Para el estudio de este artículo es necesario leer Ezequiel 18:5-9, 25-32.
Hay una verdad central y es que cada persona debe decidir aceptar o rechazar la salvación de Dios.
El objetivo primordial es identificar al individuo como el responsable delante de Dios por el pecado personal. Aceptar la responsabilidad por el pecado.
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Hace algunos años durante el escándalo conocido como Watergate, se publicó una revista con una portada interesante. Las caricaturas de las principales figuras públicas que de una u otra forma tenían que ver con el escándalo estaban de pie en un círculo. Cada uno señalaba con el dedo al que estaba a su lado. Lo que ilustraba la caricatura era la práctica de negar la culpabilidad propia.
Este estudio en Ezequiel examina algunas de las formas en que los Judíos en el exilio trataron de culpar a los demás por sus pecados. Así ha sido desde los días de Adán. Es característico de la naturaleza humana no querer decir: “He pecado" alguien tomado en adulterio diría que fue seducido. Un asesino dirá que la demencia cegó su juicio durante el crimen. A veces el público cree, pero ¿Cual es la perspectiva de Dios hacia esos pretextos de inocencia?
Ezequiel 18 comienza con la referencia de Dios a un dicho popular entre los exiliados: “Los padres se comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera"; lo que en forma simple quiere decir que, los hijos estaban pagando por las acciones de los padres. Claro, Dios les estaba mostrando los efectos inevitables del pecado sobre las generaciones venideras. Los bebés que nacen de las madres adictas nos da uno de los muchos ejemplos trágicos de esa verdad. Niños inocentes nacen ansiando los venenos narcóticos. Para aclararle este punto a su pueblo, Dios ofreció por medio de Ezequiel el ejemplo de las tres generaciones en la ilustración de una familia (Ezequiel 18).
Los Judíos exiliados no se habían conformado con culpar a sus padres por su difícil situación. Ezequiel 18:25 los cita diciendo: “No es recto el camino del Señor". Esa queja ante Dios de que “¡no es justo!" se oye muy a menudo hoy en día. Sin embargo, los versículos 26-28 nos dicen que Dios recompensan la justicia, castiga el pecado, y eso sigue siendo cierto no importa cual sea el pasado de la persona. ¡Que pertinente es esto para el camino de fe del creyente!
Después de analizar lo anterior nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Hasta que punto pueden los hijos sufrir por los pecados de los padres? A la luz del verso 24 ¿podemos tratar a la ligera la reincidencia en el pecado? ¿Porqué llegaría alguien al punto de acusar a Dios de haber obrado injustamente?
Lo anterior expuesto lo aplicamos de la siguiente manera: Nuestro estudio en Ezequiel 18 nos ha hecho recordar nuestra responsabilidad personal ante Dios por nuestros pecados. Ezequiel 3:17-21 nos recuerda otro aspecto de la responsabilidad personal: el testimonio al perdido. La belleza del plan de Salvación de Dios yace en su sencillez. El no les pedía a los Israelitas que hicieran algo complicado, sólo pedía que se volvieran a el. Esa es la invitación a todo el mundo.
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