Epocas En La Vida de Jesús - Recursos Cristianos

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lunes, 12 de octubre de 2015

Epocas En La Vida de Jesús

Épocas En La Vida De Jesús
 
Prefacio
Capítulo 1: LA CONCIENCIA MESIANICA DE JESUS Mat. 3:17
Capítulo 2: LA PRIMERA INVITACION DE JESUS Juan 1:39
Capítulo 3: LA NUEVA PARTIDA Mat. 11:29
Capítulo 4: LA CAMPAÑA EN GALILEA Juan 6:67
Capítulo 5: LA ENSEÑANZA ESPECIAL DADA A LOS DOCE Mat. 16:15
Capítulo 6: EL ATAQUE SOBRE JERUSALEM Lucas 13:34
Capítulo 7: LA RESPUESTA DE JERUSALEM Lucas 23:21
Capítulo 8: EL TRIUNFO FINAL DE JESUS Lucas 24:34

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PREFACIO

N0 me disculpo por presentar otro libro acerca de Jesús. El tema es inagotable. ¿Quién puede presentar todas "las riquezas inescrutables de Cristo?" Cada época tiene que interpretar a Cristo por sí misma. En verdad cada hombre tiene que hacer lo mismo. Hemos vivido en un siglo de crítica aguda de sus orígenes. Hablando en general, el resultado ha sido sobre manera provechoso. Todo cuanto tiene que ver con los aspectos históricos de la carrera de Cristo ha sido investigado. Ya sabemos más de
los tiempos y del pensamiento de ese período. Ya ha sido examinado bien el fondo de la obra de Cristo. Estamos entrando en otro período de controversia teológica sobre la persona de Cristo. Esta es aún la idea dominante en los pensamientos de los hombres modernos.

Este librito procura hacer una discusión franca y constructiva de la carrera de Jesús como, está manifestada en los Evangelios. No hay crítica técnica de los orígenes, aunque el que lo escribe ha sacado sus propias conclusiones sobre muchos puntos que se mencionan incidentalmente. Los ocho capítulos fueron pronunciados como discursos populares en julio de 1906 ante un auditorio compuesto de ministros y un cuerpo grande e inteligente de otros obreros cristianos. La asamblea pidió la publicación de los discursos. Se espera que, como publicaciones, sean útiles a algunos que desean una presentación Positiva de la carrera de Jesús a la luz de la ciencia moderna, y en plena simpatía con la posición que se da a Cristo en los Evangelios.

No se procura aquí decir la historia de la vida de Jesús, excepto cuando es necesario hacer un breve resumen para la interpretación de aquella vida. Antes bien se llama la atención al movimiento y poder climatérico en la carrera de Jesús. Las fuerzas históricas de esa vida parecen mezquinas desde un punto de vista, pero la corriente es profunda y rápida. Se presentan claramente los puntos decisivos en la vida de Cristo, acentuando menos otras cosas, a fin de que se sienta mejor la lucha titánica que Jesús tuvo que trabar con la tiranía* y el fanatismo eclesiástico. Si el lector puede así "realizar" a Jesús, hallará los Evangelios luminosos con una nueva luz. Se omite aquí toda la tablazón de la erudición, para que toda la atención del lector se fije en Cristo, quien luchó por la libertad humana en el más heroico de todos los conflictos. Ganó la libertad del espíritu humano al costo más alto posible. Ahora los Gentiles pueden en verdad ver a Jesús sin meter en pánico a ningunos predicadores. Todo el mundo puede ahora ver a Cristo, si es que los hombres tienen ojos para ver. "En medio de vosotros está uno a quien no conocéis" (Juan 1:26).

Podría añadir que por veinte años he estado enseñando a estudiantes de Teología “Las cosas de Cristo.” No doy bibliografía, pero mis agradecimientos a los grandes escritores sobre la Vida de Cristo son demasiado numerosos para que los mencione. Sin embargo, no puedo menos que confesar que debo muchísimo a la enseñanza sin par de Juan A. Broadus en esta institución. Pero los mismos Evangelios han sido mi inspiración principal en este estudio.

A. T. Robertson,

Louisville, Ky.,

Septiembre, 1907

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CAPITULO I.

LA CONCIENCIA MESIANICA DE JESUS

"Este es mi amado hijo, en quien tengo mi complacencia" (Mat. 3:17).

HAY MUCHAS maneras de acercarnos a la vida de Jesús. Ningún otro tema como éste ha producido tantos libros, y sigue produciéndolos de continuo. El conocimiento de Jesús es, por cierto, la más excelente de las ciencias. Y, sin embargo, nadie ha agotado el asunto ni escrito una discusión completa de Cristo. Siempre ha sido así. Ninguno de los Evangelios da un retrato completo del Maestro; tampoco nos dicen los cuatro Evangelios todo cuanto quisiéramos saber, ni, en verdad, todo cuanto antes se sabía de Jesús. En esto se encuentra un fuerte argumento en favor de la deidad de Cristo-esto es, lo inagotable que es el asunto. "Las riquezas de Cristo" son “inescrutables,” no se pueden sondear; y además, son inagotables.

El problema de Jesús. Es un reto constante para los hombres, para los más grandes de los hombres. Fue así al principio, y es así hoy día. Los hombres han estudiado el universo bajo el encanto de una gran teoría de desarrollo. Un desarrollo ordenado ha sido hallado en las distintas esferas de la ciencia humana. ¿Pero qué hemos de decir acerca de Jesús de Nazaret?

¿Acaso será él el producto de] mezquino ceremonialismo y del fanatismo eclesiástico del farisaísmo de Palestina? No se puede descubrir ninguna conexión entre Cristo y Platón, Sócrates, Buda, o algún otro de los grandes pensadores que estén fuera del judaísmo. Aquí está la verdad universal y absoluta que brotó de una atmósfera de intenso orgullo y odio raciales. Aquí está el hombre que dio más énfasis a los aspectos espirituales y morales en medio de los maestros que diezmaban la menta, el eneldo y el comino.

Pero esto no es todo. Aquí está un hombre que vivió sin pecado en presencia de enemigos malignos, cuyo carácter es el ideal inaccesible de cuantos hombres han leído su historia. Aquí está uno que tenía las más grandes pretensiones, que se decía ser igual al Dios viviente, según el testimonio de los Evangelios que nos relatan la historia de su carrera. Aquí está uno que proclama su derecho a la lealtad de todos los hombres, que ofrece rescatar a todos los que vienen a él, del pecado y sus efectos. Su perfecta vida y sus sublimes enseñanzas dan un aspecto serio a lo que de otro modo serían pretensiones absurdas.

El tremendo poder de Jesús sobre el mundo exige respeto, sea cual fuere la explicación. Los hombres que son más leales a Cristo son precisamente los que se han destacado como los más prominentes en el adelanto de la civilización y en el mejoramiento de la raza. Las naciones donde la influencia de Jesús es más grande son las más respetadas entre los reinos de la tierra. Hace mucho que las naciones protestantes que están libres de la dominación sacerdotal han sido las más influyentes en el mundo.

Aun aquellos que desechan las pretensiones de Jesús a la deidad por razones filosóficas, como el Profesor G. B. Foster (siguiendo a Pfleiderer) o por razones críticas deshaciéndose de la evidencia de su carrera como el Profesor N. Schmidt (siguiendo a Bousset y a Wrede), son reverentes al tratar de la persona de Jesús, y hasta entusiastas acerca de su carácter.

"¿Qué pensáis de Cristo?" En verdad fue puesto para la caída y el levantamiento de muchos no sólo en Israel, sino en todo el mundo. Es el imán de los corazones humanos y la piedra de toque de la vida de todo hombre. Como Carlos Lamb, todos sentimos que si Jesús viniera a nuestra presencia, instintivamente nos arrodillaríamos. Jesús se impone en nuestros corazones y en nuestras mentes. No espera que dejemos a un lado la razón al llegar a resolver la cuestión con él. Necesitamos entonces toda la inteligencia que tenemos. La dificultad es ver el problema como un todo y como es en realidad. En este estudio nos fijamos en las cosas principales en su desarrollo histórico y procuramos entender su relación mutua y sus resultados. No es posible ninguna explicación meramente natural de Jesús. Es absurdo, en vista de todos los hechos, procurar hacerlo. Uno "mayor que Jonás" está aquí, el Hijo de Dios. Los hombres no siempre han podido mostrar a Jesús a los que han deseado verle. Felipe y Andrés estuvieron perplejos por la súplica sencilla y cortés de los griegos. A veces nuestros sermones esconden a Cristo,-es triste decirlo-en vez de revelarle. Nuestra teología puede llegar a ser un velo que esté sobre el corazón de modo que no se vea a Jesús cuando se lee el Evangelio. Puede ser que nuestras disputas retraten a un Cristo ausente y reflejen las ambiciones eclesiásticas de los primeros discípulos en lugar de la elevación espiritual de Jesús.

La luz escrutadora de la investigación histórica moderna ha puesto en un relieve más claro al Cristo histórico y las circunstancias en que vivía. Podemos pasar por alto a Calvino y Agustín en nuestra busca de Cristo. Hasta podemos pasar por alto a Pablo, Pedro y Juan para llegar a Cristo mismo. Podemos ver cómo comprendió a Jesús cada uno de los apóstoles, con lo cual cada uno contribuyó a nuestros conocimientos del Maestro. Podemos ver cómo al principio fueron ofuscados por la gran luz que los dejó perplejos, cómo paulatinamente llegaron a comprenderle a él, a su mensaje y su misión. La revolución obrada en los primeros discípulos es el milagro eterno del cristianismo y se repite todos los días en el mundo.

Es la visión del Cristo Eterno. En nuestro estudio de Jesús no podemos rodearle con limitaciones solamente históricas. Mientras estudiamos la lucha, la más grande de todos los siglos, que trabó con las fuerzas humanas y sobre-humanas que hubo en su derredor, somos conscientes de un elemento más sublime en él. El mismo habló de este hecho trascendental, y esto dejó perplejos y aturdidos a todos los que estaban en su derredor. Su vida no comenzó cuando nació, ni terminó cuando murió. El día de hoy el mundo no se arrodilla delante de un héroe de odio cuyo cuerpo está todavía sobre el cerro del Gólgota, sino delante del Cristo resucitado que está sentado sobre el trono de la majestuosa gloria a la diestra del Padre. Este es el retrato novotestamentario del Redentor que ha triunfado sobre la muerte y el sepulcro, y quien está dirigiendo una guerra victoriosa contra las huestes del mal. Este es el Salvador del pecado, quien ha hablado paz a nuestros corazones y en cuyo nombre trabajamos ahora. De modo que, cuando estudiamos juntos las condiciones humanas y las distintas épocas históricas en la carrera de Cristo, no pensemos que semejante esfuerzo puede explicar cuanto sea verdadero acerca de Jesús entonces y ahora. Pero, que ardan nuestros corazones dentro de nosotros; que Jesús venga, ande y hable con nosotros entre tanto que procuramos explicar algo del misterio del Nazareno.

2. La Primera Vista de Jesús. Cuando el jovencito Jesús viene a Jerusalén a los doce años de edad, sabe que es el Hijo de Dios, y esto, en un sentido que no es verdadero de otros hombres. " ¿No sabíais que debo ocuparme en los negocios de mi Padre?" Sus padres estuvieron admirados por la facilidad y poder que mostraba en semejante lugar de dignidad, enseñando y asombrando a los doctores de teología en el seminario teológico rabínico. Pero no está menos admirado él porque ellos ignoren que éste es el lugar más apropiado del mundo para éL ¿Quién puede adivinar cuáles son los sueños dorados del futuro de un jovencito hasta que un día el sol sale en su plena gloria? El jovencito ha desaparecido para siempre por la revelación del hombre, y el propósito varonil ha llegado para llenar el corazón y la vida. La palabra "debo" arroja una luz muy atrás sobre los años sosegados de la vida del jovencito en Nazaret. Los teólogos modernos especulan con mucha erudición acerca del tiempo en que Jesús llegó por primera vez a ser consciente del hecho de que él era el Hijo de Dios y tenía que desempeñar una misión mesiánica. Esta es una especulación ociosa. Sólo sabemos que a la edad de doce años Jesús sabe que Dios ha puesto su mano sobre él. Se siente a gusto en la casa de su Padre y se regocija en discutir cosas altas y santas.

Todo el problema de la persona de Jesús se nos presenta en este incidente. Lado a lado con esta temprana conciencia mesiánica está el otro hecho de que "Avanzaba en sabiduría y en estatura." Era un verdadero muchacho no obstante el elemento divino que había en él, y también un muchacho obediente, porque estuvo sujeto alegremente a sus padres después de este incidente. El único muchacho que realmente sabía más que su padre y que su madre era un modelo de obediencia.

Nos impresiona la soledad del jovencito Jesús en este tiempo. No fue comprendido por los profesores de teología en Jerusalén, ni por sus padres, ni aun por su madre a quien hacía mucho había sido revelado el futuro de su hijo. ¿Acaso había ella escondido su secreto tan profundamente en su corazón que faltaba poco para que fuera perdido? Pero había pasado mucho tiempo y probablemente hacía poco, o nada, de las cosas tontas relatadas por los evangelios apócrifos. Solamente una vez se levanta el velo durante los años silenciosos, y así se arroja luz sobre la conciencia mesiánica de Jesús. Durante esos años en Nazaret tuvo una educación humana, en su casa, en la sinagoga, en los campos con los pájaros y las flores, con sus compañeros de juegos, en su trabajo en el taller de carpintería.

Lucas es quien escribe este incidente, y su introducción se parece mucho a la del historiador griego Tucídides. Es Lucas quien dijo que había examinado cuidadosamente los orígenes y había puesto cuidado para escribir con exactitud. La narración lleva el sello de la veracidad con la sencillez y realidad de ésta. Es muy probable que María misma haya dicho a Lucas lo que se narra aquí. Es la moda actualmente, para algunos, poner en duda lo que dice Juan acerca de Jesús, pero nótese que Lucas es el historiador.

Se necesita decir una palabra, de paso, acerca de lo natural y real de una vida que tan pronto tiene conciencia de una misión sublime. La explicación se halla en los hechos. No hay vestigio de artificialidad, de jugar un papel, en la carrera de Jesús. Pasamos por alto a los que voluntariamente ciegos niegan que Jesús alguna vez pensara que era el Mesías y aun dicen que el Antiguo Testamento no predice un Mesías. Este resultado sorprendente se obtiene o desechando los pasajes o por una maravillosa exégesis de cuanto insinúa un Mesías. No es extraño que el Hijo de Dios conociera a su Padre. ¿Qué mejor lugar para que aquella conciencia llegara a una actividad más amplia y viva que en el templo del pueblo de Dios?

Este jovencito de doce años, que amaba a los pájaros y las flores y trabajaba bien en el oficio de carpintero, progresaba en favor para con Dios y los hombres. Y no es esto extraño. Combinaba la piedad precoz con la popularidad. Cuando murió José, sin duda llegó a ser, en cierto sentido, el principal apoyo de su madre. ¿Ha habido jamás otra madre que tuviera tantas cosas por qué regocijarse o tantas cosas que no entendiera acerca de su maravilloso hijo?

3. ¿Nació Jesús de una Virgen? De propósito antes pasamos por alto su nacimiento para tratar de él hasta aquí. Esto ha llegado a ser una cuestión palpitante en la actualidad. El temperamento científico desea profundizarlo todo y a veces cree que ha logrado hacerlo; pero este sentimiento de omnisciencia no es monopolizado por el espíritu científico. Los rayos X, el telégrafo inalámbrico, el radio, para no decir más, hacen hoy día que el verdadero científico tenga dificultad para decir lo que puede suceder en la naturaleza, aun cuando no existiera Dios. Si en efecto existe Dios, no hay verdadera dificultad desde el punto de vista de Dios.

Pues bien, tanto Mateo como Lucas relatan la historia del nacimiento sobrenatural de Jesús, pero desde distintos puntos de vista; Lucas desde el punto de vista de María, Mateo desde el de José. Evidentemente, pues, hay dos relatos independientes de este gran acontecimiento, viniéndonos ambos relatos de cerca de Jerusalén, mientras vivían aún Santiago y Judas, hermanos de Jesús, y posiblemente, mientras vivía María, la madre' Lucas pasó dos años en Cesarea, y era un historiador cuidadoso. En los primeros capítulos de este evangelio que relatan este maravilloso acontecimiento hay indicios de que usó un documento aramaico o hebreo y de que oyó la historia de alguno que hablaba el aramaico. La primera cosa que se relata, después de la introducción de este cuidadoso historiador, es la narración del nacimiento. Se narran aquí milagros, no necesariamente hermosas leyendas para idealizar o deificar a Jesús. Serían posibles las leyendas si la encarnación de Jesús fuese inherentemente imposible. ¿Pero quién puede afirmar esto con confianza?

El silencio de Marcos no puede alegarse contra Mateo y Lucas. Este Evangelio se escribió probablemente en Roma bajo la influencia de Pedro y lejos del círculo de Jerusalén. No es sorprendente que no se dijera nada al principio acerca del verdadero nacimiento de Jesús. Fue conocido como el hijo de José y María. El nuevo manuscrito siriaco de Mateo hallado en Sinaí dice, por cierto, en un pasaje, que José engendró a Jesús, pero en otro lugar se deja la declaración original. El texto estuvo probablemente sujeto a la escritura de los ebionitas, los cuales negaron la deidad de Cristo.

Aunque el prólogo de Juan, que tiene un reconocimiento maravilloso del estado de Jesús antes de su encarnación, omite, en efecto, una discusión del nacimiento de Jesús y así no tiene nada acerca del nacimiento de una virgen; no es para darnos una interpretación fácil del origen de la persona de Cristo. Ciertamente Juan, porque no dudo que fue él quien escribió el cuarto Evangelio, no encierra la carrera ni ¡a persona de Jesús dentro de límites puramente humanos. La carrera terrenal de Jesús no es sino una porción muy pequeña aunque importantísima, de la existencia eterna del Hijo de Dios, quien estuvo con el Padre en el cielo antes de la encarnación y quien ha vuelto al Padre después de la resurrección y la ascensión. No es meramente una preexistencia ideal en lo que está pensando Juan aquí, sino la presencia personal con el Padre. Juan va más allá todavía. El dice claramente acerca del Logos: "Era Dios." Este es un concepto capaz de comprenderse, que el Padre tuviera un Hijo, que es en efecto un corolario necesario de Padre. Pero Juan aun dice que este Hijo o Logos se hizo carne y habitó entre nosotros. El Hijo de Dios, que era Dios y coexistió con el Padre, se hizo carne. ¿Cómo? Me aventuro a preguntar: ¿Sería esto una mera teofanía? ¿Era Jesús un verdadero hombre? ¿Tenían razón después de todo, los gnósticos docéticos, que sostenían que Jesús sólo parecía ser hombre? La interpretación propia del lenguaje de Juan se halla en el nacimiento de una virgen, y sólo allí. El lo da por sentado como bien conocido. Si fuera en verdad el hijo de José, no sería "Dios unigénito" (El verdadero texto).

La dificultad es igualmente grande si volvemos a Pablo. Dice que Jesús nació de una mujer, deshaciéndose así del gnosticismo docético. Según Pablo, era verdadero hombre. ¿Pero sostuvo Pablo que también era verdadero Dios como Juan claramente creía? No aplica a Jesús el término Dios, a menos que así lo indique en Rom. 9:5, y leemos iglesia de Dios (el texto correcto) en Actos 20:28. Pero en Col. 1: 15-18, y en otras partes (como en II Cor. 8:9 y Fil. 2:6) Pablo describe a Jesús de tal manera que no puede ser para él otra cosa sino Dios. Puede ser que la cuestión del nacimiento de Jesús de una virgen no fuese presentada a Pablo. Pero la verdadera deidad de Jesús es enseñada por Pablo, y esto es la cruz de todo el asunto. No tiene nada de inconsecuente con ello, ni tampoco lo tiene Juan. Todo el testimonio positivo del Nuevo Testamento favorece esta explicación, y no hay ni una palabra en contra de ella. En verdad los conceptos teológicos de Pablo y Juan la demandan. El Prof. Briggs (en North American Review de junio, 1906) afirma osadamente que el negar el nacimiento de una Virgen es negar la base filosófica de la encarnación de Cristo. Puede uno creer aun en la deidad de Jesús -y ser ¡lógico. Esto inquieta poco a muchas personas. La lógica hace Poco papel en la teología de muchos. Pero no es posible pensar que Dios llegara a ser hombre sino por el nacimiento de una Virgen a menos que ha de tener así dos personas en la una en quien Dios ha entrado. Entonces la herejía del nestorianismo o dos personas es inevitable. Y aun cuando Dios pudiera entrar así en semejante hombre, haciéndolo no afectaría a ningún otro hombre. Si Jesús es en verdad el Dios-Hombre, Hijo de Dios e Hijo de hombre, el nacimiento de una Virgen es la única manera concebible en que se efectuara aquel gran acontecimiento. Y en verdad, este problema no es más difícil que ninguna otra cosa relacionada con la deidad de Jesús. Esto es, después de todo, el problema. La deificación del emperador romano y de otros héroes y semi-dioses en tiempos antiguos no prueba que esto es lo que sucedió en el caso de Jesús.

Por esto pongámonos entre los pastores en los cerros de Belén p ara oír cantar a los ángeles acerca de la paz en la tierra a los hombres que reciben el beneplácito de Dios. Encantémonos con este misterio trascendental. El niño en el pesebre ha dado nueva esperanza a toda madre que hay en el mundo, nueva gloria a todo niño que existe en la tierra, nueva dignidad a todo hombre que ha sentido la influencia del Hijo de Dios. En verdad salvará a su pueblo de sus pecados. Zacarías y María, Simeón y Ana vislumbraron la luz que ilumina al judío y al gentil. Estos cantaron los primeros himnos cristianos. Habían visto la salvación de Israel. Los sabios caen a sus pies y los Herodes y Satanás todavía están procurando obrar la ruina del Cristo. Pero ni sacerdote, ni rey, ni diablo pueden detener la marcha del reino de Dios.

¿Quién, pues, es Jesús? Ninguna doctrina que nosotros podamos manifestar expresará todos los hechos-. Las teorías Kenolis de la humillación de Cristo meten en la palabra de Pablo. en Filipenses 2:9, más de lo que tenía. Multiplican en vez de aminorar los problemas. Se deshacen en vaguedad. ¿De qué se desprendió Cristo cuando dejó el lugar que tenía al lado de su Padre en las alturas? ¿Se aplicaba esto a su naturaleza divina o solamente a su gloria divina? ¿Cuánto del conocimiento de Dios y del poder de Dios tuvo Cristo mientras fue hombre? ¿Cómo podría el infinito Hijo de Dios someterse a limitaciones humanas? ¿Cómo podría el Impecable morar en la carne y no tener pecado? Si tuviera pecado, no podría salvarnos a nosotros del pecado. Si el verdadero teólogo se siente humilde aquí, debemos acordarnos de que el verdadero científico no se jacta de conocer la vida, la vida fundamental, la Fuente de todas las cosas. No entendemos ni la primera ni la segunda mitad de este problema, Dios u hombre. No es extraño que la combinación causara nuevas dificultades. Tal vez cuando lleguemos a tener una visión clara acerca de Dios y el hombre, nos pondremos a estudiar con más confianza el asunto del Dios-Hombre. De todos modos estamos seguros de que esta unión sublime de Dios y hombre ofrece la única resolución verdadera de la carrera y carácter de Jesús de Nazaret. Es en la personalidad donde Dios y el hombre pueden propiamente encontrarse. La filosofía puede ayudar un poco aquí por el nuevo énfasis dado a los problemas de la personalidad. Podemos por medio de Cristo formar un concepto inteligible de Dios. Sin Cristo nuestras ideas de Dios tienden a deshacerse en lo abstracto.

4. El Padre Sanciona al Hijo. La nueva de que se hacían cosas extrañas junto al río Jordán llegó a Jesús cuando él estaba en Nazaret. Ya era hombre entonces, el hombre Jesús, y la nueva le interesó. No fue el llamamiento del desierto sino el llamamiento de su Padre el que oyó aunque tuvo que ir al desierto. Un nuevo profeta había aparecido en el desierto, un hombre que se vestía con ropa vieja, que tenía hábitos extraños y un mensaje maravilloso. Pero el encanto de Juan no consistía en su manera de vestirse ni en su alimento. La grandeza no se adquiere imitando las excentricidades de otros, así que, no era el vestido semejante al de Elías el que distinguió al Bautista, sino el espíritu y el poder del profeta. El mensaje era la cosa más maravillosa acerca del hombre. Dijo que el reino de Dios estaba cercano, en vez de estar en el futuro lejano. ¿Era verdad? La noticia se extendió hasta que toda Jerusalén y Judea salieron a ver lo que era más que tina caña mecida por el viento. Al fin los predicadores y maestros salieron para oír a este profeta de las montañas, algunos tal vez para burlarse de él y escarnecerlo. ¡La osadía del hombre los admiró! Dijo que aun los predicadores debían arrepentirse como cualesquiera pecadores: publicanos y gentiles, y ser bautizados. ¡Cómo si no fuéramos los hijos de Abraham! Pero este profeta no perdonó ni a los encumbrados ni a los humildes: soldados, publicanos, ni sacerdotes. A los que se arrepintieron los sumergió en el Jordán, y el nuevo rito hizo que muchos supusieran que él era el mismo Mesías. Por un poco de tiempo Juan fue estimado en más de lo que realmente valía (como sucede con frecuencia con los reformadores),, pero pronto disipó semejantes opiniones fa as diciendo bruscamente que él no era el Mesías. No era sino la voz del heraldo que clamaba en el desierto. No era digno de desatar los zapatos del Mesías, el cual tendría un bautismo del Espíritu Santo. ¿Pero dónde es

¿Diría Jesús a su madre a dónde iba cuando salió de Nazaret? Había llegado su crisis y él lo sabía. Juan y Jesús se encontraron en la ribera del río. Juan había recibido una señal por la cual habría de reconocer al Mesías. Sin duda había esperado cada día aquella señal mientras bautizaba a las multitudes, y anhelosamente había examinado cada rostro que se levantaba al emerger de las aguas. Tal vez nunca había visto a Jesús, y si lo había visto antes, fue sólo brevemente, y no sabía quién era el Mesías. Pero antes de que viniera la señal sintió instintivamente que estaba en presencia de él! Era incongruente que el Mesías le pidiera a él el bautismo. Parece que Juan mismo no había sido bautizado. Su bautismo exigía la confesión de pecado, y en presencia del Impecable, Juan sentía de nuevo su propia indignidad y suplicó que Jesús le bautizara. Pero Jesús se mantuvo firme. Juan hacía bien en sentir así, pero Jesús era hombre y judío y debía obedecer el mandato que el Padre había dado de que todos fuesen bautizados confesando sus pecados. El hecho de que no tenía pecado que confesar no le eximía de la obligación de cumplir con este acto recto de obediencia. No olvidemos nunca que a Jesús le parecía que valía la pena venir desde Nazaret al Jordán, no para salvarse, porque no necesitaba ser salvo, y el bautismo no salva a nadie sino simbólicamente. Sancionó por su propio ejemplo el bautismo en el Jordán, y más tarde lo exigió de todos sus discípulos. En verdad de un modo simbólico manifestaba su propia muerte y resurrección también, pero no es nada probable que Juan viera este punto.

Pronto Juan vio que Jesús tenía razón para ser bautizado, porque el Padre habló en alta voz al Hijo, y el Espíritu de Dios descansó sobre Jesús cuando salió del agua orando. Fue un momento augusto. El Padre, el Hijo y el Espíritu se unieron para celebrar este acontecimiento. Es claro que el bautismo de Jesús tuviera una maravillosa significación personal. Ha sido interpretada de distintos modos. Algunos imaginan que en esa ocasión Jesús llegó a saber por primera vez el hecho de que él mismo era el Mesías, el Hijo de Dios, pero esta interpretación no es justificada por los hechos. La protesta dirigida a Juan precisamente antes del bautismo no era una negación de que era el Mesías. Toda su conducta para con Juan fue la de quien ha arrostrado su destino y lo ha aceptado. Algunos de los gnósticos cerintianos imaginaron que el Cristo, como un Aeón o Emanación de Dios, bajó sobre Jesús en su bautismo semejante a una paloma, y que este Cristo Aeón era lo divino, siendo Jesús mismo un mero hombre. Sin embargo, su bautismo era el principio de la obra pública mesiánica. Jesús ahora se presentaba públicamente. Había cruzado ahora el Rubicón y no era posible volver atrás. Había puesto su mano en el arado y tenía que seguir hasta el fin y meterlo profundamente. Fue la venida del Espíritu Santo lo que constituyó el ungimiento de Jesús y no el bautismo.

No confundamos las dos cosas. Podemos comparar con esto la dotación profética de] Antiguo Testamento.

5. La Significación Moral de la Tentación. Los que escribieron los Evangelios no podían haber conseguido esta narración sino de Jesús mismo. Es probable que, mucho tiempo después, relatara a los discípulos esta fiera lucha que, al principio de su ministerio, sostuvo con el príncipe del mal, como con frecuencia sucede con el joven predicador. Marcos apenas menciona el hecho, pero Mateo y Lucas dan los detalles de la lucha titánica. No podría ocurrir sino al principio del ministerio. Satán desearía retar de una vez al Mesías. Como un león de la selva reta al que se mete en sus dominios. Con derecho o sin él, el diablo pretendía que este mundo fuera suyo y de nadie más. El había hecho mucho para hacerlo un matorral de pecado y dolor. Sentía que no podría existir sino la enemistad entre él y Jesús. Los Evangelios Sinópticos todos están de acuerdo en poner la tentación exactamente después del bautismo. Era el momento psicológico. Todo converso nuevo tiene que sostener una nueva lucha con el diablo después de su bautismo, "Te has portado locamente" dirá el diablo.

No podemos detenernos para discutir si fue una visita objetiva del diablo o meramente la influencia de una sugestión diabólica sobre la mente de Jesús. Lo más probable es que existieron ambos elementos. No es más difícil pensar que el diablo hiciera una manifestación visible de sí mismo a Jesús, que creer de alguna manera en la existencia del diablo. Este es el verdadero problema. Si existe un verdadero espíritu del mal que tiene acceso al alma del hombre y poder sobre ella, no necesitamos inquietarnos acerca de lo demás. Sería un consuelo creer, como lo hacen algunos, que el diablo ha muerto. Ciertamente el pecado no ha muerto. Si no hay diablo, no lisonjeamos al hombre haciéndole originalmente responsable de todo el mal que está en el mundo. Pero sea o no que el diablo apareciera objetivamente a Jesús, fue en la región espiritual donde se verificó la tentación. Marcos aun dice que Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado del diablo. Esto parece al principio ser un dicho duro, pero probablemente no quiere decir otra cosa sino que Dios deseaba que su Hijo encontrara de una vez al tentador para resolver la cuestión inmediatamente. No es que el diablo no hiciera otro esfuerzo, sino que se hiciera clara la manera de afrontar los conflictos futuros.

Es evidente que el diablo hace alusión a la aprobación del Padre en el bautismo de Cristo cuando dijo: "Si eres el Hijo de Dios," como Dios había dicho. No es que el diablo niegue que sea así; por cierto, la forma de la condición da a entender que es verdad, y él dice, en efecto, "un Hijo de Dios," y no "el Hijo de Dios," como Dios había dicho, pero sugiere a Jesús que haría bien en comprobar lo que había dicho Dios. En esto no haría mal. Entonces tendría la experiencia personal para sostenerle. Tenía mucha hambre y seguramente, si era Hijo de Dios, podría hacer obra creativa como la había hecho Dios. Era una sugestión sutil. Jesús haría milagros a favor de otros. ¿Por qué no había de empezar haciendo uno a favor de sí mismo? En una palabra, ¿Había Jesús de ser un Mesías egoísta? Pero la tentación no habría sido tentación si hubiera sido puesta en aquella forma. En esto consiste el peligro de una tentación, en que, al principio, su verdadero carácter está oculto y difícil de descubrir. Aquí se ocultaba la desconfianza en Dios.

Los judíos esperaban que la venida del Mesías fuese un gran espectáculo. Con frecuencia suplicarán a Jesús que dé una señal, que no meramente obre milagros, sino que, por ejemplo, obre algún gran portento en el cielo. El diablo sugiere que Jesús se acomode a la expectación popular dejándolos verle bajar por el aire desde el pináculo del templo, como si descendiera directamente del cielo. Le saludarían con aclamaciones. Pero Jesús no era un mero prestidigitador, no era un aeronauta de globo o paracaídas. El diablo se hace piadoso y cita la Escritura, no citándola mal como lo hacen algunas buenas gentes, sino que la aplica mal. En esto también el diablo no tiene monopolio. Pero Jesús vio que sería presuntuoso, en lugar de confiado, osar hacer semejante hazaña. Además de esto, haría mejor resolviendo la cuestión ahora, en lugar de más tarde, si habría de ser la clase de Mesías que el pueblo deseaba o la que el Padre había ideado. Todo predicador en una manera más humilde, tiene que resolver un problema semejante. Es tan fácil seguir con la corriente, tan fácil caer desde una gran altura cuando está uno nervioso y lleno de miedo.

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