Cuando el rey persa Ciro acabó con el Imperio babilónico en el año 539 a.C., autorizó a un grupo de judíos exiliados a regresar a su hogar en Judea, desde donde habían sido deportados por Nabucodonosor dos generaciones antes, y a reconstruir su templo en Jerusalén. Al cabo de algunos años el templo fue
reconstruido y los servicios religiosos estuvieron de nuevo en manos de los miembros de las antiguas familias sacerdotales, a cuya cabeza se encontraba Jesúa, vástago de la casa de Zadok, que había ocupado el cargo del sumo sacerdocio en el antiguo
templo desde su consagración por el rey Salomón hacia 960 a.C. hasta su destrucción por los babilonios en 587 a.C. Pero, mientras la antigua familia sacerdotal fue restaurada en su oficio sagrado, la casa real de David, que también regresó del exilio, no fue restaurada en la realeza.
domingo, 3 de enero de 2016
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Los Manuscritos del Mar Muerto
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