cor. 15), donde anuncia verdades que trascienden
la razón humana, hay una gran demostración de autoridad: " He aquí",
dice, "yo os enseño un gran misterio; no todos dormiremos, pero todos
seremos transformados. " (ver. 51.) Y dice esto como quien tiene la
absoluta seguridad de que habla de parte de Dios. Encontramos el mismo tono de
certeza en todas las observaciones que Juan hace en su Evangelio y en sus
epístolas; y también en los otros escritos apostólicos.
En
el segundo grado de relación con Cristo se hallan hombres que, como Marcos y Lucas,
no eran apóstoles, pero que fueron compañeros de los apóstoles, y sus asociados
en la obra de la predicación del Evangelio. No estamos autorizados para
colocarlos en la misma línea que a los apóstoles; sin embargo, tuvieron el don
del Espíritu Santo, que fue siempre dado en conexión con la imposición de manos
de los apóstoles. Y si a esto agregamos que su relación con los apóstoles era
de una naturaleza tan íntima que ellos no pudieron escribir nada sin su
conocimiento y aprobación, tendremos que sus escritos tienen toda la autoridad
apostólica. La íntima relación de Lucas y Pablo es bien conocida; y tenemos
razones suficientes para creer que estaba con él cuando escribió tanto el Evangelio
como el libro de los Actos. La íntima relación de Marcos con Pedro está bien
demostrada por el unánime testimonio de las iglesias primitivas y es confirmada
aún más por el examen de las peculiaridades de su Evangelio. Está en perfecta armonía
con la posición de estos dos evangelistas el carácter de sus escritos. Ellos
jamás asumen el oficio de maestros independientes, sino que se concretan a un
cuidadoso relato de las palabras y obras de Cristo y sus apóstoles.
11.-La extensión de significado de una revelación dada debe ser la que
el Espíritu se propuso que tuviera. No ha de ser limitada, por lo tanto, por la idea
de aquellos a quienes originalmente fue hecha. Las primeras profecías fueron
hechas, en muchos casos por lo menos, de acuerdo, con el subsiguiente
desarrollo de su significado. Hasta que Dios no efectúe este desarrollo, ya sea
por medio de otras profecías o indirectamente por el curso de su providencia,
la idea que el hombre time de su significado, aunque puede ser verdadera hasta
cierto extremo, siempre ha de ser inadecuada. Para citar un sólo ejemplo de una
de las profecías del Antiguo Testamento: "Jehová quiso quebrantarle; le ha
afligido; cuando hicieres su v ida ofrenda por el pecado, Ver, linaje,
prolongará sus días, y el placer de Jehová prosperará en sus manos" (Isa.
53:10, V.M.). Nadie mantendrá que los judíos antes de la venida del Señor (sin
contar sus prejuicios carnales) podían tener una verdadera comprensión del
profundo significado de este pasaje, significación que es nuestro privilegio
comprender. Este significado estaba comprendido en la promesa desde el
principio, pero sin haber sido desarrollado. De acuerdo con esto los profetas
"buscaron a inquirieron diligentemente" acerca de la significación de
sus dichos y el tiempo en que habían de tener cumplimiento. 1a. Ped. 1:11. Los
que niegan la realidad de la inspiración profética, para ser consistentes
consigo mismos, tienen que negar también, necesariamente, el principio que
hemos presentado aquí. Pero si la revelación es una verdadera
comunicación de Dios a los hombres, es muy razonable creer que ella
había de contener, desde el principio, los gérmenes de grandes acontecimientos
de realización futura, realización que, en la historia había de ser, en unión
de otras revelaciones de Dios, su verdadero expositor.
12.-Las declaraciones oscuras de las Escrituras han de ser interpretadas
de acuerdo con las más claras. Un solo pasaje de la Palabra de Dios en algunas ocasiones nos da una
vislumbre de alguna gran verdad que no es enseñada en ninguna otra parte de las
Escrituras. De esto tenemos un admirable ejemplo en lo que dice el apóstol con
respecto a que Cristo entregará el reino al Padre a la terminación de la obra
de la redención. 1a. Cor. 24-28. Pero ninguna gran verdad que se
relacione con el camino ale la salvación es enseñada oscuramente en la Biblia.
Cada una de estas verdades aparece enseñada en todo el tenor de la Revelación,
y brilla tan claramente en sus páginas que ningún lector cuidadoso y sincero
puede dejar de comprender su significado. Por lo tanto, si encontramos en la
Biblia pasajes oscuros y difíciles, ellos han de ser interpretados, no en
contradicción con lo que se encuentra clara y completamente enseñado, sino de
acuerdo con ello. I' con esto queremos decir que, en vez de usar lo que es
oscuro para entenebrecer lo que es claro, debemos, por el contrarío, ilustrar
lo que es oscuro por lo que es claro.
Las
Escrituras enseñan con toda claridad, por templo, que Cristo es el único
fundamento en que la Iglesia puede descansar. Isa. 28:16; 1a. Cor. 3: 11; Efes.
2:20; la. Ped. 2:6. Verdaderamente este es un oficio para cuya ejecución
se requiere aquella omnipotencia, y aquel poder supremo en la tierra que
expresamente se dice que posee el Salvador. Mat. 11:27; 28 :18; Juan 5 :19-30;
17 :2; 1a. Cor. 15 :24-28; Efes. 1:20-23; Filip. 2 :9-11; Col. 1:15-19; Heb.
1:3. Cuando nuestro Señor dice a Pedro "Tú eres Pedro (es decir, piedra,
según el use que (-le la palabra se hace en el original), y sobre esta roca
edificaré mi Iglesia" (Mat. 16:18), entender que aquí se hace
referencia a Pedro, o a alguno de los pretendidos sucesores de Pedro, como
roca, en cualquier otro sentido que el de ser instrumento en las manos de
Cristo para el establecimiento de su Iglesia, es un absurdo y una blasfemia.
Además:
Cristo da a Pedro las llaves del reino de los cielos con poder de atar y
desatar (Mat. 16: 19) , y en otro lugar este poder es conferido a todos los
apóstoles (Mat. 18:18). Pensar que Pedro y sus asociados en el apostolado
tenían las llaves del reino de los cielos en el mismo sentido en que Cristo las
tiene (Rev. 3 :7) , o decir que ellos tenían poder autoritativo para admitir a
sus semejantes pecadores en el cielo, o para excluirlos de él, es contrario a
todo el tenor del Nuevo Testamento que dondequiera representa a Cristo como el
Supremo Juez de cuyo fallo depende el destino de cada hijo de Adán (Mat. 7 :21,
22; 16 :27; 25 :31-46; Juan 17 :2; Act. 17 :31; 2a. Cor. 5 :10) . Las palabras
de Cristo acerca de las llaves deben entenderse en el sentido de que significan
autoridad especial que él dio a sus apóstoles, como maestros inspirados
y guías de la Iglesia primitiva, para arreglar todas las cosas que a ella se refiriese.
Un buen ejemplo del ejercicio de este poder lo tenemos en las decisiones tomadas
con respecto a los conversos gentiles. Act. 11:1-18; 15 a-19. En este sentido,
el don de las llaves cesó con el don de la inspiración. Pero si, como creen
algunos, estas palabras tienen referencia al común poder que Cristo dio
a sus iglesias para resolver sus asuntos, administrar disciplina y admitir y
excluir de su comunión, ese poder continúa en iglesias y es válido siempre que
sea usado de acuerdo con la Palabra de Dios.
Así
también han de ser interpretadas las palabras de Cristo que menciona el apóstol
Juan : "Y habiendo dicho esto, sopló sobre ellos, y les dice Percibid el
Espíritu ! A los que perdonareis los pecados, perdonados le son; y a los que se
los retuviereis, les son retenidos" (20:22, 23). El perdón de los pecados
es una prerrogativa de Dios, el ejercicio de la cual implica omnisciencia, así
como autoridad suprema en los cielos y en la tierra. La prerrogativa de
perdonar y retener los pecados de los hombres que se confiere a los apóstoles
es una parte del poder general de atar y desatar que ya lea sido mencionado; y
era ejercido en la esfera de la Iglesia visible en la tierra.. En lo que
respecta al perdón actual de los pecados y la consecuente admisión del espíritu
a comunión con Dios aquí y en la vide eterna, los ministros de Dios no pueden
hacer otra cosa que presentar los términos de la salvación tal como son
presentados en el Evangelio.
El
mismo principio es aplicable a todos los pasajes que contienen "cosas
difíciles de comprender." El "iletrado e inconstante" los
desvirtúa sacándolos de su conexión y poniéndolos en contradicción con el tenor
general de la Palabra Dios. Pero el buen estudiante de las Escrituras nunca use
lo que es difícil en la Revelación para oscurecer lo que es claro. Por el
contrario, trata de ilustrar lo que es oscuro con lo que brilla con luz clara y
brillante.
13.-Como
un fin apropiado a esta parte de nuestro asunto, hacemos aquí algunas
sugestiones acerca de la analogía de la f e. "Podemos definirla
como aquella regla general de doctrina que es deducida, no de dos o tres
pasajes paralelos, sino de la armonía de todas las partes de las Escrituras que
tratan de los puntos fundamentales de fe y práctica. " Horne, Int. vol. I. p. 269. La analogía de la fe está basada en
dos principios fundamentales: primero, que "todas las Escrituras han sido
dadas por inspiración divina," y constituyen, por lo tanto, un todo
consistente, ninguna de cuyas partes puede ser interpretada en contradicción
con el resto; segundo, que las verdades a que la Palabra de Dios da la mayor
prominencia, y que inculca en la más grande variedad de formas, han de ser las
de mayor importancia. Así comprendida, la analogía de la fe es una guía segura
para la comprensión del significado del Libro Inspirado. El que la siga ha de
estudiar toda la Palabra de Dios inteligentemente y en oración, y no
ciertas partes especiales de ella solamente; puesto que es de toda la Biblia de
donde tomamos el sistema de Revelación Divina en su justa y completa
proporción. "Si vamos a las Escrituras con opiniones preconcebidas y nos
sentimos más deseosos de dar al texto el sentido que coincide con nuestras
opiniones, más bien que el que coincide con la verdad, entonces se convierte en
la analogía de nuestra fe, y no en la analogía de todo el sistema,"
Horne ubi supra. En esta sustitución de la "analogía de nuestra
fe" por la analogía de las Escrituras se halla el fundamento de toda
controversia sectaria.
Además,
el que sigue la verdadera analogía de la fe, no permitirá que ninguna doctrina
que pertenezca al tenor de la Revelación Divina sea debilitada o echada a un
lado en interés de otra doctrina también bíblica.
Las
Escrituras enseñan, con gran frecuencia y claridad, por ejemplo, que los
hombres son salvados, no por el mérito de sus obras, sino simplemente por la
libre gracia de Dios por medio de la Se en Cristo. También enseñan con igual
frecuencia y claridad, que sin arrepentimiento y obediencia a la ley divina, no
hay salvación. Estas dos declaraciones no son contradictorias, sino que se
suplementan mutuamente; porque simplemente presentan dos lados del mismo plan
de salvación. Sin embargo, pudiera suceder que a algún estudiante bíblico le
fuera imposible conciliar, de una manera lógica, dos declaraciones como las
siguientes: "Concluimos pues que el hombre es justificado por fe, aparte
de las obras legales" Rom. 3:28); "No todo aquel que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos; sino el que hiciese la voluntad de mi
Padre que está en los cielos" (Mat. 7 :21) . ¿Qué hemos, pues, de
aconsejarle que haga? Es bien claro que su primer deber es recibir y sostener ambas
doctrinas. Después puede tratar de reconciliarlas de una manera
lógica; pero si fracasa en esta obra, no debe negar una doctrina, o desmeritar
su importancia, en interés de la otra. El mismo principio es aplicable a otras
muchas dificultades doctrinales, cuya enumeración no es necesario que hagamos
aquí.
Finalmente,
un verdadero respeto a la analogía de la fe hará que nuestro sistema de
creencia y práctica sea completa, y bien proporcionada en todas sus partes. Cada
declaración de la Palabra de Dios ha de ser recibida en espíritu de reverencia
y obediencia. Pero por cuanto que las Escrituras insisten más en unas doctrinas
que en otras, lo justo es que, en este respecto, aceptemos la guía del Espíritu
Santo. El anhelo de todo fiel creyente debe ser dar a cada doctrina y precepto
de la Revelación el lugar y la prominencia que se le asigna en la Biblia. Y
sobre todo, ha de tener especial cuidado en evitar que los pasajes oscuros y
dudosos de las Escrituras sean interpretados en forma tal que vengan a
contradecir las más claras enseñanzas de la Palabra Inspirada.
El
estudio práctico de la Biblia, esto es, su estudio como "útil para
enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en
justicia," se resume en una gran parte a la comparación de una Escritura
con otra Escritura, y especialmente a la comparación de paralelismos
doctrinales. Todo lo que la Biblia enseña desde el Génesis hasta Revelación
con respecto a la personalidad y atributos de Dios, su gobierno providencial,
la persona y oficios ale Cristo y el camino de la salvación por él, el destino
final de los justos y de los injustos, todo debiera ser diligentemente
comparado, a fin de que del todo podamos obtener un más completo y bien proporcionado
sistema de fe y práctica, según se encuentra contenido en las páginas de la
Inspiración. Mientras dejemos de hacer semejante cosa, nuestra concepción de la
verdad divina será defectuosa y desproporcionada. La solemne amenaza que se
hace con respecto al último libro de la Biblia es también aplicable a toda la
Revelación: "Si alguno pus adición a estas cosas, Dios pondrá sobre él las
plagas que están escritas en este libro: y si al,,uno quitase de las palabras
de esta profecía, quitará Dios su parte del libro de la vida, y de la ciudad
santa y (le las cosas que están escritas en este libro. Rev. 22:18, 19.
***
CAPITULO V
TIPOS BÍBLICOS
1.-El mundo material está lleno de analogías propias para ilustrar las cosas espirituales.
Ningún maestro jamás sacó tantos y tan variados ejemplos de esta mina
inagotable, como el Salvador. Compara a sus discípulos a la sal de la tierra, a
la luz del mundo, a una ciudad asentada sobre una montaña. De los pájaros que
Dios alimenta y los lirios que Dios viste, enseña cuán falto de razón es estar
en ansiedad de las cosas terrenales. El reino de los cielos es semejante a la
semilla que es sembrada en diferentes terrenos, a un campo en que crecen juntos
el trigo y la cizaña, y a la simiente que crece sin que el que la sembró sepa
cómo. Es también semejante a la red echada en la mar, a la semilla de mostaza,
y a la levadura que fue escondida en tres partes iguales. Cuando el Señor
comenzaba a enseñar toda la naturaleza se presentaba a su vista, lista para
darle argumentos e ilustraciones; y muy bien podía hacer esto, por cuanto que
el Dios de la naturaleza es el mismo Dios de la Revelación. El mundo de
actividad secular abunda también en analogías semejantes, analogías sobre
las cuales se basan otra clase de parábolas del Señor; como la de la viña
entregada en manos de labradores, los siervos a que se les entregó diferentes
clases de talento, las diez vírgenes, el amigo importuno, el juez injusto, el
mayordomo infiel, el hijo pródigo, y otras más que no es necesario enumerar. Esta
clase de analogías, sin embargo, no constituyen tipos propiamente. Los tipos se
basan en analogías, pero no consisten en analogías simplemente.
2.-En
la historia del pueblo de Dios, además, tanto como en la del mundo que él
gobierna en relación con ese pueblo, el presente continuamente está
señalando a algo más grande en el futuro. Esto tiene que ser así, porque
la cadena de acontecimientos de su historia constituye, en el plan de Dios, no
serias faltas de conexión, ni un confuso montón de incidentes, semejante a un
montón de piedras que han sido arrojadas allí sin orden ni designio, sino un
todo bien ordenado. Es como un edificio en el cual las piezas que ya han sido
colocadas indican lo que ha de hacerse después. Es como el desarrollo de una
planta, en la cual la "hoja" es una prefiguración de "la
espiga," y la espiga del "grano que viene en ella." El primer
crimen, cuando Caín se levantó contra Abel su hermano, y le mató,"
"porque sus obras eran malas y las de su hermano Abel buenas," fue el
comienzo del gran conflicto entre la simiente de la mujer y la simiente de la
serpiente-el precursor del gran conflicto tenido en Egipto entre Faraón, por
parte del diablo, y el pueblo elegido, por parte de la simiente de la mujer.
Este conflicto en Egipto, a su vez, prefigura la todavía mayor contienda entre
la verdad y el error en Canaán--- contienda que continuó por tantos siglos, y
en la cual tomar un parte, por ambos lados, tantos reyes y hombres poderosos; y
la que, a su vez, dio lugar al grandísimo conflicto entre el reino de Cristo y
el de Satán, conflicto que comenzó en el día de Pentecostés v que todavía
subsiste. Esta continua prefiguración del futuro por el presente, es
esencialmente de naturaleza típica, sin embargo, no constituye, por sí misma,
lo que nosotros entendemos por tipo en el sentido general de la palabra.
3.-El
tipo es un símbolo ordenado por Dios para bosquejar algo más elevado en el
futuro, a lo que se llama antetipo. Esta definición incluye tres
particulares: (1) El tipo ha de ser un verdadero bosquejo de la cosa
tipificada, aunque por la misma naturaleza del caso, el bosquejo tiene que ser,
necesariamente, inadecuado-una sombra solamente del antetipo, y no su sustancia,
Así, el cordero pascual fue un tipo de Cristo, aunque el antetipo es infinitamente
más importante que el tipo. (2) El símbolo ha de ser de ordenanza divina, y
como tal designado por Dios para representar al antetipo. Debemos recordar
cuidadosamente, no obstante, que dado la misma naturaleza del caso, la
intención divina no puede ser claramente expresada cuando el tipo es
instituido. El cordero pascual tipifica "el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo"; pero no fue hasta siglos después de la institución de
la pascua que Dios comenzó a anunciar, por medio de los profetas, el próximo
sacrificio del gran Antetipo ( Isa. 53; Zac. 13:7 ) , y la gran importancia del
tipo sólo fue revelada cuando el sacrificio de "Cristo nuestra pascua"
se llevó a cabo en el Calvario. (3) Desde el momento en que el tipo es "la
sombra de las buenas cosas que han de venir," se sigue que el Antetipo pertenece
al futuro. Un simple símbolo puede pertenecer al presente o al inmediato
futuro; puede representar algo que existe ahora, o que pronto ha de existir,
con respecto al cual el secreto no es necesario. -Así vemos que los escritores
sagrados explican libremente el significado de los símbolos que emplean ( Núm.
17; Josué 4 :1-7; 1 a. Sam. 7:12; 10:1), y el mismo símbolo de la unción
aparece en otros lugares (1a. Rey. 11:29-39; 22:11), donde un falso profeta usa
un símbolo (Isa. 20; Jer. 1:11-14; 13 :1-11; Ezeq. 3; Amós 7 :1-9; 8:1-9; Zac.
1:8-11, etc. ) . El verdadero tipo, por el contrario, reconocido desde el
tiempo de su institución, mira hacia el distante futuro. La gran realidad que
prefigura puede ser considerada por los profetas "como en un espejo
oscuramente"; pero sólo el aparecimiento del antetipo puede darnos una
perfecta explicación de su significado.
Los
tipos del Antiguo Testamento han sido clasificados de diversas maneras; pero
nosotros nos proponemos estudiarlos bajo don divisiones solamente, a saber:
tipos históricos y tipos rituales.
I.- TIP0S HISTORICOS.
4.-La
extravagancia de una clase de expositores bíblicos en convertir la historia del
Antiguo Testamento en alegoría típica de las personas y acontecimientos de la
dispensación evangélica, ha producido una gran reacción, llevando a algunos a
negar completamente la existencia de tipos históricos. Pero esto es it a uno de
los extremos del error. Nadie que reconozca a los escritores del Nuevo
Testamento como los verdaderos expositores del significado del Antiguo, puede
consistentemente negar la existencia de semejantes tipos en el Antiguo
Testamento, porque epos interpretan porciones de su historia de una manera
típica. Pero es de la mayor importancia que entendamos, con respecto a esa
historia, que ella tiene en sí misma, una verdadera y propia significación, aparte
de su importancia típica. No es alegoría que tomada literalmente no time sustancia;
no es mero tipo como los ritos de la ley mosaica, el significado del cual se
halla completamente exhausto en su oficio de prefigurar al antetipo; sino que
es verdadera historia, útil pare los hombres de aquel día, que llena su oficio
en el plan de la providencia de Dios, y que contiene, cuando la miramos como
simple historia, grandes lecciones que enseñar. La llamamos historia típica por
que, siguiendo la guía de los escritores del Nuevo Testamento, non vemos
obligados a considerarla como ordenada por la providencia de Dios pare
prefigurar algo más elevado en la dispensación cristiana.
Ningún
lector cuidadoso del Nuevo Testamento puede dudar por un momento que el reino
de David tipificaba el reino de Dios. Hay, en verdad, un sentido muy importante
en el que el reino de David era idéntico al reino de Cristo; porque su elemento
principal era la congregación de Dios, fundada en el convenio con Abraham y que
es en todas las edades una a indivisible. (Rom. 11:17-24; Gal. 3:14-18; Efes.
2:20). Pero ahora hablamos del reino de David en su forma externa, que era
temporal y tipificaba algo superior. En este sentido es manifiesto que Dios lo
instituyó pare prefigurar el del Mesías. El gobierno de David prefiguraba el
más elevado gobierno del Redentor; son conflictos con los enemigos del pueblo
de Dios y su final victoria, los conflictos y victorias de Cristo. Lo mismo
sucedió con Salomón, y en un sentido con todos los reyes de la familia de
David, en tanto que fueron fieles a su oficio de guías elegidos del pueblo de
Dios. Si rechazamos este principio, la opinión que el Nuevo Testamento time de
un gran número de los salmos –los llamados mesiánicos- es completamente
visionaria.
Pero
ni el reino de David ni su gobierno en él fueron tipos meramente. La nación que
el gobernó fue una realidad histórica, un verdadero poder entre las otras
naciones de la tierra. Su reinado también con sus conflictos y triunfos,
pertenecen a la verdadera historia; él libertó al pueblo de su época del poder
de sus enemigos; y cuando estudiamos ese reino, sin hacer referencia a su carácter
típico, aun entonces vemos que time grandes lecciones para todas las edades.
Las
declaraciones de las Escrituras con respecto a la naturaleza típica del oficio profético
no son tan numerosas ni tan decisivas como las que se refieren al oficio real;
sin embargo, en el libro de Deuteronomio hay un admirable pasaje que nos
permite inferir legítimamente que semejante oficio era típico de Cristo. Cuando
Dios habló directamente al pueblo de Israel de entre las nubes y el fuego de
Sinaí, no pudiendo el pueblo resistir esta manera de comunicación, pidió a Dios
que en adelante se dirigiera a ellos por medio del ministerio de Moisés:
"Habla tú con nosotros que nosotros oiremos; nunca hable Dios con nosotros
no sea que muramos" (Exo. 20:19). Con respecto a esta petición Dios dijo a
Moisés: "Acertaron bien en lo que han dicho: Profeta les he de levantar,
de en medio de sus hermanos, semejante a tí; y pondré mis palabras en su boca,
y él les hablará todo cuanto yo le mandare. Y sucederá que el hombre que no
obedeciere a mis palabras que él hablará en mi nombre, yo mismo le pediré cuenta
de ello" (Deut. 18:17-19). Los puntos esenciales de esta promesa
son: que el profeta prometido había de ser semejante a Moisés, es decir, un
profeta cuyas palabras habían de estar investidas de suprema autoridad; y,
especialmente, que había de ser levantado de entre sus hermanos, y había de
ser, por consiguiente, hombre como ellos. La promesa time manifiestamente el
propósito de llenar las necesidades del pueblo elegido desde aquel día en
adelante. Sin embargo, el gran y profeta en quien tuvo cumplimiento esta
promesa, 0o apareció hasta que hubieron pasado quince siglos o más. Mientras
tanto la promesa fue cumplida al pueblo elegido de una manera típica por
medio de la sucesión de profetas, quienes hablaron en nombre de Dios, y que
eran hombres como sus hermanos a quienes eran enviados. En estos dos
particulares esenciales, el oficio profético prefiguraba a Cristo, el gran
Antetipo.
El
Antiguo Testamento no sólo contiene típicos órdenes de hombres, sino
también transacciones típicas; esto es, transacciones que, a la vez que
tenían su propia significación como parte de la historia del pueblo de Dios,
fueron ordenadas por el Altísimo para señalar con gran claridad las más
elevadas verdades del reino de Cristo. A esta clase de transacciones pertenece
la llevada a echo entre Melquisedec y Abraham, relatada en el capítulo catorce
de Génesis. Considerado en sí mismo, el sacerdocio de Melquisedec pertenece a
la clase de los tipos rituales. Pero en sus relaciones con Abraham hay
una acumulación de circunstancias históricas, arregladas por providencia de
Dios para señalar al más elevado sacerdocio de Cristo. (1) Melquisedec unía en
su persona los oficios real y sacerdotal, como sucede con el Mesías. En
el Salmo 110 es de igual manera, un rey investido por Dios con soberanía,
universal, a quien se hace la siguiente declaración
"Juró
Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de
Melquisedec." (2) En su dignidad oficial él era superior a Abraham,
y superior, por consecuencia, a todos los descendientes naturales de Abraham;
porque Abraham le pagó tributos, y recibió de él la bendición sacerdotal (Gen.
14:19,20); "Mas sin disputa alguna, el menor es bendecido del mayor"
(Heb. 7:7). (3)Su sacerdocio era sin limitación, y tenía, consecuentemente,
el atributo de universalidad. En su ejercicio no estaba restringido a la
nacionalidad, porque Abraham no era de su pueblo. (4) El no pertenecía a la
clase de sacerdotes que trasmitían su oficio de padre a hijo. No tenía, hasta
donde podamos saberlo, predecesores, y no tuvo sucesor en su sacerdocio.
El autor de la epístola a los Hebreos lo presenta como quien es "sin
padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo ni principio de días, ni fin de
vida, mas hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para
siempre" (Heb. 7:3). En la interpretación de este difícil pasaje, debemos
comenzar por el principio axiomático de que Melquisedec era un ser humano. El
no pudo ser, como creen algunas personas, el mismo Hijo de Dios; porque ¿cómo
podía el Hijo de Dios ser ''hecho semejante al Hijo de Dios?" Tampoco
podía ser ángel, porque los ángeles no participan de la naturaleza humana, y no
podía, por esta causa, tipificar al que vino en naturaleza humana a libertar a
los que son "participantes de carne y sangre" (Heb. 2:14-18; 4:15;
5:1,2) . Y si fue un hombre verdadero, entonces era "sin padre, sin madre,
sin genealogía," no en un sentido absoluto, sino con referencia a su sacerdocio.
Fue un sacerdote cuya genealogía natural no se menciona, porque su sacerdocio
no estaba restringido, como el de los sacerdotes levitas, a una línea
particular de descendencia. Recibió su sacerdocio de Dios, sin predecesores ni
sucesores. Las palabras que siguen ("no teniendo principio de días, ni fin
de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece para siempre"),
son más difíciles de interpretar. Es seguro, sin embargo, que ellas no pueden
ser entendidas absolutamente. Estas palabras son comúnmente interpretadas por
el mismo principio que las anteriores, a saber: que al omitir del relato
inspirado toda limitación de la vida de Melquisedec, así como de su
descendencia, fue el propósito de Dios prefigurar la naturaleza no limitada del
sacerdocio de Cristo; que el apóstol describe a Melquisedec, el tipo, en
términos que solamente son verdaderos, en su significado más profundo,
tratándose de Cristo, el Antetipo. Los que admitiendo que Melquisedec era un
ser humano, no están satisfechos con esta interpretación, hen de dejar las
palabras del apóstol sumidas en el misterio.
Pero
cualquiera que sea la oscuridad en que aparecen envueltos los datos que tenemos
acerca de Melquisedec, estos datos afirman absolutamente la naturaleza típica
de su sacerdocio, pare diferenciarlo de la naturaleza del sacerdocio levita. El
era un tipo de Cristo no sólo como sacerdote, sino también en el carácter
peculiar de su sacerdocio. Unió a su sacerdocio el oficio real; fue superior en
dignidad a Abraham y a los sacerdotes levitas; y su sacerdocio tenía el
atributo de universalidad. En él tenemos, por lo tanto, un ejemplo indudable de
tipo histórico.
No
sin razón ha silo considerada la libertad del pueblo escogido de la esclavitud
de Egipto, su viaje a través de los desiertos de Arabia, bajo la dirección de
Dios, y su situación en la tierra de Canaán, como típica de la redención, guía
y salvación que se recibe por Cristo. Desde los mas primitivos tiempos de la
Iglesia Cristiana esta maravillosa historia ha sido el manantial inagotable de
analogías pare la ilustración de la experiencia cristiana, En su peregrinación
por este valle de lágrimas, el creyente vuelve instintivamente su vista a esta
historia pare encontrar en ella instrucción y aliento. La poderosa
interposición de Dios cuando los israelitas estaban "aún sin fuerza"
en su esclavitud; la protección que les dio por la sangre del cordero pascual,
rociada en los frentes de las cases, cuando pasó por Egipto el ángel
exterminador; la apertura de un camino por en medio del mar Rojo cuando no había
memo humano de escape; el viaje por el desierto; lo columna de nube por el día
y de fuego por la noche pare guiarlos; el agua que brotó de la coca pare apagar
su sed; el maná que descendía del cielo en cede mañana pare alimentarlos; la
estricta discipline de Dios en contra de su falta de fe, su desobediencia y
extravagancia; la final preparación pare la conquista de Canaán, y el éxito
obtenido en esta conquista-toda esta serie de acontecimientos se adapta
maravillosamente pare ilustrar el curso de la experiencia cristiana. ¿Quién se
atreve a decir que Dios no lo ordenó todo a este fin? No creemos que todo ello
sea meramente un tipo; creemos que es una verdadera historia muy útil pare los
hombres de aquella época-una verdadera liberación terrenal, una guía, una
alimentación en el desierto, una conducción a la posesión de una verdadera
habitación terrenal. Pero decimos que es tina verdadera historia ordenada por
Dios en tal forma que pudiera tipificar la peregrinación del creyente a la
Canaán celestial. Es indudable que el autor de la epístola a los Hebreos
consideró este descanso del pueblo elegido en la tierra de Canaán como un tipo
del descanso en el cielo (Heb. 3:7-4:11). Y si esta parte de la historia era
típica, es razonable inferir que toda lo era. Pertenece a la naturaleza del
tipo, por un lado, que no exponga completamente aquello que ha de ser su
antetipo; y por el otro lado, que el tipo tenga algunas earacterísticas que no
correspondan al antetipo. El sacerdocio de los hijos de Aarón tipificó el sacerdocio
de Cristo, como veremos, de una manera inadecuada; mientras que el pecado que
era natural en los sacerdotes descendientes de Aarón, no solamente no
corresponde al carácter del Antetipo, sino que era una contradicción de él. Lo
mismo sucede con los tipos históricos que hemos considerado: representan al
Antetipo de una manera inadecuada y solamente en algunos respectos.
II.-TIPOS RITUALES.
5.-Los
sacrificios eran la parte más importante del ritual judáico. Pero los
sacrificios implican la existencia de una persona que los ofrezca, de un
Dios personal a quien son ofrecidos, y un sacerdocio por medio
del cual se ofrecen. En los tiempos primitivos del mundo los hombres ofrecían
sacrificios en su propio beneficio y el de su casa, cualquiera que fuese el lugar
en que se hallaran. Gen. 4:4; 8:20; 12:7,8; 31:54; 33:20; 35:1,7; 4:61; Job
1:15; 42 :8. Pero al establecimiento de la economía mosaica, el oficio
sacerdotal fue restringido a la familia de Aarón. Desde entonces todo el que
deseaba ofrecer sacrificios tenía que ofrecerlos por mediación de los
sacerdotes de la descendencia de Aarón. Era una parte de la naturaleza de la
economía mosaica que Dios tuviese una morada visible entre los israelitas. En
las instrucciones dadas para la fabricación del tabernáculo, se dice: "Y
me liarán un santuario para que yo habite en medio de ellos" (Exo. 25:8).
El santuario material, por consiguiente, era la morada visible de Dios, el
lugar donde él se manifestaba a su pueblo y recibía su adoración, de
acuerdo con los ritos establecidos por Cl mismo; siendo todo en ese santuario,
como veremos, típico de cosas más elevadas que pertenecen a la redención que se
obtiene por Cristo. Y como que este santuario era la morada elegida de Dios, se
sigue, como consecuencia necesaria, que después de su erección todos los
sacrificios habían de ser traídos su altar, para ser presentados allí a Dios
por medio de los sacerdotes elegidos por el.
6.-El
tabernáculo mosaico era movible y de estructura muy sencilla en su plan.
La armazón de tres de sus lados consistía de tablas verticales, o más bien
vigas (porque de acuerdo con la unánime opinión de los rabinos judíos, eran de
un codo de grueso), puestos unos al lado del otro, y sostenidos en esa posición
por barras transversales que pasaban por unos anillos de oro. Así estaba
formado el recinto que era de diez codos de alto, treinta de largo, de Este a
Oeste, y diez de ancho; e1 extremo Este, que era el frente, tenía solamente un
velo suspendido de cinco pilares de Sitim. Sobre las paredes así formadas de
este recinto, y colgando por ambos lados, se había extendido una rica cubierta
formada por once cortinas unidas, de "lino fino, azul, púrpura y escarlata
con querubines de precioso trabajo." Sobre esta había otra cubierta
formada por diez cortinas de pelo fino de cabra, unidas entre sí, y arriba de
ésta otras dos colgaduras, siendo la primera de pieles de carnero teñidas de
rojo, y la superior de pieles de tejones. Al rededor del tabernáculo había un atrio
de cien codos de largo por cincuenta de ancho, cerrado por cortinas de lino
fino sostenidas por cinco pilares de cinco codos de alto. El interior del
tabernáculo estaba dividido en dos panes, por un velo que pendía de cuatro pilastras:
el santuario interior, o santo santísimo de diez codos cuadrados; y el
santuario exterior, o lugar santo de veinte codos de largo por diez de
ancho.
En
un sentido más general, se llamaba tabernáculo a toda la estructura movible que
se hallaba dentro del atrio. Pero en un sentido más restringido, la rica corona
interior se distinguía en la descripción mosaica como " el
tabernáculo," mientras que el recinto cubierto por la corona de piel de
cabras se llamaba "la tienda" (Exo. 26:1-30; 36; 8, 14, 19) . El
verdadero significado de la palabra que aparece traducida lo tejones en
nuestras versiones comunes, es incierto. Algunos eruditos creen que aquí se
hace referencia a la foca.
7.-Hemos
visto que el tabernáculo era la morada visible de Dios. Pero el palacio de un
rey time sus cámaras de audiencia, donde recibe a sus súbditos y oye sus
peticiones. De igual manera el tabernáculo mosaico, y después el templo, tenía
su "santo santísimo" y su "lugar santo", siendo el primero,
en cierto sentido especial, la habitación del Dios de Israel. E1 tabernáculo
con sus muebles, su sacerdocio, sus servicios, se dice en el Nuevo Testamento
que era "una sombra de los bienes venideros" (Heb. 10:1) . A menos
que comprendamos su carácter típico, no podremos tener una verdadera
comprensión de su significado.
8.-Al
estudiar las verdades que enseña el tabernáculo mosaico, debemos comenzar por los
materiales usados en su construcción. En esto debemos notar dos cosas:
su preciosidad y la gradación observada en este respecto.
(1) Su preciosidad. Todos los materiales eran de la clase más costosa y durable-oro, plata,
lino fino teñido de púrpura y escarlata, madera de acacia (sitim en algunas
versiones), el bronce que era usado solamente en la parte exterior. Es obvio
que esto representa la gloria y excelencia del servicio de Dios, y la
correspondiente obligación, por parte de los adoradores, de dar a Dios lo mejor
de lo que tienen.
(2)
La graduación en la preciosidad de los materiales tenía referencia al
santuario interior, donde, como más adelante veremos, Dios moraba entre dos
querubines que daban sombra al lugar propiciatorio. El orden de gradación era
el siguiente: Mientras más cerca de la morada de Dios, mayor la gloria; y de
aquí que, para significar esta gloria, se usaran los materiales más preciosos.
De acuerdo con ésto, el propiciatorio donde Dios moraba entre querubines, era
de oro puro. Toda la obra de madera del tabernáculo y sus muebles, estaba
cubierta de oro. La cubierta interior del tabernáculo, así como el velo que se
hallaba suspendido delante del arca y que separaba el lugar santo del santísimo,
era de "lino fino, jacinto, púrpura y escarlata, con querubines de labor
primorosa." El velo exterior, a la entrada del santuario externo era de
los mismos materiales, pero sin los querubines; mientras que las cortinas del atrio
eran hechas semejantemente de lino fino suspendidas de pilares de acacia, no
recamados de oro. Las anillas que en los pilares sostenían las transversales
del interior, eran de plata; pero las del exterior y los pilares del atrio eran
de bronce.
9.-Pasando
ahora a la distribución del tabernáculo, naturalmente comenzamos por el
santuario interior. En él, entre las alas de los querubines que daban
sombra al lugar propiciatorio, o tapa del área, estaba el Shekinah, o morada
visible de Jehová. En el área, debajo de la mesa de propiciación, estaban
colocadas, por instrucción divina, las dos tablas de la ley-. Exo. 25:16
comparado con 1a. Rey. 8:9. Este era su lugar apropiado. Ellas emblematizaban
la gran verdad de que Dios es el fundamento de la ley, y que todos los que se
alleguen a el deben hacerlo en espíritu de verdadera obediencia.
Sabemos
que la morada de Dios estaba entre los querubines, porque en las direcciones
dadas originalmente para la construcción del área, se dice: "Y colocarás
el propiciatorio sobre el área por la parte de encima; y dentro del área
pondrás las tablas del testimonio que yo lo voy a dar. Y allí tendré
entrevistas contigo a tiempos señalados, y hablaré contigo desde encima del
propiciatorio, de en medio de los dos querubines (que están sobre el área del
testimonio), respecto de todo lo que lo ordenaré en cuanto a los hijos de
Israel" (Exo. 25:21,22). De acuerdo con estas palabras, Dios repetidamente
proirieti0 que él se mostraría a Moisés en el área del Testimonio (Exo. 30 :36;
Lev. 16 :2; Núm. 17:4); y después de la dedicación del tabernáculo y su altar,
se dice que "cuando Moisés entro en el tabernáculo para hablar con el
Señor, oyó una Voz que le hablaba desde encima del Propiciatorio, que estaba
sobre el arca del Testimonio, de entre los dos querubines; la cual Voz hablaba
con él" (Núm. 7:89). Así que a Jehová se le describe en el Antiguo
Testamento como el que mora entre los querubines (1a. Sam. 4:4; 2a. Sam. 6:2; 2a. Rey. 19:15; Sal. 80:1;
99:1; Isa. 37:16) .
10.-En
el santuario exterior, delante del velo que lo separaba del santo santísimo, en
el lado Sur, estaba el candelabro de oro, con sus siete lámparas que
ardían continuamente delante del Señor (Exo. 27:20; 40:24,25; Ley. 24:25) , y
en el lado Norte la mesa de los panes de la propiciación, cuyas doce tortas
eran removidas semanalmente (Exo. 25:30; 40:22,23; Lev. 24:5-9) . Todas estas
cosas testifican la. luz y la vida que vienen de la presencia de Dios por medio
de las ordenanzas elegidas por el; y desde el momento que el fin de estas
ordenanzas es Jesucristo, ellas lo prefiguraban como la Luz del mundo y el Pan
de vida (Juan 8:12; 12:46; 6:25-48; y especialmente Juan 1:4. Entre el
candelabro de oro y la mesa de la propiciación, enfrente del arca y separado de
ella por el velo interior, estaba el altar de oro del incienso, sobre el
cual los sacerdotes quemaban grato incienso delante del Señor todas las mañanas
y tardes (Exo. 30:6-8; 40:26,27), cosa con que se simbolizaba la intercesión de
Cristo, intercesión por la que las oraciones de los santos son aceptables a
Dios.
En
el libro de Revelaciones se representa a un ángel ofreciendo sobre este altar
de oro mucho incienso junto con las oraciones de los santos. "Y el humo
del incienso, añadido a la oración de los santos, subió de la mano del ángel,
en la presencia de Dios" (Rev. 8:3,4). Este pasaje parece garantizar la
interpretación que arriba hemos dado a este símbolo; no que el pueblo elegido
de la antigüedad comprendiera completamente su significado, ni el de los otros
tipos simbólicos, sino que tal era la mente del Espíritu, según había de ser
manifestado en su oportunidad.
Hay
una opinión con respecto al ceremonial mosaico que lo convierte simplemente en
una representación. escénica de la corte de un rey; en la cual el
tabernáculo representa el palacio real, el incienso el homenaje que se rinde al
monarca, (comparece con Dan. 2:46), los sacrificios el pan de la Propiciación,
y los otros sacrificios incruentas, a la provisión hecha para su mesa, los
sacerdotes a sus sirvientes, etc.; por lo cual todo se reduce a la idea del
servicio que se rinde a Jehová como monarca nacional, excluyendo las representaciones
típicas de la provisión que Dios ha hecho para las necesidades espirituales
del hombre. Esta representación escénica del ritual mosaico, es tanto superficial
como falsa. Es verdad que en el ritual se rinde servicio a Dios; pero es un
servicio que tipifica la provisión que Dios hace para las necesidades del
hombre como ser caído -luz para su inteligencia entenebrecida, vida para su
naturaleza espiritual muerta en transgresiones y pecado, y reconciliación con
Dios por la sangre de Cristo, Esta es la continua interpretación que se dá en
el Nuevo Testamento a. las ordenanzas carnales del Antiguo.
11.-En
el atrio, delante del tabernáculo estaba el altar de bronce con. su Jofaina.
En él corría, de edad en edad, la sangre de los sacrificios-un cordero cada
mañana y tarde, y en el día de sábado dos corderos en la mañana y dos en la
tarde, y además todos los sacrificios públicos relacionados con las fiestas
nacionales y los sacrificios privados de los individuos. El Nuevo Testamento
nos enseña que los sacerdotes levíticos que ministraban en el altar judaico
tipificaban a Cristo, nuestro gran sumo sacerdote. En el salmo 110 que
el mismo Salvador cita como escrito por David, "en espíritu" y que se
refiere a él (Mat. 22:41-45; Mar. 12:15-17) , se representa al Mesías como
uniendo en sí los oficios real y sacerdotal. En Zacarías (6:9-14) hay una
admirable transacción simbólica que contiene la misma representación. Se manda
al profeta, en presencia de testigos competentes: "Tomarás plata y oro, y
harás coronas, y ponerlas has en la cabeza de Josué (la palabra hebrea
corresponde a la griega Jesús que es la que aparece en este pasaje de la
Septuaginta) hijo de Josedec, el sumo sacerdote." En su oficio de sumo
sacerdote, Josué tipifica a Cristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote. Por el acto
simbólico de la coronación de Josué se tipifica el oficio real de Cristo en
su unión con su oficio sacerdotal. De aquí que se mandara al profeta a
añadir: "Así dice Jehová de los ejércitos; Mirad al hombre cuyo, nombre es
EL Vástago" (compárese con cap. 3:8 e Isa. 11:1; Jer. 23 :4-6; 33
:15,16); " de su propio tocón brotará; y edificará el templo de Jehová;
sí, edificará el templo de Jehová, y llevará sobre sí la gloria; y se sentará y
reinará sobre su trono; y el consejo de la paz estará entre los dos." De
acuerdo con estas interpretaciones, una gran parte de la epístola a los Hebreos
se ocupa de la discusión del oficio sacerdotal del Señor, en el cual, sin
contradicción alguna, el es presentado como el gran Antetipo tanto de
Melquisedec como de los sacerdotes levitas.
12.-Si
los sacerdotes levíticos tipificaban a Cristo, se sigue que los sacrificios que
ellos ofrecían eran también típicos del sacrificio de Cristo por los
pecados del mundo. Así que la epístola a los Hebreos arguye: "Todo sumo
sacerdote está constituido para ofrecer dones y también sacrificios; por lo
cual es necesario que este Sacerdote también haya tenido algo que
ofrecer" (8:3). Los sacerdotes levíticos estaban "ministrando día por
día, ofreciendo muchas veces unos mismos sacrificios, que no pueden nunca
quitar los pecados" (10:11). Sus ofrendas eran solamente típicas de
expiación, y tenían, por consiguiente, que ser continuamente repetidas
hasta que apareciera el Antetipo. Pero Cristo ofreció su propia sangre en el
Calvario, por lo cual obtuvo cierna redención para nosotros, así que su
sacrificio no tiene que ser repetido. El fue "ofrecido una vez para llevar
los pecados del mundo"; y por medio de "una ofrenda ha perfeccionado
para siempre a los que son santificados" (9:11-14, 25,26; 10:10-14).
Pero
esta doctrina con respecto al carácter típico de los sacrificios levíticos no
se halla restringida en el Nuevo Testamento a la epístola de los Hebreos
solamente, sino que aparece claramente en todo él. Juan el Bautista, el
precursor del Mesías, le presentó como "el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo" (Juan 1:29). Estas palabras encierran la idea de un
sacrificio propiciatorio, o lo que es lo mismo, un sacrificio expiatorio;
puesto que por medio de la expiación de nuestros pecados Cristo hace
propiciación para con el Padre. Llevando el pecado del mundo Cristo lo expía, y
así lo quita del mundo. Así que el es "la propiciación por nuestros
pecados, y no sólo los nuestros, sino también por 104 de todo el mundo"
(1a. Juan 2:2).
E1
mismo Salvador anunció su propósito de morir por los pecados del pueblo:
"Yo doy mi vida por las ovejas." "Por esto el Padre me ama, por
cuanto que pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que la
pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla y poder para volverla a tomar. Este
mandamiento recibí de mi Padre" (Juan 10:15, 17,18). Y a fin de que nadie
pudiera creer que él moría como mártir, dice siempre que "el Hijo del
hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por
muchos "-más literalmente,-" en rescate en lugar de muchos"
(Mat. 20:28; Mar. 10:45), pasaje en que se afirma implícitamente el carácter
vicario y de sacrificio de la muerte de Cristo.
Pero
el carácter vicario y de sacrificio de la muerte de Cristo fue más comprendido
después d: su resurrección. Hemos visto la opinión que de ella se time en la
epístola a los Hebreos; y con esta opinión están conformes los otros escritores
del Nuevo Testamento. Jesucristo es el gran paciente preanunciado en el
capítulo 53 de Isaías, que "fue traspasado por nuestras rebeliones,
quebrantado por nuestros pecados, "el castigo de nuestra paz cayó sobre
él, y por sus llagas nosotros sanamos"; sobre quien el Señor "cargó
la iniquidad de todos nosotros"; quien "como oveja fue conducido al
matadero, y como es muda la oveja delante de los que la trasquilan, así él no
abrió su boca"; cuya vida Dios hizo "una ofrenda por el pecado";
y quien fue "contado con los transgresores," y "llevó los
pecados de muchos y por los transgresores intercedió. " (1a. Ped. 2:80, 25; Act. 8:32-35; Mar. 5
:28; Lúc. 22 :37 ) . El
"padeció por los pecados una vez tiara siempre, el justo por los injustos,
a fin de traernos a Dios" (la. Ped. 3:18). Nos ha redimido para con Dios
por su sangre (Rev. 5:9); "por amor ha lavado nuestros pecados en su misma
sangre" (Rev. 1:5); y sus redimidos "han lavado sus ropas, y las
emblanquecieron en la sangre del Cordero" (Rev. 7:14).
El
citar las declaraciones del apóstol Pablo sobre este gran tema sería una labor
prolija y superflua. No es por el ejemplo o por las enseñanzas de Cristo que
tenemos " redención, la remisión de pecados, "sino por
medio de su sangre. Efes. 1:7. "Cristo nos redimió de la maldición de
la ley, cuando fue hecho maldición por nosotros" (Gal. 3:13), palabras que
enseñan, de la manera más explícita que le es posible al lenguaje humano, que
Cristo nos liberto de la penalidad de la ley divina, que es su maldición,
llevando la maldición para nuestro bien. Esta obra la realizó cuando fue
colgado en el árbol de la cruz. Su muerte en la cruz, por lo tanto, fue
vicaria, una muerte en nuestro lugar; y propiciatoria, porque en vista de ella
Dios nos libertó de la maldición de la ley. Esto es lo que se quiere dar a
entender con las palabras "sacrificio propiciatorio. Finalmente, y para
destruir toda idea de que la eficacia de la muerte de Cristo estriba
simplemente en su influencia moral sobre el corazón humano, el apóstol enseña
que Dios ha puesto a Jesucristo como propiciación por medio de la fe en su
nombre, para manifestación de justicia "para que él sea justo y el
justificador de aquel que tiene fe en Jesús." Rom. 3:25, 26.
Cada
palabra de este profundo pasaje merece una seria consideración. A continuación
damos al lado de la versión de Cipriano de Valera, la traducción de la Versión
Moderna de este pasaje que parece ser algo más correcta.
"Al
cual Dios ha propuesto por aplacamiento por la fe en su sangre, par a
manifestación de su justicia por la remisión de los pecados en la paciencia
de Dios; para manifestación de su justicia en este tiempo; para que él sea
justo y el justificador del que cree en Jesús. "
|
"A
quien Dios ha propuesto como sacrificio expiatorio, por medio de la fe en su
sangre, para manifestación de su justicia, a causa de los pecados cometidos
anteriormente, en la paciencia de Dios; y para manifestación de su justicia
en el tiempo actual; para que él sea justo, y el justificador de aquel que tiene
fe en Jesús. "
|
De
estas palabras aprendemos: (1) Que Dios públicamente ha propuesto a Cristo como
sacrificio expiatorio. La siguiente paráfrasis presenta la probable relación de
la primera cláusula: "A quien, por medio de su sangre, ha propuesto como
propiciación por medio de la fe." Pero aun cuando tomemos las palabras en
la forma en que aparecen en nuestras versiones comunes, aun así la propiciación
es por medio de la sangre de Cristo, resultando, por consiguiente, un
sacrificio propiciatorio o expiatorio. (2) Que la apropiación, por parte del
pecador, de esta propiciación, es bajo la condición de fe personal. El
sacrificio expiatorio de Cristo no justifica, en y por sí, a ningún hombre;
sino que presenta la base para que los hombres puedan ser justificados,
mediante la fe en Cristo. (3) Que por medio del sacrificio propiciatorio de
Cristo Dios hace una pública manifestación de su justicia, demostrando su
misericordia hacia los pecadores. La frase "la justicia de Dios,"
puede significar, en el use que de ella hace Pablo, la justicia –justificación-
que Dios da por medio de la fe. Pero en unión de las palabras que siguen:
"para que él sea justo y el justificador del que cree en Jesús," sólo
puede significar la justicia como un atributo de Dios, su justicia pública, es
decir, su justicia como Legislador y Gobernador del mundo. (4) Que el
sacrificio propiciatorio de Cristo era necesario a fin de que Dios pudiese
demostrar su misericordia hacia los pecadores, de manera consistente con su
justicia. Porque cuando el apóstol dice: "para que Dios pueda ser justo y
el justificador del que cree en Jesús," estas palabras implican
necesariamente que sin este sacrificio, él no hubiera sido justo al justificar
a los pecadores. La propiciación de Cristo no era necesaria para hacer a Dios
más misericordioso en su naturaleza, porque en este respecto él es
inmutable, "el mismo ayer, hoy y para siempre." Pero abre un
camino por el cual Dios puede demostrar su misericordia consistentemente
con su justicia y la santidad de la ley. Cuando tratamos de averiguar la
naturaleza interior de la expiación, tropezamos con misterios, algunos de los
cuales trascienden la comprensión de la inteligencia humana, Pero podemos
comprender y creer en el testimonio de Dios, la verdad central del Evangelio,
que Cristo se ofreció a sí mismo al Padre para llevar en su naturaleza humana
la maldición de la ley divina, para el bien de los pecadores; y que Dios aceptó
la ofrenda propiciatoria como una satisfacción a la ley y a la justicia, en tai
sentido que él puede perdonar a todos los que creen en Jesús, sin que esto
implique un deshonor para él o una injuria a su gobierno moral.
(
3 ) -Hemos considerado a Cristo como el gran Antetipo de los sacerdotes
levíticos. Volvamos atrás ahora y consideremos las características de los
tipos, comenzando con el sacerdocio.
(1)
Lo primero en que los sacerdotes levíticos tipificaban a Cristo era en su
posesión de una naturaleza humana, semejante a las de aquellos en cuyo
beneficio actuaban. "Porque tanto el que santifica (Cristo), como los que
son santificados (los creyentes), de una misma naturaleza son; por lo cual no
se avergüenza de llamarlos hermanos" (Heb. 2:11); "así que, por
cuanto los hijos participan en común de carne y sangre, él también de la misma
manera tomó parte en ellas" (Ver. 14); y más adelante: ''Por lo cual
convenía que en todo fuese semejante a sus hermanos, a fin de que fuese un Sumo
Sacerdote misericordioso y fiel, en lo perteneciente a Dios, para hacer
propiciación por los pecados del pueblo. Pues por lo mismo que él ha padecido,
siendo tentado, puede también socorrer a los que son tentados" (vers. 17 y
18 comparados con 4:15). De acuerdo con ésto, los sacerdotes que tipificaban a
Cristo eran elegidos de entre los hombres, y no ángeles; y "que pueda ser
indulgente con los ignorantes y los errados, porque él también está rodeado Y
de flaquezas" (Heb. 5:1,2.)
(2)
Los sacerdotes levíticos además, eran elegidos a su oficio por el mismo
Dios. "Y nadie toma para sí esta honra, sino cuando haya sido llamado
de Dios, así como lo fue Aarón. De manera que ni aun Cristo se glorificó a sí
mismo, para llegar a ser Sumo Sacerdote, sino Aquel que le dijo: ¡Tú eres mi
Hijo, yo lo he engendrado hoy ! ¡ Tú eres Sacerdote para siempre, según el
orden de Melquisedec" (Heb. 5:4-6) .
(3)
Los sacerdotes levíticos eran mediadores entre Dios y los hombres. Después
del establecimiento del sacerdocio, ningún israelita o peregrino en su tierra
podía llegarse a Dios, con sacrificios y oblaciones, en su propio nombre y ser
su propio sacerdote. Había de llegarse a Dios por medio de los sacerdotes
elegidos por él -un hermoso tipo de la gran verdad anunciada por Cristo :
"Yo soy el camino, la verdad, y la vide; nadie viene al Padre sino por
mí" (Juan 14:6).
(4)
Finalmente, los sacerdotes levíticos no solamente eran mediadores entre Dios y
los hombres, sino mediadores por medio de sacrificios expiatorios. A
ellos se les había ordenado, "ofrecer dones y también sacrificios por el
pecado" (Heb. 5:1; 8:3).
"Por
lo cual," agrega el escritor inspirado, "es necesario que éste
(Cristo) , también tuviese algo que ofrecer (Heb. 8:3). Ellos ofrecían la
sangre de toros y machos de cabrío, que hacían expiación sólo de una manera
típica; él (Cristo) ofreció a Dios su propia sangre como una verdadera
propiciación por los pecados. Heb. 7:27; 9:12-28; 10:10-14.
Los
puntos de desemejanza entre los sacerdotes levíticos y Cristo, según
aparecen en la epístola a los Hebreos, sirven todos pare ilustrar la dignidad v
eficacia del Sacerdocio del Salvador. Los sacerdotes levíticos eras hombres
pecadores, y como tales tenían que ofrecer sacrificios primero por sus propios
pecados (Heb. 5:3); pero él es "santo, inocente, inmaculado, apartado de
los pecadores, y hecho más excelso que los cielos" (7:26). Aquellos eras
muchos "porque a cause de la muerte, no les era permitido continuar";
"mas éste, por cuanto continúa para siempre, time su sacerdocio
intransmisible" (7:23, 24). Las ofrendas de los sacerdotes levíticos no
podían quitar el pecado; porque había solamente típicas de la expiación, y
habían de ser, consecuentemente, repetidas muchas veces. Pero Cristo por su
sacrificio "ha perfeccionado pare siempre a los que son
santificados"-los ha perfeccionado con respecto a la expiación del pecado,
que es el fundamento en que descansa la obra de la santificación personal (Heb.
10:11,22).
La
mediación entre Dios y los hombres, por medio del sacrificio expiatorio,
constituye la idea central del sacerdocio. Los sacerdotes levíticos hacían
intercesión por los hombres, al quemar el grato incienso (véase el No. 8 más
arriba), y al presentar a Dios sus ofrendas incruentas, pero todo esto se hacía
por medio de la sangre de la expiación. Vemos, pues, cuán falsa y
engañosa es la idea de que puede haber verdaderos sacerdotes mediadores bajo la
dispensación del Nuevo Testamento. Cristo apareció una vez para siempre
"para quitar el pecado por el sacrificio de sí mismo" (Heb. 9:25-28;
10:10-12) , y desde entonces no se necesitan más sacrificios, ni tampoco pueden
ser ofrecidos legalmente. Cristo también abrió para todos los creyentes un
camino de acceso a Dios, por medio del cual podemos ir confiadamente al trono
de la gracia, sin necesidad de mediadores humanos (Heb. 10:18-22) . Los
creyentes, como un solo cuerpo, son "un sacerdocio santo, a fin de ofrecer
sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por medio de Jesucristo" (1a.
Ped. 2:5). Ellos se presentan a Dios "un sacrificio vivo, santo, aceptable
a Dios" (Rom. 12:1). Presentan a Dios "de continuo, sacrificios de
alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre " (Heb.
13:15). Estos sacrificios espirituales ofrecidos por los creyentes por medio de
Cristo, su glorificado Sumo Sacerdote, son los únicos sacrificios de que tiene
conocimiento la Iglesia del Nuevo Testamento.
Con
respecto a las vestiduras del Sumo Sacerdote, que fueron hechas bajo la
dirección divina, no podemos hablar aquí detalladamente. Basta que digamos que
ellas representaban, en general, la dignidad y excelencia de su oficio, como
mediador divinamente elegido, entre Dios y su pueblo escogido. La plancha de
oro con la inscripción "Santidad a Jehová" es su propio
intérprete. Los doce nombres de las tribus de Israel, grabados en dos piedras
preciosas, los mismos nombres grabados en doce piedras preciosas, y que llevaba
sobre su pecho según ministraba delante del Señor, tipifican hermosamente a
Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, que lleva a su pueblo sobre sus hombros
con su todo poder, y eficacia de su expiación, y sobre su corazón por su
sempiterno amor.
14.-De
los sacerdotes típicos pasamos naturalmente a la consideración de los sacrificios
típicos que ellos ofrecían. Al abandonar Noé el arca, Dios prohibió que se
comiera sangre por causa de que la sangre es la vida del animal (Gen.
9:4). La razón de esta prohibición se presenta en un pasaje de la ley mosaica
que claramente indica la naturaleza y designio de las ofrendas sangrientas:
"Así mismo respecto de cualquier hombre de la casa de Israel, o de los
extranjeros que moran en medio de vosotros, que comiere cualquier clase de
sangre, yo pondré mi rostro contra aquella persona que comiere sangre, y la
cortaré de en medio de su pueblo; porque la vida de la carne en la sangre está,
la cual os he dado para hacer expiación en el altar por vuestras almas; porque
es la sangre la que hace expiación" (Lev. 17:10,11) . De aquí que los
sacerdotes rociaran la sangre del sacrificio como signo de expiación; rito que
consideramos más adelante con mayor particularidad (No. 15). La razón por qué
la sangre hace expiación es que "la vida de la carne es la sangre.
"La idea bíblica del sacrificio, por lo tanto, es la ofrenda a Dios de
una vida por otra que ha sido inutilizada por el pecado-la vida del animal
inocente por la vida del culpable que hace la ofrenda. Esta idea de la naturaleza
vicaria y propiciatoria de los sacrificios se encuentra presentada con hermosa
simplicidad y claridad en el libro de Job: "Y sucedía que mientras pasaban
en turno los días del convite, Job enviaba por ellos, y los sacrificaba; y por
las mañanas, madrugando, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos;
porque decía Job: quizás hayan pecado mis hijos y renegado de Dios en sus
corazones" (1:5) . Y más adelante: "Y aconteció que después que hubo
hablado Jehová estas palabras a Job, dijo Jehová a Elifaz, temanita: arde mi
ira contra tí y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado respecto de mí
lo que es propio, como mi siervo Job. Ahora pues, tomaos siete novillos y siete
carneros, a id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros; y mi siervo
Job orará por vosotros (pues a él miraré con favor), a fin de que no haga yo
con vosotros conforme a vuestra insensatez" (42:7,8). Los sacrificios de
la ley mosaica eran de varias clases, implicando distintas ideas; pero todos
ellos tenían como base la idea fundamental de la propiciación por medio de
la sangre. De aquí que el autor de la epístola a los Hebreos, comentando el
pasaje de Exo. 24:4-8, dice: "Y según la ley, casi todas las cosas son
purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión"
(Heb. 9:22). La única excepción que se hace a este respecto era en el caso del
pobre "cuyos recursos no alcanzaban para traer dos tórtolas o dos
palomitos"; a quien se le permitía traer "la décima parte de un efa
de flor de harina para ofrenda por el pecado" (Lev. 5:11) , de acuerdo con
el principio de que Dios "quiere misericordia y no sacrificio."
En
el ceremonial judío no debe buscarse una clasificación ordenada de los
sacrificios. Los holocaustos, por ejemplo, que se mencionan en el libro de Job,
tenían el valor de verdaderas ofrendas por el pecado (Job 1:5; 42:8). La
clasificación del libro de Levítico consiste en holocaustos, ofrendas por el
pecado, sacrificio por las paces y expiación por las culpas. Pero más
convenientemente pueden ser considerados en el orden de su presentación, cuando
dos o más de ellos eran ofrecidos en la misma ocasión, como cuando Aaron y sus
hijos fueron consagrados al sacerdocio, y el pueblo santificado en conexión con
este acontecimiento (Lev, cap. 8 y 9), en las ofrendas del gran día de
expiación ( Lev. 16 ) .
En
estos casos la ofrenda por el pecado tuvo el primer lugar; porque esta
ofrenda, como su nombre lo indica, era completamente expiatoria y
propiciatoria, y por ella el que la ofrecía recibía el perdón y el favor
divinos. La ofrenda por el pecado tenía referencia: (1) Al pecado general, como
cuando Aarón y sus hijos fueron consagrados y el pueblo santificado, y cuando
en el día anual de la expiación, ésta se hacía por los pecados del pueblo
durante el año que acababa de pasar. (2) Para especificar ofensas (Lev. caps. 4
y 5). La diferencia existente entre la ofrenda por el pecado y la expiación por
las culpas, es muy difícil de determinar. Ambas eran por igual expiatorias;
siendo, por consiguiente, subdivisiones de la misma clase de ofrendas. Una
comparación de los pasajes en que se prescriben las expiaciones por las culpas
(Lev. 5:1; 6:1-7; Núm. 5:6-8), parece indicar que ellas pertenecían
especialmente a las culpas por las cuales debía hacerse la debida restitución.
Sigue
en el orden de los sacrificios, aunque es el primero en dignidad, el
holocausto, llamado también ofrenda encendida (Heb. Kalil), la
marca característica del cual era que la ofrenda había de ser consumida por el
fuego (Lev. 1). Es generalmente admitido que este sacrificio era un símbolo
de totalidad; pero en cuanto al respecto en que era símbolo de totalidad,
hay diversidad de opiniones. Algunos eruditos creen que se refiere a la
totalidad de la misma ofrenda, como la forma de sacrificio que abraza en sí a
todos los otros sacrificios (Rosenmüller sobre Deut. 33:10); o, como la más
perfecta ofrenda, por cuanto que ella exhibe la idea de la ofrenda en toda
generalidad y totalidad, y por esto concentra en sí misma toda la adoración.
Pero no podemos separar en la intención de Dios, la totalidad de la forma del
estado de la mente del que hace la ofrenda. El sacrificio encendido era, en
verdad, en su forma externa, el más perfecto de todos los sacrificios, por cuya
razón se excluían de él víctimas hembras, consideradas como relativamente
inferiores a las del otro sexo. Pero por causa de ésta, la totalidad y
generalidad, ella significaba la total consagración. a Dios del que, hacía
la ofrenda. Debemos recordar cuidadosamente, sin embargo, que esta
consagración había de ser hecha por medio de la sangre de la expiación, para
indicar lo cual, la sangre del sacrificio encendido era rociada por el
sacerdote "alrededor sobre el altar"; o, cuando se trataba de un
pájaro cuya cantidad de sangre era muy poca para ser rociada, le exprimía la
sangre sobre las paredes del altar.
La
ofrenda por las peces más
literalmente ofrenda por la rendición, es decir, ofrenda en la cual el
que la hacía rendía a Dios los tributos de alabanza y acción de gracias que le
correspondían), era, en todas sus subdivisiones-ofrenda de gracias, ofrenda
votiva, ofrenda voluntaria -una ofrenda eucarística. De aquí su carácter
social. Después del rociamiento de la sangre, la quemazón de las partes
prescritas sobre el altar y la asignación de la parta que correspondía al
sacerdote, el que la ofrecía, junto con sus amigos, hacían fiestas llenos de
regocijo, delante del Señor, comiendo la parta que hubiese quedado (Lev. cap. 3
comparado con cap. 7:11-18 ) . A1 tratarse de la ofrenda de monarcas, como
David y Salomón, toda la nación hacía fiesta (2a. Sam. 6 :17-19; 1a. Rey. 8:62-66). De esta manera es hermosamente
representado el Mesías, el gran Rey de todas las naciones, como pagando su
ofrenda de paces a Dios por la libertad que le fue dada de sus enemigos, y como
llamando a todas las naciones a las fiestas del sacrificio: "Mi alabanza
será de tí en la grande congregación: pagaré mis votos a presencia de los que
lo temen. De mi sacrificio comerán los humildes, y se hartarán: alabarán a
Jehová los que le buscan; vivirá vuestro corazón para siempre. Se acordarán y
se volverán a Jehová todos los términos de la tierra" (Sal. 22:25-31). El
sacrificio de las paces se hacía naturalmente después de la ofrenda encendida,
como ésta seguía a la ofrenda por los pecados en la santificación de la
congregación israelita (Lev. 9:15-18). Significaba alegre comunión con Dios en
acción de gracias y alabanza; pero esto también por medio de la sangre de la
víctima, rociada sobre el altar como signo de expiación (Lev. cap. 3). En
estas tres clases de sacrificios se nos presenta típicamente, primero, la expiación
que restaura al hombre al favor divino; luego, propia consagración; luego,
santa comunión en acción de gracias y alabanza -todas tres cosas por
el derramamiento de la sangre de Cristo, el gran Antetipo de los sacerdotes
y sacrificios levíticos.
El
carácter de sacrificio de la pascua se ve de las direcciones dadas en su
institución, de que la sangre del cordero fuese rociada en los dinteles y
postes de las casas donde era comido, como señal de protección para los
primogénitos, cuando pasara el ángel exterminador (Ego. 12:22,23); y la
ordenanza establecida después, que requería que el cordero fuera degollado en
el santuario (Deut. 16:1-8), y su sangre rociada sobre el altar (2a. Crón.
30:16; 35:11). En su naturaleza se parecía mucho a la ofrenda de paces. Era una
alegre fiesta conmemorativa de la libertad del pueblo de Israel de la
esclavitud de Egipto; prefigurando así la más elevada redención del pueblo de
Dios de la esclavitud del pecado. Así como la sangre del cordero pascual,
rociada sobre las puertas de las casas protegía a los primogénitos que dentro
estaban, de la destrucción del ángel, así también la sangre de Cristo protege a
todos aquellos que, por fe, reciben el poder expiatorio para librarse de la ira
que vendrá. Como los israelitas hacían grandes fiestas al participar de la
carne del cordero pascual, así también se regocija la Iglesia, alimentada por
la fe en el gran Antetipo Cordero de Dios, que es la verdadera Pascua
sacrificada por nosotros (1a. Cor. 5:7).
En
la antigua dispensación había otros sacrificios de un carácter especial, como
aquellos por medio de los cuales se tipificaba el convenio hecho entre Dios y
su pueblo (Exo. 24:3-8); el carnero de las consagraciones, cuando Aaron y sus
hijos fueron introducidos en el sacerdocio (Lev. 8:22-30); el sacrificio y
otros ritos relacionados con la purificación del leproso (Ley. 14:1-32); el
sacrificio de la novilla roja de que se preparaban las cenizas de la
purificación (Núm. 19); el sacrificio de la novilla en el caso de aparecer un
hombre muerto sin que se supiera quien lo mató (Deut. 21:1-9) . De todos estos
sacrificios sólo es necesario que digamos aquí que, cualquiera que fuesen las
otras ideas tipificadas por ellos, la de la expiación por medio de la sangre
ocupaba un importantísimo lugar en ellos.
La
ley requería que todas las víctimas para los sacrificios fuesen sin mancha, no
sólo porque ofrecer a Dios víctimas imperfectas hubiera sido una ofensa a su
Majestad (Mat. 1:8, 13, 14), sino principalmente, porque una víctima perfecta
podía tipificar mejor al Cordero de Dios "sin defecto e inmaculado",
que fue ofrecido en el Calvario como la propiciación de los pecados de todo el
mundo (1a. Ped. 1:19, 20).
De
las ofrendas incruentas (oblaciones, llamadas también ofrendas vegetales
en nuestras versiones), algunas eran suplementarias a los sacrificios,
siendo necesarias para completarlas. A esta clase pertenecían la sal, que, como
símbolo de pureza y amistad, era prescrita para todas las ofrendas vegetales
(Lev. 2:13), y que podía ser ofrecida junto con los sacrificios (Exo. 43:24
comparado con Mar. 9:49). Lo mismo sucedía con la harina, el vino y el aceite,
que eran ofrecidos con los sacrificios diarios (Ezo. 29: 40), y en otros casos
especiales (Lev. 8:26; 9:17; 14:10, etc.). Otras oblaciones, como aquellas de
que se nos habla en el capítulo segundo de Levítico, eran presentadas
separadamente, como expresión de amor, gratitud y devoción a Dios por parte de los
que las hacían. Después que una parte de ellas era quemada en el altar, junto
con el incienso, el resto era enviado a Aarón y a sus hijos como la parte que
les correspondía.
Los
sacerdotes también recibían partes específicas de estas ofrendas vegetales del
pueblo, así como de las ofrendas por las culpas y las ofrendas por el pecado,
cuya sangre no podía llevarse al santuario. Véase Lev. 6:24-7:34.
15.-Con
respecto a las transacciones típicas relacionadas con el ofrecimiento de
los sacrificios y de las oblaciones, debemos notar los siguientes particulares:
(1)
En todos los casos el que los ofrecía ponía las manos sobre la cabeza de las
víctimas. Podemos inferir el significado de este acto de la primera mención
que de él se hace en el ceremonial levítico
"Luego
pondrá la mano sobre la cabeza del holocausto; y será acepto en favor suyo,
para hacer su expiación" (Lev. 1:4). Este acto, pues, solemnizaba la
dedicación de la víctima a Jehová con el fin propuesto. Al poner las manos
sobre la cabeza de la víctima, el que la ofrecía la presentaba a Dios como su
ofrenda para hacer expiación por su alma, y Dios la aceptaba como tal. Por la
misma naturaleza de la ofrenda, este acto de presentación implicaba el
reconocimiento de pecado que necesitaba expiación; pero no había ninguna
transferencia formal de sus pecados a la víctima, como en el caso del macho
cabrío que se dejaba it al desierto (Ley. cap. 16).
(2)
El movimiento y alzamiento de las ofrendas eran atribuciones del
sacerdote exclusivamente. Ambos eran manifiestamente actos de presentación y
dedicación a Dios. Por ejemplo: el bollo de pan, la torta de pan de aceite, el ácimo,
empleados cuando la consagración de Aarón, fueron puestos primero en sus manos
para que los meciera delante del Señor, y quemados después por Moisés en el
altar del holocausto ( Exo. 29:23-25 ) . Lo mismo sucedió con el pecho del
carnero de las consagraciones, que fue mecido, y la pierna alzada, antes de ser
comidos por Aarón y sus hijos (Exo. 29:26-28); el cordero ofrecido por el
leproso que había sido sanado, con su acompañante oblación, era mecido delante
del Señor antes de ser degollado (Lev. 14:12 sig. ) .
De
acuerdo con los rabinos, el mecer la ofrenda consistía de un movimiento hacia
delante y hacia atrás. Algunos eruditos creen que consistía también en un
movimiento lateral de derecha a izquierda y viceversa. E1 alzamiento consistía
en un movimiento hacia arriba y hacia abajo. La base de la distinción de estas
dos formas de presentación a Jehová es incierta; sabemos solamente que la ceremonia
de mecer las ofrendas se practicaba únicamente en ciertos casos. Así que el
pecho de los animales presentados como ofrendas de paces, eran siempre mecidos,
y la pierna derecha alzada, antes de que fuesen dados a los sacerdotes para su
posesión (Lev. 7:28-34).
(3) El rociamiento de la sangre de las víctimas era una parte muy importante de la
ceremonia, porque por ella se simbolizaba la expiación. Estaba restringida, por
lo tanto, al sacerdote que era el mediador entre Dios y los hombres. El
rociamiento por siete veces de la sangre que se llevaba al santuario (Lev.
4:6,17; 16:14,19), y en otros casos dados (Lev. 8:11; 14:7,21) , denotaba la
perfección de la expiación, ya que el número siete es un bien conocido símbolo
de perfección. De aquí que el Nuevo Testamento hermosamente representa a los
creyentes como purificados del pecado por el rociamiento de la sangre de
Cristo, el gran Antetipo de los sacrificios mosaicos (Heb. 9:13,14; 10:22;
12:24; 1a. Ped. 1:2).
Semejante
al rito del rociamiento de la sangre era la aplicación de la sangre de la
víctima a los cuernos del altar, y a las personas que las ofrecían. (Ego.
29:12,20; Lev. 4:7,18 25,30; 8:15, 24; 14:14) .
(4)
La quemazón de la ofrenda, o de ciertas partes específicas de ella, cuyo
olor ascendía al cielo, era una expresión natural de dedicación a Dios
(compárese Gen. 8:21; Lev. 1:9, etc.).
16.-Hemos
visto la importancia típica de los muebles del tabernáculo (Nos. 8 y 9 arriba).
Que el tabernáculo en sí, considerado generalmente, tenía también un significado
típico es admitido por todos los que creen en la Revelación. Pero cuando
llegamos a la consideración de los detalles, nos encontramos con diversidad de
opiniones, las cuales no podemos estudiar aquí. Haremos referencia solamente a
los siguientes particulares
(1)
El tabernáculo mosaico, como hemos visto, era la morada visible de Dios en la
tierra. Como tal demostraba su presencia y gloria reales, primero en la Iglesia
de los redimidos en la tierra, por medio de Cristo; y segundo, en la Iglesia
glorificada en los cielos. Algunas personas creen que el santuario exterior,
con su altar a incienso, su candelabro de oro, y su mesa de panes de la
propiciación, tipificaba la presencia de Dios con su Iglesia militante, por
medio de sus ordenanzas divinamente elegidas; y el santuario interno su
presencia con la Iglesia triunfante en los cielos.
(2)
Bajo la economía mosaica, el pueblo no podía entrar en ninguno de estos dos
santuarios. Ellos podían allegarse a Dios solamente por la mediación de los
sacerdotes. Los sacerdotes entraban diariamente en el santuario exterior a
quemar el incienso y a cumplir con los otros servicios de ritual; pero al sumo
sacerdote le era permitido entrar en el lugar santísimo, una vez al año, con la
sangre de la ofrenda por el pecado. Esto significaba que, bajo la antigua
dispensación, el camino por el cual los pecadores pudieran llegarse a Dios aún
no había sido manifestado. Con respecto al santo santísimo, se dice
expresamente en el Libro Inspirado: "Pero en el segundo, el sumo sacerdote
solo, una vez al año; y- eso no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo, y por
los pecados del pueblo; dando a entender esto el Espíritu Santo, que no se
había hecho potente todavía la entrada del verdadero santuario, mientras
estuviese aun en pie el primer tabernáculo" (Heb. 9:7,8). De acuerdo con
esto se nos informa que cuando Cristo clamó a gran voz en la Cruz,
"Consumado es," y dió el espíritu, "el velo del templo se rasgó
en dos, de arriba abajo " (Mat. 27:50, 51; Mar. 15:37,38; Lúc. 23:45, 46).
Con esto se significaba que ahora el camino de acceso a Dios estaba abierto a
todos los creyentes por la sangre de Cristo; así que ellos constituyen un
sacerdocio espiritual, a fin de que puedan "ofrecer sacrificios
espirituales, aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (Heb. 7:25; 10:19,20;
1a. Ped. 2:5,9; Rev. 1:6) .
(3)
El carácter típico del tabernáculo se ve hermosamente en las ceremonias del
gran día de expiación (Lev. 16). Después de ofrecer el sumo sacerdote ofrenda
por los propios pecados, y rociado la sangre de esta ofrenda en el santuario
interior, sobre y delante del Propiciatorio por siete veces, traía los dos
machos cabrios que habían sido elegidos para la expiación del pueblo, uno como
ofrenda por el pecado y el otro vivo, el oficio de cada uno de los cuales era
determinado por medio de suertes. Después de degollado el macho de cabrío que
había de servir de ofrenda por el pecado, se tenía que llevar la sangre al
santuario y rociarla también siete veces sobre y delante del Propiciatorio para
hacer "expiación por el santuario, a cause de las impurezas de los hijos
de Israel y de sus transgresiones con motivo de sus pecados" (ver. 16).
Entonces el macho de cabrío vivo era traído: "Y pondrá Aarón entre ambas
manos sobre la cabeza del macho de cabrío, y le enviará al desierto por manos
de un hombre idóneo. Y el macho de cabrío llevará sobre sí todas las
iniquidades de ellos a tierra desierta; y así dejará ir al macho de cabrío por
el desierto" (vers. 21, 22). Por esta doble ceremonia se significaba:
primero, que Cristo expiaría nuestros pecados con su sangre; y segundo,
que por medio de esta expiación él llevaría nuestros pecados sobre sí
mismo, y así los removería de nosotros. El sumo sacerdote judío entraba
una vez al año en el tabernáculo terrenal, a la presencia de Dios, con la
sangre de la ofrenda del pecado, para rociarla delante del Propiciatorio; pero
Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, ha entrado "por medio del mayor y más
perfecto tabernáculo, no hecho de manos" al mismo cielo, para presentar su
propia sangre ante el trono de Dios como una perfecta propiciación por nuestros
pecados (Heb. 9:11, 12,24).
La
notable ceremonia relacionada con el macho de cabrío que se dejaba ir al
desierto en el gran día de la expiación (Lev. 16), nunca ha de ser interpretada
separadamente, sino en conexión con el otro macho de cabrío que se degollaba
como ofrenda por el pecado, y cuya sangre era llevada adentro del velo del
lugar santísimo. Lo inadecuado del tipo hizo necesario que fueran usados dos
machos cabríos en este servicio, uno para representar la expiación de los
pecados del pueblo por el rociamiento de la sangre; y el otro, la obra vicaria
de tomar sobre sí y llevar consigo sus pecados. Cualquiera que lean las
dificultades que existen para la interpretación de la palabra hebrea Azazel (macho
de cabrío enviado, según algunos autores), el significado típico de esta
transacción es bien claro, y time su cumplimiento E n Cristo, quien expió y
llevó los pecados del mundo.
En
el caso de los sacrificios más solemnes-las ofrendas por los pecados del Sumo
Sacerdote y del pueblo (Lev. 4:1-21; 6)-la sangre expiatoria era llevada dentro
del santuario y presentada ante Dios. Pero la víctima era siempre degollada
fuera del santuario; y cuando su sangre había ya sido introducida en el
santuario, su cuerpo, que típicamente llevaba la condenación de la ley violada,
era quemado fuera del campamento. En correspondencia con esto, el autor de la
epístola a los Hebreos nos recuerda que "Jesús también, para santificar al
pueblo de Dios, con su propia sangre, padeció fuera de la puerta" (Heb.
13:11,12). El "sufrió fuera de la puerta" en un doble sentido: como
un malhechor condenado, fue echado fuera de la santa ciudad, que corresponde al
Antiguo campamento israelita, y allí expió sobre la cruz los pecados del mundo;
pero también "sufrió fuera de la puerta" de la verdadera ciudad
santa, la Jerusalén celeste que el abandonó para mora y entre los hombres y
morir por su redención; y habiendo terminado esta obra, fue "por su propia
sangre" al lugar santísimo celestial, a hacer allí intercesión por
nosotros.
El
carácter sagrado y digno de estas solemnes ofrendas por el pecado exigía que la
carne de las víctimas fuese quemada en lugar limpio; pero puesto que era carne
típicamente estaba cargada con la maldición de pecado, era llevada fuera del
campamento donde Dios tenía su morada visible, y allí consumida, en el lugar
donde se echaban las cenizas de todos los sacrificios cruentos (Lev. 4:11,
12,21; 16:27). Además, al hombre que ejecutaba el servicio de quemar la ofrenda
por el pecado en el día de la expiación, hallándose típicamente inmundo por su
contacto con la ofrenda, se le exigía que lavara sus ropas y bañara su cuerpo
antes de entrar en el campamento (Lev. 16:18). En el taro del macho de cabrío
enviado, "el desierto," el "lugar deshabitado,"
correspondía al lugar fuera del campamento en que quemaba la ofrenda por el
pecado; y el hombre que lo conducía, semejantemente, tenía que lavar sus ropas
y bañar su cuerpo, antes de entrar en el campamento ( Lev. 16:26 ) .
17.-Las
distinciones entre limpio a inmundo con respecto a los comestibles y
otros objetos varios, tenían también sus significados típicos. Que las
regulaciones acerca de estas cosas tenían por objeto promover la pureza
personal y la salud, es indudable; sin embargo, no hemos de considerarlas
simplemente como un código sanitario. Ellas se dirigían al hombre interior. Por
medio de estas distinciones físicas entre limpio a impuro, Dios educo a su
pueblo a comprender la diferencia existente entre pureza a impureza moral.
La
opinión levítica con respecto a toda clase de enfermedades corporales, es por
demás profunda y fundamental. Todo ello se atribuye al pecado como causa. El
que padecía lepra, y otras varias enfermedades (Ley. caps. 12-15) no era
considerado como mas pecador que los otros hombres (Luc. 13:1-5), sino
simplemente como quien sufría en su carácter de pecador. De aquí la impureza
ceremonial de algunas de estas personas, y que se les exigiera ofrendas
expiatorias en el taro de ser restaurados a la salud.
***
CAPITULO VI.
INTERPRETACIÓN DE LAS PROFECÍAS.
1. —La idea bíblica de la profecía es completamente distinta de lo que
entendemos por previsión o presentimiento humano. Según la Biblia una profecía
es la revelación hecha por el Espíritu Santo respecto al futuro, siempre en
interés del reino de Dios. No entra en el plan de la profecía el satisfacer la
vana curiosidad con respecto a "los tiempos y razones que el Padre ha
guardado en su misma potestad" (Act. 1:7). "Conforta, conforta, a mi
pueblo, dice vuestro Dios"—he ahí la nota principal de la profecía; en su
forma se halla cuidadosamente adaptada a este fin. Sus anuncios del futuro se
encuentran entreligados con exhortaciones y admoniciones, alientos y avisos,
promesas y amenazas. Esto constituye, realmente, una gran parte de los escritos
profetices que han llegado hasta nosotros. El asunto de la interpretación de
las profecías puede ser considerado muy convenientemente bajo los siguientes
aspectos: profecías que se refieren al futuro inmediato; profecías que se
refieren a los últimos días; la cuestión de doble sentido; la cuestión del
significado literal y figurado.
I. —PROFECÍAS QUE SE REFIEREN AL FUTUEO
INMEDIATO.
2. —La Biblia contiene muchas profecías que se
refieren a un futuro relativamente inmediato. Las profecías de esta clase son
todas específicas en su carácter, y tienen todas, un solo cumplimiento cabal.
Ejemplos: La predicción a Noé del cercano diluvio; y a Abraham de la esclavitud
de su posteridad en tierra extraña; la interpretación de los sueños de Faraón
sobre el hambre que había de azotar a Egipto; el anuncio de José de que Israel
sería libertado de Egipto; la señal dada a Moisés de que Dios le había enviado:
"cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, serviréis a Dios en este
monte" (Exo. 3:12); la amenaza del juicio que había de venir sobre la casa
de Eli, junto con la señal que lo acompañaría (la. Sam. 2:34); el aviso que
recibió David por medio de Urim y Tumín de la llegada de Saúl con el propósito
de destruirlo (la. Samuel 2: 9-12); la predicción de que Josias profanaría el
altar de Jeroboam en Betel, con los huesos de hombres (la. Rey. 13:2); etc.
Pequeños acontecimientos, no importantes en sí, algunas veces entran en la
esfera de la revelación profética, pero siempre en relación con y subordinados
a transacciones importantes que afectaban los intereses del pueblo de Dios.
Así, cuando Samuel ungió a Saúl como futuro rey de Israel, le predijo todos los
incidentes de su viaje de regreso a su casa (la. Sam. 10:2-7). Pero esto
sucedió a fin de que Saúl se convenciera del oficio profético de Samuel, y
consecuentemente de que Dios aprobaría su unción. Frecuentemente se predicen
acontecimientos del inmediato futuro como prueba de que habían de tener
efectividad otras profecías en un futuro más lejano. De esta manera, la muerte
de los dos hijos de Eli en un solo día había de ser la demostración del
cumplimiento de todos los otros males con que había sido amenazada su casa.
Puede llegarse al mismo fin por medio de una señal milagrosa (la. Rey. 13:3;
2a. Rey. 21:9, 11). Las profecías de la clase que ahora consideramos,
generalmente son muy claras y sencillas, y la forma en que se han cumplido es
un buen intérprete en cuanto a su significado.
II.__PEOFECIAS QUE SE EEPIEEEN A LOS
ÚLTIMOS DÍAS.
3.—En el uso del Antiguo Testamento, la frase
"últimos días" o "los postreros días" ("postreros
años" en Eze. 38:8), denota no solamente el futuro distante, sino ese
futuro incluyendo el reino del Mesías, reino que se extiende hasta la consumación
de todas las cosas (Gen. 49:1; Núm. 24:14; Deut. 4:30; 31:29; Isa. 2:2; Jer.
23:20; 30:24; 48: 39; Eze. 38:16; Dan. 10:14; Oseas 3:5; Miq. 4:1). No hemos de
considerar estos "últimos días," sin embargo, como totalmente
separados de las edades precedentes. En el plan de Dios la historia del mundo
constituye un todo harmónico, las partes del cual están íntimamente conectadas.
Por esto las profecías que se refieren a los últimos días incluyen, más o menos
distintamente, los acontecimientos que las precedieron y que les prepararon el
camino. En semejantes profecías no hemos de buscar la mención total de los
detalles. Ellas dan, como regla general, unos pocos detalles de los conflictos
del pueblo de Dios con sus enemigos, y su triunfo final. En las profecías en
que se mencionan los incidentes más minuciosos (Sal. 22:18; 69:21; Zac 9:9;
11:13), se hace tal cosa con el propósito aparente de presentar al Mesías a las
generaciones futuras como su tema principal (Véase más adelante, el No. 9).
Las profecías que se refieren a los días del Mesías
aparecen de una manera más indefinida, por ejemplo: "He aquí vienen los
días" (Jer. 23:5; 31: 31, etc.); "Y acontecerá después de esto"
(Joel 2: 28); "En aquel día" (Isa. 4:2; Jer. 30:8; Eze. 39:11; Amos
9:11, etc.); o aparecen indicadas por sus contenidos, como Isa. caps. 40-46.
Estas profecías están divididas naturalmente en
dos clases: aquellas en que se indica claramente la sucesión de
acontecimientos, y las que solamente dan detalles generales sobre el futuro,
sin ningún orden de sucesión.
4.—A la primera clase, que es la menos numerosa,
pertenecen especialmente ciertas profecías de Daniel. Las cuatro grandes
monarquías, por ejemplo, que habían de gobernar la tierra, son simbolizadas primeramente
por una gran imagen (Dan. 2), después por cuatro bestias que se levantan del
mar (cap. 7). De estas monarquías, la cuarta, representada por piernas de
hierro y pies de hierro y barro (2:33), y por la cuarta bestia con sus diez
cuernos (7:7), pertenece en parte a los últimos días del Mesías.
El cuarto reino, representado por las
"piernas de hierro y pies de hierro y barro," es al principio
"fuerte como hierro" (2:40); después es "en parte fuerte y en
parte débil" (2.42); y es además la última gran monarquía que oprime al
mundo. Todas estas características señalan al imperio romano, primero en su
forma pagana, y después en su forma papal. Por la naturaleza del símbolo, el
profeta ve toda la imagen parada hasta que es atacada por sus pies de hierro y
barro. Esto no quiere decir que las cuatro monarquías fueran contemporáneas,
sino que ellas constituyen un gran sistema de opresión, en el cual el poder
pasa sucesivamente de la cabeza a los pies. En los pies era donde la piedra
había de herirla, porque es en ésta, su última forma, que el reino establecido
por el Dios del ciclo la encontraría y destruiría. Los dedos de los pies, de
hierro y barro, representan los reinos que habían de nacer del imperio romano,
entremezclados con las naciones del Norte. Estos reinos no podían unirse nunca
en un todo compacto, como tampoco pudo el imperio romano; sin embargo habían
de constituir una continuación de él en su forma dividida.
Que la cuarta bestia (7:7-14, 19-28) representa el
mismo imperio romano se ve claramente de las siguientes consideraciones: (1)
Tanto en este pasaje como en el capítulo segundo se representa a cuatro grandes
monarquías, de las que las tres primeras se da por cierto que fueron
universales; y es, por consiguiente, razonable creer que la cuarta fuera también
un imperio universal; y este imperio no puede ser otro que el romano. (2) La
cuarta bestia aparece como la más fuerte y terrible de todas, lo cual no puede
ser aplicado sino al poder romano. (3) Todas sus características corresponden
con las del imperio romano, y es imposible hacer que correspondan con ningún
otro poder. Los que creen que el pequeño cuerno de la cuarta bestia representa
a Antioco Epífano, deben considerar que la cuarta bestia representa la
monarquía Asiría, o quizás Asiría y Egipto. Pero éstas corresponden a la
tercera bestia. Ellas son dos de las cuatro divisiones en que fue roto el
imperio de Epifano, y que han sido ya representadas por las cuatro cabezas y
cuatro alas del leopardo. (4) Después de esta bestia no viene ninguna que
represente un poder perseguidor. Su dominio es al fin destruido por el del
Mesías, quien toma el reino para siempre. Esto sólo puede aplicarse al imperio
romano, según ha sido perpetuado en su forma papal en los diez cuernos que corresponden
a los diez dedos de los pies de la imagen (2:41-43). Todas las características
del cuerno pequeño corresponden a las del poder papal; y considerando la gran
influencia que este poder ha ejercido, y que aún ejerce, sobre la Iglesia de
Dios, naturalmente hemos de creer que él había de ser incluido en una
consideración como ésta de la historia del mundo.
Las profecías del libro de Revelación referentes
al gran dragón rojo—Roma pagana (cap. 12), las dos bestias que llegaron a
obtener su asiento y su poder (cap. 13) y (lo que es idéntico a las dos
bestias) la mujer sentada sobre una bestia de color escarlata (cap. 17) —están
tan íntimamente relacionadas con el cuarto reino de que habla Daniel, que
cualquiera que sea la opinión que tengamos de este reino, hemos de tenerla
también de estas profecías. En estos símbolos proféticos tenemos también todas
las características de la Roma pagana tal como se encuentra constituida en la
Roma papal. A la clase de profecías que estudiamos ahora pertenecen, así
mismo, de acuerdo con el más probable principio de interpretación, aquellas
que se refieren a los siete sellos, las siete trompetas incluidas en el último
sello, y las siete redomas de la última trompeta (Rev. 6:1 sig.); porque en
éstas aparece claramente el orden de sucesión.
Los números en los libros de Daniel y Revelación,
particularmente el "un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un
tiempo"—tres años y medio—durante cuyo período el pequeño cuerno tendrá
el dominio (Dan. 7:25), y, lo que es equivalente a este número, los
"cuarenta y dos meses," durante cuyo tiempo los gentiles hollarían la
ciudad santa (Rev. 11:2), y la bestia que había de suceder al dragón en el
poder (Rev. 13:5); o en días, los mil doscientos sesenta días de los dos testigos
(Rev. 11:3), y la huida de la mujer al desierto (Rev. 12:6), han dado materia,
por muchos siglos, para curiosas especulaciones y computaciones, sobre la
suposición de que un día, en estas profecías, equivalía a un año (véase cap. 3
No. 9); pero hasta el presente la historia no ha verificado, en cuanto al
tiempo, la veracidad de las interpretaciones que se han dado a estas profecías.
"i fácilmente pudo haberse anticipado el fracaso de esas computaciones.
Parece ser el plan de Dios correr un velo sobre las fechas de las profecías,
en forma tal que su lugar en la tabla cronológica del mundo no puede ser
señalado con certeza de antemano. Tanto el tiempo desde donde debe empezarse a
contar, como el simbolismo de las fechas, como el lugar que ellas ocupan en
relación con otras profecías, permanecen envueltos en oscuridad. La experiencia
de los que han estudiado estas computaciones profundamente, enseña, no que
debemos abandonar los estudios de esta naturaleza, sino que no debemos
hacerlos en espíritu dogmático y confiado, como si hubiésemos sido admitidos al
consejo del cielo, y conocido allí exactamente el día y la hora en que el trono
papal ha de caer, o de la reaparición de nuestro Señor; porque semejante cosa
más que señal de sabiduría, sería señal de debilidad y locura. 5. —En la
segunda y más numerosa clase de profecías que se refieren a los últimos días,
el elemento tiempo, la sucesión del tiempo, es completamente ignorado, o
indicado de una manera muy vaga 7 general.
Son casi innumerables los ejemplos de profecías de
esta clase. Uno muy admirable se encuentra en el cuarto capítulo de Isaías,
visto en conexión del precedente contexto. La posición del profeta está de
acuerdo con su época; escribe en un tiempo en que grandes calamidades se hallan
suspendidas sobre las cabezas de sus compatriotas. Empieza con el anuncio de
estas calamidades: "Porque he aquí que el Señor, Jehová de los ejércitos,
va a quitar a Jerusalén y a Judá toda suerte de sostén, todo sustento de pan y
todo sustento de agua; el héroe y el hombre de guerra, el juez y el profeta,
el adivino y el anciano; el capitán de cuarenta y el hombre respetable; el
consejero también, y el perito artífice, y el hábil encantador" (3:1-3).
Así prosigue, en términos que deben ser aplicados principalmente a la
cautividad de Babilonia, hasta el fin del capítulo tercero que termina con la
siguiente denunciación: "Tus hombres caerán a espada, y tu potencia en la
batalla; y las puertas de Sión se lamentarán, y se vestirán de luto; y ella,
desolada, se sentará en tierra" (3:25-26). Para completar este cuadro de
desolación, agrega al comienzo del capítulo cuarto: "Y siete mujeres
echarán mano de un solo hombre, en aquel día diciendo: Nuestro propio pan
comeremos, y de ropa nuestra nos vestiremos; tan sólo seamos llamadas de tu
nombre; quita tu nuestro oprobio." El significado obvio de este último
pasaje es, que la inmensa mayoría de los hombres perecerán en la guerra, en
tal manera que las mujeres no encontrarán maridos. Siete de ellas, pues, piden
a un hombre el privilegio de ser llamadas sus esposas, ofreciendo no exigirle
los beneficios de semejante relación. Hasta este extremo va el profeta en sus
amenazas. Pero después, con la sencilla fórmula, "en aquel día", hay
una transición a la promesa, promesa de tal carácter que ella ha de cubrir
todo el futuro período del reino del Mesías: "En aquel día el Vástago de
Jehová será espléndido y glorioso, y el fruto de la tierra excelente y
hermoso, para los escapados de Israel" (4:2); y continúa a describir la
gloria de los últimos días, "cuando hubiere lavado el Señor la inmundicia
de las hijas de Sión, y hubiere limpiado los homicidios de Jerusalén de en
medio de ella, con espíritu de juicio y espíritu de ardimiento. Y creará Jehová
sobre toda la extensión del monte de Sión, y sobre las asambleas, una nube y
un humo de día, y de noche el resplandor de un fuego que eche llamas; porque sobre
toda la gloria habrá una cubierta" (4:4-5). Aquí tenemos, hasta cierto extremo,
el indicio del tiempo, pero de una manera muy indefinida. No se da ninguna fecha fija para el
cumplimiento de esta profecía, ni tampoco un orden cronológico exacto de
sucesión. El profeta comienza con los males que amenazan a sus compatriotas;
termina con la completa gloria del reino del Mesías, sin hacer indicación
alguna con respecto al tiempo que ha de mediar entre ambas cosas.
Encontramos otro buen ejemplo en el capítulo decimoprimero de Isaías, en
conexión con el precedente contexto. El capítulo diez de Isaías contiene un
relato del progreso de los monarcas asirios a
través de Judea y termina con un relato figurado de su derrota:
"He aquí que el Señor, Jehová de los ejércitos, desgajará el ramaje con
potencia aterradora; y los árboles de elevada estatura serán cortados, y los
altos serán humillados. Y talará las espesuras del bosque con hierro; y este
Líbano por mano de un poderoso caerá" (10:33, 34). Inmediatamente después
de esta predicción, y con referencia al ramaje asirio y la espesura del
Líbano—Senaquerib y su ejército—que han sido talados, sigue una profecía del
advenimiento del Mesías: "Y saldrá un Retoño del tocón de Isaí y un
renuevo brotará de sus raíces" (11:1). El profeta representa estos dos
acontecimientos—la caída de Asiria y la venida del Mesías—como si estuviesen
tan íntimamente conectados, que el segundo fuera la natural continuación del
primero, pasando en silencio los siglos que habían de mediar entre uno y otro.
Representa, además, el reino del Mesías como un reino de continuo progreso victorioso,
"hasta que toda
la tierra esté llena del conocimiento del Señor, como
las aguas cubren la mar," sin detenerse a señalar ningún período
intermedio de tinieblas y depresión.
Encontramos un tercer ejemplo de esta clase de
profecías en los capítulos 59 y 60 de Isaías. El primero de estos dos capítulos
hace la descripción, en líneas muy tenues, de los pecados del pueblo elegido de
Dios (1-15), y de la interposición de Dios, en terrible majestad para defender
su propia causa (16-21). Inmediatamente después sigue, en el capítulo 60, una
visión de la gloria de los postreros días, sin paralelo en el Antiguo
Testamento en cuanto a su hermosura; visión que se extiende hasta el completo
establecimiento de la era milenaria. Pero, ¿cuándo tendrán efectividad estas
cosas? ¿Hasta cuándo durará la presente era de iniquidad? Y cuando Jehová
aparezca para salvar la causa de la verdad y de la justicia, ¿lo hará por medio
de una sola, o de muchas interposiciones? Si es por medio de una serie de
interposiciones, ¿qué lapsos de tiempo las separarán, y cuántas escenas
oscuras habrá entre una y otra? ¿Cuándo aparecerá el prometido Mesías, y cuánto
tiempo estará en progreso su obra, antes de que llegue aquel momento feliz en
que "el sol no se pondrá más, ni la luna se oscurecerá, porque el Señor
alumbrará eternamente y los días del pesar habrán pasado?" (Isa. 10:20.)
Sobre todos estos asuntos que se relacionan con el tiempo, las Escrituras
guardan un majestuoso silencio. Es cierto que la última promesa es: "Yo,
Jehová, me apresuraré a hacer esto a su tiempo"; pero para el Señor un día
es como mil años, y mil años como un día. Antes de que llegue el tiempo de la
consumación del plan de Dios de rescatar este mundo apóstata del dominio de
Satanás, ¡Cuántos siglos con sus acontecimientos pueden pasar, y cuántos y qué
fieros ataques del enemigo del pueblo de Dios, obligarán a este pueblo sufrido
a exclamar: "Oh, Dios, hasta cuándo!
Toda la profecía de Joel pertenece a la clase que
ahora estudiamos. Comienza con el anuncio de males inminentes, y termina con
el conflicto y triunfo de los últimos días: '' ¡Multitudes, multitudes, en el
valle de Decisión! porque cercano está el día de Jehová en el Valle de
Decisión. El sol y la luna se entenebrecen, y las estrellas retraen su
esplendor. Jehová también rugirá desde Sión, y desde Jerusalén hará resonar su
voz; y se estremecerán los cielos y la tierra; pero Jehová será refugio para su
pueblo, y fortaleza para los hijos de Israel. Entonces conoceréis que yo soy
Jehová vuestro Dios, que habito en Sión, mi santo monte; y Jerusalén será
santa; y los extraños no pasarán más por ella" (3:14-17).
Pudiéramos citar otros ejemplos, de muchas profecías,
pero los que aquí hemos presentado son suficientes.
6. —Pero no debemos inferir de esta ausencia de
fechas y de sucesión exacta de acontecimientos, que el vislumbre que el profeta
da del futuro sea confuso. Las fechas y sucesiones de acontecimientos
pertenecen más bien a la maquinaria externa del gobierno providencial de Dios.
Ellos son, por así decirlo, las ruedas, los ejes, y las barras que conectan los
diferentes acontecimientos. Pero el perpetuo poder viviente que mora en la
Iglesia está por encima del tiempo y de las sucesiones de acontecimientos. Este
poder es la garantía de su triunfo final, y de él se ocupan los profetas
principalmente. Ellos se fijan profundamente en el progreso del reino de Dios,
y presentan a nuestra consideración la indestructible vida y el poder divino
que animan este reino, y que continuamente le hacen progresar hasta que llegue
a su final destino—victoria completa y eterna sobre todos los poderes de las
tinieblas. Si examinamos cuidadosamente la manera en que los profetas del
Antiguo Testamento representan el futuro del reino de los cielos,
encontraremos que tiene su fundamento en la unidad del plan de redención, el
fin hacia el cual tiende, los indicios de ese fin que está en continuo
progreso, y el hecho de que el fin en sí es el principal objeto de interés en
la visión profética.
(1) La unidad del plan de la redención no consiste
en los tiempos y las razones, sino en la más elevada relación de causa y efecto
que, bajo la presencia y agencia sobrenaturales de Dios, lo une en un todo
compacto y harmónico. Esto puede ser comparado a la unidad de un tejido, en el
cual cada hebra de hilo del urdimbre se extiende del principio al fin, y cada
hebra de hilo de la trama de un lado a otro; por forma tal que cada parte de la
textura está conectada con las otras partes. Así en el plan de la salvación,
acontecimientos, que tuvieron efectividad en el intervalo de millares de años
y en regiones reparadas por miles de leguas, se hallan tan íntimamente
relacionados como si hubiesen sucedido en el mismo año y en el mismo país. Y
desde el momento en que están así conectados en el plan de Dios, es muy natural
que los profetas los presenten en la misma forma, pasando por alto, quizás,
muchos siglos; porque lo que el espíritu de inspiración trae a consideración,
naturalmente, son los puntos esenciales de la futura historia de la Iglesia,
las grandes crisis en el progreso de su desenvolvimiento. Las profecías que se
refieren a los últimos tiempos no forman un mapa en el cual se señala, en
manera alguna, la distancia que hay de un lugar a otro, con sus montañas, ríos
y pueblos; sino más bien una vista anticipada que exhibe solamente los rasgos
principales de la región que se encuentra ante el viajero. Este viajero ve
allá, a lo lejos, en el horizonte, grandes montañas que se elevan una detrás
de la otra, y que están bañadas por la pura luz del cielo, sin poder
considerar, y mucho menos medir, la anchura de los valles que las separan. Es
más: las montañas que están más separadas entre sí, pueden parecerle, a causa
de la gran distancia, una sola montaña.
(2) El plan de redención no sólo tiene unidad,
sino también progreso continuo hacia un gran fin. Puede ser comparado a un río
majestuoso, alimentado por millares de manantiales, que no se detiene un
momento en su carrera hacia el mar. Su curso no es siempre recto, pero sí
continúo; su corriente no es siempre rápida, porque no es siempre obstruida.
Algunas veces, como el Arar descrito por César, se desliza por las planicies,
tan majestuosa y silenciosamente, que la vista no puede comprender
perfectamente su dirección; después se despeña, como otro Niágara, rugiendo,
hirviendo, espumeante, estremeciendo la misma tierra con sus cataratas. Pero
tiene en las llanas praderas el mismo poder que manifiesta en el salto sobre el
precipicio. El retener su corriente en un solo lugar es completamente imposible.
Dejad que cualquier número de Titanes fabriquen una pared en la pradera, de
cualquier altura, y la corriente, cada una de cuyas partículas es impulsada
hacia adelante por un poder interno, tranquilamente se elevará sobre este vano
sostén, y luego comenzará a mugir. Desde el principio el tiempo de Dios—este
río que corre lleno de agua— se dirige continuamente hacia su gran fin, y desde
el momento que cada acontecimiento de su providencia contribuye a su progreso,
¿Por qué hemos de maravillarnos si encontramos en las profecías que
acontecimientos separados por siglos aparecen inmediatamente conectados como
causa y efecto? Ya sea que el profeta prediga la derrota del ejército de
Senaquerib, o la próxima desolación de Jerusalén por los ejércitos caldeos; él
conecta estas calamidades inmediatamente con el advenimiento de Cristo, porque
este es el gran fin al cual mira. Los juicios desoladores preparan el camino
para que venga el Rey de gloria. Después de una tormenta de truenos y
relámpagos, viene la serena luz, "como la luz de la mañana, cuando se
levanta el sol, como una mañana sin nubes; como la tierna hierba brota de la
tierra al beso de los rayos solares, después de la lluvia." (2a. Sam.
23:4.) La mente del vate inspirado se adelanta hacia el fin glorioso del juicio
de Dios, sin detenerse a darnos detalles de lo que no es necesario que sepamos,
a saber: las distancias cronológicas a ese fin.
(3) El progreso del reino de Dios nos indica
continuamente el fin hacia el cual tiende. La primera gran interposición de
Dios en favor de Israel, contenía en sí la promesa de la ayuda necesaria para
el futuro, y en ella la promesa de una final victoria en el futuro; porque
salvar a su pueblo era la manifestación del absoluto poder de Dios, y el absoluto
propósito de Dios era salvarlo. La completa idea de esta intervención se halla
contenida en las últimas palabras del cántico de ese pueblo en las márgenes del
Mar Rojo: "Jehová reinará para siempre jamás." Lo que sucedió con la
liberación de este pueblo había de ser verdad también con respecto a todas las
otras liberaciones. En cada una de ellas separadamente y en todas ellas
colectivamente, se encuentra la promesa: "No temas, oh, gusanillo Jacob,
y vosotros, los hombres de Israel; yo soy tu ayudador, dice Jehová; y tu
Redentor es el Santo de Israel. He aquí yo haré que seas un trillo cortante
nuevo, armado de dientes. Trillarás las montañas y las desmenuzarás, y
reducirás, como a tamo, los collados. Los aventarás y el viento se los llevará,
y el torbellino los esparcirá: pero tú te regocijarás en Jehová, y gloriarás en
el Santo de Israel" (Isa. 41:14-16).
Además, los castigos que Dios infligió a su pueblo
elegido, durante toda la ascendencia temporal de sus enemigos sobre ellos,
indicaban, de igual manera, el triunfo final de la causa de la justicia y la
verdad. Cualquiera que fuera la intensidad de estos castigos, siempre fueron
de tal manera ordenados que el pueblo de Dios nunca fue destruido, sino purificado
siempre por su poder, y así se preparó el camino para su futura grandeza. El
ojo divinamente iluminado del profeta discernió perfectamente esta tendencia
purificadera. Por lo tanto, no es de extrañar que él conectara con estos
castigos presentes gloriosas promesas con respecto al futuro. La destrucción del
ejército de Senaquerib por el ángel destructor, y la de Jerusalén por el
ejército caldeo—el primero, acontecimiento tan regocijante en su forma externa,
y tan triste el segundo—fueron ambos, para la visión profética, partes de la
misma preparación por medio de la cual Dios estaba llevando a su pueblo a la
gloria y bendición futuras. Por lo tanto, él los une con brillantes visiones
del futuro, sin detenerse a mencionar los acontecimientos de los siglos
intermedios, respecto a la duración de los cuales no se le había mandado
hablar.
(4) El fin mismo, hacia el cual tiende el plan de
redención, es el principal asunto de interés en la representación profética.
Alimentar la fe y la confianza de la Iglesia, darle vigor en sus presentes luchas,
por medio de la promesa de la final victoria— éste, y no satisfacer la vana
curiosidad con respecto a las fechas fijas de "los tiempos y las
sazones," es el designio principal de la profecía. Pero, por supuesto, no
negamos que tenga otros fines subordinados. Las profecías demandan para sí el
atributo de omnisciencia, y su cumplimiento es, para aquellos que viven
después de ella, una prueba de validez para sus demandas. Pero el estar
absortos de antemano en cálculos respecto a sus fechas, es elevar lo
subordinado y circunstancial de las profecías, sobre lo "que es esencial
en ellas. El brillante fin del presente conflicto con el poder de las
tinieblas es lo que la visión profética está presentando continuamente a
nuestra consideración para nuestro aliento y regocijo. Para los que aman a Dios
este es el punto de mayor interés; y por esta causa los profetas lo hacen el
asunto más culminante, dando un lugar muy secundario al número exacto de años
que han de pasar antes de su final consumación. Algunas crisis en la historia
de la Iglesia aparecen indicadas tan claramente, que los que pueden discernir
"las señales de los tiempos" pueden comprender de antemano que están
cercanas. La general expectación del advenimiento del Mesías en el tiempo en
que él vino, tenía su fundamento en la comparación de las profecías con las
condiciones por que atravesaba el pueblo elegido. La presente universal
creencia entre los cristianos de que se acerca el tiempo de la derrota de la
triple liga de Satán, los malos reyes y los malos sacerdotes, indudablemente
descansa en el mismo firme fundamento. Pero más allá de ésta río podemos ir. No
podemos decir qué sucederá en tal año del siglo presente, ni aun si tendrá
lugar en este siglo de acuerdo con el verdadero espíritu de las profecías. Nos
es suficiente saber que "& su tiempo sucederá"—que la victoria es
cierta, y que cada creyente, desde Abel hasta el día en que suene la final
trompeta, tendrá su parte en esta victoria.
III. —LA CUESTIÓN DE DOBLE SENTIDO.
7.—El llamado doble sentido de las Escrituras, especialmente
de las profecías, acerca del cual ha habido tanta discusión entre los
escritores bíblicos, debe ser distinguido del doble sentido de la alegoría
pura, cosa que es generalmente aceptado. En la alegoría, el primer sentido, o
sentido literal, es sólo la envoltura del sentido más elevado que tiene y que
es el que posee verdadera importancia. Para que podamos tener un buen ejemplo
de doble sentido, el sentido literal obvio ha de tener su propia significación,
aparte del sentido más elevado, y este sentido más elevado ha de haber sido
ideado por el Espíritu de la inspiración. La pregunta que ahora debemos
hacernos es la siguiente: ¿Ocurren ejemplos de este doble sentido en las
Escrituras?
A fin de evitar la logomaquia que puede ocurrir
por el uso de la misma frase en diferentes sentidos, preferimos las expresiones
sentido literal y sentido típico.
8.—Como ya se ha dicho (cap. 5, No. 4), en el
Antiguo Testamento encontramos tipos históricos; y estos tienen un doble
sentido. El sacerdocio de Melquisedec y la transacción que tuvo efecto entre él
y Abraham, fueron realidades históricas que tuvieron su propósito y
significado. Sin embargo, la Palabra Inspirada nos enseña que las
circunstancias conectadas con el sacerdocio de Melquisedec y su encuentro con
Abraham, fueron propuestas por Dios para prefigurar el más elevado sacerdocio
del gran Antetipo de Melquisedee. El trajo pan y vino, los mismos símbolos que
después habían de representar a Cristo crucificado como nuestra comida y bebida
espiritual, y que había de bendecir a los que tenían la promesa, y recibir
dones de todos (Gen. 14:18-20), ejerciendo así las prerrogativas de uno que es
superior a Abraham, y consecuentemente superior a toda su posteridad (Heb.
7:4-10). En la intención del Espíritu Santo, el más elevado significado típico
se encuentra en esta transacción desde el principio, pero no fue revelado a los
discípulos hasta que la dispensación de Cristo hubo comenzado. Así también el
descanso del pueblo elegido en la tierra de Canaán es representado en el Nuevo
Testamento como típico del verdadero descanso celestial (Heb. 4: 7-11).
Pudiéramos citar otros ejemplos, pero éstos bastarán para ilustrar el principio
que ahora consideramos.
9.—Los mejores ejemplos que tenemos del caso en
que el significado literal oculta el significado típico, los encontramos en los
llamados Salmos Mesiánicos, ana parte de los cuales describen las victorias y
el dominio universal de un poderoso Rey a quien Jehová ha puesto sobre Sión
para gobernar para siempre (Salmos 2, 45, 72, 110, etc.); en otra parte presentan
las aflicciones de su poderoso Paciente y su subsiguiente liberación de ellas,
liberación que tiene como resultado la conversión de todas las naciones a
Jehová (Salmos 22, 40, 69, 109, etc.). Que Salmos como el 2, el 72, el 22, el
40, y el 69 (para no mencionar otros), tienen en verdad referencia a la persona
y obra de Cristo, no puede ser negado sin imputar error o fraude a los
escritores del Nuevo Testamento. Es más: el mismo Salvador dijo, después de su
resurrección: "Estas son las mismas palabras que os hablé, estando aún
con vosotros, que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de
mí en la ley de Moisés, y en los Profetas, y en los Salmos" (Luc. 24:44);
de donde aprendemos que era la costumbre de nuestro Señor hacer referencia a
los Salmos por contener profecías acerca de su persona. Si los Salmos, cuando
son legítimamente interpretados, no contienen semejantes profecías, entonces,
cuando los escritores del Nuevo Testamento los citaban como Salmos que se
referían a Cristo, o bien creerían que estaban haciendo una buena aplicación de
ellos, de acuerdo con la mente del Santo Espíritu, o simplemente los usaban
para garantizar lo que sabían que eran prejuicios sin fundamento de aquella
época. Según la primera suposición, ellos estaban en error; según la segunda,
eran responsables de fraude, de no ser cierto que estos Salmos eran mesiánicos.
Este es el deshonor que los principios modernos de racionalismo tratan de arrojar
sobre la Palabra de Dios. En la interpretación de estos Salmos debemos, por
consiguiente, tener como verdad fundamental, que ellos contienen verdaderas
referencias a Cristo. Lo único que nos queda que averiguar, entonces, es si
esos Salmos hacen referencia a cosas secundarias también.
(1) Una clase de intérpretes creen que estos Salmos se refieren
exclusivamente a Cristo; esto es, dan por sentado que los escritores de estos
Salmos hablan de Cristo con exclusión de toda otra cosa o persona. Hay Salmos—el
110 por ejemplo—que pueden ser muy bien explicados de esta manera. Las
primeras palabras del Salmo—"El Señor dijo a mi. Señor"—parecen
excluir a David como sujeto; y además, es difícil comprender en qué sentido
David pudiera hablar de sí mismo como elegido por juramento divino
"sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (ver. 4). Pero
al tratar de aplicar este principio a todos los Salmos Mesiánicos, encontraríamos
muy serias dificultades. Algunos de estos Salmos tienen alusiones históricas de
un carácter tan marcadamente circunstancial, que es muy difícil creer que el
escritor no tuviera en mente su propia situación personal. Además, en algunos
de ellos el escritor hace a Dios confesión de sus pecados. Sal. 40:12; 69:5.
Los que aplican estos Salmos exclusivamente a
Cristo, suponen que estas confesiones tienen un carácter vicario, según lo
cual el Mesías toma el lugar del pecador, porque "Jehová cargó sobre él la
iniquidad de todos nosotros" (Isa. 53:6). Pero la forma en que se hacen
estas confesiones impide semejante interpretación. Cuando el Salmista dice:
"¡Oh Dios, tú sabes mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos!",
no podemos creer que semejante lenguaje se refiera a ninguna otra cosa que al
pecado personal. Es cierto que el Mesías llevó nuestras iniquidades, y que
Dios "hizo pecado por nosotros al que no conoció pecado"; pero el
Salvador en ningún lado habla, ni podía hablar, de "mis iniquidades,"
"mi insensatez," "mis pecados."
(2) Según la opinión de otra clase de intérpretes,
el sujeto de estos Salmos, principalmente de aquellos que presentan al Mesías
como Paciente, es un personaje ideal, a saber: la congregación de los justos
considerada aparte de Cristo, pero en Cristo que es su cabeza; o lo que es lo
mismo, Cristo considerado, no en su simple personalidad aparte de la Iglesia,
sino Cristo en relación con la Iglesia que es su cuerpo. El contenido de estos
Salmos, por consiguiente, es aplicado, de acuerdo con su naturaleza, a los
creyentes que son miembros de este cuerpo, o a Cristo en un sentido más amplio
y a los creyentes en un sentido más subordinado. A favor de esta teoría
pudiera decirse mucho; pero ella también tropieza con la misma dificultad que
hemos mencionado: que no podemos leer bien estos Salmos, con sus marcadas
alusiones históricas, sin la convicción de que el autor tenía en mente, no de
una manera indirecta, sino directamente, su propia situación personal.
(3) Hay una tercera teoría, que es quizás la más
aceptable, que pudiera ser llamada la teoría típica, teoría que fue sostenida,
como es bien sabido, por Meláncton, Calvino, y otros expositores más modernos.
Esta teoría se basa en el bien establecido principio de que David (y sus
descendientes que le sucedieron en el trono, hasta donde fueron fieles a su
oficio) era un tipo divinamente establecido del Mesías, no sólo bajo su
carácter de gobernante en el reino de Dios, sino también en los acontecimientos
de su historia; que los Salmos de que hablamos, ya describan su poder
victorioso, ya su profundo sufrimiento por causa de sus enemigos, tenían un
verdadero origen histórico; que EU primera y más inmediata referencia era la
propia situación del escritor y los acontecimientos en que tomó parte; pero que
bajo la guía del Espíritu Santo, fue llevado más allá de su propia
personalidad, a descubrir el oficio y la historia del Mesías; que
consecuentemente estos Salmos tienen su cumplimiento, de una manera secundaria,
en David el tipo (el Sal. 72 en Salomón), y su más perfecto cumplimiento en
Cristo, el Antetipo.
El Salmo segundo, por ejemplo, que describe la
vana conspiración de los gobernantes gentiles contra el Ungido del Señor, y el
propósito de Dios de dar a éste por posesión hasta los confines de la tierra,
puede haber tenido su ocasión de la liga de las naciones gentiles contra
David. En el victorioso poder que Dios dio a David tenía este tipo su
cumplimiento secundario; y esta era, por así decirlo, la primera gavilla de la
siega de victorias que había de seguir. Era la señal y promesa del cumplimiento
del Salmo en Cristo, en quien solamente la promesa hecha a David: "Y tu
casa y tu reino serán eternamente estables delante de ti: tu trono será inmóvil
para siempre" (2a. Sam. 7:16), podía tener su perfecto cumplimiento. Luc.
1:32, 33.
La segunda clase de Salmos, de la cual el 22 es un
bien conocido ejemplo, pueden haber tenido, de igual manera, un verdadero
origen histórico. Cuando el Salmista comienza con la exclamación: "Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?", él puede haber querido hacer
referencia a su tristísima condición. Pero desde el momento en que fue elegido,
directamente, cabeza de la serie de Reyes que terminaría con Cristo, y era, por
esta razón, en su oficio, un tipo de Cristo, Dios ordenó de tal manera las
circunstancias de su vida, que pudieran prefigurar los sufrimientos y final
victoria del Mesías. Escribiendo bajo la dirección del Espíritu Santo, fue
guiado, por medio de estas circunstancias, a decir muchas cosas que podían ser
aplicadas a él en un sentido secundario y a menudo figurado, pero cuyo propósito
principal era tener su perfecto cumplimiento en Cristo, su Antetipo. (Sal.
22:1, 7, 8, 14, 15, 16, 18; 40:6-10; 69:4, 7-9, 21; 109:1-20), y cuyas circunstancias
señalaban a Cristo como el principal sujeto de las profecías.
Es muy difícil determinar hasta qué punto el salmista comprendió la
referencia de sus palabras a
Cristo. Con respecto al Salmo 16 el apóstol Pedro nos dice que "siendo él
profeta, y conociendo que con juramento le había jurado Dios, que del fruto de
sus lomos, se sentaría UNO sobre su trono; él, previendo esto, habló respecto
de la resurrección del Mesías, que él no hubiese de ser dejado entre los
muertos, ni su cuerpo hubiese de ver corrupción" (Act. 2:30, 31) ; de
donde inferimos que al escribir este Salmo, David era consciente de que sus
palabras se referían principalmente a Cristo.
El espíritu de las citas que se hacen en el Nuevo Testamento de los
Salmos, indica que David tenía una más profunda percepción de que el
significado de sus palabras era profetice, de lo que están dispuestos a admitir
muchos expositores modernos. Pero sea
esto como fuese, el Espíritu de la inspiración tenía en mente que estos Salmos
tuviesen su cumplimiento en Cristo; y su intención, según nos es revelada claramente
en el Nuevo Testamento, es
nuestra regla de interpretación.
El cumplimiento progresivo de las profecías es diferente
del sentido literal y figurado, aunque en principio está estrechamente
relacionado con él; y es de gran aplicación en la interpretación de las profecías
que se refieren a los últimos días. Por cumplimiento progresivo de las
profecías se da a entender un cumplimiento profético que no tiene efecto en
una sola era, o en una simple crisis de la historia de la Iglesia, sino que
tiene efectividad sucesivamente, de era en era; un cumplimiento repetido quizás
muchas veces, y que termina solamente con la final consumación del reino del
Mesías. Un ejemplo innegable de esta clase de profecías lo encontramos en el
mensaje que Dios dio a su pueblo elegido por medio de Isaías: "Anda y di a
este pueblo: oyendo oiréis, mas no entenderéis; y viendo veréis, mas no
percibiréis," etc., con la amenaza de la desolación que había de venir
(Isa. 6:9-13). Esta profecía tuvo un verdadero cumplimiento en el pueblo judío
antes de la cautividad babilónica. Por causa de la ceguera de su mente y
oscuridad de su corazón, fueron entregados en poder de Nabucodonosor, quien
asoló su tierra, destruyó su ciudad y su templo y llevó el pueblo al cautiverio.
Pero esta profecía tuvo, en sus dos partes, un más terrible cumplimiento en la
generación de judíos que rechazó y crucificó al Señor, y que fue destruida,
junto con su ciudad y templo, por los ejércitos romanos (Mat. 13:14, 15; Mar.
4:12; Luc. 8:10; Juan 12:39-41; Act. 28:25-27; Rom. 11:8); y su cumplimiento
está aún en progreso. La profecía de Joel sobre la venida del Espíritu Santo en
los últimos días, sobre toda carne, con los juicios que la habían de acompañar
(2:28-32), y la predicción de Amos del levantamiento del tabernáculo caído de
David (9:11, 12), tienen ambas su cumplimiento inicial en la venida del
Espíritu Santo en el día de Pentecostés y los triunfos del Evangelio que le
siguieron (Act. 2:16-21; 15:16, 17). Pero las bendiciones que ellos
prometieron no terminaron en la edad apostólica. La Iglesia ha tenido ricas
recepciones de ellas, pero las más ricas le están reservadas para el futuro
de gloria milenial. Una gran parte de las profecías del Antiguo Testamento indican,
en su misma estructura, que no se ha de entender que ellas se contraen a
acontecimientos particulares, sino al desarrollo del reino de Dios, de edad en
edad. El lector puede tomar como ejemplo, de entre otros muchos que pudiéramos
citar, la predicción de Isaías y Miqueas con respecto al establecimiento de la
casa del Señor en los últimos días, en la cúspide de las montañas, y la paz
universal que se seguirá (Isa. 2:2-4; Miq. 4:1-4). El particularismo que trata
de hacer que cada profecía se haya cumplido en algún acontecimiento particular
de la historia, puede cometer grandes errores en la interpretación de las
Escrituras.
IV. —LA CUESTIÓN DE SENTIDO LITEEAL Y
FIGURADO.
11. —Sobre este asunto los expositores están muy
divididos, como es bien sabido; una clase de ellos adopta, hasta donde le es
posible, el sentido literal de los anuncios profetices, y la otra emplea libremente
el principio de interpretación figurada. Los límites del presente trabajo no
nos permiten discutir ampliamente las pretensiones de cada una .de estas
escuelas de interpretación. Lo único que podemos hacer es indicar algunos sanos
principios a este respecto, que pueden ser útiles al estudiante bíblico en su
interpretación de las profecías.
12.—Comenzamos llamando la atención al uso representativo
que los profetas del Antiguo Testamento hacen de los acontecimientos de la
historia pasada de Israel; esto es, su costumbre de representar el futuro por
medio del conjunto de imágenes de esa historia. Cuando Israel peregrinó de
Egipto a la Palestina, a través del desierto de Arabia, Dios secó el mar
Egipcio ante su presencia, los guió con la nube de humo y fuego, los alimentó
con el maná, hizo brotar manantiales de las peñas para apagar su sed, y
finalmente dividió las aguas del Jordán haciéndoles, a través de él, un paso
hacia la tierra prometida. Esta historia primitiva de Israel proporciona a los
profetas que vivieron en siglos posteriores, un rico tesoro de imágenes que
sería absurdo interpretar en sentido literal.
Así Isaías, hablando de la futura reunión de los
desterrados de Israel y de los dispersos de Judá, tragándolos de los cuatro
extremos de la tierra (11:11, 12), dice: "Jehová destruirá completamente
la lengua del mar de Egipto; levantará su mano sobre el río Eufrates, con su
viento tempestuoso, e hiriéndolo, lo partirá en siete arroyos, y hará que su
pueblo lo pase a pie enjuto" (ver. 15). Suponer que el profeta predice
una repetición literal de los milagros realizados en el mar Rojo y en el
Jordán, es tanto innecesario como improbable. El verdadero significado de
estas palabras es: que Dios removerá todos los obstáculos que se opongan a la
vuelta de su pueblo a su tierra natal, como originalmente removió los
obstáculos que impedían su entrada en ella. Esta es realmente la verdadera
idea de las siguientes palabras: "Habrá un camino real para los restos de
su pueblo, para los que quedaren, desde la Asiria, así como lo hubo para
Israel, en aquel día en que salió de la tierra de Egipto" (ver. 16).
Además, el profeta predice que en la gloria del
último día "creará Jehová sobre toda la extensión del monte de Sión, y
sobre las asambleas, una nube y un humo de día, y de noche un resplandor de un
fuego que eche llamas; porque sobre toda la gloria había una cubierta"
(Isa. 4:5). En estas palabras, "se hace referencia figurada a la columna
de nube y la columna de fuego en las cuales el Señor fue delante de los
Israelitas en el desierto, y a la gloria que permanecía sobre el
tabernáculo." (Henderson). Dios dará a la Iglesia en los últimos días,
aquello que significaban las columnas de humo y fuego, su gloriosa presencia y
protección. No hemos de esperar una repetición literal del milagro.
Aun más: Dios promete a su pueblo cansado, en su
peregrinación a Sión, que "reventarán aguas en el desierto, y arroyos en
el yelmo" (Isa. 35:6, etc.), con alusión innegable a la provisión
milagrosa de agua que se hizo para Israel en su viaje a la tierra de Canaán. El
agua que aquí se promete es el agua de vida, y no fuentes literales en el
desierto. Sobre el mismo principio debemos interpretar el río que brota en el
templo, y que corre hacia el Este, al Mar Muerto, aumentando en su anchura y
profundidad a medida que corre, y que da vida a todo lo que está bajo su
influencia. (Eze. 47:1-12, compárese Sal. 46:4; Joel 3:8; Zac. 14:8).
13. —Los profetas hacen el mismo uso representativo
de las instituciones de la economía mosaica. Uno de sus oficios era predecir la
extensión de la verdadera religión sobre toda la tierra; la conversión de
todas las naciones a la fe del pueblo elegido, y su paciente sujeción a Jehová,
que gobernaría sobre Sión. ¿En qué forma había esto de tener efectividad
mientras durase la teocracia en todo su poder? La revelación del propósito de
Dios de abolir esta teocracia en beneficio de una dispensación más simple y
espiritual, en la cual no hubiese distinción entre los judíos y los gentiles,
hubiera sido un acto prematuro. Semejante revelación hubiera sido causa, hasta
donde podemos juzgar, de muchos errores y equivocaciones; y había de tener,
como resultado, el menospreciar la economía entonces existente, antes de que
el mundo estuviese preparado a recibir algo mejor. Por consiguiente, Dios
permitió a sus profetas predecir las glorias de los últimos días—días en que
todas las naciones han de venir al conocimiento y obediencia de la verdad—bajo
la forma de la dispensación judaica, con su templo, sacrificios y solemnes
fiestas.
Un hermoso ejemplo de esto es el brillante cuadro
que hacen los dos profetas contemporáneos: "Mas sucederá que en los
postreros días el monte de la casa de Jehová será establecido sobre los
collados; y como ríos fluirán a él los pueblos. Pues caminarán muchas naciones
diciendo: Venid y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob, y
él nos enseñará en cuanto a sus caminos, y nosotros andaremos en este sendero;
porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará
entre muchos pueblos, y reprenderá a fuertes naciones, hasta en tierras
lejanas; y ellas forjarán sus espadas en rejas de arados, y sus lanzas en
hoces; no levantará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y
se sentarán cada cual debajo de su parra, y debajo de su higuera; y no habrá
quién los espante: porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha dicho"
(Miq. 4:1-4 comparado con Isa. 2:2-4). El templo de Jerusalén, con su altar y
sacerdocio, era el punto céntrico de la antigua teocracia; allí habían de
ofrecerse todos los sacrificios, allí estaba el asiento de la autoridad real,
y, consecuentemente, de pública justicia; y allí habían de concurrir todos los
varones del pueblo tres veces al año, en las grandes fiestas nacionales (Deut.
16:16). Un judío no podía concebir la idea de conversión de todas las naciones,
sino por medio de su sumisión a la teocracia, y viniendo a Jerusalén a adorar
a la administración de la justicia. De acuerdo con esta manera de pensar, el
Espíritu de la profecía representa "el monte de la casa de Jehová"
como "establecido en la cúspide de las montañas," un objeto visible a
todas las naciones que van allí a adorar, se someten allí a la autoridad del
gran Rey, y obtienen así paz y felicidad universales. Es contrario a la
analogía general de las profecías el insistir en que estas palabras han de
tomarse literalmente. Semejante cosa es tratar de traer a existencia
nuevamente la forma externa del reino de Dios que la dispensación evangélica
vino a abolir.
Hay otro celebrado pasaje en Zacarías (14:16-21)
que es intensamente judaico en su costumbre. Después de describir los juicios
de Dios sobre las naciones que han peleado contra Jerusalén, el profeta procede
a decir: "Y sucederá que todos los que quedaren de todas las naciones que
vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, Jehová de
los ejércitos, y para celebrar la fiesta de las Enramadas. Y acontecerá que si
cualquiera de las familias de la tierra no subieren a Jerusalén, para adorar al
Rey, Jehová de los ejércitos, no caerá lluvia sobre ella. Y si la familia de
Egipto no subiere ni viniere (sobre quienes no llueve), habrá en ella la plaga
con que Jehová herirá a las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de
las Enramadas. Tal será el castigo de Egipto y el castigo de todas las naciones
que no subieren a celebrar las fiestas de las Enramadas. En aquel día habrá aún
sobre las campanillas de los caballos el rótulo de Santidad a Jehová; y las
ollas de la casa de Jehová serán como los tazones delante del altar. Más aún,
toda olla en Jerusalén y en Judá será santa a Jehová de los ejércitos; de
manera que todos los que ofrecieren sacrificios vendrán y tomarán de ellas, y
cocerán en ellas: y no habrá más traficante en la casa de Jehová de los
ejércitos, en aquel día." El cuidado del profeta en incluir "todas
las familias de la tierra" en esta ordenanza, es muy digno de ser notado.
Cualquier nación que se niegue a observar la ordenanza, no tendrá lluvia. Pero
recordando que para Egipto esto no puede ser un castigo, él señala para esta nación
la plaga más bien que la ausencia de lluvia. ¿Sucederá verdaderamente que en
los últimos días todas las familias de la tierra subirán, año tras año, a
adorar en Jerusalén? En ese caso tendrán que sacrificar allí también; porque la
profecía es un todo homogéneo, y con respecto a la cual, si la primera parte ha
de ser interpretada literalmente, la segunda también. En el pasaje citado se
hace referencia a las ofrendas que el pueblo hacía por las paces, las que,
después de ser quemadas ciertas porciones en el altar, servían para hacer
banquete el oficiante y sus amigos; y se hace provisión especial para la multitud
de estos sacrificios. '' Toda olla en
Judá y Jerusalén," tanto como "las ollas en la casa de Jehová,"
"serán santas a Jehová de los ejércitos," a fin de que sirvan para
hervir las carnes de las ofrendas por las paces, precisamente como vemos que se
hacía en los días de Eli (1ra. Sam. 2:13-16). Esta parte déla profecía debe ser
entendida figuradamente, y, por consiguiente, toda la profecía. La futura
recepción de la verdadera religión, por todas las naciones, es predicha bajo
los símbolos de la economía mosaica, con su ritual, sus fiestas anuales, y la
adoración. En pro de este principio de interpretación tenemos la garantía del
Nuevo Testamento. La ley de Moisés prescribía un sacerdocio literal, con sus
sacrificios reales; los creyentes, bajo la nueva dispensación, son un sacerdocio espiritual, y presentan sus
cuerpos como "sacrificios espirituales" (Rom. 12:1; la. Ped. 2:5). La
economía mosaica tenía una metrópolis central, una Sión literal, adonde subían
todas las tribus anualmente; los creyentes en Cristo han venido al "Monte
Sión" espiritual que es lo que prefiguraba la Sión antigua,
donde el gran Antetipo de David
reina, a fin de que todas las naciones puedan ir a él y él pueda enseñarle sus
leyes.
Por el mismo principio, así como por otras razones
obvias (véanse caps. 42:15-20; 15:1-8; 47:1-12 y 48) la descripción minuciosa
que hace Ezequiel de la Nueva Jerusalén, con su territorio, su templo, y sus
ordenanzas judaicas (caps. 40-48), no ha de ser interpretada literal, sino
figuradamente. Este templo tiene también su sacerdocio levítico, su altar, y
sus sacrificios (cap. 43:13-27), todo lo cual ha cesado en Cristo. Hay otros
pasajes semejantes a los arriba mencionados, que no es necesario que
consideremos separadamente, toda vez que ellos entran en la misma regla de
interpretación.
14. —En las clases de profecías que hemos mencionado,
el principio de interpretación figurada puede ser sostenido sobre fundamentos
muy sólidos; pero sería un error suponer que es de aplicación universal y
exclusiva. En aquellos casos en que no existen razones en contra, la
interpretación literal debe tener la preferencia, como la más natural y obvia.
El demarcar los límites de lo literal y lo figurado en las profecías, es muy
difícil y en algunos casos imposible. En este respecto ha placido a la sabiduría
de Dios echar un velo sobre algunas predicciones no cumplidas, velo que nadie
puede remover. Hay dos asuntos, especialmente, sobre los cuales han estado divididos
los intérpretes bíblicos, y acerca de los cuales probablemente continuarán divididos,
hasta que el mismo Dios decida. El primero es: la restauración literal de los
judíos a la tierra prometida; y el segundo: el reinado personal de nuestro
Salvador sobre la tierra durante el milenio de gloria. Una verdadera discusión
de cualquiera de estos asuntos requeriría un volumen; por eso nos
concretamos a hacer
pequeñas sugestiones sobre ellos.
15. —La promesa original a Abraham incluía el don
de la tierra de Canaán como "una eterna posesión" para él y su
descendencia (Gen. 12:7; 13: 15; 15:18; 17:8; 26:3; 28:13). Esta promesa aparece
hecha en los términos más claros, los límites del territorio ofrecido aparecen
demarcados, y enumeradas las naciones que habían de vivir en este territorio
(Gen. 15:18-21); en una palabra, todo indica que la interpretación literal es
la verdadera. Las admirables palabras del Salvador: "Y caerán a filo de
espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será
hollada de las naciones, hasta que los tiempos de los gentiles sean
cumplidos" (Luc. 21:24), han tenido un cumplimiento literal en los juicios
que anuncia; y parece razonable creer que la promesa encerrada en la última
cláusula, "hasta que el tiempo de los gentiles sea cumplido," ha de
tener también un cumplimiento literal en la reposición de los judíos a
Jerusalén y la Tierra Santa. La maravillosa preservación de la nación judía,
a través de tantos siglos, parece indicar lo mismo. Todas estas cosas, tomadas
en conexión con las numerosas y muy explícitas profecías de su cautividad y
dispersión por causa de su pecado, y su subsiguiente restauración a la hora del
arrepentimiento (Lev. 26; Deut. caps. 28-30; la. Rey. 8:46-50; Isa. caps. 6, 11,
60; Jer. caps. 30, 31; Eze. caps. 36-39; Oseas 1:10, 11; Joel 3; Amos 9; Miq.
7:8-20 Sof. 3:8-20), parecen garantizar la esperanza de un cumplimiento
literal, en el futuro, de la promesa hecha a Abraham de que su simiente heredaría
la tierra de Canaán para siempre.
16. —Es un artículo fundamental de fe cristiana
que Cristo volverá en gloria, a levantar los muertos, transformar los
vivientes, y juzgar las naciones. Pero la doctrina de que "el estado
carnal y terrestre no ha de terminar con la venida de Cristo, sino que entonces
ha de tomar una nueva forma; y que entonces, con sus santos glorificados, el
Redentor reinará personalmente sobre el trono de David, en Jerusalén, por mil
años, sobre un mundo de hombres todavía carnales, que comen y beben, siembran y
edifican, se casan y dan en matrimonio" (Brown sobre la Segunda Venida),
no puede alegar un fundamento bíblico indiscutible. Los argumentos en que se
basan sus defensores son sacados de los mismos pasajes que arriba hemos
considerado (Miq. 4:1-4; Zac. 14:16-21). Pero hemos visto cuan poco apoyo
prestan estos pasajes a la doctrina, cuando son rectamente interpretados.
Tampoco favorecen esta doctrina las referencias que aparecen en los Evangelios
y Epístolas acerca de la segunda venida, porque esas referencias claramente
conectan esa venida con la consumación de todas las cosas.
Nuestro Señor dice: "Viene la hora en que
todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que han
hecho bien a resurrección de vida: y los que han practicado lo malo, a
resurrección de condenación." Juan 5:28, 29. El claramente representa
estas dos resurrecciones como simultáneas; y no hay en sus palabras la
enseñanza más pequeña de una resurrección parcial que ha de tener efecto centenares
de años antes de que el reino de la muerte termine en este mundo. La
resurrección "en el último día" a que se refiere Pablo (la. Cor. 15;
la. Tes. 4:13-18; 2a. de Tes. 1:7-10) es universal. Expresamente incluye todos
los muertos en Cristo y la transformación de todos los que viven en Cristo. Si
no se dice nada de la resurrección de los malvados, esto sucede porque el
apóstol tenía en mente solamente la "resurrección de vida," y no
tenía ocasión de hablar de la simultánea "resurrección de condenación,"
que el mismo Salvador menciona. Esta resurrección al sonido de la última
trompeta, es también la cesación del reino de la muerte; porque cuando ella
acontezca "entonces será verificado el dicho que está escrito: “¡Tragada
ha sido la muerte victoriosamente!'” (1a. Cor. 15:54). Pero "el último
enemigo que será destruido es la muerte," y entonces "viene el
fin" (la. Cor. 15:24-26).
El Maestro enseña, además, que su presencia personal
en la tierra es inconsistente con la dispensación del Espíritu Santo. "Os
conviene que yo vaya; porque si yo no fuere, el Consolador no vendrá á vosotros;
mas si yo fuere, yo os lo enviaré" Juan 16:7. Convenía que él fuera porque
la dispensación del Espíritu se adapta mejor a nuestro estado de carne y
sangre, de lo que pudiera adaptarse su presencia corporal. Esta dispensación
del Espíritu, según la naturaleza del caso, ha de continuar en toda su fuerza
a través de la era milenial, en que las generaciones de los hombres se
sucederán como se suceden al presente. Pero el Nuevo Testamento no enseña nada
con respecto a la dispensación del Espíritu Santo contemporáneamente con el
reino personal de Cristo sobre la tierra. Su constante enseñanza es que la
salvación de los hombres se efectúa por la intercesión de Cristo en el cielo
conjuntamente con el don del Espíritu Santo en la tierra.
El pasaje sobre que se hace hincapié por los defensores
de la referida teoría, es el capítulo 20 de Revelación, que habla de la primera
y segunda resurrección. Pero la primera resurrección de que se habla allí no
puede ser idéntica a aquella que dice Pablo tendrá lugar a la segunda venida de
Cristo. La resurrección que describe Pablo incluye, en términos expresos,
todos los justos, mientras que esta primera resurrección del Apocalipsis está
restringida a una clase especial, a saber: los mártires y todos aquellos que
han confesado el nombre de Cristo, (ver. 4), y el resto de los muertos no vive
hasta que han pasado los mil años (ver. 5). Además, hay una resurrección
general (ver. 11-15), la que según los mismos términos, incluye los justos y
los injustos; porque entre los libros que entonces se abran estará "el
libro de la Vida." Los muertos resucitados serán juzgados "cada uno
conforme a sus obras," y todos aquellos cuyos nombres no estén en el libro
de la vida, serán echados en el lago de fuego. Al mismo tiempo la muerte y el
infierno (hade), personificados como tíos enemigos de la raza humana, son
echados en el lago de fuego, y así "la muerte, el último enemigo, es
destruida," y "la muerte ha sido tragada victoriosamente" (la.
Cor. 15:26, 54). Esta es la resurrección que tendrá efecto a la segunda venida
de Cristo, cuando suene la final trompeta, y no mil años antes de su
advenimiento; la resurrección y juicio, cuando los impíos "irán a la
condenación eterna, pero los justos a la salvación eterna." No nos
aventuramos a interpretar la primera resurrección, creyendo que es uno de los
misterios que Dios revelará solamente cuando tenga efectividad. Pero si ha de
ser interpretada literal o figuradamente, según la analogía de la resurrección
de los dos testigos (cap. 11:11), no nos parece razonable edificar sobre este
oscuro y difícil pasaje, una doctrina sobre la venida premilenial de nuestro
Señor y su reino personal sobre la tierra, doctrina que varía tanto del tenor
general de las Escrituras.
***
CAPITULO
VII
CITAS DEL ANTIGUO
TESTAMENTO QUE SE ENCUENTRAN EN EL NUEVO
1.-En lo que respecta a la
inspiración, y consecuente con la autoridad infalible, las citas que en el
Nuevo Testamento se hacen del Antiguo, se hallan en el mismo nivel que los
otros escritos apostólicos. La promesa del Salvador fue: "Cuando él venga,
el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad literalmente, "a toda la
verdad;" esto es, según se explica inmediatamente, a toda la verdad en lo
que respecta a la persona y obra del Salvador. Por consiguiente, cuando Pedro y
los otros apóstoles expusieron a los hermanos, después del cumplimiento de esta
promesa, las Escrituras del Antiguo Testamento, en las cuales el Espíritu de
Cristo "testificaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y la gloria
que había de surgir," el mismo "Espíritu de Cristo" los guió a
una verdadera comprensión del significado de estas Escrituras. Si no podemos
confiar en Pedro y en Pablo, a quienes el mismo Cristo comisionó a predicar el
Evangelio, que estaban habilitados para esta obra por el Espíritu Santo, y a
quienes fue dado poder milagroso para confirmar y sellar su comisión -si no
podemos confiar en estos hombres en cuanto a la interpretación del Antiguo
Testamento, entonces no podemos confiar tampoco en la guía del Espíritu Santo.
Pero cuando hemos admitido, como debemos admitir, la autoridad de los
escritores del Nuevo Testamento como intérpretes del Antiguo, aún nos queda un
asunto muy importante que resolver, a saber: la manera de sus citas. Nos
proponemos examinar brevemente este asunto, tanto en su forma externa, como
en sus contenidos internos.
2.-En lo que respecta a la forma
externa, no podemos por menos que notar en seguida, el libre espíritu de
estas citas. Es manifiesto que estos escritores inspirados no se preocuparon de
la exactitud verbal de las palabras que citaron. El espíritu y designio de un
pasaje, que es lo que constituye su verdadera vida y significado, es lo que
tienen en mente al hacer las citas, y no el número exacto de palabras
literalmente traducidas del griego o del hebreo. Es bien sabido que una gran
parte de sus citas son hechas de la versión griega de los Setenta, de uso común
en su época. Nadie supone que los traductores que prepararon la Septuaginta
fueran inspirados, o que siempre presentaran el exacto significado del original
hebreo. Sin embargo, bajo la dirección del Espíritu Santo, el buen sentido
común de los escritores del Nuevo Testamento fue siempre adelante, sin
detenerse a notar o criticar las desviaciones de esta versión del original
hebreo, siempre que estas desviaciones no lastimaran el uso que ellos querían
hacer del pasaje citado.
Pero los escritores del Nuevo
Testamento no siempre conformaron sus citas a la Septuaginta. Frecuentemente se
basan en el hebreo, total o parcialmente, en aquellos casos en que la versión
griega se aparta de la hebrea. Mateo particularmente se basa en el hebreo al
hacer sus citas mesiánicas.
Es universalmente admitido que Mateo
escribió su Evangelio en la Palestina. Este hecho excusa y explica la
ausencia de cláusulas explicatorias con respecto a los usos judaicos, cláusulas
que aparecen a menudo en el Evangelio de Marcos. En cuanto a la interpretación
de palabras hebreas, como "Emmanuel" (1:23), y las palabras
pronunciadas en la cruz (27:46), eso pertenece a la forma griega del Evangelio.
La fecha en que se escribió este Evangelio es dudosa. De acuerdo con la
tradición de la Iglesia Primitiva, fue el primero que se escribió de los cuatro
Evangelios. Dando por sentado que fue escrito en hebreo, hemos de suponer muy
razonablemente que pasaron algunos años antes de que fuese vertido a su forma
griega presente.
Sin embargo, en estos casos las
citas se hacen también con entera libertad, reasumiendo algunas veces el pasaje
hebreo que se cita, o dando solamente su sentido general. Quizás de esta manera
el Espíritu Santo se propuso dar testimonio en contra de la desmedida
exaltación que algunos dan a la letra sobre el espíritu de la revelación.
3.-Pasando ahora a la consideración
del contenido interno de las citas que se hacen en el Nuevo Testamento
del Antiguo, el primer asunto que se nos presenta se refiere al llamado principio
de acomodación. Hay un sentido en que los escritores del Nuevo Testamento
algunas veces emplean el lenguaje del Antiguo de una manera acomodaticia -, es
decir, ellos usan su fraseología, que originalmente fue aplicada a un asunto
distinto, simplemente para expresar de una manera apta y enfática, los
pensamientos que desean presentar. De esto tenemos un hermoso ejemplo en Rom.
10:17, donde el apóstol dice con referencia a la proclamación del Evangelio:
"Mas digo: ¿Acaso no oyeron? Sí, verdaderamente, su melodía ha salido por
toda la tierra, y sus palabras hasta los extremos del mundo, "
significando que lo que el salmista dijo sobre la instrucción que dan los
cielos (Sal. 191-4), es aplicable a la predicación de la Palabra; en forma tal
que no hay nadie que sea excusable de su descreencia. Encontramos otro
admirable ejemplo en el mismo capítulo (vers. 6-8), donde "la fraseología
originalmente usada por Moisés para expresar el camino de la justificación
según la ley (Deut. 30:11-14) es adaptada al Evangelio como una descripción
apropiada de la salvación que presenta este Evangelio." Davidson's Hermencutics, p.471.
Pero que el Salvador y sus apóstoles
usaron este principio de acomodación, en el uso común de este término; es
decir, que ellos citaron, acomodándolos a las ideas de su época, pasajes del
Antiguo Testamento como aplicables al Mesías y su reino, cuando ellos sabían
que estos pasajes no tenían esta aplicación al ser bien interpretados; que, por
ejemplo, ellos usaron el Salmo 110 como una profecía del Mesías (Mat. 22:41-46;
Mar. 12:35-37; Luc. 20:4144; Act. 2:34, 35; Heb. 1:13), simplemente porque esta
era la interpretación que se le daba en su época ---esto no ha de ser admitido
ni por un sólo momento. Es admitido que el Salvador fue siempre muy prudente al
tratar con los prejuicios de su época; pero él no fundamentó en estos
prejuicios su pretensión de ser el Mesías, ni apeló solemnemente a la autoridad
de Moisés y los profetas sabiendo que esto era un sueño, de interpretación
fantástica. Si Cristo y sus apóstoles enseñaron algo, fue que él vino de
acuerdo con las profecías del Antiguo Testamento, y en cumplimiento de estas
profecías. ¿Procedieron ellos solamente de acuerdo con la máxima que Pablo
rechaza con horror como digna de anatema? ---" Si la verdad de Dios, por
medio de mi mentira, ha redundado para gloria suya, ¿Por qué he de ser yo
también condenado como pecador? y ¿Por qué no decir, como somos infamados, y
como algunos afirman que nosotros decimos; hagamos el mal para que venga el
bien? ¡La condenación de los cuales es justa!" Rom. 3:7, 8).
4.-Los escritores del Nuevo
Testamento a menudo citan el Antiguo a manera de argumento. Así el
Salvador arguye en contra del divorcio por la voluntad del esposo, y "por
cualquier causa," apelando a la institución original del matrimonio (Mat.
18:3-6) ; y Pablo prueba que el hombre es cabeza de la mujer, y que ésta debe
estar en sujeción a su marido, por el orden de la creación y las circunstancias
que la acompañaron (la. Cor. 11:8, 9; la. Tim. 2:11-14). Respecto a esta clase
de citas, sólo necesitamos decir que el valor del argumento depende de la
verdad histórica y autoridad divina del pasaje que se cita. El Salvador y sus
apóstoles fundaron sus argumentos en los relatos del Antiguo Testamento. Si
este fundamento es de arena-de arena mitológica -el edificio que edificaron
caerá y su autoridad con él. Pero si el fundamento es roca-un inspirado relato
de hechos-su edificio permanecerá estable y con él su carácter de maestros
fehacientes y veraces.
5.-Mucho más numerosos son los
pasajes que se citan del Antiguo Testamento como profecías do Cristo y su
reino. Estas citas llevan diversas fórmulas a manera de introducción:
"Para que se cumpliese lo que fue dicho del Señor por el profeta";
"para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías";
"hoy tiene cumplimiento esta profecía en vuestros oídos"; "esta
profecía había de cumplirse'7; "como aparece en la Escritura";
"otra Escritura dice"; "esto que está escrito ha de cumplirse
todavía en mí," etc.
La fórmula corriente "para que
fuese cumplido", significa que el acontecimiento que se relata tuvo
efectividad para que se cumpliese el propósito de Dios anunciado en la
profecía. La profecía no era la cosa principal, sino el propósito de Dios que
ella contenía. Para el cumplimiento de este propósito, y por consiguiente de la
profecía que lo revelaba, la verdad de Dios fue prometida. De la misma manera
han de ser entendidas las palabras de Juan (12:39, 40): "Por esto ellos no
pudieron creer; pues otra vez dice Isaías: El ha cegado sus ojos," etc. El
obstáculo a su fe no estaba en la profecía, sino en lo que la profecía
anunciaba.
6.-De las profecías citadas algunas
se refieren inmediatamente a Cristo. A esta clase pertenecen las
siguientes: `Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a nú diestra, hasta tanto que
yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies" (Mat. 22:44, de Sal. 110A) ;
"Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según
el orden de Melquisedec" (Heb. 7:21, de Sal. 110A); "Como oveja a la
muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que le trasquila,
así no abrió su boca", cte. (Act. 8:32, 33, de Isa. 53:7, 8) ; "El
Señor vuestro Dios os levantará un Profeta, de entre vuestros hermanos, como
yo: a él oiréis", etc. (Act.
3:22, 23; 7:37, de Deut. 18:15, 18, 19).
7.-Otras profecías se refieren a
Cristo bajo la figura de un tipo. De ésto son ejemplos innegables los
siguientes: "Hueso no será quebrantado de él" (Juan 19:36, de Exo.
12:46; Núm. 9:12) ; palabras que originalmente tenían referencia al cordero
pascual, que era un tipo de Cristo, y que ahora se cumplen en el gran Antetipo.
Leemos en Oseas (11:1) : "Cuando Israel era un niño, yo le amé, y de
Egipto llamé a mi hijo", palabras que Mateo cita como cumplidas en Cristo
(2:15). Era el propósito de Dios que la historia de Israel, el primer hijo
primogénito de Dios (Exo. 4:22, 23), en su infancia nacional prefigurara la
infancia de Cristo, el Hijo Unigénito de Dios.
A la misma clase pertenece
aparentemente la siguiente cita: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes
de él, o el hijo del hombre para que le visites? Hicístele un poco menor que
los ángeles, coronástele de honra y gloria, y pusístele sobre las obras de tus
manos. Todas las cosas sujetaste debajo do sus pies" (Heb. 2:6-8, de Sal.
84-6). Parece imposible negar que la inmediata referencia de este Salmo es al
hombre en su exaltada dignidad y elevadas prerrogativas como señor de las
creaciones inferiores. Pero, como arguye el escritor a los Hebreos, estas
palabras no tienen su perfecto cumplimiento en el hombre aparte de Cristo. El
elevado destino de la naturaleza humana solamente en la persona de Cristo
encuentra completa realización. El es hecho Señor de todo y " coronado de
gloria y poder" para sí mismo y también para sus discípulos que reinarán
con él en gloria para siempre. Agregamos otro ejemplo más de Heb. 1:5, donde
cita y aplica a Cristo las palabras que Natán dirigió a David: " Yo seré a
él Padre, y él me será a mí Hijo" (2a. Sam. 7:14). Esta promesa
innegablemente tenía referencia inmediata a Salomón: sin embargo, no a Salomón en
su simple personalidad, sino a Salomón como el primero, después de David, de
una serie de reyes que terminaría en Cristo, en quien tuvo su perfecto
cumplimiento. Dios admitió a Salomón, y con él a todos los reyes del trono de
David, a la relación de hijo, y, por consiguiente, de heredero. Rom. 8:17; Gal.
4:7. En Salomón, como hijo de Dios, fue confirmado el reino para siempre por
medio de Cristo; y Salomón, como hijo inferior en dignidad, prefiguró la más
elevada dignidad del más grande de sus hijos, a quien fue hecha la promesa:
"Este será grande, e Hijo del Altísimo será llamado, y le dará el Señor el
trono de David su padre; y reinará en la casa de Jacob eternamente, y de su
reino no habrá fin. " Lúc. 1:32,
33.
El trazar una línea de separación
entre las dos clases de citas que hemos mencionado arriba, es muy difícil, y en
algunos casos quizás imposible. Pero ello no es necesario desde el momento en
que la verdad esencial es, que todas estas profecías tienen su cumplimiento en
Cristo; las de la primera clase directamente, las de la segunda por medio de
tipos ordenados divinamente.
La exégesis de las citas del Nuevo
Testamento presenta muy serias dificultades, las que se deben en parte a la
buena traducción de las palabras originales, y en parte, a las desviaciones de
la Septuaginta del original Hebreo, y a las citas tanto de la Septuaginta como
del Hebreo; y también a las aplicaciones originales de los pasajes citados y al
uso que de ellos se hace en el Nuevo Testamento. Para los detalles de estos
asuntos referimos al estudiante a los comentarios. Aquí solamente hemos tratado
de presentar los principios generales que deben guiarnos en la interpretación
de las citas que del Antiguo Testamento se encuentran en el Nuevo.
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