Principio
fue de nuevas discordias y revueltas en el pueblo, la partida de Arquelao para
Roma; porque después de haberse detenido siete días en el luto y llantos
acostumbrados, abundando las comidas en la pompa a todo el pueblo (costumbre
que puso a muchos judíos en pobreza, porque tenían por impío al que no lo
hacía); salió al templo vestido de una vestidura blanca, y recibido aquí con
mucho favor y con mucha pompa él también, asentado en un alto tribunal, debajo
de un dosel de oro, recibió al pueblo muy humanamente; hizo a todos muchas
gracias, por el cuidado que de la sepultura de su padre habían tenido, y por la
honra que le habían hecho a él ya como a rey de ellos; pero dijo que no quería
servirse, ni del nombre tampoco, hasta que César lo confirmase como a heredero,
pues había sido dejado por señor de todo en el testamento de su padre. Y que
por tanto, queriéndole los soldados coronar, estando en Hiericunta, no lo había
él querido permitir ni consentir en ello, antes resistiólo a la voluntad de
todos ellos. Pero prometió, tanto al pueblo como a los soldados, satisfacerles
por la alegría y voluntad que le habían mostrado, si el que era señor del
Imperio le confirmaba en su reino; y que no había de trabajar en otra cosa,
sino en hacer que no conociesen la falta de su padre, mostrándose mejor con
todos en cuanto posible le fuese. Holgándose con estas palabras el pueblo,
luego le comenzaron a tentar pidiéndole grandes dones; unos le pedían que
disminuyese los tributos; otros que quitase algunos del todo; otros pedían con
gran instancia que los librase de las guardas. Concedíalo todo Arquelao, por
ganar el favor del pueblo.
domingo, 2 de noviembre de 2014
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