“Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" Mateo 6:10.
El objetivo específico de este artículo es detectar que el Reino de Dios es una realidad divina de transformación en la que la actitud del ser humano es protagónica.
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La súplica sobre la venida del Reino (Mateo 6:10) es parte de la oración que Jesús enseñó a sus discípulos. Más que una plegaria, el “Padre Nuestro " se constituye en una especie de pequeño credo que define la identidad del grupo más íntimo de Jesús. Pero esta petición sobre la venida del Reino no es una mera formalidad o sólo un buen deseo; es una urgencia, una prioridad para Jesús y los suyos. Pero, ¿Acaso el Reino es algo que pueda pedirse? ¿En que podría consistir esta súplica del reino?
La primera cuestión es aclarar un poco el sentido que se quiere dar al usar “Reinado" en lugar de “Reino". El concepto de Reino, suele tener una aplicación de tipo geográfico, es decir, por “Reino" se entiende más exactamente la extensión territorial donde un cierto personaje es reconocido como señor o rey; pero que fuera se ese territorio perfectamente delimitado, este rey no puede ejercer poder o influencia. En cambio, el concepto de Reinado, se refiere a la facultad y el derecho que alguien tiene (en este caso Dios) para aplicar su autoridad y gobierno; por supuesto, se entiende que el “reinado de Dios" tiene una facultad y un poder que está más allá de lo meramente territorial, y cuya influencia traspasa cualquiera otra de las figuras de autoridad existentes o presentes en el mundo y en todo el orden creado por Dios.
Visto el señorío de Dios en la perspectiva del Reinado, las escrituras describen el lugar de Dios con respecto a todo lo existente de distintas maneras, por ejemplo: Dios es dueño y señor de cuánto existe (Salmo 19:1-4, 24:1 y 50:12), que es Creador y Sustentador del universo (Génesis 1 y Job 38), y que no existe otro fuera de Él. (Deuteronomio 4:39 e Isaias 45:5). Con esta clase de afirmaciones, carecería de total sentido pensar que a Dios le preocupa reclamar o defender TERRITORIO alguno, cuando en realidad todo le pertenece y todo está sujeto a sus designios.
De modo que no podría entenderse la llegada del Reinado de Dios como una conquista territorial o como una lucha en la cual la victoria decidirá quien es el rey. Hacerlo así, sería totalmente inconsistente con el mensaje y Revelación de las Escrituras. Repetimos: SOLO DIOS ES DIOS Y TODO CUANTO EXISTE PERTENECE A ÉL. EL ES REY DESDE SIEMPRE Y HASTA SIEMPRE.
En cambio, hablar del Reinado es reconocer, consistentemente que la autoridad y dominio de Dios se hace presente, y que su justicia y paz se realizan allí donde se cumple y se practica Su Voluntad: “Venga tu Reino ¿Como? Haciendo tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Percibir el reinado de Dios es encontrarse con Dios mismo. Encontrar a Dios es descubrirlo en el encuentro con el prógimo. Dios se encontró con nosotros en Jesucristo, pues fué la única forma de Salvarnos. Bienaventurados somos porque hoy seguimos manifestando, con nuestra obediencia, el reinado de Dios.
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