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martes, 13 de octubre de 2015

Raíces y peligros del fundamentalismo.


Por: Ausencio Arroyo.

Con frecuencia escuchamos este término de fundamentalismo o fundamentalista, sin embargo, no siempre se aplica de la manera correcta. El término define mucho más que lo que se ve en la superficie de las cosas. Se refiere principalmente a una actitud, una manera de adoptar la fe y de aplicarla en los diferentes ámbitos de la vida. Iniciemos por el origen del término.

Qué es el fundamentalismo:
En los EE.UU. existieron y aún existen grupos importantes de cristianos evangélicos que se autodesignan fundamentalistas. Ellos son quienes dieron vida a este nombre, que para ellos es una bandera que ondulan con orgullo. Es con ellos que debemos comenzar a responder a la pregunta que intitula este artículo.
En el siglo XIX surgió en Europa un movimiento en la teología universitaria que buscaba articular una fe que pudieran abrazar aquellos que eran parte del pensamiento ilustrado. Sobre esta base se fue construyendo una investigación crítica de los textos bíblicos que puso en duda los milagros o los interpretó como manifestaciones de una religiosidad y no de realidades objetivas. Cuando esta teología y este estudio crítico de la Biblia, que había nacido en Europa continental, se extendió a Inglaterra, Irlanda y los EE. UU. se produjo una reacción conservadora, y es como parte de esta reacción que hay que entender el fundamentalismo.
En algunos círculos evangélicos de los EE. UU. hubo un sentido de alarma ante el avance del modernismo, como se le llamó al liberalismo en círculos teológicos estadounidenses. Parecía que el piso de la fe se hundía, con el consentimiento y la complicidad de profesores de Biblia y ejecutivos de las iglesias protestantes principales.
Un movimiento empezó a estructurarse en torno a conferencias de verano en el Campamento Bíblico Niágara, entre los años 1880 y 1900. Se veía la crisis como mucho más amplia que solo cuestión de teología. El país estaba siendo inundado por inmigrantes italianos, irlandeses y alemanes, muchos de los cuales eran católicos y/o socialistas. El proyecto de una nación evangélica amenazaba con hundirse. Era preciso, pensaban, buscar la orientación de la Palabra de Dios, la Biblia. Y creían que en las profecías de la Biblia encontrarían el plan de Dios para estos tiempos. Se presentaron varios esquemas para entender los dichos oscuros de Ezequiel, Daniel, Zacarías, Apocalipsis de Juan, etc.
El supuesto de estos campamentos de profecía era que la Biblia es una revelación de cosas que de otra forma no se podrían conocer. Venía de Dios, directamente. La verdad es algo objetivo que hay que hallar en los textos de los profetas (y otros textos bíblicos, también). En estos inicios se aprecia que se estaba rechazando la nueva filosofía moderna que encontraba buena parte del conocimiento en la subjetividad humana.
Durante las investigaciones de estos años de parte de estas personas, en su mayoría pastores que provenían de diversas iglesias protestantes, fue surgiendo un consenso en torno a una grandiosa visión de la historia dividida en diferentes “dispensaciones” de Dios, quien procedía de distintas formas con los humanos en diferentes períodos históricos. Las más relevantes son la dispensación de la ley, a partir de Moisés, la dispensación de la gracia, a partir de Jesús, y el retorno inminente de Jesús para inaugurar el nuevo mundo donde no habría más mal. Entre la edad de la gracia y este nuevo mundo habría un juicio más terrible que cualquier cosa conocida en el pasado, la llamada Gran Tribulación. La mayoría creía que los creyentes serían “raptados” al cielo por Jesús antes de la tribulación; que ésta vendría más bien sobre los pecadores empedernidos. En algún momento el pueblo de Israel sería restaurado a su tierra y sus enemigos destruidos.
Uno de los pastores del movimiento, Cyrus I. Scofield, pastor de una iglesia Congregacional en Dallas (Texas), editó una versión de la Biblia con notas en 1908 que hizo historia en el protestantismo. Las notas de la Biblia Scofield a los distintos pasajes de la Biblia, sintetizan la visión profética que se había alcanzado en los años de Niágara. Fue traducida al castellano y otros idiomas.
Fue entre 1910 y 1915 que se editaron doce tomos delgados con pasta dura de una obra colectiva que se llamó The Fundamentals, “Las cosas fundamentales”. El proyecto editorial fue financiado por un petrolero texano, Lyman Stewart, y se distribuyeron gratuitamente a todos los pastores de la nación estadounidense unos doscientos cincuenta mil ejemplares de cada tomo. Era un manifiesto anti-modernista con noventa artículos de sesenta y cinco escritores, producto de años de estudio bíblico motivado por la alarma ante la amenaza que veían cernirse sobre la nación y sus iglesias. Fue esta obra la que le dio un nombre al movimiento, el “fundamentalismo”.
Afirmaban cinco puntos no negociables para una fe ortodoxa: la primera, la inerrancia de la Biblia, era la base de todo. Era una formulación nueva, anti-modernista, de la confesión protestante de la Biblia como norma de fe y práctica. Los otros fundamentos eran el nacimiento virginal del Salvador, con lo cual se pensaba preservar la divinidad de Cristo, la Sacrificio Vicario en la cruz en lugar de nosotros los pecadores (una teoría de la Sustitución), la Resurrección física de Jesucristo y el Retorno inminente de Jesús para enjuiciar a los pecadores y llevarse los suyos a la gloria sin fin. Estos puntos eran concebidos como verdades objetivas reveladas en la Biblia y no susceptibles de discusión. 
Estamos con este breve recuento listos para dar una definición del fundamentalismo: es una ortodoxia protestante militantemente anti-modernista. 
El punto culminante del movimiento fundamentalista fue el juicio a un profesor de secundaria en Kentucky, John T. Scopes. La acusación que se le hizo fue que enseñaba como verdad la teoría moderna de la evolución y desechaba como superada la enseñanza bíblica de la creación en siete días. El abogado acusador fue el famosísimo William Jennings Bryan, un político popular que había perdido dos veces de forma cerrada la elección a la Presidencia de la nación.
El profesor Scopes fue declarado culpable y condenado a pagar una multa de cien dólares. Esto fue en 1925. Para los fundamentalistas fue motivo de gran celebración e inmediatamente se dedicaron a capitalizarlo buscando ganar el control de las iglesias. Sin embargo resultó una victoria inútil que no les dio resultados. Perdieron en todas las iglesias, aunque, hay que decirlo, ganaron el apoyo de muchísimos fieles en todas ellas. Fue hasta la década de 1980 que lograron tomar las riendas de la Convención Bautista del Sur, la única victoria real, y una victoria muy importante por el tamaño de esta iglesia, la iglesia protestante más numerosa de los EE. UU. Por lo dicho se habrá ya notado que el fundamentalismo quería restaurar un pasado ideal donde la autoridad no era cuestionaba.
Dentro de las iglesias y la familia, es la autoridad del varón, del padre. En política es un gobierno central capaz de imponer normas de conducta moral que excluyan graves pecados como el aborto, la homosexualidad, el feminismo y, en general, la secularización de las escuelas públicas y las ceremonias nacionales. En las relaciones internacionales, el movimiento fundamentalista apoya la imposición del orden por medios militares y el sostén incondicional al Estado de Israel. Esto revela que no es un movimiento apolítico. Es en su esencia derechista, pues se opone a la igualdad y apoya soluciones autoritarias que defiendan “la verdad” que concibe como absoluta, revelada por Dios. Dios quiere que las mujeres se sometan a sus maridos y que los malos sean destruidos físicamente.
2. Uso polémico del término
Hemos visto que el fundamentalismo es el nombre de un movimiento evangélico en los EE. UU. El uso propio del término es para designar este movimiento. No obstante, como ante el avance arrollador de la modernidad en todo el mundo han surgido reacciones propias de la defensa de varias culturas, el término se ha extendido para designar estas reacciones beligerantes anti-modernas. Se puede considerar un uso metafórico del lenguaje cuando en vez de decir, “El Gush Emunim” en Israel se parece al fundamentalismo, se dice “El Gush Emunim” es un movimiento fundamentalista israelí. No es incorrecto usar así el lenguaje, pero conviene saber lo que se está haciendo. “El Gush Emunim” no se llama a sí misma fundamentalista, y cuando representantes de la modernización la llaman de este modo, es para descalificarla. Y, lógicamente, se resistirá a ser llamado de esta forma.
Sin embargo, como la modernidad se extiende por doquier y las reacciones surgen ante ella en todas las culturas, hay en efecto movimientos análogos al fundamentalismo en otras regiones del mundo. No es equivocado aplicarles un término tomado del protestantismo estadounidense que al principio es una metáfora, pero con el uso repetido el término adquiere un sentido más amplio que ya no es metafórico. Hoy el término fundamentalismo ya está consagrado como el nombre común de fenómenos anti-modernos combativos que aparecen en diversos lugares del planeta.
Hemos mencionado el Gush Emunim, un ejemplo perfecto. No solamente defiende la cultura judía, sino más todavía su derecho a la tierra de Palestina.  Decía Zvi Yehuda Kook, su líder indiscutido hasta su muerte en 1962: “La tierra fue escogida aún antes del pueblo”, en una referencia a la promesa a Abraham de darle una tierra, estando todavía en Ur de los Caldeos. Y expresa la consigna del movimiento: “La tierra de Israel para el pueblo de Israel, según la Torá”. Tenemos aquí dos elementos básicos del fundamentalismo: su lealtad a las Escrituras y su esfuerzo por restaurar el pasado ideal deseado por Dios, en este caso el tiempo cuando Israel bíblico poseía la tierra de Canaán. Su particularismo militante que no reconoce derechos a los palestinos autóctonos, que no los considera tales, es una manifestación anti-modernista, otro elemento indispensable para llamar fundamentalista un movimiento. La modernidad afirma la igualdad de los humanos, con sus derechos humanos; los fundamentalismos no reconocen este universalismo.
En la India, el partido Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS) es la expresión del fundamentalismo hindú, en el mismo sentido extendido de aplicación del término. Pretende hacer del subcontinente el dominio de una sociedad hindú, donde las Escrituras hindúes tengan valor de ley (dharma) y donde; por supuesto, la jerarquización del sistema de castas sea plenamente reconocida. Tenemos aquí, además del anti-modernismo, la base escriturística, el movimiento político restauracionista y el autoritarismo típico del fundamentalismo en su sentido restringido.
El nacionalismo Sikh en el estado del Punjab, es otro ejemplo de fundamentalismo. Y si miramos al Islam, una tradición religiosa que se extiende del Océano Atlántico por el norte africano (el Magreb), Egipto y el Medio Oriente, Asia meridional (Irán, Pakistán y Bangla Desh) y el Pacífico (Indonesia, Filipinas), cada una de estas regiones tiene movimientos restauracionistas que pretenden, contra la humillación de la dominación moderna, restaurar sus naciones para que sean sociedades gobernadas por la ley islámica, la shari’a. Por lo general exaltan la autoridad absoluta del jeque o Imam e imponen un severo patriarcalismo que “controle” a las mujeres —el autoritarismo característico de los movimientos fundamentalistas.
Conclusión
1. Conviene distinguir entre el uso más estricto del término para referirse al grupo estadounidense que se llama fundamentalista a sí mismo, y los grupos en otras regiones que se pueden llamar fundamentalistas por analogía. Aquí el término deja de ser un nombre para volverse una categoría analítica. Es importante no confundir los dos usos del término.
2. Cuando usamos el término como mecanismo analítico es preciso no extender tanto su uso, que deje de ser un instrumento útil. Propongo que únicamente se use para movimientos religiosos que sean a) escriturísticos, b) virulentamente anti-modernistas, c) autoritarios y patriarcales, y d) tengan proyectos políticos restauracionistas.
3. Tendremos que pensar, me parece, que mientras la modernidad se imponga por el imperialismo estadounidense y un Mercado Total, tendremos permanentemente el surgimiento de movimientos anti-modernistas basados en las culturas agredidas por la globalización. De manera que los fundamentalismos estarán con nosotros por mucho tiempo.
4. Es evidente que estos movimientos, por su autoritarismo que busca imponer sus propuestas como verdad de Dios, serán de derecha. No obstante, su anti-imperialismo y sus sospechas del Mercado Total son elementos que tienen en común con quienes buscamos soluciones populares, de izquierda. No podemos, entonces, descartar que por momentos tendremos coincidencias que debemos aprender a aprovechar. El peligro puede estar en que los movimientos en los que están apenas aprendiendo la necesidad de democracia interna, el autoritarismo de los fundamentalismos los tiente a volver hacia atrás. El feminismo, la defensa de la naturaleza, el reconocimiento de la pluralidad de culturas con derechos propios, son cosas que no podemos perder y que exigen democracia pluralista.

El peligro del fundamentalismo cristiano
Antes que nada, el mayor peligro del fundamentalismo religioso (cristiano o islámico) es que sus declaraciones parecen tan verdaderas. Los cristianos frecuentemente oyen a un predicador fundamentalista y están de acuerdo con cada palabra.
Muchos de éstos son líderes con carisma y persuasión. Tienen una pasión y una entrega, una devoción a la que todos quisiéramos llegar. Es fácil ser conmovido y bendecido por sus mensajes. El único problema es que se han entregado a un plan equivocado. Se han entregado a interpretaciones simplistas de la fe, a fundamentos simplistas de moralidad, y del bien y del mal. Se han entregado al mantenimiento cultural y a la resistencia al cambio. Como resultado, frecuentemente dicen lo que la gente quiere oír. Parecen tener las soluciones a las crisis sociales y culturales y a los problemas de la vida. Todo parece tan sencillo, tan claro, tan fácil.
El doctor Michael E. Nielsen, en su artículo el papel de la religión en el ataque terrorista del 11 de septiembre, de 2001, se dirige a las preguntas: ¿Qué define a un fundamentalista?
El tema global del fundamentalista, ya sea musulmán o cristiano, es que Dios ha de ser adorado, respetado, temido y obedecido sobre todas las cosas. Las demás consideraciones son de segundo orden. Esta devoción intensa y duradera significa que hay cosas que son absolutamente innegociables. Es como ver al mundo en blanco y negro, con poquísimos, si acaso, grises intermedios. A esto le acompaña una tendencia hacia el literalismo. Si las escrituras dicen que Noé construyó el arca, que juntó a una pareja de animales y que navegaron por todo el mundo mientras ocurría un diluvio, entonces ocurrió así. No hace falta preguntar cómo pasó, independientemente de que concuerde o no con la lógica y conocimientos actuales sobre los animales, las inundaciones, naves antiguas, o geología histórica.
Un elemento importante de la mentalidad fundamentalista es la repulsa del modernismo. Los valores occidentales contemporáneos son inconsistentes con los valores de Dios y con su voluntad para la humanidad. El deber del pueblo es adorar a Dios, y no ignorarlo o ridiculizarlo. Las reglas de Dios están claras y tienen que ser cumplidas y respetadas, no violadas. Como resultado, los fundamentalistas tienen puntos de vista muy conservadores en asuntos sociales. Los fundamentalistas creen que varios elementos de la cultura occidental, como la discusión del sexo y los papeles de ambos sexos, están desarmonizados con la voluntad divina. A Dios no le gusta, no lo tolera, y tampoco les gusta o lo toleran los devotos de Dios.
¿Pero cómo puede cualquier cristiano estar en desacuerdo con el siguiente comentario: «Dios debe ser adorado, respetado, temido y obedecido por encima de todas las cosas. Las demás consideraciones son secundarias»? Si Dios es Dios, el supremo, omnipotente, omnividente creador y Señor de todo, ¿cómo podemos hacer otra cosa que no sea poner a Dios primero?
El problema con el fundamentalismo no es que los fundamentalistas pongan a Dios primero. El problema es que no ponen a Dios primero. Ponen un entendimiento particular, simplista, limitado y humano de Dios por encima de todo. En la mayoría de los casos, la descripción fundamentalista de la voluntad de Dios para la humanidad es que Dios quiere que las cosas sean como eran antes. Las leyes divinas son las que nos enseñaron desde niños. Los fundamentalistas entonces no son ni cristianos ni islámicos, sino defensores de la cultura, dedicados a mantener «todo lo que consideramos bueno».
En este aspecto, los fundamentalistas son mucho más parecidos a los fariseos que a Cristo. Cristo era un revolucionario cultural y social que no cumplía con las convenciones de una sociedad formal, vulneraba las leyes religiosas constantemente, se asociaba con «indeseables» y por lo general desafiaba el vacío y la superficialidad de las tradiciones y creencias de la sociedad. Cristo fue crucificado, por lo menos parcialmente, por ser un modernista y un relativista ético. Si Cristo viniera a vivir con nosotros en el siglo XXI, sería crucificado de nuevo, no porque le odien, sino porque no sería reconocido.
Un problema principal del fundamentalismo es que los fundamentalistas creen que saben cuál es la voluntad de Dios para la humanidad. Creen que saben la verdad, que su entendimiento es exacto y que no puede haber cuestionamiento o acomodo. Su postura es «absolutamente innegociable». Creen que saben lo que es bueno, malo e inmoral. Como dice el Dr. Neilsen, esto se debe a una tendencia hacia el literalismo. El literalismo, sin embargo, es utilizado por los fundamentalistas como una excusa de la rigidez de sus creencias. Se les ha dicho que sus creencias son la verdad porque son literales y proceden directamente de la Biblia y por lo tanto no pueden ser cuestionadas. Sólo hay una interpretación permitida de la Biblia: la que les han enseñado.
Tener creencias firmes es una cosa. Todos tenemos preceptos que no queremos cambiar o evaluar. Todos creemos en algo y no nos podemos plantear todo constantemente. Pero el fundamentalismo se pasa de la raya y se vuelve peligroso cuando los fundamentalistas se niegan a que los demás tengan creencias diferentes a las suyas. Es obvio que aquellos con personalidad fuerte se negarán a acomodar sus creencias. Pero los fundamentalistas consideran un acomodo permitirte creer en lo que quieras si es que es diferente a sus creencias. Por ejemplo, algunos fundamentalistas creen que el aborto es homicidio y no permiten que otros no estén en desacuerdo. No están satisfechos con no abortar ellos mismos y con enseñar a sus hijos y compañeros de culto en creer lo mismo. Sienten una obligación en pasar leyes que prevendrán abortar a cualquiera. Algunos cristianos pensantes han decidido que el aborto puede ser legal en algunas circunstancias. Los fundamentalistas creen que eso no es bueno y están dispuestos a tomar medidas extremas (amenazas terroristas, asesinatos de médicos abortistas, poner bombas en clínicas de aborto y otras tácticas terroristas) para evitar que esos que están en desacuerdo con ellos puedan aplicar sus creencias.
El fundamentalismo es incompatible con la libertad de culto. La base de la libertad religiosa es el respeto a otros que no coinciden contigo. Para tener libertad de religión, se ha de respetar el derecho ajeno a discrepar contigo. Por ejemplo, los cristianos que creen que puedes «caer en desgracia» (o sea, perder tu salvación) deben permitir a otros cristianos creer en «seguridad eterna» (i.e., una vez salvado, estás salvado para siempre), y viceversa. Debido a las raíces tradicionales de Estados Unidos, el concepto claro de libertad religiosa se ha desarrollado lentamente. La necesidad de respetar las creencias ajenas todavía no es entendida por una porción importante de nuestra población. Todavía hay muchos «Cristianos» a los que no les cabe en la cabeza la vergüenza e incomodidad del niño judío o musulmán que tiene que estar callado en la clase mientras el maestro reza en el nombre de Jesús.
El fundamentalismo es incompatible con la democracia. Obsérvese las naciones islámicas, donde un régimen fundamentalista (como el Ayatola o El Talibán) se ha apoderado del gobierno. La democracia se basa en el concepto de que personas de diferentes creencias y cultura puedan vivir juntas, en paz, si se respeta el derecho ajeno a estar en desacuerdo. Es una característica de la democracia que la mayoría manda. Pero eso no quiere decir que la mayoría haga lo que le dé la gana. Para que la democracia sobreviva, la mayoría debe proteger los derechos de las minorías. Para que la democracia perdure, la mayoría debe tratar a las minorías como ellos quisieran ser tratados de ser la minoría. Los fundamentalistas no pueden permitir que eso ocurra. Para ellos, los que creen y se comportan de manera diferente a la de ellos están equivocados y a «Dios no le gusta, Dios no lo tolera y tampoco lo hacen sus devotos».
El fundamentalismo es incompatible con el cristianismo. El cristianismo es la religión de la libertad. Es la religión de la tolerancia y diversidad. La cristiandad es una religión para todos en todas las culturas en todos los tiempos. El fundamentalismo se ha comprometido a una homogeneidad cultural y a un comportamiento uniforme, a tradiciones inalterables y a convenciones para regir las interacciones sociales. El cristianismo no consiste en ir a otras tierras y culturas para enseñar a los nativos a vestir la indumentaria occidental y a llenar el cepillo eclesiástico. El fundamentalismo consiste en condenar el pecado cuando lo ves y en enfrentarte en nombre de la «verdad».
El cristianismo consiste en cuidar al pecador tanto como al santo, en entender los factores que contribuyen a los comportamientos destructivos, y conducir a aquellos que se han destruido a sí mismos, a sus familias y a sus amigos, a la sanación y al perdón. Los fundamentalistas nos quieren convencer de que son los guardianes de los fundamentos cristianos. No lo son. Son los guardianes de su propia posición, cultura y poder. Hay fundamentos cristianos, y muchos fundamentalistas respetan algunos y todos de esos fundamentos. Pero es la similitud con el cristianismo que hace que el fundamentalismo sea tan peligroso.
El fundamentalismo es una herejía cristiana. Es incompatible con la libertad de culto. Es incompatible con la democracia. El crecimiento del fundamentalismo es una amenaza para la obra de Cristo, para la sociedad, para nuestro país y para nuestras libertades. Tenemos que esforzarnos en exponer los peligros del fundamentalismo.

El fundamentalismo cristiano y su influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Próximo.
Los reunió en el lugar llamado en hebreo Armagedón. Y el séptimo derramó su copa en el aire; entonces salió del santuario una voz potente que venía del trono y decía: "Hecho está". (Apocalipsis 16: 16-17).

Si una persona cree que estamos en los Últimos Días, que la segunda venida de Jesucristo es inminente, entonces, seguramente, la ocupación estadounidense de Irak le parecerá lógica. Si cree que Satán anda suelto sobre la Tierra y que en un futuro no muy lejano se producirá la gran batalla de Armagedón entre el Cristo y el Anticristo, el último acto de la historia humana, que anunciará el nuevo milenio, entonces el apoyo incondicional de Estados Unidos a Ariel Sharon tiene sentido. En la derecha cristiana estadounidense, en el propio Gobierno de Bush, son muchos los que creen en ese futuro, y esa gran epopeya de proporciones divinas es la que inspira su política en Oriente Próximo.

Importa poco saber si Bush tiene verdadera fe en esta visión cataclísmica del futuro o se limita a contentar a los creyentes para lograr sus objetivos políticos personales. El caso es que, la derecha cristiana (a cuyos miembros se califica últimamente de "teoconservadores", para distinguirlos de los neoconservadores, los partidarios del capitalismo liberal) está presente en la política exterior estadounidense. Un general del Pentágono, William G. Boykin, ha resumido su posición en una serie de discursos recientes, en los que afirma que la guerra contra el terrorismo es una "batalla contra Satán" y que los terroristas atacan a Estados Unidos porque es una nación cristiana. No obstante, a Boykin le consuela su convicción de que su Dios es más grande que el Dios musulmán (que no es más que un ídolo) y que el presidente Bush ha sido elegido por ese Dios para afrontar esta crisis. En el Congreso, los conservadores han defendido las declaraciones del general.

Conservadurismo extremo

La derecha cristiana, caracterizada por el extremo conservadurismo de sus ideas políticas, está formada por grupos fundamentalistas que se extienden por las confesiones tradicionales del protestantismo. Pero su cuerpo y alma los constituyen los 16 millones de personas de la Convención Baptista Sureña y los televangelistas, los predicadores evangélicos que ejercen su ministerio a través de programas televisivos de emisión diaria o semanal.

Los grandes televangelistas son nombres muy conocidos en Estados Unidos. Billy Graham, amigo personal de la familia Bush, predica ante enormes concentraciones de gente, a veces durante semanas enteras, en lugares como el Madison Square Garden. Su hijo Franklin dirige la Bolsa del Samaritano, una organización cristiana que en la actualidad se dispone a entrar en Irak como una organización humanitaria más. Pat Robertson presenta el Club de los 700, que todos los días ven alrededor de un millón de estadounidenses. Al parecer, Dios le dijo a Robertson hace unos años que presentara su candidatura a la presidencia, pero hasta ahora no ha tenido éxito. Jerry Falwell emite La hora del viejo evangelio y se hizo cargo de los mensajes televisivos de Alabemos al Señor cuando su fundador, Jim Bakker, tuvo que ingresar en prisión para cumplir una larga condena.

En el cristianismo fundamentalista no iba a haber lugar para las dudas. En vez de medir la Biblia según los criterios de la ciencia, hay que juzgar la ciencia en función de la verdad absoluta de la Biblia. Y, aunque el hecho de que Galileo afirmara que el Sol es el centro del universo no irrita a los fundamentalistas, sí lo hace la teoría de la evolución. El famoso proceso conocido como Scopes-Monkey, de 1925, enfrentó a Darwin, encarnado en la figura del profesor de biología John T. Scopes -que había violado las leyes de Tennessee al enseñar la evolución en sus clases- contra nada menos que el ex congresista, secretario de Estado y candidato presidencial William Jennings Bryan, que, además de todas esas cosas, era fundamentalista. El juicio fue una gran derrota de imagen para el fundamentalismo, y muchos de sus seguidores, desde entonces, han preferido la "educación en casa" para sus hijos.
El fundamentalismo no tenía que haber sobrevivido. Los sociólogos lo consideraban una reacción automática a la modernidad por parte de los grupos más amenazados por ella, desde el punto de vista ideológico y económico. Los progresos educativos iban a cortar el fundamentalismo de raíz, eso creían. Pero la sorpresa (desde esta perspectiva) fue que el fundamentalismo no sólo sobrevivió, sino que tiene una situación floreciente en la primera economía del mundo, el país en el que están las mejores universidades y con una población, en general (a juzgar por el número de títulos), bien preparada.

Más aún, aunque la base del fundamentalismo la constituyen los habitantes con menos formación y rentas más bajas de los pueblos del Cinturón Bíblico (una franja de tierra que recorre el medio oeste y el sur del país), la situación social de sus adeptos ha mejorado paralelamente a la situación del fundamentalismo. Ya no es posible explicar el fundamentalismo con argumentos de clase.

Lo que distingue al fundamentalismo estadounidense de otros fundamentalismos cristianos es su interpretación de la historia y los acontecimientos actuales. A mediados del siglo XIX llegó a Estados Unidos una nueva corriente de pensamiento llamada "dispensacionalismo premilenario", llevada por un viajero británico, John Nelson Darby, de los Hermanos de Plymouth. El dispensacionalismo cree que la historia humana está formada por "dispensaciones" (periodos temporales únicos que se caracterizan por la forma que tiene Dios de relacionarse con los seres humanos en cada momento), que se suceden con arreglo al plan divino de Dios y culminan en una gran catástrofe (la expulsión del paraíso, el diluvio, etcétera).

La base intelectual consiste, en parte, en descifrar las "claves" complejas y ocultas de las profecías bíblicas, sobre todo los libros de Daniel y el Apocalipsis. Para iluminar el significado de las revelaciones, los fundamentalistas recurren a instrumentos como la Biblia de Scofield.

En la actualidad estamos viviendo la penúltima dispensación -una época de gran maldad y pruebas terribles- antes de la segunda venida de Jesús, y la última antes del milenio, es decir, los mil años de reinado de Cristo sobre la tierra. Veremos la ascensión de un Anticristo que dirigirá las iglesias apóstatas del mundo, una "bestia" correspondiente, es decir, un dirigente político que reunirá a las naciones derivadas del Imperio Romano en un nuevo imperio (mencionado en el Apocalipsis como "Babilonia"), y el combate entre estas fuerzas perversas y los santos.

La presencia incontrolada del Anticristo, a menudo fundido con la bestia (e identificado, en diversas épocas, como el Papa, el Kaiser, Adolfo Hitler e incluso Mijaíl Gorbachov, por la mancha morada de la cabeza), sembrará todos los males posibles en la tierra.

Cristo contra Satán

Según la ortodoxia, que representa, por ejemplo, el Seminario Teológico de Dallas, los Últimos Días no es el peor período. El peor, denominado la Gran Tribulación, no se producirá hasta después del Arrebato, el momento en el que Jesús venga a acoger a los fieles cristianos, que ascenderán a las nubes para sentarse junto a él en el cielo. Entonces comenzará la Gran Tribulación, con la que se harán realidad todas las profecías del Antiguo Testamento, se juzgará a los judíos y Cristo luchará contra Satán. Israel será el gran campo de batalla. En Jerusalén, la Cúpula de la Roca será destruida y se volverá a construir un templo en el lugar donde estaba el de Salomón. La Gran Tribulación culminará con la gran batalla de Armagedón, el espantoso final de los malvados y los infieles y el fin de la dispensación o, lo que es lo mismo, el comienzo del milenio.

Es decir, según la ortodoxia, las profecías del Antiguo Testamento no están haciéndose realidad todavía. No obstante, durante estos Últimos Días sí podemos ver "los signos de los tiempos" que, aunque todavía no hacen realidad lo profetizado, parecen preparar el terreno. Además, muchos fundamentalistas no tienen claros los límites entre los Últimos Días y la Gran Tribulación. De modo que es posible que ahora estemos viviendo este último periodo.

Las ideas milenaristas son anteriores al dispensacionalismo de Darby. William Miller, de Nueva York, predijo que la segunda venida se produciría entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. Cuando no fue así, volvió a hacer sus cálculos y predijo una nueva fecha, el 22 de octubre de 1844. Este nuevo fracaso desembocó en la disolución de sus seguidores, los Milleristas. La tradición de fijar fechas, exactas o aproximadas, continúa todavía. Yo crecí preparándome para los días finales; el nombre oficial de la iglesia a la que pertenecía mi familia era Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Recuerdo que tenía la esperanza de que el final no llegara antes de cumplir 16 años (la edad para obtener el permiso de conducir en EE UU), porque quería conducir un coche antes de que la historia llegara a su fin.

Es un tema que goza de gran popularidad en la literatura religiosa estadounidense; la muestra más reciente del género es Bible Code, que supuso un gran éxito de ventas. Su autor asegura que un matemático israelí ha descifrado la clave para entender las profecías ocultas de la Biblia, que, sorprendentemente, se refieren a nuestra época e incluyen hechos trascendentales, como el Holocausto, y otros que han tenido menos influencia en la historia mundial (sobre todo desde el punto de vista de unos profetas que vivieron hace aproximadamente 3.000 años), como la elección del presidente Bill Clinton.

Su continuación, Bible Code II, comienza con el atentado del 11 de septiembre contra el World Trade Center e inicia una "cuenta atrás" hasta el Armagedón. El autor del libro habló hace poco con los responsables de los servicios de espionaje en el Pentágono para explicarles cómo afectaba a la búsqueda de Osama Bin Laden.

Predecir la fecha de la segunda venida es delicado. En cambio, interpretar los "signos de los tiempos" no es tan difícil. Los fundamentalistas ven signos de los tiempos en todas partes. Según cada contexto histórico concreto, han sido signos las hambrunas, la guerra fría, el Mercado Común, la teología de la liberación, el feminismo, la homosexualidad e incluso la elección de Clinton.

Otro "signo" se halla en los movimientos a favor de un gobierno mundial (de ahí su desprecio hacia Naciones Unidas), que, según ellos, no son más que conspiraciones para arrebatar a los estadounidenses las libertades otorgadas por Dios y desbaratar sus objetivos. En su día, los fundamentalistas también alzaron la voz contra la Liga de Naciones.

En mi Estado natal, Utah, una pequeña ciudad llamada La Verkin aprobó hace algún tiempo una ley anti-ONU que impide gastar dinero municipal en apoyo de la organización, prohíbe los emblemas de Naciones Unidas en edificios oficiales y exige a cualquier ciudadano que trabaje para la ONU que presente un informe anual y exhiba un letrero en el que se diga "Aquí trabaja Naciones Unidas". Por lo visto, los habitantes de La Verkin se inspiraron en un tejano que fue sometido a consejo de guerra, en 1996, por negarse a llevar la gorra y la insignia de la ONU cuando le destinaron a la misión de paz en Macedonia.

No obstante, el principal signo de los tiempos consiste en el regreso de los judíos a Palestina, la creación del Estado de Israel y las conquistas territoriales de la Guerra de los Seis Días, en 1967. Según los fundamentalistas, la vuelta de los judíos a la tierra que les dio Dios y su persecución a manos de todas las naciones del mundo son el preludio de la segunda venida. Por tanto, para quienes creen que el regreso de Jesús es inminente, estos acontecimientos ofrecen una prueba asombrosa de que la profecía bíblica es cierta.

Hace poco dediqué una tarde a recorrer varias páginas web de fundamentalistas. Además de encontrar numerosas organizaciones cristianas sionistas, dedicadas a Israel y los judíos y a recaudar fondos para ellos (constantemente me ofrecían la oportunidad de hacer donaciones a través de la red), me enteré de que James Inhofe, senador por Oklahoma, pronunció el año pasado un discurso ante el Senado estadounidense sobre las "Siete razones por las que Israel tiene derecho a la tierra". En otras palabras, por qué los judíos merecen ser dueños de las tierras y los palestinos no. Junto a argumentos seudointelectuales relacionados con pruebas arqueológicas, históricas y similares (que, por cierto, equivaldrían a justificar la devolución de Estados Unidos a los indios americanos), Inhofe concluyó con la razón número siete: "Porque lo dijo Dios".

O, como argumenta Ron Cantrell en Unholy War, a propósito de las disputas sobre límites territoriales en Oriente Próximo, "algunas fronteras no las creó el hombre, sino que se decretaron desde el cielo. Estaban bajo la arena y sólo era preciso limpiarlas y restaurarlas como en la antigüedad. La nación de Israel yacía tapada por el polvo islámico, a la espera del momento perfecto decidido por Dios. Cuando el aliento de su espíritu se llevó la arena, se abrió un nuevo capítulo de la historia espiritual".

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