Estudios en la persona y la Obra de Jesucristo - Recursos Cristianos

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lunes, 12 de octubre de 2015

Estudios en la persona y la Obra de Jesucristo

ESTUDIOS EN LA PERSONA Y LA OBRA DE JESUCRISTO
por
W. E. Best
Copyright © 1992
W. E. Best
Título del original:

STUDIES IN THE PERSON AND WORK OF JESUS CHRIST
por
W. E. Best

Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904 USA

CONTENIDO
Nota Del Autor
1 Introducción
2 El Hijo Eterno De Dios
3 El Hijo Declara Al Padre
4 El Misterio De La Piedad
5 La Manifestación De La Piedad
6 La Encarnación
7 El Nacimiento Virginal
8 La Naturaleza Humana De Cristo
9 El Cuerpo Humano De Cristo
10 El Alma Humana De Cristo
11 El Crecimiento Humano De Cristo
12 El Bautismo De Cristo
13 La Tentación De Cristo
14 La Vida Impecable De Cristo
15 El Varón Aprobado Por Dios
16 La Vida De Oración De Cristo
17 El Poder Atrayente De Cristo
18 El Mensaje Discriminador De Cristo
19 Los Milagros De Cristo
20 La Muerte De Cristo
21 La Jefatura De Cristo
22 Cristo Y Su Reino

 W. E. Best Book Missionary Trust expresa gratitud a los que participaron en el proceso de traducir este libro.

El texto Bíblico corresponde a la versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas [del texto de Nestle] (BLA) cuando se indique. Se indican las traducciones directamente del texto griego por la palabra “traducción” después el versículo.

NOTA DEL AUTOR
Estudios extensivos a través de muchos años por el autor en el idioma griego, el idioma original del Nuevo Testamento, han resultado en refinamientos en la interpretación de ciertos versículos de la Escritura contenidos en este libro -- nada que alteraría el concepto básico del libro. Estos estudios son reflejados en libros/folletos anteriores, tal como CRISTO NO PUDO SER TENTADO y HONRANDO AL DIOS VERDADERO.
 
 

1
INTRODUCCIÓN
Mucha controversia existe acerca de la Persona de Jesucristo. Los Cristianos aceptan la verdad que Jesucristo no pudo pecar. La enseñanza común entre los religiosos es que Cristo asumió la naturaleza imperfecta del hombre que sostiene las consecuencias del pecado y las tendencias para la tentación. Este concepto está expresado en las palabras siguientes: "Jesús tuvo la capacidad para pecar, pero no lo hizo. Si le hubiera sido imposible para Cristo el haberlo hecho de otra manera, Sus tentaciones no fueran reales. El actuó como un engañador." Esta es una vista clara de la herejía que está siendo enseñada.
El punto de vista de que Cristo "pudo" pecar es designado por la idea de "pecaminosidad," y el hecho de que El "no pudo" pecar es expresado por el término "impecaminosidad." Sugerir la capacidad o la posibilidad de pecar descalificaría a Cristo como el Salvador, porque un cristo pecable significaría un dios pecable.
La santidad es mucho más que la ausencia del pecado; es la virtud positiva. Los defensores de la pecaminosidad dicen, "Cristo pudo haber pecado, pero no lo hizo." Decir que El pudo haber pecado es negar la santidad positiva. Por lo tanto, negar la santidad positiva es negar el carácter santo de Dios. La santidad es la virtud positiva que no tiene lugar ni interés en el pecado. El Señor Jesús no pudo pecar porque los días de Su carne significaron sólo adición de experiencia, y no variación de carácter. La humanidad santa fue unida a la Deidad en una Persona indivisible -- el Cristo impecable. Jesucristo no puede tener más santidad porque El es perfectamente santo; El no puede tener menos santidad porque El es inmutablemente santo.
El dicho favorito de algunos es, "No digamos que Cristo no pudo pecar, pero que El no lo hizo." Esto puede satisfacer aquellos que simplemente profesan el Cristianismo, pero no son los poseedores de Jesucristo. La respuesta no debería ser dejada a aquellos que profesan a Cristo, sino a aquellos que Le conocen como Salvador y Señor. Satanás ataca la Roca de la asamblea, la Persona del Hijo de Dios (Mat. 16:18). Su obra, testimonio, y muerte no significarían absolutamente nada a nosotros si El no fuera Dios. La Persona de Cristo apoya Su sacrificio; en este mismo sentido, El es nuestra Roca. La confesión de Pedro aceptó la Persona de Cristo, aún mientras que fuera ignorante de Su sacrificio. Su confesión fue evidenciada por la declaración, "...Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mat. 16:16). Su ignorancia concerniente al sacrificio de Cristo fue demostrada por la expresión, "...Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mat. 16:22). Decir simplemente que Cristo "no" pecó es negar la virtud positiva de la santidad.
No hay aspecto de la Persona impecable del Salvador que no sea misterioso, pero los ministros Cristianos son los "administradores de los misterios de Dios” (1Cor. 4:1). Ellos deben guardar estos "misterios" de ser corrompidos por la filosofía humana y huecas sutilezas (Col. 2:8). Una opinión falsa concerniente a la Persona de Cristo no puede ser condenada sin mostrar el final trágico al que conduce. Los Cristianos no pueden quedarse callados mientras que la bendita Persona de Cristo es atacada. Se ha dicho que un sistema falso tiene como cómplice a cualquiera que guarda silencio. La guardianía de la gloria de la Persona de Cristo forma la parte principal del testigo Cristiano. Esto es enfatizado por Juan, "Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre” (1Jn. 2:23).
Una equivocación seria es hecha en el estudio de la Cristología cuando la Persona de Cristo es hecha un objeto tímido mientras que Su obra es hecha el gran tema. La obra de Dios -- la elección, la regeneración, el llamamiento, la justificación, la santificación, y la glorificación -- es coronada por hacer a los creyentes los objetos de gracia. Si los Cristianos son los objetos del amor y la gracia de Cristo, ¿no debería ser la Persona de Cristo el objeto de amor y adoración del santo? La Persona de Cristo, no la religión, es el requisito supremo. Cristo hace criaturas nuevas de nosotros; por lo tanto, El es cambiado desde el centro a la circunferencia. "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero...” (Ped. 2:24). "A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Fil. 3:10). "Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová” (Sal. 104:34). "...mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1Jn. 4:4). Como los Cristianos ahora aman Su compañerismo por el Espíritu, así esperan Su venida personal. "Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1Tes. 4:17). Las formalidades y las superficialidades no pueden tomar el lugar del Señor Jesucristo.
Los Cristianos creen en la perfección de la humanidad de Cristo. La humanidad santa fue unida a la Deidad en una Persona indivisible -- el Cristo impecable. El Hijo de Dios fue sin mancha en el vientre de la virgen así como fue en el seno del Padre. El fue sin mancha en medio de la corrupción del mundo así como cuando El fue la delicia del Padre antes de la creación del mundo. El permaneció el Verbo cuando se hizo carne; por lo tanto, El no fue cambiado en Su Persona. Su Deidad puede ser contemplada aparte de Su naturaleza humana porque existió desde la eternidad. Pero Su naturaleza humana es inseparable de la Deidad y no puede ser así contemplada. Cristo no ha abandonado Su naturaleza humana puesto que subió al cielo. No fue manchada ni hecha Divina. Aunque Su naturaleza humana es enaltecida sobre la gloria de los ángeles y los hombres, es todavía una criatura y no debe ser adorada separada de la Deidad. Cristo tomando la naturaleza humana en la unión con la naturaleza Divina no involucró substracción de la plenitud de Su Persona. Fue una naturaleza preparada para El y estuvo en armonía perfecta con Su naturaleza Divina.
Una de las expresiones más sobresalientes en toda la Biblia está en Lucas 1:35 (BLA) -- "Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios.” La naturaleza humana en todas sus etapas es una cosa maravillosa en nuestro universo de cosas. Sin embargo, la naturaleza humana es sólo una cosa hasta que una cosa mucho más maravillosa que sí misma sea identificada con ella. El unir de una naturaleza a una persona resulta en un ser humano. Cuando "lo santo" fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, "lo santo", de aquí en adelante y para siempre, llegó a ser unido al Hijo de Dios. Si Dios es tan santo que no puede ver el pecado (Hab. 1:13), entonces "lo santo" que asumió fue tan santo como El es santo. El experimentó en la encarnación un nacimiento-santidad que nosotros no experimentaremos hasta la glorificación de nuestros cuerpos. ¿Cuál es la verdadera naturaleza de Su cuerpo glorificado? ¡Cómo podemos saber puesto que no se ha manifestado lo que hemos de ser (1Jn. 3:2)! Pero sí una cosa sabemos -- Su naturaleza humana comenzó donde nosotros terminaremos.
Las dos naturalezas de Cristo son tan unidas que si Su naturaleza humana fuera capaz de pecar, Dios hubiera pecado. En la constitución misteriosa de la Persona de Cristo, hay dos naturalezas distintas: la Divina, que es eterna, infinita, omnipotente, omnisciente, y omnipresente; la humana, que tuvo un comienzo, fue finita, impotente, y limitada a la tierra. Jesucristo fue ambos infinito y finito -- ilimitado y limitado -- pero nunca impecable y pecable.
Aquellos que creen en la pecaminosidad ofrecen las objeciones siguientes: "¿No implicaría el unir de las dos naturalezas en una persona que cuando una naturaleza peca la otra también peca? ¿Qué de Cristo que estuvo ‘durmiendo sobre un cabezal’ (Mar. 4:38) -- o ‘Cristo murió por nuestros pecados’ (1Cor. 15:3)?" ¿Debemos afirmar desde estos pasajes que Dios estuvo dormido o que Dios murió? Decir que Dios estuvo dormido o que Dios murió es negar la Escritura -- "He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel” (Sal. 121:4), y "...el único [Dios] que tiene inmortalidad...” (1Tim. 6:15, 16). ¿Cuál es la respuesta a este aparente dilema? Es erróneo decir que Dios estuvo dormido o que Dios murió. Es igualmente falso decir que El que estaba dormido y El que murió no era Dios. Ambas aserciones serían falsas. Las Escrituras enseñan que El que es el Hijo sí asumió carne y sangre (Heb. 2:14), que mediante la muerte El puede destruir a aquel que tiene el poder de la muerte y llevar la vida y la inmortalidad (2Tim. 1:10) a los elegidos. Solo la inmortalidad puede ir mediante la muerte porque no está sujeto a la muerte como nosotros somos. La Persona que murió y durmió fue verdaderamente Dios; aunque, la naturaleza Divina no murió ni durmió más que el alma del hombre muere o duerme cuando el aliento sale de su cuerpo.
El Cristiano no tiene ninguna pregunta acerca de que tipo de naturaleza asumió Jesucristo en la encarnación. Si El hubiera tenido una naturaleza que fue capaz de pecar, entonces lo siguiente sería cierto:
Su madre fue manchada con el pecado de la incontinencia.
El fue la simiente del hombre y no la simiente de la mujer.
El fue un hijo ilegítimo.
El fue una persona natural; por lo tanto, El no fue el Dios-Hombre.
El fue reducido al nivel de un hombre natural.
El no fue la segunda Persona de la Trinidad.
Si El no es la segunda Persona de la Trinidad, entonces no tenemos la manifestación de Dios.
Si no hay segunda Persona de la Trinidad, entonces no hay Trinidad.
Si no hay segunda Persona, entonces no hay Mediador.
(4)Si no hay Mediador, entonces no hay Salvador.
(5)Si El no es Mediador, entonces la Inmortalidad no ha sido sacada a luz; y estamos sobre el borde de oscuridad, silencio, y el sepulcro.
El no fue libre de la depravación y del pecado real.
El hubiera tenido que orar, "Padre perdónanos,” más bien que, "Padre perdónalos” (Luc. 23:34).
El tuvo una naturaleza depravada, y teniendo una naturaleza depravada nunca hubiera hecho la distinción, "...Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).
El fue pecable en la tierra; y si El hubiera sido pecable en la tierra, El debió de haber experimentado algún tipo de conversión en Su naturaleza antes que ascendiera al cielo.
La doctrina de la no pecaminosidad es cuestionada sobre el punto de que si una Persona impecable puede ser tentada. El que cuestiona dice, "Si hubiera sido imposible para Cristo haberlo hecho de otra manera, entonces sus tentaciones no fueron verdaderas. El actuó como un engañador." La respuesta a esta necedad es sencilla a la mente espiritualmente iluminada. Es posible que un perro chihuahueño ataque a un león, pero es imposible que el perrito le gane al león. Dios, absolutamente considerado, no puede ser tentado (Sant. 1:13). Pero Jesucristo, como hombre, fue tentado; la tentación no implica la susceptibilidad. El Cristo encarnado fue atacado por Satanás, pero no había la contienda interior de las dos naturalezas como en el caso de Pablo (Rom. 7:15-25). Si la naturaleza humana hubiera sido contaminada por el pecado original como en la humanidad, entonces hubiera habido la posibilidad o la capacidad de pecar en el Cristo encarnado. Pero tal posibilidad es completamente quitada por la presencia y el poder del Espíritu Santo en la concepción, el nacimiento, y la vida de Su naturaleza humana.
Aunque ningún ser humano está afuera de la posibilidad de la tentación, él puede, por la gracia soberana, estar afuera de la posibilidad de ceder. Pero esto nunca pudo ser dicho de nuestro Salvador, porque El nunca tuvo una naturaleza caída con la cual contender. Su voluntad humana siempre fue subordinada a la voluntad Divina y no podía actuar independientemente (Juan 8:28-30; 1Cor. 11:3). Todos los Cristianos están de acuerdo que la voluntad Divina de Dios no puede pecar. Puesto que esta calidad fue el factor controlador en la voluntad humana de Cristo, la capacidad de pecar fue eliminada. La subordinación completa de la voluntad de Cristo a la voluntad del Padre quita cualquier idea de conflicto entre las naturalezas humana y Divina de Cristo. Por lo tanto, la conclusión no es que Cristo, el Salvador impecable, tomó la parte de un hipócrita, sino aquellos que cuestionan Su no pecaminosidad, son hipócritas porque ellos profesan ser Cristianos, pero niegan el mero fundamento del Cristianismo. Ellos buscan robar a Cristo de Su naturaleza impecable y reducirle a alguien como a sí mismos (Sal. 50:21).
Jesucristo, el Salvador impecable, es el sacrificio infinito por el pecado. Una persona pecable es una persona finita que nunca puede hacer satisfacción al Dios infinito, que fue herido por el pecado. Jesucristo es el Cristo impecable y por lo tanto infinito. La retribución infinita no puede ser cargada por una criatura finita, pero Jesucristo fue capaz de cargar el castigo infinito por el pecado. La infinidad de la Persona de Cristo abundantemente compensa por la eternidad de la retribución, porque el pecado es contra el Dios infinito y por lo tanto merece el castigo infinito.
Debemos entender los términos "infinito" y "finito" a fin de entender adecuadamente la Persona y la Obra de Jesucristo. Cuando decimos que Dios es infinito, el significado es que El es ilimitado, inmensurable, e incomprensible. "Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito” (Sal. 147:5). "¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance” (Isa. 40:28). "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rom. 11:33). El no está confinado por el espacio; consiguientemente, El está en todo lugar. El no está limitado por el tiempo; entonces El es eterno. El es un Ser independiente; entonces todas las criaturas dependen de El -- El no depende de nadie. Dios que es sin límites restringe todo. El establece los límites del mar (Job 38:10, 11), la habitación de la nación (Gén. 10:32), los cielos (Sal. 148:6), la redención (Juan 6:37), y la maldad (Apoc. 17:17). Dios es infinito en todos Sus atributos; por lo tanto, debemos aprender admirar y adorar a donde nosotros no podemos entender. "¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás? Su dimensión es más extensa que la tierra, Y más ancha que el mar” (Job 11:7-9). En el cielo veremos a Dios claramente pero no totalmente, porque El es infinito. La revelación será según el tamaño de nuestro vaso finito, no según la infinidad de Su naturaleza. El hombre está confinado, limitado, restringido, y escudriñable porque él es finito. Dios no está confinado, limitado, mensurable, e inescrutable porque El es infinito.
Cuando iluminado por el Espíritu de Dios, uno verá como Jesucristo -- el Hijo infinito de Dios y el hijo finito de María -- nos da el único Dios-Hombre, el Mediador (Fil. 2:5-9; Hech. 13:38; 1Tim. 2:5). El título "Hijo del Hombre” no pudiera ser correctamente aplicado, sino proféticamente (Dan. 7:13), hasta la encarnación. Las expresiones, "el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3:13) y "¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?” (Juan 6:62), no son inconsistentes con este punto de vista. Su personalidad no estuvo menos conectada con la humana que con la naturaleza Divina. Nosotros no mezclamos las naturalezas ni dividimos la Persona. El Hijo del Hombre subió adonde El estaba antes como el Hijo Eterno de Dios. El está allí ahora no sólo como el Hijo de Dios pero como el Hijo del Hombre. La naturaleza humana Le capacita venir en contacto con el pecador; Su Naturaleza Divina da mérito a Su obra en la naturaleza humana.
Puesto que fue el hombre que pecó, el justo juicio requiere que el hombre de la satisfacción. Fue imperativo que el Salvador del hombre deba, en la naturaleza del hombre, satisfacer el justo juicio y la ira de Dios. "Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?...” (1Sam. 2:25). Así, la Escritura dice que si una persona finita peca contra otra persona finita, el juez finito lo juzgará; pero si una persona finita peca contra el Dios infinito, ¿quién rogará por él? El hombre finito no puede rogar por pecador, pero el Salvador infinito puede rogar por él. La doctrina de la pecaminosidad pega en el mero corazón de Cristo y Su obra redentora.

2
EL HIJO ETERNO DE DIOS
El tema de la Filiación eterna de Cristo no concede importancia a ninguno. Si nuestros pensamientos acerca de este tema no son los pensamientos de Dios, no solamente deshonraremos al Señor sino que traeremos condenación a nuestras propias almas. Los pensamientos de Dios expresados en las Escrituras deben ser entendidos en su significación obvia.
Mateo registra la primera referencia en el Nuevo Testamento del título "Hijo de Dios” (Mat. 16:16). ¿Fue la confesión de Pedro debido al hecho de que la madre de Cristo fue una virgen? Esta confesión pudiera ser atestada por "carne y sangre" sobre los principios reconocidos de evidencia, pero el Señor declaró que Su Filiación eterna fue una revelación del cielo. "...porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mat. 16:17). "Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios” (1Jn. 4:15).
Reconocemos que, en algún sentido, Dios puede ser descrito por los principios reconocidos de evidencia (Sal. 19:1-11; Rom. 1:19, 20), pero los elegidos no descansarán en las descripciones de Dios. Ellos demandan una revelación de El que debe ser dada por Sí Mismo. Esta es una demostración suficiente que el Hijo de Dios, en el seno del Padre, es una Persona Divina. La revelación no es que El es un Hijo, o el Hijo nacido de una virgen, o el Hijo levantado de los muertos, aunque todas estas son verdades acerca de El; es una revelación de la Filiación Divina. Dios no es conocido como el Padre si el Hijo en la gloria de la Deidad no está confesado. "¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre” (1Jn. 2:22, 23).
La Paternidad eterna demanda la Filiación eterna. Aquellos que niegan la Deidad de Cristo argumentan, "Si el Padre engendró al Hijo, El que fue engendrado tuvo un principio de existencia. Entonces hubo un tiempo cuando el Hijo no existió; por lo tanto, el engendrado es inferior al Engendrador." Hay prioridad en la Deidad pero no superioridad. Si por la inferioridad se entiende la inferioridad de relación, admitimos la posición que el Engendrado es inferior al Engendrador. Esto es lo que Cristo significó cuando dijo, "...el Padre mayor es que yo" (Juan 14:28). El Remitente es mayor que el Enviado; por lo tanto, la palabra "mayor" tiene referencia a la autoridad y no al carácter. Como Mediador en Su estado de humillación, Cristo fue subordinado y siervo del Padre. Si por inferioridad se entiende significando la inferioridad del carácter, tal noción debería ser opuesta como la más grande herejía jamás inventada por el corazón depravado del hombre.
La filiación no sólo implica igualdad pero identidad de naturaleza. El engendrado debe compartir la naturaleza de su engendrador. Donde no hay comunicación de naturaleza, no hay generación verdadera. Nuestro Salvador dijo, "Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Esto está en el neutro el cual refiere a una sustancia, no en lo masculino que se refería a una persona. Así, la relación de Cristo al Padre es un argumento incontestable para la Deidad de Cristo. Entre los hombres la acción del padre futuro es necesaria a la producción de su progenie, pero esta es una consecuencia de la naturaleza humana. Sin embargo, entre los Seres Espirituales la paternidad y la filiación son independientes de toda necesidad humana. El Padre no puede en ningún sentido existir antes que el Hijo en la generación eterna. La relación del Padre y el Hijo es correlativa y simultánea. Es necio pensar de la generación eterna del Hijo de Dios en términos humanos. Los términos Hijo y Padre, como son usados en la Deidad, implica co-igualdad en naturaleza y co-eternidad. Por lo tanto, Cristo nunca refiere al Padre como Su Señor. El dice "Mi Padre" (Suyo por la generación eterna) y "su Padre" (nuestro por la regeneración) a fin de hacer la distinción propio entre la Deidad y la humanidad.
El griego original usa dos palabras para el hijo--una refiere a la dignidad de posición y la otra a la relación por el nacimiento. La segunda nunca es usada con referencia a nuestro Señor Jesús en Su relación al Padre. La palabra griega traducida "Hijo" en las expresiones "Hijo de Dios" e "Hijo del Hombre" no está siempre usada para designar el pensamiento de ser nacido de Dios o nacido del hombre, como muchos maestros falsos asumen. La palabra frecuentemente trae el pensamiento de ser identificado con. La misma palabra es usada en los pasajes siguientes: "hijos del reino" (Mat. 13:38); "los (hijos) que están de bodas" (Mar. 2:19); "Hijos del trueno" (Mar. 3:17); "hijos de este siglo" (Luc. 16:8); "hijos de desobediencia" (Ef. 2:2); "hijos de luz e hijos del día" (1Tes. 5:5).
El Hijo de Dios es el Unigénito del Padre (Juan 1:18). Este "unigénito Hijo" es la misma Persona que es designada el "Verbo" (Juan 1:1); y de quien se es dicho, El "fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Aquellos que objetan a la Deidad de Cristo dicen, "Si has sido `engendrado' entonces no eres `eterna.' El no puede a la vez ser el Hijo eterno y el Hijo engendrado." La persona engendra a la persona y el mismo tipo engendra el mismo tipo en la generación humana, pero el Padre engendró al Hijo en la generación eterna.
Hay similitud entre engendrar y hablar. Puede ser dicho que los dos manifiestan algo. Cuando hablamos, lo hacemos hacia adentro nosotros mismos o hacia afuera para otros. Hebreos 1:1-6 retrata la gloria del Hijo de Dios en la eternidad y en el tiempo. "El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia...” declara Su ser pre-existente y eterno. "Hecho tanto superior a los ángeles...cuando introduce al Primogénito en el mundo...” afirma Su humanidad en el tiempo. El siempre tuvo Filiación como Dios, pero por herencia El la obtuvo como el Hombre. Así, El que estaba eternamente con el Padre fue manifestado en el tiempo (2Tim. 1:9, 10).
"Unigénito" es un término que denota encarecimiento (Juan 1:18; 3:16). Isaac no fue el unigénito de Abraham (Heb. 11:17), porque Ismael fue engendrado también por él. Isaac fue su vida. ¿Por qué fue Isaac su vida? Como él fue el unigénito del Abraham por su esposa Sara, él representó a Jesucristo, el Hijo amado de Dios, que es la vida a todos los elegidos. "¿Hasta cuándo, Señor, estarás mirando? Rescata mi alma de sus estragos, mi única vida de los leones" (Sal. 35:17 BLA). Sus otros hijos fueron llamados "los hijos de sus concubinas” (Gén. 25:6). Así Cristo, como el unigénito del Padre, fue el único representante del Ser y Carácter del Aquel que Le envió. El es de la misma esencia con el Padre, y aún El es una Persona distinta del Padre. Como el esplendor inherente del sol no puede existir sin el esplendor inherente de lo que procede, así la Esencia inherente de Dios no puede vivir sin su Esencia manifestada, ni la Esencia manifestada sin la Esencia inherente de quien El vino.
El Hijo de Dios es el Hijo primogénito. La palabra primogénito es usada para expresar la soberanía, la dignidad, y la prerrogativa de herencia de la posición de Cristo entre muchos hermanos (Heb. 2:11-17). Este término es usado dos veces en el Nuevo Testamento sin referirse a Cristo (Heb. 11:28; 12:23), y siete veces como Su título. Un examen de estas referencias revelará un triple uso en el Nuevo Testamento:
Antes de toda creación (Rom. 8:29; Col. 1:15) -- eterno;
Primogénito de María (Mat. 1:25; Luc. 2:7; Heb. 1:6) -- Su Persona pre-encarnada y encarnada;
Primogénito de entre los muertos (Col. 1:18; Apoc. 1:5) -- el primero en ser levantado de los muertos a la vida resucitada.
El Hijo de Dios es ambos Verbo e Hijo. Estas dos metáforas complementan y protegen la una a la otra. Pensar de Cristo como simplemente el Verbo puede sugerir una facultad impersonal en Dios. Por otra parte, pensar de El sólo como el Hijo puede limitarnos a la concepción de un ser creado. Cuando los dos términos son combinados, no hay lugar para una facultad impersonal o un ser creado. La sustancia de Juan 1:1-18 es que El que es el logos era con Dios y era Dios. En Juan 1:1, tres grandes hechos son presentados: (1) Cuando el Verbo era -- "en el principio"; (2) Donde el Verbo era -- "con Dios"; y (3) Quien el Verbo era -- "Dios."
PRIMERO -- "En el principio era el Verbo." El sol, la luna, y las estrellas "fueron hechas" en el principio, pero el Verbo "era" en el principio. La existencia de Cristo y la de ellas difieren radicalmente. Si Juan hubiera dicho "antes" del principio, él hubiera presentado la eternidad bajo las leyes del tiempo. Esto hubiera sido tan serio como describir el infinito bajo las leyes del finito -- tan difícil como tratar medir las aguas del océano por una gota en el lavabo de la cocina. Pero Juan sube, en el espíritu, más allá del tiempo y el espacio a la quietud pacífica a donde Dios mora.
SEGUNDO -- "El Verbo era con Dios.” Esta expresión implica que El tuvo una existencia distinta del Padre. El era con El. Por ejemplo, El que está conmigo no soy yo. El Verbo estaba en el hogar en el seno del Padre; por lo tanto, El nunca se sintió como un inferior ante un superior sino como un Hijo amante con un Padre amante (Prov. 8:22-31). Dios tomó delicia indecible en Su Verbo, porque en El percibió Su propia imagen expresada (Heb. 1:3).
TERCERO -- "El Verbo era Dios.” La Filiación es, en la verdad, el gran baluarte de la Deidad de Cristo. Desde la eternidad, el Hijo de Dios mantuvo con el Padre una relación que involucraba la identidad de la naturaleza. Si en la Deidad, no hay filiación, ni hay la paternidad; si no hay un Hijo eterno y Divino, ni hay un Padre eterno y Divino. "Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre...” (1Jn. 2:23). El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió (Juan 5:23).
La eternidad de nuestra elección depende en la Filiación eterna (Ef. 1:4; 2Tim. 1:9). Si El no es eterno, nuestra elección no es eterna, porque somos elegidos en El. La integridad de nuestra redención depende en la Filiación eterna, porque El es el Cordero que fue "inmolado desde el principio del mundo" (Apoc. 13:8). Nuestra preservación eterna depende en la Filiación eterna. El dijo, "Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Nada puede sobrevivir en la eternidad sino lo que vino de la eternidad.
Nuestro escogimiento es entre la inferioridad de naturaleza y la inferioridad de relación. Los Cristianos creen que hay subordinación en la Trinidad, pero fuertemente niegan la inferioridad de naturaleza en la Deidad. Al Cristiano, no hay alternativa sino la buena profesión (1Tim. 6:13) de una relación Divina y eterna entre las Subsistencias de la Trinidad. El Padre, como Dios, engendra; el Hijo, como Dios, es engendrado; el Espíritu Santo, como Dios, procede. Llamar al Padre Dios y negar que El engendre es tan absurdo como llamarle un sol y negar que El ilumine. Aquellos que creen en la pecaminosidad escogen la inferioridad de naturaleza más bien que la inferioridad de relación; así, ellos llegan a ser religiosos que están sin un Salvador impecable.

3
EL HIJO DECLARA AL PADRE
Jesucristo declara el nombre incomunicable -- YO SOY (Ex. 3:14; Juan 8:58). El nombre significa la esencia inmutable y la duración eterna. El cambio está escrito sobre toda cosa terrenal; Cristo es inmutable (Heb. 13:8), porque El es Dios. El relato, "Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58), no tiene referencia a la venida de Cristo en la existencia antes que Abraham. El nunca llegó a existir. Los judíos entendieron esto como una declaración de Deidad, y tomaron piedras para apedrear a la Principal Piedra (Ef. 2:20; Juan 8:59) por el blasfemia. Ellos sabían que el título "YO SOY" se refería a la Deidad, pero fueron cegados por sus tradiciones religiosas al hecho de la Deidad de Cristo. Pablo dijo, "Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2Cor. 4:3, 4). Los no salvos no conocen a Cristo como Dios, pero los salvos sí lo hacen. Nuestro Salvador declara la pre-existencia; El revela el hecho del ser eterno, porque no hay mención de Su principio o fin. Theos, la palabra griega para Dios, es usada en referencia al Padre (Juan 6:27), Hijo (Heb. 1:8), y Espíritu Santo (Hech. 5:3).
El evangelio de Juan ha sido llamado el seno de Cristo porque revela el corazón de Cristo. Cristo vino del corazón de Dios al corazón del hombre. El dijo, "Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Juan 16:28). Como Dios dijo a Israel, "Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Ex. 19:4), así Juan retrata a Cristo sosteniendo los elegidos de Dios sobre las alas de la gracia soberana a la presencia del Padre Mismo. "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria...” (Juan 17:24). Juan 16:28 da un bosquejo perfecto al evangelio entero de Juan. El apóstol retrata a Jesucristo
viniendo del Padre para Su encarnación (Juan 1:1-18),
viniendo al mundo para nuestra salvación (Juan 1:19-11:57),
dejando el mundo para nuestra santificación (Juan 12-17), y
yendo al Padre para nuestra glorificación (Juan 18-21). Los primeros tres evangelios son una presentación de Jesucristo; el evangelio de Juan es una interpretación -- prueba que Cristo es el Hijo eterno de Dios.
El fin de la encarnación fue para revelar al Padre. "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Dios había hablado por los profetas en una manera de pedazos. Cristo, viniendo del Padre, deletreó el Nombre en tal perfección absoluta que nadie necesitó hablar. "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo...

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