Hombres, mujeres y la igualdad bíblica - Recursos Cristianos

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martes, 13 de octubre de 2015

Hombres, mujeres y la igualdad bíblica


La Biblia enseña la plena igualdad de los hombre y las mujeres en la creación y la redención (Gn. 1:26-28; 2:23; 5:1-2; 1 Co. 11:11-12; Gá. 3:13, 28; 5:1).

La Biblia enseña que Dios se ha revelado a sí mismo en la totalidad de la Escritura, la palabra autoritativa de Dios (Mt. 5:18; Jn. 10:35; 2 Ti. 3:16; 2 P. 1:20-21). Creemos que la Escritura debe interpretarse holística y temáticamente. También reconocemos la necesidad de hacer una distinción entre inspiración e interpretación: la inspiración alude al impulso y al control divinos por los cuales toda la Escritura canónica es la palabra de Dios; la interpretación se refiere a la actividad humana por la cual buscamos aprender la verdad revelada en armonía con la totalidad de la Escritura y bajo la guía del Espíritu Santo. Para ser verdaderamente bíblico, el cristiano debe examinar continuamente su fe y su práctica bajo la luz escrutadora de la Escritura.

VERDADES BIBLICAS

CREACION

La Biblia enseña que tanto el hombre como la mujer fueron creados a la imagen de Dios, tenían una relación directa con Dios y compartían en conjunto las responsabilidades de tener hijos y criarlos, y tener dominio sobre el orden creado. (Gn. 1:26-28).

La Biblia enseña que la mujer y el hombre fueron creados para el pleno e igual compañerismo. La palabra “ayuda” (ezer), usada para designar a la mujer en Génesis 2:18, se refiere a Dios en la mayoría de las veces en que se usa en el Antiguo Testamento (p. ej., 1 S. 7:12; Sal 121: 1-2). En consecuencia, la palabra no lleva ninguna implicación de subordinación o inferioridad femenina.

La Biblia enseña que la formación de la mujer desde el hombre demuestra la unidad e igualdad fundamental de los seres humanos (Gn. 2:21-23). En Génesis 2;18, 20, la palabra “idónea” (Kenegdo) denota igualdad y suficiencia.

La Biblia enseña que el hombre y la mujer fueron copartícipes en la Caída: Adán no fue menos culpable que Eva (Gn. 3:6; Rom. 5:12-21; 1 Co. 15:21-22).

La Biblia enseña que el dominio de Adán sobre Eva provino de la Caída y no fue, por lo tanto, parte del orden creado original. Génesis 3:16 es una predicación de los efectos de la Caída y no una prescripción del orden ideal de Dios.

REDENCION

La Biblia enseña que Cristo Jesús vino a redimir tanto a mujeres como a hombres también. A través de la fe de Cristo, todos llegamos a ser hijos de Dios, uno en Cristo, y herederos de las bendiciones de la salvación sin referencia a distinciones raciales, sociales o sexuales (Jn. 1:12-13; Ro. 8:14-17; 2 Co. 5:17; Gá. 3:26-28).

COMUNIDAD

La Biblia  enseña que en Pentecostés el Espíritu Santo vino sobre hombres y mujeres de igual manera. Sin distinción, el Espíritu Santo mora en mujeres y hombres y, de manera soberana, distribuye dones sin preferencias en cuanto al sexo (Hch. 2:1-21; 1 Co. 12:7, 11; 14:31).

La Biblia enseña que tanto mujeres como hombres son llamados a desarrollar sus dones espirituales y a usarlos como administradores de la gracia de Dios (1 P. 4:10-11). Tanto hombres como mujeres son divinamente dotados y facultados para ministrar a todo el Cuerpo de Cristo, bajo la autoridad de Cristo (Hch. 1:14; 18:6; 21:9; Ro. 16:1-7, 12-13, 15; Fil. 4:2-3; Col. 4:15; ver también Mr. 15:40-41; 16:1-7; Lc. 8:1-3; Jn. 20:17-18; comparar también con ejemplos del Antiguo Testamento: Jue. 4:4-14; 5:7; 2 Cr. 34:22-28; Pr. 31:30-31; Mi. 6:4).

La Biblia enseña que, en el designio divino del Nuevo Testamento, tanto mujeres como hombres ejercen funciones proféticas, sacerdotales y reales (Hch. 2:17-18; 21:9; 1 Co. 11:5; 1 P. 2:9-10; Ap. 1:6; 5:10). Por lo tanto, los pocos textos aislados que parecen restringir la plena libertad de la mujer en la redención no deben interpretarse en forma simplista y en contradicción con el resto de la Escritura, sino que su interpretación debe tomar en cuenta su relación con la más amplia enseñanza de la Escritura y su contexto total (1 Co. 11:2-16; 14:33-36; 1 Ti. 2:9-15).

La Biblia define la función del liderazgo como la facultad de otros para el servicio y no como el ejercicio de poder sobre ellos (Mt. 10:25-28; 23:8; Mr. 10:42-45; Jn. 13:13-17; Gá. 5:13; 1 P. 5:2-3).


FAMILIA

La Biblia enseña que los esposos y las esposas son coherederos de la gracia de vida y que están ligados juntamente con una relación de mutua sumisión y responsabilidad (1 Co. 7:3-5; Ef. 5:21; 1 P. 3:1-7; Gn. 21:12). La función del esposo como “cabeza” (kefale) debe entenderse como amor que se da a sí mismo y servicio dentro de esta relación de mutua sumisión (Ef. 5:21-33; Col. 3:19; 1 P. 3:7).

La Biblia enseña que tanto las madres como los padres deben ejercer liderazgo en la crianza, la formación, la disciplina y la enseñanza de sus hijos (Ex. 20:12; Lv. 19:3; Dt. 6:6-9; 21:18-21; 27:16; Pr. 1:8; 6:20; Ef. 6:1-4; Col. 3:20; 2 Ti. 1:5; ver también Lc. 2:51).

APLICACIÓN

COMUNIDAD

En la iglesia, los dones espirituales de mujeres y hombres deben ser reconocidos, desarrollados y usados en los ministerios de servicio y enseñanza, en todos los niveles de compromiso: como líderes de pequeños grupos, consejeros, facilitadotes, administradores, ujieres, los que sirven la comunión, miembros de la junta, en el cuidado pastoral, la enseñanza, la predicación y adoración.
Al hacerlo así, la iglesia honrará a Dios como la fuente de los dones espirituales. La iglesia también cumplirá el mandato de Dios de administrar sin la pasmosa pérdida para el reino de Dios, que emerge cuando se excluye a la mitad de los miembros de la iglesia de las posiciones de responsabilidad.

En la iglesia, debe darse reconocimiento público tanto a las mujeres como a los hombres que ejercen ministerios de servicio y liderazgo.
Al hacerlo así, la iglesia modelará la unidad y armonía que debe caracterizar a la comunidad de creyentes. En un mundo fracturado por la discriminación y la segregación, la iglesia se disociará a sí misma de los vicios mundanos o paganos designados para hacer sentir inferior a la mujer por ser mujer. Esto ayudará a evitar su alejamiento de la iglesia o su rechazo de la fe cristiana.

FAMILIA

En el hogar cristiano, el esposo y la esposa deben someterse mutuamente en la búsqueda de cumplir cada uno de las preferencias, los deseos y las aspiraciones del otro. Ningún cónyuge debe intentar dominar al otro, sino que cada uno debe actuar como siervo del otro, considerando humildemente al otro como mejor que uno mismo. En el caso de decisiones estancadas, ellos deberán buscar la resolución a través de métodos bíblicos de resolución de conflictos y no por la imposición de la decisión de un cónyuge sobre el otro.
Al hacerlo así, el esposo y la esposa ayudarán al hogar cristiano a estar firme contra el uso inadecuado de la autoridad y el poder de parte de los cónyuges, y protegerán al hogar del abuso de la esposa y los hijos, que a veces trágicamente sigue a una interpretación verticalista del hecho de que el esposo es “la cabeza”.

En el hogar cristiano, los cónyuges deben aprender a compartir las responsabilidades del liderazgo sobre la base de los dones, la experiencia y la disponibilidad, con la debida consideración hacia el compañero más afectado por la decisión bajo consideración.
Al hacerlo así, los cónyuges aprenderán a respetar sus capacidades y su complementariedad. Esto evitará que un cónyuge llegue a ser el habitual perdedor, a menudo forzado a practicar el congraciarse o la manipulación engañosa para proteger su propia valoración. Al establecer su matrimonio sobre una base de compañerismo, la pareja lo protegerá de dejarse llevar por la ola de matrimonios muertos o rotos como resultado de las desigualdades maritales.

En el hogar cristiano, la pareja que comparte un estilo de vida caracterizados por la libertad que ellos encuentran en Cristo lo hará sin experimentar sentimientos de culpa ni recurrir a la hipocresía. Son libres para salir de un “tradicionalismo” no bíblico y pueden gozarse en su responsabilidad mutua en Cristo.
Al hacerlo así, abiertamente expresarán su obediencia a la Escritura, modelarán un ejemplo para otras parejas en la búsqueda de la libertad en Cristo, y permanecerán firmes contra modelos de dominación y desigualdad algunas veces impuestos sobre la iglesia y la familia.

Creemos que la igualdad bíblica como está reflejada en este documento es fiel a la Escritura.

Permanecemos unidos en nuestra convicción de que la Biblia, en su totalidad, es la palabra liberadora que provee el camino más eficaz para que las mujeres y los hombres ejerzan los dones distribuidos por el Espíritu Santo y así sirvan a Dios.

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