Armando H. Toledo
La llamada intolerancia se está convirtiendo en uno de los signos de
nuestro tiempo. Las libertades están en peligro, especialmente las libertades
de conciencia, credo y religión. Estas libertades costaron sangre, sufrimientos
y hasta las vidas de quienes las conquistaron para los demás. Comenzando por
los sufrimientos, la sangre y la vida de Jesucristo-quien pagó caro la
liberación de una esclavitud impuesta al género humano-hay una larga lista de
libertadores políticos, filosóficos, económicos y hasta de prensa que se
desmayarían al ver lo que los vigilantes del orden establecido han hecho con
todo aquello por lo cual ellos vivieron y murieron.
Pero a pesar de su actualidad, el fenómeno de la
pérdida de libertades no es algo nuevo; ha estado presente a lo largo de la
historia humana siempre que un grupo o institución se ha abrogado el derecho de
definir para los demás lo que es correcto o incorrecto, justo o injusto, bueno
o malo, verdadero o falso, bello o feo, sano o insano, tolerable o intolerable,
políticamente correcto o incorrecto y hasta religiosamente aceptable o
sectario. La intolerancia es hija del autoritarismo, es decir, del deseo de
tener el poder sobre las conciencias, los actos y hasta el dinero de los demás.
Los dueños y los guardianes de los sistemas creados por los hombres, en su
lucha por el poder sobre los demás, van poniendo -y peor aún, ampliando- los
límites de aquello que, según ellos, "debe" forzosamente ser lo
correcto también para los demás.
Entonces, ¿está mal que uno crea
que ciertas cosas son correctas y otras no?
Claro que no. Por supuesto que es correcto definir los
límites de lo que en la cosmovisión propia se piensa que es verdadero-falso,
correcto-incorrecto, etc. Pero la intolerancia (o mejor dicho, la pérdida de la
libertad) comienza cuando una persona o un grupo humano, impulsados por la
carne o por el consejo del demonio, buscan imponer a los demás el criterio
particular. Yo mismo he dedicado muchos años a enseñar a cientos de jóvenes lo
que creo -siempre fundado en las Sagradas Escrituras- son los límites, por
ejemplo, de la cosmovisión cristiana, es decir dónde comienza y dónde acaba,
dónde sigue siendo el Evangelio y dónde ya no. (Tal es el trabajo de nosotros,
los maestros de Biblia). Pero de ahí a hacer creer que se está obligado a
aceptar el Evangelio so pena de encarcelamiento, tortura o muerte, hay un
enorme abismo que separa la libertad de la pérdida de la misma. Centrémonos en
materia religiosa. ¿Les parece?
¿Cuáles son las diversas maneras
en que se puede discriminar religiosamente a la gente?
La discriminación religiosa es multifacético. Hay
países, como en México, que excluyen a todas las confesiones salvo a una, que
viene a ser la religión oficial y que normalmente cuenta con el apoyo del
Gobierno y de los medios de comunicación. La podríamos llamar "la religión
de Estado". Otros países, de hecho, tienen leyes que marginan a ciertos
credos. En su libro Freedom of Religión,
Kevin Boyle y Juliet Sheen dicen que "la herejía y los herejes no son
meramente imágenes del pasado (...) El rechazo, la persecución y la
discriminación que sufren quienes han escogido una senda distinta siguen
figurando entre las principales causas de la intolerancia" Los especialistas
dicen que todo parece indicar que en el mundo moderno la pérdida de libertades
religiosas va en aumento en vez de disminuir. El auge del autoritarismo
religioso está poniendo en jaque la libertad de culto.
Suponiendo que un país como México se encuentre aún muy
lejos de ya no admitir confesión religiosa alguna como la oficial, la
tolerancia no tiene por qué implicar uniformidad ideológica. Uno debiera poder
discrepar de su prójimo e incluso estar totalmente convencido de que las ideas
de éste son erróneas y manifestar su disconformidad en público, mientras no
difunda mentiras para incitar a la violencia. Otra cosa es perseguir a un
grupo, imponerle leyes especiales, marginarlo, proscribirlo o coartar de algún
modo el ejercicio de su fe. Si la intolerancia es extrema, puede llevar a que
algunos maten y otros tengan que morir por sus creencias.
¿Existe diferencia, entonces,
entre intolerancia y autoritarismo religioso? ¿Es lo mismo la tolerancia
religiosa que la libertad de religión?
No, creo que no es lo mismo. Permítaseme aclarar, pero
para ello nos remontaremos un poco en la historia. En el siglo XVI en Europa se
desarrolló el movimiento cultural protestante. Este fue considerado desde el
principio como un movimiento sectario. Con sorprendente rapidez, la Reforma
dividió Europa en bandos confesionales pero puso sobre la mesa el concepto de
"libertad de conciencia". Por ejemplo, en 1521 el célebre reformador
Martín Lutero justificó así sus opiniones: "Mi conciencia está cautiva de
la Palabra de Dios". Han de saber ustedes que la escisión también desató
la llamada Guerra de los Treinta Años (1618-1648), una sucesión de terribles
luchas de religión que azotaron el Viejo Continente. (Para profundizar un poco
más en cuanto a la actitud de los cristianos bíblicos con respecto al papel de
la verdadera Iglesia en las guerras, recomiendo la lección titulada
"Preguntas sobre la guerra".).
En plena guerra hubo muchos que comprendieron que el
enfrentamiento no llevaba a ninguna parte. Por ello, una serie de edictos como
el de Nantes, promulgado en Francia en 1598, trataron sin éxito de pacificar
Europa. De esos edictos iría surgiendo la idea actual de tolerancia, término
que en un principio tenía tintes negativos. Por ejemplo, en 1530 el famoso
humanista Erasmo dijo que "si en ciertas condiciones se toleraban las
sectas, (...) constituía, sin duda, un mal y un mal grave, lo confieso, pero en
cualquier caso más ligero que la guerra". Así pues, dada la connotación
negativa del vocablo, algunos, como el francés Paul de Foix en 1561,
prefirieron hablar de "libertad de religión" y no de
"tolerancia". ¿Notan la diferencia? ¿Es lo mismo tolerar (es decir,
soportar o permitir a regañadientes o por conveniencia) que reconocer un
derecho o libertad?
Afortunadamente, la "tolerancia" acabó
viéndose como protectora y garante de las libertades, en vez de como 'mal
menor' o 'concesión a la debilidad'. Al aceptarse como fundamentos de la
sociedad moderna tanto el pluralismo ideológico como el derecho a disentir, el
fanatismo tuvo que poner tierra de por medio. Ya para fines del siglo XVIII, la
"tolerancia" quedó ligada a la "libertad" y la
"igualdad" en muchas declaraciones y leyes, como en la famosa
"Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano", de Francia
(1789).
No sé si me explico... Si yo no quiero ser católico,
por ejemplo, no necesito que me toleren, es decir que me permitan no serlo. No
necesito que se me dé nada. Ni siquiera que se me dé la libertad de no ser
católico. Lo único que necesito es que se reconozca mi libertad natural de ser
o no ser, de creer o no creer, de creer esto o aquello. Pero si alguien me
quiere forzar a "permanecer o regresar a la verdadera fe", estaría
violando mi libertad. Quien solicita permiso para creer algo diferente a lo establecido,
está solicitando tolerancia y también está reconociendo que hay una instancia
oficial a quien se debe solicitar la tolerancia. El verdadero problema es que
aunque haya obtenido la tolerancia religiosa, habrá perdido su libertad
religiosa: la tolerancia se pide, se ruega, se solicita. La libertad se toma o
se deja. Cuando llegue la persecución a nuestra población y sea intolerable el
culto a Cristo, ¿tendremos que renunciar a nuestra libertad de culto?
Por qué es tan importante la
libertad de religión? ¿Qué está en juego cuando se pierde?
Buena pregunta. Sucede que el mundo moderno, erigido
sobre la base de la democracia y las libertades políticas, descansa también
sobre la premisa de que la libertad religiosa es un requisito fundamental para
calificar de verdaderamente libre a una sociedad. Si no existe libertad de
religión ni el derecho de difundir la fe que uno profesa, no puede haber
derechos de conciencia ni verdadera democracia, pues como reconoció
recientemente un tribunal francés, "la libertad de creencia es uno de los
elementos fundamentales de las libertades públicas". Así pues, tanto si
uno es creyente como si no lo es, debe interesarse por la protección de su
valiosa libertad de creer o no creer.
La actitud de un país ante la libertad religiosa también
determina a buen grado su reputación y credibilidad en la comunidad
internacional. La libertad religiosa es uno de los valores más elevados de la
"constelación de derechos humanos", pues atañe a la misma esencia de
la dignidad humana. Ningún sistema que viole tales derechos (o permita su
violación sistemática) puede ni podrá jamás aspirar legítimamente a pertenecer
a la comunidad de estados justos y democráticos que profesan respetar los
derechos humanos fundamentales.
Un país como México, que sufrió una Guerra de Reforma
para conquistar estos derechos fundamentales, jamás podrá conocer el pasaje a
la modernidad democrática-por más esfuerzos que se hagan en el terreno de lo
económico-si no permite, fomenta y defiende la libertad de conciencia. Y esto
es así porque la libertad de culto es una de las bases sobre las que se
edifican las libertades civil, política, cultural y económica. De minarse los
cimientos, se resentirá todo el edificio. Por lo demás, cada vez que la
libertad religiosa es violada, se acaban infringiendo otras libertades. Aunque
hay que salvaguardar todas las libertades, la de culto debe tener prioridad.
¿Qué es una
secta? ¿Qué debemos
entender por ese término? ¿Podría mencionar alguna secta?
Buenísima pregunta. En términos religiosos, una secta
es todo grupo que está fuera de los límites del orden religioso establecido. Un
grupo sectario es aquel que "ha escogido una senda distinta". El
término "secta" o "sectario" normalmente tiene, por quienes
lo usan -entre los cuales no me cuento-, una connotación peyorativa, de
rechazo, de culpabilidad, de marginación. El delito de "los
sectarios", consiste en haberse apartado de "lo oficial", de
"lo establecido". Por lo mismo, encontramos en la historia grupos sectarios
a los que se les consideró una amenaza para el estatus quo y se les persiguió
para forzarles a que ya no creyeran -y por tanto, ya no enseñaran- algo
distinto. Robin Lane dice que "la persecución ha sido un elemento
perdurable de la historia cristiana".
En lo personal siento una especial predilección por
una secta. Es, digamos, mi secta favorita. Esta secta se opuso al orden
religioso judío establecido como oficial y obligatorio durante cientos de años
en Palestina, y sus miembros decían seguir a un hereje llamado Jesús de Nazaret.
Luciano, aquel satírico del siglo II d. C., hizo mención de esta nueva herejía
al referirse a Jesús como "...el hombre que fue crucificado en Palestina
por haber introducido este nuevo culto en el mundo (...) Aun más, el primer
legislador que ellos tuvieron les persuadió de que todos ellos eran hermanos
unos de otros, después de haber transgredido de una vez por todas negando los
dioses griegos y adorando a aquel sofista crucificado y viviendo bajo sus
leyes". Al principio esta secta fue conocida como "El Camino",
haciendo alusión a una de las frases favoritas de Jesús cuando se refería a sí
mismo: "Yo soy el Camino...". Posteriormente, en cuanto a los
discípulos de esta nueva secta, "fue en Antioquia donde se les llamó
'cristianos' por primera vez" (Hechos 11:26), aludiendo ahora al título
que Jesús se adjudicaba y que fue precisamente lo que desembocó su persecución,
sufrimiento y muerte: "Yo soy el Cristo", es decir el Elegido.
A los primeros cristianos, como es natural y lógico,
se les tildó de "alborotadores de la ciudad", "instructores de
costumbres prohibidas", "plaga provocadora de disturbios",
"secta de los nazarenos", etc. (Hechos 16:20,21; 24:5,14; 28:22) y se
les acusó de representar una amenaza para el orden público. Y ciertamente lo
eran. Una "secta" siempre es una amenaza contra el orden establecido,
y la secta de Jesús era una bomba de tiempo que eventualmente terminó con una
era e inauguró otra. Tal era el temor de que esta "mentira", esta
"herejía" llegara al pueblo siguiente, que cuando lo hacía, la gente
exclamaba "¡Estos que están trastornando el mundo entero han venido
también acá!". (Hechos 17:6) Por ello, algunos sufrieron tortura y
murieron atacados por las fieras en los circos romanos. Ante tan violenta
persecución, hubo quienes abogaron por la libertad de religión, entre ellos
Tertuliano (155-222), teólogo apologista que ya en el 212, escribía: "Es
un derecho del hombre, un privilegio de la naturaleza humana, que cada cual
pueda adorar según sus propias convicciones".
¿Quiere usted decir que el
cristianismo es una secta?
Pero por supuesto que sí. Al menos fue y es una secta
del judaísmo. Tal es su honroso origen, y es su orgullo 'no haberse conformado
al siglo judío sino haberse transformado mediante la renovación de su mente'.
(ver. Romanos 12:1) Si ahora no es más una secta, quizás se deba a que algunos
han querido llevar la fe cristiana al nivel de religión oficial. Y siempre que
esto sucede, es decir, cuando los líderes religiosos han logrado colocar a su
grupo denominacional -sea católico o evangélico- en el cómodo contexto del
orden religioso oficial establecido, cuando no solo han conseguido la
tolerancia sino que también han transigido para obtener poder y privilegios que
les hace sentir más cómodos, es cuando los seudo apologistas -en realidad, un
tipo de intelectuales orgánicos- escriben artículos de revista o libros
intolerantes en los que se sienten con la autoridad de enlistar las
"sectas" que pueden desestabilizar su sistema religioso.
La palabra "secta" se origina en la voz
latina secare, cortar, dividir, y hace alusión a una rama, vertiente o
derivación de un tronco común. En este sentido podremos entender que en sus
primeros años el cristianismo solo fue considerado sectario en relación con el
"tronco" del sistema religioso judío, del cual fue una reacción. Pero
por lo mismo nunca fue considerado una secta por los romanos.
Entonces, ¿por qué los cristianos sufrieron persecución
por parte de los paganos?
Buena pregunta. Les sorprenderá saber que no solo no
siempre fue así, sino que con el tiempo los papeles se invirtieron. Me
explicaré.
Si en una época los cristianos fueron vistos como una
amenaza también para el sistema romano imperial -basado en la adoración de la
supuesta naturaleza divina del emperador, a lo cual los verdaderos discípulos
de Jesús nunca accedieron prefiriendo ser duramente acosados o llevados a la
muerte-, no obstante no siempre fue así. Por ejemplo, los cristianos del siglo
I, vivieron bajo la llamada Pax Romana. Como escribió un historiador:
"Roma subyugó con tanta autoridad a los pueblos del mundo mediterráneo que
terminó con las guerras casi constantes que desde tiempos remotos habían
sostenido". Esta estabilidad permitió que la Iglesia primitiva viajara por
todo el mundo romano con una facilidad relativa.
El Imperio Romano siempre procuró unificar a todos los
pueblos que se encontraban bajo su dominio. Esta política internacional no sólo
promovió los viajes, la tolerancia y el intercambio de ideas y costumbres sino
que también pretendía crear un clima de "hermandad internacional". El
libro Camino de la Civilización dice: "La unidad del Imperio romano abonó
el terreno para la predicación cristiana. Las barreras nacionales
desaparecieron. Un ciudadano romano era un ciudadano del mundo (...) Además,
una religión que enseñaba la hermandad de los hombres encajaba muy bien con la
idea de una ciudadanía universal". (ver, Hechos 10:34-35; 1Pedro 2:17; 1Pedro
5:10) Los romanos, pues, llegaron a asimilar y adaptar sin empacho
los panteones de
los pueblos conquistados. El profesor Rodney Stark
escribió al respecto que "en muchos aspectos Roma hizo posible un mayor
grado de libertad religiosa que no volvió a verse hasta después de la
Revolución Norteamericana".
También es cierto que en siglos posteriores algunos
emperadores manifestaron odio particular hacia los cristianos, pero en el año
313, el Imperio romano dejó de perseguirlos al promulgar Constantino el Edicto
de Milán, que les otorgó la misma libertad de culto que a los no cristianos -eso
sí que es tolerancia. Así pues, la "legalización del cristianismo" y
otros cultos pusieron fin a los ataques. Sin embargo, hacia el 340, como dije,
toda vez que la Iglesia comenzó a sentirse segura de sus privilegios
religiosos, las cosas se invirtieron, pues un escritor "cristiano"
abogó por la persecución de los paganos -eso sí que es intolerancia. Incluso,
en el 392, el emperador Teodosio I, hasta terminó prohibiendo el paganismo, lo
cual, como se imaginarán, supuso la muerte precoz de la libertad de cultos.
Entonces, con el cristianismo romano como confesión oficial, la Iglesia y el
Estado se embarcaron en una oleada de persecuciones que duró siglos y alcanzó
su punto máximo con las sangrientas cruzadas de los siglos XI al XIII, y con la
atroz Inquisición, que entró en acción en el siglo XII. En un ambiente de
"cacería de brujas", las autoridades religiosas fueron tras todo
"hereje", es decir, quien osara cuestionar la ortodoxia establecida,
el monopolio del dogma. Es en esos momentos cuando surge la necesidad de separarse
por amor solo a Dios, para evitar el riesgo de conformarse al siglo actual...
¿me explico?
¿Cuál es la verdadera libertad
de culto?
Buena pregunta. Pues bien, la verdadera libertad de
culto se da solamente cuando el Gobierno trata por igual a todas las
confesiones que respetan y obedecen la ley. Por el contrario, deja de existir
cuando decide arbitrariamente cuál de ellas no es una "religión",
privándola de este modo de ciertos beneficios oficiales que se conceden
a los grupos religiosos. Me fascina la observación que la revista Time hizo en
un número de 1997, al señalar que "el sagrado concepto de libertad de
culto se convierte en algo vacío cuando el Gobierno se adjudica el derecho de
certificar la legalidad de las religiones igual que como otorga licencias para
conducir". No nos extrañe que alguien haya dicho después que tal acción
"conduce, conscientemente o no, al totalitarismo".
Las libertades esenciales también resultan amenazadas
cuando un grupo religioso monopoliza los medios de comunicación, situación que,
por desgracia, es cada vez más habitual en nuestro país. Por ejemplo, cuando se
entrevista a alguien para que dé "el punto de vista de la Iglesia"
sobre algún tema, muy rara vez se oyen voces que no sean las de la religión de Estado.
Por ejemplo, al definir lo que es correcto doctrinalmente, las organizaciones
anti-sectas se erigen en fiscal, juez y jurado, y tratan de imponer al público
sus opiniones tendenciosas a través de los medios informativos. Al obrar así,
los líderes de opinión religiosa manifiestan a veces el mismo sectarismo que
pretenden combatir, con el riesgo de crear un clima de 'cacería de brujas'. Así
pues, con la estigmatización social de que son objeto las minorías religiosas,
¿no se corre el peligro de atentar contra las libertades esenciales? Recuerdo
ahora lo dicho por el especialista Martin Kriele: "La caza de brujas a que
se somete a las sectas es más inquietante que la gran mayoría de las ‘llamadas
sectas y psico-grupos'. En pocas palabras: debe dejarse en paz a los ciudadanos
que no infrinjan la ley. La religión y la ideología han de ser libres, y seguir
siéndolo".
Entonces, ¿no hay sectas de
verdad?
Hoy en día, por supuesto, abundan los individuos sin
escrúpulos que se aprovechan de las personas con muy pobre educación en materia
religiosa. De ahí la clara necesidad de estar alerta ante las afirmaciones en
materia de religión. Pero ¿hasta qué punto son objetivos y favorecen la
libertad de culto los alegatos de algunos periodistas que, en vez de consultar
a entendidos imparciales, se fían de la información que les brindan iglesias
cuya membresía precisamente va en disminución, o asociaciones anti-sectas de
dudosa objetividad? Por ejemplo, un periódico que llamó a los protestantes y a
los Testigos de Jehová "las más peligrosas de todas las sectas",
admitió que sus definiciones procedían de "los expertos de la Iglesia
Católica". Igualmente, una revista francesa señaló que la mayoría de los
artículos sobre las "sectas" procedían de organizaciones anti-sectas.
¿Creen ustedes que esta es la forma más imparcial de recibir información
objetiva?
Gracias al Señor, hay tribunales y organizaciones
internacionales que velan por la defensa de los derechos humanos fundamentales,
como la ONU, que señalan de plano que "la distinción entre religión y
secta es muy artificial para resultar aceptable". ¿Por qué se empeñan,
pues, algunos sectores católicos y protestantes en seguir utilizando el término
peyorativo secta? Yo creo que esta es una prueba más de que la libertad de
culto corre peligro.
"Por una fe inteligente..."
A. H. Toledo.
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