Min. Visita a Honduras año 2013 |
Por Min. Ausencio Arroyo
DEFINICION:
La predicación es un acto dinámico en
el cual Dios se dirige a los hombres y las mujeres fuera y dentro de su pueblo
para confrontarlos con las profundas implicaciones de su obra redentora en
Cristo. Es un acto integral de la adoración pública de la iglesia. Sobre todo,
la predicación es un acto escatológico, por cuando atañe a los últimos tiempos
y es el instrumento por excelencia del Espíritu para la salvación de los
hombres.
ANALOGIAS
SOBRE LA PREDICACIÓN:
Cecilio Arrastía nos habla de la
importancia del sermón por medio de las siguientes metáforas.
ô Un predicador es como un
“contador de cuentos”. Nuestros oyentes están cansados, cubiertos del polvo del
camino, y vienen de pelear muchas batallas. Se han olvidado de amarse a sí
mismo, necesitan una nueva historia. Esta nueva historia comienza con el
encuentro con Jesús.
ô Un predicador es un
“tallador de diamantes”. El texto bíblico nos llega como una roca: áspero, con
colores muy especiales, sale cubierto del polvo de muchos siglos. No se puede
predicar sin enamorar el texto, sin seducirlo hasta que nos entregue sus
secretos más íntimos.
ELEMENTOS
ESENCIALES:
ô El sermón debe basarse en
una teología trina (no afirmamos de ninguna manera la doctrina de la trinidad).
La enseñanza bíblica revela aspectos de Dios en términos del ser creador y
dueño del universo como el Padre, habla de Dios en cuanto encarnado en la
historia, el Hijo y en tanto cercano y activo en el mundo y en la iglesia como
la manifestación del Espíritu. Resaltar un sólo aspecto, lleva a una parcialización
de la realidad divina, ya sea el patercentrismo, cristocentrismo (este criterio
es admisible si se refiere a centrar la salvación en Cristo y no en méritos,
mas no cuando esto quiera decir que se deja de lado al Padre y al Espíritu
Santo) o pneumacentrismo. La predicación debe equilibrar toda la realidad
divina.
ô El sermón debe ser
pertinente a la realidad humana. El ser humano es un ser integral: es cuerpo,
es alma y es espíritu. El mensaje de Dios involucra la totalidad del ser. Dios
tiene una respuesta a nuestras necesidades más profundas. La intención de Dios
es que seamos lo más que podamos ser.
ô El sermón debe ser
liberador. La práctica de la predicación no debe caer en el error de la
victimización o de la ingenuidad sobre el pecado. El hombre está sujeto a las
fuerzas que determinan su existencia, las cuales superan su fuerza de voluntad.
El mensaje del evangelio rompe las cadenas que atan a la persona. Rompe los
malos hábitos, supera el fracaso, vence las condiciones de opresión.
ô El sermón debe tener una
forma narrativa. El estilo contemporáneo manifiesta una preferencia por lo
narrativo. Anteriormente la predicación era más bien dogmática, argumentativa o
esquemática, hoy gusta más una presentación sencilla, accesible a la mente,
imaginativa, que involucre las emociones en las que el oyente se sienta
reflejado.
ô El sermón es una invitación
a comenzar de nuevo. El creyente es al mismo tiempo justo y pecador, la
ambigüedad no termina en esta realidad, por lo tanto los oyentes estarán
cargando diversas culpas y vergüenzas. Una predicación culpígena genera
decepción personal y un sentido de frustración. La Biblia siempre espera el
triunfo del bien.
ô El sermón es un testimonio
de fe. El predicador cuenta lo que Dios ha hecho en su vida, aunque debe evitar
ser el centro de atención en el mensaje. Se habla de un Dios con quien se tiene
una relación personal, de un Dios conocido y cercano. Ningún preciador puede
llevar a su congregación más allá de donde él mismo está.
ô El sermón es un mensaje
propositivo. La predicación ha fallado cuando se dedica a condenar, cuando está
en contra de todo, pero no ofrece respuestas viables a los oyentes. Debe
presentar opciones concretas a la vida de los oyentes.
RECOMENDACIONES
AL PREDICADOR:
ô Haga
el sermón con suficiente anticipación. Alguien recomienda comenzar a elaborar
un sermón con seis meses de anticipación. Quienes nos dedicamos a predicar
regularmente, tenemos por cierto que estaremos exponiendo con regularidad la Palabra, en distintos
momentos y ante diferentes auditorios. Debemos estar trabajando en diferentes
sermones a la vez, no puede faltar un nuevo sermón para un funeral, siempre
llega cuando menos se espera, para una boda, una acción de gracias, o los
eventos de la Iglesia,
la Cena de
Señor, los aniversarios, las temporadas religiosas, y otros. Los sermones se
van tallando poco a poco, trabajando sus partes hasta completar la obra final
en la exposición.
ô Lea
poesía
para aumentar vocabulario y sensibilizarnos en los diferentes estados de ánimo.
Los poetas nos conectan con la imaginación y el ritmo de las palabras. Hay
excelentes autores en lengua hispana o traducciones de extranjeros que han
sabido expresar sobre el miedo, la envidia, el amor, la esperanza, el valor, y
muchos otros aspectos del carácter humano.
ô Lea
novelas literarias
que nos describen las diferentes personalidades y nos ayudan a expresar las
distintas situaciones por las que atraviesa el ser humano. Para enriquecer el
estilo narrativo de la predicación nos conviene aprender de los talentos que
tiene el arte de la literatura. Hay obras que nos acercan a los aspectos
humanos. Además podemos observar cómo mantener un hilo narrativo
ô Lea
el periódico. Una
predicación relevante y pertinente debe encarnarse en los momentos de la
historia. Si queremos que diga algo a la realidad que vivimos, debemos conocer
esa realidad. La frase leer el periódico remite a la exhortación del teólogo
Kart Barth, de mediados del siglo XX, de que el teólogo debería tener en una
mano la Biblia
y en la otra el periódico. En la actualidad, no se ha de tomar literalmente,
hoy existen otros medios de comunicación efectivos.
ô Recolecte
ilustraciones. Las
ilustraciones son como ventanas que permiten ver el panorama. Contar
ilustraciones es una estrategia apropiada para que los oyentes visualicen los
conceptos y para mantener la atención. Un predicador es un recolector de
ilustraciones. Cualquier momento, situación o ambiente pueden suscitar un
evento que puede convertirse en luz para otro aspecto que sea digno de
predicarse. Tenga a la mano un cuadernillo o un trozo de papel donde anote los
detalles que puede convertir en una ilustración adecuada.
ô Sea
empático.
Ubíquese en los zapatos de los oyentes, no de la impresión de ser un iluminado
o un extraterrestre que no se contamina con su mundo. Usted es una persona
necesitada igual que los oyentes. Ame a su auditorio, anhele que salgan
bendecidos con sus palabras, aun cuando estas sean de exhortación. Reconozca
sus límites en la influencia y admita el proceso que llevan las personas en su
desarrollo de fe.
Sin duda que la predicación es un
excelente medio de bendición para los creyentes, hagamos de ella una
experiencia de encuentro con Dios.
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