La identidad judía no depende en primer lugar de la aceptación de creencias o del seguimiento de un modelo de vida determinado.
Es tema de debate entre los religiosos, los filósofos y los sociólogos judíos sobre quién es considerado judío. Dentro de la religión judía, existen tres ramas que la conforman y cada una de ellas tiene una versión propia de quien es reconocido como judío.
En primer lugar, el judaísmo ortodoxo defiende que la ley judía (halajá) establece que aquel que ha nacido de madre judía o ha realizado un proceso de conversión (guiur) conducido por un rabino, una comunidad judía (la sinagoga) y finalizado ante un beit din (tribunal judío) ortodoxo, es judío por definición.
En segundo lugar, el judaísmo conservador defiende los mismos puntos, con la particularidad de que los procesos de conversión aceptados son los realizados por la ortodoxia (proceso anteriormente citado) o por los beit din propios del judaísmo conservador.
En tercer lugar, los reformistas creen que son judíos aquellas personas que han nacido de padres judíos o se han convertido ante un beit din ortodoxo, conservador o ante un rabino reformista (cabe mencionar que cada rabino reformista tiene libertad para decidir cuando un prosélito pasa a ser judío). A este punto cabe añadir que los rabinos reformistas estadounidenses establecieron que los hijos de padre judío podían ser considerados como tales si recibían algún tipo de educación judía. Esto se debe a que un 57 % de los hombres judíos decidían casarse con mujeres gentiles.
Los judíos caraítas, citando prácticas del Tanaj, consideran judío a todo aquel que nazca de padre judío.
Por lo tanto, ser judío es una cuestión de ascendencia biológica o adopción espiritual, por medio de hacerse prosélito, descendientes biológicos o espiritualmente de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Según la halajá, una persona judía puede ser cristiana o musulmana sin perder su condición formal de judío, pero perdiendo los derechos religiosos y comunitarios como por ejemplo, el derecho a la sepultura en un cementerio judaico.
A pesar de todo esto, convertirse al judaísmo desde otra confesión (o ninguna) es posible, pues en el Talmud se menciona lo siguiente: «Los rabinos dicen: "Si alguien llega y quiere ser un converso, ellos le dicen: '¿Por qué quieres ser un converso? ¿Acaso no sabes que los judíos están hostigados, acosados, perseguidos y acorralados, y que numerosos problemas los aquejan?' Si contesta: 'Lo sé, y no soy digno', entonces lo reciben sin que sea necesario argumentar nada más"».
Sin embargo, en la práctica será una tarea ardua y compleja, ya que la Torá debe ser seguida por toda la comunidad. Hubo una época en la que el cristianismo consideró una grave ofensa la conversión de sus fieles al judaísmo, y se defendían aludiendo a esta obligación argumentando que por ello no hay ningún tipo de provecho al convertirse al judaísmo ni motivo para fomentar la conversión.
Este punto es uno de los que más diferencia al judaísmo del cristianismo o del Islam, pues a estas dos últimas religiones monoteístas cualquiera puede pertenecer con tan solo que profese y respete sus creencias.
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