Distinción
entre ética y moral
En nuestro vocabulario corriente
tendemos a utilizar indistintamente los vocablos ética y moral, tanto en su
forma substantiva (para designar valores) como adjetiva (para designar la
cualidad de una acción o persona). En principio sus significados son
indistintos a la hora de introducir la pregunta sobre lo bueno y/o lo justo.
Sin embargo, cabe hacer ciertas
distinciones para lograr una mayor precisión conceptual. Etimológicamente ética
es un vocablo griego que recoge dos significados básicos: escrito con épsilon significa costumbres, mientras
que con éta significa carácter.
La palabra latina mos (pl. mores), de donde se deriva la palabra: moral, recoge ambos
significados, pero con un acento mayor en la idea de costumbres, por lo que
muchas veces la ética y la moral ha sido confundida con el estudio del ethos de un pueblo o civilización sin
indagar ni en los fundamentos de la moral, ni en la naturaleza de lo bueno.
Más allá de la concurrencia o desencuentro
de significados entre ética y moral nosotros haremos una distinción básica
entre estos dos conceptos para denotar dos momentos o esferas del hecho moral y
su reflexión.
Siguiendo a Paul Lehmann mantendremos
la siguiente distinción: el concepto de ética lo emplearemos para referirnos a
la disciplina sistemática y crítica concerniente a los fundamentos de la
conducta humana. El concepto de moral o moralidad lo reservaremos para
referirnos a la práctica o a la conducta.
(1.1) Moral
– Moralidad
En otras palabras, lo moral se refiere
a la dimensión antropológica de la conducta informada por un conjunto de reglas
o normas de comportamiento que guía a la voluntad, estableciendo distinciones
entre lo bueno y lo malo como criterio ya sea, de realización humana, perfección,
obediencia o una ley natural, ley moral, o voluntad de Dios. Utilizaremos el
vocablo de moral para referirnos preferentemente al acto como así también a las
normas o juicios que informan o guían la voluntad.
(1.2) Etica
El concepto de ética, por el otro
lado, se referirá no a un hecho práctico sino reflexivo. La ética es una
disciplina, y como tal tiene su propio objeto de estudio: la vida humana en su
dimensión moral, es decir, como conducta guiada por valores, principios, normas
sobre lo bueno y lo malo con los cuales hay una correspondencia práxica
(práctica).
La ética como disciplina puede
definirse más estrechamente como la reflexión crítica sobre las presuposiciones
en las cuales se funda el pensamiento y el accionar moral. Es decir, es una pesquisa
que apunta a los fundamentos de la conducta moral. Frankena dice: la ética o la
filosofía moral pregunta sobre los asuntos morales de una manera explícita y
reflexiva, más allá de las normas culturales o internalizaciones psicológicas.
(1.2.1) Dimensiones de la ética
La ética tiene varias dimensiones, una
de las cuales es la labor descriptiva (sistemática) que se centra en juicios de
hecho. Esta dimensión (a) descriptiva-empírica
(antropología, historia, sociología, etc.) tiene como meta la explicación tanto
de la moralidad como fenómeno, como de los contenidos morales de pueblos y
civilizaciones.
Pero la ética posee también
dimensiones críticas que van más allá de la descripción de “lo que es” para
expedirse sobre “lo que debería ser”. Así describimos una segunda dimensión de
la ética que (b) trata sobre los
juicios normativos o de valor que se pronuncian sobre lo que es bueno, correcto
u obligatorio en la multiplicidad de eventos y casos que hacen a la vida
humana, y que proceden asimismo a justificar o fundamentar dichos juicios sobre
distintas bases y de distintas formas.
Por último existe una tercera
dimensión de la ética como disciplina que es llamado (c) analítico o
meta-ético. Aquí no se responde a preguntas generales o particulares sobre lo
que es bueno, correcto u obligatorio, sino que responde a preguntas más
filosóficas y epistemológicas tales como ¿Qué es la moralidad?, ¿Cuál es el
sentido de expresiones como “correcto”, “bien”, etc.? ¿Cuál es la distinción
entre lo moral y lo amoral? ¿Cómo pueden justificarse la existencia de valores
y la moralidad?
Sentido
y significado de la ética
Después de este primer vistazo nos
preguntamos: ¿Para qué sirve la ética? Si la ética es el estudio de la vida
humana en su dimensión moral podemos afirmar que la ética es, entonces, el momento reflexivo que intenta orientar la
acción en respuesta a problemas o circunstancias específicas (objeto moral),
indagando sobre valores que son esenciales y constitutivos de y para la vida
humana.
Por esta razón, la ética siempre se
desarrolla en un marco explícito o implícito de naturaleza teológica y
filosófica con determinadas concepciones del ser humano, el mundo, la historia,
Dios, etc. Estos datos son presupuestos que conjugan, determinan, ordenan o
priorizan determinados bienes, valores y juicios normativos y la manera de
fundamentarlos. De esta manera la fe y su articulación sistemática –la
teología—comprenderán un marco u horizonte de sentido que determinarán la
ponderación de bienes y valores necesarios para la moral. Sin saber qué
realidades determinantes (bienes) y qué actitudes axiológicas irrenunciables
debemos respetar (valores) es imposible juzgar si un acto humano es moralmente
correcto.
Como disciplina crítica y sistemática
que estudia la dimensión moral, la ética abarca las preguntas de por qué
estamos obligados y a qué estamos obligados como seres humanos y/o cristianos.
Esta última pregunta, según Böckle, se desmembraría en otras dos: la primera se
refiere a la percepción de valores ¿Qué bienes y valores deben regular nuestro
comportamiento?, y la segunda hace hincapié en el problema de la fundamentación
de los juicios morales, ¿Cómo juzgar y prescribir éticamente el obrar humano
sobre el trasfondo de esta percepción de valores?
Para la teología cristiana la ética es
un momento de la instancia práxica de la fe, fe que se manifiesta en las buenas
obras que brotan de un nuevo estado y conciencia relacional con la
trascendencia que nos envía al mundo como hacedores de su voluntad y
manifestación de su señorío. Pero justamente dada la libertad de esta
trascendencia y el carácter histórico del mundo se impone la tarea de
discernimiento crítico frente a las nuevas problemáticas o asuntos que hacen a
la vida en este tiempo.
La ética, como momento de reflexión
crítico, surge ante el interrogante lanzado desde la realidad a la
responsabilidad humana que es convocada no sólo por ser su histórico-creatural,
sino por su comunión filial con el Padre (alianza, justificación). El momento
ético permite así la respuesta responsable que surge de una deliberación
inteligente y sensitiva fundada en valores y principios que retorna en clave de
juicios normativos y compromiso con la realidad expresando un sentido.
Algunas
herramientas conceptuales de la ética
Böckle enfatiza la distinción entre
valores morales y valores no morales.
(a)
Valores no morales, bienes,
bonum physicum:
Ciertos datos reales cuya existencia no depende del pensar y querer personal
(voluntad), es decir, que no tienen su origen en la libertad del ser humano,
pero que como realidades son fundamentales para la acción moral. Son objetos de
la decisión moral. Ejemplo: vida, dignidad personal, integridad corporal,
matrimonio, familia, estado, etc. En Israel existieron en forma apodíctica
(decálogo), y en las Constituciones modernas en forma de derechos
fundamentales.
(b)
Valores morales: Se refieren al compromiso
humano, a las acciones libres donde la persona se define a sí misma en relación
a la otroriedad (consideración del otro, algunos autores lo manejan como
alteridad) de las personas y cosas. Son determinadas disposiciones valiosas que
sólo en cuanto cualidades de la voluntad pueden considerarse como realidades.
Por ejemplo: Justicia, fidelidad, solidaridad, amor, etc.
El valor siempre descansa sobre objetos
o bienes valiosos como cualidades parasitarias de las mismas; es decir, no
constituyen el ser del bien, sino que son cualidades que surgen de la
estructura valorativa de la subjetividad en vistas a una realización objetiva.
(c)
Virtudes: rasgos deseables de
carácter moral en una persona o sociedad
(humildad, ternura, paciencia, templanza) que son cualitativamente
internalizados. Se diferencian de los valores morales en que informan a estos
para catapultarlos en una dimensión social y relacional. Por ejemplo: una
persona no puede tener la virtud de la igualdad, o la justicia o libertad;
todos estos son valores realizados por la voluntad, relacionalmente.
Una metodología o proceso de
razonamiento moral en general comienza con la descripción del problema u hecho
moral, una interpretación sistemática con correlación de datos que lleva a una
interpretación sistemática del objeto moral, y por último, a una valoración
ética signado por el juicio de valor.
Pero esta valoración, como el término
mismo lo expresa, hace referencia inmediata a la subjetividad tanto en su
percepción de valores como en la prescripción de normas. Ciertas coordenadas
antropológicas como el carácter temporal del ser humano, su especialidad, su
sexualidad, sociabilidad y carácter ciertamente condicionarán tanto la
percepción de valores, descripción del objeto moral, como también la
prescripción de normas concretas para la acción. Decimos condicionan, de
ninguna manera determinan: con esto nos referimos al ámbito de la relativa
autonomía provista por los universos de sentido que estructuran valores, y que
son previos a la existencia individual como todo completo cultural. Los bienes,
previo a todo ejercicio de la libertad humana, determinan la disposición de la
voluntad expresadas en valores que buscan corresponderse con lo anterior. Vidal
resume esto bien: los valores son entes o cualidades parasitarias que dependen
de un bien objetivo y una valoración subjetiva. Esto último, que responde al
hecho fenomenológico de la toma de decisiones sobre lo que es correcto hacer,
es lo que caracteriza a la humanidad como seres morales.
Ahora bien, si definimos al valor como
aquello que es importante, valioso, ¿Qué constituye al valor como valor?
Distintas respuestas sobre lo constitutivo del valor moral:
a.
Obligación
externa.
b.
Placer
o hedonismo.
c.
Felicidad
o eudemonía.
d.
Armonía
interior (ataraxia, apatheia).
e.
Deber.
f.
Utilidad.
g.
Altruismo.
h.
Dios
(amor, reino de Dios, imitación, justificación).
Formas de
juicios o evaluación en la ética
(a)
Juicios
deónticos sobre hechos, acciones, actos: Son juicios sobre la obligación moral
y se distingue entre 1. Particular:
juicios sobre una cierta Acción (lo que Juan hizo está mal, no debemos
abandonar a mamá); 2. General: sobre
un tipo de acción (debemos guardar las promesas, todas las personas tienen
derecho a la libertad, el amor es el cumplimiento de la ley moral).
(b)
Juicios
aretaicos sobre personas, motivos, intenciones, rasgos de carácter, diciendo
que son buenos, malos, santos, odiosos, responsables, culpables, etc. Se
distinguen en 1. Particular (Mi
abuelo era un hombre bueno, Juan debe ser castigado. Bonhoeffer era un santo); 2. General (La benevolencia es una
virtud, una buena persona no roba ni miente, los pastores son hombres probos).
(c)
Juicios
no morales que refieren a las convicciones (es bueno comer un plato fuerte al
mediodía), o lo legal (el aborto es lícito en algunos países europeos), lo
estético (Picasso es un buen pintor). No son juicios morales porque
generalmente se refieren a objetos que no pueden ser sujetos morales.
Propósito de
la dimensión normativa de la ética
¿Qué hace un acto moralmente bueno o
malo, correcto o falso? Es el papel de la dimensión normativa de la ética
tratar las distintas teorías de la obligación moral buscando normas y criterios
que sirvan para dirigir y evaluar los actos. El propósito de este aspecto de la
ética en guiarnos en el quehacer de las decisiones y de los juicios sobre
acciones en situaciones particulares.
En el apunte anterior afirmamos que la
percepción de bienes y valores previa a la acción constituye la base
fundamental para los juicios morales y las normas derivadas de ellas. El juicio
moral se funda, por lo tanto, en esta primera fase “objetiva”; pero de ningún
modo el juicio se agota con ella. Determinar qué es lo bueno y qué valores
coadyuvan hacia un bien no constituye el juicio moral per se, sino un juicio axiológico
que eventualmente se traducirá en un juicio moral por un sujeto o comunidad en
particular sobre un caso o problema situado. El juicio moral, por lo tanto, se
refiere a una norma de comportamiento concreta.
Tomemos un ejemplo: Axiológicamente
afirmamos que la vida, junto a la libertad, la integridad corporal, etc.,
constituyen bienes cuya existencia como valor no depende del pensar o querer
personal, pero no obstante deben ser tenidos en cuenta en el obrar moral. ¿Son
estos juicios morales? No aún, ya que un juicio axiológico es un acto que no
expresa en forma inmediata una norma de comportamiento concreta. La vida como
valor, o la dignidad humana, constituyen por lo tanto valores pre-éticos o
no-morales. Ahora bien, cómo se traduce este bien en un juicio práctico que
exprese y corresponda a un valor conforma la pregunta sobre los juicios morales
como cualidades de la voluntad. Para seguir con nuestro ejemplo, la justicia,
el amor, la fidelidad, expresarán valores que corresponden a un bien percibido
(la dignidad de la vida) pero en función de una conducta humana que buscará
expresar un valor. Pero siendo que la conducta humana debe tener en cuenta un
sinnúmero de variables que se presentan como desafíos y obstáculos a la
conducta moral, se abre entonces la dimensión propia referida a los juicios
prácticos como tales, es decir, las normas que guiarán la acción y el modo de
fundamentarlas. Ejemplifiquemos: ¿cómo se vuelve este bien (la vida) objeto de
responsabilidad moral, es decir, juicio práctico, en un contexto signado por la
globalización, precarización laboral, etc.? ¿Sobre qué valores morales se
fundan los programas económicos y su racionalidad técnica, y cómo se
fundamentan los juicios económicos prácticos? ¿El debate es sobre la percepción
de bienes y valores disímiles, o sobre el modo de fundamentar las normas? ¿Es
moralmente permisible sacrificar ciertos derechos o sectores en función de un mayor
bienestar general? ¿Qué relación tiene el fin buscado con los medios
implementados? Cuando se hablan de valores como la justicia, ¿Cuál es su
justificación última y cómo se traduce en juicios prácticos? Y en todo esto, ¿Tiene
valor moral el lugar social desde dónde se perciben valores y se formulan
juicios?
Entramos aquí al tema del método para
fundamentar proposiciones normativas, método que responde y está condicionado
por un horizonte axiológico (conjunto de valores) y la situación concreta de la
problemática y decisión moral.
Modos de
fundamentar los juicios y normas morales
Definamos los dos métodos clásicos y
extremos empleados para fundamentar los juicios éticos normativos.
(A) Schüller define en forma
sintética el método o teoría teleológica: “Se afirma que una teoría es
teleológica si sostiene que todas las acciones deben ser juzgadas moralmente
sólo por sus consecuencias”.
Lo que se dice aquí es que el criterio
y lo básico para lo moralmente correcto es el valor o bien no-moral que es
realizado o que resulta de la acción (u omisión). Esto implica una discusión
profunda sobre qué es el bien que determina la acción moral y los valores, y a
quiénes y cómo es distribuido el beneficio de este bien. Sobre esta base se
distinguen distintas posturas:
1.
Egoísmo ético: Lo moralmente correcto es
hacer lo que promueva el bienestar de uno mismo, esto constituye la obligación.
Si todos actuarían de acuerdo a esta máxima se lograría el bien de todos. Hay
que aclarar que este egoísmo no implica que hay que actuar egoístamente: gestos
aparentemente altruistas responden a valoraciones egoístas.
El mayor argumento a favor de esta
teoría proviene de la constitución psíquica humana: estamos constituidos que
perseguimos, desde el principio, nuestro placer o interés. Uno de los problemas
centrales en esta teoría es la definición sobre lo que es bueno o malo en este
interés: puede ser conocimiento, poder, auto-realización sexual, etc.
2.
Utilitarismo ético: El mayor bien posible para
la mayor cantidad posible. El fin moral buscado es el mayor balance posible del
bien sobre el mal. Pero, ¿cómo se mida la utilidad?, ¿qué es el bien no-moral?
Hay respuestas hedonistas pero también idealistas.
Utilitarismo
del acto:
La rectitud o no de una acción viene determinada por las consecuencias de la
misma. El problema: se puede llegar a violar muchos principios considerados
morales, como ser, castigo del inocente, asesinato legal, mentir, etc. En
síntesis, no nos presenta reglas que nos ayuden a decidir sobre la moralidad
del acto mismo, sino de sus consecuencias.
Utilitarismo
de la norma:
Los actos deben ser considerados como correctos con tal de que se ajusten a
unas normas apoyadas en razones utilitarias, generalmente derivadas de la
experiencia y el sentido común. Pregunta así no que acción producirá mayor
utilidad, sino que norma.
Se han expresado objeciones
importantes a la postura utilitarista (conciencialismo o teleología):
a)
Se
deben tomar en cuenta otros aspectos distintos de las consecuencias (fidelidad,
decir la verdad, etc.);
b)
El
bien no puede determinarse al margen de lo moralmente correcto;
c)
La
moralidad tiene que ver no sólo con la consecuencia, sino con el cómo.
3.
Altruismo ético: Lo que promueve el mayor
bienestar de los otros.
(B) Teoría Deontológica
Tradicionalmente se lo definió como
“el comportamiento concreto que es siempre moralmente correcto
independientemente de sus posibles consecuencias”. Lo bueno, lo correcto, no es
establecido en base a un bien no-moral, ni de lo que produce un bien mayor. Lo
moralmente correcto reside en la acción o regla de acción y no en los
resultados. Por lo tanto se enfatiza que en la acción moral es más importante
los rasgos del acto mismo que el valor que produce (guardar una promesa,
mandamiento de Dios, cumplir la ley, etc.).
Schüller ha matizado esta definición
para no hacerla tan absoluta: “Una teoría es deontológica si afirma que no todas las acciones están determinadas
en su moralidad exclusivamente por sus consecuencias: “Esta definición hace que
el tipo deontológico abarque más alternativas que la definición tradicional.
1.
Deontologismo del acto: La obligatoriedad de un
acto está dado por situaciones particulares y no por reglas general. Se
enfatiza la decisión, la intuición, como en el existencialismo. Su aspecto
positivo es que subraya la complejidad del dilema humano y la pluralidad de situaciones que parece
escapar a todo normatividad. Pero su punto flojo es que el ser humano jamás
opera sin reglas, y tiene a universalizar la regla para los casos similares.
2.
Deontologismo de la norma. Es estándar de lo correcto
es determinado por una o más reglas o normas. Estas reglas son básicas a la
constitución humana, y no pueden derivarse inductivamente. Las reglas son
siempre válidas más allá del resultado.
2.1.
Teoría del mandamiento
divino:
provee un estándar de lo bueno y lo malo de acuerdo a la voluntad de Dios. Es
llamado voluntarismo teológico, y mide una conducta como adecuada porque
responde al mandamiento. Lo correcto es lo que Dios ordena. Problema: ¿Cómo
saber cuál es la voluntad de Dios?
2.2.
Teoría Kantiana: Imperativo categórico:
actuar de acuerdo a una máxima que al mismo tiempo deseas que se convierta en
ley universal. Pregunta: que es lo que hace a la máxima un evento moral? No
puedo desear algo inmoral, o no-moral?
Relación
entre el cristianismo y la civilización
Richard
Niebhur
“Cristo y la
Cultura”
Debemos establecer la relación entre
Cristo y la cultura, para aclarar los propósitos del Evangelio y los límites de
su misión.
Acusaciones:
1.
Jesús
ignoró todo lo concerniente a la civilización material: en este sentido no
pertenece a la civilización (Desde el judaísmo).
2.
Los
cristianos desprecian la existencia presente y una confianza en la
inmortalidad.
El cristianismo induce a los hombres a
confiar en la gracia de Dios en vez de llamarlos al progreso humano.
3.
Cristo
y su Iglesia son intolerantes. Los cristianos son enemigos de la cultura.
Alternativas:
1.
Cristo
contra la cultura: El mal está en la cultura.
2.
El
Cristo de la cultura. Acomodación.
Cristo es identificado con el ideal del
hombre. (liberalismo protestante).
3.
Cristo
por encima de la cultura.
Aquino: superioridad de la
contemplación.
4.
Cristo
y la cultura en paradoja.
5.
Cristo,
el transformador de la cultura. Agustín. La cultura es un bien pervertido.
La cultura humana puede ser: una vida
transformada en y para gloria de Dios.
Cristo Es el transformador de la
cultura en el sentido de que reorienta, refuerza y regenera la vida del hombre,
expresada en todas las obras humanas.
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