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sábado, 1 de noviembre de 2014

La estafa del `Código real´  

En los últimos tiempos circula por medios evangélicos una versión del Nuevo Testamento que se titula “El Código Real” y que se presenta como “Traducción realizada de los manuscritos hebreos y arameos más antiguos a la luz del pensamiento hebraico del primer siglo”. La obra tiene la pretensión de poner al alcance de los lectores el texto verdadero del Nuevo Testamento. En realidad, es una verdadera estafa científica, intelectual y espiritual que sirve de cobertura para algunas de las herejías más
30 DE JUNIO DE 2006
Soy bastante escéptico con la profusión de traducciones de los textos bíblicos. Lo soy, en parte, porque habitualmente para el estudio utilizo los textos en hebreo y griego; lo soy porque no pocas de las nuevas versiones no son sino operaciones comerciales de dudosa solvencia científica y lo soy porque no suelo ver mejoras sobre las versiones ya existentes que justifiquen la inversión, la publicidad y el esfuerzo de esas nuevas “biblias”.

Sin embargo, el juicio no puede ser igual en todos los casos y   el texto del que ahora me voy a ocupar constituye uno de los episodios más bochornosos de alteración y adulteración de la Palabra de Dios con que me he encontrado a lo largo de tres décadas.  El texto –que pretende presentarse como una traducción veraz que parte de fuentes hebraicas– es aún peor si cabe que la traducción del Nuevo Mundo difundida por la secta de los Testigos de Jehová.

  Lo es por varias razones  que voy a intentar ir desgranando brevemente en sucesivas entregas. La primera es porque el Cristo que presenta no es el de la Biblia sino otro “cristo” desprovisto de su Deidad y reducido a simple rabino ben Josef o hijo de José; la segunda porque el Evangelio que encontramos en sus páginas no es el Evangelio de la gracia de Dios que aparece en la Biblia sino otro Evangelio muy diferente de salvación por obras; la tercera porque la esperanza cristiana es sustituida por el punto de vista psicopaniquista del adventismo divulgado posteriormente por los Testigos de Jehová entre otras sectas y la cuarta, porque, para remate, todos los supuestos argumentos en favor de la traducción esgrimidos por el autor son una absoluta falsedad cubierta de ignorancia verborreica.

 EL CRISTO DEL “CÓDIGO REAL” NO ES EL CRISTO DE LA BIBLIA
  El apóstol Juan inicia su Evangelio con una identificación clara acerca del Jesús que se hizo carne y habitó entre nosotros. Era la Palabra (o el Verbo o el Logos) que era Dios (Juan 1, 1). Esa afirmación de la plena deidad de Cristo es sustituida en el Código real por una afirmación delirante sin base en un solo manuscrito del Nuevo Testamento:
 “Desde un principio era dabar de Elohim y aquel dabar estaba siempre ante Elohim y el dabar que ya existía era la expresión misma de Elohim”.

Ni siquiera los testigos de Jehová se han atrevido a tanto. Cristo, la Palabra, no sólo no era Dios sino simplemente una expresión de Dios.

Por supuesto, semejante disparate plantea problemas muy serios como, por ejemplo, el hecho de que Tomás llama a Cristo  “Mi Señor y mi Dios” (Juan 20, 28) . Sin embargo, ahí el Código real ha ido aún más lejos que la Versión de los TJ y “traduce”:  “Respondió Tomah: “Mi Adón y mi Juez”.

De nuevo, no existe un solo texto del NT que justifique esa traducción, pero eso al autor del Código real no le importa lo más mínimo conseguido el objetivo de privar a Cristo de su divinidad. Semejante comportamiento se repite – no podemos citar todos los casos – en otros textos.

Por ejemplo, Hebreos 1, 8, donde se llama Dios al Hijo, afirma el Código real:
 “Pero del Hijo dice: “Tu trono divino...”

Tito 2, 13 donde se nos habla de “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”, aparece en el Código real:
 “de nuestro gran Di-os y de nuestro libertador, Yeshua el Mashiaj”

o 2 Pedro 1, 1 donde se hace una clara referencia a  “por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo”  es vertido en el Código real como:
 “a los que por la justicia de nuestro Di-os a través de nuestro libertador, Yeshua el Mashiaj”.

Seguramente, a nadie le sorprenderá a estas alturas saber que Cristo NO es adorado en el Código real sino que “  le rindieron honores reales ” (Mateo 28, 17) o, simplemente, le sirven (Hebreos 1, 6).

Deseo insistir en ello. No soy exhaustivo en la exposición. Por el contrario, me limito a dar algunos botones de muestra porque no hay texto sobre la divinidad de Cristo que no haya sido identificado y pervertido por la Versión llamada el Código real. Cristo es llamado una y otra vez “el Rábi” (sic) o ben Yosef. El primer tratamiento apenas tiene repercusión en las Escrituras y, desde luego, es mucho menos importante que títulos como los de Señor, mesías, Hijo de Dios o Dios; el segundo, de manera significativa, sólo fue usado por incrédulos, pero nunca por los creyentes.
En la primera entrega de esta serie tuvimos ocasión de ver cómo la versión del Nuevo Testamento que se titula “El Codigo Real” ha falseado de manera totalmente injustificada las referencias a la deidad de Cristo que aparecen con profusión en los escritos apostólicos. En esta entrega vamos a detenernos en la manera en que pervierte el Evangelio de la gracia de Dios.
07 DE JULIO DE 2006
La enseñanza de la Biblia sobre la salvación es de una claridad meridiana. La salvación no deriva de los méritos u obras humanas; no es ganada por el hombre gracias a su esfuerzo, sino que es un regalo de Dios, un don inmerecido obtenido por Cristo al morir en nuestro lugar en la cruz y por ello sólo puede aceptarse o rechazarse. El receptáculo para la aceptación no es otro que la fe.

Así, resumiendo un tema extenso, la Biblia enseña que la salvación es “por gracia a través de la fe, no por obras para que nadie se glorie” (Efesios 2, 8-9); que “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él” (Romanos 2, 20); que “aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3, 21); que “el hombre es justificado sin las obras de la ley” (Romanos 3, 28); que la salvación “es por fe, para que sea por gracia” (Romanos 4, 16); que “por la ley ninguno se justifica ante Dios” (Gálatas 3, 11) o que “si por medio de la ley se obtuviese la justicia, entonces Cristo murió en vano” (Gálatas 2, 21).

 Es difícil ciertamente dar con una doctrina que esté manifestada con más claridad en la Biblia que la de la salvación por gracia a través de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo.

Pues bien, ese Evangelio de la gracia es opacado en el denominado Código Real para apoyar la tesis de una salvación por las obras de la ley. Para ello se recurre al falseamiento del propio texto sagrado. Veamos algunos ejemplos:
“... el hombre es justificado por fe obediente que no tiene nada que ver con la observancia legalista de la ley” (Romanos 3, 28). En nota a pie de página el texto intenta además defender semejante aberración indicando que “los que obedecen la Torah son los que tienen la promesa de recibir como regalo, la justicia divina”. Difícil resulta torcer más el texto de Pablo.

“Y es evidente que por este legalismo que resulta de torcer la ley divina, nadie es declarado justo delante de YHWH porque está escrito: “El que vive en obediencia a la ley, recibirá el regalo de la vida que viene por su fe obediente a lo que YHWH ha prometido” (Gálatas 3, 11). De nuevo, el texto no puede ir más contra lo enseñado por Pablo. Si el apóstol señala que nadie se justifica por la ley sino por la fe, el Código Real intenta introducir la idea de que nadie se justifica por el legalismo, pero sí recibe la salvación por obediencia a la ley, es decir, exactamente lo contrario de lo enseñado en el Nuevo Testamento.

Otro ejemplo de esta depravación lo tenemos en Gálatas 2, 21 donde la afirmación rotunda de que la salvación no es por la ley se ve sustituida por el siguiente galimatías: “No desecho este regalo de YHWH, porque si por el legalismo que resulta en una interpretación equivocada de la ley divina fuese la justicia entonces por demás murió Mashiaj”.

Podríamos multiplicar los ejemplos, pero la enseñanza que pretende esparcir el Código Real no puede ser más clara. En contra de la doctrina bíblica de la salvación por gracia a través de la fe en el sacrificio de Cristo, el Código Real sostiene la tesis de que es la obediencia a la ley la que permite que Dios nos justifique. Cuando el texto de la Biblia muestra que por la obediencia a la ley no puede nadie ser justificado, el traductor del Código real sustituye con el mayor descaro el término ley (nomos) por circunlocuciones como “legalismo”, “interpretación equivocada de la ley divina”, etc.

Causa pasmo que un hombre se atreva a sustituir lo que enseñan las Escrituras por su propia interpretación torcida de las mismas. Causa pasmo, pero eso mismo es lo que lleva a cabo el Código Real y por ello le resulta de clara aplicación lo que Pablo escribió a los Gálatas:
 “Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1, 8-9).




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