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lunes, 2 de noviembre de 2015

Una edad de oro primitiva

Es interesante que entre las leyendas comunes a muchas religiones hay una que dice que la humanidad empezó en una edad de oro en la cual el hombre no conocía culpa, y vivía feliz y apaciblemente, en estrecha comunión con Dios, y no enfermaba ni moría. Aunque los detalles difieran, el mismo concepto de un paraíso perfecto que existió en el pasado se encuentra en los escritos y leyendas de muchas religiones.

 El Avesta, el libro sagrado de la antigua religión persa del zoroastrismo, habla sobre “el hermoso Yima, el buen pastor”, quien fue el primer mortal con quien conversó Ahura-Mazda (el creador). Ahura-Mazda le dio instrucciones de “nutrir, gobernar y vigilar mi mundo”. Para hacer eso, tenía que construir Vara, una morada subterránea, para todas las criaturas vivientes. En aquel lugar “no había ni opresión ni ánimo malvado, ni estupidez ni violencia, ni pobreza ni engaño, ni debilidad ni deformidad, ni dientes enormes ni cuerpos que pasaran del tamaño usual. Los habitantes no estaban contaminados por el espíritu maligno. Moraban entre árboles olorosos y columnas doradas; eran los mayores, mejores y más hermosos de la Tierra; ellos mismos eran una raza alta y hermosa”.

 Entre los griegos de la antigüedad, el poema “Los trabajos y los días”, de Hesíodo, habla de las Cinco Edades del Hombre, la primera de las cuales fue la “Edad de Oro”, en la cual los hombres disfrutaron de felicidad completa. Escribió:
“Cuando los hombres y los dioses todos vinieron a la vida, fue creada por los que moran en el alto Olimpo, la edad de oro tan tranquila y grata. A Saturno obedientes los mortales, quien en el cielo entonces imperaba, a la misma existencia de los dioses la suya asemejaron; de la infausta inquietud siempre libres, libres siempre de trabajos, de penas y desgracias, éranle, pues, desconocidos esos achaques propios de vejez cansada, y sus pies y sus manos no perdían su vigor, y al placer todos se daban”.
Según la mitología griega aquella legendaria edad de oro se perdió cuando Epimeteo aceptó como esposa a la hermosa Pandora, que le fue regalada por el dios olímpico Zeus. Cierto día Pandora destapó una gran tinaja que tenía, y súbitamente escaparon de ella las dificultades, las miserias y las enfermedades de las cuales la humanidad nunca se recuperaría.

 Leyendas de la China antigua también mencionan una edad de oro en los días de Huang Ti (Emperador Amarillo), de quien se dice que gobernó por cien años en el siglo XXVI a.E.C. A él se le atribuye haber inventado todo cuanto se relaciona con la civilización: la ropa y el abrigo, vehículos de transportación, armas y guerrear, administración del terreno, manufactura, cultivo de la seda, música, el lenguaje, matemática, el calendario, y así por el estilo. Se dice que durante su reinado “no había ladrones ni peleas en China, y la gente vivía en humildad y paz. Las lluvias y el clima propicios tenían como resultado una cosecha abundante año tras año. Muy sorprendente era que ni las bestias salvajes mataban ni las aves rapaces causaban daño. Puesto en pocas palabras, la historia de China empezó con un paraíso”. Hasta el día de hoy los chinos todavía alegan que son descendientes del Emperador Amarillo.

 En las religiones de muchos otros pueblos: los egipcios, los tibetanos, los peruanos, los mexicanos y otros, hay relatos legendarios similares sobre un tiempo de felicidad y perfección al principio de la historia humana. ¿Fue solo por accidente que todos estos pueblos, que vivían a gran distancia unos de otros y tenían culturas, idiomas y costumbres totalmente diferentes, tuvieran las mismas ideas acerca de su origen? ¿Fue solo por casualidad o coincidencia que todos optaron por explicar sus comienzos de la misma manera? La lógica y la experiencia nos dicen que difícilmente pudiera haber sido así. Al contrario, en todas estas leyendas tienen que estar entretejidos elementos comunes de verdad sobre el principio del hombre y su religión.

 Sí, se pueden discernir muchos elementos en común en todas las diferentes leyendas acerca del principio del hombre. Cuando los ponemos juntos, empieza a surgir un cuadro más completo. De ese cuadro se desprende que Dios creó al primer hombre y la primera mujer y los colocó en un paraíso. Ellos estaban muy contentos y felices al principio, pero en poco tiempo se hicieron rebeldes. Aquella rebelión condujo a que perdieran el paraíso perfecto, y pasaran a una vida de afán y duro trabajo, dolor y sufrimiento. Con el tiempo la humanidad se hizo tan mala que Dios castigó a los hombres enviando un enorme diluvio que destruyó a toda la gente excepto a una familia. Al multiplicarse esta familia, algunos de los descendientes formaron un grupo y empezaron a edificar una inmensa torre en desafío a Dios. Dios frustró su proyecto al confundir su idioma y dispersarlos hasta los extremos de la Tierra.

¿Es este cuadro compuesto tan solo el resultado del ejercicio mental de alguien? No. Básicamente, ese es el cuadro que se presenta en la Biblia, en los primeros 11 capítulos del libro de Génesis. Aunque no vamos a entrar en una consideración de la autenticidad de la Biblia aquí, nótese que el relato bíblico de la historia antigua del hombre se refleja en los elementos clave de muchas leyendas. El relato revela que a medida que la raza humana empezó a dispersarse desde Mesopotamia los hombres llevaron consigo sus recuerdos, experiencias e ideas dondequiera que fueron. Con el tiempo estos experimentaron alteraciones y cambios y llegaron a ser la trama y urdimbre de la religión en todas partes del mundo. En otras palabras, volviendo a la analogía que usamos anteriormente, el relato de Génesis constituye la agrupación original y cristalina de ideas de la cual se derivaron las ideas básicas sobre el principio del hombre y de la adoración que se hallan en las diversas religiones del mundo. A estas los hombres añadieron sus doctrinas y prácticas particulares, pero la conexión es innegable.

 En los capítulos siguientes de este libro consideraremos con más detalle cómo empezaron y se desarrollaron algunas religiones particulares. Le resultará iluminador notar no solo cómo difiere cada religión de las demás, sino también las similitudes que hay entre unas y otras. También podrá notar cómo encaja cada religión dentro de los tiempos de la historia humana y la historia de la religión, la relación que hay entre los libros o escritos sagrados de unas y otras religiones, cómo influyeron en el fundador o líder de una religión otras ideas religiosas, y cómo ha ejercido influencia en la conducta e historia de la humanidad esa religión. El estudiar con estos puntos presentes la larga búsqueda de Dios por el hombre le ayudará a ver más claramente la verdad sobre la religión y las enseñanzas religiosas.

[Notas]
Para una comparación detallada de las diversas leyendas diluvianas de diferentes pueblos, sírvase ver el libro Ayuda para entender la Biblia, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., 1987, página 450.

Para información detallada sobre este asunto, sírvase consultar el libro La Biblia... ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., 1989.

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