Acaya (Achaea en latín) fue una provincia del Imperio romano cuya extensión abarcaba la península del Peloponeso y otras zonas de la Grecia meridional, limitando por el norte con las provincias de Epiro y Macedonia. La región fue anexionada a la República romana en 146 a. C. después de una campaña en la cual la ciudad de Corinto fue arrasada por el general Cneo Lucio Mummio.
En el año 31 a. C. fue separada de Macedonia, y tras las reformas de Diocleciano, pasó a formar parte de la Diócesis de Macedonia.
Historia
La región se anexionó a la República romana en 146 a. C. después de una campaña en la que Corinto fue arrasada por el general Cneo Lucio Mummio, sus habitantes sacrificados o vendidos como esclavos y los templos saqueados para obtener esculturas. Lucio Mummio fue recompensado con el cognomen Achaicus, como conquistador de Acaya, por sus acciones.
Durante sesenta años, Acaya fue administrada por Roma como provincia senatorial y algunas de sus ciudades, como Atenas y Esparta, incluso conservaron su régimen de autogobierno con sus propios territorios. En 88 a. C., Mitrídates VI, rey del Ponto, comenzó una campaña contra Roma y obtuvo el apoyo de muchas ciudades-estado griegas.
Las legiones romanas, bajo el mando de Lucio Cornelio Sila, forzaron a Mitrídates a salir de Grecia y aplastaron la rebelión, saqueando Atenas en 86 a. C. y Tebas al año siguiente. El castigo de Roma sobre las ciudades rebeldes fue elevado y las campañas en suelo griego dejaron el corazón de Grecia central en ruinas. El comercio de Acaya no fue ya rival para Roma, y Atenas permaneció como centro intelectual respetado.
Tras la derrota de Marco Antonio y Cleopatra en 31 a. C., el emperador Augusto separó Macedonia de Acaya, aunque continuó siendo provincia senatorial bajo la República. En el año 15, Tiberio, en respuesta a las denuncias de mala gestión hechas por el procónsul senatorial, hizo Acaya y Macedonia provincias imperiales.[1] Ambas fueron restauradas al Senado en la primera parte de las reformas hechas por Claudio, en el 44.[2] Con el tiempo, Grecia sería reconstruida lentamente, culminando durante el reinado de Adriano, a principios del siglo II. Junto con el erudito Herodes Ático, Adriano llevó a cabo un amplio programa de reconstrucción, embelleciendo Atenas y restaurando muchas de las ruinosas y deprimidas ciudades griegas.
Tras las reformas llevadas a cabo por Diocleciano, Acaya pasó a formar parte de la Diócesis de Macedonia.
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