Introducción a la ética - Recursos Cristianos

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martes, 10 de noviembre de 2015

Introducción a la ética




Distinción entre ética y moral

En nuestro vocabulario corriente tendemos a utilizar indistintamente los vocablos ética y moral, tanto en su forma substantiva (para designar valores) como adjetiva (para designar la cualidad de una acción o persona). En principio sus significados son indistintos a la hora de introducir la pregunta sobre lo bueno y/o lo justo.

Sin embargo, cabe hacer ciertas distinciones para lograr una mayor precisión conceptual. Etimológicamente ética es un vocablo griego que recoge dos significados básicos: escrito con épsilon significa costumbres, mientras que con éta significa carácter.

La palabra latina mos (pl. mores), de donde se deriva la palabra: moral, recoge ambos significados, pero con un acento mayor en la idea de costumbres, por lo que muchas veces la ética y la moral ha sido confundida con el estudio del ethos de un pueblo o civilización sin indagar ni en los fundamentos de la moral, ni en la naturaleza de lo bueno.

Más allá de la concurrencia o desencuentro de significados entre ética y moral nosotros haremos una distinción básica entre estos dos conceptos para denotar dos momentos o esferas del hecho moral y su reflexión.

Siguiendo a Paul Lehmann mantendremos la siguiente distinción: el concepto de ética lo emplearemos para referirnos a la disciplina sistemática y crítica concerniente a los fundamentos de la conducta humana. El concepto de moral o moralidad lo reservaremos para referirnos a la práctica o a la conducta.

(1.1)      Moral – Moralidad
En otras palabras, lo moral se refiere a la dimensión antropológica de la conducta informada por un conjunto de reglas o normas de comportamiento que guía a la voluntad, estableciendo distinciones entre lo bueno y lo malo como criterio ya sea, de realización humana, perfección, obediencia o una ley natural, ley moral, o voluntad de Dios. Utilizaremos el vocablo de moral para referirnos preferentemente al acto como así también a las normas o juicios que informan o guían la voluntad.

(1.2)      Etica
El concepto de ética, por el otro lado, se referirá no a un hecho práctico sino reflexivo. La ética es una disciplina, y como tal tiene su propio objeto de estudio: la vida humana en su dimensión moral, es decir, como conducta guiada por valores, principios, normas sobre lo bueno y lo malo con los cuales hay una correspondencia práxica (práctica).

La ética como disciplina puede definirse más estrechamente como la reflexión crítica sobre las presuposiciones en las cuales se funda el pensamiento y el accionar moral. Es decir, es una pesquisa que apunta a los fundamentos de la conducta moral. Frankena dice: la ética o la filosofía moral pregunta sobre los asuntos morales de una manera explícita y reflexiva, más allá de las normas culturales o internalizaciones psicológicas.

(1.2.1)   Dimensiones de la ética
La ética tiene varias dimensiones, una de las cuales es la labor descriptiva (sistemática) que se centra en juicios de hecho. Esta dimensión (a) descriptiva-empírica (antropología, historia, sociología, etc.) tiene como meta la explicación tanto de la moralidad como fenómeno, como de los contenidos morales de pueblos y civilizaciones.

Pero la ética posee también dimensiones críticas que van más allá de la descripción de “lo que es” para expedirse sobre “lo que debería ser”. Así describimos una segunda dimensión de la ética que (b) trata sobre los juicios normativos o de valor que se pronuncian sobre lo que es bueno, correcto u obligatorio en la multiplicidad de eventos y casos que hacen a la vida humana, y que proceden asimismo a justificar o fundamentar dichos juicios sobre distintas bases y de distintas formas.

Por último existe una tercera dimensión de la ética como disciplina que es llamado (c) analítico o meta-ético. Aquí no se responde a preguntas generales o particulares sobre lo que es bueno, correcto u obligatorio, sino que responde a preguntas más filosóficas y epistemológicas tales como ¿Qué es la moralidad?, ¿Cuál es el sentido de expresiones como “correcto”, “bien”, etc.? ¿Cuál es la distinción entre lo moral y lo amoral? ¿Cómo pueden justificarse la existencia de valores y la moralidad?


Sentido y significado de la ética

Después de este primer vistazo nos preguntamos: ¿Para qué sirve la ética? Si la ética es el estudio de la vida humana en su dimensión moral podemos afirmar que la ética es, entonces, el momento reflexivo que intenta orientar la acción en respuesta a problemas o circunstancias específicas (objeto moral), indagando sobre valores que son esenciales y constitutivos de y para la vida humana.

Por esta razón, la ética siempre se desarrolla en un marco explícito o implícito de naturaleza teológica y filosófica con determinadas concepciones del ser humano, el mundo, la historia, Dios, etc. Estos datos son presupuestos que conjugan, determinan, ordenan o priorizan determinados bienes, valores y juicios normativos y la manera de fundamentarlos. De esta manera la fe y su articulación sistemática –la teología—comprenderán un marco u horizonte de sentido que determinarán la ponderación de bienes y valores necesarios para la moral. Sin saber qué realidades determinantes (bienes) y qué actitudes axiológicas irrenunciables debemos respetar (valores) es imposible juzgar si un acto humano es moralmente correcto.

Como disciplina crítica y sistemática que estudia la dimensión moral, la ética abarca las preguntas de por qué estamos obligados y a qué estamos obligados como seres humanos y/o cristianos. Esta última pregunta, según Böckle, se desmembraría en otras dos: la primera se refiere a la percepción de valores ¿Qué bienes y valores deben regular nuestro comportamiento?, y la segunda hace hincapié en el problema de la fundamentación de los juicios morales, ¿Cómo juzgar y prescribir éticamente el obrar humano sobre el trasfondo de esta percepción de valores?

Para la teología cristiana la ética es un momento de la instancia práxica de la fe, fe que se manifiesta en las buenas obras que brotan de un nuevo estado y conciencia relacional con la trascendencia que nos envía al mundo como hacedores de su voluntad y manifestación de su señorío. Pero justamente dada la libertad de esta trascendencia y el carácter histórico del mundo se impone la tarea de discernimiento crítico frente a las nuevas problemáticas o asuntos que hacen a la vida en este tiempo.

La ética, como momento de reflexión crítico, surge ante el interrogante lanzado desde la realidad a la responsabilidad humana que es convocada no sólo por ser su histórico-creatural, sino por su comunión filial con el Padre (alianza, justificación). El momento ético permite así la respuesta responsable que surge de una deliberación inteligente y sensitiva fundada en valores y principios que retorna en clave de juicios normativos y compromiso con la realidad expresando un sentido.



Algunas herramientas conceptuales de la ética


Böckle enfatiza la distinción entre valores morales y valores no morales.


(a)      Valores no morales, bienes, bonum physicum: Ciertos datos reales cuya existencia no depende del pensar y querer personal (voluntad), es decir, que no tienen su origen en la libertad del ser humano, pero que como realidades son fundamentales para la acción moral. Son objetos de la decisión moral. Ejemplo: vida, dignidad personal, integridad corporal, matrimonio, familia, estado, etc. En Israel existieron en forma apodíctica (decálogo), y en las Constituciones modernas en forma de derechos fundamentales.

(b)      Valores morales: Se refieren al compromiso humano, a las acciones libres donde la persona se define a sí misma en relación a la otroriedad (consideración del otro, algunos autores lo manejan como alteridad) de las personas y cosas. Son determinadas disposiciones valiosas que sólo en cuanto cualidades de la voluntad pueden considerarse como realidades. Por ejemplo: Justicia, fidelidad, solidaridad, amor, etc.

         El valor siempre descansa sobre objetos o bienes valiosos como cualidades parasitarias de las mismas; es decir, no constituyen el ser del bien, sino que son cualidades que surgen de la estructura valorativa de la subjetividad en vistas a una realización objetiva.


(c)      Virtudes: rasgos deseables de carácter  moral en una persona o sociedad (humildad, ternura, paciencia, templanza) que son cualitativamente internalizados. Se diferencian de los valores morales en que informan a estos para catapultarlos en una dimensión social y relacional. Por ejemplo: una persona no puede tener la virtud de la igualdad, o la justicia o libertad; todos estos son valores realizados por la voluntad, relacionalmente.

Una metodología o proceso de razonamiento moral en general comienza con la descripción del problema u hecho moral, una interpretación sistemática con correlación de datos que lleva a una interpretación sistemática del objeto moral, y por último, a una valoración ética signado por el juicio de valor.

Pero esta valoración, como el término mismo lo expresa, hace referencia inmediata a la subjetividad tanto en su percepción de valores como en la prescripción de normas. Ciertas coordenadas antropológicas como el carácter temporal del ser humano, su especialidad, su sexualidad, sociabilidad y carácter ciertamente condicionarán tanto la percepción de valores, descripción del objeto moral, como también la prescripción de normas concretas para la acción. Decimos condicionan, de ninguna manera determinan: con esto nos referimos al ámbito de la relativa autonomía provista por los universos de sentido que estructuran valores, y que son previos a la existencia individual como todo completo cultural. Los bienes, previo a todo ejercicio de la libertad humana, determinan la disposición de la voluntad expresadas en valores que buscan corresponderse con lo anterior. Vidal resume esto bien: los valores son entes o cualidades parasitarias que dependen de un bien objetivo y una valoración subjetiva. Esto último, que responde al hecho fenomenológico de la toma de decisiones sobre lo que es correcto hacer, es lo que caracteriza a la humanidad como seres morales.

Ahora bien, si definimos al valor como aquello que es importante, valioso, ¿Qué constituye al valor como valor? Distintas respuestas sobre lo constitutivo del valor moral:

a.        Obligación externa.
b.        Placer o hedonismo.
c.        Felicidad o eudemonía.
d.        Armonía interior (ataraxia, apatheia).
e.        Deber.
f.         Utilidad.
g.        Altruismo.
h.        Dios (amor, reino de Dios, imitación, justificación).


Formas de juicios o evaluación en la ética

(a)      Juicios deónticos sobre hechos, acciones, actos: Son juicios sobre la obligación moral y se distingue entre 1. Particular: juicios sobre una cierta Acción (lo que Juan hizo está mal, no debemos abandonar a mamá); 2. General: sobre un tipo de acción (debemos guardar las promesas, todas las personas tienen derecho a la libertad, el amor es el cumplimiento de la ley moral).

(b)      Juicios aretaicos sobre personas, motivos, intenciones, rasgos de carácter, diciendo que son buenos, malos, santos, odiosos, responsables, culpables, etc. Se distinguen en 1. Particular (Mi abuelo era un hombre bueno, Juan debe ser castigado. Bonhoeffer era un santo); 2. General (La benevolencia es una virtud, una buena persona no roba ni miente, los pastores son hombres probos).

(c)      Juicios no morales que refieren a las convicciones (es bueno comer un plato fuerte al mediodía), o lo legal (el aborto es lícito en algunos países europeos), lo estético (Picasso es un buen pintor). No son juicios morales porque generalmente se refieren a objetos que no pueden ser sujetos morales.



Propósito de la dimensión normativa de la ética

¿Qué hace un acto moralmente bueno o malo, correcto o falso? Es el papel de la dimensión normativa de la ética tratar las distintas teorías de la obligación moral buscando normas y criterios que sirvan para dirigir y evaluar los actos. El propósito de este aspecto de la ética en guiarnos en el quehacer de las decisiones y de los juicios sobre acciones en situaciones particulares.

En el apunte anterior afirmamos que la percepción de bienes y valores previa a la acción constituye la base fundamental para los juicios morales y las normas derivadas de ellas. El juicio moral se funda, por lo tanto, en esta primera fase “objetiva”; pero de ningún modo el juicio se agota con ella. Determinar qué es lo bueno y qué valores coadyuvan hacia un bien no constituye el juicio moral per se, sino un juicio axiológico que eventualmente se traducirá en un juicio moral por un sujeto o comunidad en particular sobre un caso o problema situado. El juicio moral, por lo tanto, se refiere a una norma de comportamiento concreta.

Tomemos un ejemplo: Axiológicamente afirmamos que la vida, junto a la libertad, la integridad corporal, etc., constituyen bienes cuya existencia como valor no depende del pensar o querer personal, pero no obstante deben ser tenidos en cuenta en el obrar moral. ¿Son estos juicios morales? No aún, ya que un juicio axiológico es un acto que no expresa en forma inmediata una norma de comportamiento concreta. La vida como valor, o la dignidad humana, constituyen por lo tanto valores pre-éticos o no-morales. Ahora bien, cómo se traduce este bien en un juicio práctico que exprese y corresponda a un valor conforma la pregunta sobre los juicios morales como cualidades de la voluntad. Para seguir con nuestro ejemplo, la justicia, el amor, la fidelidad, expresarán valores que corresponden a un bien percibido (la dignidad de la vida) pero en función de una conducta humana que buscará expresar un valor. Pero siendo que la conducta humana debe tener en cuenta un sinnúmero de variables que se presentan como desafíos y obstáculos a la conducta moral, se abre entonces la dimensión propia referida a los juicios prácticos como tales, es decir, las normas que guiarán la acción y el modo de fundamentarlas. Ejemplifiquemos: ¿cómo se vuelve este bien (la vida) objeto de responsabilidad moral, es decir, juicio práctico, en un contexto signado por la globalización, precarización laboral, etc.? ¿Sobre qué valores morales se fundan los programas económicos y su racionalidad técnica, y cómo se fundamentan los juicios económicos prácticos? ¿El debate es sobre la percepción de bienes y valores disímiles, o sobre el modo de fundamentar las normas? ¿Es moralmente permisible sacrificar ciertos derechos o sectores en función de un mayor bienestar general? ¿Qué relación tiene el fin buscado con los medios implementados? Cuando se hablan de valores como la justicia, ¿Cuál es su justificación última y cómo se traduce en juicios prácticos? Y en todo esto, ¿Tiene valor moral el lugar social desde dónde se perciben valores y se formulan juicios?

Entramos aquí al tema del método para fundamentar proposiciones normativas, método que responde y está condicionado por un horizonte axiológico (conjunto de valores) y la situación concreta de la problemática y decisión moral.


Modos de fundamentar los juicios y normas morales

Definamos los dos métodos clásicos y extremos empleados para fundamentar los juicios éticos normativos.

(A)     Schüller define en forma sintética el método o teoría teleológica: “Se afirma que una teoría es teleológica si sostiene que todas las acciones deben ser juzgadas moralmente sólo por sus consecuencias”.

Lo que se dice aquí es que el criterio y lo básico para lo moralmente correcto es el valor o bien no-moral que es realizado o que resulta de la acción (u omisión). Esto implica una discusión profunda sobre qué es el bien que determina la acción moral y los valores, y a quiénes y cómo es distribuido el beneficio de este bien. Sobre esta base se distinguen distintas posturas:

1.        Egoísmo ético: Lo moralmente correcto es hacer lo que promueva el bienestar de uno mismo, esto constituye la obligación. Si todos actuarían de acuerdo a esta máxima se lograría el bien de todos. Hay que aclarar que este egoísmo no implica que hay que actuar egoístamente: gestos aparentemente altruistas responden a valoraciones egoístas.
         El mayor argumento a favor de esta teoría proviene de la constitución psíquica humana: estamos constituidos que perseguimos, desde el principio, nuestro placer o interés. Uno de los problemas centrales en esta teoría es la definición sobre lo que es bueno o malo en este interés: puede ser conocimiento, poder, auto-realización sexual, etc.

2.        Utilitarismo ético: El mayor bien posible para la mayor cantidad posible. El fin moral buscado es el mayor balance posible del bien sobre el mal. Pero, ¿cómo se mida la utilidad?, ¿qué es el bien no-moral? Hay respuestas hedonistas pero también idealistas.

Utilitarismo del acto: La rectitud o no de una acción viene determinada por las consecuencias de la misma. El problema: se puede llegar a violar muchos principios considerados morales, como ser, castigo del inocente, asesinato legal, mentir, etc. En síntesis, no nos presenta reglas que nos ayuden a decidir sobre la moralidad del acto mismo, sino de sus consecuencias.

Utilitarismo de la norma: Los actos deben ser considerados como correctos con tal de que se ajusten a unas normas apoyadas en razones utilitarias, generalmente derivadas de la experiencia y el sentido común. Pregunta así no que acción producirá mayor utilidad, sino que norma.

Se han expresado objeciones importantes a la postura utilitarista (conciencialismo o teleología):

a)        Se deben tomar en cuenta otros aspectos distintos de las consecuencias (fidelidad, decir la verdad, etc.);

b)        El bien no puede determinarse al margen de lo moralmente correcto;

c)        La moralidad tiene que ver no sólo con la consecuencia, sino con el cómo.


3.        Altruismo ético: Lo que promueve el mayor bienestar de los otros.


(B)     Teoría Deontológica

Tradicionalmente se lo definió como “el comportamiento concreto que es siempre moralmente correcto independientemente de sus posibles consecuencias”. Lo bueno, lo correcto, no es establecido en base a un bien no-moral, ni de lo que produce un bien mayor. Lo moralmente correcto reside en la acción o regla de acción y no en los resultados. Por lo tanto se enfatiza que en la acción moral es más importante los rasgos del acto mismo que el valor que produce (guardar una promesa, mandamiento de Dios, cumplir la ley, etc.).

Schüller ha matizado esta definición para no hacerla tan absoluta: “Una teoría es deontológica si afirma que no todas las acciones están determinadas en su moralidad exclusivamente por sus consecuencias: “Esta definición hace que el tipo deontológico abarque más alternativas que la definición tradicional.

1.        Deontologismo del acto: La obligatoriedad de un acto está dado por situaciones particulares y no por reglas general. Se enfatiza la decisión, la intuición, como en el existencialismo. Su aspecto positivo es que subraya la complejidad del dilema humano  y la pluralidad de situaciones que parece escapar a todo normatividad. Pero su punto flojo es que el ser humano jamás opera sin reglas, y tiene a universalizar la regla para los casos similares.

2.        Deontologismo de la norma. Es estándar de lo correcto es determinado por una o más reglas o normas. Estas reglas son básicas a la constitución humana, y no pueden derivarse inductivamente. Las reglas son siempre válidas más allá del resultado.

2.1.    Teoría del mandamiento divino: provee un estándar de lo bueno y lo malo de acuerdo a la voluntad de Dios. Es llamado voluntarismo teológico, y mide una conducta como adecuada porque responde al mandamiento. Lo correcto es lo que Dios ordena. Problema: ¿Cómo saber cuál es la voluntad de Dios?
2.2.    Teoría Kantiana: Imperativo categórico: actuar de acuerdo a una máxima que al mismo tiempo deseas que se convierta en ley universal. Pregunta: que es lo que hace a la máxima un evento moral? No puedo desear algo inmoral, o no-moral?











Relación entre el cristianismo y la civilización


Richard Niebhur
“Cristo y la Cultura”

Debemos establecer la relación entre Cristo y la cultura, para aclarar los propósitos del Evangelio y los límites de su misión.

Acusaciones:

1.        Jesús ignoró todo lo concerniente a la civilización material: en este sentido no pertenece a la civilización (Desde el judaísmo).

2.        Los cristianos desprecian la existencia presente y una confianza en la inmortalidad.

         El cristianismo induce a los hombres a confiar en la gracia de Dios en vez de llamarlos al progreso humano.

3.        Cristo y su Iglesia son intolerantes. Los cristianos son enemigos de la cultura.


Alternativas:

1.        Cristo contra la cultura: El mal está en la cultura.

2.        El Cristo de la cultura. Acomodación.
         Cristo es identificado con el ideal del hombre. (liberalismo protestante).

3.        Cristo por encima de la cultura.
         Aquino: superioridad de la contemplación.

4.        Cristo y la cultura en paradoja.

5.        Cristo, el transformador de la cultura. Agustín. La cultura es un bien pervertido.

         La cultura humana puede ser: una vida transformada en y para gloria de Dios.

         Cristo Es el transformador de la cultura en el sentido de que reorienta, refuerza y regenera la vida del hombre, expresada en todas las obras humanas.




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