A un año del ataque a las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York quedan muchas dudas: lea on-line partes del libro Terrorismo Religioso del Dr. Jorge Erdely.
Existen claves importantes para tener una mejor comprensión del fenómeno del suicidio colectivo por motivos religiosos; particularmente de su vinculación con los liderazgos mesiánicos. Lo primero que salta a la vista al examinar dichos sucesos, es que estamos ante una variante bastante compleja del fenómeno social del suicidio per se.
Según la ciencia médica, la causa de suicidio que tiene el primer lugar en incidencia en todo el mundo es la depresión clínica, la cual es de etimología multifactorial. Eventos como los de Jim Jones en Guyana o los suicidios de Puerta del Cielo, difícilmente podrían encuadrar en dicha categoría. Es difícil imaginarse, en cuanto a causas se refiere, que cientos de seres humanos, cada uno de ellos complejo en sí mismo, coincidieran en presentar al mismo tiempo los síntomas clínicos de una depresión del mismo grado y encausarlos, todos en el mismo día, en un acto suicida que además coincidiera en la forma de llevarlo a cabo. Esto sería un absurdo.
La fortaleza de Masada: ¿Un antecedente histórico?
Los suicidios colectivos religiosos tampoco corresponden a un patrón de comportamiento histórico fácil de identificar.
Un antecedente militar tan dramático como el de Masada podría aparentar tener como motivación principal la religiosa, pero no podemos soslayar que se dio en un contexto de guerra y prolongado asedio. Quitarse la vida antes de caer en manos de un adversario particularmente cruel, como lo fue en su época el ejército romano, era una práctica común que tenía como meta evitar las torturas y vejaciones que acompañaba el ser capturado. Suicidios militares como los de Masada ocurrieron también por razones similares, en los tiempos de las cruzadas en hogares musulmanes. Los mismos no sólo pudieron haber sido motivados exclusivamente por el miedo al sufrimiento. Algunas culturas de Medio Oriente tienen un muy particular sentido de dignidad personal y honor. Para ellos, la muerte es preferible en algunos casos, a la deshonra.
El suicidio en las culturas de Medio Oriente
Más allá de Medio Oriente, en el Japón, el suicidio por dignidad personal se ha inmortalizado en numerosas anécdotas populares: La tradicional auto inmolación con la daga como escape a la deshonra pública. Esta tradición, modificada en cuanto a la forma, sigue vigente hoy y se usa, lo mismo por altos ejecutivos en bancarrota que por estudiantes que reprobaron un examen de admisión a la universidad. Son del dominio público los casos de monjes tibetanos y budistas que han llegado a prenderse fuego en actos políticos de protesta. También están los kamikazes japoneses de la Segunda Guerra Mundial y terroristas palestinos contemporáneos.
Distinciones importantes
Al definir el fenómeno del suicidio, se deben hacer también las debidas distinciones con aquellos actos en los que personas arriesgan su vida en el cumplimiento de lo que consideran un deber religioso. Por ejemplo, misioneros de diversas organizaciones que se exponen, con conocimiento de causa, a probables enfermedades o peligros en lugares inhóspitos para propagar sus creencias o ayudar a los necesitados. En estos casos la muerte no es buscada como un fin; tampoco es deseada, sino que actúan siguiendo sus convicciones a pesar de los riesgos. Se deben hacer las debidas distinciones, con aquellos actos de heroísmo en que seres humanos arriesgan su vida para salvar la de otros. El instinto de protección, la falta de tiempo para reflexionar sobre un riesgo en situaciones de peligro, y toda la gama de reacciones que provocan las descargas de cortisol, adrenalina y otras substancias en el sistema nervioso central, eximen a este tipo de acciones del calificativo de suicidas, sobre todo, cuando consideramos que la intencionalidad del acto era ayudar a quien se encuentra en peligro, no la de quitarse la vida.
El camino más rápido al paraíso
Cuando los militantes de una célula terrorista islámica de Al-Qaeda participan en un atentado suicida, lo hacen en el contexto de la Jihad, entendida popularmente como la Guerra Santa contra los infieles. En la tradición islámica, morir en la Jihad significa un paso automático al Paraíso sin tener que esperar la resurrección de los muertos como los otros musulmanes. Implica también purificación instantánea ceremonial y perdón inmediato de todos los pecados.
Los mismos mecanismos que generan violencia autodestructiva en una comunidad religiosa, son los mismos que pueden generar violencia a gran escala contra otros; violencia como la que presenció con asombro el mundo entero en el reciente ataque terrorista en Washington y Nueva York. Dicho atentado terrorista borró por momentos la frontera entre la realidad y la ficción por su ominosa magnitud y transmisión en vivo a todo el mundo.
La realidad es que los suicidios colectivos rituales no son exclusivos de "países industrializados".
Guyana, Sierra Leona y Uganda difícilmente podrían ser clasificados así. Actos de terrorismo suicida pseudo-islámico han ocurrido en años pasados en países como Tanzania y Kenia, y más recientemente en Yemen. Al-Qaeda y sus guerreros suicidas han florecido en Afganistán, Egipto y Argelia, países económicamente devastados o con problemas de inestabilidad social.
De la observación del fenómeno de auto inmolación inducida por ideas religiosas, se establece
que independientemente del grupo de que se trate, siempre han estado presentes los siguientes
elementos indispensables para consumar una tragedia.
Primero: Un liderazgo mesiánico, en el sentido restrictivo del concepto.
Segundo: Una colectividad de personas dispuestas a obedecer a ese líder en forma ciega e
Tercero: Un evento desencadenante.
En otras palabras, nunca han ocurrido suicidios rituales colectivos sin que hayan estado presentes
en forma clara estos tres factores. Esto, independientemente de la presencia o ausencia de otras
Este es un resumen del Libro Terrorismo Religioso.
Dr. Jorge Erdely. Editorial Unilit. 2001.
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Existen claves importantes para tener una mejor comprensión del fenómeno del suicidio colectivo por motivos religiosos; particularmente de su vinculación con los liderazgos mesiánicos. Lo primero que salta a la vista al examinar dichos sucesos, es que estamos ante una variante bastante compleja del fenómeno social del suicidio per se.
Según la ciencia médica, la causa de suicidio que tiene el primer lugar en incidencia en todo el mundo es la depresión clínica, la cual es de etimología multifactorial. Eventos como los de Jim Jones en Guyana o los suicidios de Puerta del Cielo, difícilmente podrían encuadrar en dicha categoría. Es difícil imaginarse, en cuanto a causas se refiere, que cientos de seres humanos, cada uno de ellos complejo en sí mismo, coincidieran en presentar al mismo tiempo los síntomas clínicos de una depresión del mismo grado y encausarlos, todos en el mismo día, en un acto suicida que además coincidiera en la forma de llevarlo a cabo. Esto sería un absurdo.
La fortaleza de Masada: ¿Un antecedente histórico?
Los suicidios colectivos religiosos tampoco corresponden a un patrón de comportamiento histórico fácil de identificar.
Un antecedente militar tan dramático como el de Masada podría aparentar tener como motivación principal la religiosa, pero no podemos soslayar que se dio en un contexto de guerra y prolongado asedio. Quitarse la vida antes de caer en manos de un adversario particularmente cruel, como lo fue en su época el ejército romano, era una práctica común que tenía como meta evitar las torturas y vejaciones que acompañaba el ser capturado. Suicidios militares como los de Masada ocurrieron también por razones similares, en los tiempos de las cruzadas en hogares musulmanes. Los mismos no sólo pudieron haber sido motivados exclusivamente por el miedo al sufrimiento. Algunas culturas de Medio Oriente tienen un muy particular sentido de dignidad personal y honor. Para ellos, la muerte es preferible en algunos casos, a la deshonra.
El suicidio en las culturas de Medio Oriente
Más allá de Medio Oriente, en el Japón, el suicidio por dignidad personal se ha inmortalizado en numerosas anécdotas populares: La tradicional auto inmolación con la daga como escape a la deshonra pública. Esta tradición, modificada en cuanto a la forma, sigue vigente hoy y se usa, lo mismo por altos ejecutivos en bancarrota que por estudiantes que reprobaron un examen de admisión a la universidad. Son del dominio público los casos de monjes tibetanos y budistas que han llegado a prenderse fuego en actos políticos de protesta. También están los kamikazes japoneses de la Segunda Guerra Mundial y terroristas palestinos contemporáneos.
Distinciones importantes
Al definir el fenómeno del suicidio, se deben hacer también las debidas distinciones con aquellos actos en los que personas arriesgan su vida en el cumplimiento de lo que consideran un deber religioso. Por ejemplo, misioneros de diversas organizaciones que se exponen, con conocimiento de causa, a probables enfermedades o peligros en lugares inhóspitos para propagar sus creencias o ayudar a los necesitados. En estos casos la muerte no es buscada como un fin; tampoco es deseada, sino que actúan siguiendo sus convicciones a pesar de los riesgos. Se deben hacer las debidas distinciones, con aquellos actos de heroísmo en que seres humanos arriesgan su vida para salvar la de otros. El instinto de protección, la falta de tiempo para reflexionar sobre un riesgo en situaciones de peligro, y toda la gama de reacciones que provocan las descargas de cortisol, adrenalina y otras substancias en el sistema nervioso central, eximen a este tipo de acciones del calificativo de suicidas, sobre todo, cuando consideramos que la intencionalidad del acto era ayudar a quien se encuentra en peligro, no la de quitarse la vida.
El camino más rápido al paraíso
Cuando los militantes de una célula terrorista islámica de Al-Qaeda participan en un atentado suicida, lo hacen en el contexto de la Jihad, entendida popularmente como la Guerra Santa contra los infieles. En la tradición islámica, morir en la Jihad significa un paso automático al Paraíso sin tener que esperar la resurrección de los muertos como los otros musulmanes. Implica también purificación instantánea ceremonial y perdón inmediato de todos los pecados.
Los mismos mecanismos que generan violencia autodestructiva en una comunidad religiosa, son los mismos que pueden generar violencia a gran escala contra otros; violencia como la que presenció con asombro el mundo entero en el reciente ataque terrorista en Washington y Nueva York. Dicho atentado terrorista borró por momentos la frontera entre la realidad y la ficción por su ominosa magnitud y transmisión en vivo a todo el mundo.
La realidad es que los suicidios colectivos rituales no son exclusivos de "países industrializados".
Guyana, Sierra Leona y Uganda difícilmente podrían ser clasificados así. Actos de terrorismo suicida pseudo-islámico han ocurrido en años pasados en países como Tanzania y Kenia, y más recientemente en Yemen. Al-Qaeda y sus guerreros suicidas han florecido en Afganistán, Egipto y Argelia, países económicamente devastados o con problemas de inestabilidad social.
De la observación del fenómeno de auto inmolación inducida por ideas religiosas, se establece
que independientemente del grupo de que se trate, siempre han estado presentes los siguientes
elementos indispensables para consumar una tragedia.
Primero: Un liderazgo mesiánico, en el sentido restrictivo del concepto.
Segundo: Una colectividad de personas dispuestas a obedecer a ese líder en forma ciega e
Tercero: Un evento desencadenante.
En otras palabras, nunca han ocurrido suicidios rituales colectivos sin que hayan estado presentes
en forma clara estos tres factores. Esto, independientemente de la presencia o ausencia de otras
Este es un resumen del Libro Terrorismo Religioso.
Dr. Jorge Erdely. Editorial Unilit. 2001.
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