Los pasos de la preparación del sermón.
Continuación.
PRIMER PASO: El primer acercamiento al texto bíblico.
- → ¿Está familiarizado con el texto o le resulta extraño? ¿es fácilmente inteligible o de compresión le resulta difícil?
→ ¿A primera vista, ese texto ¿le suena agradable o de alguna manera le
“molesta”?
- → Intente reformular el texto con palabras propias. (Este paso de paráfrasis vale sobre todo para los textos de aproximación difícil).
- → Lea el texto bíblico en varias versiones confiables.
- → Busque y reflexione sobre las palabras claves del texto. Con la ayuda de un diccionario, busque el significado de esos vocablos.
- → Compare el texto con otras traducciones y busque entender cómo sus traductores comprendieron e interpretaron el texto.
·
Con una concordancia busque en
otros textos los diversos usos de la palabra clave
·
Recuerde textos bíblicos o de
otra fuente que tengan algo que ver con el texto que será la base de la
predicación
- → Haga una “descripción” del texto en función de su(s):
- estructura -
puntos poco claros
- puntos
culminantes - ambigüedades
- → Formule ya lo que podría ser el “scopus” del texto: la “causa” que haya que defender.
Empezar a constituirse el “filtro” descrito antes y que acompañará
todo el proceso de la preparación.
SEGUNDO PASO: La primera
“conversación” con el oyente.
El propósito del paso 2 es intentar una primera confrontación con la
situación concreta en la cual estamos viviendo, delimitando la “situación
homilética”.
- → Una vez formulada adecuadamente la “causa”, y destacada la temática a partir del paso 1, intentar imaginarse como dicha temática podría eventualmente actuar sobre los oyentes.
- → A partir de lo que me parece importante en el texto como resultado del primer paso, ¿de qué me gustaría hablar con los que vendrán a escuchar la predicación?
- → ¿Hay experiencias, fragmentos de conversación, entrevistas, etc., que tuve con miembros de la comunidad y con otros amigos, que podrían relacionarse con la temática?
- → Empezar a preguntarse: ¿qué quiero lograr con la predicación? Si tuviera que defender esa “causa” como un abogado: ¿cuál sería mi intención como predicador del Evangelio?
TERCER PASO: Investigación
y correcciones exegéticas
Insistimos en el concepto de que el texto no tiene que adaptarse a
nosotros, sino más bien al revés: tenemos que someternos a él. Este es el
propósito de esa fase de estudio exegético del texto previsto para la
predicación.
Esta fase apunta hacia afirmaciones exegéticas que os permitirán ser
fieles portavoces del mensaje que ofrece el texto.
Desde el punto de vista exegético, debemos someter el texto a las
siguientes preguntas:
- → ¿En qué contexto (conjunto más amplio) se ubica el texto de predicación?
- → ¿Cuál fue el propósito del autor del texto con sus primeros destinatarios? ¿Cómo implementó su propósito?
- → ¿Qué dicen los comentarios acerca de este pasaje y de su mensaje? Si se pueden comparar varios comentarios: ¿encontramos acuerdo o discordancia? ¿sobre qué?
- → ¿Con qué afirmaciones doctrinales de la fe cristiana (por ejemplo: la justificación por la fe, la Iglesia, el sacerdocio universal, el ministerio, etc.) se puede relacionar lo que encontramos en la investigación exegética?
CUARTO PASO: Recopilar material
Es aquí donde el
“fichero predicación” presta gran utilidad ya que podremos utilizar todo
aquello que hemos guardado pensado que “podrá servir algún día…”
Por otra parte,
si disponemos de ejemplos de predicación sobre el texto, o meditaciones que
encontramos en alguna revista:
→ Echamos un vistazo sobre
este material
→ ¿Cuál es la idea central
para los autores?
→ Tomamos nota de las
formulaciones, los desarrollos que nos parezcan particularmente adecuados.
→ Tomamos nota de las
ilustraciones, las imágenes o narraciones que nos gusten particularmente.
QUIENTO PASO: Una pausa creativa.
Dados los cuatro
primeros pasos, no se debería empezar de inmediato con la construcción
propiamente dicha de la predicación.
Sería importante
que hacer aquí una pausa para permitir que las ideas “decanten” y que el
trabajo de preparación continúe como una verdadera gestación.
Eso es, a
menudo, un momento de desasosiego porque no se sabe todavía cómo ni cuando
“saldrá” la predicación y es razonable que existan dudas sobre la culminación
exitosa de la elaboración.
Sin embargo,
esta fase un poco “molesta” es importante. Muy a menudo es la condición sine
qua non para que pueda surgir la idea que me permitirá ordenar claramente toda
la reflexión y todos los materiales que se fueron amontonando en el proceso.
SEXTO PASO: Ordenamiento y estructuración de los
distintos elementos de construcción.
El ordenamiento
del material recopilado a lo largo de los cuatro primeros pasos se efectúa
alrededor de la idea principal que será la espina dorsal de toda la
predicación.
- → Escribir y esclarecer más detalladamente puntos anotados y que merezcan un desarrollo más amplio y debidamente redactado.
- → Elaborar, formular y redactar narraciones cortas, ejemplos concretos si los tuviere, adaptándolos adecuadamente a la intención del mensaje previsto.
- → Decidir la forma de estructura (ver ejemplo p. 105 s) que se adecue mejor al mensaje del texto y a la intención de la predicación en elaboración.
→ Afinar bien el “filtro” que me permitirá la estructuración que dará
unidad al mensaje.
- → Insertar el material elegido y “filtrado” dentro del esquema elaborado.
- → Comenzar a “llenar” la trama ya constituida haciendo una primera redacción de las partes principales.
SEPTIMO PASO: Redacción y fijación definitiva de la
forma.
Este paso no
será todavía el “toque final” y definitivo de la predicación.
Recordamos que
poner el punto final en el escritorio no significa que el trabajo esté
terminado.
Lo estará sólo
cuando el oyente y el predicador pronuncien su “Amén”, una vez “re-creada” la
predicación desde el púlpito.
Sobre la base
del esqueleto detallado de la predicación, proponemos la siguiente actividad:
A.
→ Redactar cuidadosamente absolutamente
todo, incluyendo las anécdotas, los ejemplos, etc.
Esta es la fase de redacción, consistente en llenar la trama de lo
elaborado.
El hecho de redactar todo
cuidadosamente permitirá:
- Saber
exactamente adónde vamos. El predicador es el maestro y no debe permitir que su
discurso lo maneje.
-
Evitar el despilfarro de un
espacio raro y valioso de comunicación. Efectivamente, hay una “conciencia
profesional” que impide someter al oyente al espectáculo lamentable del
predicador que utiliza la mitad del tiempo disponible, en buscar las palabras
adecuadas, en lugar de hacerlo donde corresponde, es decir en su escritorio.
-
“Afinar” los términos con la
mayor precisión posible. Que los verbos cumplan su función, hacer llegar una
frase a su fin, que los sustantivos tengan la mayor autonomía posible, sin las
“muletas” de adjetivos repetidos (tales como los que terminan en “…able” o
adverbios terminados en “… ente” o) que muy a menudo vuelven el discurso
pesado. Dedicar media hora de la preparación para buscar una palabra, a veces,
no es pérdida de tiempo…
-
Fijar muy claramente el límite
del discurso.
-
Reiteramos que el rol del
manuscrito: una vez que el sermón se pronuncia en el púlpito, el manuscrito se
asemeja mucho al rol de una partitura musical que se va “interpretando”. En la
sala de concierto no se la lee sino más bien se le da “vida propia” basándonos
en indicaciones muy precisas, estrictas y bien delimitadas sobre el tema que
haya que interpretar.
-
Una vez concluida la redacción
definitiva conviene compararla con el esquema estructural y observar su estilo.
B.
→ Averiguar la estructura del sermón: ¿Las distintas partes de la predicación
están distribuidas de manera homogénea? (¿No es demasiada pesada la
introducción? ¿El resto del sermón parece un agregado? Si la diferencia de
longitud entre las partes fuera demasiado grande, tratar de cortar las más
largas). ¿Están bien articuladas entre sí todas partes? (No deben ser bloques
sueltos, ni tampoco estar tan fusionados que no haya entre ellos ninguna
transición. ¿La información es adecuadamente redundante o es una suma de
informaciones indigeribles?
C.
→ Examinar el estilo: ¿La introducción es una invitación a escuchar? ¿da ganas de
“entrar” en la predicación? La conclusión ¿cierra el mensaje definitivamente
dejando fuera a los oyentes, sin ninguna participación posible a la propuesta
del sermón? Por el contrario ¿el mensaje ofrece nuevas perspectivas? Las
ilustraciones y los ejemplos utilizados ¿cumplen su función apoyando las
afirmaciones y reforzando el contenido o transforman la predicación en una
serie de narraciones meramente anecdóticas? La síntesis de las narraciones: ¿es
inteligible?
Somete el
“producto final” al control evaluativo de esta planilla es importante. Si
hubiera dudas sobre alguna parte o formulación, habrá que retrabajarla.
“Vale para el predicador lo que vale para un buen
escritor: él no escribe. Reescribe”.
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