LA ENSEÑANZA ÉTICA DEL SEÑOR JESUCRISTO - Recursos Cristianos

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martes, 13 de octubre de 2015

LA ENSEÑANZA ÉTICA DEL SEÑOR JESUCRISTO

1. Relación entre la Ética de Cristo y la del Antiguo Testamento

Es imposible comprender el significado de la enseñanza de Cristo si se considera aparte de su fondo histórico y religioso. Por tanto, al hablar de la Ética de Cristo, hemos de considerar:

A) Su relación con la Ley. 

Jesús dijo que había venido a cumplir la Ley, no a abrogarla (Mt. 5:17; Le. 16:17).

 "Cumplir —dice J.F.A. Hort— significa completar en su plenitud, implicando un progreso; no significa guardar una cosa en el mismo estado que antes". Jesús cumplió la Ley en su vida perfecta; en su muerte, cumpliendo una vez para siempre sus aspectos ceremoniales y clavando en la Cruz cuanto en la Ley era instrumento de condenación para nos-otros (Col. 2:14) y muro de separación entre judíos y gentiles (Ef. 2:14-15); y en, su enseñanza ética, que reafirma-ba el espíritu de la Ley, haciendo resaltar sus más profundas implicaciones (V. Mt. 7:12). "Lejos de abrogar la Ley —dice E.F. Scott— el Señor exigía de sus discípulos una obediencia a ella que sobrepasaba la de los escribas y fariseos (Mt. 5: 19-20)"2 Compárese el caso del joven rico (Mt.   19:19), quien, sin embargo, había en realidad olvidado cumplir el primer mandamiento, al hacer un ídolo de sus posesiones, puesto que le impidieron seguir al Enviado de Dios.

Jesús restauró la ley moral a su justo lugar. Quitó lo que los hombres habían añadido, y que muchas veces destruía el efecto de la Ley y oscurecía sus auténticas demandas, co-mo en el caso del Corbán (Mt. 15:1-9; Me. 7:8-13). Desde el punto de vista de la misma Ley, restauró el énfasis donde era debido, en los puntos más importantes, los cuales pasa-ban desapercibidos a causa del desmedido interés que los escribas mostraban por nimios detalles (Mt. 23:23), aunque Cristo no despreciaba estos detalles. En el caso del Sábado, el Señor demuestra la relevancia de la salvación y la mayor importancia de los deberes morales en comparación con los ceremoniales (Mt. 12:1-12). En los "dos grandes mandamien-tos" destaca los principios fundamentales de la Ley (Mt. 22: 37-40). En el Sermón de la Montaña enseña la profundidad de la ley moral, la cual tiene que ver no sólo con las acciones, sino también con el pensamiento y con los deseos, de forma que la ira y la lascivia de una mirada equivalen al homicidio y al adulterio respectivamente. Como ya hemos dicho en * otro lugar, ataca a las raíces del pecado y no sólo a los frutos del pecado. "El Sermón del Monte —dice C.F.H. Henry— es la exposición última y más profunda de la Ley".

B) Su relación con los Profetas. 
Jesús vincula la Ley con los Profetas en puntos de ética (Mt. 5:17; 22:40). Es evidente que considera que los profetas confirmaron la ense-ñanza de la Ley, y que El mismo posee el ministerio profé-tico, llamando al pueblo de Dios a volver a los principios mo-rales de la Ley (por ej. Mt. 23:23, que recuerda el espíritu de Oseas 12:6; Miq. 6:8).

C) Su originalidad. 
Muchos escritores, notando puntos de comparación, no sólo con la Ley y los Profetas, sino también con los escritos rabínicos del período intertestamentario, han dudado de la originalidad de la Ética del Señor. Pero, mientras en los escritos rabínicos, las joyas se tienen que buscar entre mucha paja, toda la enseñanza ética de Cristo se distingue por su profundidad, claridad e importancia. El escritor judío Klausner ha llegado a confesar: "Un hombre como Jesús, para quien el ideal ético lo era todo, resultaba algo inaudito para el judaísmo de aquellos tiempos".
  
Su originalidad se destaca además en los siguientes aspectos: 

(a) su universalismo.
 En contraste con los rabinos, Cristo no limita su enseñanza al judaísmo (Mt. 5:45);

 (b) su ausencia de legalismo. 
Da toda la importancia al espíritu de la Ley, condenando el legalismo de los fariseos, es decir, la obser-vancia mecánica como medio de adquirir mérito; 

(c) su ac-titud hacia las mujeres. 
Respeta la personalidad de la mujer y su posición en la sociedad. Mención especial merece su comportamiento con la mujer samaritana (Jn. 4:7-27): ¡con-versar en público con una mujer, y samaritana, cuando los judíos no dirigían la palabra en la vía pública a una mujer, ni siquiera a su esposa!

2. Lugar de la Ética de Cristo en el Evangelio cristiano.
C.H. Dodd distingue, en el Nuevo Testamento, entre el "kerygma" (predicación, en sentido de proclamación) de la redención de Cristo, y la "didaché" (en el sentido de ense-ñanza ética), la cual se basa en el "kerygma". Este orden co-rresponde al del Antiguo Testamento, donde la proclamación de los actos redentores de Dios es seguida de sus exigencias éticas. En la Biblia, la ética siempre tiene un fundamento religioso. Cristo enseñaba con una autoridad divina (Mt. 7:28-29), empleando la forma imperativa (Jn. 13:34), de manera que los apóstoles pudieron hablar de la "Ley de Cristo" (1.a Cor. 9:21; Gal. 6:2; Sant. 1:25, quien la llama "la perfecta ley, la de la libertad"). Exigía, pues, la obediencia, aunque sin legalismo; sus mandamientos son para los que le aman (Jn. 14:15). Esta obediencia tenía su fundamento en una relación personal con El.

Aunque los escribas quieren muchas veces sacar de El un pronunciamiento de índole jurídica, El nunca lo da, por-que, como dice T.W. Manson, "se preocupa más de las fuen-tes de la conducta que de los actos externos".5 El exige la renovación interior. Lo que sale del corazón del hombre es lo que contamina al hombre (Mt. 15:18-20), y por lo tanto es el corazón lo que hay que renovar. Los que en su conducta siguen el ejemplo del Padre, ésos son sus hijos (Mt. 5:44-48), lo cual implica la necesidad de un cambio radical en el hombre, que Jesús describe como un "nacer de nuevo", sin lo cual nada es posible en el reino del espíritu (comp. con Jn. 15:5; 1.a Cor. 2:14; Ef. 2:lss.). "Lo que está for-mulando Jesús —dice T.W. Manson— no es un ideal abstrac-to de la justicia de por sí, sino la vida a la cual están llamados los hombres en respuesta al amor redentor de Dios, y como hijos de Dios y partícipes de su Espíritu".

3. Su relación con la enseñanza del Reino de Dios

Al tratar de este punto, debemos exponer las distintas teorías que se han formulado:

A) Teoría de la "Ética del ínterin".
 
Según esta teoría, creyendo Cristo que la venida del Reino era inminente, enseñaba una Ética de carácter ideal para el corto intervalo que mediaba entre su ministerio y el advenimiento del Reino de Dios.

 Por ello, pone el énfasis en la necesidad del arrepentimiento y en la renuncia a las cosas de este mundo. De esta manera, según la opinión de J. Weiss, no se trata tanto de una Ética como de una disciplina penitencial. Según A. Schweitzer, "toda la Ética se presenta bajo el concepto del arrepentimiento, es decir, de la penitencia por el pasado y de la determinación de vivir de ahí en adelante liberado de todo lo que es de este mundo, apoyados en la esperanza del Reino mesiánico".

 Para apoyar esta teoría, se cita Mt. 24: 34. En vista de la inminencia del Reino, se considera que Jesús enseñaba una actitud negativa hacia este mundo, la familia, la propiedad, las riquezas, etc., con una ausencia total de interés por el futuro y por el comportamiento social. Weiss cree que la motivación de la obediencia es asegurarse un lugar en el Reino de Dios para uno mismo, más que be-neficiar a los demás La teoría pretende explicar la altura y la perfección "imposible" de la enseñanza ética de Cristo, ya que era formulada para un corto período.

Observó C.W. Emmett que "donde se presenta el mo-tivo escatológico y su énfasis en la falta de tiempo, el con-tenido de la enseñanza carece de un carácter extraordinario; por otro lado, donde el contenido de la enseñanza podría con-siderarse como determinado por una mentalidad escatológica, el motivo escatológico brilla por su ausencia". Por ejemplo, el Sermón de la Montaña, que sería "ética del ínterin" por excelencia, no menciona para nada la inminencia del Reino. La teoría no tiene en cuenta la continuidad de la Ética de Cristo con la del Antiguo Testamento, donde la posibilidad del juicio era siempre inminente, y el propósito divino del establecimiento del Reino entre el pueblo de Dios era igual-mente presente. Un examen de los evangelios desmiente tam-bién la teoría. Si en Le. 14:26, exhorta Jesús a la renuncia a la familia, en Mt. 15:1-9 condena a los que buscan modos de esquivar sus responsabilidades familiares; si en Mt. 6:16-17 dice cómo deben sus discípulos ayunar, en Mt. 9:15 ex-plica que el tiempo de su ministerio en la tierra no es el mo-mento propicio para ayunar. Su propia participación en fiestas y convites (Mt. 9:10; Me. 14:3; Le. 7:36) ocasionó la acusa-ción farisaica de que era "glotón y bebedor" (Mt. 11:17-19) y la queja de que sus discípulos no ayunaban. Enseña, sí, la necesidad de la renuncia por amor al reino de los cielos (Mt. 19:21; Le. 14:26,33), y la posible renuncia de las ocasiones de caer (Mt. 18:7-9), pero no se trata de una renuncia geneneral a toda responsabilidad humana. 

En cuanto a la pretendida falta de interés en la ética social, mientras Jesús se abstiene de formular reglas concretas sobre las relaciones humanas, enseña principios espirituales capaces de aplicarse a diver-sas estructuras sociales, notablemente el del servicio a los demás (Me. 10:42-45). El "problema" del elevado carácter de su enseñanza se basa en un criterio subjetivo. Observa A. R. Osborn que "una ley que no es observada, no por eso es no-práctica".9 El Señor es consciente de la altura de su enseñanza (Mt. 5:20,48), pero espera que sus discípulos la practiquen (Mt. 28:19-20). No es para todos: sólo el buen árbol puede dar fruto (Mt. 5:17; 12:33); sólo los pámpanos que forman parte de la vid pueden dar el fruto (Jn. 15:4-5). Se considera que Mt. 5:39-44; Le. 6:35 exhortan a un altruis-mo exagerado. Pero hay que tener en cuenta otras facetas de su enseñanza: el discípulo debe dar porque es hijo del Padre que da (Mt. 5:44-45), y porque no tiene necesidad de preo-cuparse por lo material, como hacen los que no son del pueblo de Dios (Mt. 6:31-33). Se le acusa también de una mansedumbre extrema (Mt. 5:39; 18:21-22), pero mientras prohibe la venganza personal, El mismo da el ejemplo en cuanto a la oposición al mal (por ej. Mt. 23; Me. 3:5; 10:14; 11:15-17). El procedimiento que propone para la disciplina de un hermano ofensor, es del todo equilibrado (Mt. 18:15-17). Según la "ética del ínterin", el móvil de la conducta es básicamente egoísta (la propia salvación); pero la misma teo-ría admite que la enseñanza de Cristo es, en realidad, todo lo contrario, al acusarla de extremo altruismo.

B) La Ética del Reino futuro. 
Esta teoría afirma que la enseñanza ética de Cristo se aplica al Reino de Dios, el cual aún no ha venido. Va asociada al nombre de M. Dibelius, quien declara: "La enseñanza de Cristo es la pura voluntad de Dios sin ninguna referencia a la posibilidad de su cumpli-miento en la era presente". Es muy semejante la interpreta-ción dispensacionalista del Sermón de la Montaña: "No te-nemos que caer en el error de procurar forzar un cumplimien-to literal del Sermón de la Montaña hoy día. Será cumplido de manera literal, pero sólo al llegar a su fin la época en la cual vivimos, y cuando el Señor Jesús se ocupe de Su Pueblo Israel."

 Esta interpretación, apoyada por C.I. Scofield y L. S. Chafer, considera que el Sermón de la Montaña es una ley que no se puede aplicar en la "era de la gracia". Estas interpretaciones pasan por alto el hecho de que Cristo se di-rigía a sus discípulos (Mt. 5:1-2) y se refiere a menudo a situaciones que sólo pueden ser de este mundo, no del milenio ni de cualquier Reino divino venidero; por ej. la persecución por causa de la justicia, los que hieren, ponen a pleito y obligan a llevar carga.

C) La Ética del Reino futuro con validez actual. 
Es una modificación de las teorías anteriores, según la cual se procura salvar el valor de la Ética de Cristo, a pesar de que El la formuló con miras a una escatología inminente. Su autor es Paul Ramsey, quien la expone en Basic Christian Ethics (a. 1953): Una parte de la enseñanza ética de Cristo es inse-parable de su esperanza en la venida del Reino durante la generación posterior a la suya, pero el resto se puede aceptar como válido, porque "la génesis (de una enseñanza) no tiene nada que ver con su validez",12 aunque con modificaciones en vista del cambio de contexto. El presupuesto básico de la teoría ya ha sido rechazado en el apartado A'). El procedi-miento de adaptación que resulta necesario al aceptar tal pre-supuesto, ha de caer forzosamente en la subjetividad, y el producto es una Ética algo menos que cristiana.

D) La Ética del Reino de Dios como realidad presente. 
T.W. Manson expone tres aspectos del concepto del Reino en la enseñanza de Cristo, a saber: 

(a) la soberanía eterna de Dios; 
(b) el Reino como manifestación presente en la vida de los hombres;
 (c) la consumación final del Reino en la "pa-rusía".

 Los dos últimos se pueden considerar como mani-festaciones del primero, el cual presta a la enseñanza ética de Cristo un carácter absoluto.

Por medio de una cuidadosa comparación de versículos, destaca Manson que en la primera parte de su ministerio, el Señor hablaba del Reino venidero, mientras que en la segunda hablaba de personas que entraban en el Reino. El punto crí-tico de distinción entre las dos partes, lo encuentra Manson en la confesión de Pedro reconociendo al Señor como Mesías e Hijo de Dios. Esta confesión "fue, en efecto, el reconoci-miento del Reino en la persona de Jesús como Rey; y con aquel reconocimiento se puede decir que el Reino había venido". Esto significa que el Reino consiste en una relación personal entre el Rey y el súbdito individual, y de aquí resulta también que el Reino es una sociedad de un cierto número de personas que están en relación con el Rey ("el Reino de Dios entre vosotros —o dentro de vosotros— está''' Le. 17:21)., A este concepto se le ha llamado "escatología realizada". Mientras en este sentido el Reino de Dios es ya presente, en otro sentido (el todavía no, que dice O. Cullmann) es futuro, porque tendrá su consumación en la Parusía. En su aspecto presente, se puede decir que la Ética de Cristo es la Ética del Reino, ya que sus normas se aplican únicamente a los miembros del Reino, o sea, a los que tienen una relación personal con El, y en quienes mora su Espíritu. "Su enseñan-za moral —dice Manson— es el camino del Reino, la manera en que la voluntad de Dios puede ser hecha en la tierra como es hecha en los cielos, la manera en que los súbditos del Reino celestial pueden demostrar su lealtad a El por su obe-diencia a Su voluntad."

4. Enseñanza de Jesús acerca de las recompensas
En la lección 19.a, punto 6, tratamos en general de la diferencia entre el concepto de mérito y el de recompensa. Ciñéndonos ahora a la enseñanza de Jesús, nos encontramos en los antípodas de la ética del mérito, a Spinoza, Kant, los utilitarios, y más recientemente N. Soderblom, quienes han acusado a la Ética cristiana de egoísmo, por las promesas de recompensa que hace Cristo.

 Además de las que promete en las bienaventuranzas (Mt. 5:3-11), dice que serán recompen-sados: el servicio por El (Me. 10:29-30), la caridad (Le. 14: 13-14), la humildad (Le. 14:10-11), el amor a los enemigos (Le. 6:35), el perdón (Mt. 6:14), la devoción secreta (Mt. 6: 18). La crítica pretende que siempre es mala la esperanza de una recompensa, pero seguramente depende de la clase de recompensa. En casi todos los casos del Nuevo Testamento, se trata de una recompensa celestial, espiritual, que no tiene atractivos para el espíritu egoísta. Además es ofrecida a todos, sin rivalidades ni competencias, y no será merecida, sino recibida de pura gracia (Le. 17:10), y dada por amor (Jn. 14: 21). El propósito de Cristo no es atraer a los hombres con promesas de galardones, porque también promete sufrimien-tos, sino animar a sus seguidores.

CUESTIONARIO:
1. Relación de la Ética de Cristo con la Ética del Antiguo Testamento. —
2. La originalidad de la Ética de Cristo. —
3. Lugar de la Ética de Cristo en el "kerygmá" y en la "dida-ché" del Nuevo Testamento. —
4. Diversas teorías acerca de la enseñanza de Cristo sobre el Reino de Dios y la Ética que le corresponde. —
5. ¿Es egoísta la Ética cristiana en su concepto de recompensa?
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