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miércoles, 30 de marzo de 2016

El profeta Jeremias

Jeremías (Anatoth, Judea 650 a.E.C. - Daphnae, Egipto 585 a.E.C.) fue un profeta hebreo, hijo del sacerdote Hilcías, Jeremías vivió entre el 650-586 a.E.C. en Judá, Jerusalén, Babilonia y Egipto. Fue coetáneo de Ezequiel y anterior a Daniel.


Llamamiento y misión

Es autor del volumen de la Biblia conocido como el Libro de Jeremías. Se le atribuye a él la autoría de los libros de los Reyes y del Libro de las Lamentaciones. La labor de Jeremías el profeta fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y principalmente a los reyes Josías, Joacim o Joaquim y Sedecías o Sedequías, debido al castigo impuesto por Yahvéh de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Dios. Su vida como profeta se caracterizó por soportar con una férrea entereza los múltiples apremios y acusaciones que sufrió a manos de estos reyes y de los principales de Israel, desde azotes hasta ser abandonado en estanques o encerrado entre rejas.
La mayoría de sus profecías fueron escritas en rollos por el escriba Baruc, hijo de Nerías quien le acompañó en una buena parte de su misión.
Con sus profecías sobre la invasión de los "pueblos del norte" (Babilonia) desafió la política y el paganismo de los reyes de Judea, Joaquim y Sedecías y anunció el castigo de Yahvéh por la violencia y corrupción social, que rompían la alianza con Dios: Hablan de paz, pero no hay paz, escribió.
Según Jeremías 36:23, la primera versión de su libro profético fue destruida a fuego por el rey Joaquim, bajo cuyo gobierno el profeta vivió en continuo peligro de muerte. La persecución contra Jeremías se acrecentó bajo el mandato de Sedequías. Este, a pesar de reconocerlo como portador de la palabra de Dios, lo trató con crueldad y lo acusó de espía de los babilonios, consecuencia de proclamar que Juda sería destruida si no se arrepentía de sus pecados y de no retomar la alianza con Yavhé. Jeremías llegó a lamentarse por su destino, pero finalmente decidió continuar su misión profética (Jeremías 20:7-11)
Jeremías llamó a liberar a los esclavos como muestra de conversión. En principio, su llamamiento fue acatado; pero, prontamente, los amos volvieron a aherrojar a los ya liberados. Esta actitud el profeta consideró, que sellaba la suerte de reino de Judá, de Sedequías y de Jerusalén (ver Jeremías 34:8-22). El anuncio de la derrota de Judea fue acompañado, además, por la profecía sobre la futura destrucción de Babilonia, (Jeremías 31:31) y la instauración de la Nueva Alianza.
En el año 587 a.E.C. Nabucodonosor derrotó a los judíos, llevó cautivos a los notables, esclavizó a miles de personas, ejecutó al rey y destruyó el Templo de Jerusalén. Únicamente los pobres fueron respetados y Jeremías se retiró a Mizpah y luego a Egipto. Nabucodonosor además protegió a Jeremías sacándolo de la prisión de Ramá (Belén) donde estaba encadenado junto a los principales cautivos de Jerusalén y Judá para que viviera entre los caldeos, este hecho lo llevó a ser tratado como un traidor y espía de los babilonios. Muchos judíos huyeron a Egipto y fueron también parte de las profecías de Jeremías.

Bibliografía

  • Philip Wilkinson, Religiões [Religions, 2008], Río de Janeiro: Zahar, 2011.

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