LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE - Recursos Cristianos

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martes, 13 de octubre de 2015

LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE

1.    El hombre, creado a imagen de Dios

Resumiendo en esta lección lo que más detalladamente tratamos en otro lugar4, diremos que el ser humano (varón y mujer) fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26-27). Hasta la creación del hombre, Gen. 1 nos presenta a Dios creando las cosas de un modo impersonal: Sea, produz
ca, haya, hágase...", pero en el vers. 26 aparece Dios con un plural mayestático y deliberativo, como celebrando un con
sejo trinitario para la creación de algo totalmente distinto, de un ser personal en el que se reflejará la imagen divina, e incluso una semejanza del Dios Trino: A) Dominará el Uni
verso (Gen. 1:28), como virrey de la Creación, a imagen de Dios Padre, de quien procede toda operación o "energía" (cf. 1.a Cor. 12:6); lo cual supone una voluntad dotada de libre albedrío; B) Pondrá nombre a las cosas (Gen. 2:19-20), a imagen del Hijo, Palabra personal con que el Padre lo ex
presa todo (Jn. 1:1-18), lo cual supone una inteligencia com
prensiva y dominadora, puesto que el poner nombre para un judío implicaba un conocimiento perfecto, capaz de con
ducir a una definición, y un dominio de la cosa definida. Por eso, Dios no se avino a dar a Moisés un nombre propio que fuese una definición de Sí mismo, sino que aseguró su trascendencia tras la expresión "YO SOY EL QUE SOY"; C) Estará dotado de rectitud moral, en íntima comunión con Dios, comunión que, tanto en Dios como en nosotros, es establecida por el Espíritu Santo (Jn. 17:21; 1.a Cor. 12:4; 2.a Cor. 13:14; 1.a Jn. 1:3). Esta comunión original del hom
bre con Dios aparece en todo el cap. 2 del Génesis, hasta el vers. 8 del cap. 3, y Ecl. 7:29 enfatiza la primitiva rectitud moral del ser humano. Para ello, Dios comunica al hombre su aliento, su Espíritu (Gen. 2:7).

2. Deterioro de la imagen de Dios en el hombre

Por el pecado, la imagen de Dios en el hombre quedó deteriorada, aunque no borrada del todo5. Engañados por la seducción de la serpiente, A') nuestros primeros padres qui
sieron ser como Dios, autónomos en su felicidad (comiendo del árbol de los dioses), para saberlo todo por su propia iniciativa aun en contra de la voluntad de Dios. Incluso después de la caída, pretenden salvarse por sus propios me
dios, cubriéndose con hojas de higuera; pero pierden el do
minio sobre la creación —la tierra se les vuelve hosca e inhóspita (Gen. 3:17)— y pierden también, la comunión con Dios, huyendo de El (Gen. 3:8), B') También se desconocen a sí mismos, avergonzándose de su propio cuerpo, y sintiendo dentro de sí la rebelión de los instintos (Gen. 3:11): El hom
bre experimenta en su interior esa atroz lucha que tan paté
ticamente describe Pablo en Rom. 7. Al hombre íntegro, unificado, en su condición primigenia, sucede el hombre dividido, en guerra consigo mismo por la contraria gravitación de fuerzas opuestas. Como el endemoniado de Mr. 5:9; Le. 8:30, puede decir: "Legión me llamo, porque somos muchos". Por eso, se ha dicho que todos los seres humanos llevamos dentro de nuestro corazón un tigre, un cordero, un cerdo, un asno y un ruiseñor. G') Inmediatamente después del pri
mer pecado, el hombre desconoce también y aborrece a su prójimo. Ante el único semejante que Adán tiene en el mundo, y que es su propia mujer, salida de su costado, el primer hom
bre se expresa con terrible crueldad e ingratitud, echando la culpa de su desgracia a Eva y a Dios que se la había dado por compañera: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol..." (Gen. 3:12); como diciendo: ella tiene la culpa... y tú, por habérmela dado.

3. Dos maneras de perderse

Una cosa se puede perder de dos maneras: (a) por estar fuera del lugar que le pertenece, como si yo pierdo mi cartera y se la encuentra otro. La cartera puede permanecer intacta, pero se halla fuera de su lugar, que es el bolsillo de su amo; (b) por echarse a perder, como si yo dejo en verano fuera de la nevera, durante varios días, un trozo de carne. La carne puede permanecer en el mismo lugar, pero se echa a perder. De las dos maneras se perdió el hombre por el pecado: se echó a perder en su interior, y perdió su lugar, que era el Paraíso (Gen. 3:22-24). Así cobra todo su sentido la frase de Jesús en Le. 19:10: "El Hijo del Hombre vino a BUSCAR y a SALVAR lo que Se HABÍA PERDIDO": a buscar lo que estaba fuera de su lugar, y a salvar lo que se había echado a perder. De ahí que la vida eterna comporta una soñación del hombre y una recuperación del Paraíso perdido (Apoc. 22, como réplica a Gen. 3).

4. Restauración de la imagen

Por eso, para hacer posible una conducta verdaderamen
te ética en el hombre, se requiere una restauración de la imagen de Dios en él. Esto se realiza:

A") A costa del sacrificio del Hijo de Dios (Jn. 3:14-16), por quien queda remendado lo que por El había sido hecho (Jn. 1:3; Hech. 4:12). El es nuestro sustituto en la expiación del pecado (2.a Cor. 5:21), para que nosotros seamos configurados a su imagen (Rom. 8:29), hechos así aptos para recuperar la imagen del Dios Trino: "siguiendo" (con la energía del Padre) la verdad (expresada en y por el Hijo) en amor (derramado en nuestros corazones por el Espí
ritu, cf. Rom. 5:5). (Ef. 4:15). Para ello, el Hijo de Dios se vació de su gloria (Flp. 2:6-8), siendo tenido (a) por débil ("A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar" Mt. 27:42 y paralelos); (b) por loco ante el tribunal del placer, del arte y de la cultura (ante Herodes); (c) por blasfemo ante el tri
bunal de la religión (ante Caifas) y (d) por revolucionario ante el tribunal político (ante Pilato).
B") Nuestro vaso de arcilla se rompió, pero el divino alfarero (Gen. 2:7; Adán significa tierra rojiza = arcilla) no puede fracasar; vuelve a hacer otro vaso de honor, como hizo con Israel (Jer. 18:1-10); reparó el rasguño en nuestro pri
mer traje con un bordado que lo torna más bonito y más valioso. Sin el pecado, no hubiésemos tenido un Redentor tan admirable; un precioso atributo de Dios, la misericordia, hubiese quedado en la sombra, sin ser revelado. Por tremen
da que sea nuestra quiebra, hay remedio absoluto en Jesucris
to. Como él nos compró, con ese precio podemos también nosotros redimir el tiempo (Ef. 5:16; Col. 4:5), sacándolo del mercado de esclavos del demonio, para consagrarlo a Dios, puesto que en el cañamazo del tiempo está entramada nuestra vida terrenal. Redimir el tiempo es aprovechar todas las oportunidades (el "kairós") que Dios nos ofrece (cf. Rom. 12:1-2). Como dice Bernardo de Claraval, podemos redimir el tiempo convirtiéndolo en eternidad: con el arrepentimiento, se redime el pasado; con la fe, el presente; con la esperanza, el porvenir.
C") De esta manera, ya no caben entre los creyentes los complejos, porque: (a) en la Iglesia no hay inútiles, porque cada uno tiene su don que ejercitar y su servicio que desem
peñar (léase atentamente todo el cap. 12 de 1.a Cor.); (b) ni mutilados de guerra, porque todo lo podemos en el Cristo que nos da fuerza (cf. 2.a Cor. 12:10; Flp. 4:13).

CUESTIONARIO:

1. ¿En qué consiste la imagen de Dios en el hombre? —
2. ¿Cómo se deterioró la imagen de Dios en el hombre? —
3. ¿De cuántas maneras se ha perdido el hombre? —
4. ¿A costa de quién queda restaurada la imagen de Dios en el hombre? —
5. ¿Qué hace Dios en nosotros, y qué debemos hacer nosotros mismos para reparar el tiempo perdido? —
6. ¿Por qué no cabe en un verdadero creyente el complejo de in
ferioridad?

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