Wonderly, Guillermo L.
“¿EL VASO O EL AGUA?”
Revista: LA BIBLIA, EN
AMERICA LATINA.
México, D. F.
Centro de Servicio Bíblico
para América
Latina, A. C. Vol. 41, No. 173
Nov-Dic. 1896 Págs. 14-16
Cualquier mensaje en lenguaje humano,
incluso el de la Biblia, tiene su propia FORMA lingüística, o sea, su
estructura léxica, gramatical y retórica. Esta forma sirve de vehículo “Envase”
para comunicar su CONTENIDO, o sea su significado.
Cada idioma tiene su forma propia. La
forma del mensaje en la Biblia en el original hebreo o griego es diferente a la
del español al cual se traduce.
Toda traducción de un idioma a otro
implica alteraciones de la forma, a veces muy radicales, sin las cuales no
sería posible comunicar el contenido. Hay versiones de la Biblia, especialmente
las tradicionales, que han tratado de dejar traslucir en la traducción todo lo
posible de la forma o estructura de las lenguas originales; lo cual,
desafortunadamente, ha conducido muchas veces a algún oscurecimiento del
contenido. Por otra parte, hay versiones que, siguiendo los principios actuales
de la ciencia de la comunicación, ponen su énfasis principal en comunicar el
contenido, aun cuando la forma del original deje de ser evidente en la
traducción.
La primera clase de traducción, la que
enfatiza la forma, tienen a representar en original palabra –por- palabra, con
un mínimo de ajustes para acomodarlo al idioma al cual se traduce. Esta norma
fue especialmente evidente en la llamada Biblia de Ferrara (1553), una versión
en español del Antiguo Testamento hecha por judíos, la cual por su traducción
casi palabra –por- palabra podía ayudar a las personas en la sinagoga a que
siguieran la lectura hecha en hebreo. (Una edición de esta Biblia tenia el
hebreo y el castellano en columnas paralelas, con esta finalidad). Pero el
lenguaje de esta versión es muy forzado y en algunos pasajes apenas
inteligible. Nótese, por ejemplo, la siguiente traducción de Génesis 37:3-7
(con la grafía modernizada), en que, además de las expresiones arcaicas del
español se ven varias distorsiones que se deben a la traducción según la forma
hebrea:
“E Israel
amaba a José más que todos sus hijos de vejeces él a él. Y hizo a él túnica de
sedas. Y vieron sus hermanos que a él amaba su padre más que todos sus hermanos
y aborrecía a él; y no pudieron hablarle de paz. Y soñó José sueño y denunció a
sus hermanos; y añadieron más aborrecer a él. Y dijo a ellos: Oíd ahora el
sueño este que soñé. Y he nos agavillantes gavillas entre el campo y he se
levantaba mi gavilla y también se paraba; y he se arrodeaban vuestras gavillas
y encorvábase a mí gavilla”.
Una traducción de esta clase, aunque
trata de ser fiel a la forma del original, deja de comunicar con fidelidad su
contenido.
Casi por la misma época de la Biblia
de Ferrara, comenzaron a aparecer otras traducciones al español, principalmente
protestantes, como las del nuevo Testamento de Francisco de Enzinas (1543) y de
Juan Pérez de Pineda (1556), y luego la Biblia de Casiodoro de Reina (1569), en
las que se seguía una pauta menos literalista, aclarando más el contenido,
aunque todavía apegada a la forma gramatical, lo que no ocurre en las versiones
más recientes. (De hecho, San Jerónimo, en su preparación de la Vulgata, había
insistido siglos antes en traducir de acuerdo al contenido más que a mantener
la forma).
Pero aun en la versión original de
Reina el apego a la forma del hebreo o del griego impidió, en muchos casos, una
fiel y clara comunicación del contenido. Por ejemplo, en Zacarías 4:14 la Biblia de Reina y Valera
traducía literalmente “Hijos de aceite” que es una forma retórica hebrea que
oculta por completo el significado. No fue sino hasta la revisión de 1909 que
se tradujo por UNGIDOS, forma castellana correspondiente que expresa fielmente
el significado de este giro semítico.
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